Uno de tantos relatos sobre la redención, 2

“Pues llega el desengaño, cerca está la libertad”. Gaspar de Aguilar

CAPÍTULO III

¿DESENGAÑO?

22 de agosto de 2017

Cinco meses después del éxito de nuestra investigación me encontraba en una cafetería tomando mi ya cotidiano chocolate caliente cuando pude observar justo enfrente de donde yo me había sentado un kiosko que mostraba una revista científica con la siguiente leyenda:

JOSEP MARIA ZIMMERMAN I ROQUET

La neuro-oftalmología es religión y Zimmerman su profeta

Compré la revista con una buena dosis de curiosidad morbosa, 7,50 €.- (menuda clavada). Abrí afanosamente las hojas. A ver, a ver, el epílogo páginas 38 a 47 (madre mía, cuántas páginas, indudablemente esto promete).

Y letra pequeña, con fotos.

Qué elegante está con ese traje y ese reloj  de faltriquera, con la leontina sobresaliendo del bolsillo de su chaleco.

Veamos, veamos, preguntas irrelevantes, poca o ninguna ciencia,  “el avance puede ser prometedor” responde a una pregunta sobre los logros, “con el tiempo desarrollaremos una cura definitiva” (joder, joder, que sí, que sí pero no es eso lo que busco) ahhh, ahí, sí por fín, en la sección de agradecimientos “no lo podría haber hecho sin la colaboración de mi ayudante Adela Fuentes Hernán”

¿Cómo?

¿Su ayudante?

Será cabrón. Con las horas que yo dediqué. Y, encima, “el profeta de la neuro-oftalmología”. Si no tiene ni puta idea  de oftalmología.

Se me llevaban los demonios, era tan injusto, tan humillante la manera en que había pasado sobre mí que me costó un esfuerzo titánico contenerme.

Me dirigí al Centro de Investigación y le encontré en su despacho.

-Bon día, Adela. ¿Cómo estás?

-Estoy jodida, Josep María- respondí poniendo la revista encima de la mesa. ¿Se puede saber qué es esto?

-No sé a qué te refieres- dijo evitando mi mirada

-Me refiero “profeta de la neuro-oftalmología” que sabes perfectamente que yo he sido algo más que tu ayudante.

-No me parece tan grave, Adela. Dijiste que no te importaba la fama

-Pero, pero, serás mamón. ¿Cómo puedes tener el valor de decirme que no te parece tan grave?. ¿Tu ayudante? ¿eso es lo que soy para ti? ¿tu ayudante?

-No desvariemos, Dra. Fuentes Hernán. Entraste en el proyecto porque yo te recomendé. Yo te requerí a la dirección, Yo te ofrecí la oportunidad de tu vida, sin conocerte, sin ningún trabajo previo tuyo salvo tu tesis doctoral…

-…Que precisamente trataba sobre lo que hemos estado trabajando. No me jodas, Pep, sabes perfectamente que en este proyecto hemos estado a la par.

-¿A la par? ¿A la par de qué? Yo he iniciado todo el proyecto, yo atraje a todos los inversores, yo tuve que asistir a infinitas reuniones con empresas farmacéuticas, ofreciendo mi plan, mi estructura. He leído cientos y ciento de expedientes personales para encontrar al personal que yo estimaba más adecuado. Cuando tú has llegado al proyecto, todo estaba montado.

Y una vez organizado, he sacrificado miles y miles de horas, revisando pruebas, comprobando errores, verificando el correcto mantenimiento de la maquinaria. Todo un trabajo sucio que tú no has tenido que hacer. ¿Qué has sacrificado, tú eh? Dime ¿Qué has sacrificado tú?

-Mi matrimonio, Pep. He sacrificado mi matrimonio.

<

¿Cuándo te pedí yo que te quedaras? Nunca. ¿Cuándo te pedí que no fueras los fines de semana a casa? ¿Te pedí alguna vez que no fueras en dos o tres meses? No, Adela. Lo hiciste tú, “motu proprio”. Yo cargo con mis responsabilidades, carga tú con las tuyas. Lo sabes muy bien, ya no amabas al tal Mateo. Joder, ni siquiera nos presentaste. Te avergonzabas de él, esa es la verdad.>>

-¿Avergonzarme yo de mi esposo? Mi esposo vale mil veces más que tú

-Dice, la mujer que le echó a patadas de su casa

-No pienso entrar en ese juego de reproches. Maldita sea, Pep, dijiste que me amabas.

-Yo nunca dije que te amaba. Dije T´estimo. No es lo mismo. Ese  verbo no tiene la fuerza del amar en castellano, se parece más al love inglés. Yo lo utilizo con mi hijo o él conmigo. No me culpes ahora de tu ignorancia del catalán.

Además, qué demonios,  yo jamás te pedí que te divorciaras, hostia. Esa decisión fue tuya. Solamente tuya, de nadie más, deja de echar balones fuera.

  • Dime, al menos, una cosa, ¿te divorciaste de Aína?

-¿A qué viene eso ahora, Adela?

-Responde, por favor, ¿te divorciaste de ella?

-No, Adela, no me divorcié de ella, no me divorciaré de ella y, si me divorciara, no lo haría por ti. No eres estable, eres demasiado imprevisible y yo, Adela, yo amo a Aína.

-Ya veo- susurré sarcásticamente- todos estos lances que hemos tenido tú y yo. Todas estas noches, tardes y mañanas en las que nos hemos entregado, todo ese sudor, toda esa energía entregada, absorbida, no ha significado nada para ti, ¿verdad?

-No tergiverses, yo no he dicho eso. Claro que ha significado, y mucho. La conexión que hemos conseguido tú y yo ha sido única, especial, transcendental…

-…Pero no es suficiente como para que rompas tu compromiso con Aína, ¿verdad?

  • Adela, cielo

-¿Verdad?

-Si lo quieres exponer así…

-Quiero la verdad, joder. Quiero que me digas la verdad, que seas honesto conmigo. No te pido que te abras las venas, solo quiero una pequeña porción de honestidad.

-No. No es suficiente, nunca será suficiente.

-Era lo que quería saber, Pep. Gracias- bajé la voz mirándole a los ojos- Mañana tendrás mi dimisión en la mesa. Me marcho de este lugar. Ah, por cierto, quiero una rectificación hecha por ti. Me da lo mismo que te quieras apropiar de buena parte del éxito de esta colaboración pero vas a decir a los medios que yo no he sido tu ayudante sino que he sido una parte muy importante de todo este proyecto. Hazlo, te lo aconsejo, de lo contrario comprobarás qué conexión tan especial puedo conseguir con los periódicos y con los juzgados.

-Pero, pero, Adela

-Tienes un mes, Pep. En el próximo número quiero ver esa rectificación. Adiós, dale recuerdos a Aína.

Acabada la conversación me di la vuelta y salí de aquél despacho con la revista en mi mano izquiera. Cerré suavemente la puerta y me marché al exterior. Recuerdo que pensé “y yo casi me he enamorado”.

Aún conservo esa revista guardada como recordatorio de mi ingenuidad.

CAPÍTULO IV

UNA VIDA “CONVENCIONAL”

31 de diciembre de 2017

Sostengo una copa de champán, aquí, en el Palacio de Convenciones de La Habana, cuando faltan pocos segundos para despedir este año 2017 y entrar, de lleno, en el 2018.

Es el segundo fin de año que celebro en soledad. No me importa, os soy sincera. Bueno, sí que me importa, pero no demasiado. Supongo que es una especie de método de defensa, de supervivencia, si me apuráis.

Tengo a mi lado a dos médicos especialistas en oftalmología. Cubanos, con todo lo que eso implica. Es decir, simpatía, educación, saber estar, conocimientos y expertos en el “Ars Amandi”.

A pesar de algunos inconvenientes acaecidos, la verdad es que no me puedo quejar de este año que termina. Soy persona de adaptarme pronto a las situaciones, siempre he pensado que lo que no me destruye me hace más fuerte.

El desengaño que me llevé con Pep me ha servido para aprender un par de cosas que, indudablemente, me harán mejor. Menos confiada.

Tras la rectificación publicada por la revista científica de marras empezaron a lloverme ofertas de Universidades nacionales e internacionales. Muchos Centros de Investigación querían contar con la dirección o, incluso, la colaboración de la Doctora Fuentes Hernán.

No me hacía falta ese reconocimiento, bien lo sabe dios, pero ¿a quién le amarga un dulce cuando se lo ofrecen?  Por aquellos días estaba sumergida en una agobiante deliberación para elegir mi futuro: ¿investigación o docencia? ¿dónde podría ofrecer mayores beneficios a la humanidad?

Había que pensarlo bien, no precipitarse.

La docencia implicaba mostrar todos mis estudios a un buen número de futuros profesionales. Era como multiplicar por ¿mil, dos mil, tres mil?, mi ámbito de influencia en el campo de la ciencia. Extender todo el conocimiento acumulado a cuantos alumnos quisieran escucharlos. Enseñar era un compromiso en toda regla, preparar a futuras generaciones de investigadores, guerreros contra la enfermedad. Pero todavía no me sentía tan mayor como para eso, me quedaba mucho por aprender todavía.

Entonces ¿Investigación?, desde luego me apetecía muchísimo. Sentía que aún podía aportar bastante más en el campo de la neuro-oftalmología y tenía una fuerza en mi interior que me exigía entregarme al máximo nivel. Añoraba la intimidad del laboratorio, sumergirme de lleno en el campo del estudio, descubrir secretos ocultos a otras mentes más privilegiadas que la mía. Si me lo proponía, si de verdad ponía todo mi empeño en ello ¿quién sabe? Podría hasta alcanzar el Nobel.

Así, entre la docencia y la investigación elegí … la fama, claro.

Me sonroja pensar lo fácilmente que mordí el anzuelo, y si ya hablamos de quién me convenció para aceptar esa proposición mi nivel de autoestima bajaría hasta la sima más profunda del foso de las Marianas.

Sí, queridos y queridas, el mismísimo “profeta de la neuro-oftalmología”, el ínclito Dr. Zimmerman i Roquet.  Como ya estaba puesta sobre aviso y sabía cómo se las gastaba pues nada, a hacer el idiota “one more time”. No tengo perdón de dios, de veras que no.

-La empresa farmacéutica J&J DAVIS  nos pide que participemos en unos congresos médicos en Estados Unidos, Dra. Fuentes.

Por supuesto quise aparentar frialdad y desapego a la oferta.

-¿Qué sitios serían?- inquirí, como si importara, habría ido a Alaska en trineo si me lo hubieran pedido. Aquello suponía el despegue definitivo de nuestro proyecto y de mi carrera científica. Era lo que de verdad me pedía el cuerpo. Salir, mezclarme con la élite académica, poder acceder a trabajos y medios que no podía ni imaginar.

-Serían seis convenciones de unos cinco días de duración más otros diez días de estancia para ser presentados a diferentes empresas subsidiarias o dependientes de J&J DAVIS, tus congresos serían  Nueva York, Las Vegas y Miami.

-¿Y los tuyos?

-La verdad, no son de tu incumbencia. La oferta contiene estos destinos, si no la aceptas, me lo dices y santas pascuas.

-Déjame pensarlo

-Vamos a ver, Dra. Fuentes, ¿sí o no? , que ya no somos niños.

-Está bien, sí. Acepto.

-Perfecto. Salimos en dos días. Ya tengo los billetes para el día 4 de octubre

-¿Sabías que iba a ir?

-Sabía que alguien iba a ir. Me era indiferente si tú o cualquier otra persona

-¿Y en tan solo dos días se puede reservar?

-Querida, con J&J DAVIS todo es posible.

Y ese fue el principio de mi periplo por los Estados Unidos de América

El primer destino fue Nueva York. Salimos el día 4 de octubre apenas con tiempo para preparar algo de ropa e improvisar una maleta. Llegada al Aeropuerto Internacional John F. Keneddy el día 5, adaptarse al enervante  jet-lag  e inicio de la Feria Internacional de Tecnologías Médicas (FIME) en el JACOB K. JAVITS CONVENTION CENTER.

Fui recibida por una señorita que portaba el típico cartel con mi nombre.

-Aquí es donde nuestros caminos se separan, Adela. Nos veremos en un par de meses, supongo. No te deseo suerte porque no la necesitas.

-Gracias por la confianza Josep María (no pensaríais que le iba a llamar “Pep”, ¿verdad?). Nos veremos entonces.

Tras la despedida llegó el alojamiento. Nada menos que el Conrad New York, probablemente uno de los hoteles más lujosos de Nueva York sino el que más, situado en el corazón de Midtown Manhattan, 562 habitaciones repartidas en 54 plantas.

Lujo por todas partes, y en la entrada uno de los varones más atractivos que jamás vi y  que, dudo mucho, volveré a ver. Su nombre, John Davis. La segunda J de J&JDAVIS.

John Davis es, cómo decirlo, un guapo galán de 1,85 cm. de estatura, ¿fuerte?  Sí.  ¿Guapo?   Sí. ¿Ancho de espaldas?  Sí. ¿Pelo?  Rubio, ¿Ojos?  Azules, ¿elegante?  Hasta en los calcetines, ¿atento? Por supuesto, ¿estaba bueno?  A rabiar, ¿educado? Hasta enervar, e inteligente, muy, muy inteligente.

Nada más verme se acercó a mí y con una sonrisa amplia, atrayente se presentó en un perfecto castellano:

-Bienvenida a Nueva York, Adela. ¿Puedo llamarla Adela?

“Puedes llamarme  cachorrita si así lo prefieres, macizo” pensé, aunque mi respuesta fue algo así como,

-Euhhh, estooo, sí of course, por supuesto.

-Es un placer, entonces Adela, ¿tendrías la amabilidad de acompañarme?

No respondí, me limité a agarrar mi trolley  y a seguir su figura (y qué figura), hasta que nos introdujimos en una limusina que nos trasladó a la Quinta Avenida con la finalidad de comprar ropa en Abercrombie & Fitch para luego trasladarnos a Shoe Parlor en la Séptima Avenida a comprar calzado. Todo a cargo de J&J DAVIS.

-Nos gusta que las personas que simbolizan nuestra empresa ostenten la debida elegancia y seriedad. Van a ser una serie de conferencias y visitas sumamente importantes para la empresa. Vamos a tener que trabajar muy estrechamente y durante mucho tiempo. Esperamos lo mejor de ti, Adela, sabemos que vas a estar a la altura.

-Puedes contar con ello, John- respondí con seriedad, dejando atrás todas las tonterías de adolescente que me habían embargado durante unos breves instantes.

-Supongo que el Dr. Zimmerman i Roquet te ha informado de que serán tres Convenciones: Nueva York, Las Vegas y Miami.

-En efecto, sí, eso fue lo que me dijo.

-Perfecto, te anticipo que coincidiremos con él y con mi hermana en Las Vegas.

-Ah, eso lo desconocía.

-Pues así va a ser. El Dr. Zimmerman está atendiendo otras convenciones con mi hermana Jane.

-¿Jane?

-Eso, ella es la primera J de J&J DAVIS. Es mi gemela, nació 30 segundos antes que yo.

Y así fue como conocí a una de las personas más inteligentes y enigmáticas con las que jamás me haya cruzado… sí, y una de las más repugnantes también.

Comprendiendo la duración del congreso desde el día 6 hasta el 10 de octubre, resulta ocioso decir que constituyó todo un reto poder aguantar el ritmo. Ya no era solo el tener que explicar una y otra vez el mismo contenido, responder las mismas preguntas y preparar todas las noches la intervención del siguiente día con la ayuda de John. Era la comida ligera, la presión persistente de sentir que te estaban examinando, las pocas horas de sueño y la disciplina que supone (sobre todo para mí) tener que estar mostrando siempre una sonrisa eterna.

Era agotador. En serio.

Esta rutina salvaje de trabajo se daría en los tres congresos, esa era la constante. Trabajo, seriedad y disciplina. Ni os imagináis el concepto que tienen los estadounidenses sobre el trabajo. Se habla mucho de la disciplina japonesa pero la obsesión que tienen los yanquis con la perfección a la hora de trabajar supera, y creo que bastante, a la de los nipones.

Es una cultura que mezcla el esfuerzo con el éxito, de tal manera que, si trabajas lo suficiente y eres muy bueno en tu trabajo alcanzarás la cima. Pero eso solo es un paso, el siguientes es mantenerte en ella. Había días que pensaba si merecía la pena tanto esfuerzo.

El día 11 de octubre, un día después de la finalización de la feria, iniciamos un período de diez días que dedicaríamos a visitar a los clientes e inversores de J&J DAVIS. Desde luego, la presión disminuía, mucho más relajada. Básicamente se trataban de brunches, comidas o cenas animadas en las que reinaba la simpatía y las conversaciones fluían de una manera distendida.

Ahí brillaba John, y cómo.

Atento, observador y no carente de cierta astucia que, por otra parte, había que suponerle. Planificaba el evento hasta el último detalle. Por supuesto, los contratos llovían.  Esa fue otra tónica en las tres convenciones.

Ahora os hablaré de la tercera pauta que se dio en mi “aventura convencional”.

El sexo. Pues claro que sí.

No os engañaré diciendo que puse obstáculos para acostarme con John porque supondría negar la verdad de lo que ocurrió. No creo que tenga que abochornarme de mi conducta. Era una mujer libre en todos los sentidos. Puede que no fuera feliz en el sentido de experimentar una satisfacción plena por gozar de todo lo que deseaba, pero sí me acercaba bastante a ese concepto.

No me miréis así. Recordad que me había divorciado, había realizado un trabajo por el que me sentía reconocida y, qué demonios, estaba en New York, New York (exacto, la ciudad que se nombre dos veces) acompañada de un bello ejemplar del sexo contrario.

El mismo día11 de octubre por la noche, el apuesto John Davis se ofreció para darme un masaje en los pies después de que yo manifestara que los tenía doloridos.

-No te preocupes, Adela, soy un experto quiromasajista y tengo varios títulos que así lo demuestran. Si quieres, puedo darte uno en tus pies y te dejo nueva.

-No es necesario, John, de veras, es cuestión de darme una ducha y descansar.

-Ah, no, eso sí que no. Eso no relaja en absoluto. Vamos a hacer una cosa, te doy un masaje en los pies y luego pasamos al jacuzzi, quedarás como nueva.

-Si insistes, acepto ese masaje.

Es curioso lo que dan de sí diez minutos cuando tienes ganas de echar un polvo.

John tenía un maletín con diversos aceites para aplicar durante el masaje. Tomó el de rosa mosqueta e inició su tratamiento con mi pie izquierdo. Estaba sentada sobre el borde de una cama enorme y cómoda. Lentamente y aplicando la debida presión con sus pulgares relajó mi talón y el resto de la planta. ¿Hace falta que os diga la sensación de placer que me invadió? ¿Verdad que no?

Cuando me quise dar cuenta, Mr. Davis aplicaba el óleo directamente en mi perineo, apartando con  suma destreza el tanga que llevaba puesto.

-La rosa mosqueta es mágica para esta zona, Adela- me dijo aquel guaperas mientras me acariciaba los labios exteriores con el meñique y el índice y me introducía  el corazón y el anular. El pulgar, evidentemente, lo usaba para apartar esa fina línea de tela que, supuestamente, servía para tapar mi sexo.

La palma de su mano ascendía y descendía suavemente, frotando mi coño, ya húmedo, mientras abría mis piernas más y más. Incliné mi cuerpo hacia atrás, apenas unos centímetros, apoyándome en los brazos que coloqué oportunamente tras mi espalda.

Comencé a mover mi pelvis al ritmo que marcaba su mano, con aquellos dos dedos que entraban y salían de mí, despacito al principio para ir aumentando, poco a poco, la velocidad de la follada, porque aquello era una follada en toda regla. Empezó a fluir líquido de mi sexo hasta que, finalmente, exploté, llenando la mano de mi masajista con esa mezcla de fluido prostático y glucosa que constituía mi corrida.

Y durante ese preciso momento, mientras mis contracciones aumentaban su ritmo generando mi orgasmo, John me besó. Introdujo se lengua en mi boca, buscó y encontró la mía, aspiró todo el aliento que estaba expulsando mientras me corría, intentaba evitar que pudiera gemir, que pudiera gritar que pudiera decirle, “más, quiero más, dame más, necesito más y más y más, y más”.

Estaba enajenada ante ese monumental orgasmo y lo único que quería era levantar mis brazos, bajarle los pantalones y lo que llevara puesto debajo y comer polla. Suena basto, lo sé, suena grosero y soez, suena salvaje pero, entendedme lectores y lectoras, yo no era una mujer, era una hembra que quería ser poseída por ese macho. Luego volvería a ser la eficiente profesional e investigadora pero en ese momento lo que yo quería era devolverle las sensaciones que él me propiciaba. Si yo me había corrido en su mano lo procedente era que llenara mis manos de leche, o la boca, ya puestos, estaba desatada.

Me quité el tanga mientras él hacía lo pertinente con mi vestido de noche. Se levantó y, desde esa posición, apartó los tirantes, quedando a la altura del talle. Mis pechos saltaron a la vista, mis pezones duros, erectos fueron sometidos a la presión de sus manos mientras yo, una vez bajados los pantalones y el slip, procedí a introducirme en la boca aquél pene.

Era cuestión de nobleza hacerle una felación en toda regla. No me detendré en la longitud del pene o en el grosor de su capullo o en el tamaño de sus testículos, la verdad, no viene al caso, simplemente diré que cabía en mi boca, que mis manos acariciaron su escroto con suavidad y firmeza, que me esmeré con diligencia y meticulosidad para que ese hombre se corriera en mi boca.

John, por supuesto, colaboró con una dedicación obsesiva, dirigiendo mi mamada con su mano sobre mi cabeza y animándome a continuar con la tarea que me había impuesto,

-Qué bueno, Dra. Fuentes, mmmm, siga así. Qué ganas tenía de sentir su boca sobre mi falo.

-¿Te mmgusta? Mmmm ¿sí? ¿fe mmmffustaa?

-Sí, me encannnnta. Prepárese doctora, mmm, que voy.

No podía esperar la cantidad de semen que depositó en mi boca. Sabía que no me iba a dejar que escupiera nada, pero es que yo no quería que se escapara nada. Lo quería todo y lo quería para mí pero no esperé que pudiera expulsar tanta lefa. Joder, a pesar de que tragué lo que nunca había tragado, la cantidad era tal que, acabó por escapárseme por la comisura de los labios.

-Fffjoder, qué cantidad de leche, John

-¿Verdad que sí, Adela? Toma cielo, que se te cae un poquito y vas a manchar el vestido- dijo mientas recogía con su dedos índice y corazón el semen que resbalaba por mi boca para depositarlo una vez más dentro de la misma- Y ahora, al jacuzzi, Doctora Fuentes. Nos queda mucha noche por delante.

No fue tanto tiempo pero debo reconocer que sí el suficiente para dejarme satisfecha hasta el día siguiente que repetiríamos la sesión.

Durante esos días, follamos, hicimos el amor y volvimos a follar con asiduidad. Posturas variadas y uso de instrumentos varios para alcanzar placer.

El día 21 de Octubre abandonamos “New York, New York” para dirigirnos a Las Vegas donde asistiríamos al siguiente congreso.

Dado que llegamos el 25 de octubre a Las Vegas, y teniendo en cuenta que el Congreso duraría del 3 al 7 de noviembre, tuvimos tiempo de sobra para preparar  nuestras intervenciones en la Feria para profesionales de la oftalmología y la óptica (INTERNATIONAL VISION EXPO LAS VEGAS)  celebrada en el   Sands Expo Convention Center EXPO visitas varias del 3 al 17 de noviembre).

Desde nuestra llegada estuvimos alojados en el Venetian Resort. Destacaría su majestuosidad la exposición de lujo por todas partes, su plaza, las góndolas, lugares para comprar y comer, era como vivir en un sueño.

Tal y como he descrito con anterioridad se repitieron los tres hábitos que exhibimos en New York , trabajo, planificación y sexo, bastante sexo, mucho sexo.

Ahora que reflexiono desde la serenidad que da la distancia, pienso que era normal que tuviera tanto sexo.

En el año 2013 el periodista Martín de Ambrosio publicó  “Guardapolvos, sexo y mentiras de hospital” donde narraba doce testimonios de diferente personal sanitario y de las relaciones que mantenían entre ellos.

Al parecer, la sexualidad cobra una importancia capital en ámbitos rodeados de enfermedad y muerte. Las guardias, las largas noches de vigilia y el contacto cercano de los cuerpos en los hospitales propician la intimidad, el estrés que produce ese entorno, las situaciones tensas, continuas conducen a que se practique más el sexo.

Puedo corroborar esas afirmaciones. Trabajo agotador, falta de sueño, dedicación absoluta a un proyecto y cercanía frecuente con la misma persona provoca una intimidad que puede llevar fácilmente a tener sexo con ella. Y digo follar, ojo, no hacer el amor.

El torrente de emociones que me embargó por toda la situación que atravesaba con la publicidad de mi trabajo, la promoción del estudio, los nervios, la presión, la estrecha colaboración de John y la observación de que todos nuestros esfuerzos se coronaban con el éxito producía en mí un efecto afrodisíaco.

Estaba, literalmente, a más de mil kilómetros de mi vida anterior tanto en el espacio como en el sentimiento. Otro país, otra vida y sin obligaciones. El divorcio me produjo un desapego a cualquier relación sentimental, el desengaño con Pep originó en mí una insensibilidad hacia todo lo que no fuera mi propio provecho profesional.

Sin pasiones afectivas y con una atención total a mi trabajo había creado una burbuja en la que vivía con toda intensidad mi éxito personal. Y, encima, con buen sexo. No, no era la felicidad, pero se le acercaba mucho.

Lo malo de las burbujas es que no suelen durar mucho. La mía estalló el 16 de diciembre de 2017.