Uno de tantos relatos sobre la redención, 12

“Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir”. François de la RocheFoucauld

CAPÍTULO XXIV

LECCIÓN DE AMOR, LECCIÓN DE VIDA

-Vamos a ver, Saray, ¿estás lista?

-Sí, dios mío undebé, qué pesadito estás Mateo.

-Pues venga, tienes media hora.

-¿Solo media hora?

-Solo media hora

-Y no hagas trampas.

-Undebé, ¿cómo voy a hacer trampas teniendo a ese mirando todo el rato?

-No te quejes de Alberto que está aquí haciendo un favor. Venga Saray, media hora para el examen. El tiempo empieza… ¡ya!

Mateo

Estaba encantado con Saray. Era una muchacha que aprendía rápido. Por supuesto no me acosté con ella, recordé todo lo que me dijo Alberto sobre este asunto. Sería como cavarme mi propia tumba y ella, al fin y al cabo, no era más que una chiquilla desorientada. Pero tenía talento, undebé (al final sería verdad que acabaría convirtiéndome en un Kovacs), decidí que si quería enseñarle algo sería contabilidad e impuestos. Esa sería mi aportación al linaje Kovacs, crear un tiburón gitano.

-Ja, ja, ja,ja –reía Alberto- te juro por dios que eres el tío más grande que me echado a la puta cara, Mateo.

-Hay material, Alberto, te lo digo yo. Esa muchacha vale su peso en oro.

-Te creo, te creo, amigo mío.

-Hasta podrías contratarla para tu despacho, Alberto

-Quita, quita, eso no va a poder ser, Mateo. Yo no llevo contabilidad y la verdad es que Álvaro y yo estamos preparando ya a dos chicas jóvenes recién licenciadas para llevar el despacho. Lo mío es más jurídico, Mateo. Pero podrías meterla tú en tu empresa.

-Me lo estoy planteando, te lo juro. Nos hace falta una tercera persona que lleve contabilidad pero todavía no está preparada para esa exigencia y yo estoy liadísimo con esa ONG que me has endilgado.

-Oye, no me digas eso, Mateo, que me mosqueo. Yo no te he endilgado nada, simplemente te sugerí que llevaras algo que te entretuviera, algo en lo que no tuvieras responsabilidad. No podías seguir en ese pozo. Con esa Ong estás entretenido, nadie te va a pedir nada si cometes un error. Es más, te aprecian muchísimo y es gente agradecida.

-Ya, ¿y tú qué sacas?

-¿Yo? ¿Qué voy a sacar yo, tronko?

-Algo sacarás, algo ganarás de todo esto.

-Joder, Mateo, tanto tiempo conmigo y ¿todavía no sabes que yo nunca gano?-miró a Saray y le dijo- Y tú, a lo tuyo, que se te pasa el tiempo y te estoy vigilando.

-Ya voy, ya voy, qué mala follá tiene el Puertas, undebé.

Había apuntado a Saray a un curso intensivo de Tributación Práctica a distancia  en el Centro de Estudios Financieros. Por supuesto, la inscripción era a mi nombre. No hace falta decir que Saray, sacó el curso con nota. Lo sabía, tenía el presentimiento de que era un diamante en bruto, y no me equivoqué.

La inscribiría en la Facultad de Económicas. Esa chica podría arrasar con todo si tenía una oportunidad.

Era feliz, lo prometo. La ceguera tenía sus desventajas y era una mierda, vale, pero tenía la amistad de Alberto y Lara, el cariño de mis hijos y de Saray (a quien ya quería como si fuera una hija, mi propio proyecto personal) y el asesoramiento que prestaba gratuitamente a la Ong que me facilitó Alberto me mantenía lo suficientemente ocupado para olvidarme durante mucho tiempo de mi ceguera.

Hasta empezaba a gustarme la música flamenca, lo juro por undebé (ja, ja,ja).

Saray

Una gitana acudiendo a la Universidad. Eso sí que sería una gran noticia en el poblado. Y no me equivoqué. Mi papa compró carne, compró bebida, compró pan y preparó una fiesta. Una fiesta gitana. Tres días sin descansar, llevando todas sus joyas, sus mejores prendas. Tres días de baile, de risas, de lágrimas, de amor, de unión, mi papa y mi mama presidiendo la celebración y Mateo como un rey.

Sus finos pantalones llenos de barro por el dobladillo, su traje de seda azul marino, su bastón negro con empuñadura de nácar y, a su lado,  como un lugarteniente, el Puertas. También con su traje negro como su destino, su camisa blanca y su corbata, acompañando a Mateo, mi Mateo. Porque esa era mi pena, no tener a ese hombre.

Yo le pedí que me enseñara a ser su mujer y él me instruyó en el conocimiento para alcanzar mi autonomía como persona.

Cuando terminó la fiesta, Mateo había sido acogido por  la familia y pasaba a pertenecer al linaje. Ya era de los nuestros y nadie se atrevería a tocarle. Los mismísimos Stanescu se acercaron a presentar los respetos.

Unos días después me encontré con el abogado en casa de Mateo,

-Todo ha salido bien- comentó Puertas- y todo está bien si bien acaba.

-Sí, payo- respondí- le cuidaremos, lo sabes ¿verdad?

-Lo sé. No me preocupa eso, me preocupan otras cosas que, ahora mismo, no vienen a cuento. Por cierto Saray tengo que darte algo- y, extendiendo la mano, me entregó una tarjeta en el que figuraban desnudas dos hermosas mujeres con el siguiente texto.

M&A

Llama y goza

-Vaya, sí que es clarito el mensaje.

-No te burles de mí, Saray. Quiero que te quedes con esta tarjeta. Es de unas amigas. Verás, tarde o temprano, Mateo necesitará una mujer. Tú lo sabes y yo lo sé. Cuando llegue ese momento recuerda esta tarjeta y utilízala. Ellas son profesionales y buenas personas. No abusarán de Mateo, no le engañarán, no le chantajearán. Te vendrá bien tener ese recurso.

-¿De verdad tú crees que Mateo va a necesitar eso?

-No lo sé, Saray.

-No le conoces, no sabes nada de él. Mateo nunca utilizaría prostitutas, es más hombre que tú.

-Yo tampoco las usaría, Saray, pero nunca viene de más tener ese recurso. Nunca se sabe.

-No, Puertas. No se la daré nunca, él vale más que eso. No sé cómo te atreves a darme esta tarjeta.

-Porque sé que le quieres, princesa. Sé que le cuidarás y ¿sabes? Cuidar a una persona conlleva que, en ocasiones, hay que mancharse de mierda. Toma la puta tarjeta y guárdala. No tienes por qué usarla, pero si alguna vez tienes que tirar de ella recuerda la escenita que me estás montando.

Cogí la tarjeta y, con un bolígrafo, escribí detrás “Decir que va de parte de Puertas”, la puse en una agenda que ponía Firenze y la guardé en el aparador del salón. Nos despedimos y la siguiente vez que me encontré con él fue el 9 de octubre de 2018 en el que un furioso Alberto llamó indignado.

-¿Está ahí Mateo?

-Sí, está arriba.

-¿Habéis comprado la prensa?

-No, qué va, aquí no se compran periódicos. Solo entran revistas de economía.

-Vale, fenomenal, entonces. Perdona las molestias, Saray.

-No hay nada que perdonar, Alberto. ¿Pasa algo?

-Pues, mira, sí. Pasa que voy a llamar a una hija de la gran puta a ponerla en su sitio.

Y colgó.

Desde entonces, las visitas de Puertas se limitaron a los jueves hasta que un 7 de septiembre de 2019 no acudió a su cita con Mateo y no volvimos a tener noticias de él antes de un viernes 6 de octubre, día en el que se presentó en casa un hombre que no había vuelto a ver desde aquel 24 de diciembre en que Mateo dio la cara por mí.

Dijo que se llamaba Josafat Yagüe, nos hizo saber que Alberto Jurado Vázquez había recibido cuatro disparos que provocaron su muerte. Inició lo que me pareció un sentimiento de llorar que detuvo casi instantáneamente. Como un rayo rojo en el ojo que viene y se va.

-Estoy aquí para ayudaros. Me dijo que si me necesitabais alguna vez  os echara un cable, y yo cumplo mis promesas. Aquí os dejo mi número de móvil. Solo tenéis que llamar.

Y desapareció.

-Mateo ¿quién era ese?

-El Joya, Saray

-¿De verdad piensas que nos ayudará?

-¿Importa eso? ¿No lo ves? Alberto ha muerto. ¿Qué más da?

-Mateo-intenté consolarle- Alberto ya estaba muerto desde hacía más de un año

No respondió, simplemente no pudo. De pronto noté cómo los hombros de Mateo se hundían, como si soportara un enorme peso. Bajó la mirada al suelo y se dirigió a su dormitorio.

No volvería a ver felicidad en su rostro hasta el 22 de marzo de 2020, el día que volvió Adela a su vida.

CAPÍTULO XXV

ADELA Y MATEO

REVELACIONES

23 de marzo de 2020

-¿Cómo que papá está ciego? ¿Estás bromeando, mamá?

-No Alonso, no bromeo. Papá está ciego. Solamente quería saber si tú lo sabías.

-No tenía ni idea. ¿Y  Leonor sabe algo?

-No. Tampoco sabe nada.

  • Pero ¿estás ¿segura?

-Sí, joder. Estoy segura.

-No me lo puedo creer, ¿cómo es posible que no nos haya dicho nada?

-Lo que me sorprende, hijo, es que durante tanto tiempo ni tú ni tu hermana os hayáis molestado en visitarle. Con todo lo que ha hecho por vosotros no habéis estado. Aunque no te lo creas siento que le he fallado ¿vale? Y el hecho de que no sea su esposa no me consuela en absoluto.

-No podías saber nada, mamá

-Pero sí pude haber atendido sus llamadas en lugar de cambiar de número de teléfono y de hacer oídos sordos.

Lloré. Con toda mi rabia, con todo  ese remordimiento que anidó en mí. Mateo estaba ciego y yo me sentía terriblemente responsable de eso.

La fachada que mantenía apenas duró hasta el domingo siguiente cuando intentó, sin éxito, culminar una invitación a comer. Creo que los nervios pudieron con él cuando intentó servir una porción de merluza en salsa roja sobre el plato en el que estaba la ensalada. Durante un breve instante su cuerpo tembló y me dio la sensación de que Mateo estaba a un paso muy pequeño de llorar. Como si toda esa situación le superara.

-Lo siento, mucho Adela, es que…  verás… es que…

-No te preocupes, Mateo no pasa nada, un error lo tiene cualquiera-intenté que pensara que no me había dado cuenta-

-No veo… Adela, no puedo ver, lo siento mucho de verdad.

Intentó sentarse y tropezó con la cazuela de barro que contenía el resto de merluza que, cruelmente, cayó al suelo. El ruido provocó que Mateo se agachara dándose un fuerte golpe con el borde de la mesa. Finalmente se sentó en el suelo, con la barbilla  pegada al pecho, los pies extendidos, parecía una muñeca desmadejada. No levantó la cabeza, quiso mantener su orgullo por encima de todo, intentó que no viera sus lágrimas, pero yo ya no podía soportarlo más. Me agaché junto a él y le abracé, dejé que mi cuello se cubriera de su llanto y sollocé con él y, mientras le acunaba, le dije

-Tranquilo, cielo, tranquilo, no te preocupes. Ya estoy aquí.

Había que pensar en un plan. Algo que me acercara a él. Un plan sencillo para recuperarle. Por supuesto, luego descubriría que no había planes sencillos. Si quería recuperar a Mateo tendría que ser a  base de picar piedra.

Pedí una excedencia de tres meses en el trabajo. Sin problemas. Ventajas del Star-system y de ser una súper estrella del pop, supongo.

Estudié su enfermedad, revisé sus análisis, y examiné las conclusiones a las que habían llegado los profesionales que le atendieron. No sirvió de mucho. No era una ceguera normal y corriente. Era algo más, algo peor… esclerosis  múltiple.

  • Espasmos de los párpados
  • Tumores del nervio óptico
  • Parálisis de los nervios craneales, parálisis de los ojos y alteración de la motilidad ocular
  • Alteraciones de la pupila, miopatía y miastenia ocular

La cosa era más grave de lo que en un principio suponía, y lo peor de todo es que yo lo había visto venir. Solamente tenía que haber prestado más atención, lo tuve delante  el día que rompí con él. Esos espasmos en los ojos que interpreté, erróneamente, como lágrimas a punto de estallar.

Mateo se me iba, se me escapaba y lo dejé ir. No supe interpretar su caída, su dolor. Como adivina fui un jodido fracaso  y, ahora que lo perdía, ahora  que quería estar con él, se me escurría de entre los dedos, se me fundía. Se derretía entre mis manos, como un beso entre suspiros y no podía hacer nada por evitarlo.

La doctora no era nada, no era nadie. Sin él, sin Mateo, yo no era nadie.

También descubrí la “magnanimidad” y la “generosidad” del doctor Zimmerman cuando mi ex marido acudió, desesperado, a él.

-Sabías que era mi ex esposo. Tenías que saberlo y, aun así, no le atendiste

-Es cierto, no puedo negarlo. Lo sabía.

-¿Por qué, Pep? ¿Por qué?

-Porque yo era mala persona, Adela. Era un monstruo engreído y egoísta. Alguien pagado de sí mismo que volaba por encima del resto de la humanidad.

-¿A eso te referías cuando hablabas de la luz que te había negado a dar? ¿Por eso me estabas tan agradecido? ¿Pensabas que yo sabía lo que le habías hecho a Mateo?

-Sí, a todo, Adela. Sí a todo.

-¿Cómo hemos llegado a esto, Pep?

-No lo sé. No te puedo decir. Lo único que puedo asegurarte es que estoy tremendamente arrepentido y que ya no soy la misma persona. La bondad que mostraste ayudando a mi Aína me abrió los ojos. Todo cambió para mí y ahora lucho denonadamente para ser mejor persona.

-Y solo ha hecho falta que Mateo se quede ciego. Dios, Pep, ¿sabes? Me pongo a pensar un poco y me doy cuenta de que Mateo podría haber salvado no solo la vista sino también evitado la esclerosis que le afecta de haber tenido otros amigos, otra esposa, otros hijos, y no puedo evitar pensar que todo lo malo que le ha venido ha sido culpa mía directa o indirectamente.

¿Sabes que llamó desesperado a mi trabajo y yo lo mandé a tomar por culo? Lo mandé a la mierda, Pep. A él, que acudía a su ex esposa para que le salvara. No puedo evitar creer que demoró tanto un tratamiento alternativo porque estaba seguro de que yo no le iba a fallar. Y cuando me localizó ¿qué hice? Le mandé a tomar por culo. Eso es lo que hizo la doctora Adela Fuentes.

-No te tortures, Adela. No podías saberlo

-He oído eso tantas veces que ya no me lo creo. Me suena a excusa barata, queda muy bien decirlo y conformarse pero eso no me quita lo que siento.

-Escucha, Adela, podemos intentarlo. Yo te ayudaré, dame su historial médico, lo estudiaré.

-Es que ya es muy tarde, Pep -comencé a llorar- no le veo salida. Creo que ya ha pasado el punto sin retorno. Lo de menos es la ceguera,  es que la esclerosis está ahí y ya sabes que es totalmente imprevisible.

-Lo que sé es que es tratable y que si se diagnostica a tiempo puede ser compatible con  una calidad de vida bastante aceptable. A eso nos tenemos que agarrar.

Me comprometí a entregarle toda la documentación que tenía sobre Mateo y cuando salí de su consulta llegaron a mí, desde un abismo muy profundo, las palabras que me dijo un tal Alberto Jurado Vázquez un 9 de octubre de 2018.

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La verdad me había alcanzado y me pudría en mi infierno. Cuánta razón tuvo ese hombre. Y yo le llamé mindundi…