Uno de tantos relatos sobre la redención, 14

“El mundo es una tontería si vas dejando que se escape lo que más querías”. Kiko Veneno

CAPÍTULO XXVIII

Y, SIN EMBARGO, DUELE

-Creo que lo tengo, Adela.

-¿A qué te refieres?

-No es definitivo pero guardo muchas esperanzas. Es posible que solo estemos ante una esclerosis remitente-recurrente. Es muy posible que, dentro de lo malo, estemos en una situación leve.

-¿Bromeas, Pep?

-Yo nunca bromeo. Las conexiones neuronales apenas están dañadas. Más bien es como su hubieran sido alteradas, quizás por algún golpe contundente, pero se puede restablecer. Sería como volver a conectarlas, se podría recuperar la vista.

-Entonces, ¿todo fue fruto de la agresión?

-Sí y no. La esclerosis viene de antes, seguramente tuvo que tener avisos antes de la agresión. Dolores de cabeza, visión doble, espasmos, cosas así, Adela. Los golpes lo único que hicieron fue agravar un área muy determinada.

-¿Bastaría una intervención?

-Por desgracia, no. Requeriría un tratamiento posterior, un seguimiento muy exhaustivo efectuado por auténticos expertos en la materia.

-Un tratamiento posterior. Mmm, te refieres a J&J Davis ¿Verdad?

-Adela, ellos tienen esos medios y creo que podríamos tener posibilidades de que nos los facilitaran.

-No me preocupa el tratamiento sino los medios para complementarlo. No me fío de ellos, Pep. No son de fiar.

-Creo que sería cuestión de enfocarlo con el prisma adecuado. Podríamos decirles que tenemos un sujeto apropiado para desarrollar eficazmente  el producto de nuestras investigaciones.

-¿Sigues trabajando para ellos?

-Sí, por supuesto. Una cosa no quita a la otra. Ya no hago esas giras por Estados Unidos, desde lo de Aína me planté seriamente pero, si tú quieres, puedo hablar con ellos.

-Vamos a dejarlo así de momento, Pep. Tengo que reflexionar mucho sobre todo lo que me has dicho. Son demasiadas noticias y en demasiado poco tiempo como para asimilarlo todo de golpe. Dame un tiempo.

-Otra cosa, Adela.

-Sí, dime.

-¿Quién estuvo controlando a Mateo durante todo ese tiempo?

-No lo sé, Pep. Todo el tratamiento de Mateo está oculto bajo la sombra de un tal Alberto Jurado Vázquez que fue quien se encargó de controlar la evolución de su ceguera.

-No me suena ¿dónde ha desarrollado su carrera?

-Al parecer en “El Juli”-sonreí por mi ocurrencia-

-¿Perdona?

-Nada, Pep, nada. Cosas mías. Verás, este hombre está muerto. Era abogado y estuvo cuidando de Mateo. No me preguntes cómo ni por qué lo hizo, pero tenía muchos contactos. Eran amigos, allegados, socios, no sé. El caso es que le debían favores y se los devolvían pero, claro, todo era muy clandestino. No hay nombres, ni direcciones, todo se fue al garete cuando este hombre murió.

-Tampoco es que sea importante pero sí te puedo decir que deberías estarle agradecida. Mateo estuvo en muy buenas manos, el cuidado que tuvo fue minucioso y exhaustivo. Si no fuera por esa atención constante dudo mucho que pudiéramos tener alguna oportunidad.

-Sí, la verdad es que Mateo le echa mucho de menos. Influyó mucho en él, no hace más que hablar del amigo que perdió y esas cosas.

-Bueno, Adela, te dejo. Piénsalo detenidamente y dime cuál es tu decisión. Quedaré a la espera de lo que decidas.

-Eso haré, Pep. Lo comentaré a Mateo y con lo que decida te cuento.

-Adiós, Adela

-Adiós,  Pep… y… Pep…

-Dime,

-… Gracias, muchas gracias.

-No hay por qué darlas, Adela. Lo sabes.

Aquella noticia me daba una nueva ilusión. Podría decirle a Mateo que todo iba a salir bien. Tras tanto esfuerzo tenía al alcance de mi mano poder reivindicarme ante él. Era verdad que era pronto para cantar victoria, pero conocía perfectamente a Josep Zimmerman. Si él decía que podía hacerse era porque ya sabía cómo realizar la intervención. Habría sopesado todas las posibilidades y los inconvenientes. Él no dejaba nada al azar.

La única complicación era J&J Davis. Los conocía perfectamente. Eran rencorosos y los términos en los que yo me fui me serían echados en cara y, en consecuencia, me sería exigido un precio.

Ya me ocuparía de ese problema cuando llegara el momento adecuado. No era  momento de adelantar acontecimientos sino de celebración. Me dirigía a casa de Mateo para darle la buena noticia. Estaba dispuesta a invitarle a cenar, a sacarle de esa jaula en la que vivía y a lanzarme a sus brazos, era una ocasión para la felicidad. Un breve momento de alegría que se desvaneció cuando me percaté que era Viernes y que mi reloj de pulsera marcaba las 20:30.

-Mierda-estará con esas dos escorts seguramente- hasta las 22:30 no terminará y, lo que es peor, me lo habrán dejado agotado.

Me había resignado a la idea de tener que esperar delante de su casa hasta que bajaran aquellas dos mujeres que frecuentaban a mi ex esposo todos los viernes. Restaba una hora y media para que finalizara el horario que parecían tener establecido para ese menester.

No me importó. Había venido para invitar a cenar a Mateo y darle la feliz noticia y no iba a permitir que unos estúpidos celos me impidieran cumplir mi cometido. Decidí sentarme en un banco desde el cual podía ver perfectamente el portal. En cuanto detectara la salida de esas dos profesionales del sexo llamaría a Mateo. Entretanto usaría el tiempo que faltaba para repasar algún dato gracias a los milagros que proporciona San Google.

Faltaban 10 minutos para las 22:30 cuando percibí que alguien se sentaba a mi lado. El banco era espacioso y vivimos en un país libre, nada que objetar por tanto. El caso es que no hice el menor ademán de mostrar un mínimo de interés por saber de quién podía tratarse. Allí estaba yo en un perfecto trío con mi móvil y mi ansiedad por ver a Mateo cuando una frase me saqué de mi abstracción,

-Duele ¿verdad?

-¿Perdón? ¿la conozco?

  • Yo diría que sí, Adela, que me conoces. Después de todo llevas mucho tiempo siguiendo a Mateo.

-¿Cómo sabes mi nombre, cómo es posible que me conozcas?

-Te sorprenderías si te lo dijera pero, de momento, es suficiente con que sepas que yo también hago mis deberes. Verás, mientras has estado vigilando a Mateo yo te estaba siguiendo a ti.

  • ¿Quién eres?

-Me has visto con él muchas veces. No, no me mires así, ¿te creías que no me daba cuenta? Soy una Kovacs, y nosotros nos damos cuenta cuándo alguien nos está observando. Supongo que es un instinto que desarrollamos los gitanos después de haber sido perseguidos durante tantos siglos. Mi nombre es Saray Kovacs y soy pariente de Mateo.

-¿Eres la chica que vive con él?

-Lo soy, sí. Vivo con él y moriría por él.

-¿Y haces más cosas con él? –pregunté con toda la intención del mundo.

-Ja, ja, ja, Adela. Qué mala idea tienes. No, no me acuesto con él. Y no porque yo no quisiera, que conste pero para Mateo solo soy una alumna, una pupila, una hija suya.

-Mateo ya tiene hijos

-Lo sé, lo sé. Alonso y Leonor. No te ofendas pero yo sé muchas cosas de él… y de ti.

-Nada bueno, imagino –me invadió un sentimiento de culpabilidad, de alguna manera intuí que aquella jovencita me iba a poner en el lugar que me correspondía.

-Ni bueno, ni malo, Adela. No se trata de ser bueno o malo sino de rectificar cuando eres malo y tú eres de rectificar.

-¿Cómo sabes eso?

-Lo puedo ver, digamos que tengo un don especial que se hereda de madres a hijas.

-¿Ah, sí? ¿y qué puedes ver?

-Veo tu dolor, veo tu amor y tu desesperación por Mateo. Si cierro un poco los ojos puedo captar cómo te destroza que ahora él esté con esas dos mujeres, probablemente follando con ellas mientras tú estás aquí, en un banco, esperando que llegue tu oportunidad. Sin saber a ciencia cierta si algún día podrás obtenerla.

Puedo sentir la culpabilidad instalada dentro de tu alma ¿y sabes qué? Te lo mereces. Te mereces cada minuto de dolor, cada instante de angustia por todo el daño que has causado a Mateo.

-Sí, tienes razón, lo merezco- asentí, ¿qué otra cosa podía hacer? Era así como me sentía- pero intento arreglar las cosas.

-Lo sé, no creas que solo advierto tus errores. También me fijo en tus aciertos, es por ellos por los que estoy aquí.

-¿Y qué puedes ofrecerme, Saray Kovacs?

  • Mi visión, Adela porque yo puedo ver muchas cosas, en cambio, tú estás más ciega aún que Mateo. Sé que quieres recuperar a tu hombre. Es natural, después de todo Mateo vale la pena. También sé que no te sientes digna de él y eso te impide ver lo que tienes delante. ¿Sabes? Hay una manera muy sencilla de recuperarle. Exige sacrificio, por supuesto, pero ¿hay algo que merezca la pena que no conlleve esfuerzo?

Mi mama siempre dice una cosa: “Si quieres mantener a tu hombre tienes que estar siempre muy cerca de él”

-No sé a qué te refieres, no capto lo que me quieres decir.

-Está delante de ti, Adela. Oculto a plena vista.

En ese momento, me percaté que salían del portal aquellas dos mujeres y pude observar la sonrisa de Saray mientras me las señalaba con un gesto de su barbilla. Fue entonces cuando alcancé a comprender el mensaje que me estaba enviando aquella joven.

Tenía razón. Estuvo delante de mí todo el tiempo. Miré a su rostro y le di un fuerte abrazo mientras una lágrima emergía de mi ojo derecho. Tenía la solución, por fin había dado con la llave que me podría abrir el corazón de Mateo, pero dolía. A pesar de todo, dolía.

-Sí, Saray Kovacs… duele.

CAPÍTULO XXIX

IDEA BOMBER

-Al habla, Marga. ¿Dígame?

-Hola… esto… verá, usted … no sé cómo empezar…

-Puede usted empezar por decirme cómo ha conseguido este número de teléfono

-Ah, sí. Se me olvidaba. Llamo de parte de Puertas.

-Puertas está muerto, o sea que ya me estás diciendo quién eres o te cuelgo en este mismo instante.

-No, por favor, no cuelgue. Es una tarjeta que le dio un abogado a la chica que vive con mi ex esposo.

-Vale, eso ya está mejor ¿y tú te llamas?

-Adela, perdón, me llamo Adela.

-La cosa mejora, Adela, a ver ¿qué quieres? ¿orgía, trío, solas tú y yo, dominación, algo más suave?

-No, no, nada de eso.

-Vamos a ver cielo. Solo se hicieron tres tarjetas como la que tienes y a Puertas solo le pudo llegar por medio de una muy íntima amiga nuestra que falleció un poco antes que él. Lo que te quiero decir es que se trata de una tarjeta muy exclusiva y nosotras somos muy exclusivas también. Es decir, cariño, no me entretengas con tonterías porque yo soy de las que piensan que hacerme perder el tiempo es hacerme perder dinero.

-Está bien, voy al grano. Quiero sustituiros los viernes de 17:30 a 22:30 con Mateo Gómez Aranda.

-Joder, joder. Lo que hay que oír. Amelia, ven que vas a alucinar con esto. Espera, Adela que voy a poner el manos libres.

Había decidido tirar para adelante con este absurdo plan y lo llevaría a término como fuera. Podía oír a la compañera de Marga decir

-¿Qué pasa, qué pasa?

-Pues que está llamando una mujer que dice que quiere sustituirnos los viernes con Mateo.

-¿Con el ciego?

-Con ese.

-Joder, no sé qué decirte. Ese hombre paga muy bien y no es muy exigente.

-El dinero no es problema –intervine- os podéis quedar con lo que hayáis estipulado.

-¿No irás a hacerle daño, verdad?- preguntó Marga.

-No, no, nada de eso. Os lo juro. Si queréis puede venir una de vosotras conmigo. Solo quiero estar  yo a solas con él.

-Hummm, no lo tengo muy claro- señaló Amelia- pero nada claro. Todo esto es muy raro. Cualquier cosa que haga esta mujer nos podría perjudicar al negocio. Tenemos una fama que mantener, Marga.

-¿Y estarías dispuesta a acostarte con otros clientes?- inquirió Marga

-No. Terminantemente no, de ninguna manera.

-Vale, vale no te ofusques.

-Eso quiero dejarlo bien claro- añadí- Yo solo seré la puta de Mateo

-Me gusta más el término acompañante, Adelita- observó Amelia- lo de puta es muy medieval y nosotras somos, sobre todo, empresarias.

-Os pido perdón, pero me gusta dejar las cosas claras desde el principio.

-Entonces ¿cuál es tu oferta?

-Yo os sustituyo los días que Mateo requiera de vuestra compañía. El dinero os lo quedáis vosotras. No me llamaréis para otros servicios. Solo él, y nadie más que él.

-¿Tú qué dices, Amelia?

-Por mí bien –asintió la susodicha-

-¿No te parece un poco raro todo este asunto?-insistió Marga-

-Vamos a ver, cariño ¿y desde cuándo no hay nada raro mediando Puertas? Siempre que está metido él, pasan cosas extrañas. Hasta muerto da por el culo el jodido abogado.

-Es verdad Amelia, ja, ja, ja.

-¿Entonces?- pregunté-

-Aceptamos, Adela. Eso sí, tienes que ponerte un perfume muy específico. Mateo no es de grandes exigencias, ni de cosas muy raras. Casi siempre un masaje con final feliz o un polvo muy pocas veces, pero es muy exigente con el perfume.

-¿Y cuál es?

Saray me había facilitado la tarjeta que me puso en contacto con Marga y Amelia. Si quería estar al lado de Mateo tenía que ser así. Desempeñando una doble vida, eliminando la opción de que ninguna otra mujer pudiera apartarme de él.

No pude más que sonreír cuando Marga me dijo el nombre del perfume que siempre pedía Mateo, no me iba a suponer ningún esfuerzo obtenerlo … era el mío.

Y así, con esa sonrisa, inicié mi carrera como puta.