Uno de los beneficios del tratamiento hormonal
Pude de inmediato sentir su inmensidad. Era tan grande que ardía extraño, de una manera difusa. Haciendo muecas, contuve los quejidos como pude y opté por contener con la mano mi pene flácido que rebotaba de un lado hacia otro
Me recargué sobre la cama colocando ambas manos sobre ella para ofrecer mi culito que ya estaba bastante deseoso de ser penetrado. Mientras, él aún continuaba jalándosela pues decía era la primera vez que estaba con una chica trans como yo, y al parecer eso le causaba interferencia para mantener una erección prolongada.
Con mis dedos embadurnados de lubricante recorrí toda la zona de mi ano, intentando humectar tanto como fuera posible para poder recibir una cogida de lo más placentera. Mi cabello rizado caía sobre mi rostro y él lo despejó acomodándolo hacia atrás. Mientras que colocaba de forma muy natural su verga en contra de mi ano, con toda la experiencia del mundo.
– Eres una chica flácida ¿verdad?
– ¿Pero qué dijiste? – Pregunté indignada y algo molesta.
– Allá abajo me refiero. Prefieres mantenerte flácida antes que tener una erección.
– Oh ya te entiendo. Si, vaya, eres el primero que lo nota y no resulta extrañado.
– Me agrada que lo seas. Las chicas con tus preferencias procuran dar y recibir las mejores de las culeadas.
– Bueno, eso está por verse ¿O no? Oye, ¿Qué no eras primerizo?
Su verga comenzó a explorar mis inhóspitos interiores y pude de inmediato sentir su inmensidad. Era tan grande que ardía extraño, de una manera difusa. Haciendo muecas, contuve los quejidos como pude y opté por contener con la mano mi pene flácido que rebotaba de un lado hacia otro.
Luego de algunas bombeadas se detuvo y ejerciendo presión con ambas manos sobre mi cadera, me indicó que acomodara mi cuerpo más abajo para facilitar la penetración.
El dolor que me causaba era tanto como el placer que comenzaba a aparecer. Mi cuerpo se retorcía de maneras extrañas y mis manos casi de forma automática recorrían la piel de mis piernas en busca de apaciguar de alguna manera aquello que no podía controlar. Acomodé mi cabello para que no nos estorbara, llevando mis manos hacia los muslos, como si de alguna forma al ponerlos allí el dolor disminuyera un poco. Di unos golpecitos con mis puños cerrados sobre la parte anterior de ellos. Pero nada en realidad nada cambió en absoluto.
– ¿Qué? ¿Creías que lo del tratamiento hormonal era solo para verse bonita y ya? Las tetitas, las caderas y ese culito vienen acompañados de la misión de darle placer a tipos como yo. A estas alturas ya deberías estar acostumbrada.
– Sí señor. Me limité a responder entre quejidos
Colocó su mano izquierda sobre mi hombro y asistiéndose así comenzó a cogerme más salvajemente. Algunas 100 arremetidas debieron pasar en menos de un minuto haciendo que mi pene se encogiera al sentir tanto dolor. Hasta que al no poder aguantar más le detuve en seco.
– Ya, para.
Sentí como mi pene bamboleó algunos instantes después de que él se había detenido, señal de que aquella cogida estaba siendo brutal. Manteniéndose dentro de mí en todo momento, comenzó a acariciar mi espalda mientras tomaba mi descanso. Pero pasados algunos segundos, reanudó el asedio de manera más calmada pero igual de profunda y constante.
Una gota gorda de precum emanó de mi penecito aguado, creando un largo y continuo hilo viscoso al desprenderse de mí. Él lo miró, lo recogió con un dedo y luego de probarlo, me felicitó por ello.
– Eso es nenita, así me gusta, eso significa que te gusta bastante.
Aquella afirmación no era del todo cierto, me estaba doliendo bastante debido a las dimensiones de su verga, pero por otro lado aquello tampoco era del todo falso, pues el liquido preseminal si indicaba sin lugar a dudas lo mucho que lo estaba disfrutando.
Siguió bombeándome durante otros tres o cuatro minutos más, tiempo que para mí duró una eternidad. Deseaba con ansias que por fin se corriera para que pudiera dejar descansar mi dolorido culo, pero él parecía tener mucha energía.
Siguió penetrando sin darme cuartel, pero atendiendo a mis suplicas, procuró no hacerlo de forma tan violenta, luego de unos instantes anunció su corrida y comenzó a llenarme con su esperma. Parecía llevar varios días sin correrse pues podía sentir como la lefa escapaba abundantemente de mi culo, mientras seguía follándome. De pronto se detuvo y sacó su verga aun erecta de mi ano.
– Me gústaste bastante. Luego te vuelvo a visitar.
Me propinó una nalgada que se escuchó fuertemente, y luego tiró un fajo enorme de billetes sobre la cama junto a mi cabeza, recogió su ropa y comenzó a vestirse.
– Eso es todo lo que puedo darte. No esperes nada más. Pero sabe que te volviste mi favorita – Continuó, como procurando que sus intenciones quedaran bien claras.
Salió del cuarto de aquella habitación dejándome a medio orgasmo sin nada a la mano con qué complacerme. Aun jadeando fuertemente pensé que quizá debería terminar el acto utilizando mis propios dedos. Pero decidí quedarme así cachondita, pues la sensación de incomodidad me agradaba bastante.
Todo el día siguiente caminé con incomodidad por el ardor en el ano, y las piernas bastante debilitadas de tanto coger. Pero con una sonrisa de oreja a oreja pues todo aquello me hacía sentir toda una mujercita en forma.