Universitaria que iba al cine X a hacer pajas (3)

Trabajé en los 90 en un famoso Cine X de Madrid y conocí a una chica universitaria muy guapa y modosita de 20 años que iba a diario a pajear abuelos. Una de las cosas más curiosas que he visto en mi vida. Aquí hablo del tercer día que vino al cine, cuando las cosas se calientan en gran medida.

Vengo de aquí (primera parte): https://www.todorelatos.com/relato/185075/

Y de aquí (segunda parte): https://www.todorelatos.com/relato/185091/

Los días siguientes la chica no apareció por el cine. Pensé que a lo mejor se habría molestado por mis palabras, así que no pude evitar sentirme mal conmigo mismo por haberla tildado de puta. No sé qué tenía esa chica pero me atraía muchísimo y necesitaba volver a verla.

Los días en el cine transcurrían con normalidad, pero sí me llamó la atención que había más clientes que de costumbre, ¿sería por la chica? Tal vez alguno de los viejos guarros a los que había pajeado lo había comentado a sus amigos.

Un día durante el almuerzo en el bar intenté sacarle algo más de información a Paco el taquillero:

  • Oye, Paco, ¿no me podrías dar más información sobre la chica?

  • ¿Y qué quieres que te diga? Ni que ella fuera mi hija...

  • Hombre, a ti te enseñó su DNI para poder entrar al cine.

  • Sí, pero solamente me fijé en que fuese mayor de edad, y así es, ya que tiene 20 años. Ah, sí, y otra cosa que recuerdo es que se llama Teresa, pero no me acuerdo de nada más. Además, aunque supiera más cosas tampoco te las iba a poder decir ya que hay que preservar la información de los clientes.

  • Teresita la pajillera (dije entre risas)

  • ¿Qué te pasa con esa chica?, ¿te gusta? No parece muy buen partido viendo las cosas que dices que hace...

  • Uff, es que no la viste la última vez, Paco. No veas las pajas que hace, con qué cuidado y pasión mueve la mano. Y tampoco te puedes imaginar las pedazo ubres que tiene la chavala, ¡son enormes!, ¡Hacerse una cubana con esas tetas y correrse en ellas debe de ser el paraíso!

A la semana siguiente cuando ya me estaba olvidando de Teresa, la volví a ver en la taquilla comprando una entrada, y sentí que me daba un vuelco el corazón. Esta vez llevaba un pantalón vaquero negro y una camiseta holgada. Como siempre, corrí a la habitación de control para poder ver qué hacía esta vez, ya que estaba ansioso y tenía ganas de volver a verla en acción. Desde ahí arriba conté a 16 espectadores en total, de una edad entre 40 y 70 años más o menos. Entre ellos estaban los dos hombres a los que Teresa había pajeado los días previos.

Cuando la vi entrar en la sala noté que me dio otro vuelco el corazón y que me palpitaba la polla. Los espectadores también se se quedaron mirándola completamente absortos. Esta vez Teresa no se dirigió a la fila de atrás como había hecho hasta ahora, sino que fue donde estaba sentado el viejo calvo al que le había masturbado las dos últimas veces y se sentó a su lado.

El hombre, rápidamente y sin medias tintas, se sacó la polla de la bragueta, que ya la tenía tiesa y apuntando a Teresa con su glande rojizo al descubierto. Ella la agarró con firmeza y empezó a masturbarle despacio mientras le sonreía y le decía algo. Estuvieron hablando unos minutos aunque yo no podía escuchar qué se decían. Entonces se empezaron a besar, si bien más que un beso eso era un morreo de enamorados, mientras ella no dejaba de masturbarle.

De repente Teresa paró, le lanzó una sonrisa pícara al viejo, se recogió el pelo en una coleta, y agachó su cabeza entre las piernas de él. Desde donde yo estaba no alcanzaba a verla pero era obvio que le estaba haciendo una mamada, y a juzgar por los gemidos de placer que daba el hombre, una muy buena mamada. El viejo estaba con la cabeza echada hacia atrás del respaldo y dando gruñidos de gusto cada vez más intensos, hasta que pegó un grito de varios segundos y se quedó completamente tirado en el asiento. Por como había gritado daba la impresión de que había tenido un orgasmo muy largo y había echado una corrida cuantiosa.

Teresa levantó la cabeza, se sentó y volvió a mantener una pequeña conversación con el viejo. Intenté fijarme, pero no me pareció ver restos de corrida en su boca o cara, ¿se lo habría tragado todo o lo habría escupido al suelo?

Al momento miré al resto de la sala y vi que todos los demás espectadores estaban de pie acercándose al asiento de Teresa, por lo que el viejo que ya había eyaculado se levantó y se cambió de asiento para dejar sitio a los demás, quienes con las pollas al aire se pusieron de pie alrededor de Teresa. Obviamente no había espacio entre las dos filas de asientos para los 15 espectadores, por lo que muchos se quedaron atrás esperando su turno, y los más cercanos se le arrimaban con las pollas tiesas fuera.

Ella se les quedó mirando a todos y se quitó la camiseta y el sujetador, dejando libres esas tetas gordas, que enseguida ellos se pusieron a manosear, agarrar y pellizcar. Uno le empezó a restregar la polla por las tetas y no tardó en correrse a chorros, chorros blancos que embadurnaron de semen blanquecino y pegajoso las tetas de Teresa.

El siguiente le puso la polla erecta a un centímetro de la boca y ella empezó a hacerle una mamada. Ahí sí pude alcanzar a ver las artes mamatorias de la chica. Si en hacer pajas ya parecía una experta, en mamadas ya parecía una auténtica maestra. Escupía abundante saliva al glande mientras miraba a los ojos al hombre y después se dedicaba a mamar la polla con pasión, alternando la mamada con lametones y besitos al glande. Al minuto el felado empezó a gritar como una bestia, señal de que estaba eyaculando dentro de su boca. Y tan pronto como se apartó, se puso a chupársela al siguiente mientras el resto no dejaban de tocarle las tetas. Ella no parecía escupir entre corrida y corrida por lo que era obvio que se tragaba el semen de esos tíos, lo cual me pareció asqueroso, pero a la vez me excitaba muchísimo.

En ese momento me di cuenta de que mi obligación como encargado de seguridad era bajar a la sala, parar aquello y echar a todos a la calle, pero es que estaba tan cachondo que me veía incapaz de hacerlo. Así que lo que hice fue ir corriendo al baño para coger papel higiénico y hacerme una paja viendo semejante espectáculo.

Al subir otra vez a la habitación de control vi a Teresa sentada masturbando a dos y chupándosela a un tercero, mientras se turnaba para ir chupándosela a los demás. Era un “bukkake” en toda regla, entonces no lo sabía porque esa palabra todavía no existía en España, pero hoy me doy cuenta de ello.

Tras correrse todos los espectadores, la mayoría en su boca y los demás en sus tetas, Teresa sacó varios pañuelos y empezó a limpiarse el semen que le escurría por las tetas, la tripa y los pantalones. Se puso el sujetador y la camiseta y abandonó la sala.

Bajé corriendo las escaleras con el objetivo de volver a hablar con ella, y como vi que se había metido al baño decidí esperarla fuera. Al salir y verme, se pegó un pequeño susto:

  • ¿Qué haces aquí?, ¿vienes a echarme la bronca otra vez?

La verdad que me daba un morbo enorme verla con esas pintas de niña pija mojigata que parecía no haber roto un plato en su vida, sabiendo las guarradas que había estado haciendo escasos minutos atrás.

  • No, solamente quería disculparme por si el otro día dije algo que te sentó mal.

  • Ah, vale, gracias. ¿Hoy también has estado cotilleando lo que hacía?

  • Sí, y la verdad que he disfrutado mucho con el espectáculo, lo haces muy bien.

  • Vaya, sí que debes de tener poco trabajo por aquí como para estar tanto tiempo de voyeur.

  • Mi trabajo hubiese sido parar todo eso, y precisamente no lo he hecho.

  • Claro que no lo has hecho, porque no tienes huevos a hacerlo. Por eso te dedicas a cotillear como una portera.

  • Oye, niña, a mí háblame con más respeto. Si te hablo es porque quería saber qué hace una chica como tú en un sitio cómo este, ¿por qué vienes a pajear, chupársela y tragarte la lefa de hombres de la edad de tu padre y de tu abuelo?

  • ¡Pues porque me da la gana, no tengo por qué darte más explicaciones!. ¿Qué pasa, que te dan envidia?, ¡pues te jodes!

Dijo, y se dirigió hacia la puerta

  • ¡Espera!

La grité y la agarré del brazo para que no se fuera.

  • ¡Suéltame!, ¡me haces daño!, ¡suéltame ahora mismo o grito!

Me dijo. La solté, me miró con cara de odio y se marchó.

“Qué zorra hija de puta” pensé. Pero esta vez quería saber más sobre ella, así que decidí seguirla. Fui corriendo a las taquillas y le dije a Paco que no me acordaba de que tenía una cita médica y tenía que marcharme, que ya recuperaría esas horas otro día. Así que salí a la calle y seguí a Teresa, metiéndome en el metro tras ella.

Eran las 8 y media de la tarde por lo que el metro estaba a rebosar de gente, una ventaja para que ella no me reconociera, pero por otra parte también era más difícil perderla de vista. Tras una hora de trayecto en metro y cercanías se bajó en la parada de Pozuelo de Alarcón, uno de los barrios más caros de Madrid, donde vive mucha gente de clase alta. La seguí varias calles desde lejos sin que ella me viera hasta que tras andar unos 15 minutos sacó las llaves y abrió la verja de una urbanización de chalets. Ahí yo ya no podía avanzar pero por lo menos ya sabía dónde vivía.

Regresé a la estación y estuve una hora en cercanías y metro hasta que llegué a mi casa, por Pacífico (la otra punta de Madrid, y una zona mucho más pobre que la de Teresa). Me sentía lleno de odio pensando en lo que me había dicho Teresa pero a la vez estaba muy excitado y cachondo por todo lo que había visto ese día. Así que nada más llegar a casa fui al baño y me masturbé pensando en las mamadas de Teresa y en lo zorra y puta que era, aunque fuera del cine pareciera todo lo contrario.

Cuando me fui a dormir no paraba de pensar en ella. ¿Por qué a los putos viejos asquerosos del cine les masturba, les besa, les morrea, les mama las pollas con dulzura y se traga sus corridas, y a mí que soy joven y más atractivo que ellos, me rechaza y me trata de manera tan borde? Estaba lleno de ira pero también de excitación. Me puse a idear varios planes para poder follármela o que me la chupara. ¿Y si la próxima vez en vez de ir a la habitación de control iba a la sala como un cliente más y me sentaba a su lado?, ¿y si la grababa en vídeo y chantajeaba?, ¿y si volvía a hablar con ella y le proponía tomarnos un café para hablar seriamente y decirle que me gustaba?, ¿Y si le pedía ayuda a Paco?

Me volví a masturbar pensando en ella y me quedé dormido pensando en cuál sería mi próxima jugada...