Uno de tantos relatos sobre la redención, 3

“No llevar otro propósito que el bien y la salud de los enfermos”. Juramento hipocrático

CAPÍTULO V

¿HIPÓCRATES O HIPÓCRITA?

John y yo acudimos al último congreso, concretamente el Salón Internacional y Conferencia de Tecnologías de la Información al servicio de la medicina (HIMSS CONFERENCE AND EXHIBITION ) en el Miami Beach Convention desde el día 7 al 11 de diciembre.

Como siempre, un trabajo exquisito. Buena compenetración entre ambos (sí, sí, a nivel sexual también) y un nivel alto en las conferencias que yo daba. Mejoraba por momentos, las cosas como son. Ya no tenía esos nervios que me atenazaban en New York. Supongo que la repetición de los discursos daba como resultado una mayor seguridad en la exposición de los mismos.

Cada vez tenía más claro que podía pasar el resto de mi vida de esa manera. Conferencias, reuniones de negocios y popularidad.  Me encantaba lo que hacía, gozaba de una merecida fama, me codeaba con personajes conocidos que nunca, y digo nunca, podría haber imaginado que algún día estaría siquiera a cinco metros de ellos.

Pude conocer a Ernesto y León, los hermanos Rodríguez Pérez, famosos médicos cubanos especializados en el campo de la oftalmología, miembros de la famosa Unidad Central de Cooperación Médica cubana. Sus intervenciones solidarias en Angola, Eritrea, Sudáfrica, Uruguay y Vietnam habían llamado la atención de propios y extraños.

Ambos estaban en boca de todos, en primera línea de popularidad aunque por motivos bien diferentes a los míos, claro. Siendo hermanos gemelos no tendré que detenerme mucho en su descripción. Una altura de 1,90, anchos de espaldas, fuertes, mulatos, con ese color moreno tan hermoso, y unos ojos negros como el azabache que te miraban de manera franca, amistosa y, sin embargo, más que mirar, parecían escudriñar dentro de ti.

-Un placer poder conocerla en persona, Dra. Fuentes Hernán- se presentó Ernesto- debo manifestarle mi profunda admiración por el proyecto que ha desarrollado bajo la directriz del Dr. Zimmerman i Roquet. Su aplicación en el campo del glaucoma puede ser fundamental.

-Bueno, Dr. Rodríguez Pérez, tanto como fundamental me parece exagerar-respondí con la intención de rebajar un poco el halago- el glaucoma es fácilmente detectable.

-No crea usted eso- replicó- conozco muchos países a los que ese estudio podría beneficiar, países lejos de los Estados Unidos de América. Hay mundo más allá de Roma, países desesperados, donde niños y ancianos viven una vida sin luz porque no llegan estas técnicas. Mundos que J&J DAVIS no visitan.

-Mire usted- intenté cortar la conversación al ver por dónde iba a dirigirse la misma- yo no intervengo en la toma de decisiones de la empresa que ha subvencionado el proyecto. Me limito a explicar y dar a conocer los análisis y conclusiones que hemos alcanzado.

-Y a promocionar el “producto” doctora, no olvide ese servicio que presta a las empresas farmacéuticas.

-Me pagan por ello, doctor, y muy bien, debo añadir.

-Y yo me alegro mucho por su buena fortuna, estimada compañera, pero el ejercicio de la medicina no es solo dinero. El juramento hipocrático nos dice: “No llevar otro propósito que el bien y la salud de los enfermos” y nos obliga a defender a ultranza la vida de los enfermos. La aportación que han efectuado al campo de la neuro-oftalmología es innegable pero ¿de qué sirve esa aportación si no llega al enfermo?

-¿Y bien, querido colega, qué pretende usted que haga? Apenas tengo tiempo-intenté justificarme-

-La mera voluntad de querer posibilita la existencia de los milagros- indicó- ¿por qué no viene usted a La Habana? , vamos a celebrar el Congreso de la Sociedad Cubana de la Enfermería en el Palacio de Convenciones. Acérquese, intervenga, podrá hacer sus conferencias también en un ambiente menos mercantilista. Estar cerca de la población civil, la gente de verdad, la que nos necesita.

-Me lo pensaré, Doctor Rodríguez, si bien ya le indico que no ando sobrada de tiempo. Tengo obligaciones que cumplir hasta el día 17.

-Ya, entiendo, pero La Habana apenas está a una hora y media de distancia. Yo podría facilitar su entrada, el gobierno cubano lo agradecería y no digamos nuestros compañeros doctores.

-Veré qué puedo hacer.

-Por favor, llámeme Ernesto. Me gustan los formalismos como al que más pero creo que en las presentes circunstancias, lo apropiado es que empecemos a tutearnos, si a usted le parece bien, claro.

-Entonces le ruego que me llame Adela, aunque ya le anticipo que no puedo prometerle nada.

-Me basta con eso, Adela

-Eso espero, Ernesto. Ha sido un placer.

Y, tras facilitarnos los números de nuestros celulares, nos despedimos.

Pude oír a León decirle a su hermano

-No vendrá, Ernesto

-Vendrá, León. Ya verás como viene. Ella no es como Zimmerman. Ni por asomo.

No volví a pensar en ellos, me quedaban muchas reuniones por concertar, muchos almuerzos por compartir y una noche de sexo por olvidar.

CAPÍTULO VI

COMO VIENE SE VA

15 de diciembre de 2017

Aquél viernes era el último día en el que John y yo tendríamos reuniones con filiales. Ya solo restaba el fin de semana y podría volver a España. Francamente, estaba agotada del periplo americano y no me apetecía en absoluto viajar a La Habana.

“Ya me inventaré algo”, pensé.

Aquella noche John propuso cenar en la Suite donde nos alojábamos.

-Nos deleitamos con una botella de cava Agustí Torelló Kripta, un Brut Gran Reserva que he conseguido y nos metemos en el jacuzzi. Pedimos una buena cena y luego, Adela, tú y yo haremos el amor.

-Vaya, John, me encanta esa idea.

La magia se desplegó durante la ingesta del cava, la estancia en el jacuzzi facilitó que mis sentidos fueran más receptivos a las caricias.

-Hoy, querida Adela, voy a ponerte una venda en los ojos. Quiero que experimentes el placer que proporciona fundirse con tu amante sin uno de los sentidos más usados por el ser humano.

-Pero no me vas a atar, ¿verdad?

-No, amor mío, nada de ataduras, solo libertad. Amor a oscuras, solo sentir las caricias, solo el dejarse llevar, la emoción de no saber dónde va a alcanzarte el placer, dejarte hacer para disfrute de tu acompañante.

-Ufff, John, no lo demoremos más. Podemos cenar más tarde, cariño

-Sí, Adela, más tarde

Acto seguido,  acercó sus labios a los míos y me besó, fundiendo nuestras bocas, nuestros labios, nuestras lenguas, saliendo ambos del jacuzzi sin despegarnos, acariciándonos y aterrizando en la enorme cama King-size. Nos reíamos ambos mientras intentábamos mantener la unión de nuestros cuerpos a través de algo tan débil y delicado como nuestras lenguas.

Me senté en la cama, desnuda, y John, delante de mí, procedió a colocarme una venda de seda negra en los ojos.

No podía ver, solo podía sentir. La privación de la vista agudizó, aún más si cabe, mis sentidos, mi excitación iba en  progresión cuando empecé a sentir los besos en mi cuello para pasar con una rapidez sorprendente a lamerme mi lóbulo izquierdo.

Note sus manos acariciando mi cuerpo, mi cintura, mis pechos, su lengua descendiendo desde el canalillo de mis senos hasta el ombligo.

-Túmbate, amor mío- me pidió- y ábrete de piernas

Obedecí, claro, estaba totalmente dominada por la excitación. Mis pezones fueron oprimidos por sus dedos, pellizcados mientras escribía todo un poema de amor en mi clítoris con su lengua. Empecé a mojar mis labios vaginales, a impregnar su boca con mis fluidos, mientras notaba como me devoraba el coño más delicada que la habitual.

Parecía conocer mejor mi sexo que yo misma, sus caricias sobre mi botón de encendido eran más sensibles, su tacto más cortés que el habitual. Apenas me introdujo dos dedos e inició un movimiento suave, acompasado que me puso al borde del orgasmo.

Se detuvo durante un instante que fue previo a sentir su capullo frotándose contra mi rajita que, por aquel entonces, ya estaba deseando ser penetrada.

-Sí, amor mío, te voy a hacer el amor- profetizó

Y, poco a poco, sentí como ese miembro que tan bien conocía se introducía dentro de mí, iniciando un suave mete-saca que me volvía loca, un paroxismo de placer, facilitado muy probablemente por el alcohol y el jacuzzi, que producía que mi boca se abriera y sacara la lengua.

-Uffffff, ufffffff,- gemía, con ganas, mientras yo misma me masturbaba a la par que me follaba John.

Y de repente, sentí algo líquido que me salpicaba la lengua y se depositaba sobre mis pechos.

¿Cómo era eso posible? ¿Qué era ese líquido, viscoso que había caída casi de manera tangencial en mi lengua?

Eso era semen, estaba claro, pero no podía ser. Eso no era posible, salvo …

Detuve esos pensamientos de manera instintiva, como si un botón dentro de mi cerebro dijera, “concéntrate” en tu placer. Estaba a punto de correrme, apenas a un segundo y medio y noté algo caliente en sobre mis labios.

Jamás había tenido sexo con otra mujer pero sabía perfectamente que, quienquiera que fuese me estaba poniendo el coño en la boca.

Llevada por la excitación empecé a lamer mientras me corría salvajemente a la vez que una explosión de semen inundaba mis entrañas, y mucho. En esas estaba, abandonándome a mis sentidos, cuando noté como aquél coño se corría en mi boca, llenándome, frotando sus labios en mi boca mientras oía una voz femenina diciendo,

-Fuck, fuck, oh my god

Tan enajenada estaba que no me importaba, de verdad que no.

Me pusieron a cuatro y note cómo una polla se metía en mi boca.

“Entonces son dos tíos y una tía” ¿os lo podéis creer?, no podía reaccionar, no llegaba a ninguna conclusión, solo quería correrme, disfrutar de todos los orgasmos posibles, luego ya ajustaría cuentas pero, de momento, solo quería abandonarme a mi gozo. Demasiada tensión, imagino, demasiado estrés.

Una polla en la boca, una boca debajo de mis pechos, mordiendo mis pezones alternativamente y, entonces, un movimiento sospechoso. Un dedo frotando mi ano.

-No- dije- ni de coña

-Déjate hacer-dijo John- no te va a doler, amor mío.

-He dicho que no

-Sí cielo, sí. Te va a encantar, lo sabes. Nunca vas a gozar como hoy

-Que he dicho que no hostias, si quieres sodomizar a alguien dale por el culo a tu puta madre-grité desaforadamente mientras me quitaba,  literal y figurativamente, la venda de los ojos.

Ante mí estaban John, Jane y Josep María.

Me quedé sin palabras. Aquello escapaba a mi comprensión. ¿En qué momento John percibió en mí que me iban a gustar esos juegos?

Observé cómo Jane Davis animaba a Josep María y a John para que se acercaran a mí. Para ellos la fiesta continuaba.

-Ven aquí, cariño- dijo John

-Sí, Adela, vuelve con nosotros. Vas a pasarlo muy bien, no te preocupes, no haremos nada que no quieras hacer- añadió Josep María.

-Limítate a relajarte, Adela, a disfrutar de nuevos placeres, un nuevo concepto de disfrute que desconocías, liberar tus sentidos y descubrir la mujer que hay en ti, fuerte, indomable, segura de sí misma pero, a la vez, sensual y femenina- intervino Jane.

-Ya veo- respondí- pero ¿sabéis?,  estoy muy cansada, creo que me iré a una de las habitaciones y dormiré tranquilamente. Podéis continuar con la fiesta vosotros, por mi parte voy a descansar.

Me dirigí a la habitación individual, mientras oía cómo se reanudaba la orgía, convertida ya en un trío. Tomé un somnífero y dormí plácidamente.

Al día siguiente desperté y encontré un sobre en mi mesilla de noche. Dentro hallé 50.000,00 dólares y una pequeña nota firmada por John.

“Has estado maravillosa, mi querida Adela. Quizás la próxima vez podamos estrenar ese agujerito”

“Pero qué  hijos de puta sois” pensé

Preparé mis maletas para salir disparada del hotel solo para descubrir que John, Jane y Josep María ya se habían ido.

-Tiene usted aquí un billete a su nombre para volver a Madrid y tenemos el encargo de hacer lo posible para facilitar su regreso y atender todas sus necesidades.- me señaló el gerente del hotel.

-¿Cualquier necesidad?- interrogué

-Cualquiera- respondió

-Pues entonces, sea usted tan amable y cambie el destino de Madrid a La Habana.