Universitaria: Profesora Particular VI

Gracias a un giro de los acontecimientos tengo que quedarme una noche cuidando de Diego, pero los juegos y la lujuria dan rienda suelta a las pasiones. Y aunque todo parece salir a pedir de boca, surgen algunas complicaciones.

Continuación directa de la serie de relatos Universitaria: Profesora particular. Omitiré introducciones físicas y los detalles sobre personajes recurrentes en la serie. Para más detalles se recomienda leer los capítulos anteriores.

No os voy a engañar, desde la llamada del padre de Diego solo podía pensar en hacerle una visita en cualquier momento. Me habían dado la oportunidad perfecta para ponerme en bandeja de plata, servirme como un suculento plato al que ningún adolescente podría resistirse. Era tal cómo ese crio absorbía mi mente incluso durante el polvo con Lucas, no podía dejar en pensar en que tonta escusa poner para presentarme ahí esa misma noche. Cómo si la necesitase.

Pero, y puede que esto suene raro no conociéndome personalmente, tampoco quería seguir el camino fácil. Ese camino era vestirme sensualmente, con unas medias transparentes, una minifalda y el mejor de mis tops que realzase y transparentase mis pechos. Excusarme diciendo que únicamente me pasaba “para ver que todo estuviese bien” antes de salir de fiesta, y terminar “haciéndole la cena”, ya me comprendéis.

Pero no. Si algo tenía de excitante mi relación con Diego, era precisamente calentarle sutilmente, convertirme en el objeto de sus deseos, hacerle comprender la sexualidad a través de mi, y finalmente, saciar todos sus deseos más sucios. Era algo que no me pasaba con otros chicos, salvo con mi compañero de piso Marcos en algunas ocasiones.

La timidez y la inocencia en los hombres me genera la necesidad de sacar sus más perversos instintos, y convertirme en su Diosa. En cambio, con chicos como Lucas, no me nace ese mismo instinto. Digamos que adopto roles diferentes.

Cuando Lucas se fué de casa tras invitarme de nuevo a pasar el fin de semana con sus padres, no esperé mucho para volver a prepararme con la intención de ir a un único lugar. Estaba poniéndome unos leggins que me realzasen el culo cuando sonó mi telefono. Esperando que fuese el padre de Diego, pidiéndome que echase un vistazo a su hijo, me lance a responder.

En lugar de eso me encontré todo lo contrario. Mi entusiasmo se estampó contra la cruda realidad.

-Vaya, por fin me coges el teléfono.- Era mi admirador secreto, con una voz queriendo parecer seductora para más bien resultando repelente.

-¿Qué quieres ahora? ¿Es que no te has cansado ya de este jueguecito?- Dije frustrada mientras seguía vistiéndome.

-¿Cansarme? Si aún ni hemos empezado.- Dijo entre risas. A medida que iba cogiendo confianza durante las últimas semanas, se le veía mas decidido, lo cual me provocaba rechazo y algo de miedo. -Mira, este fin de semana tengo la casa libre, así que creo que es hora de que saldemos deudas pendientes.- Añadió.

Durante todo este tiempo le había pasado una innumerable cantidad de fotos. Diría que a lo mejor la mitad de ellas desnuda, con el fin de darle lo que quería y que me dejase en paz. Siempre procurando evitar enseñar la cara o algún rasgo reconocible en las fotos. Pero poco a poco iba viendo como un tio timidillo con ansias de chantajista de poca monta se convertía en un extorsionador.

No uno al hecho, desde luego, en parte le seguía el juego porque, siendo sincera, la situación tenía cierto morbo, pero con lo que no estaba de acuerdo era en ser su “puta online” a cualquier hora del día en cualquier momento.

Me había llegado a pedir fotos de mi tanga mientras estaba en clase, fotos de mis tetas en el baño de una fiesta, sacar la lengua para que el se corriera en mis fotos, fotos de mis fluidos… y muchas otras guarradas. Pero poco a poco iba aumentado su ambición. Fotos desnudas, videos masturbándome, otros diciendo su nombre mientras me chupaba los dedos…

-Creo que ya está más que saldada la deuda, así que olvídame anda.- Por lo visto, su insinuación ahora era más directa, mas carnal. Sin móviles ni fotos de por medio.

-Mira, sigo teniendo el video donde sales comiéndote una tranca en los baños de la universidad. Y lo sabes.- En multiples ocasiones había jugando conmigo pidiéndome una ultima foto, un último video, alegando que si lo hacia borraba el video. Pero siempre volvía a hablarme al día siguiente con el mismo chantaje.

-Solo quiero proponerte una cosa. Vente esta noche a mi casa. Es más, te invito a cenar lo que quieras, a tomar unas copas.- De repente comenzó a hablarme como si fuéramos amigos de toda la vida. La típica amiga a la que chantajeas para que te enseñe las tetas cada día.

-Tu estas loco.- Respondí simple y llanamente. -Te piensas que me voy a ir a tu casa para que me violes, psicopata.- Remarqué furiosa.

-No, no, no. Nada de eso. Mira, no te voy a obligar a hacer nada que no quieras, tampoco soy esa clase de tio.- Dijo intentado blanquear su imagen. -No te voy a pedir nada que no te haya pedido. Solo quiero que hagas que me corra, pero en vivo.- Fue la frase más cruda que jamás nadie me había dicho por telefono. Especialmente viniendo de un desconocido. No supe que responder.

-No tienes ni porqué tocarme si no quieres. Solo haces lo que tu consideres oportuno. Como si consigues que me corra en los pantalones. Y si lo haces borro el video ahí mismo.- De nuevo permanecí escuchando sin decir nada, pero ese tono de reto levantó cierto interés en mi.

-Es más, si quieres puedes hasta llevarte el movil. Y con esto se acaba todo.- Sentenció finalmente.

Yo que solo podía pensar en ir a ver a Diego, me encontraba con mis planes patas-arriba. Por un lado tenía la oportunidad de acabar de una vez por todas con el chantaje, por supuesto, pasando por el aro de una última “prueba” que, mentiría si no dijese que me resultaba excitante. ¿Cuanto tiempo tardaría en hacer que se corra en tio que lleva semanas pajeandose con fotos mias? En parte su admiración hacía mi debía ser incluso mayor que la de Diego.

Pero no era Diego. La inocencia la perdió hace mucho, y el juego con él, a pesar de este intento de amnistía, era mucho mas agresivo.

Podría ir a su casa, rezar por que no pasase nada malo, hacer que se corra en 5 minutos y solucionar un gran problema. De repente pasé de tener un fin de semana cualquiera en el que solo pensar en quedar con mis amigas a tener tres frentes abiertos: El reto del chantajista, la visita a casa de Diego, y el fin de semana en casa de Lucas.

-Bueno, piénsatelo y me lo dices.- Dijo casi sonando amable. -Pero solo puede ser este fin de semana.

-Lo pensaré.- Dije sin terminar de analizar fríamente la situación. -Y te aviso.- Añadí antes de colgar. Imagino que sonó como la mayor de las victorias para él. Le acaba de dar prácticamente un sí.

Aclaré mis pensamientos. Terminé de ponerme una camiseta blanca y una sudadera ancha, me perfumé, me hice una larga trenza y salí de casa teniendo muy claras mis prioridades.

El camino en el autobus se me hizo eterno y un montón de posibilidades, estrategias y técnicas pasaron por mi mente sobre cómo afrontar la situación. Solo quería olvidarlas e improvisar como siempre hago, dejar que las cosas fluyan, pero con solo esos pensamientos comencé a mojar mis braguitas de encaje negro, la única prenda seductora que llevaba junto con el sujetador a juego. Era cómo un kinder con sorpresa en su interior.

Al llegar, sobre las 21.00 ví por fuera de la casa las luces del salón y las habitaciones encendidas. ¿Estaría aún su padre? O peor aún, ¿finalmente se habría quedado el abuelo para frustrar todas mis expectativas?. Extrañamente me arme de valor, puse la más agradable de mis sonrisas y llamé al timbre.

Poco duró la sonrisa, ya que mi gesto cambió totalmente al ver a una muchacha de la edad de Diego al abrirme la puerta. Juraría que no me había equivocado de piso, pero lo comprobé de todos modos mirando el número en la puerta.

-Hola. ¿Qué quieres?.- Dijo la niña rubia de pelo largo.

-Venía a ver a Diego. Me ha pedido su padre que me pase a ver si todo iba bien.- Explique sin entender muy bien aún la situación. ¿Sería su hermana? Juraría que el padre mencionó un hermano mayor, pero nada de una hermana de la misma edad.

-¡Dieguito! Hay una chica que pregunta por tí- Dijo mirando atrás y disimulando una risa forzada.

Al instante apareció Diego. Le notaba nervioso y confundido. ¿Su padre no le había dicho nada? ¿O no se esperaba que viniese? ¿O quizás fuese porque la última vez que nos vimos acabó comiéndome las tetas? -Hola Miriam.- Se limitó a decir tímidamente. -Puedes pasar si quieres.- Añadió, aunque su voz no invitaba a ello.

Gire mi cabeza para ver a través de la rendija de la puerta. Pude distinguir dentro al menos a otros dos jovenes de su edad. Diego sonreía nervioso y su tono de piel era cada vez mas rojizo. Le temblaba incluso la mano que sostenía la puerta. Pronto entendí lo que pasaba. Por lo visto había invitado a unos amigos a su casa aprovechando la ausencia de adultos.

-Solo venía a ver si necesitas algo. Tu padre me ha llamado para que te eche una mano si hace falta.- Dije casi inconscientemente haciendo la referencia más explicita que podría quedar grabada en mi cerebro en ese momento. -Pero si te pillo en mal momento no pasa nada. Puedo pasarme luego. No diré nada a tu padre.- Dije guiñando un ojo para intentar dejarle más tranquilo.

-¿Por qué no pides que nos haga la cena? Si tu padre ha pagado una chacha aprovecha.- Dijo de fondo la niña que me había abierto la puerta. Su tono era casi humillante, como una de esas niñas malcriadas que nos les importa dañar los sentimientos de los demás para creerse superiores.

Pero en lugar de sentirme ofendida me dió la excusa perfecta para entrar en casa. Así que fingí una sonrisa de oreja a oreja y entré. Efectivamente había otros dos chicos y una chica más aparte de la niñata malcriada.

En cuanto a los otros dos jóvenes, eran ambos algo más altos que Diego, ambos de pelo rubio. Uno con el pelo largo y delgado como un palillo. El otro parecía tener algo más de cuerpo de adulto, pero aún asi su cara seguía siendo la de un adolescente, a pesar de parecer el más guapo de los tres. Podríamos decir que este último, era el típico guapete chulo del instituto, y el larguirucho, el que le seguía el rollo.

En cuanto a las chicas, bueno, para empezar vestían bastante desacorde con su edad, teniendo en cuenta que eran de la clase de Diego. La niñata, a pesar de que me duela en el orgullo decirlo, era guapa, tenia una cara redondita y lucía su pelo castaño-rubizo planchado, un cuerpo esbelto realzado por unas largas piernas y unas dignas tetas para ser tan joven.

La otra chica en cambio, a pesar de ser tambien guapa, pasaba más desapercibida ante su amiga. El típico efecto “amiga guapa”. Sin embargo, su piel morena, sus finos rasgos y sus pecas la hacían un rostro precioso. Por no hablar de un cuerpo que si bien algo más modesto, no tenia nada que envidiarle a la otra.

Cómo dato personal, aportaré, que de haber tenido ellas unos años más, seguramente me habría fijado más en la morenita.

Tenía la casa de Diego bastante vista. Ya llevaríamos algo más de un mes de clases, pero ahora, sin la estampa de su abuelo en la cocina tomándose un chupito, y en su lugar, 5 jóvenes montando una fiesta, la casa parecía otra.

Sobre la mesa principal del salón había un par de cervezas, la mitad de ellas acabadas. Algo me hizo pensar que la fiesta empezaría en cuanto Diego se quedó solo. Los dos chavales jugaban a la consola mientras las chicas charlaban a su lado.

Diego se acercó a mi con disimulo. -Mi padre ha dejado esto para tí. Por las molestias.- Dijo dándome un sobre con dinero. Lo agarré y lo guardé en el bolsillo trasero.

-Bueno, ¿Y que quereis para comer tus amigos y tu?- Dije restringiendome a mi rol de chacha, como había dicho la niñata.

-No tienes porque hacerlo. No pasa nada. Si se van a ir dentro de poco.- Dijo casi sin creérselo.

-Bueno, entonces haré cena para dos. ¿Te gusta la pizza?- Dije con una sonrisa.

Mientras me puse a preparar la masa Diego se acercó a su grupito. Intenté afinar el oido para ver que decía. Que excusa ponía. Cómo se refería a mi. Cualquier palabra que pudiese descubrir sus intenciones conmigo. Sin embargo, nada me quedo claro, salvo una sensación de malestar ante la decisión.

-Vamonos nosotros de fiesta Alejandra, este es un amargado.- Dijo el chaval guapete largándose de casa.

Así que esa era la famosa Alejandra. La chica de clase de la que estaba enamorado Diego. No la volví a ver con los mismos ojos desde que escuche su nombre. Ahora ya no era una niñata guapa y malcriada, ahora era la sombra de todo lo que quería.

No tardaron en irse, y con ello el comportamiento de Diego cambió. Ya no se sentía limitado ni tímido, incluso podría decir que estaba más seguro de sí mismo que nunca.

-Ya casi está esto.- Dije mientras echaba un ojo a la pizza en el horno. Durante los últimos minutos me había dedicado a recoger los restos de la “fiesta” mientras Diego se daba una ducha y se cambiaba la ropa.

-No tenías que haberles echado por mi. Después de tus notas, te mereces una fiesta. No le diré nada a tu padres.- Dije. Obviamente yo era la primera que deseaba quedarme a solas con él, pero tenía que hacerme la dura.

-No era una fiesta. Era solo… que me han liado un poco. Pero estoy cansado.- Intentó disimular. Mientras sacaba la pizza del horno, al agacharme, puso su mano lentamente sobre mi culo.

Mis leggins poco hacían más que una fina capa sobre mi piel, así que la pude notar a la perfección, y ni dije ni hice nada por impedirselo. No tocaba mi agarraba ni estrujaba mis nalgas, simplemente su mano las palpaba elegantemente. Ambos hicimos como si no pasara.

-Aún le queda un poco.- Dije para hacer más tiempo. Y me incorporé dejando aun su mano sobre mi culo. -Así que esa era la famosa Alejandra eh.- Dije haciendo de su cara un poema. Rápidamente quitó la mano de mi culo, como si le hubiese pillado alguien.

  • He oido como el otro chico la llamaba. Es guapa.- Dije a regañadientes.

-Si… La han invitado mis amigos. Les he dicho si querían venir a casa a jugar a la consola y ya ves cómo ha acabado todo...- Diego hablaba como arrepentido. Como quien pide disculpas por ser infiel. Y yo, lejos de reprocharle nada, solo pretendía avivar la llama.

-No pasa nada.- Dije para dejarle tranquilo. Durante unos segundos nos quedamos ambos callados. Tuve la sensación de nuevo, de haberla cagado al sacar de nuevo el tema de Alejandra, pero algo me impulsaba a saber cuanto la deseaba. -Es verdad lo que decias.- Decidí proseguir.

-Está buena. Y es guapa.- Dije llevándome la pizza al sofá. Ambos nos sentamos frente al televisor. Diego no parecía muy entusiasmado por continuar con la conversación, y la seguridad que transmitía hace unos minutos se había esfumado.

-Es normal que te guste. Además es de tu edad y la ves todos los días en clase. A mi a tu edad tambien me gustaba un chico de mi clase que no me hacía ni caso.- Dije recordando cuando era joven.

-No me creo que no se fijase en tí.- Dijo.

-Lo hizo. Pero más tarde. Cuando se dió cuenta de que había cambiado.- La historia era cierta. Cuando tenía 14-15 años estaba enchochada del tipico guaperas de clase como el amigo de Diego. Y durante dos años pase desapercibida para el cómo una hormiga junto a un elefante. Pero cuando volví del campamento donde descubrí la sexualidad con Marta, era otra.

Algo parecido pasaba con Diego cuando se sentía seguro. Pero su seguridad era tan inestable como extrema, y en cuestión de segundos pasaba de tocarme el culo a alejarse un metro de mi en el sofá y quedarse tieso como un palo.

-Pero a mi no me gusta Alejandra.- Repitió. De nuevo ese sentimiento de culpa parecía invadirle al estar conmigo, así que tome cartas en el asunto.

-¿Te gusta la pizza?- Pregunte dándole un mordisco a mi trozo.

-Si, claro.- Respondió confundido.

-¿Y las hamburguesas?- Continué.

-Pues tambien.- Dijo simplificando.

-O sea, que te gustan las dos cosas. Las pizzas, y las hamburguesas. Y no te deja de gustar una porque te guste la otra.- Argumenté. Diego se quedo reflexivo, cómo entendiendo mi punto de vista sin tener una conversación directa.

Poco a poco su actitud fue cambiando de nuevo. Parecía vivir un tira y afloja interno entre su lado más tímido y su lado pervertido. Y yo estaba del bando del segundo, así que fuí yo la que de nuevo fue conquistando terreno y acercándome a él en el sofá.

-¿Quieres el ultimo trozo?- Me ofreció el último trozo de pizza muy caballerosamente.

-¿Y tu? ¿Que te parece si nos lo jugamos?- Propuse. El trozo de pizza era lo de menos en ese momento.

-¿Y eso?- Dijo confuso. Su capacidad para entender mis indirectas por llegar más lejos en nuestras “clases particulares” eran escasas a pesar de estar solos. Era como un perrito al que tenía que guiar con la correa.

-Pues con retos. Yo te propongo un reto a tí. Y tu uno a mi. El que acceda a cumplir el reto gana.- Despues de casi una hora en su casa al fin había llegado al punto que quería. Si accedía, si entraba en el juego sabía que no había vuelta atrás. Al fin tendría el trofeo que tanto ansiaba.

-Cual es tu reto.- Dijo sin pensarlo. Parecía que al fin entendía de qué iba la cosa.

-Te reto a que te desnudes.- Dije un poco sin medir mis palabras. Pero si accedía, podría ver cómo de cachondo iba a ponerle a lo largo de la noche, y cómo era su voluntad para resistir.

-Alaaaa.- Dijo exagerando.-Te has pasado tia.-

-Bueno. Ese es mi reto. Ahora te toca a ti. Si lo hago, me quedo con la pizza.- Se quedó pensando. Sabia que el nivel era alto, y desde luego esperaba una buena propuesta por su parte.

-Pues yo te reto a que me des tus bragas.- Dijo. Y al momento agacho la mirada con vergüenza.

Para nada me esperaba algo así. Quizás un “quitate la sudadera” o cómo mucho un “dejame tocarte las tetas” pero esto dejaba claro que la cosa avanzaba. Además no me retaba a “enseñar las bragas” no, a darselas.

-Pues si tu no aceptas mi reto, tendré que aceptar yo el tuyo.- Dije levantandome frente a él. Con la mayor sensualidad me coloca al frente, con el sentado en el sofá aun sin creerse lo que estaba a punto de pasar. -¿Así que tienes curiosidad por ver mis bragas eh?- Dije en tono picantón.

Agarre la parte alta de mis leggins, y poco a poco fui estirandolos hacía abajo sin bajarlos, para enseñarle la parte superior de la costura de mi lencería negra. -Encima hoy me he puesto las mejores.- Añadi guiñandole un ojo.

Y lentamente, deleitándome con cada segundo con su mirada ansiosa, bajé lentamente mis leggins hasta las rodillas, y me recogí un poco la parte baja de la sudadera para que pudiera apreciarlas en todo su esplendor. -¿Te gustan? ¿O te lo has pensando mejor y prefieres no quedartelas?- Dije bromeando. Su mirada ya lo decía todo: No solo quería mis bragas, quería ver lo que escondían.

Mientras quedaba hipnitizado, imagino que intentato ver a través de la fina seda translucida de mi lencería algo más, aproveché para quitarme los zapatos y bajar del todo mis leggins.

-Bueno, pues si quieres mis braguitas, tendrás que ser tu el que me las termine de quitar.- Dije estratégicamente para hacerle participe. Por un segundo, Diego levantó la mirada y se quedo asombrado cómo quien acaba de ganar el gordo de la loteria. No daba crédito a mis palabras.

-Venga, a que esperas.- Le insté.

Trago saliva, y muy lentamente, cómo con miedo y delicadeza alcanzó con sus dedos mi cintura y los fué deslizando hasta la costura.

Me faltan palabras para explicar la sensación que me provocaba tan solo sentir sus dedos en mis caderas. Era como un cosquilleo orgásmico y adictivo, que sumado a su mirada de deseo y veneración me hacía sentir como una Diosa que había descendido de los cielos para cometer el peor de los pecados.

Agarró mis bragas y se dispuso a bajarlas, no antes sin una mirada de aprobación a la que respondí mordiéndome el labio. Me costaba contenerme para que no pareciese que era yo a quien tenía comiendo de su mano.

A partir de ahí ni volví a ver su ojos hasta pasados unos minutos. Bajó mis braguitas, si, muy lentamente y con cierta sensualidad, aprovechando para acariciar mis piernas. Pero en cuanto pudo ver mi coñito, el morbo de las bragas pareció perder protagonismo, y sus pupilas se quedaron clavadas en él sin decir nada.

Mi cerebro, mi corazón y sobretodo mi coño, solo pensaban en agarrarle la cabeza e incrustarla entre mis piernas como una loca. Pero eso, aunque parezca mentira, era mejor. Estaba mojándome sin ningún tipo de contacto.

-¿Es que te ha dejado sin palabras? Pensaba que el reto era que te diese mis bragas.- Dije. Alcancé agilmente con el pie las bragas, que llevaban un minuto ya en el suelo, y leventando la rodilla, y obviamente haciendo más visible mi anatomia, las dejé sobre su regazo.

-Ahí tienes tu recompensa.- Ante la falta de respuestas debido el shock en el que estaba, aproveche para coger el último y merecido trozo de pizza, para volver a sentarme en el sofa junto a él, ahora desnuda de cintura para abajo.

-Es la primera vez que veo un...- No termino la frase, pero aún seguía con su mirada clavada en mi entrepierna, a pesar de que ahora, por la posición, no podía apreciarlo tan bien. Por un momento había olvidado lo novato que era. Para mi era algo normal, algo asi obligatorio, no podría ni enumerar la cantidad de rabos y coños que había visto a esas alturas de mi vida.

Su comentario no hizo más que calentarme. Era otro alago para mi, yo, yo era su primer coño, y pensaba ser la primera de todo de una larga lista.

Me giré en el sofá y abrí levemente las piernas. Hasta ese momento no era consciente, pero ahora hasta yo misma me miré la rajita. Un coño común, para mi gusto. Con los labios por dentro y los bordes regordetes, adornado por una pequeña cantidad de pelo recortado.

-¿Y que te parece?- Diego por un segundo agarró las bragas, como guardando un recuerdo preciado y a la vez intentado no mirarme directamente tanto ahora que era más evidente. Por su comportamiento me daba cuenta de que no le gustaba ser directo. Sino jugar bajo unas ciertas reglas.

Hasta ahora todo cuando había pasado tenia la excusa de ser un premio por su comportamiento académico o en este caso la recompensa de un reto. Pero nunca nada había sucedido de forma “ natural” por así denominarlo.

-Es… bonito.- Me reí. Era evidente que no tenía palabras para describirlo. Al fin y al cabo no había una respuesta correcta a mi pregunta.

-Puedes tocarlo.- Dije mirándolo a los ojos como una leona a punto de lanzarse a por su presa. -Si quires.- Añadí.

Se lo pensó. Hizo un amago de adelantar la mano derecha, pero rápidamente la retiró como con miedo.

-Es más, te reto a ello.- Dije como excusa para motivarle a ello. Sonrió, como si hubiese dicho las palabras mágicas, y en ese momento quedaron claras las reglas. Y aunque eso me limitaba a dar rienda suelta a mis sentimientos, me ponía tremendamente cachonda. Y por supuesto, sabría que tarde o temprano, su timidez se derrumbaría cuando no pudiese contenerse más.

Alargo su mano, lentamente hasta alcanzar mi rodilla. Y poco a poco comenzó a subir lentamente por la cara interna de mi muslo. Su mano era cálida y fría a la vez, suave y delicada. Notaba las yemas de sus dedos acariciando mis piernas delicadamente, casi rozándola. Mi cuerpo me pedía a gritos sentir con fuerza su mano, pero el hacía todo lo contrario.

Cuando estaba apenas a unos centímetros de mi sexo reaccione. -Espera.- Dije agarrando su mano con la mía. Le robe mis braguitas de sus manos, y se las coloque en la cara a la altura de los ojos, estirandolas un poco, con la intención de que funcionasen como “antifaz”, a pesar de que a través de la tela se podía ver bastante bien. -Tienes que hacerlo sin mirar. Es parte del reto.-

De nuevo tomé su mano y la volví a colocar sobre mi muslo, me recliné sobre el sofá, observando a Diego con mis bragas en la cara, con la parte húmeda de mi sexo a la altura de su nariz y su mano a un palmo de darme lo que quería.

Ahora sus movimientos era más torpes, mas directos, más fuertes. Notaba la plenitud de su mano, la extensión de sus dedos. Su mano subía con más fuerza presionando mi piel. Mi respiración se agitaba y me limite a hacer lo posible por contenerme minimamente y no comenzar a gemir.

Cada segundo se convertía en minutos y los minutos en horas. Solo deseaba que se parase el tiempo y esa sensación previa a llegar a más no terminase nunca. Pero a la vez estaba como loca esperando que me frotase mi rajita y notase toda mi humedad.

Sentía dentro de mi el fragor de la guerra y la calma del mar al mismo tiempo, y eso, era algo a lo que no estaba acostumbrada.

Y aunque el tambien parecía ester disfrutando cada segundo como si fuese el último, finalmente llegó.

Como quien choca con algo inesperado las llevas de sus dedos rozaron mi entrepierna y se alejaron como con miedo. Pero rapidamente volvió.

Pegó su palma de la mano contra mi coñito, palpandolo a fondo. Gracias a que mis braguitas lo tenian cegado no pudo ver mi cara de extasis derritiendome en ese preciso momento.

Lo que sí que oyó, fueron algunos gemidos que no pude contener. Y eso pareció darle confianza, porque comenzó a jugar con sus dedos sobre mi rajita.

No sabia que hacer, ni que decir. Lo cual era extraño. Podía habérsela sacado ahi mismo y follarme hasta correrse en mi interior que no hubiese dicho nada. Estaba hipnotizada por el morbo.

Pero no era la única. Diego habia abandonado la distancia. Ahora se acercaba lentamente a mi en el sofá para poder alcanzarme mejor. Su otra mano se deslizaba por mi muslo izquierdo provocándome un cosquilleo casi orgásmico.

Sus manos, estaban ya completamente resbaladizas por mis fluidos. Ambos seguíamos sin decir nada.

Hasta que Diego finalmente dió un paso más. Empecé a notar como poco a poco intentaba buscar la forma de penetrarme con sus dedos. De forma algo torpe, pero al mimo tiempo inocente. Quizás algo perdido por la falta de visión, pero seguramente debido a su falta de experiencia aún.

Agarre su mano y alcancé sus dedos, y lentamente los guié hasta mi boca.

Metí sus dedos indice y anular en mi boca y saboreé mis propios fluidos de ellos como ya había hecho en muchas ocasiones.

Pero no me limite a chupar mis fuidos. Jugé con mi lengua sobre sus dedos, acariciando sus yemas, absorviendo… dándoles pequeños y suaves mordisquitos y restregandolos contra mis labios para terminar besándolos.

-Uffff – Miré a Diego a la cara. Su expresión era difícil de descifrar, pero su entrepierna le delataba. Jugaba bien sus cartas, pero ya sabía que era mio. Su pantalón escondía una buena erección que incluso estaba mojada a la altura del glande.

Me moría de ganas de meter sus dedos dentro de mi, pero sabía que aun podía disfrutar mucho más. Asi que simplemente, le quite mis braguitas de los ojos.

No aguantó más que 3 segundos mirandome a la cara cuando su mirada cayó para contemplar mi chocho empapado.

  • Creo que has superado mi reto. Ahora te toca a tí- Dije sonriendo. Ahora sin duda no había vuelta atrás, y todo rasgo de timidez había desaparecido.

-Te reto a que me hagas lo mismo. - Dijo decidido con voz firme.

Victoria. Ya lo tenia.

-No. - Dije sonriendo.

-¿No? ¿Por? - Dijo desorientado.

-No me retes. Pidemelo. - Le di un pequeño golpe sobre el pecho haciendole caer boca arriba en el sofá. Y lentamente me abalancé sobre él como una leona con su presa. -Adelante.-

Me acerqué lentamente hasta su paquete, posando mis manos sobre él aún sobre sus pantalones. No era especialmente grande, pero si que estaba tremendamente erecto y duro.

-¿ Y bien? - Dije esperando con mis manos sobre su bragueta.

Pese a todo dudo. Vi la duda en su cara por un segundo, pero no pudo contener sus instintos. -Agarramela Miriam.-

Y eso hice. O más bien por ahí empecé. Desabrochando sus pantalones sin poder mirar a otro lado. Mordiéndome los labios para contener mis ganas de lanzarme como una guarra.

Sus calzoncillos azules estaban mojados. Muy mojados. Jamás había visto a un hombre así. Parecía incluso que se había corrido del placer antes de tiempo. Al levanta la goma pude oler el aroma a sexo y lujuria animándome a agarrar su miembro.

-Mmmmm… Al fin me toca ver algo a mi.- Dije lanzándome a rebelar su polla.

No era grande. Ni gorda. De hecho era lo que cabía esperar a un adolescente aun en pleno crecimiento. Era algo más delgada de lo que me gustaría y mediría unos 13 centimetros.

Eso si, estaba caliente, increiblemente dura y muy, muy mojada. Resbalaba con tan solo tocarla. Me quedé mirandola entre mis manos. Al fín tenia lo que tanto quería.

La acaricie lentamente, pasando mis dedos por ella y jugando de forma muy superficial. Pero Diego parecia algo incomodo. En parte imagino porque era la primera vez que una chica le pajeaba, pero parecía haber algo detras. Me hacía incluso estar insegura. ¡A mi! Que había pajeado más de 30 pollas por aquellos momentos.

Decidí empezar a pajearlo, así que agarre su polla y me dispuse a comenzar despacio, con mi cara descansando sobre su tripa observando detalladamente la acción. Pero en cuanto empecé Diego pegó un bote y me apartó.

Me llevé el susto de mi vida. Y sin entender nada, empezó a disculparse.

-Perdona Miriam, esque … - Diego estaba de pie, con la polla tiesa en medio del salón y yo reclinada en el sofá medio desnuda.

-¿Sucede… algo?- Intenté preguntar. -¿No te gusta…?-

-¡No!… Si, digo… Si me gusta, claro, como va a ser eso, esque…- Diego se agarró la polla.

Entonces entendí lo que sucedía. Diego tenia fimosis. Al principio, pensaba que simplemente no se le había descapullado, pero es que no podía. Su polla seguía siendo igual de atractiva, pero el glande no pensaba salir. La verdad es que me resultaba algo morbosa la situacion.

¿Sabría de que se trataba? ¿O seria la primera vez que se da cuenta ahora que se la iba a pajear?

-¿Te gustaria hacerlo tu mejor?- Le pregunte. -Así me enseñas como lo haces, como te gusta...- Le dije intentado recuperar la complicidad.

Diego sonrió. Pensaría que todo iba a terminar ahi, pero yo no me rindo tan fácilmente.

-Ven, a ver tumbate y dejame ver como lo haces.- Diego obedeció sin decir nada. Volvio a la posición y se la agarró dispuesto a darle vida al asunto.

Ahora con mis manos desocupadas comencé a acariciar todo su cuerpo por debajo de la camiseta sin mi carita muy pegada a su rabo.

Observé como lo hacía. Agarrandosela a media altura, bajando y subiendo de nuevo antes de llegar a descapullar, como se tuviese miedo o no pudiese continuar. Efectivamente, tenía fimosis. En ese momento muchas dudas me asaltaron sobre su capacidad sensitiva durante el sexo. ¿Sería capaz de metermela? ¿Cómo sentira el orgasmo? ¿Qué le gustará…?

-¿Te gusta? - Dijo mientras no dejaba de zarandearsela.

-¿Acaso no lo sabes ya?- Le respondí acercandome a ella.

-Es rara. Es como que no baja del todo el pellejo, y si tiro mucho me duele.

-Es bastante frecuente. Suele pasar cuando eres adolescente.- Dije tratando de explicarselo.

-Pero a mis amigos no les pasa.- Con sus declaraciones algo hizo “chas” en mi cabeza.

-¿Has visto a tus amigos pajeandose? - Pregunte con carita sugerente, acercandome a un más a su miembro. Casi podian saltarme las gotas de humedad con el movimiento de la paja debido a lo mojada que la tenia.

-A ver… bueno… a veces cuando se meten las chicas en los vestuarios de gimnasia y nos enseñan… pues… - No tubo que decir más. Aquello me puso tremendamente cachonda, hasta tal punto que tuve que empezar a restregarme contra su pierna.

-¿Y vosotros os pajeais? Ya veo… y pensaba que eres un novato en esto… - Dije riendo.

-No, no… yo no. No quiero que nadie me la vea…

-Bueno… Yo te la estoy viendo… y me gusta… Seguro que ellas también quieren vertela.- Dije mientras con confianza posaba mi mano sobre la suya, guiándome con su movimientos para masturbarlo.

-Uffff- Dijo al sentir mi mano. -No creo. Las de mis amigos son más… grandes.

-Usa mi mano.- Diego aceptó a intercambiamos posiciones, ahora mi mano agarraba su húmeda polla mientras que la guiaba en el movimiento. Estaba muy caliente y dura. Podia notar la rugosidad de las venas y sus líquidos preseminales desprediendose por la puntita.

-El tamaño no lo es todo. Algún día lo entenderéis lo hombres.- Le comenté riendo. -No sabe la polla que se esta perdiendo tu amiguita.- Dije guiñandole un ojo, y acercandome lentamente con los labios a ella.

Ambos cesamos en el movimiento y le dí un beso, o mas bien un morreo en la punta de su polla, saboreando su sabor y llegando a rozar con los labios la pequeña porcion de glande que se asomaba. Mi lengua en cambio repasó su frenillo muy delicadamente.

Sabía que tener cuidado y me sentia como si estuviese en el mayor de mis retos, asaltando una caja fuerte que al mínimo fallo se bloquea.

Pero, a juzgar por la cara de Diego, fue todo un éxito. Dejo escapar varios gemidos durante el beso. -Dios que pasada...- Dijo. Retiro sus manos asegurando las mias y al fin me dió confianza.

Confianza que mantuve haciendo una delicada paja sin estirar demasiado.

Sentía el latir de su miembro , especialmente cuando acercaba mi cara a su polla para, ocasionalmente, darle algún beso cariñoso con extrema delicadeza. Mi saliva se mezclaba con sus fluidos hasta quedar indistingible. Al igual que mi mano y mis dedos se fusionaba con la base de su polla.

Notaba como poco a poco se dejaba llevar relajando su cuerpo en tensión. Ahora confiaba en mi, y en que sabía como hacerlo.

Mi chochito, por supuesto, estaba casi tan mojado como su polla, y mientras le pajeaba no dejaba de restregarme contra él por todo el sofa. Estaba segura de estar dejando todo lleno de fluidos, pero eso ahora no importaba.

Por un segundo nos miramos. Sus pupilas brillaban en pasión y su cara decía cuanto estaba disfrutando. Le sonreí traviesamente y comencé a recorrer desde el final de su polla lentamente todo el camino hasta el frenillo con la punta de uno de mis dedos.

Su polla palpitaba. Gritaba “Follame” “Hazme tuya” “Deja que te te llene” y su cara al ver como jugaba con ella decía lo mismo.

-¿Te esta gustando?- Le pregunté con mis labios restregándose contra su miembro. Puse morritos y deje caer mis babas sobre su miembro para servir de lubricante mientras le masturbaba.

-Dios está siendo es mejor día de mi vida.- Dijo entre gemidos sin pensarlo mucho.

-Bueno… aún puede mejorar… Si quieres claro...- Le insinué.

Entonces su expresión cambió. Como si viese la luz al final del tunel, en ese momento supo que le iba a robar su virginidad.

-Déjame que pruebe yo contigo.- Dijo incorporándose, y comenzado a hundirse entre mis piernas para adentrarse en mis muslos.

Notaba su aliento cálido, su piel suave y delicada, su torpe pero meticuloso juego de manos sobre mis muslos. Y aquello me ponia muy cachonda. No porque me fuesen a comer el coño, no, sino porque iba a ser el primer coño que se comía. Y lo haría con la inocencia de un adolescente que pretende impresionar a su musa.

Diego hasta ahora había aprendido de mi lo suficiente para aprobar un par de exámenes, pero la cosa no quedaba ahí. Repetía mis técnicas tambien en otras materias.

Sus manos se aproximaban lentamente a mi pubis, sus dedos jugaban resbalando por mi rajita, masajeándola. Hasta que al igual que yo había hecho previamente, comenzó a besarme con delicadeza, saboreando mis fluidos.

Mis manos fueron directas a mis tetas para masajearme y poder disfrutar más. -Parece que aprendes rápido en todo.- Le dije. -Ummmm...-

-Eso es porque aprendo de la mejor maestra.- Dijo sin abandonar su tarea.

-¿Sí? Pues prueba a jugar con tu lengua… Explora… Puede ser muy placentero.-

Acto seguido note su lengua recorriendo desde mis rodillas hasta la ingle. Dejando un reguero de saliva allá por donde pasaba.

Sin duda había entendido el juego, y ahora intentaba hacerme de rogar poniendome al límite.

-Como sigas así vas a convertirte en todo un experto.- Le dije.

-Así la proxima vez te gustará mas.- Respondió y acto seguido hundió su lengua en mi coño.

-Oooohhhmmmm...-

La punta de su lengua comenzó a penetrarme lentamente mientras notaba las facciones de su cara contra mi sexo. Metí mis manos dentro de mi sudadera hasta alcanzar y pellizcar mis pezones. Y podia sentir como Diego hacía lo mismo con su polla mientras degustaba mi sexo.

Esta noche iba a ser increible. Hasta que escuché una voz.

-¡Oye enano, llevate a tu amiga al cuarto que estoy esperando visita!- La voz provenía del cuarto del fondo. Y aunque parecía familiar no era ni de padre ni de su abuelo.

Diego dio un brinco aún mayor que cuanto intenté descapullarlo. Y como un resorte se puso el pantalón. A mi el corazón mi iba a mil, no entendia que pasaba, pero me quede paralizada, tumbada aun con las piernas abiertas.

-Perdona. Es mi hermano. ¡Vamos a mi cuarto rapido!- No me dió tiempo a decir nada. Me agarró de la mano y me llevó a su cuarto de un tirón algo preocupado.

-Se piensa que eres una amiga… No sabe que eres… la profe. Si no se lo diría a mi padre.- Eso explicaba su reacción. Desde luego Diego no parecía interesado en que se le acabase el chiringuito de sexo por clases conmigo.

-Pensaba que tu hermano no vivia aquí.- Respondí intentado volver a la normalidad.

-No. Vive con sus amigos. Pero como no hay nadie en casa ha invitado a sus amigos a una fiesta.- Diego había bajado considerablemente el tono. Parece que lo de las fiestas en cuanto se van los padres les viene de familia.

-Nosotros podemos tener una fiesta mejor aquí… ¿No crees?- Le dije intentando retomar el asunto.-Creo que me tocaba ponerte un reto.- Me tumbé en su cama y me quité la sudadera, quedando solo en sujetador.

Aunque había estado muchas veces en su cuarto estudiando y “estudiando” nunca me había tumbado en ella. Era como una zona prohibida. Pero ahora las reglas habian cambiado. Algo se me pasó por la mente. Me levante de un salto, y pasando muy cerca de él me coloque contra la pared. Con los brazos y piernas extendidos en cruz.

-Te reto a que hagas lo que quieras y no me puedo mover durante 5 minutos.- Dije mirando el impoluto azul cielo de la pared a pocos milimetros.

-¿Cómo? ¿Que quieres decir?- Dijo sin entenderlo bien. -¿Miriam?- Siguió ante mi falta de respuesta. Hasta que note como se acercaba a mis espaldas. -A si que lo que quiera...- Murmuró. Y ahí empezó el autentico juego.

Se pensó unos pocos segundos y pasó su mano por mis nalgas. Primero palpándolas cómo había hecho hace una hora en la cocina y después agarrándolas y magreándolas hasta terminan dándome unos azotes.

Resistí intentado contenerme a pesar de que algunos suspiros escaparon de mi interior. Pero cuando pasó sus dedos por mi rajita de nuevo fue demasiado.

Tal y como estaba, abierta de piernas y de pie, le fue sencillo hundir dos de sus dedos en mi interior, haciendo temblar mis piernas y acelerando mis respiración… No podía ver la cara de Diego, pero me apostaría un brazo a que lo estaba disfrutando tanto como yo.

Pero eso no era suficiente. Sus dedos comenzaron a entrar y salir. Lenta y profundamente deslizándose a través de mis fluidos. Por sus movimientos puede sentir como efectivamente el también lo estaba disfrutando hasta el punto de tener de sacársela de nuevo.

Sonreí para mi misma. Aunque la sonrisa cambio por un gesto de sorpresa en cuanto sentí su polla restregándose contra mi culo.

-¿Te gusta? Creo que ya se han pasado los 5 minutos…- Dijo

Pero no esperaba respuesta. Y yo, quería saber como iba a actuar y sin tener que mirarle a los ojos era más sencillo.

A él tampoco le importó el tiempo, ya que siguió jugando su polla contra mi culo, dejándome las nalgas bañadas en fluidos.

Pero poco a poco fué bajando más, hasta llegar a mi chocho. No se si por miedo o tal vez compromiso no se atrevió a jugar con la misma intensidad. Unicamente rozaba con su polla mis labios, colocando la punta de su glande en mi coño, como esperando una señal para meterla.

Pero en lugar de eso se limitaba a rozarse deslizando su polla entre mis muslos, pegándola contra mi rajita.

Era difícil aguanta ahí de pie, sintiendo su miembro caliente tan cerca. Dándome ese placer tan sutil, como un cosquilleo en la plante del pie, un cosquilleo orgásmico. Tuve que apoyar la cabeza contra la pared. Apretar los puños y morderme con fuerza los labios porque ese crio me estaba haciendo correr y ni siquiera se daba cuenta.

En ese mismo momento la puerta comenzó a abrirse. Pero por suerte estábamos cerca de ella y Diego la bloqueo con la mano y la pierna para que no terminase de abrirse.

Y ahí, desnuda contra la pared, en el cuarto de un adolescente al que daba clases particulares, con el coño completamente empapado vi, a través del espejo de la habitación lo peor que podría haberme encontrado.

-¿Que quieres? ¡¿Es que no sabes llamar?!- Dijo Diego enfadado. Gracias a Dios habíamos quedado detrás de la puerta y Diego apenas asomaba la cabeza.

Y digo gracias a Dios no porque me diese miedo que me pillasen follando, ni porque fuese aun un adolescente, ni mucho menos por el trabajo. No, por algo mucho peor.

-Eh, tranquilito enano, o le digo a papa que en cuanto se ha ido te has traido a tus amigos a casa a beber cerveza.-

-Si tu vas a hacer lo mismo, gilipollas.- Respondió Diego. De pronto comencé a notar su polla deslizarse hacia dentro de mi raja por la inclinación y la fuerza que estaba haciendo por mantener la puerta semi-cerrada.

Seguramente mi corrida sobre su polla había ayudado a ello. Y notaba resbalar centímetro a centimetro hasta que acabó dentro.

Diego también se dió cuenta y propino un golpe para cerrar la puerta que justamente camufló mi gemido.

En lugar de contra la pared, me coloqué delante de la puerta en la misma posición, para evitar que se vuelva a abrir.

-Perdona yo...- Dijo Diego intentando disculpase.

-Eh, inutil. Si… cierra la puerta. Y mejor que no salgas, va a venir una tía así que tu a dormir.- Dijo el hermano de Diego aporreando la puerta.

Siguiéndole el rollo comencé a aporrear la puerta pero con todo mi cuerpo, moviendo mis caderas para comenzar a jugar con la polla de Diego dentro de mi con profundas estocadas.

Diego agarró mi culo con sus dos manos para intentar contenerme. Pero mi mente se había disipado demasiado desde que sabía quien era su hermano: Mi extorsionador.

Gracias a todos los que habeis comentado en mis anteriores relatos.

A los amantes de la serie y mis vivencias en general.

Por vosotros he continuado con esta historia que tanto me hizo disfrutar, esperando que ahora vosotros podais disfrutarla. Espero volver pronto con el suigiente relato de la serie o uno nuevo, pero los que me conozcais sabreis que soy como una moneda al aire. Lamento la falta de constancia.

Besos: Miriam.