UNO DE TANTOS RELATOS SOBRE LA REDENCIÓN, 24. Fin

“Hay dos razas de hombres en este mundo, pero solo estas dos: la raza del hombre decente y la raza del hombre indecente.” Víctor Frankl

CAPÍTULO XLVIII

(Epílogo II)

¡PUERTAS REINA!

Alex.-

¿Se puede ser hijo de un héroe de barrio y sobrevivir? Toda mi vida he tenido que vivir con el estigma de ser el “hijo de…”. El hijo de Fran la de la “Casa de la Juventud”, el hijo de “El Abogado”, el hijo de “la hippy”, el hijo del “Puertas”. Todas esas acepciones te eliminan como persona y te convierten en algo que mina tu individualidad.

Guardo en mi memoria el día que mi padre me pilló cuando intentaba plasmar en una pared un mensaje destinado a la chica que me gustaba. El reloj marcaba las 2:30 de la madrugada y yo me había aventurado a salir de casa vestido totalmente de negro y con un pasamontañas del mismo color.

Durante mes y medio medité el contenido del en el mensaje. Tenía que ser algo contundente, que mostrara el amor que sentía  y lo que estaría dispuesto a sacrificar por ella. El amor con dieciséis años es tan…, tan inmortal, que asusta. Había bajado con una mochila con todos los espráis posibles. Como no sabía qué color iba a ser el adecuado, lo mejor sería llevar todos. Así no me equivocaba.

Había elegido la pared idónea. Un mural que nadie habría tenido cojones a vulnerar y eso demostraría lo valiente que era. Mi víctima propiciatoria era, por supuesto, el despacho de abogados de mi padre. ¿Verdad que soy valiente?

Alrededor de las 3:00 de la mañana me acerqué al despacho y me disponía a comenzar mi declaración de amor. Lo tenía pensado: “Primero tú, … luego el mundo. Te quiero, Lourdes”

Agité rápidamente el bote de espray. Oía perfectamente los sonidos de clac-clac, clac-clac, clac-clac y justo cuando iba a iniciar la pintada, una mano sujetó mi muñeca derecha.

-¿Dónde vas, fugitivo?-me dijo mi padre, mientras pensaba que lo mejor que podía pasarme era que la tierra me tragara. Me habían pillado con todo el equipo y lo más honroso era hacer el sepukku grafitero.- Si es que no dais para más, jodidos millenials-me dijo-

-¿Papá?-acerté a preguntar.

-¿”Papá”, hijoputa ?-me interpeló- , ja, j,a ja, ya te vale que vengas a joderme la fachada del despacho, cabronazo.

-Perdón, perdón, papá, no me pegues- le imploré.

-¿Y cuándo te he pegado yo, makinilla?-me reprochó.

-Nunca, papá, nunca.

-¿Entonces?

-Jo, papá, perdóname.

-Vamos a ver, Alejandro, ¿a quién va ese mensaje?

-A Lourdes.

-¿Te gusta, esa Lourdes?

-Sí, papá- dije, sin dejar de observar la sonrisa de mi padre.

-¿Y qué le ibas a poner, pájaro?

-“Primero tú… luego el mundo”- respondí.

-Joooder, ya te vale. Eres tan romántico como un bote de conservas oxidado, jodío.

-Es el que me ha salido.

-Es patético, Alejandro. Vamos a ver, ¿quieres a esa dama?

-Sí, claro.

-Pues entonces demuéstraselo. Hazle saber que vives por ella, que estás pendiente de ella, que no eres nada sin ella. Ni lo serás. Porque todo tu ser es ella.

-¿Y cómo expreso todo eso?

-Trae acá, tontaina

Entonces mi padre, me quitó el espray negro. Lo agitó varias veces. Clac-clac, clac-clac, clac-clac, clac-clac, y puso sobre la fachada de su propio despacho la siguiente inscripción.

“Te estoy pensando… no importa a qué hora leas esto”

-Fírmalo-me dijo-

Así hice. Firmé para luego oír a mi padre decir: “Ni una palabra de esto a tu madre, que me corta los huevos”

Así era mi padre. Y yo le amaba.

No resulta difícil imaginar cómo me afectó enterarme que mi hermana y mi madre se habían acostado con uno de los artífices de su asesinato. Tampoco os podéis hacer una idea de lo triste que me resultó que tanto aquél hijo de la gran puta de Juan y ese perro loco de Carlos salieran sin una mierda de amonestación. Nada. Mientras mi padre estaba muerto.

Sé que la subinspectora Tania Velasco hizo lo que pudo. Lo noté cuando, dos años después, me miró con cara de circunstancias y me entregó la bolsa con los enseres de Alberto Jurado Vázquez. Su machete, su ropa, su pistola de imitación, y su casete de la Deütsche Grammophon. Pude tener noticia de la conversación que tuvo con Juan y de todo lo que rodeó a ese feo asunto.

No era más que una especie de loca exhibición de un imbécil a un tonto que se defendía como podía de algo que no esperaba.

Esa fue la puta realidad. Mi padre no lo podía ver venir. No concebía esa manera de odiar.

Encima, el muy cabrón, me envió unas pruebas analíticas que demostraban que mi padre era el baboso de Julián (otra joyita del repertorio de “amigos” de mi madre). Tras el entierro, la incineración o lo que sea que ocurrió con su muerte (aún no lo tengo muy claro) localicé a Julián y enfilé mis pasos a Tindouf.

Me sorprendió la facilidad que tuvo para hablarme de todo lo que ocurrió. No era mi padre, jamás había follado con mi madre estando casado con él. Encima,  el muy mierda, me confesó que había drogado a mi madre y que, incluso, estuvo a punto de hacerle el amor mientras estaba bajo la influencia de la cocaína. Qué contradicción, ¿cómo es posible decir que iba a “hacer el amor” a una mujer que está inconsciente? Lo que inventa el ser humano con tal de justificarse. Afortunadamente Jose estropeó aquella tentativa de “seducción” al interrumpir con su presencia aquel acto a todas luces deplorable.

“Panda de pervertidos”, pensé sin dejar de darme cuenta de que todos se hacían llamar amigos de mi padre y pretendían follarse a mi madre. La Odisea cobraba todo su esplendor en la vida de Puertas. Yo era Telémaco y mi padre ¿Odiseo?

No. Mi padre no era Odiseo. Fue Héctor, hijo de Príamo, el primer héroe civil. Tan humano que prefirió la muerte al deshonor de ver a su mujer en manos de otros y a su hijo humillado. Murió solo, como correspondía, y murió con honor.

Corroboré su versión encargando mi particular prueba analítica de Adn que acreditó lo que yo ya imaginaba: Alberto Jurado Vázquez era mi padre. Por tanto, alguien estaba intentando dañar a mi familia. No había que indagar mucho para descartar a Felipe y a su hermano, demasiado miedo al Joya, pero Juan y Carlos. Esos dos eran otro cantar.

Habían salido indemnes de todo lo ocurrido. Tocados, pero no hundidos. Otra patada a la poca fe que tenía en el sistema judicial. No les había pasado nada, mi padre estaba muerto y estos dos canallas estaban en la calle, vivos. Sin castigo, una bajada de escalafón para el asesino y la pérdida de su puesto de director para el inductor.

Y ahora estos dos sinvergüenzas ¿pretendían humillar su memoria, su legado? ¿Yo iba a permitir eso?

El problema que tuvo siempre Alberto Jurado Vázquez fue el de no saber preparar planes de contingencia. No se trataba tanto de un tema de precaución como de agresión. Olvidó que la mejor defensa era el ataque y así no había manera. Su manera de actuar era reactiva, ni siquiera preventiva. No existía anticipación en su manera de pensar. Si le atacaban, reaccionaba y así no hay manera de ganar.

Escuchando atentamente la casete pude darme cuenta que Juan cometió también un error fundamental. Confundió su inteligencia. Pensaba que era un consumado ajedrecista cuando, en realidad, mi padre en lo que destacaba era en el mus. Y el mus se basa, principalmente, en el farol. En la capacidad de engañar, crear todo un entramado de gestos, o situaciones para hacer creer al contrario que tenía lo que, en realidad, no tenía. En el ajedrez ves las piezas, ves los movimientos. En el mus no ves nada, todo es ilusión.

Yo no era así. Ni mucho menos. Yo planifico, superviso, compruebo y ejecuto. Dentro de todo ese entramado y con el único objetivo de vengarme. Nada de equilibrar balanzas, ni tonterías similares, solo venganza. La devolución de todo el mal me que me habían hecho. No escatimaría medios para conseguirla. No lo iba a consentir, no señor. Pero necesitaba ayuda porque yo no tenía la habilidad de mi padre ni su entrenamiento. Al menos no en la misma intensidad.

Tenía que mover pieza. Su peón más fuerte era Carlos, aquel salvaje agente del cuerpo nacional de policía. Yo no era rival para él. Tendrían que pasar, al menos diez o doce años para que yo pudiera ascender a ese nivel. Estaba claro que yo no podía, pero también era evidente para mí que podía utilizar a otras piezas similares. ¿Qué candidato elegir? ¿El Napias, El Joya o Jose? Después de todo, se trataba no solo de destruir sino, además, de salir indemne.

Ideé el gambito del Joya. Sacrificar la pieza más evidente para obtener más resultado con la pieza oculta. Por supuesto, tenía que ser Jose. Pero él estaba escondido en su caparazón, como un caracol.

Jeff Bezos me facilitó un par de lentes de contacto de color azul por el módico precio de 14,95 €.-, me llevó meses simular la voz de mi padre, y más tiempo recuperar su ropa y localizar a Luci. Ella fue la que me facilitó la pistola que en su día le entregó Alberto.

-Nunca hice uso de ella, Alex-me dijo la vieja zorra- según me la entregó, la metí en una bolsa de plástico.

-¿Y no la has tocado desde entonces?-pregunté.

-No. Tenía demasiado miedo.

-Está bien, Luci, no te preocupes.

Envié una carta manuscrita a Jose con el nombre de Julián. Anticipé que se sentiría culpable y que intentaría redimirse. La verdad es que jamás me preocupé por lo que pudiera pasar si caía. “Que se joda”, pensaba.

Finalmente, puse un poco de heroína en la guantera  del coche de “Joya”. Después, hice una llamada anónima a la policía para denunciarlo. Sabía lo que iba a ocurrir y estaba todo planeado. Detendrían a Josafat Yagüe y, entonces, los dos conspiradores saldrían a la luz.

Pensé en las navajas de mar. Siempre se esconden, pero si les echas por encima un poco de agua con sal, indefectiblemente, salen. No falla.

En cuanto Joya entró esposado en comisaría, Carlos movió su pieza. Jose también, pero Juan esperó como siempre, a su manera cobarde y ruin. Sabía lo que podría ocurrir entre Jose y Carlos. La verdad, no me importaba. Mi trofeo era otro.

Me encaminé a la casa de Juan. Tenía su hábito. Su rutina de mierda, el hábito del cabrón que ordenó el asesinato de mi padre. Todas las noches salía a correr. Aquel día no iba a ser diferente. Salí del coche de una manera tranquila, mis pasos eran sosegados y mi disfraz perfecto. La misma ropa que llevó él, el mismo camuflaje que llevó él.

Me dirigí hacia Juan. No me pareció que se asustara mientras me acercaba. Diría que me esperaba.

-Sabía que no habías muerto, Alberto- me dijo mientras yo me acercaba a él empuñando mi pistola y apuntándole- guarda ese chisme-continuó-si no me disparaste aquel día ¿de verdad crees que me voy a asustar ahora? Tu mujer ha intentado suicidarse porque es débil. Zorra y débil, Alberto, eso es tu esposa ¿Te ha gustado el vídeo que le envié?

No respondí, no quería dar ninguna pista, ni cometer ningún error. Todo dentro del plan. Continuó vanagloriándose,

-Sí, Albert, instalé cámaras en tu casa dos días antes de la quedada de Francis y Felipe. Todo calculado, estimado contrincante, aunque nunca esperé que todo saliera tan favorable a mis pretensiones al principio. Todo iba como la seda y entonces… entonces tuviste que intervenir. Impredecible, como una fuerza de la naturaleza. Todavía no sé cómo conseguiste que la subinspectora Tania Velasco te protegiera. Joder, es algo que aún hoy no entiendo.

Y después te las ingeniaste para fingir tu muerte. Pero yo sabía perfectamente que había gato encerrado. Me hundiste, loco cabrón, me arruinaste la vida, perdí mi carrera política, mi prestigio y mi familia, pero  yo también te he quitado mucho. Tu hijo ahora es de Julián gracias a la prueba de paternidad falsa que le envié, tu mujer se ha intentado suicidar. Sí señor he equilibrado la balanza.  Has tenido suerte, no te quejes. Francis ha sobrevivido, tus hijos están vivos y tú y yo podemos firmar tablas en esta magnífica partida pero no me apetece, en absoluto, quiero volver a bailar en esta oscuridad hasta que arruine tu vida. Lo haré, sabes que sé cómo hacerlo.

-¿Por qué?-pregunté-

-¿Por qué no?- respondió ¿Qué pasa? ¿Me vas a disparar? Reconócelo esto es Jaque al Rey.

Mantuve mi brazo firme, apuntando a su cabeza. Juan se acercó y puso la palma de su mano sobre el cañón de la pistola y dijo,

-Te faltan huevos, abogado.

No hablé. La estrategia era  decir cuatro, cinco palabras a lo sumo, así que disparé. Su mano derecha voló literalmente, puede que le quedaran el pulgar y el índice. No pude dejar de sonreír tras el pasamontañas. Acto seguido disparé sobre su rodilla izquierda con toda la intención el mundo. Me hizo gracia pensar que, cuando le dieran las muletas, le iba a ser jodido apoyar el pie en un lado y el peso del resto del cuerpo en el lado contrario. “Ventajas de estudiar medicina”, pensé “sabes dónde golpear para que haga más daño”.

Me gustó oírle chillar y llorar como el cerdo que era. Vencí mi cabeza sobre mi hombro derecho, era una costumbre adquirida de mi padre, como si fuera un tic nervioso. Me agaché y le dije en el oído, imitando la voz de “Puertas”,

-Jaque mate, cabrón.

Dejé caer la pistola y me alejé caminando hacia el abrigo que me proporcionaba la oscuridad de la noche. Sonriendo y disfrutando de la música del llanto de aquel malnacido. Un par de horas más tarde fui al polígono industrial y entré en la nave donde murió. Agité el espray, clac-clac, clac-clac, clac,clac e inmortalicé…

¡PUERTAS REINA!

… me quité los guantes y me fui para casa sintiendo en mi pecho el roce del crucifijo de oro que me dejó mi padre.

(Epílogo III)

UN FINAL EN OFF

Pilar.-

Una vez equilibradas las cosas, todo resultó relativamente sencillo. Carlos murió, dios lo tenga en su gloria (ó no, después de todo era un cabrón sin alma), Juan consiguió una mano inválida, una rodilla destrozada y toda una lección de cortesía que, entre nosotros, precisaba para el correcto desarrollo de su evolución como ser humano (y es que la letra, con sangre, entra).

Mateo recuperó poco a poco la vista, el seguimiento que hizo su esposa Adela sobre la evolución de su particular esclerosis acompañado de las preceptivas intervenciones quirúrgicas de Pep Zimmerman lograron que “Quesito” viera la luz (nunca mejor dicho).

Patricia se divorció por segunda vez y, por lo que tengo entendido, está meditando quedarse embarazada por segunda vez de Puertas. La muy jodía debe tener todo un almacén de semen de mi padre.

Lara sigue igual. Alterna su faceta de empresaria con la de madre. Su mano derecha en los negocios es Joya y en el resto es Fran. Sigue enamorada, sigue fiel. Puede parecer difícil entender que, a pesar de que no se case, se siga tirando al que a ella se le antoje. Ella lo reivindica como prueba de su libertad pero, las pocas veces que he hablado con Lara sobre esos asuntos, nunca me ha podido aclarar una duda. Si eres tan libre ¿por qué no te casas?

Sé que le jode cuando le hago esa disyuntiva. Está atadísima a “Puertas”, siempre lo estuvo, siempre lo estará. Puede follar todo lo que quiera y con quiera pero yo sé, que si Alberto estuviera vivo, dejaría todo por él. Me hace sentir envidia de ese cabrón porque  creo que nunca conseguiría que, después de muerto, me amaran tanto. Joder, ni que fuera el puto Cid Campeador.

La inspectora Tania Velasco alucinó cuando pudo comprobar que todas las  huellas que surgían alrededor de lo acontecido con Juan eran de “Puertas”. “No puede ser. Yo le vi morir”, me pareció oírle decir, “qué cabrón, qué listo es” para, posteriormente, escuchar como cogía  el micrófono del coche patrulla, “ Sí, hay que cursar una orden de busca y captura contra Alberto Jurado Vázquez… sí “El Puertas”, ese mismo… me suda el coño lo que pienses, está vivo y es peligroso”. Una estrofa más para la leyenda, supongo.

En cuanto a Juan Carlos, Felipe y Ana… ¿a quién le importan?

Solo tengo que incidir en una noticia que sorprendió a todos. Resulta que estábamos en el cementerio tomando unas copas de amontillado con unas lonchas de pata negra y queso justo al lado del gingko donde estaba enterrado mi padre. Fran, Adela, Mateo, Saray, Patricia, Lara, Joya, todos. Disfrutábamos de un breve paréntesis en nuestra existencia, algo que nos hiciera sentir en comunión.

Leí la inscripción que había grabado Mateo en el dichoso árbol a modo de epitafio, reproduciendo el de Marie Duval,

“Y la música paró, y la risa cesó y se hizo el silencio”

Y pensé que mi padre, con estos amigos, había conquistado el mundo sin él saberlo.

Luego, Joya nos comunicó que Jose nos había invitado a su boda con Clara. Recuerdo con excelente claridad que todos pusimos cara de circunstancias.  Jose casándose, vaya noticia. Hasta que oímos a Adela decir, “Espero que no sea una boda gitana. No podría soportar tres días de fiesta” a lo que Saray respondió, entre susurros, “gilipayas”… y todos nos reímos…

CAPÍTULO XLIX

Epílogo IV

UN DIARIO PARA “PUERTAS”

Fran.-

Entrada 9.-

Hola, cielo, te preguntarás cómo es posible que esté escribiendo en este diario. Lo cierto es que me lo ha prestado Patricia con la condición, eso sí, de que se lo devuelva si ella entiende que no me lo merezco. Ya sabes cómo es esta muchacha.

He descubierto que expresar lo que siento en palabras hace que me sienta más cerca de ti. Es como si estuvieras a mi lado, huelo tu aroma, leo tus anotaciones y me parece vislumbrar tu rostro detrás de todas estas líneas. Estás ahí, cerquita mía, como siempre debería haber sido. Ya no me hago reproches, Alberto. Lara, Patricia y los niños me han ayudado a sobrellevar tu pérdida.

Pensé que estarías vivo, que todo había sido una extraña jugada de las tuyas y que, por arte de algún especial truco de magia, regresarías a mí. Pero la vida no es una película de súper héroes, de esas que tanto te gustaban. No cielo, no es una película y he tenido que apechugar con lo que me he buscado.

No me puedo quejar y por eso mis frases tienen la fragancia de la esperanza. Me vas a llamar loca, cariño, pero te vi perfectamente aquel día diciéndole a Jose aquello de

“Espabila hostia, es hora de despertarse. Tenemos mucho trabajo por delante”

Pude vislumbrar tu figura en cuclillas ante Jose, con esa voz tuya, tan grave, tan varonil. Amor mío, te echo tantísimo de menos que los días se me hacen eternos y, aunque Héctor y Alberto me dan mucha guerra, lo cierto es que agradezco su compañía.

Te digo, cosita, que me tienes que guardar un sitio allá donde estés. Que no hace falta que sea bueno, porque si estoy contigo me vale. Te digo, vida mía, que te echo muchísimo de menos y que cada noche te sueño hasta el punto de  que, a veces, en mis momentos de mayor tristeza, me duermo con tu nombre en mis labios. Como la canción de Aute, esa que tanto nos gustaba, “Sin tu latido”.

“Qué terribemente absurdo es estar vivo

Sin tu latido”

Mis días transcurren monótonos, mis tardes varían  entre algunas tardes con Adela, Isabel y Anna en las que nos desangramos a base de confesiones, otras que utilizo invariablemente para repasar toda la estructura del libro que estoy escribiendo y los jueves que voy al cine. Mis noches son tristes… y frías, a base de aparatejos y lubricantes de base acuosa que no son más que un pobre sustituto del calor de tu cuerpo. Y pienso que “Cada vez que me amas” ya no es el milagro que cantaba nuestro querido Luis Eduardo. He pasado de vivir en la “Calle Melancolía de Sabina” a la “Calle Esperanza s/n” de Extremoduro.

Me basta con pensarte, con girar tu anillo en el dedo anular de mi mano izquierda para sentirte, pero no soy feliz, Alberto mío. No soy feliz. Me engaño y esbozo sonrisas en el espejo, practico miradas que te pudieran gustar y me pongo los vestidos que te gustaban para tumbarme boca arriba en la cama pensando que estás a mi lado. Cierro mis ojos, extiendo el brazo y abro mi mano imaginando que estás a mi vera y que me tocas. Si me esfuerzo mucho, mucho, puedo llegar a sentir un leve roce en mis dedos y entonces abro mis ojos sabiendo que no vas a estar ahí.

Y percibo que este dolor no va a pasar, que ya está instalado dentro de mí y no me va a abandonar. Suena en mi cabeza esa canción de tu adorado Manolo Tena, Flores,

“Y nada cura este mal de amores,

Y no amanece nunca ese buen día para mandarte flores.

Ni ayer ni hoy ni nunca fue un buen día

Para mandarte flores”

No, Alberto, hoy no es un buen día para llevarte flores…

No quiero distraerte más, cariño, seguro que tienes muchas cosas que hacer allá donde estés, pero sí quería hacerte saber que ahora, más que nunca, estoy locamente enamorada de ti. Entregada de una manera enfermiza a tu recuerdo, pensándote y deseando que llegue el día en que pueda regresar a ti y, mientras tanto, intento terminar tu dichosa colección de tebeos de Spiderman de Vértice.

Epílogo V

UNA COPA EN “EL JULI”

Sé que no me vais a creer. Yo mismo no estoy muy seguro de que ocurriera y si tengo memoria de ese suceso es porque Jose llegó al final de aquella conversación…

-Madre te va a dar un par de pescozones cuando se entere de todo lo que haces, querida Martha.

-¿Y cómo se va a enterar, Benjamín, se lo vas a decir tú?

-Es posible, ganas no me faltan.

-El primero que hizo trampas fuiste tú, querido compañero, volviste todo en contra de Alberto. Joder, hasta provocaste que Jose y Fran fueran infieles. Estabas deseando hacerle daño.

-Oh, vamos, Martha, no digas tonterías. Sabes perfectamente que yo no tuve nada que ver. No podemos influir en ellos, tienen su libre albedrío y deciden conforme a él. Lo que hacen es porque les apetece y porque, y tú lo sabes, tienen esa tendencia a equivocarse.

-Eso no es del todo cierto, Benjamín. Sé que tienes un cometido y sé que eres estricto en el cumplimiento de tus obligaciones pero reconoce que influiste en todo el asunto de Alberto.

-Reconoceré eso cuando tú reconozcas tu participación en los casos de Albert y David. Querida Martha, tú y tus hermanas habéis estado interviniendo a vuestro antojo, retrasando los hechos para acomodarlos a vuestros designios. Simplemente me limito a equilibrar un poco la balanza.

-Lo de Alberto fue cruel, Benjamín, lo sabes. Él no estaba destinado a morir.

-Demasiada luz, Martha.  Además, ¿qué más da? sus vidas son suspiros. No me irás a decir que ahora te ha nacido la conciencia. Tampoco es para tanto, al final no me pude quedar con su alma. No pude localizarla. La escondiste, ¿verdad?

-Sí, je. Fastídiate, Belial.

-¿Puedo saber dónde?

-Donde nunca pudieras encontrarla. La dividí en dos mitades y las escondí…

-… en el corazón de Fran y de Jose. Joder, Morta, bien jugado. Jamás se me hubiera ocurrido buscar ahí. Un alma escondida en las dos personas que más daño le hicieron. Y yo, como un idiota buscando en Lara, Patricia y sus hijos. Qué pérdida de tiempo.

-Jamás supiste jugar a esto. No solo salvé su alma…

-Lo sé, también salvaste a Fran y a Jose. Siempre has sido una tramposa, querida Martha, como cuando salvaste la vida a Fran impidiendo que se desangrara.

-Yo no hice nada de eso, Belial.

-Por favor, no me mientas. Puedo verte ahí, desesperada, manejando los hilos, retrasando la muerte de Fran y dando esperanza  a Jose haciéndote pasar por Clara. Sus almas apestan a tu esencia. Por eso ambos pudieron verle. Supe que perdí la partida cuando me di cuenta que Jose y Fran eran conscientes de la presencia de Alberto. En fin, ¿qué más da?  solo es una estúpida partida más. Habrá más juegos y más momentos como este. Josafat, hazme el favor, ponme dos tercios.

-¿Estrella de Galicia, Don Benjamín?- pregunté con todo el respeto que pude exhibir-

-A mí Mahou Clásica, Joya –intervino aquella morena imponente

-Como te gusta tocar las narices, Martha-dejó caer aquél hombre del traje blanco

-Me he ganado el derecho a pedir esta cerveza. Ya sabes que yo soy más de Champán, pero ya que vamos de cervezas, creo que me he ganado poder pedir la que más me guste.

-Está bien, está bien, una Mahou Clásica para Martha y una Estrella de Galicia para mí.

-Marchando, entonces- respondí mientras me afané en servir el pedido lo más rápido posible, acompañando las bebidas con el correspondiente tazón de pretzels salados-

-¿Y tú, qué tal? ¿Qué te cuentas, Joyita?- me preguntó el tal Benjamín- ¿sigues yendo contra corriente?

-¿Quién yo?- empecé a asustarme, lo digo en serio-

-Sí, tú, claro. ¿Hay otro Joyita por aquí? Menudo pieza estás hecho

-Déjale en paz, Belial, te lo advierto- dijo Martha-

-Pues claro que sí, amiga mía, no te alteres. Este sitio es terreno neutro. Joder, es el único bar donde puedo tomar unos pretzels decentes. ¿Y bien, estimado posadero, te atreverías a hacer una apuesta de futuro?

-¿Futuro? ¿Qué futuro?, yo no creo en el futuro. Solo está el presente.

-Eso está bien, Josafat. Muy bien. Sigue pensando así y seremos grandes amigos- indicó Benjamín, esbozando una sonrisa maligna-

-No le hagas caso, Josafat. Él es así- observó Martha- le molesta perder.

-Sigo diciendo lo mismo, señora- respondí- no creo en el destino. No hay un destino prefijado.

-Ahí te equivocas, Josafat. Sí que hay un destino para todos.

-¿Y cuál es?- pregunté

-Morir. Tu destino es morir. Todos morís, el truco está en cómo vivís hasta que llega ese momento.

-¿Y tú cómo puedes saber eso?-inquirí nuevamente-

-Porque ambos- dijo Belial- formamos parte de ese destino. Cada uno de nosotros representamos una serie de elecciones. Pueden ser buenas o malas pero siempre, siempre, son vuestras. Nosotros simplemente contabilizamos las decisiones y luego pasamos la correspondiente factura. Así de fácil.

-¿Y si todos morimos, dónde vamos?

-Eso, querido Josafat, es secreto. ¿Dónde te imaginas que está “Puertas”?

-Yo me lo imagino en un bar, escuchando música o bailando una canción con un tercio en su mano- observó José desde la entrada del Bar.

Acababa de hacer acto de presencia.

-Mira a quien tenemos aquí- dijo socarronamente Belial mientras  pasaba la lengua por los labios- es verte y me entran unas ganas de comer.

-Unh, bueno, la verdad es que no te tengo miedo… ya no- respondió Jose

-No es muy inteligente decir eso- continuó aquel demonio-

-No se trata de inteligencia, sino de valor y eso lo he aprendido de alguien muy querido. Decía que me imaginaba a Alberto, acodado en una barra de algún bar de copas, esperando.

-Bueno –dijo Martha mientas apuró su cerveza-es una imagen bastante aproximada, sí. En fin, nos vamos. Benjamín, date prisa que tenemos mucho trabajo por delante.

-Ahhh, siempre con prisas. No me das ni un respiro, amiga mía- se lamentó aquel personaje mientras sacó un billete de doscientos euros para pagar las ocho consumiciones que tomaron- quédate las vueltas, Joyita. Ya me las devolverás algún día.

-O no- replicó Martha-

-Jodidos mortales- siguió hablando Belial- tan cercanos a la gloria y tan proclives a caer al abismo.

Ambos se dirigieron hacia la salida, pero yo no podía dejar que  eso quedara así. Necesitaba saber, no podía quedarme con la duda que siempre me acosó y, sin pensarlo mucho, pregunté

-Un momento, un momento … en ese sitio, quiero decir, en el paraíso, ¿ponen rumbas?

Sin darme cuenta Belial se puso delante de mí, apenas nos separaban cinco centímetros, me miró a los ojos y, mientras podía escuchar la risa de Martha, me respondió

-¿A ti qué te parece?

DECLARACIÓN DE INTENCIONES Y MONTAJE DEL AUTOR

Bueno, menudo ladrillo ¿verdad?

Con este capítulo y emulando a Joaquín Costa  echo la doble llave al sepulcro del Puertas . Es un regalo que os hago, a partir de ahora Puertas vive en vuestra memoria.

La finalidad de este relato era doble, por una parte darle cierre a la saga y, por la otra, hablar sobre la redención de las personas. Siempre me ha dado la impresión de que se olvida muy fácilmente que dentro del que mete la pata hay un corazón.

Quería presentar dos formas de ,digamos, personas que fallan. Quería dejar claro que puedes divorciarte, ir por lo legal y, aun así, destrozar a tu pareja. Porque me he dado cuenta que nunca se habla de ese proceso de reinvención de la persona abandonada.

Esa persona que ha estado siempre ahí, que nunca ha fallado y que, a pesar de todo eso, no le sirve de nada. ¿Cómo se sobrelleva esa caída de todas tus bases? ¿Cómo te reinventas?

Yo he señalado una forma: la adquisición de nuevos valores que sustituyen los que no nunca te han valido. Algo más simple, menos sofisticado,  algo más humano en contraposición de unos valores que, aunque la élite no lo crea, están caducos.

Lo que yo quiero reflejar es mi frontal oposición a esa filosofía del éxito a cualquier precio que nos rodea en contraposición de unos valores mucho más humanos. Algo de empatía hacia el prójimo. A veces con un simple “por favor” o “gracias” o “buenos días” acompañados de una sonrisa se consigue muchísimo más que con todo el dinero del mundo. Y no niego el poder del dinero, ojo. Está ahí, es tangible y se respira por todas partes pero no es del todo imprescindible, y en esas grietas es donde me muevo.

Adela quiere triunfar, creo que es un derecho legítimo que tiene cualquier persona. Aspirar a ser mejor, lograr tus metas, sentirte realizado es algo a lo que no debe renunciar nadie. Es así. La puedes cagar, evidentemente, y tus formas no han sido las mejores (horrorosas diría yo, pero el relato no sería el mismo si las formas hubieran sido más suaves) pero el anhelo de aspirar a otra cosa es un derecho legítimo de cualquier persona.

¿Y qué pasa cuando llegas a la cima y resulta que no tienes nada?

Por eso Adela y Mateo tienen edades avanzadas. Cuando eres joven (y para mí joven es tener 40 años) puedes tener una oportunidad de redefinir tu vida y te queda algo de tiempo para enmendarte. Pero cuando llegas a los 50, si no tienes los deberes hechos, te vas a la mierda.

Es así. Es duro pero es así. Que no te pille la vida más allá de los 50 porque entonces vienen las pastillas y las cremas y estás solo y, amigos, la cosa no va a mejorar.

Y volvemos a la redención de Fran y Jose. ¿Cómo se redime una persona a quien el ofendido no puede perdonar?

Yo creo que la  única manera de redimirse es, en primer lugar, perdonándote a ti mismo. Siendo consciente de la gravedad de lo que has hecho, llevar tu carga con estoicidad y demostrar día a día tu arrepentimiento. Es lo que hay, no vas a poder librarte nunca de ese dolor.

Fran lleva su dolor de una manera, Jose de otra muy diferente  porque son traiciones diferentes. Ambos personajes acaban odiándose a sí mismos. Una intenta suicidarse y el otro enloquece de rabia, dolor e ira hacia sí mismo.

Insisto, siguen siendo personas como nosotros.

Cosas que me dejo en el tintero: Ufffff, mogollón.

El relato iba a tener tres partes 1.- Adela y Mateo, 2.- La Tertulia y 3- Fran y Jose

Tendrían una extensión similar y estarían enlazados. Ya, claro. Entonces te das cuenta que te estás enrollando demasiado, van a ser demasiados capítulos y la gente se va a aburrir. Notas como Puertas invade todo el relato y Fran te dice:”Estoy hasta los huevos del Puertas, es un arreglaparroquias” y alternativo360, en su estilo de exquisita educación corrobora esa afirmación.

Yo también estaba un poquito harto de Puertas, había que restarle presencia al relato. Decidí eliminar “Mostar”, decidí suprimir “La Tertulia” y decidí abandonar algunos proyectos (me viene a la cabeza una reunión que tenía pensada entre Isabel (lolabarnon), Anna (Sandra1282) Fran y Adela.  Isabel representaba a la persona que siendo infiel se ha redimido y acaba con su marido, Anna a la mujer que se redime pero pierde definitivamente al amor de su vida, Fran a la infiel que no se ha redimido porque no puede y Adela a la mujer que, sin ser infiel, ha podido acabar junto a su esposo.

En mi idea más febril (que casi abandoné al instante) no solo pediría permiso a Lolabarnon y a Sandra1282 sino que, a mayor abundamiento, pediría y obtendría (sí, sí soy así de optimista) su colaboración para desarrollar ese capítulo. Joder, habría sido genial.

Por supuesto iba cargado de seis tercios cuando barruntaba esa idea. Al día siguiente se me pasó esa idea y decidí abandonar esa estupidez de idea ¿os he dicho que también soy radical en mis neuras?

Cosas que me llevo: Vuestro cariño. Ha habido momentos en los que me he sentido como creo que nunca volveré a sentirme. Hubo un día en que “quiero”, “Gertrudis” y mi laguna “apasionado2” me hicieron sentirme verdaderamente útil. Pude ver cuál era el propósito de mi relato: entretener y hacer pasar un rato ameno a las personas.

¿Lo he logrado? Con algunos sí, con otros no tanto. Me queda el consuelo de haberlo intentado y con todos vosotros lo he logrado. ¿Qué más se puede pedir?

El relato, en mi opinión, podría mejorarse y bastante. Mi estilo no es muy de detalle. En eso le doy toda la razón a Freddy y a Deb. No soy de describir vestidos, lencería, zapatos, collares, pitillos, habitaciones, muebles, coches de primera mano, coches de segunda mano, tarjetas de crédito. No sirvo para eso.

Lo mío es la calle, la cloaca, el bar y los sentimientos. El dolor que me rodea todos los días, la frustración de las personas y la necesidad que tienen de ser ayudados, de ser escuchados. El café a 1,35 que te invita un pensionista que gana una miseria, o la mujer mayor que se le hace un mundo pagar a Hacienda 315 euros que le ha salido a pagar la declaración de la renta porque tiene dos pagadores y ha sobrepasado los 14.000,00 euros (lo digo en serio, algunos políticos tendrían que hacérselo mirar, hostia). Eso es lo que reflejo, ese es mi día a día. No sé describir muebles, ni polvos sublimes de nabos expertos en coños sedientos, simplemente porque no es mi día a día, y tampoco lo quiero (bueno sí, pero no mucho. Mmm, algo, bastante, joder sí, habría sido la hostia, peeeeero, es lo que hay).

Hay poco sexo, lo sé. A veces las descripciones de las escenas me suenan repetitivas y también escribo bajo el temor de parecer similar a autores que lo bordan. Eso, de alguna manera, me coarta. Por eso no soy muy proclive a la descripción de escenas de sexo. Imagino que, tarde o temprano mejoraré en ese aspecto.

También he querido introducir algo de humor. He emulado un poco  al gran Eduardo Mendoza en “Sin noticias de Gurb”.  Me gusta el estilo de algunos directores sur coreanos de cine que manifiestan que ponen  toques de humor en sus obras de género negro porque consideran que en la vida diaria hay zonas de dolor, de terror pero también de humor y que si quieren reflejar la vida en todos sus matices tienen que reflejar el sentido del humor. A lo largo del día hay muchísimos momentos de simpatía y risas que olvidamos que están ahí y que nos iluminan. He querido hacer constar eso, no sé si lo habré logrado.

Supongo que cada uno tiene su estilo. Es como comparar a Rubén Darío con Karmelo C. Iribarren, simplemente no procede.

Alguno dicen que mis historias suenan a Sin City de Fran Miller. Uffffff, se me hincha el pecho como a un sapo, pero no. Ojalá pero no.

¿Qué más me queda por decir? Pues que tengo unos compañeros que son cojonudos: Alternativo360, Fran y Utopía5. Ha sido tremendo trabajar con ellos.

La idea del perfume de Adela fue de Fran, la idea de no hablar tanto de Puertas fue de Fran, alternativo360 y Utopía5. El seguimiento y consejo de estos tres amigos ha sigo tan importante que os juro que no iniciaba un capítulo nuevo hasta tener su visto bueno. Todavía estoy alucinando con Utopía5 cuando cambió el sentido de todo un capítulo simplemente organizándolo de otra manera. También he alucinado con Fran, pero eso es todos los días. ¿Sabéis’ le aprecio muchísimo (no te preocupes Fran, que voy de buen rollo ja, ja, ja) y respecto a alternativo360 ¿qué queréis que os diga? Él fue quien me animó a escribir, sin él, no habría Puertas, ni Turista escritor.

La idea de poner menos música ha sido totalmente mía. Creo que abusé de ella en el relato anterior y por eso la he limitado en este.

Supongo que me quedan cosas en el tintero pero, en realidad, lo más importante que tengo que deciros es que ha sido cojonudo compartir este viaje con todos vosotros y con todas vosotras. No miento si os digo que he sido jodidamente feliz durante todos estos relatos. No soy mucho de felicidad, por eso la aprecio tanto.

Unos versos de Manolo Tena de su canción "Opiniones de un payaso"

Y así nadie me hará caso

Esto son solo opiniones de un payaso

Ahora nadie me hará caso

Esto son solo opiniones...

De un equilibrista desiquilibrado

De un ilusionista desilusionado

De un concertista tan desconcertado

Que escribe sus canciones en papel mojado

Ahora nadie me hace caso

Esto son solo opiniones... de un payaso

Gracias por ser como sois, gracias por estar ahí.