Universitarios casados
Saray y yo nos conocemos solo de estudiar juntos en una universidad online, pero un fin de semana, decidimos, junto a otros compañeros, irnos de escapada rural. He aquí el resultado de una fantasía.
Estudio en una famosa universidad online española, no tuve la oportunidad de estudiar cuando debía, así que me matriculé en esta opción.
Como supondréis, todo contacto se realiza mediante mails y otras redes sociales. Aunque el contacto es mínimo, así conocí a Saray.
Marta era una chica majísima, casada (igual que yo) con dos niñas pequeñas. Yo con uno. Pero de edades bastante similares, quizá por esa afinidad y por la coincidencia en algunas asignaturas hicimos algo más de vínculo.
Alguna vez coqueteábamos de manera casi inocente por los grupos de whatsapp, nada serio. Hasta que un día alguien del grupo propuso una quedada en una casa rural entre los seis o siete que mejor nos llevábamos. Sonaba genial, un fin de semana con los amigos y las familias de cada uno para conocernos personalmente al fin.
Lamentablemente nuestro hijo se puso algo enfermo y aunque estuve a punto de no asistir a la reunión, al final me animé a ir solo. Tampoco era un mal plan, un fin de semana alejado de pañales, lloros, enfados…no podría salir mal.
La llegada a la casa rural fue maravillosa, nos saludamos, nos abrazamos y por fin me encontré en persona con Saray. Sentí algo por ella inmediatamente, pero fue algo fugaz, un pensamiento leve al ver su cuerpo, se notaba que había sido madre, pero aún así era increíblemente atractiva, unos pechos pequeños, una larga cabellera castaña y unos ojos verdes preciosos….y una sonrisa, solo esa sonrisa valdría un viaje a la luna.
Nos sentamos, comimos y bebimos hasta bien entrada la tarde. Yo tenía ganas de pasear y salí de la casa y me senté en un pequeño embarcadero junto a un lago. No había nadie más, solo un grupo de universitarios ya entrados en años armando jaleo.
Andaba pensando en mis cosas cuando sentí unos pases que se acercaban, no me giré, hasta que sentí una mano sobre mi hombro izquierdo.
-Hola! ¿Que haces aquí solo? ¿Ha pasado algo?
Me volteé y vi a Saray, vestía una camisa de botones a cuadros, unos vaqueros e iba descalza. Siento una predilección por los pies femeninos, y los suyos eran preciosos. Su amplia sonrisa me enaltecía y confortaba.
-Que va! Está siendo una tarde genial, pero…tenía ganas de sentarme un rato a solas conmigo mismo. ¿No te ocurre a ti a veces? Pasamos tanto tiempo con los niños, nuestras parejas, que todo se ha transformado en un caos rutinario. Casi no hay tiempo para simplemente sentarte contigo mismo y escucharte.
-Te entiendo…yo he dejado a las mías y hoy casi no me reconozco. Hacía tanto que no salía a divertirme, parece que haya pasado una eternidad. Jose no quería venir, pero yo tenía la necesidad de veros, aunque fuese sola. -Se sentó a mi lado, vi que la camisa no estaba totalmente abrochada y se intuía el contorno de un pecho debajo de ella. Tragué saliva, tenerla ahí tan cerca, y haber intuido siquiera su pecho bajo la camisa hizo que me empezara a excitar.
-La rutina nos vence a las personas casadas -Siguió diciendo- Ya te digo que tenía ganas de veros y distraerme, recuperar un poco a la Saray que no es mamá. Al final, tanta rutina, hace que te plantees cosas, como si merece la pena, si seguir adelante o tomar algún camino que no sabes cierto hacia donde va a ir. –En ese momento, sentí su mano sobre mi muslo.
-Si, te entiendo completamente –agregué- la rutina es difícil de sobrellevar, a todos los niveles. Especialmente y, confidencialmente, a nivel sexual. Al final es rutinario, a veces sin pasión, la mayoría de veces a contrarreloj.
Nos quedamos mirándonos unos segundos, sentía como movía lentamente sus dedos en mi muslo, mientras de fondo se oía el arrullo del agua y más al fondo, a nuestros compañeros montando un buen escándalo. Desvié mi mirada de nuevo hacia donde vi, o creí ver, su pecho, no sabía que iba a pasar, pero al menos, quería llevarme esa imagen para más tarde. Cual fue mi sorpresa que Saray había desabrochado un par de botones más, y ahora, podía ver perfectamente sus pechos, pequeños, pero sin lugar a dudas, apetitosos. Su mano subió un poco más, subí de nuevo mi mirada y nos miramos fijamente, en silencio. Mi mano se posó en sus costillas, ella suspiró, la acariciaba lentamente, ambos dudábamos de qué camino tomar. Fuimos acercándonos hasta que nos besamos.
Fue un beso apasionado, con lengua, de esos que das cuando tienes veinte años. Ambos sentíamos dentro un deseo que estaba ansioso por salir y desbocarse. Mi mano buscó su pecho, si, deseaba sentirlo, acariciarlo, Saray gimió al tiempo que llevó su mano directamente a mi entrepierna para descubrir como había crecido estando a su lado.
-Vaya tela como has venido. –dijo.
-No he venido así, tú me has puesto así. –En ese momento bajé su sujetador y pude ver al fin sus pechos, pequeños, suaves, con los pezones duros.
Llegados a este punto, he de confesar que muchas veces fantaseé con que pasara algo así. Nunca imaginé que realmente pudiese llegar a pasar.
Llevé mi boca a sus pechos, saboreándolos mientras ella empezaba a gemir, la tumbé de espaldas para facilitarnos el trabajo. Mi boca los saboreaba cuando empecé a deslizar mi lengua hasta el borde de su vaquero, lo desabroché y los quité junto con su ropa interior.
-Eres malvado! Te has adelantado y tú aún sigues vestido. –Exclamó.
Pero hice oídos sordos, levanté su pierna derecha y le besé el tobillo, subiendo lentamente, mientras ella apretaba sus manos. Mi boca subía por su pierna, hacia su muslo, la dejé caer y ella se quedó abierta de piernas mientras mi boca seguía acercándose a su coñito, lo deseaba, deseaba saborearla, sentirla húmeda.
-No…no lo hagas. –Dudó en decirlo, sus palabras me sorprendieron.
-No? ¿Porqué no?
-A Jose no le gusta hacerlo y no estoy acostumbrada. No sé, se me hace raro.
Desoí su petición, pues sabía que era absurda, que a Jose no le gusta? Que no se preocupase pues a mi me encanta. Cuando sintió el roce de mi lengua directamente en los labios de su coñito se estremeció, arrancándole un largo gemido.
-Aaaaaaaaaaaah joder!!!
Seguí lamiendo y jugueteando con su coñito, sabía tan bien y yo estaba tan excitado que no pensaba en otra cosa que no fuera seguir y seguir. Su flujo empezó a salir y a empaparme la cara, yo seguía mientras ella susurraba que parase, que le daba vergüenza. No hay vergüenza llegados a este punto, empecé a succionar sus labios y luego a juguetear con su clítoris, mientras mis dedos empezaron a penetrarla. Se deslizaban suavemente y el chapoteo que salía de su coñito, rivalizaba con el sonido del agua que nos acompañaba. Primero un dedo, luego dos, entrando y saliendo mientras mi boca seguía jugando.
-Aaaaaaaah joder, joder!!! –Exclamó una vez más- Nunca imaginé sentirme así, dios, como me has puesto, necesito hacerlo, necesito follar, hazlo, métemela.
Rápidamente me incorporé y empecé a desvestirme ayudado por Saray, la cual me besaba el pecho, y masajeaba mi miembro. Cuando lo vio, totalmente erecto, lo agarró con sus manos y me regaló una buena paja, ahora el que gemía era yo.
Pero ella ya tenía claro el camino, y la quería dentro de ella. Me tumbó a mi sobre el embarcadero y se puso encima, nos besamos una vez más mi miembro, totalmente duro, acariciaba sus labios vaginales, casi podía sentir su flujo cayendo encima de mis piernas, hizo un par de amagos de meterla, sacándola rápidamente, haciéndome gruñir entre excitado y frustrado, apoyó su frente en la mía, y reíamos cada vez que repetía el movimiento, hasta que la hundió dentro de ella.
-Ooooooh, aaaaaah!! –esta vez gemimos ambos al unísono al sentir como entraba.
Empezó a cabalgarme, como hacía años que nadie lo hacía, y casi estaba seguro que hacía años que ella tampoco lo hacía así. Arqueó su espalda, facilitándose así sus movimientos, quedando yo de espectador afortunado, dejándome llevar por ella. Saray me cabalgaba con furia, con deseo, nuestros cuerpos totalmente desnudos, unidos en ese momento dejándonos llevar por nuestro placer, sin importar siquiera si alguien pudiese estar viéndonos, al fin y al cabo, no estábamos solos en aquel lugar.
De tanto en tanto se inclinaba para que nos besáramos, mis manos no sabían donde ir, de sus pechos, jugando con sus pezones, pasaban a sus nalgas, para levantarla y dejarla caer sobre mi polla en una penetración seca, profunda, placentera. O simplemente apoyadas en su cintura, simplemente acompañando sus movimientos.
Desde su posición, me miraba con deseo mientras se ajustaba el pelo, dejándose llevar por el placer y la excitación. Empezó a acelerar, nuestros gemidos iban en aumento, jadeábamos como dos adolescentes.
-Saray, no podré aguantar mucho más –conseguí decir- córrete, la saco y me corro fuera.
-Ni de coña, quiero correrme contigo joder. Hazlo dentro. No hay riesgo, vamos córrete, córrete conmigo –empezamos a gemir y jadear como hacía tiempo que no lo hacíamos- Dámelo….todo.
Gemimos y jadeamos hasta que llegamos juntos al orgasmo, nos quedamos un rato así y sentí unas agradables cosquillas en la punta de mi miembro. Ambos nos reímos, la saqué y me miró.
-Espera, no puedes irte así, yo no la he probado –se arrodilló y empezó a lamérmela para dejarla bien limpia, aquello provocó tanto un gemido, como una sonrisa al tocar aquella zona tan sensible.
-Vistámonos –le dije- no se cuanto tiempo llevamos aquí, aunque estén borrachos, igual nos echan de menos.
-Si, será, mejor ir y no dar el cante. Voy yo primero, sígueme luego. Que bien que el fin de semana acabe de empezar, no crees?