Universitaria: Profesora particular V

Mi situación con mi alumno Diego al fin avanza y termina comiéndome las tetas, aunque no todo sale como esperaba. Al volver a casa, me encuentro con un invitado inesperado.

Hola, amigos y amigas del morbo. Bienvenidos a un episodio más de mi saga de aventuras universitarias. Espero que la disfrutéis tanto como yo, y dejéis vuestras impresiones en los comentarios. Estoy deseosa de leeros.

Actualización personal: Siento haberos tenido tanto tiempo sin noticias, pero mi vida ha cambiado tras esta pandemia y he tenido algunos malos momentos. Por suerte todo está superado y leer vuestros comentarios me ha animado enormemente a retomar los relatos.

Habían pasado 3 días desde los sucesos narrados en el relato anterior. 3 días, en los que habían sucedido muchas cosas, pero con las que no perderemos demasiado tiempo para poder avanzar. A modo de resumen, comentar, que pese a las circunstancias, la relación con Marcos no había cambiado en absoluto. Él se esforzaba por aparentar normalidad, cómo si nada hubiese pasado, y por supuesto, obviándole todos los detalles a su novia. Yo por mi parte, me hubiese gustado poder provocarle hablando del tema, recordando la experiencia, pero las pocas veces que intenté hablar de ello, se sentía demasiado incómodo.

Por otro lado, los avances con Diego, mi joven alumno, iban viento en popa, tanto en el campo del aprendizaje como en el de la seducción. Habíamos tenido dos más clases desde aquel entonces, ambas con un componente sexual. Tras mucho insistir en que no había problema en atender sus peticiones (siempre con la excusa de premiar o recompensar sus notas) llegue a mostrarle mis braguitas.

Lamentablemente para mi, Diego no se animó a poco más que palpar delicadamente la tela sobre mi cintura y comentar, brevemente sus impresiones, con un “me gusta” que más bien quería decir “estoy cachondo perdido”. Ese mismo día, terminamos haciendo los ejercicios de matemáticas con mis tetas sobresaliendo por encima de la blusa que llevaba. El hecho de tirarme así 10 minutos, observando su mirada de lujuria apreciando cada centímetro de mis pechos, me dejo más cachonda que una perra en celo.

El segundo día, quise llegar un poco más lejos. Después de una larga charla sobre chicas, y ganarme poco a poco su confianza comenzamos a hablar de sexo. Y aunque me costó, finalmente se lanzó con unas cuantas preguntas sobre esta temática, que lastimosamente, quedó a medias, pero que tenía en mente continuar. Esta vez no hubo nada más que palabras, aunque eso bastó para dejar mis bragas como recién salidas de la lavadora.

Por último, el asunto con mi “admirador personal” (llamémoslo así), no terminaba de mejorar. El problema de darle lo que quiere a un gilipollas es que querrá más. Aunque he de admitir, que tenía su toque de morbo, era una dinámica que no me gustaba, porque tenía todas las de salir perdiendo de ahí. En estos 3 días le había tenido que mandar unas 10 fotos desnuda, en todas ellas evitando que se me viese la cara. Sí, yo misma me había metido en ese follón mandándole la primera, pero poco a poco, iba viendo como sus exigencias aumentaban con su ambición.

Pero volvamos al presente. Últimamente, había cogido la costumbre de llegar demasiado pronto a la casa de Diego. Supongo que muestra de mi impaciencia por continuar nuestras clases particulares, que dejaban entrever quien disfrutaba más de la situación.

-Hola guapa, pasa pasa.- Los encuentros con el abuelo eran ya habituales, al igual que sus invitaciones a una copa. El hombre llevaba un ritmo de saque increíble para alguien de su edad. Cada pocos días la botella de alcohol se renovaba por una nueva.

-A tu salud.- Comentó alzando el codo y vaciando el contenido de la copa para finalizar con un par de carraspeos de garganta. –Cómo sigas viniendo así de pronto le voy a tener que decir a mi hijo que te pague las horas extra.- Dijo con una risilla que acompañé. No os voy a engañar si os digo que no me importaba cobrar más, pero desde hace unos días el motivo principal de mis visitas era otro.

-Es el autobús, que cada día se adelanta más.- Mentí rápidamente. La verdad es que tenía una gran habilidad para improvisar sobre la marcha, pero sin duda, un hombre de su edad conocía mucho mejor el horario del transporte público que yo. -Mejor llegar pronto que tarde. – Añadí desviando el tema.

He de decir, que desde nuestro último encuentro, y a medida que compartíamos esos pocos minutos charlando, esperando la llegada de Diego, tenía un extraño sentimiento producido por la inquietante y penetrante mirada del hombre. Quizás solo era mi mente, calenturienta, haciéndome ver como objeto de deseo de todo hombre que se cruzase en mi camino, o quizás fuese algo más. De todas formas, su mirada no era cómo la del resto, parecía ocultar algo, quizás un sentimiento, o tal vez los pensamientos que le recorriesen la cabeza.

Frente a mi, siempre había mantenido las distancias. Pero cuando le daba la espalda, pude comprobar la última vez cómo se deleitaba mirándome el culo. No es nada que le hecho en cara, mi culo ahí está, para quien lo quiera ver por supuesto, y yo encantada. Pero la forma en la que se comportaba… Era como si ocultara algo más.

No compartimos mucho mas tiempo, y apenas hablamos de qué tal me iba a mi en los estudios cuando llegó Diego y nos retiramos a “estudiar”.

La primera hora la dedicamos a lo académico. Aunque ambos estábamos deseosos de acabar, lo primero era lo primero. Era casi como un ritual. No nos cuestionábamos nada. Incluso la posterior sesión, me servía a mi misma de recompensa para mantener el ritmo de las clases, aunque, ya era un hecho innegable, que mi método estaba dando resultados.

-Bueno, ¿Y que te apetece hoy?- Le pregunté una vez finalizado el estudio.

-Ummm, no se…- Su actitud poco a poco iba siendo más relajada y cotidiana, dejando ver su personalidad y no escondiéndose bajo un manto de timidez reprimiendo sus deseos. -¿Qué te apetece a ti?-

Me cogió por sorpresa el hecho de que se preocupase por mi. Al fin y al cabo, después de pasar tanto tiempo con Lucas, mi “rollete”, era normal. -Podemos retomar las preguntas que dejamos ayer a medias.- Apunté.

Diego hizo un gesto de aprobación, aunque una pizca de desilusión podía apreciarse en sus ojos, que ya estaban centrados en el par de tetas que escondía bajo mi blusa roja. -¿Hay algo que te quedases con ganas de preguntar ayer?.-

Diego hizo memoria mirando al techo con actitud pensativa. -Mmmmm, bueno muchas cosas.- Dijo acompañando con una risa. -Pues adelante.- Le anime haciendo un gesto abriendo los brazos.

-¿Con cuantos chicos has estado?- Preguntó finalmente.

-¿A qué te refieres con eso?- Su pregunta era demasiado ambigua. - ¿Con cuantos me he besado? ¿O con cuantos me he acostado? No es lo mismo.-

-Con cuantos te has besado. – Se decidió a preguntar finalmente, desde su silla frente a mi.

-Bueno, no llevo una cuenta exactmente. Pero digamos que con muchos.- Diego se quedo algo triste ante una respuesta que no esperaba. Supongo que pensaba que su corta experiencia con las mujeres se correspondería con la mía con los hombres. Pero nada más lejos de la realidad. -Cuando seas más mayor ya veras como no te parece tan raro.- Añadí intentado recomponer sus sentimientos.

Aún así, un atisbo de tristeza se reflejaba en su rostro, como desprestigiando en comparación el trato que le daba y la oportunidad que le brindaban los premios de mis clases. Supongo que un juguete nuevo es lo que todo jovencito desea, y ahora, se había dado cuenta que su juguete había ya pasado por muchas manos.

-¿Y todos han visto tus tetas?- Reí. Después de tanto tiempo y perversión, sus preguntas seguían siendo las de un chico inocente. Y aunque eso me gustaba, tambien significaba que quedaba mucho para conseguir lo que ansiaba. Y la paciencia no era un rasgo que me caracterizase.

-Solo algunos.- Dije suavizando el dato. La verdad, es que juraría que me han visto las tetas mas hombres de los que me han besado, pero ese dato le habría desmoralizado aún más. -Solo los que yo he querido que las vean.- Añadí estratégicamente haciendo cambiar su expresión, iluminando su rostro y ruborizándose.

-¿Y tu? ¿Has besado a alguna otra chica?- Pregunté.

-A algunas.- Dijo imitando mi respuesta, tratando de quedar a la altura. -A la mayoría jugando a la botella.- Añadió ante mi silencio.

-Vaya, así que no eres tan novato entonces. Y además ya me has dicho que les has visto las tetas a las chicas de tu clase.- Añadí con rentintín. Recordé ese dato a la perfección, Alejandra, la chica que según sus palabras tenia unas tetas igual de buenas que las mias.

-Pero solo he tocado las tuyas.- Dijo rapidamente intentado mantenerme como el foco de sus deseos y haciendome sonreir complaciente.

No os voy a engañar, me sentía como una diosa. No, cómo su diosa, su diosa de las pajas dispuesta a descubrirle un mundo de placer y perversión.

-¿No te gustaría tocar las de Alejandra?- Le pregunte con una sonrisa de complicidad.

-No se… Me gustan más las tuyas.- Dijo indeciso.

-Bueno, pero las tienes muy vistas, ¿No? ¿Hay algo más que quieras como recompensa?- Dije haciendo un ultimo esfuerzo por no lanzarme yo, esperando que reaccionase y diese un paso más. Desde luego, yo a su edad era mas espabilada.

-Si puedo… Me gustaría tocarlas más.- De nuevo su petición era decepcionante pero a la vez excitante. Tenía que idear la manera de salir de ese misero bucle de manoseos de pechos.

Me saque las tetas por encima de la blusa, dejando mis dos magnificas peras a su disposición, dando unos pequeños saltitos sentada en la silla para que observara como rebotaban. Sabía por su expresión cómo le gustaba eso.

Tras 3 minutos de bragas mojadas por el jugueteo de las manos de Diego sobre mis pezones, sin previo aviso, hizo lo que menos esperaba, y lentamente acerco su cara a mi entreteto, sin decir nada, enterrandola entre mis dos tetas y comenzado a restregarla de un lado a otro.

No puedo describir la sensación de aquel momento, pero lo recuerdo a la perfección. El silencio, el roce de sus los labios sobre mis pechos, el cosquilleo de su imberbe bello facial. Era la sensación que tanto tiempo llevaba esperando, y desde luego era mejor que en mis fantasías, especialmente cuando su lengua comenzó a rondar mis pezones y a absorberlos.

Continuabamos sin decir nada, apenas se escuchaba los ruidos básicos de la succión y algún que otro beso sobre mis pechos, y aúnque me dejaba llevar, cerrando los ojos y mirando al techo, no pude evitar echar un vistazo al bulto que se ocultaba entre sus pantalones.

-¿Te gusta?- Preguntaba sin levantar la mirada de mis pechos. En lugar de responderle me limité a agarrar mis tetas y presionarlas aún más contra su cara. A medida que pasaba el tiempo así, sus babas quedaban restregadas por todas mis tetas.

Era el momento. Ahora o nunca. Rápidamente alargué mi mano hasta alcanzar su entrepierna.

Diego hizo un intento de retirarse, sobresaltado al notar mi mano, pero yo se lo impedí agarrando ahora su cabeza contra mis tetas, y alcanzando finalmente con mi mano derecha ese ansiado miembro. -Sigue, no pares.- Le rogué perdiendo el control de la situación. Cada vez quedaba menos de esa Diosa empoderada y más de la zorrita que se muere de ganas por desvirgar a un yogurín.

Pero valió la pena. Pude notar a la perfección su joven polla bajo ese pantalón de chándal. Tiesa como una tubería, al igual que mis pezones cada vez que notaban la lengua de Diego, que a estas alturas debía tener la boca seca. Pero imagino, que pocas oportunidades tendría para saborear un manjar así.

Por mi parte me tendía que morder los labios y la lengua para evitar gemidos delatores. Aún quería mantener mi faceta de “profesora que premia a su estudiante” antes que dejarme ver cómo… ya sabéis. El sexapeal de la seducción de roles.

Eso sí, un minuto me bastó para palpar todo su rabo. Un joven rabo, que me gustaría pensar que era la primera en tocar. Aunque fuera por encima del pantalón. Mis dedos jugaban recorriendo su no muy extenso recorrido, tocando con delicadeza su punta. Me moría de ganas por meter mi mano dentro del pantalón.

Podía incluso notar sus venas debído a lo duro que estaba, y al agarrarlo, sentir incluso la humedad de su entrepierna, que podria rivalizar con la de la mía. Lo agarré con fuerza, como quien estruja una esponja, pero sin apretar en exceso. Queria sentirlo en mi mano entero.

Diego, de vez en cuando, perdido por la lujuría, cesaba en sus lametones desatendiendo mis tetas, pero usando mi otra mano yo misma me encargaba de acercárselas a la boca.

-¿Lo hago bien?- Repetía inseguro sin mirarme a la cara. Al fín, deje salir de mi boca un par de suspiros y breves gemidos como respuesta. Lo entendió y continuó, ahora esforzadose más.

He de decir, que tengo unos pechos bastante sensilles, y cuando juegan con ellos de la forma correcta, me suelo excitar demasiado. Y así estaba sucediendo. Más por la situación que por la técnica, desde luego. Pero, finalmente no pude contenerme, y cuando el propio Diego sujeto mis tetas con sus manos mientras se las comía, fuí bajando lentamente mi mano hasta mi coñito.

Juraría que jamás me habían comido las tetas tanto tiempo seguido, y diría que pocas veces había sentido semejante satisfacción. Especialmente al alcanzar mi entrepierna con la mano y empezar a rozar mis vaqueros.

Justo en ese momento, tras dos breves y rápidos toques sobre la puerta a modo de aviso, entró abruptamente el abuelo de Diego.

Miedo, temor, culpa, frustración… Un montón de sensaciones pasaron fugazmente por mi corazoncito. Ambos nos separamos lo más rápido posible y me tapé mis ensalivadas tetas recolocando la blusa en un tiempo record.

El viejo hombre abrió la puerta asomándose. -Perdonad que os interrumpa.- Dijo. Parecía aparentar que no había visto nada, pero juraría, que, por la rapidez con la que entró era casi imposible. Aún así, ¿Qué ganaría?. -Perdonad chicos.- Dijo dirigiéndose a nosotros. Diego, estaba por delante mio, pero juraría que su cara era todo un poema. Yo trataba de mantener la calma aunque el corazón me iba a mil.

-Acaban de llamarme tu padre. Ha tenido una urgencia, han ingresado al tio David. Ha salido ya mismo para Alicante.- Dijo algo preocupado. Sin entender nada me quedé callada. Diego se giró para mirarme, y entonces puede ver toda su cara llena de babas casi cayendo por su barbilla. Cerré los ojos lamentando la situación y deseando poder esconderme bajo tierra.

No tuvimos mucho más tiempo de estudio y no hablamos de lo sucedido. Ambos salimos de la habitación, Diego se despidió de mi, con la mirada casi lamentando que pudiera ser la última vez que nos veamos si su abuelo había descubierto algo.

Puse la mejor de mis sonrisas inocente, y amablemente me despedí. Diego volvió a su cuarto, y el abuelo se quedó en la puerta observando cómo me dirigía a la parada del autobús con el extraño sentimiento de ser observada.

El camino de vuelta fue entre triste y frustrante. ¿Tanto me había encaprichado de un chiquillo? La respuesta estaba clara. Pero si había algo peor que haber perdido la oportunidad de ser su diosa, era haberme quedado con la miel en los labios. O más bien con la saliva en las tetas.

Ya en el autobus de vuelta iba haciendo planes sobre cómo saciarme esa misma noche. ¿Llamar a Lucas? Eso sería lo más fácil. ¿Poner a límite a mi compañero de piso Marcos? Era otra buena opción. ¿Darle al fín lo que tanto ansiaba a mi admirador furtivo? Insluso eso se me pasó por la cabeza.

Iba repasando diferentes perfiles de chicos cuando ocurrió. El padre de Diego me llamo. Las manos me comenzaron a temblar y solo podía esperarme lo peor. Incluso llegue a pensar en las consecuencias legales que pudiese tener aquello. Le cogí con la voz entrecortada y el corazón paralizado, y entonces, se me presentó la mejor oportunidad de mi vida.

En resumidas cuentas el hermano del padre de Diego había sido ingresado de gravedad, y tanto él, como su padre (el abuelo de Diego) iban a marcharse en unas horas a otra ciudad. ¿Quería que siguiera con las clases durante esos dias que iban a estar fuera? Sí, ahora sin la intromisión de absolutamente nadie para limitarnos. Pero aún mejor.

A modo de favor personal me pidió que me quedara con Diego para poder ayudarle con la casa. Sus palabras fueron algo así como “Pasate de vez en cuando a echar un vistazo, que todo vaya bien, que no monte juergas y si puedes a ayudarle con la comida y la limpieza”.

Por supuesto pude ver la oportunidad que eso significaba, y aunque finalmente añadió que intentaría que su hermano mayor se pasara a ayudarle alguna vez, la responsabilidad por supuesto, recaería en mi.

Estaba tan obsesionada que incluso se me olvidó negociar un precio. Aunque más bien, el que me terminaría pagando mi precio iba a ser el hijo.

Llegué a casa con la intención de ducharme, descansar un poco y pasarme esa misma noche por su casa para no perder un solo día. Al entrar en casa, sonriente y danzante, Marcos, que estaba comiéndole los morros a su novia, trato de hacerme un gesto que no entendí hasta que no entré en el cuarto.

Sentado sobre la cama, con una rosa amarilla y vestido más formal que nunca, con el pelo engominado hacia atrás y la barba recortada. Me dirigió una mirada de pena, como un cachorro en la perrera y rápidamente se levanto para ofrecerme la rosa.

-Últimamente hemos discutido mucho y me siento muy mal.- Dijo tratando de buscar mis brazos.

-Pues algo habrás hecho porque solo tú te sientes mal.- Respondí brusca y distante. Mi mente casi había olvidado a Lucas, algo que llevaba mucho tiempo proponiéndome por nuestra relación tóxica, pero cuando parece que no le voy a volver a ver mas, aparece de nuevo.

-Hago muchas cosas mal. Lo sé. Pero quiero cambiar por ti bebe.- Dijo intentado buscar mi lado compasivo.

-Siempre dices lo mismo. Voy a cambiar. Lo juro. Cambiaré...-

-Lo estoy haciendo, por tí.- Lucas se acerco a mi colocándome la rosa sobre la oreja y acariciando mi cara con ambas manos. Era difícil para mi resistirme a su lado seductor a pesar de ser un capullo.

Antes de que pudiera darme cuenta ya estábamos besándonos lentamente. Juntando nuestros labios y deslizando nuestras manos por el cuerpo del otro. Ojalá pudiera volver atrás en el tiempo para llamarme tonta allí mismo.

-¿Y que pasó con la inglesa?- Le pregunté mirando a los ojos.

-Ni me acuerdo de su nombre.- Dijo excusandose. Diego era casi tan bueno mintiendo como yo. Seguramente se la habría tirado, y tarde o temprano lo descubriría. Esto solo era una mentira de papel que sostenía una relación basada en distintos intereses.

Por un lado sabía que él no era hombre de una sola mujer. Puede que me quisiera, no digo que no, pero ya me había demostrado repetidas veces que no sería la única, ni si quiera la mas importante.

Y por otro lado, yo solo quería poseerlo. Era una adicta a él. Hacía todo lo que me pedía. Solo quería entirme querida por él a pesar de tener una relación abierta, pero Lucas solo te hacía sentir especial cuando te follaba.

Así que hicimos lo que mejor sabíamos hacer juntos, follar.

Después de mis últimos encuentros sexuales necesitaba que Lucas me… porque no decirlo, me reventara.

Le mordí el labio y le miré con lujuria. Eso bastó para encender la mecha. Me quitó la blusa y se quedo confuso al ver que no llevaba sujetador.

-Esas tetas son irremplazables.- Dijo como si fuera un cumplido. Le quite el jersey negro y la camiseta para poder tocar, apreciar, besar, lamer y morder su tableta mientras el agarraba mis tetas, no cómo Diego, admirándolas, sino con pasión y lujuria apretando levemente.

No tardé en quitarle el cinturón, abrir su bragueta y sacar su dura polla. Creo que fue el lapso de tiempo desde nuestro último encuentro sexual más largo que había estado sin verla.

Abrí la boca haciendo ademan de ir a chuparsela, pero en lugar de eso solo me acerque su miembro con la boca abierta, sacando en ocasiones la lengua, rozándola contra mis labios, pero sin chuparla. Estoy segura de que podría sentir mi aliento en su polla.

-¿Quieres que sea tu novia? ¿O tu puta?- Le dije mirandole a los ojos.

-¿Por qué elegir?- Respondió haciendo fuerza para acercar su polla a mi boca.

-¿Novia o puta?- Repetí.

-Quiero que seas mi chica. Cómo antes.- Lucas se limitó a decir lo que quería oir.

Cogí el cinturón, me lo enrolle al cuello y lo apreté con el cierre para que quedase a modo de correa para darle a él el otro extremo. Lucas no dudó en tirar de el para introducir su polla en mi boca abierta, y yo la recibí con gusto.

Tragué, tragué y tragué hasta enterrarla en lo profundo de mi garganta pese a no disfrutar mucho de esa técnica. A mi favor he de decir que la polla de Lucas no es especialmente grande, digamos que está en la media, un buen tamaño para poder disfrutar de una mamada.

Lucas tirando de la correa me obligo a bajar de la cama donde estaba sentada para poder chupar cómodamente y hacerme ponerme de rodillas en el suelo, junto al espejo. Aquello le encantaba.

Ahora era yo la que devoraba su polla a mi gusto. Disfrutando de cada lamida. Metiendo y sacando la mitad de su polla a buen ritmo mientras trataba de jugar con su glande haciendo presión con mi lengua en su frenillo.

Lucas la sacó rápidamente de mi boca pera evitar una corrida imprevista, y tirándose al suelo sobre mi, comenzó a quitarme los pantalones con mi ayuda. Lo primero que hizo una vez retirados fue pasar un dedo por mi rajita, dando la casualidad que estaba tan empapado que se metió dentro sin siquiera quererlo.

-Veo que estas chorreando de cachonda.- Dijo sin saber que era no era el causante de la mayoría de esos flujos.

-Cómemelo.- Exigí totalmente cachonda. En lugar de recibir la buena comida de chocho que esperaba, Lucas se dedico a jugar con su lengua y sus dedos, especialmente con estos últimos.

Su destreza era increible, y creo que al igual que yo era capaz de hacerle la mejor mamada que jamás le harían, él era capaz de hacerme los mejores dedos de mi vida.

Dos de sus dedos entraban y salia lentamente de mi coño. Hasta el fondo, empujando, haciendo fuerza para llegar a lo más profundo, y una vez dentro, los habría como si fueran una tijera mientras su lengua resbalaba en mi clitoris. Aquello era sencillamente el extasis.

Un placer que hace imposible ocultar los gemidos, y cada vez que se me escapaban, Lucas tiraba de mi correa de perrita cachonda para hacerme callar. Aunque era imposible. Marcos, mi compañero de piso y su novia debían estar divirtiéndose con el show.

No duraron mucho sus dedos en mi coño, porque al de unos minutos se incorporó lamiendo lentamente desde mi ombligo hasta mi boca, pasando por supuesto por mis tetas. No dijo nada sobre la saliva reseca de Diego que debían tener, pero me hizo gracia pensarlo.

Con una mano sobre mis tetas y otra tirando de la correa, se puso encima de mi. Sin previo aviso más que una mirada de lujuria y sin ayudarse de las manos intrudujo su caliente y húmeda polla dentro.

-Ohhhhhh- Exclamé al notar después de tanto tiempo una polla dentro de mi. A lo que reaccionó con un tirón de correa que no hizo mas que ponerme cachondisima.

Ahi estabamos los dos, en una esquina del cuarto follando en el suelo junto a un espejo. Miré a Lucas sobre mi. Poco quedaba ya de la elegancia con la que se había presentado. Estaba sudado y despeinado, pero aún así seguia siendo el chico más guapo que jamás me ha follado.

Tras un par de envestidas lentas, casi romanticas podríamos decir, de su miembro entrando hasta mis entrañas comenzó el movimiento. A pesar de que Lucas no destacaba por ser especialmente activo, recuerdo como me follaba con fuerza y rabía. ¿Le había contado algo su amigo sobre lo que había pasado en el camino de vuelta a casa mientras el se quedaba con la inglesa?

Lo cierto es que me daba igual. Bueno, no, pero a él si le daba igual admitirlo. Sabía por lo que me habia contado su amigo que el fardaba de cómo follabamos, pero imagino que no le habrá sentado tan bien saber que uno de sus amigos lo haya podido experimentar en sus propias carnes. Quizá fuese eso de lo único que estaba arrepentido y no de lo que quiera que hiciese con aquella chica esa noche.

Pero eso ahora no importaba. Me estaba follando como pocas veces. Su polla entraba y salía de mi sin parar, con fuerza. Los fluidos de mi chocho salían despedidos contra nuestros cuerpos con cada envestida y cada vez que giraba la cabeza para mirar al espejo solo podía ponerme más cachonda.

Hasta que no puedo mas. No por aguantar, sino por cansancio fisico. Calculo que estuvimos unos 10 minutos dándolo todo en esa posición hasta que se quedó clavado con su polla dentro recuperando aire.

Pero para mi no era suficiente. Sin sacarmela me las ingenié para darme la vuelta y quedar boca abajo, arquear la espalda subiendo el culete, y comenzar a moverlo rítmicamente, primero hacía los lados y después botando sobre su rabo. Cabalgándole a 4 patas mientras el se limitaba a tirar del cinturón para hacerme poner el culo más en pompa y poder darme algún que otro azote.

-Cómo sigas así me voy a correr.- Dijo entre gemidos.

Pero eso no me hizo parar. Estaba disfrutando enormemente, y cuando volví a mirar en el espejo, esta vez me imagine a Diego en lugar de Lucas. -Yo ya me he corrido dos veces y aquí sigo.- Dije invalidando su argumento.

Me gire para no verlo y simplemente bajar la cabeza al suelo mientras movía mis caderas sobre su dura polla. Ahora que no le veía era más fácil aún imaginar que era Diego, a pesar de que no tener nada que ver el uno con el otro.

Mi mente era la encargada de hacer todo el trabajo, y lo hizo tan bien que no pude evitar correme a chorros sin previo aviso, haciendo gotear todo por mis piernas y muslos y cayendo agotada al suelo.

Lucas, que hace tiempo había perdido las fuerzas, no puedo hacer nada por continuar con la posición. Simplemente se desacopló de mi interior y comenzó a cascarse una paja acercando su polla a mi boca.

-Hazme una de tus increibles mamadas para que me corra yo tambien.- Dijo como pidiendo una recompensa por el coitus interruptus.

-¿Entonces soy yo la que mejor la chupa? ¿O es Raquel?- Dije vacilando. La liberación de excitocinas me había liberado.

Lucas se limito a poner cada de poker mientras no dejaba de pajearse. -Venga bebe, que estoy a punto.- Dijo.

-Me lo contó tu amigo. Él que me llevó a casa cuando te quedaste con la tia esa.- Dije destapando sus trapos sucios. -Que teneis un ranking de quien la chupa mejor, y que Raquel es la primera.- La polla de Lucas me apuntaba firme y directa como un fusil a punto de disparar, pero sabiendo que si apretaba el gatillo antes de tiempo, malgastaría una bala.

-Sabes de sobra que nadie la chupa como tu.- Dijo con una sonrisa en la boca. -Solo quieres volver a oirlo.- Tenía razón. No era la primera vez ni el primero que me lo decia, y tenía cierto ego desarrollado en torno en ello.

-No, esta bien. Te lo demostraré- Dije, acto seguido me metí su glande en la boca. Presionando con los labios y succionando mientras que con la lengua se lo masajeaba lentamente. La mezcla de mis fluidos aún en su polla y inminente corrida era casi afrodisíaca.

Lucas, boquiabierto no podía hacer mucho mas que balbucear. Ya ni tenía sentido mirarlo a los ojos porque los tenia cerrados. Una vez dejé su miembro bien babeado, saqué la lengua, abrí la boca al máximo y haciendo exagerados sonidos de arcadas comencé a tragármela haciendo solo movimientos con la cabeza.

Cuando no pudo aguantar más Lucas agarró de nuevo el cinturón, tirando de el y presionando mi cabeza contra su entrepierna dejando toda su carne dentro de mi, lista para disparar toda la corrida acumulada de esos huevos. Simplemente me concentré en aguantar la respiración mientras seguía moviendo mi lengua, deslizandola por la base de su polla.

Hasta que me llenó la boca de tal manera que no pude contenerlo, y barrios regueros de corrida desbordaron por la comisura de mis labios barbilla abajo.