Uno de tantos relatos sobre la redención, 4

“El azar tiene muy mala leche y muchas ganas de broma” Arturo Pérez Reverte

CAPÍTULO VII

HIPÓCRITA ENTONCES

16 de diciembre de 2017

Nunca me oiréis hablar mal de  la eficiencia norteamericana. Lo que en la mayoría de los hoteles de España supondría un problema en Estados Unidos apenas es un leve contratiempo.

La cuestión del cambio de destino se solucionó en 45 minutos. A las 16:00 aterricé en el Aeropuerto Internacional José Martí y a las 17:00 me encontraba alojada en el Hotel Meliá Tryp Habana Libre situado muy cerca de la Universidad de La Habana donde los hermanos Rodríguez Pérez programaron una serie de conferencias del 26 al 29 de diciembre.

Había confirmado mi asistencia al XVI Congreso de la Sociedad Cubana de Enfermería (SOCUENF) en el Palacio de Convenciones de La Habana. Me sorprendió la rapidez de Ernesto para reservar habitación, programar tanto mis discursos en la convención como mis conferencias en la Universidad.

Eficacia cubana, supongo. Claro que si las sugerencias venían de los Doctores Rodríguez Pérez todo se aceleraba mucho, o al menos eso quise imaginar, quizás por esa manía que tenemos los españoles de pensar que todo lo que viene de nosotros es torpe, ineficaz y desastroso.

La bienvenida por parte de Ernesto y León fue amistosa, profesional y muy dulce. Nada más dejar las maletas en la habitación me invitaron a acompañarles a la Heladería Coppelia,

-“La Catedral del Helado en Cuba”- me aleccionó Ernesto

-Cierto, estimada Dra. Fuentes Hernán- acompañó León, con quien pude hablar por primera vez.

-Por favor, estimados colegas, llamadme Adela- indiqué para restar a la conversación la rigidez que conlleva tanto protocolo.

-Tendrá que disculparnos- dijo León- a veces nos pierde la etiqueta, el exceso de educación y también, por qué no decirlo, el control.

-Bueno, en realidad siempre os he tomado como gente alegre y cariñosa- dije con total sinceridad y ánimo de complacer.

-Agradezco la deferencia, Adela. –continuó León- Sí, es cierto, somos gente cercana, alegre y muy cariñosa. Nos gusta disfrutar de la vida, del amor  y de la libertad porque todos estos conceptos están unidos y porque nos ha costado mucho alcanzar lo poco que tenemos. Pero también somos responsables y solidarios.

-No tengo la menor duda de ello, León- intenté atajar la deriva política a la que se dirigía la conversación temiendo que se prolongara en el tiempo y en el adoctrinamiento como los famosos discursos del fallecido Fidel Castro- pero disfrutemos de este tiempo, de la compañía y aprovechemos para planificar la estancia.

-Por supuesto que sí, Dra. Fuen … Adela, perdón –se excusó Ernesto

-Ja, ja, ja –reí con ganas- eso es, menos protocolo y más cariño- añadí sin ninguna intención concreta.

Pude degustar los famosos helados de Coppelia, pero lo que más me impresionó, fue el ambiente, la alegría que se respiraba, las conversaciones tan amenas que se podían escuchar prestando una mínima atención.

-Un lugar de culto para los que saben apreciar el tiempo con amigos y diálogo- recalcó Ernesto.

Hacía calor, mucho calor. Noté cómo la temperatura afectaba a mi cuerpo, el pantalón vaquero que llevaba muy ceñido y la guayabera apenas podían contener el sudor que emanaba de mi cuerpo. Pero confieso que el tiempo se me pasó volando y, cuando me quise dar cuenta, llegó la noche.

Una noche alegre, vivaz, explosiva y repleta de luces, sonidos y risas. Qué bonita es Cuba. Sus cohíbas, sus Montecristo (sí, sí, fumé un puros ¿y qué?) , su Ron Legendario Gran Reserva 15 años, sus mojitos, la canchánchara, ese famoso cóctel cubano inventado durante la Guerra de Cuba para evitar que los soldados cogieran infecciones respiratorias, su comida tan exquisita, con influencia de la española, la ropa vieja, el arroz con pollo, los frijoles negros, (todavía se me hace la boca agua cuando pienso en las comidas y cenas compartidas en “La cocina de Esteban” cerca de la heladería). Fue toda una experiencia.

Y, sí, también su manera de entender el amor y la pasión. Sin un ápice de  pudor o bochorno por algo tan natural como es el cuerpo y las necesidades del mismo.

Un concepto de libertad de ideas, sentidos, una manera tan diferente de entender la vida que me llevó por otros senderos de experimentación.

El Congreso  fue un éxito. Público atento, educado, interesado (esto, para alguien que da un discurso es muy importante). Terminaba mi disertación y atendía las numerosas preguntas que me hacían los asistentes. Turnos de réplica, puntualizaciones. Una auténtica gozada, de verdad.

Las jornadas en la Universidad fueron geniales, la cercanía del alumnado, sus inquietudes y sus ganas de aprender. Cuba supuso en cambio en mí para bien.

Las veladas con León y Ernesto eran divertidas, sus patéticos intentos de enseñarme a bailar la conga, la timba y la rueda de casino me producían un bienestar que me vino al pelo para olvidar aquella mala experiencia final en Miami.

Sus constantes atenciones hacia mi persona, sus muestras de afecto, el intercambio libre de opiniones y la variedad de temas para tratar consiguieron abrirme a nuevos estímulos, intelectuales y sensuales, por supuesto.

Los gemelos Rodríguez Pérez eran dos tablas de chocolate negro de 1,85 cm. adornados con unos ojos negros y con un cuerpo de escándalo, unos dientes blancos, perfectos, eran hermosos. Sí, eran dos especímenes de hombre que, no es que rozaran la perfección, es que se metían de lleno en ella y le daban un nuevo sentido.

Y yo no tenía absolutamente ninguna responsabilidad.

Celebramos el final del congreso el día 23 de diciembre en mi habitación del Hotel, sus guayabas y sus pantalones desperdigados cerca de mi bata cubana. Nos unimos los tres en una fantasía sexual que no parecía tener fin. Sexo placentero,  gozoso, libre, solidario. Un verdadero trío, sin tapujos, ni mentiras tapadas con un velo en los ojos, disfrutar por disfrutar. Mi primer trío, y no sería el último.

En un auténtico baile sensual,  León y Ernesto me arropaban con sus cuerpos, besaban mi cuello, mis labios, mis lóbulos para luego diversificar sus caricias por todo mi cuerpo. Uno de ellos por la zona de mis pechos bajando hasta mi ombligo, recorriendo toda esa zona, lamiendo, besando mientras el otro ascendía desde mis piernas, trepando por ellas hasta mis muslos, transportando todo ese calor hasta la parte interior de mis muslos y culminando en mi vagina, húmeda, caliente, deseosa de entregar.

Las manos de los gemelos acariciaban todo mi cuerpo mientras podía oír sus respiraciones entrecortadas, provocando oleadas de placer en mi psique, en toda la extensión de mi figura, era una fusión de tres. No puedo describirlo de otra manera.

Me levantaba y colocaba una de las piernas sobre la mesa para poder ofrecer mi sexo abiertamente a aquél que quisiera complacerme. Mi coño soportaba los embates de León, acompasados, firmes, cariñosos, profundos, y yo bajaba mi boca para llenarla con la polla de Ernesto, en un precario equilibrio solo sostenido por los fuertes brazos de León que, firmemente, rodeaban mi cintura. Gemelos en todo, hasta en la longitud de sus penes. Me resultaba curiosa la forma en la que mi imaginación volaba con ellos. La manera en la que, totalmente perdida en mi excitación, pensaba en que, la misma polla, que horadaba mi sexo se introducía en mi boca.

Miraba la longitud del pene de León entrando en mi boca a la vez que el sexo de Ernesto salía de mi lubricada rajita. Había perdido ya cualquier atisbo de seriedad para sumergirme totalmente en una locura de gozo y placer.

Han sido días exquisitos, inolvidables.

Y ahora me encuentro aquí, con Ernesto y León celebrando la entrada de un nuevo año, de una nueva manera de entender la vida, de una nueva ilusión.

CAPÍTULO VIII

UNA NUEVA VIDA, EL MISMO ERROR

25 de febrero de 2018

Me disponía a salir con destino Madrid tras haber decidido adelantar mi regreso tras mi asistencia al XXV Congreso de 2018 de la Sociedad Española de Estrabología y Oftalmología celebrada en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Sevilla.

No había dado un discurso desde la conferencia del día 29 de diciembre de 2017 en la Universidad de La Habana y no tenía muy claro que quisiera participar en esa convención. Había quedado muy asqueada de mi periplo cubano pero donde manda patrón, no manda marinero y mis actuales jefes decidieron que diera dos discursos los días 23 y 25.

Me molesta mucho decirlo, más que nada por lo manido de la expresión, pero es cierto que “el ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”. Aunque yo diría que estar condenado al fracaso es un destino, y a veces una voluntad.

No voy a endulzar lo que me ocurrió ayer en el servicio de caballeros del Palacio de Congresos haciéndome de nuevas o fingiendo que he sido engañada. Bien pensado, todo estaba allí, expuesto, simplemente no lo supe ver.

Decidí alargar mi estancia en La Habana hasta el día 8 de enero. Tenía la intención de quedarme un poco más en Cuba. Se me había metido en la cabeza que, quizás, podría acompañar a los Doctores Rodríguez Pérez en alguna misión humanitaria.

Había llegado al convencimiento de que existía entre los tres una comunión de cuerpos, almas e ideas. Una manera de entender la vida. Ese sentimiento cayó fulminado el día de reyes del año 2018.

La noche del día 5 de Enero mientras disfrutábamos del cuarto mojito y de las delicias que proporcionaba e jacuzzi de la suite del hotel, alcé mi copa y dije con evidentes síntomas de embriaguez,

-Que el regalo de mañana constituya un nuevo principio para nosotros, que caiga última barrera que nos separa- me refería, por supuesto a la labor humanitaria y solidaria que pensaba que podíamos proporcionar.

  • Estoy contigo, Adela, que mañana caiga la última barrera entre nosotros-pareció unirse Ernesto.

-Sí, y que una vez caída esa barrera podamos fundirnos totalmente los tres- finalizó León.

Por alguna extraña razón, mi percepción de esa frase fue un tanto sospechosa. Después de todo ¿qué tenía que ver la solidaridad con la fusión de nosotros tres?

-Perdona, León, ¿a qué te refieres exactamente?- pregunté

-Adela, ya va siendo hora de abrir esa puerta que nos niegas a Ernesto y a mí. La unión no puede ser completa hasta que caiga tu último prejuicio y así permanecer perfectamente ensamblados León y yo a ti.

Y el caso es que ya me lo veía venir. Otra vez el culo. Qué manía tienen los hombres con follarse el trasero de una mujer. Me sorprende esa actitud tan machista de insistir en  que las mujeres seamos sodomizadas y de que parezca que estamos ansiosas por ser el depósito estomacal de su semen. Porque una cosa es que me deje llevar en un momento de calentura y otra, muy distinta, es que me apetezca ser ensartada por el coño y por el culo por muy ilustres doctores que sean.

Y lo decía tan despreocupadamente, vamos, como si yo fuera gilipollas y no me diera cuenta de lo que quería decir.

-Hablas de mi culo ¿verdad, León?- seguí con mi interrogatorio.

-Hablo de tu prejuicio, Adela, nada más. De liberar …

-No, no sigas, déjame adivinar ¿a que es “liberar mis sentidos y descubrir la mujer que hay en mí? ¿a que sí?

-Exacto, Adela -intervino Ernesto- eso mismo.

-Y, por supuesto, esa liberación vendrá mientras uno me penetra por delante y el otro por detrás, una doble penetración ¿me equivoco?- añadí con el mayor tono sarcástico que pude.

-Adela, no es lo que te piensas- respondió Ernesto con tono de alarma

-Claro que es lo que pienso Ernesto- dije- está claro. Pero ¿Sabes? eso no va a pasar, ni mañana, ni pasado mañana, ni nunca porque aquí es donde acaba nuestra relación. Y es una pena verificar que, por mucha inteligencia que parezca poseer, el hombre, al fin y al cabo sigue pensando con la polla.

Y, levantándome, salí del jacuzzi desnuda, me puse mi bata, abrí la puerta de la suite y les invité a marcharse.

-No seas así, Adela – intervino en esta ocasión León- no te enfades con nosotros.

-Si no me enfado, León, Ernesto, de verdad que no. Ahora mismo siento la misma indiferencia que si viera dos amebas. No es enfado, es curiosidad, al ver que ideales tan profundos se vean enfangados por deseos tan perversos. Adiós, doctores, hasta más ver.

El día 7 de enero (un día antes de lo previsto) tomaba un avión rumbo a Madrid con un firme deseo de volver a trabajar y de alejarme, en la medida de lo posible, de cualquier ser viviente que tuviera pene.

La llegada a Madrid supuso un nuevo rumbo en mi vida. Abandoné mi trabajo y Barcelona para aceptar una de las numerosas ofertas que me habían llegado en un conocido Grupo Farmacéutico. Mi labor sería asesorar en la investigación y progreso de diversas soluciones para el restablecimiento o, en su defecto, mantenimiento de las conexiones neurológicas de los ojos.

En ciencia no hay milagros, todo es base de mucho estudio y de muchas pruebas de ensayo y error, ello implicaría que tendría trabajo durante algún tiempo, haciendo lo que más me gustaba antes de poder dedicarme a la docencia que era el último objetivo que me había propuesto alcanzar.

La nueva empresa me facilitó una secretaria, Elena, una chica joven y eficaz. Rápidamente me puso al corriente de todas mis responsabilidades en la empresa, me mostró mi despacho y programó mi agenda.

-Tiene siete llamadas de alguien llamado Mateo Gómez Aranda, la mayoría de ellas el 28 de diciembre de 2017.

-¿Mateo, mi ex?- pregunté un tanto fastidiada- ¿qué querrá este ahora? Déjalas en espera, Elena, ya le llamaré

-¿Quiere que le llame yo, doctora Fuentes?

-No, no, déjalo, será para felicitarme la navidad o el año nuevo, hay gente que no sabe cuándo dejar una relación.

-No sería ninguna molestia, Doctora Fuentes.- insistió

  • Que no, en serio, si hubiera querido enterarme habría llamado a Barcelona, quiero desconectar. Ni siquiera sé cómo has podido enterarte de esas llamadas si yo me he incorporado el día 15.

-Es que yo llamé a Barcelona, Doctora, para pedir las llamadas personales que tuviera desde el día que se fue a Estados Unidos hasta su regreso a Madrid. –respondió la eficaz secretaria.

“Joder con Elenita”, pensé, “qué fina es”

-Pues eso, Elena, déjalo así e indícame donde está el personal que está bajo mi cargo para poder tener una charla con ellos.

Dicho y hecho. Lo cierto es que la eficacia metódica de Elena facilitó muchísimo no solo mi incorporación a la empresa sino la labor a desarrollar en la misma.

A las pocas semanas, desayunábamos y almorzábamos juntas. Planificábamos la agenda y las labores a desarrollar, todo un lujo de administrativa.

Gracias a ella pude meterme de lleno en el trabajo y olvidarme de insidiosas tareas que ralentizaban mi actividad laboral. Transcurrido apenas un mes, mi equipo de profesionales estaba totalmente preparado para abordar las tareas encomendadas.

Me sumergía en mis deberes con la misma intensidad que admiré en Josep María. No pude evitar pensar que, al final, me estaba convirtiendo en alguien como él, con una abnegación rayana en la obsesión y determiné no permitir que me ocurriera eso.

Fijé un horario laboral personal que llevaría a rajatabla, marcando los límites, sin fijarme metas de antemano, respetando los fines de semana y añadiendo, a lo sumo, un par de horas a la jornada laboral.

Llamé más a menudo a mis hijos, si bien me daba cuenta que ni Alonso ni Leonor eran especialmente comunicativos.

-Leñe, Alonso que parece que te molesta que te llame tu madre.

-No es eso, mamá, es que no sabes lo exigente que es trabajar en Zürich, ten en cuenta que es el noveno centro financiero del mundo, es muy estresante.

-Ya, hijo, pero debes empezar a priorizar tu vida personal sobre la profesional, de lo contrario no merecerá la pena.

-Dijo la sartén al cazo, mamá

-¿Perdona?

-Pues eso, que me hace mucha gracia que, precisamente tú, digas eso. Bueno mamá, tengo que dejarte, cuídate mucho, te quiero.

Y colgó. No me gustó mucho el velado reproche que me lanzó mi hijo pero, bueno, los hijos es lo que tienen, siempre van a dar problemas.

Mis comunicaciones con Leonor no eran mejores. Apenas podía localizársela y cuando contactaba con ella, apenas podíamos hablar tres minutos.

-Ay, mamá, me pillas fatal, estamos en plena reunión.

-Lo entiendo hija, no te preocupes, solo llamaba para charlar un poquito y ver cómo estabas.

-Pues no hay mucho que contar, mamá, ya sabes cómo va esto, trabajo, trabajo y más trabajo. Hay que cumplir objetivos y desarrollar programas, es muy duro y son muchas horas.

-Lo sé, qué me vas a contar a mí, es lo que hay.

-¿Va todo bien, mamá?

-Sí, cielo, sí, es que tu hermano me dijo algo el otro día que no me gustó.

-¿Y qué te dijo?

-Bueno, no lo dijo expresamente, pero vino a decir que para mí era más importante el trabajo que la familia.

-No le hagas caso, ya sabes cómo es Alonso. Nunca llevó bien vuestro divorcio, para él papá era muy importante.

-Hija, tenía que trabajar.

-Ya, bueno, pero es que desparecías meses, mamá. Ahí Alonso tiene razón. Pero, vamos, que no se lo tengas en cuenta que Alonso te quiere mucho, y yo también.

-Y yo a vosotros, Leonor.

-Mamá, tengo que dejarte, muchos besitos, la próxima vez te llamo yo.

Daba por supuesto que me tocaría  llamar a mí, pero no me importaba. Había decidido que iba a dedicarme más tiempo para mí y para mis hijos y yo siempre he conseguido todo lo que me he propuesto.

El 15 de febrero recibí la comunicación de la empresa de que tendría que asistir al XXV Congreso de la Sociedad Española de Estrabología y Oftalmología para dar un par de conferencias. “Nada nuevo bajo el sol”, pensé, ya estaba acostumbrada a ese ciclo y no me supuso ningún esfuerzo acudir.

Como era de esperar, el Congreso transcurría a las mil maravillas. Mi conferencia del día 23 tuvo una acogida magnífica y me faltaba un ahora para exponer mis disertaciones.

El cuerpo humano tiene sus necesidades y el mío no iba a ser diferente. En resumidas cuentas necesitaba acudir imperiosamente al aseo. Mi vejiga iba a explotar y el cuarto de baño de mujeres estaba siendo limpiado por el personal de saneamiento.

“Vaya, qué contrariedad”, me dije, “y me estoy meando viva”.

Ante tal tesitura opté por entrar en el cuarto de baño de hombres. Hubo suerte, no había nadie dentro por lo que rápidamente me metí en una de sus cabinas y eché el cierre. Me disponía a salir cuando oí cómo entraban dos asistentes.

-Vamos, Manuel, date prisa que en menos de media hora va a dar su charla la Dra. Fuentes Hernán.

-Ya voy, ya voy, Paco, no me metas bulla que aún queda tiempo. Por cierto, ¿tú cómo ves a la tal Dra. Fuentes Hernán?

-Dicen que es una fuera de serie. Ya sabes, un cerebrito, incluso ha corrido el rumor de que es la verdadera cabeza pensante del proyecto que presentó el Dr. Zimmerman.

No pude evitar sonreír ante ese comentario mientras me esforzaba por no hacer ruido. “Al final siempre sale la verdad”, medité.

-¿No estuvo dando unas conferencias por Estados Unidos con los gemelos Davis?

-Sí, sí y luego con los gemelos Rodríguez Pérez en Cuba.

-No me digas, ¿con los “gemelos anaconda”?

  • Sí, sí Manuel.

-Espera un momento, Paco, ¿me estás diciendo que estuvo con las dos parejas de gemelos?

-Con las dos.

-No me lo creo.

-Que sí, hombre, que sí. Estuvo con los gemelos Davis y luego con los Anaconda

-Joooooder, ¿y tú crees que, en fin, tú crees que hubo “eso”?

-¿Te refieres a lo de los rumores que hay de que hacen apuestas entre ellos a ver si pervierten a los conferenciantes que presentan?

-No sé, Paco, ¿qué quieres que te diga? Yo no lo he visto y a mí no me gusta el cotilleo.

-Joder, tío, pues se rumorea que se hacen apuestas de 100.000 dólares entre ellos. Que si se los follan ganan 50.000 y si, además, les dan por el culo se llevan los 100.000.

-Menudos enfermos mentales, joder. Da asco ver en lo que se está quedando la profesión. Oí que Zimmerman fue follado y bien follado por Jane Davis. Corrió el rumor de que un camarero pilló  a Zimmerman y a John Davis marcándose un trío con Jane en la que la empalaban a base de bien.

-Ya, pero bueno, ahí no creo yo que los cubanos se acostaran con Zimmerman, eso ya sería la hostia.

-¿Quién sabe? Lo que sí te digo es que se afirma que cuando la conferenciante es mujer ahí hay apuesta fijo. 50.000 pavos la follada y 100.000 el completo.

-Pues un completo con los “anaconda” tiene que ser la leche porque le dejarán el de aquella manera.

Procedieron a lavarse las manos y salieron de los aseos diciendo,

-El dinero es lo que tiene, Paco, hace que la gente se pervierta. Yo creo que manejar tantas cantidades debe crear una especie de trastorno de personalidad. No es normal.

-Bueno, Manuel, vámonos que llegamos tarde y no me quiero perder la conferencia, aunque si te digo la verdad, no creo que aporte mucho. Entre tú y yo, hace casi un año que no ha aportado nada nuevo. Me parece a mí que esa se ha quedado durmiendo en los laureles.

¿Así que eso era lo que pasó? ¿Fui una apuesta?. ¿Todo ese ciclo de conferencias, de convenciones fue debido a que dos parejas de gemelos apostaron a que se acostarían conmigo? ¿Por eso John me dejó un sobre con 50.000 dólares? ¿Por eso tanta insistencia en estrenar mi trasero? ¿Tan poco valía que me regalaron lo que habían ganado en la apuesta?

Lo positivo dentro de esa nefasta revelación es que no lloré y, más importante, era más sabia.

Todo sale a la luz, tarde o temprano, no se pueden ocultar las cosas y eso es bueno porque de todo se aprende.

Terminé la conferencia y me marché. Alegué a la empresa que me encontraba indispuesta y adelanté mi regreso. No me apetecía quedarme al cierre del Congreso al día siguiente. La fiesta que se iba a dar no constituía un aliciente suficiente para que permaneciera soportando una pantomima. Se me antojaba que todos los asistentes pensaban lo mismo que el tal Paco y el tal Manuel.

Pero sí noté cierto picor en mi amor propio. ¿De verdad pensaban que me había quedado estancada? Me propuse luchar contra viento y marea para demostrar a todos esos hipócritas que Adela Fuentes Hernán era una mujer de armas tomar.