Universitarias en Bondage

Dos criminales entran a la casa de tres estudiantes universitarias, a las que después de robar, las dejarán toda la noche atadas, amordazadas y desnudas

Universitarias en Bondage

Víctor y yo estábamos esperando en nuestra camioneta el momento para dar nuestro golpe. Ninguno de los dos teníamos trabajo, yo acababa de perderlo y él no estaba interesado en obtener uno, tenía una mejor manera de ganarse la vida, el robo. Debido a mi reciente desempleo yo iba a ayudarlo ahora.

El trabajo no era sencillo, pero confiaba en la experiencia de Víctor. Solo requeríamos dar un buen golpe y podría vivir con soltura por el tiempo suficiente para encontrar empleo, recientemente habíamos encontrado un lugar ideal para robar, un vecindario cuyos habitantes eran casi en su totalidad jóvenes estudiantes de una universidad cercana, se trataba de un colegio privado y todos los que estudiaban ahí vivían con muchos lujos y soltura, así que con el robo planeado ganaríamos muchísimo dinero. Además los estudiantes eran más ingenuos y descuidados que otras personas, y, como eran jóvenes, les gustaba mucho salir a ver a amigos o familia o simplemente a divertirse, por lo que al atacar un hogar contábamos con mucha certeza respecto a que no habría vecinos de que preocuparnos o el riesgo de una visita inesperada.

Era viernes por la noche y llevábamos una semana vigilando la casa que robaríamos, no estaba vacía, pero quien la habitaba eran las que Víctor consideraba unas víctimas ideales: tres hermosas chicas que eran buenas amigas y compartían el lugar. Yo hubiera preferido atacar una casa vacía, pero Víctor parecía tener un interés particular en que al menos una de las chicas estuviera en casa, y él era el jefe, así que yo no tenía mucho que oponer, si no me gustaba el actuaría sin mí, y yo permanecería terriblemente necesitado de dinero. Víctor me dijo que pensaba hacerles y me prometió que ninguna saldría lastimada, decidí creerle.

La casa era de dos pisos y por lo que habíamos visto las tres mujeres tenían auto, aparatos caros y no dudábamos que en casa tendrían mucho más lujos que podríamos vender muy bien. A las diez de la noche la calle estaba vacía y silenciosa, todos, excepto los pocos desafortunados que tenían clase los sábados estaban en alguna fiesta o reunión.

-es hora. -Me dijo Víctor.

Los dos tomamos nuestras pistolas, nos pusimos un pasamontañas para cubrirnos el rostro y guantes para no dejar huellas dactilares, movimos nuestra camioneta hasta dejarla muy cerca de la entrada de la casa y, rápidamente, bajamos de ella y llegamos a la entrada principal. Víctor, quien era enorme y por lo tanto sólo con su imagen imponía mucho, toco la puerta.

Al poco tiempo una chica rubia abrió la puerta, al vernos a los dos con el rostro cubierto y armados se asustó y trató de dejarnos fuera, pero rápidamente Víctor detuvo la puerta y con su fuerza la abrió, la chica trató de alejarse corriendo, pero mi compañero la alcanzó sosteniéndole los brazos al cuerpo con uno de sus brazos y cubriéndole la boca con su enorme mano, aunque era una mujer más alta que el promedio, se veía pequeña en comparación con el enorme tamaño de mi compañero. Mientras yo entraba y cerraba la puerta Víctor susurraba a la universitaria.

-No te resistas, solo venimos a robarte. Si haces lo que te ordenemos y no nos das problemas no vamos a lastimarte ¿entiendes?

La chica asintió.

-Te voy a soltar la boca, no quiero que hagas ruido.

La rubia asintió de nuevo y fue liberada; Víctor la guió hasta el centro de la estancia y después la dejó, la joven se acomodó el cabello pero no hizo ningún ruido.

-desvístete. Le dijo víctor.

-¿Qué?

Preguntó la chica, la promesa de que no la lastimaríamos la había calmado un poco, pero esta orden volvió a inquietarla.

-No te preocupes, te dije que no te lastimaríamos, pero no podemos confiar en ti, necesitamos estar seguros de que no escondes nada en tu ropa que puedas usar como un arma si se te presenta la oportunidad -luego añadió secamente- ahora desvístete tú sola o iré ahí y te arrancaré tu ropa.

La joven dudó un segundo y entonces se empezó a quitar reticentemente los pants que vestía, al ver que nos obedecía yo empecé a revisar cajones y muebles y Víctor también empezó a revisar que había a su alrededor; la casa, aunque de dos pisos, era pequeña, y desde la sala se podía ver todo su interior. Unas escaleras subían al piso de arriba donde se veían tres puertas, cada una de una habitación. Abajo al lado de la sala había un comedor con una elegante mesa y sillas y al fondo, separada del resto de la estancia por una barra, pero igualmente visible, la cocina. Finalmente había otra pequeña puerta que llevaba al baño.

Víctor no perdió de vista a la hermosa chica que tras quitarse los pants se quedó en ropa interior suponiendo que eso era suficiente para que viéramos que no ocultaba nada. Víctor no compartía su opinión y le hizo una seña con la pistola de que continuara, la chica no comprendió y entonces mi compañero tuvo que hablar.

-desnúdate completamente.

-por… ¿por qué? -preguntó ella angustiada mientras sus ojos comenzaban a ponerse llorosos.

-no te angusties, ya vimos que no escondes nada, pero no podemos tenerte vigilada todo el tiempo, si vez una oportunidad podrías salir corriendo por la puerta y buscar ayuda, si estás desnuda te sentirás avergonzada y vulnerable y eso hace mucho menos probable que vayas a salir corriendo. -tras la explicación añadió- obedéceme y deja de hacer preguntas, porque empiezas a molestarme, te dije que no te lastimaríamos si no nos causabas problemas así que a partir de ahora solo haz caso y deja de cuestionarnos, de lo contrario me harás enojar y entonces no te prometo que estés segura.

La chica quería reclamar o que algo le evitara quitarse su ropa interior, pero no tenía opción, se quitó calcetines, sostén y bragas y quedó completamente desnuda frente a nosotros, trató de proteger un poco su intimidad cubriendo con una mano su vagina y cruzando su otro brazo sobre sus grandes pechos.

La dejamos parada esperando mientras entre los dos empezamos a separar todo lo que nos llevaríamos, pasaron varios minutos y pronto teníamos listo un primer paquete de variadas cosas de valor que encontramos listo para llevar a nuestra camioneta. Antes de que pudiéramos transportarlas una de las puertas en el piso de arriba de la casa se abrió y de ella salió bostezando otra de las chicas, ella vestía su pijama y tenía cabello negro, había estado dormida y por eso no nos había notado, suerte para nosotros pues de lo contrario pudo hablar a la policía sin que nosotros nos diéramos cuenta siquiera de que ella estaba en casa.

Al ver la escena que ocurría abajo la chica quedó confundida y quieta unos momentos mientras trataba de comprender la situación, Víctor aprovechó el momento para alcanzarla con unas rápidas y enormes zancadas inmovilizándola y cubriéndole la boca como había hecho con la rubia cuando entramos a la casa; al ver al asaltante abalanzándose sobre ella la morena trató de reaccionar pero ya era muy tarde para cualquier cosa que pudiera intentar, su grito fue ahogado por la mano de mi compinche y con su fuerza la chica fue obligada a bajar para reunirse con su amiga.

Víctor la soltó y la chica se quedó quieta y callada pues pronto comprendió que eso sería lo mejor para ella.

-¡desvístete! -ordenó Víctor.

La morena nos vio a los dos y luego vio de arriba abajo a su compañera que avergonzada trataba de cubrirse, entonces se quitó el pijama y como bajo el mismo no llevaba ropa interior también quedó completamente desnuda haciendo los mismos inútiles esfuerzos de proteger su intimidad.

Mi compañero se alejó de ella y tomó un rollo de cinta de aislar con el cual empezó a cerrar las cajas donde habíamos acomodado todo el material que nos empezaríamos a llevar, mientras se dedicaba a ello me dijo que tomara dos de las sillas del comedor, yo fui para allá y coloqué las dos sillas uno junto a la otra, entonces Víctor ordenó a las universitarias que se sentaran en las sillas, las jóvenes caminaron torpemente ya que intentaban mantenerse cubiertas y se sentaron como ordenamos, por la manera en que acomodé las sillas su espalda estaba hacia la cocina y su frente hacia la sala; las dos chicas cruzaron sus dos brazos sobre sus pechos y pegaron lo más posible sus piernas.

Víctor caminó hacia ellas, rollo de cinta en mano y les dijo.

-vamos a amarrarlas a las sillas, tenemos que dejar esas cosas en nuestro vehículo antes de venir por más y no podemos dejarlas sueltas mientras estamos fuera.

Las dos amigas se voltearon a ver incómodas, pero ambas sabían que no podían hacer nada sino permitir que las ataran y soportar su situación con la mayor dignidad posible.

Víctor tomó las manos de la rubia y las cruzó a su espalda, detrás del respaldo de la silla, la chica no se resistió a pesar de que sus grandes pechos quedaron al descubierto y sin problemas mi compañero le ató las manos envolviendo la cinta unas cinco veces alrededor de sus muñecas, después hizo lo mismo con la morena. Con las manos de las dos chicas atadas pasó al frente para amarrarles los pies, con sus piernas completamente pegadas para cubrirse los genitales las dos amigas esperaban que les amarraran las piernas juntas, pero Víctor tenía otros planes y obligó a la belleza de cabellos negros a separar sus piernas; la chica ofreció una leve pero inútil resistencia y acabó por ceder, sus tobillos fueron atado por separado a las patas de la silla y su coño quedó expuesto, después lo mismo le ocurrió a la rubia. Víctor se levantó para ver su obra y las dos chicas se retorcieron para ver cuanto movimiento les permitían sus ataduras, mi compañero decidió detener esto y, empezando con la rubia y continuando con la morena, usó el rollo de cinta para sujetarles el cuerpo al respaldo de la silla dándole varias vueltas al pegajoso material en varios puntos entre la cintura y los hombros de las indefensas amigas.

-Ahora volvemos chicas.

Dijo y junto a mi salimos cargando las cajas llenas del botín que habíamos recaudado hasta el momento; cada uno cargó un par de cajas y tras dejarlas en el suelo Víctor volvió a la casa mientras yo me quedé atrás para acomodarlas, cuando terminé y volví me encontré a las dos chicas casi llorando y suplicando a Víctor, yo sabía que mi compañero podía ser violento y aunque estaba de acuerdo con dejarlas amarradas no iba a permitir que les hiciera daño, así que armándome de valor intervine.

-¿qué es lo que pasa?

-Nada, están tratando de evitar que las amordace.

-¿Amordazarlas?… nunca acordamos que haríamos eso.

-¿acaso hacía falta? Piensa un poco muchacho, es obvio que tenemos que hacerlo. Cuando salgamos de aquí necesitamos tener todo el tiempo posible para escapar de aquí y no ser encontrados, para ello necesitamos que estas chicas se queden aquí el mayor tiempo posible antes de que puedan alertar a la policía. Si no las amordazamos pasarán a lo mucho cinco minutos después de que nos vayamos para que se pongan a gritar pidiendo ayuda y entonces alguien las oirá y desatará, eso no nos dejará tiempo de huir. En cambio con las mordazas nadie podrá oírlas y se quedarán amarradas por horas hasta que alguien las encuentre y rescate, son horas que a nosotros nos serán muy útiles.

Con esa lógica explicación dejé de rebatirle, las chicas serían calladas sin importar lo que pensaran al respecto y Víctor se los hizo saber con su acostumbrada rudeza.

-Muy bien chicas, tienen dos opciones, o me dejan amordazarlas ahora, o me aseguraré de que guarden silencio para siempre.

Al decir esto les mostró la pistola que guardaba en su pantalón. El miedo se reflejó en los ojos de las chicas al comprender el significado de sus palabras, podría jurar que una de ellas tuvo incluso un escalofrío que le recorrió toda su espina. Ambas decidieron que ser amordazadas era, después de todo, una excelente idea. Víctor se acercó a la pila de ropa que antes vestía a las estudiantes y que ahora estaba en el suelo y agarró los calcetines de la rubia, metió uno en la boca de cada chica y luego las terminó de callar colocándoles tres pedazos de cinta a cada una sobre la boca.

Las chicas ya no nos estorbaban para nada así que pudimos dedicarnos con toda calma a seguirlas despojando de toda cosa de valor que había, desde efectivo, tarjetas de crédito y celulares hasta computadoras, estereos y televisiones. Tenían tantas cosas de valor que pasamos horas vaciando su hogar, solo distrayéndonos de vez en cuando para ver sus hermosos cuerpos expuestos, ellas solo nos vieron en silencio todo el tiempo.

Hicimos dos viajes más para cargar la camioneta y ya teníamos todo para un tercero y último que sería nuestra despedida, en ese instante oímos una llave y vimos que alguien quería entrar a la casa, era la tercera chica que a esas horas de la noche volvía a su hogar. Víctor se ocultó a un lado de la puerta y yo me metí al fondo del departamento para que no me viera al entrar, la chica tenía el cabello pelirrojo, vestía un vestido de coctel y llevaba un enorme ramo de rosas consigo. En cuanto entró Víctor se abalanzó sobre ella como lo había hecho con sus compañeras, la chica soltó un acallado grito de sorpresa que se acrecentó cuando vio a sus amigas desnudas y amarradas que la veían con los ojos reflejando la esperanza perdida en una pronta liberación; la recién llegada se resistió y pateó con sus tacones a Víctor en la espinilla, mi compañero soltó un grito de dolor y la soltó, lo cual ella aprovechó para huir, sin embargo Víctor se recuperó pronto y como la chica no podía correr muy rápido con los tacones que vestía le dio alcance y la tiró al suelo, ahí, lleno de ira por la dolorosa patada que le había dado, le arrancó el vestido y el sostén; luego le quitó los zapatos, medias y calzones, cuidando de no romper estos últimos, todo esto ocurrió en tan solo unos segundos y la recién llegada chica no había podido ni reaccionar cuando ya estaba sometida en el suelo y completamente desnuda.

Yo me acerqué cautelosamente y vi que Víctor aun estaba furioso, sin permitir que la pelirroja se levantara del suelo logró alcanzar una espátula que estaba sobre la barra de la cocina, colocó a la chica bocabajo y usó el instrumento para nalguearla hasta que logró sacar su enojo, todo el tiempo cubrió la boca de la chica con su mano para que no gritara. Cuando terminó volteó a ver a las dos cautivas que veían la escena con horror y les dijo que eso era lo que les pasaba a quienes lo hacían enojar.

La humillada y adolorida joven se quedó en el suelo mientras yo colocaba una nueva silla al lado de sus amigas, después Víctor la levantó, sentó y ató de la misma manera en que había hecho con las otras dos prisioneras.

-Tú castigo no ha terminado. Le dijo entonces a la chava.

-Por haberme pateado tú mordaza va a ser mucho peor que la de ellas.

Cumpliendo su amenaza Víctor recogió las bragas de la rubia y, a pesar de que intentó resistirse, se las metió enteras en la boca a la pelirroja, luego tomó el rollo de cinta pero no se conformó con cortar tres pedazos y pegarlos sobre sus labios, sino que rodeó tres veces la cabeza de la chica no cortando la cinta hasta que terminó y atrapándole el pelo con el pegajoso material. Para humillarla un poco más recogió los calzones que le había quitado y se los puso sobre la cabeza, asegurándose de que la parte más olorosa estuviera directamente sobre su nariz.

-Eso te debe enseñar una lección, la próxima vez imita a tus amigas y no des problemas.

La chica ya había recibido un excesivo castigo y yo lo había permitido porque el ver la ira de mi compañero honestamente también me hizo temer, pero ya no debía permitir que la lastimara más, así que ahora si intervine.

-Creo que ya entendió su lección, hemos terminado con ellas, tomemos las últimas cosas y vámonos.

-Tienes razón, es hora de despedirnos chicas. Dijo y se dispuso a irse, pero de repente algo lo detuvo.

-Una última cosa, vamos a asegurarnos de que no puedan buscar una manera de escapar una vez que nos vayamos. Voy a buscar con que cubrirles los ojos.

Tres ahogados gritos de inconformidad se escucharon tras las mordazas, pero Víctor los ignoró y subió a las habitaciones para buscar lo que necesitaba.

Seguramente como yo había sido más bueno con ellas, en cuanto Víctor se esfumó en los cuartos las tres voltearon a verme con ojos suplicantes, rogándome con la mirada que evitara que además del movimiento, el habla también las privaran de la vista. Lástima por ellas pero buscaban compasión en la persona equivocada, aunque no iba a dejar que les hicieran daño, la verdad es que ver a las tres hermosuras atadas, amordazadas y completamente desnudas me estaba divirtiendo bastante, y me había causado una emoción que nunca imaginé que el ver a chicas amarradas podría llegar a causarme; el privarlas de la vista era algo que también estaba deseando, y no era algo que fuera a herirlas, solo se quedarían absolutamente indefensas.

Cuando Víctor volvió a bajar las chicas me siguieron viendo suplicantes, esperando que en cualquier momento lo detuviera, pero no fue así. Mi compañero había bajado las fundas de tres almohadas y en cuanto colocó la primera sobre la cabeza de la pelirroja, vi como la esperanza se desvaneció de los ojos de sus dos amigas siendo suplantada por la resignación, pronto su cabeza también fue cubierta, siendo la única parte de su cuerpo que no estaba expuesta a nuestras miradas.

Víctor terminó su trabajo volviendo a tomar la cinta y envolviendo de nuevo las cabezas de las chicas sobre la funda, a la altura de donde estaban sus ojos, de modo que aun si intentaran agitar la cabeza para librarse de la tela y recuperar la vista les fuera imposible lograrlo. De nuevo la pelirroja recibió más castigo que las otras pues la cinta fue envuelta no solo sobre sus ojos, sino también sobre su boca, reforzando aun más su mordaza.

-Fue un placer chicas.

Se despidió Víctor y los dos nos fuimos con las últimas cajas, dejándolas solas en la oscuridad a esperar a que alguien las visitara y rescatara.

Todo fue bien para nosotros, al día siguiente vimos en el noticiero local que las tres chicas fueron rescatadas alrededor del medio día del sábado cuando un amigo, preocupado porque no habían ido a clases y ninguna contestaba sus llamadas había ido a su casa a averiguar que les había pasado. Esperamos unas semanas antes de empezar a vender a buen precio todo lo encontrado, y nos hicimos de una buena cantidad de efectivo que me permitirá vivir un tiempo hasta que encuentre un nuevo trabajo, se que Víctor seguirá robando, pero en lo que a mi respecta, privar a la gente de los bienes que tanto les costó ganar no es algo que me agrade mucho, lo hice por que estaba en una emergencia, pero en cuanto encuentre empleo no lo repetiré. Lo que si quiero volver a hacer es amarrar chicas, la emoción que sentí al ver a las tres bellezas encueradas e indefensas es indescriptible, nunca pensé que algo así pudiera ser tan excitante pero lo es. A partir de ese robo siempre llevo un rollo de cinta en la cajuela del auto, por si algún día tengo la oportunidad de utilizarla.

Fin.