Universitaria: Profesora particular IV

Continua las aventuras con mi alumno Diego, que termina tocando mis tetas y dejándome cachonda perdida, para en casa, terminar montando un concurso de pajas.

Hola amigos y amigas del morbo. Sí, sé que he tardado muchísimo en volver por aquí, pero la verdad es que ha sido para llenar mi vida de nuevas anécdotas en mi nuevo trabajo, que espero traeros a la página algún día, cuando acabemos primero con esta historia.

Espero también escribiros con más frecuencia ahora que tendremos tiempo con esta situación sanitaria (PD: Espero que todos os encontréis bien). Solo puedo deciros que escribo con muchísimas ganas cada relato después de leer vuestros comentarios, ¡Sois los mejores!.

Y ahora, vayamos con los interesante: Este relato está enmarcado dentro de mi saga “Universitaria: Profesora particular” que relata mis andanzas sexuales después de marcharme a estudiar fuera de mi hogar, compartiendo piso. Por aquel entonces tenía 20 años, y daba clases particulares a un adolescente, Diego, con el que me había encaprichado. También cabe destacar que tenía un folla-amigo de clase, con el que estuve bastante tiempo, y que es frecuente por mis relatos, Lucas.

Y tras estos precedentes, iniciemos.

Era un lunes complicado. Me había pasado todo el fin de semana encerrada en casa sin dar señales de vida, y toda la noche del Domingo sin dormir. ¿El motivo? Muchos, me estaba volviendo loca en un batiburrillo de pensamientos incontrolables.

Por un lado, pese a que mi orgullo me obligase a ocultárselo a cualquiera que me lo preguntase, no dejaba de pensar en si Lucas se habría follado a la extranjera, y en qué lugar nos deja eso. Pese a no querer nunca comprometerme con él, no podía evitar sentirlo de mi propiedad.

Por otro lado, teníamos el problema del fisgón del baño que después de nuestro encontronazo del viernes y descubrir mis redes sociales, no paraba de intentar chantajearme. Me pasé prácticamente todo el fin de semana lidiando él. Estaba claro que teniendo el video que tenía en su poder me tenía contra las cuerdas. Un escándalo así, además en la universidad, iba a dejarme a la altura de una guarrilla cualquiera, y podría incluso salpicar mi expediente, así que me dediqué a seguirle el rollo y mantenerle contento.

Y, por último, y más importante, no podía evitar pensar, en Diego, su propuesta, y cómo le habría ido en el examen. Llevaba todo el día esperando que diesen las 6 de la tarde para acudir a las clases particulares y descubrir hacía donde iba a encaminarse mi calenturiento destino.

Era casi extraño lo cachonda que me ponía de solo pensar en ello. De imaginarme a aquel niño con cara inocente acercándose a mis tetas, siendo yo su primera musa del sexo. Me pensaba encargar de que me recuerde toda su vida.

En una sabia decisión opte por rebajar la excitación para contenerme llegado el momento con una ducha de agua bien fría. Y como bien sabréis, una cosa lleva a la otra y terminé duchándome con 3 dedos frotando a fondo mi chochito, y para dejarlo bien limpio, me aseguré de darle una buena pasada de agua a presión con la alcachofa de la ducha (me encanta hacer eso) Poco a poco me fui dejando llevar, con las gotas de agua resbalando por mi melena y mi cuerpo, mientras que un chorro a presión se abría paso contra mi pubis de una forma casi orgásmica. Me agarré una teta, entre masajeándola y acariciándola, mientras mantenía el equilibrio en ese juego sexual que estaba teniendo lugar en el cuarto de baño. Tenía los ojos cerrados, pero podía imaginar como Diego me observaba desde donde quiera que estará, provocando una erección en su pantalón. Ese pensamiento terminó de motivarme, para dejar escapar una serie de gemidos y fluidos de la misma intensidad, hasta quedar aliviada.

Salí de la ducha semi tapada con una toalla de baño cuando me dí cuenta, por las voces que provenían del salón que no estaba sola, a pesar de si haberlo estado antes de entrar a la ducha. -Oh, hola, no sabía que había nada en casa.- Dije al pasar por el salón, tratando de tapar mis pudores con una toalla rosa. Rubén y dos chicos más que no conocía bebían una cerveza mientras jugaban a la consola espatarrados en el sofá.

-No, si ya hemos visto, jaja.- Dijo un chico entre risas.  Seguí mi camino bajo su atenta mirada hasta llegar a mi habitación.  Justo detrás de mi entró Rubén intentado no mirarme directamente.

-Espero que no te moleste. Estábamos aburridos en clase y hemos venido a pasar la tarde. - Dijo a modo de disculpa un poco nervioso.

-No pasa nada tranquilo, si en un rato me iré a las clases particulares. - Me quité la toalla de encima y me comencé a secar el pelo frente a él, sin vergüenza. Rápidamente corrió a cerrar la puerta de la habitación.

-Oye por cierto, siento si hemos interrumpido algo... Quería avisarte, pero no sabia si entrar en el baño por si ….- Poco a poco Marcos iba levantando su mirada para contemplar mi cuerpo desnudo ante él. -Perdona- Dijo apartando la vista en un momento que nuestras miradas se cruzaron.

-Puedes mirar, no me importa. - Le dije sonriente. Marcos y yo ya habíamos alcanzado una confianza sexual estable en un tira y afloja que nos ayudaba a desahogarnos a ambos, y mientras yo trataba de romper su lealtad hacía su novia para tenerlo a mis pies, el trataba de navegar en los límites de morbo que le ofrecía. – De todas formas no vas a ver nada que no hayas visto ya.- Le dije con una sonrisa de picardía.

Marcos, entre avergonzado y tímido se mantuvo firme frente a mi, observando cómo me secaba las piernas mientras las tetas me bamboleaban con cada movimiento. Al terminar de secarme dejé la toalla sobre la cama y me dispuse a abrir el vestidor.

-¿Querías algo más?- Le dije dándole la espalda, y de paso una perfecta visión de mi culo.

-Ehhh, ahhh…- Se quedó pensando en una excusa para aprovechar hasta el último segundo las vistas. -Si, a la noche, igual pedimos comida. No se si una Pizza, o chino o… o igual una hamburguesa. - Las palabras salían de su boca formando la excusa más tonta que se le pudo ocurrir en aquel momento.

-¿Y qué de todo eso pensáis pedir?- Pregunté sentándome en la borde de la cama a pocos centímetros de él y colocándome un tanga de encaje blanco.

-Lo que quieras. - Dijo tragando saliva.

-¿Es que no lo sabéis?.- Me subí el tanga y comencé a ponerme unas mayas negras ceñidas.

-Si, bueno, nos adaptamos a ti.- Siguió improvisando lamentablemente. Me coloqué junto a él, con mis tetas casi rozando contra su sudadera. A veces me pregunto, de una manera narcisista, como podría controlarse y no lanzarse a ellas, pero creo que eso hacía que me gustase aún más nuestro jueguecito de provocaciones ”legales”.

-Bien, pues cuando llegue a casa, si seguís por aquí, cenamos algo.- Saque un top amarillo, y me lo puse aun dirigiéndome a la puerta.

-No llevas sujetador.- Apreció él.

-No pierdes detalle eh,- Le conteste abriendo la puerta y saliendo dispuesta a llegar antes de tiempo a mis labores como profesora.

-Adios chicos, nos vemos esta noche entonces, gracias por invitarme a pizza.- Salí rápidamente sin esperar la respuesta, que supongo que seria un conjunto de preguntas que revelasen la tapadera de Marcos, pero sabiendo que, seguramente volvería cachonda perdida de mis clases, y de esta forma me aseguraba tener unos frikis con quien poder jugar sin tener que arrastrarme por Lucas.

Como cabía esperar por mi impaciencia llegué antes de tiempo a la casa de Diego. Antes incluso de que él llegase a casa, acto que delató mi impaciencia. Fue su abuelo, como acostumbraba a hacer los últimos días quien me recibió.

-Llegas pronto, el muchacho aún no ha llegado. - Miré el reloj y me dí cuenta que había llegado media hora antes de lo normal. -Pero pasa mujer, espérale aquí. - Recibí su amable gesto con una sonrisa, y le acompañé al interior de la vivienda.

-¿Quieres tomar algo?- Me preguntó mientras habría un par de armarios buscando algo. -No gracias.- Contesté echando un vistazo al móvil, donde descubrí una gran cantidad de mensajes acumulados.

-Pues me vas a permitir, que yo me tome un orujo. A estas alturas de la vida, es lo único que me deja contento.- Dijo riendo mientras se servía un lingotazo.

Entré en la conversación con el extorsionador cuyo número había guardado como “pajero” y que no me había dejado en paz durante todo el fin de semana para leer sus múltiples mensajes que terminaban con un “Me estoy empalmando otra vez viendo tu video”.

Me alegro de que lo disfrutes Le respondí rápido para observar como el abuelo, un hombre mayor, con el pelo canoso y rechonchete se tomaba su bebida de un solo trago.

-Bueno, parece que lo estás haciendo bien con el chaval. Su padre ya estaba desesperado.-

-Si bueno, parece que hemos encontrado la forma de que se esfuerce. - Dije sin dar muchos detalles mientras recibía más o más mensajes.

Pero creo que ya me estoy cansando de cascármela viéndolo, por qué no me cuentas como me las chuparías a mi. Y ya sabes, esfuérzate. A lo largo de estos dos últimos días no era la primera vez que me lo pedía, y yo poco podía hacer pese a no desearlo hasta encontrar la manera de lidiar definitivamente con él. El caso es que le escribía 4 o 5 cosas subiditas de tono, y él, me dejaba en paz unas horas.

-Bueno, pues vamos a celebrarlo. Anda, que tu eres joven.- Dijo el abuelo cogiendo otra copa para servir ahora dos vasos de orujo. -Seguro que has bebido chupitos peores cuando salís los jóvenes de fiesta.- Añadió entre risas.

Te gustaría que te la chupase profundo y despacio, metiéndomela bien hasta el fondo y que puedas sentir como tu pollita llega a mi garganta o mejor rápidamente con un buen mete-saca succionando a fondo? Trate de escribir rápido para terminar con esto y que el abuelo no sospechase nada, pero el pajero no dejaba de pedir más y más.

-Venga vamos, por tu éxito con Diego.- El abuelo cogió su copa y la levanto, y tras hacerme de rogar un poco le seguí, brindamos, y tomamos un amargo trago que quemó toda mi garganta haciéndome toser.

Eh, chupapollas, no me dejes a medias o ya sabes lo que pasará

-Como sois los jóvenes de ahora, no podéis ni disfrutar de un buen orujo sin tener el móvil en la mano.- Dijo a modo de represalia.

-Perdona, era mi compañero de piso que se ha dejado la llaves.- Mentí. -¿Podría ir al baño antes de empezar?

Me dirigí al baño mientras los mensajes no paraban de llegar. Al abrir la puerta y observar frente a mí un gran espejo junto al lavabo pude observar a través de él cómo el abuelo se fijaba en mi culo alejándose hacía allí. Le dejé disfrutar el momento sin tomármelo a mal, entré, eché el pestillo y saqué el móvil.

Ahora mismo no tengo tiempo

Pues ya puedes sacar tiempo hasta que termines lo que has empezado

Escuché como Diego había llegado a casa, y rápidamente ideé la forma más rápida posible de acabar con esa situación. Activé la cámara del móvil, me baje los pantalones, y apuntando al espejo del baño me saqué un par de fotos provocativas sacando culo pero sin que se me viese la cara. Sabía que eso, a la larga, traería más problemas que soluciones, pero Diego había llegado, y él era mi prioridad ahora.

Mandame más. Una del coño

Me tengo que ir, espero que me dediques tu mejor corrida

Quise terminar complaciente a pesar de las ganas que tenia de decirle cuatro cosas para evitarme mensajitos durante las dos próximas horas. Salí de baño como si no pasara nada y me dirigí a la habitación de Diego.

-Hola Miriam. Me ha dicho mi abuelo que hoy has llegado antes.- Dijo Diego, que ya estaba sacando los libros de la mochila. Admito que estaba algo nerviosa tan solo de pensar en lo que iba a pasar cuando acabara la clase.

-Sí, es que el autobús se ha adelantado. - Mentí intentado ocultar mi entusiasmo. -¿Qué tal fue el examen?- Aposté por ir directamente al grano.

-Pues he sacado un 6,1. Así que supongo que bien. No tan bien como quería, pero bien.- Dijo refiriéndose al pacto que habíamos hecho.

-¿Ya ha corregido? Madre mía, ese profesor es muy rápido. A ver, veamos en qué has fallado.- Le dije

-Aún no nos lo ha dado. Pero he querido preguntarle la nota para ver si sacaba el notable.- Dijo sonrojándose un poco.

-Bueno Diego, has aprobado. Hace un mes no aprobabas un examen, y ahora… ¡Mirate! Estoy muy orgullosa.-

-Supongo que he encontrado la manera de motivarme.- Dijo casi entre risas. Parecía que el también estaba ansioso por retomar el pacto. -Lo malo es que hasta finales de mes no hay más exámenes. - Anadió.

-¿Y eso es algo malo? Eso es mejor. Así tendremos tiempo para prepararlos bien.- Respondí.

-Ya, pero bueno… no tendré más de tus recompensas.- Su voz repentinamente se volvió más finita y su tono disminuyo, mientras que su vista cayó al suelo mostrando vergüenza. Yo por mi parte disfruté de aquello como si de un piropo se tratase, le tenía impaciente por descubrir mi cuerpo.

-Bueno, tu tranquilo. Sigue estudiando así y me encargaré de darte una recompensa diaria.- Por mi parte me costaba contenerme, y cada vez se lo estaba poniendo más y más fácil. En lugar de ser un premio, más bien estaba siendo un regalo de tómbola. Diego, al oír mis palabras sonrió como un niño al ver los regalos de navidad debajo del árbol.

-¿Así que hoy tendré mi recompensa?- Dijo ilusionado, con un brillo en los ojos que delataba sus emociones. Su mirada, directamente estaba clavada en el contorno que mis pechos abultaban sobre el top.

-Bueno, como veo que no te vas a concentrar en toda la clase, te daré tu recompensa ahora. ¿En que habíamos quedado?- Dije haciéndome la tonta. Quería que el lo dijese.

-Me ibas a enseñar las tetas sin el sujetador.- Dijo rápido y bajo, casi susurrándolo. -Y tocarlas un poco.- Añadió aprovechando mi confianza.

-Creo recordar que lo de tocarlas era solo si sacabas un notable.- Dije acercando mis manos a la parte baja del top para comenzar a subirlo lentamente. Diego no apartaba su vista de mis pechos, esperando la revelación divina. Cuando estaba a la altura de mis pezones, paré un momento, dejando el borde de la camiseta aún tapándolos, pero rebelando la onda inferior de mis tetitas.

Diego se relamía sin decir nada, únicamente contemplando el espectáculo. Retomé la acción, y levanté mi top amarillo hasta el cuello, dejando mis tetas totalmente libres, sin nada que las protegiese de la visión de aquel adolescente consentido.

De nuevo, solo con enseñarle las tetas era como si le tuviese hipnotizado y a mi voluntad. Es increíble el poder que ejercen los pechos de una mujer sobre los instintos más básicos del hombre.

-Son perfectas.- Apuntó al respecto mirándome un segundo a la cara.

-¿Has visto muchas tetas para poder comparar?- Le pregunté a modo de cachondeo.

-He visto muchas. Pero casi todas en los videojuegos o internet.- Afirmo con naturalidad Diego sin perder detalle. Parecía que la situación le ayudaba a soltar ese tipo de datos más comprometidos.

-¿Cuántas has visto así? En vivo, quiero decir.- Le pregunté con coriosidad.

-Solo a dos chicas de clase. A parte de las tuyas, claro.- Continuó.

-Veo que tienes éxito con las chicas. No es fácil que te enseñen las tetas.- Por un momento me sentí celosa de no ser la primera, y acto seguido estúpida por decir que era algo difícil mientras le enseñaba las mias de par en par.

-Bueno en realidad nos las enseñaron a todos los chicos de clase, en los vestuarios del colegio.- Me contó.

-¿Y te gustaron?- Poco a poco los pezones se me iban poniendo tiesos mientras me cogía el frio, y comencé a amasarme las tetas lentamente para entrar en calor, lo cual dejó alucinado a Diego.

-No tanto como las tuyas.- Dijo sacándome una estúpida sonrisa. -Las de Alejandra eran bonitas. Grandes, como las tuyas, pero no tan redondas.- Puse en duda que pudiese tener unas tetas tan formadas.

-Venga, anda, que te mueres de ganas, puedes tocarlas un poco.- En realidad yo también lo estaba deseando. Terminé de jugar con la yema de los dedos sobre mis pezones y deje que sus manos tomaran mis tetas.

Es indescriptible la sensación que pobló mi cuerpo al sentir el ansiado contacto de sus manos sobre mis tetas, primero tímidamente, y posteriormente comenzando a descubrir y palpar cada centímetro, explorando todas las posibilidades que le ofrecían.

Ambos nos quedamos en silencio disfrutando de aquel acto prohibido. Los calambres recorrían mi cuerpo calentando mi sangre en dirección a mi entrepierna, y comenzando a suspirar cada vez que apretaba mis pechos.

-Para ser tu primera vez lo haces mejor que muchos.- Dije intentando buscar una conversación en la que ocultar mis suspiros. -Así podrás practicar para cuando se las toques a esa tal Alejandra.- Apunté intentado descubrir más sobre su relación.

-No creo que eso nunca pase. No soy su tipo.- Respondió picando el anzuelo.

-Bueno, nunca se sabe. Las chicas cambiamos mucho de opinión. - Dije animándole. -¿Así te gustaría tocárselas?- Era consciente de lo obsesiva que se estaba volviendo la conversación, que prácticamente estaba revelando todas mis intenciones. Comenzaba a sentirme cachonda con ese simple magreo.

-Sí bueno. Me gusta tocartelas a ti. Si te parece bien claro.- Y por supuesto que me parecía bien, pero no tenía la más mínima intención de que eso fuese todo.

-¿Bueno, pues ya tienes tu recompensa, no?- Pregunté, optando por ofrecer un ultimátum a su actitud pasiva.

-Ahora no voy a poder dejar de pensar en ellas.- Dijo como despedida mientras sus manos se separaban de ellas.

-¿Vas a pasarte el día pensando en mis tetas?- Aproveché para sacarle punta a aquella frase, aferrándome a lo único que tenía para no caer en mis instintos más básicos y hundirle la cabeza en mi coño suplicando. Diego se quedó algo cortado.

-Bueno, no quería decir eso tal cual. No suelo ver esto todos los días…-

-Bueno, en el juego ese que tanto te gusta las ves casi a diario.- Respondí. -¿Porqué son las mias tan especiales?- El pequeño bulto que crecía en la entrepierna de su chandal contestaba la pregunta.

-Bueno Miriam, ya está, déjalo.- Su vergüenza le hizo cerrarse en banda perdiendo una gran oportunidad. Obstinada, resentida, enfadada, y sobre todo, cachonda, me bajé la camiseta y sin mediar palabra comenzamos con la clase.

Una hora y varias miradas a mi escote después, la clase terminó con una cordial despedida impropia de la relación que se estaba forjando entre nosotros. ¿Acabaría aquí todo?. Tenía incluso miedo de perder una situación como esa capaz de ponerme tan cachonda.

Y en esto me gustaría profundizar un poco. Yo era una chica con la capacidad y autonomía suficiente como para follar con quien me apeteciese, a la que le gustaba disfrutar del morbo, pero que se me hacía difícil encontrar nuevas experiencias que me pusieran tan cachonda como la primera vez que folle en público, mi primer trio, mi primera vez… Y en ese momento mi objetivo no era desvirgar a ese jovencito, sino ser su Diosa.

Quiero decir, desnudarme completamente, o aferrarme a su polla y hacerle su primera mamada sería lo fácil. Yo quería que es me lo suplicase como quien reza pidiendo un milagro, y por eso, con solo pedirme tocarme las tetas y sentir sus manos, estaba tan sumamente cachonda. Y precisamente porque me gustan las cosas bien hechas, no hice más.

-Oye Miriam.- Dijo Diego justo antes de que saliera por la puerta. -Perdóname si te he incomodado.- Era increíble como había cambiado su tono desde nuestro primer encuentro.

-¿Incomodarme? No. Me ha resultado…- Busqué una palabra que pudiese apropiarse. -Interesante.- Dije sonriendo, intentado que no rechazase continuar con nuestro juego.

-¿A ti también te ha gustado?- Preguntó situándome en un compromiso.

-Sí. Ya te he dicho que no lo haces mal.- Fingí ruborizarme y esconder la mirada concediéndole una pequeña victoria esperando que eso dinamizase un poco la historia.

-¿Tendré entonces un premio cada día?- Tuve que contener el alivio al sentir que volvía a tener la situación bajo control.

-Claro, piénsate que quieres para mañana.- Le dije antes de irme. -Si sigues aprobando todo, claro.- Añadí recordando que seguía siendo su profesora particular.

De nuevo la situación se ralentizaba por encima de mis expectativas, y acababa marchándome a casa con un calentón de la hostia. En el camino de vuelta recordé mirar el móvil para comprobar que todo estaba bien con mi particular chantajista. Solo tenía un mensaje suyo

*Me acabo de correr como un toro. Cuanta leche desperdiciada lejos de tu boca. *

Por suerte, cuando llegué a casa aún seguía Marcos con sus compañeros de clase. Por un lado estaba Álvaro, un listillo de pelo rizo (el que hizo un comentario cuando salí de la ducha) ni alto ni bajo, ni gordo ni flaco. Un chico que pasaba totalmente desapercibido físicamente, sino fuese porque su personalidad se basaba en llamar desesperadamente la atención haciendo el payaso. Le conocía de todas las veces que Marcos le había traído a casa.

El otro era Felipe. Un chico algo más tímido, pero que se esforzaba por seguirle el rollo a su amigo. Físicamente era más bajito, siendo aún más altos todos ellos que yo, y tenía un rostro de facciones nórdicas, rubio, mentón fuerte, cejas pobladas…

-Hola chicos. Vaya, veo que cumplís vuestras promesas. - Aprecié viendo unas cajas de pizza sobre la mesita del salón junto a uno de los sofás. Una sonrisa picarona se dibujo en mi cara a medida que mi calenturientamente pensaba como divertirse.

Comenzamos a cenar pizza mientras veníamos un programa de talentos que estaban emitiendo. En un momento un participante comenzó a cantar, si se le puede denominar así, “Despacito”.

-Ese canta peor que yo en la ducha.- Dije aprovechando el momento, y sabiendo que sería la oportunidad perfecta.

-Por lo que hemos oído tú también desafinas un poco en la ducha.- Dijo Álvaro intentando dejarme cortada. Y cómo un tiburón que huele la sangre, ataqué. Ahora no había necesidad de ser una Diosa, sino más bien una zorra.

-¿Vaya, me habéis escuchando? Pensaba que estaba sola.- Dije fingiendo sorpresa. Me encanta  jugar con los chulitos, hacerles creer que me tienen comiendo de su mano y acabar dándole la vuelta a la situación. Marcos, que ya me conocía, únicamente se quedó observando como su amigo se metía en la boca del lobo.

-Si bueno, digamos que te hemos oído entonar. - Dijo siguiendo con la bromita, chocando su puño contra el hombro de Marcos.

-Vaya, que graciosillo. Seguro que te hubiese gustado escuchar la canción completa.- Contesté. El silencio se hizo en la habitación y los tres se quedaron a cuadros con mi respuesta, mientras yo comía tranquilamente pizza.

-No sabía que se tratase de un concierto abierto al público. - Álvaro tardo en responder, y lo hizo de una forma seca, casi más tratando de salvar su ego que otra cosa.

-Como sigamos con dos dobles sentidos voy a tener que sacar la libreta.- Dijo Marcos tratando de calmar el ambiente.

-Además, me quedé con las ganas porque llevaba prisa.- Sabía que ese dato les bajaría la sangre al rabo.

-Pues eso de quedarse a medias es malísimo.- Dijo Alvaro sin saber muy bien cómo continuar.

-Bueno, quizá antes de acostarme me dé una ducha y termine de afinar. Gracias por tu consejo.- Dije guiñándole un ojo. El trabajo estaba hecho, estaba segura de que ya no podía pensar en otra cosa que no fuese ponerme contra la pared, y la clase con Diego me había puesto tan cachonda, que incluso puede que me rebajase a follarmelo.

-Será una pena no poder escuchar si mejoras.- Se atrevió a añadir Felipe, entre risas.

-¡Chicos!- Marcos trató de llamarles la atención sin mucho éxito. Notaba como estaba algo tenso sin saber cómo iba a terminar la cosa. Era la primera vez que no solo jugaba con él, sino que también con sus amigos.

-¿Acaso quieres disfrutar del concierto, o qué?- La pregunta fue demasiado directa para Álvaro que se quedo sin saber cómo tomárselo. Titubeo buscando una respuesta entre nervios e inseguridades. Mucho fardaba, pero a la hora de la verdad era otro cachorrillo. -Bueno, pues mejor me voy ya.- Dije levantándome hacía el cuarto de baño.

No os voy a engañar, mi coño ya venía empapado de las caricias de Diego, aunque más bien, creo que lo que realmente más me ponía cachonda eran todos los pensamientos que rondaban mi mente. En cuanto me levante, apenas un segundo después lo hizo Álvaro, como dándose por invitado, y animando con la mirada a Felipe a seguirlo. En ese momento comenzó el juego.

-Pero bueno, ¿A dónde os creéis que vais?- Dije observando como Marcos era el único que aún seguía en el sofá.

-Esto…- Felipe se quedo perplejo sin entender mi cambio de planes.

-¿Pensáis mirarme mientras me duchaba?- Pregunté haciéndome la indignada. -Pero que clase de pervertidos sois.- Añadí profundizando en mi enfado.

-Joder, pensaba que tu querias que…- Álvaro trato de defenderse tartamudeando.

-¿Porqué iba a querer que me mirarais? ¿Acaso yo voy a veros a mientras os duchais?- He de decir que disfrutaba de interpretar aquel papel, viendo como Marcos disfrutaba del show.

-Oye lo siento, perdona, nosotros…. No….- Felipe ya estaba reculando y seguramente había olvidado cualquier pensamiento de contemplarme desnuda. Ni si quiera sabía como disculparse.

-Venga, quitaros los pantalones.- Dije con una sonrisa. Deberían pensar que estoy completamente loca.

-¿Qué?- Preguntaron ambos sin entender nada.

-¿No pensabais verme desnuda? Pues voy a ser yo quien os vea primero. Venga, pantalones fuera.- Marcos, que aún estaba sentado en el sofá sabía de que iba el juego, y estoy seguro que le hubiese gustado unirse de no ser porque sus amigos conocían a su novia.

Álvaro y Felipe se miraban esperando que alguno diese el primer paso.

-¿De verdad sois así de aburridos?- Me hice con un trozo de pizza y me la introduje lentamente en la boca sacando la lengua y saboreando la punta.

-¿Quieres vernos la polla? Pues muy bien.- Alvaro se envalentonó y de un tirón bajó sus vaqueros junto con los calzoncillos hasta las rodillas.

-Calzoncillos de super-héroes. Una pena que no escondan una super-polla- Dije intentado contener una carcajada. El que no la contuvo fue Marcos.

-¿Venga no me jodas, que te piensas que la llevo dura todo el día?- Trató de reparar su orgullo herido.

-Tranquilo, Superman, si a mi me gustan las pollas más pequeñas. Eso es un mito del porno que os creéis todos, las pollas es mejor que sean fáciles de manejar. Que se acoplen bien a la mano, a la boca, y al chochito.- Acompañe mi discurso de los gestos precisos para simular una paja, una mamada, y finalmente llevándome una mano a la entrepierna, y apretando la humedad de mi tanga contra mi raja. -Y tu qué.- Dije haciendo un gesto con la mirada hacia Felipe.

Supongo que con eso bastó, porque Felipe comenzó a desabrocharse el cinturón para asomar la polla a través de la bragueta. Era algo más gorda y estaba más flácida. Parecía la trompa de un elefante de lo arrugada que se encontraba.

-Chs chs- Dije viendo cómo Marcos se llevaba la mano a su bragueta. -Tu tienes novia. Solo mirar.- Ordené.

-Y ahora qué. ¿Vamos a la ducha?- Realmente me costaba entender que quería Alvaro. ¿Hacer un trio? ¿O pretendía quitarse a su amigo de en medio en cualquier momento? Desde luego parecía esa clase de tío que cualquier cosa le valdría.

-Bueno, vosotros ya me habéis espiado esta tarde. Ahora soy yo la que quiere ver como os hacéis una paja.-

-Venga hombre, que mariconada es esa. No me voy a hacer una paja delante de mis colegas.- Dijo Alvaro. Siempre me ha costado entender la mente cerrada de algunos hombres. Yo en su situación no habría dudado. Felipe en su lugar, comenzó a acariciarse con los dedos, descubriendo su rosado glande.

-Umm, así me gusta, haz que se ponga dura.- Dije animándole. Marcos me miraba con rabia y deseo contenido sin poder hacer nada para no quedar como un infiel frente a sus amigos.

-A ver, deja que me siente para que no me pierda detalle.- Me senté en el sofá a pocos centímetros de la polla de Felipe, aún flácida. -¿Quieres sentarte conmigo?- Le propuse. Álvaro aún seguía con los pantalones por las rodillas esperando algo que nunca llegaría.

Felipe se sentó junto a mi. Ambos compartíamos un amplio sofá. Se la pelaba lentamente mientras se le iba poniendo morcillona sin decir nada. -Umm, tienes una polla gorda, eh. Aprecié sacándole una mueca de orgullo.

-¿Oye, no me jodas, esto es todo lo que va a pasar? Porque sino…- Álvaro iba a amenazar con irse, pero en el último momento se arrepintió.

-¿Y que quieres que pase? Esto funciona muy sencillo. No soy ninguna puta a la que puedas comprar. Yo os he pedido que me enseñéis la polla, y lo habéis hecho. Ahora quiero que os pajeeis para mi.- Dije disfrutando el momento. -Cada uno pide lo que quiera. Y cada uno da lo que quiera.- Finalmente puse mi mano izquierda sobre el muslo de Felipe y fui avanzando hasta casi alcanzar sus huevos.

-Pues yo te pido que me enseñes ese rico coñito que tienes.- Dijo Álvaro, cuyo rostro cambio al enfado cuando comencé a negar con la cabeza.

-¿Puedo?-  Me preguntó Felipe acercando sus manos a mis tetas. Le dí permiso y comencé a sentir sus grandes y afiladas manos sobre mis tetas. Eran tan grandes que casi las podía agarrar al completo. Álvaro comenzó a entender que estaba jugando con él.

-Ya veo. Así que el si y yo no.- Dijo indignado. Para ser sinceros el que peor parado salía era Marcos, por ahora.

-¿Seguro que no quieres hacerte una paja?- Tras reiterar mi pregunta, Álvaro cedió, y comenzó a agarrarse y masajear su miembro. Sonreí satisfecha.

-¿Sabes de que color es mi tanga? Si lo aciertas te dejo quitarme los pantalones para que puedas verlo tu mismo.- Le dije recompensando su comportamiento.

-Rojo.- Dijo decidido. -No, no. Azul. ¡Negro!.-  Me levanté y me coloqué junto a él, dejándole, al menos una buena visión de mi trasero a Marcos.

-Muy bien, venga, con cuidado, machote.- Le dije levantando los brazos y dándole permiso para bajar mis mallas. Álvaro se mordió los labios conteniéndose y colocó su manos sobre mis caderas, acariciándolas lentamente hasta colocar sus dedos sobre la goma de las mallas para comenzar a hacer fuerza hacía abajo.

Álvaro bajó lentamente mis mallas, acercando peligrosamente su cara contra mi piel para revisar cada centímetro microscópicamente. Al fín, mi tanga blanco quedó descubierto y mis mallas a la altura de los tobillos.  Le guiñé un ojo a Álvaro, con el que de nuevo, volví a jugar a mi antojo.

-¿Te gustan? Son nuevas. - Le dije dándole un manotazo mientras intentaba palpar mi rajita. -Veo que ahora si que se te ha puesto dura éh.- Terminé de quitarme las mallas yo misma, agachándome a sabiendas que Marcos podría ver todo, y de hecho disfrutando su mirada.

Paradójicamente me sentía empoderada frente a tres tios, dos de ellos con la polla en la mano, apenas cubierta por mi top, un tanga de encaje y mis calcetines.

-¿Alguna vez habíais hecho algo así?- Pregunté volviendo a mi sitio en el sofá. Rápidamente Álvaro tomó el hueco libre que tenia al otro lado.

-Si te digo la verdad llevo sin follar tres meses.-Dijo Felipe que aprovecho para volver a tocarme las tetas, pasando un brazo por detrás de mi cuello. -¿Tú si?-

-Digamos que me gustan los juegos.- Dije intentado mantener un aura de misterio.

-Pues yo a estos juegos me apunto siempre.- Añadió Álvaro, que siguiendo el ejemplo de su amigo paso el brazo por detrás de mi cabeza arrebatándole uno de mis pechos. Ambos amasaban mis tetas, Felipe con las ternura y Álvaro con mayor lujuria.

-¿Pero bueno, así os hacéis las pajas vosotros?- Dije observando como aún continuaban pelándosela lentamente. Coloqué mis manos envolviendo respectivamente las suyas, o al menos lo que podían, sin llegar a tocar su polla. Y comencé a aumentar el ritmo de su masturbación.

Marcos no podía dejar de mirarme, imagino preguntándose porque hacía aquello. Ni siquiera podría imaginar el calentón que llevaba encima por culpa de un chavalin de 15 años.

-Venga seguid vosotros.- Dije quitando mi mano pero sin perder del acto. Una vez tiesas, la polla de Felipe era ligeramente más grande, pero sobre todo más gorda. Su glande era de unas dimensiones gigantes, parecía casi más grande que el resto.

La polla de Álvaro en cambio era normal, que por otro lado es lo óptimo, como he dicho anteriormente para manejar. De todas formas nunca le hago ascos a ninguna polla si estoy caliente.

-Ummm, estás caliente eh. Seguro que te gustaría metérmela bien al fondo y darme con todas tus fuerzas.- Le dije a Alvaro animándole, y obteniendo como respuestas un apretón en mi pecho, machacado en su puño.

-Ah.- Me mordí los labios. -Felipe, vas a necesitar algo de lubricante. - Advertí fijándome en que su polla aún no expulsaba liquido preseminal. Agaché mi cabeza notando el olor a polla, y dejé salir un chorro de saliva calculando llegar a su polla. Sin embargo, no paraba de machacársela por lo que no acerté. -Quieto.- Dije agarrándole yo misma la base de la polla. Repetí la operación, esta vez haciendo diana. No perdí la oportunidad y lentamente subí mi mano por su rabo un par de veces para esparcir toda la saliva. -Sigue.

Noté como su miembro daba un pequeño espasmo de placer antes de que retomase su tarea.

-Dios, me estás poniendo como una moto.- Dijo Álvaro que desde hace unos minutos había cruzado la barrera de lo permitido introduciendo su mano por dentro de mi top.

-¿Crees que no noto tu mano? No has pedido permiso.- Le advertí, sin realmente atreverme a decirle que parase de jugar con mi pecho. -Chupadme las tetas.- Acabé suplicando ante su sorpresa, y por supuesto, también la de Marcos.

No dudaron un segundo, y sacándolas por encima del escote del top comenzaron a lamer, sin parar, de formas muy distintas. Álvaro jugaba con su lengua sobre mi pezón recorriéndolo como un remolino, mientras que Felipe mordía, absorbía y lamia mi pechuga.

Entre gemidos, suspiros y con los ojos casi en blanco, pude ver cómo Marcos se había sacado la polla en el sillón de enfrente ahora que sus amigos estaban ocupados. Le sonreí.

Mi mente me pedía agarrar esas pollas y mis manos obedecieron. -No pareis.- Me estiré cuanto pude para llegar a sus falos. La polla de Felipe estaba ya húmeda y resbaladiza, me costaba abrazarla al completo con mis dedos, mientras que la de Álvaro se ajustaba en tamaño y forma, haciéndome más fácil comenzar a pajearlo. No me contuve, ya lo había hecho demasiado con Diego, lo cual me llevó a practicar una desenfrenada y torpe paja mientras trataba de contener los impulsos que me provocaban sus juguetonas lenguas.

Una de las manos de Alvaro descendía rápidamente buscando mi sexo, y aunque en otro momento se lo hubiese impedido, ahora mismo no era capaz. Sus dedos índice y pulgar comenzaron a masajear mi tanga a modo de pinza. Ahora podía saber lo mojada que estaba.

Mis manos se centraban en pajear con la poca destreza que disponía destapando sus capullos embadurnados de pre-corrida. Estaban igual de calientes que yo, que poco me quedaba para explotar.

-Muy bien vamos a jugar a un juego.- Dije separándome de ellos para intentar calmarme. Me arrodillé frente a ellos en el suelo y desde ahí, disfrutando de una mejor vista de sus pollas, las agarré sin dudarlo.

-Muy bien, el primero que se corra, pierde.- Dije mientras comenzaba a masajear sus rabos, ahora con más técnica.-Por cada minuto que pase iré subiendo la intensidad.- Anuncié. Los chicos se miraron sin entender si estaban teniendo sexo o compitiendo en un concurso, pero por su expresión no parecía desagradarles la idea, de todas formas, el perdedor ya ganaba una corrida. Estaba en una especie de trance sexual, dispuesta a cualquier cosa.

Soy una persona que suele tener bastante control sobre sus impulsos sexuales, pero la situación con Diego, cómo me hacía sentir ser su musa, su maestra en lo sexual… Me recordaba a cómo me hizo sentir Marta en aquel campamento donde me descubrí. Supongo que ahora, cómo en aquel momento, estaba intratable. A pesar de ser situaciones tan diferentes, sentía el mismo calor en mi entrepierna y el corazón en un puño.

No puedo imaginar lo que pasaría por sus cabezas, con una tia arrodillada a sus pies mientras les pajeaba a ambos al mismo tiempo esperando con ansias que alguno de los dos se corriese para mi deleite. Puede parecer mentira, pero son estos juegos lo que más caliente me ponen. Es decir, puedo disfrutar de un buen polvo, claro, como cualquiera. Pero mi mente es un campo de perversión que sólo disfruta de verdad en estas situaciones.

Podía observar como Felipe cerraba los ojos, mientras mi mano derecha recorría su polla de arriba abajo resbalando a buen ritmo. Álvaro por su parte, no perdía detalle del momento, imagino que grabándolo en su retina para la posterioridad. No todos los días tiene a una tia a tus pies, en tanga y con las tetas rebotando por fuera del top haciéndote la paja de tu vida.

La polla de Álvaro parecía a punto de reventar. A pesar de no ser tan diestra con la izquierda, parecía que sabía defenderme para hacer un buen trabajito. Quise alargar el concurso dándole una pequeña ventaja y solté sus pollas.

-Muy bien chicos. Primer minuto superado.- Dije felicitándoles. -Ahora comenzaremos a hacerlo más divertido, por turnos.- Expliqué pasándome las manos llenas de fluidos por mis tetas, para dejarlas pringadas.

-Un momento.- Pidió Alvaro. -¿Y el ganador? ¿Qué gana exactamente? - Preguntó con una mirada perversa, ansiando más de lo que podía abarcar.

-El ganador se lleva mi tanga.- Improvisé. La verdad es que era un premio bastante decepcionante en comparación con el perdedor, que daría rienda suelta a su orgasmo en forma de corrida. -Y la posibilidad de volver a participar. El que pierda queda eliminado.- Añadí guiándome por la calentura sin tener nada preparado. ¿Volver a participar? No lo tenía planeado. La verdad que la situación me divertía a la vez que me calentaba, y creo que no hay nada mejor hablando de sexo, que hacerlo entretenido. Sin darme cuenta, estaba participando en la primera edición de lo que sería mi particular concurso de pajas.

-No se muy bien si quiero ganar o perder.- Dijo Felipe valorando la situación.

La verdad es que tenía razón. Pero me gustaba la idea de volver a tenerlos en mis manos en una especie de concurso donde acudan a mi para correrse. Cada vez más veces, mi mente encontraba similitudes entre aquella noche del campamento jugando a la botella en versión sexual.

Dada por finalizada esta prorroga tome con ambas manos la dura polla de Felipe, y comencé a masajearla lentamente, pasando mis dedos por su torso, hasta llegar a su enorme glande. -Vaya, por navidad quería organizar la siguiente ronda del torneo disfrazadita de Mama Noel.- Bromeé tomándomelo demasiado en serie. Casi podía imaginar como sería.

Usé las yemas de mis dedos para masajear su frenillo. Resbalándolos lentamente y frotándolo con suavidad, mientras me inclinaba para dejar caer otro chorro de babas sobre su falo, acercando peligrosamente mis labios a la zona.

Lentamente fui descendiendo acompañando las gotas de saliva hasta llegar al final de su polla, para agarrar con firmeza su parte inferior, estirando su piel, mientras con dos deditos de mi otra mano, iba dibujando lentamente formas delicadamente con mis dedos sobre su glande. Notaba como contraía su cuerpo intentando controlar el orgasmo, y disfrutaba de verle retorcerse, morderse los labios y contener la respiración. Desde luego se estaba esforzando. Antes de llegar al punto de no retorno, quité ambas manos de su miembro.

-Tu turno.- Dije mirando a Álvaro. Agarre su polla algo más estrecha y pequeña y comencé descapullándola y acompañando con una lenta paja mientras le miraba a los ojos. -¿Crees que vas a poder aguantar más de un turno?- Pregunté retándole. En ese momento ubiqué a Marcos detrás de sus compañeros, a sus espaldas más concretamente, masajeándose el miembro sin perder detalle, y al mismo tiempo, sin que ellos le puedan ver.

Saqué mi lengua exageradamente, como si fuera a darle un lametón a su polla, pero en lugar de eso se lo dí a mi mano derecha. Hice un tubo con ella, cómo si estuviese agarrando el asa de una jarra de cerveza y metí dentro el falo de mi concursante. Notaba su calor, y como se mezclaban los fluidos. Mis babas, su liquido preseminal… Rápidamente comencé a subir y bajar por completo, sacando su polla de mi mano para volver a meterla entera. A pesar de tener las manos pequeñitas, apenas sobresalía la punta de aquel sistema de masturbación que había inventado.

Álvaro resoplaba, igual que su amigo intentado contenerse, mientras, con precisión y a buen ritmo mi mano continuaba trabajando. No podía dejar de mirar, y tampoco podía pensar en parar. Llevé mi otra mano a la entrepierna para acariciarme perdida en el placer.

Ello hizo mis movimientos más torpes, y por lo tanto más fácil para Álvaro poder contenerse otra ronda.  -Vaya, me sorprendes. Pensaba que no aguantarías.- Dije desplazándome ahora hacía Felipe. -Muy bien machote, volvemos contigo. Ronda dos.- Anuncié.

A pesar de haber sido abandonada durante poco más de un minuto, el rabo de Felipe continuaba tal y cómo lo había dejado. Opte, viendo su tamaño, por hacerle una paja a dos manos.

Situé la derecha sobre mi glande, tapándolo con la palma de la mano, mientras que con la izquierda agarraba la base. -Tienes una polla bien grande.- Le dije haciéndoseme difícil abarcarla entera.

Comencé a trabajarla haciendo movimientos circulares con mi mano derecha sobre su glande y una paja a uso conla otra. Solo de verlo y tocarlo notaba la imperiosa necesidad de meterme mi dildo en el coño hasta el fondo, pero trataba de contenerme. Los gemidos de Felipe eran cada vez más evidentes, y con la palma de la mano pegada a su glande, notaba como iba escupiendo cada vez más fluidos.

Aquello fue demasiado, pero no para él, sino para mi. La acumulación de tantas sensaciones recorrió mi cuerpo en forma de orgasmo, con mis muslos temblando y mi chochito escupiendo líquido. Mis jadeos se camuflaron con los de los chicos, pasando desapercibidos. Estaban tan concentrados en disfrutar ellos, que no se dieron cuenta, salvo por el charco que dejé en el suelo bajo mi tanga.

Ahora era el minuto de Felipe el que se había frustrado, haciendo más torpe mi paja, que básicamente consistía en sujetar su polla, casi agarrándome para evitar perder el equilibrio por mi éxtasis. -Siguiente. - Dije intentando controlar la situación de nuevo.

Ahora, ya no habría nada que me impidiera hacer la mejor paja del mundo. Me acerqué al otro miembro y con un dedo lo sujeté lentamente. -Vamos a ver si aguantas esto. - Lentamente acerqué mis labios, hasta echar mi aliento sobre él. Álvaro intentó acercar su polla para terminar de arrimarla hasta mi boca, pero frustre su intento agarrándola al completo para proseguir con la paja. -¿Lo hago bien?- Pregunté con voz seductora.

Seguí con mi rostro a pocos centímetros de su polla mientras lo pajeaba, acercándomela contra mi cara, pero solo chocando con la mano para evitar el contacto. Pero cada vez eran más violentos estos choques, y no podía evitar que alguna parte de su polla rozase contra mi nariz, mis labios, mis mofletes…  -¿No quieres darme ya toda esa leche?- Seguí motivándolo. Agarré su polla por la base y finalmente hice lo que tanto llevaba posponiendo, dándome un golpe con ella sobre la cara. -Ummmm.- Y otro…. Y un tercero sobre la lengua. Sabía que eso era demasiado para él, y siendo prácticos era injusto hacerlo aguantar tanto. Pero en este juego no había reglas.

Acompañaba el fenético ritmo de masturbación con los pollazos, cada vez más casuales, en mi cara, la cual comenzaba a presentar las huellas que estos iban dejando. -¿Te gusta mi pintalabios?- Insistí, acercando su polla, para ahora restregármela con fuerza contra mis labios y mis mofletes. Había pasado el minuto, pero quise continuar un poco más. Abrí la boca sacando la lengua, y los últimos cinco golpes los aticé contra ella notando el sabor de su miembro. Aproveché el último para recorrer con la punta de mi lengua, desde sus huevos hasta su glande a modo de remate final. Notaba los pegajosos fluidos de Álvaro sobre mi cara.

-Dios…- Se limito a mascullar. Me giré, mirando la polla de Felipe esperándome, apuntando al techo. Mentiría si dijese que no estaba disfrutando incluso más que ellos. -Te toca.-  Susurre a modo de sentencia. Él levanto sus manos en alto en señal de redición mientras yo me apoderaba de su falo.

Repetí la técnica ahora con Felipe, con la diferencia de que su glande era más grande casi que mis labios. Tenia que usar las dos manos para manejar bien su rabo dándome golpecitos por toda la cara al ritmo de la paja.

Finalmente opte por dejar su punta sobre mis labios mientras lo pajeaba con firmeza. Mientras por la comisura de mis labios iba escupiendo babas que directamente iban a parar a su polla. Con delicadeza de vez en cuando adentraba su polla entre mis labios presionándola contra mi boca, poniendo morritos como si fuera a dar un beso. Para cuando quise darme cuenta tenía el mentón lleno de babas que iban cayendo a goterones hasta mis tetas.

-A ver si aguantas esto, campeón. - Dije separando su polla de mi boca por primera vez. Me incorporé pasando de estar sentada sobre mis talones a arrodillarme, dejando mis tetas a la altura de mi polla. Me miró con sorpresa, sin esperarse lo que iba a pasar a continuación. -¿Alguna vez te han hecho una paja con las tetas?-  Sin esperar su respuesta la acomodé en mi canalillo y la estruje haciendo presión con mis manos sobre mis pechugas. Felipe giró su cabeza de izquierda a derecha negando.

-Joder vaya tetas.- Apreció Álvaro que ahora solo se podía limitar a mirar.

Su polla comenzó a resbalar siguiendo el camino que mi anatomía marcaba, hasta que su glande, lejos de perderse, quedo aprisionado, y el camino se invirtió. Me centre en hacerle una cubana moviendo rítmicamente ambos pechos, siendo yo la que me deslizaba sobre su miembro. Felipe se llevó las manos detrás de la cabeza, dejándome a mi todo el trabajo. Mire a Alvaro, quien esperaba impaciente su turno a mi lado, sin perder detalle, envidiando a su amigo.

-¿Por qué no me sujetas las tetas y me ayudas un poco?- Le propuse guiñándole un ojo.

-Una mierda. Yo no me acerco a su polla.- Dijo siendo un completo idiota. Por un segundo, la calentura me había hecho olvidar el tipo tío que era. Miré entonces frente a mí, detrás de ellos, a Marcos. Sabía que él no me diría que no, pero tampoco sabía en que compromiso le pondría pedírselo.

-¿Marcos?- Pregunte sin decir nada más. El tiempo de Felipe sin duda ya había pasado, pero ahora tenía una nueva meta por delante. ¿Se atrevería a jugar conmigo frente a sus amigos?

Cómo cabía esperar se guardó rápidamente la polla en los pantalones disimulando y cruzó al otro lado situándose detrás de mi. Felipe y Álvaro le miraron atentamente sin decir nada. – Solo quiero que me ayudes a ver cuánto aguanta tu amigo. - Dije tratando de reducir el compromiso de la situación. -Tu no tienes que participar si tienes novia. - Maticé para dejar clara su coartada delante de sus compañeros.

Asintió, y el resto parecían estar de acuerdo. Sobre todo sus amigos, que eran los que disfrutaban. -Trae, pon tus manos así. - Agarré las palmas de Marcos y las coloqué sobre mis tetas. No era igual que sentir las manos de Diego pero me gustaba saber que iba a usar mis tetas para complacer a otro tío, como si fueran un instrumento, como si fuera suyas.

-Venga, muévelas. – Dije tratando de recobrar la normalidad. Agarré la polla situándola de nuevo entre mis tetas y Marcos comenzó apretándolas para aprisionarla. Esto era algo que nunca había hecho y me tenía completamente cachonda.

De nuevo me imagine a Sandra en aquella tienda de campaña hace tantos años haciendo una paja con los muslos de sus piernas a otro chiquillo.

Marcos comenzó a mover mis tetas, apretándolas con pasión, disfrutando también de la parte que le tocaba. La polla de Felipe se deslizaba sin problemas por mi canalillo. Al principio lo hacía rítmicamente, pero finalmente batía mis tetas de formas más rápida y descontrolada, haciéndolas rebotar como si fuera un vibrador. Alternaba ritmos lentos y rápidos, pasando de un sube-baja rápido a deslizar lentamente mis pechos hasta la punta de su polla. Parecía que quería que su amigo lo disfrutase, y desde luego, el también lo disfrutaba a juzgar por su erección la cual procuraba acercar a mi culo.

-Más rápido, venga sigue.- Dije animándole. A juzgar por el silencio parecía que estuviésemos haciendo algo prohibido. -Seguro que lo está gozando como un cabrón.- Ya casi me había olvidado de la competición.  Felipe, que al principio parecía algo cortado por la participación de su amigo, había optado por no mirar directamente la escena, y volver a escuchar sus gemidos de nuevo, delataban lo que estaba sintiendo. Ahora que tenía las manos libres, podía usarlas de nuevo para darme placer, haciendo el tanga a un lado y comenzando a acariciarme.

Marcos prosiguió jugando con mis tetas, de manera que al mismo tiempo que las movía sobre la polla, aprovechaba para jugar con sus dedos sobre mis pezones, aprovechando cada segundo de su participación. Comenzó a moverlas a destiempo, primero una y luego la otra sobre el mimbro, de manera que siempre estaba cubierto, subiendo y bajando a buen ritmo, y haciendo que aquello fuese demasiado para Felipe.

Me sorprendió, estar acostumbrada a saber cuando un hombre va a correrse y esta vez ni darme cuenta. Marcos me estaba haciendo disfrutar a mi también y me fue imposible prever esa corrida hasta que comenzó a empapar mis tetas. Me mordí los labios disfrutando el momento con mis dedos hundidos en mi chocho.

También me sorprendió que Marcos no soltase sus manos, sino que continuase moviéndolas con mayor intensidad y entusiasmo hasta que el rojizo glande de Felipe dejo de escupir todo cuanta tenia.

Al de unos segundos nos separamos recobrando todos la respiración tras el gran momento. Me levanté, y sonriendo me quité el tanga. -Aquí tienes el premio, campeón.- Le dije a Álvaro, que se había quedado con una tremenda erección y ahora un empapado tanga blanco de encaje en la mano. -¿Qué?- Preguntó pensando que era una broma.