Universitaria: Follando en los vestuarios.

Como un triste polvo se convirtió en el mejor de mi vida. Como los roles cambian y me follo como una loca al chico de la piscina.

Hola amigos y amigas, antes de empezar con una nueva serie hoy os traigo un relato independiente, como siempre basado en una experiencia, esta vez algo más reciente que sucedió hace unas semanas.

Mi nombre es Miriam, actualmente he acabado mis estudios universitarios y he vuelto a casa de mis padres durante un periodo de tiempo para hacerles compañía. Renunciar a la privacidad de vivir sola para volver a casa de mis padres ha sido algo complicado en el ámbito sexual, ya que no tengo plena libertad para follar todo lo que me gustaría, a pesar de que mis padres son muy comprensivos. Como algunos sabréis tengo 22 años, no soy especialmente alta, pero tampoco baja, tengo un culito respingón, pequeño y redondito, y unas tetas grandes, redondas y firmes, que son lo que más destacan de mi. Hace unos meses decidí cambiar mi look, tiñéndome el pelo de blanco-plateado, pero manteniéndolo largo, cayendo a la altura de mis pechos y liso.

Había quedado con mis viejas amigas del colegio, estuvimos hablando largo y tendido de nuestras vidas, poniéndonos al día después de bastante tiempo y tomando alguna que otra copa. Al final nos marchamos cada una por nuestro lado, unas mas perjudicadas que otras, pero era un Martes y todas tenían algo que hacer.

Para seguir aprovechando lo que quedaba de tarde, decidí ir a nadar para despejarme. Pasé por casa, cogí la mochila y me dirigí a la vieja piscina donde pasé mis años de juventud en clases de natación.

Me puse mi bañador azul marino, es de esos de cuerpo completo, estilo “V”, me quedaba algo ceñido dado que era algo viejo, y mis pechos apenas quedaban contenidos, pero al menos me servía para su función. No había mucha gente, por lo que pude disfrutar de la natación tranquilamente, y pasados unos 20 minutos me quedé sola en la piscina. Eso era fantástico, poder disfrutar de esa tranquilidad, dentro del agua me hacía sentir muy libre, como si estuviese sola en el océano. Sin embargo, cuando miré un reloj sobre la pared, entendí porque no había nadie. Eran casi las 10 de la noche y estaban a punto de cerrar. Miré desde el agua a ambos lados, y no pude ver a nadie, por un segundo me asusté pensando que me había quedado encerrada. ¿Pero de verdad podía ocurrir? ¿Nadie se había dado cuenta de que seguía en la piscina? Salí rápidamente del agua y ví a un joven acercándose a la puerta que daba a los vestuarios con las llaves.

-Por dios, pensaba que me había quedado encerrada.- Dije algo asustada.

-Pues poco ha faltado. ¿Qué haces aún aquí? Cerramos a las 9 y media.- El chico era un chaval algo más mayor que yo, con un polo rojo viejo y pantalones cortos abombados. Parecía de etnia gitana, era muy moreno y tenía un acento que no lograba distinguir.

-Perdón, perdón.- Dije con cara de corderito degollado esperando no recibir una bronca. -Me ducho enseguida y me marcho.- Fui corriendo a por mi toalla que estaba en un banquillo junto a la pisicna. Mis pechos se balanceaban por el movimiento excesivamente, haciendo más difícil a la licra del bañador contenerlos, y el muchacho se dio cuenta pese a no decir nada.

Pasé junto a él dedicándole una sonrisa de piedad, y me dirigí por un pequeño pasillo al vestuario de chicas, pero la puerta ya estaba cerrada.

-Pues el vestuario está ya cerrado.- Dijo él desde el fondo del pasillo.

-¿Y no puedes abrirme un momento? No puedo así a casa, voy a coger un resfriado.- En ese momento el muchacho me hechó un vistazo de arriba abajo lentamente. -Venga porfavor…- Le insistí.

Lentamente se acercó a mi posición, sin decir nada y con cara de fastidio, resultaba un tanto tétrico, pero finalmente me abrió la puerta. Tras agradecérselo una vez más, me acerqué a mi taquilla y preparé mi ropa. -Me ducho en un segundo, no tardo nada. - Dije mientras ya me encaminaba hacía las duchas.

Las duchas estaban todas juntas y eran abiertas. Unos 7 grifos de ducha con apenas metro y medio de separación contra un muro. En el sueño había varios sumideros que se encargaban de llevarse el agua. Pude ver como el muchacho entraba al vestuario, esperando a que acabase para terminar de cerrar.

-Lo siento, de verdad- Dije desde la ducha bajo el chorro de agua. -No tardo nada.-

-No pasa nada.- Sentía su voz demasiado cerca, como si estuviese acercándose dentro del vestuario. Me quería quitar el bañador para ducharme en condiciones, pero tenía cierto miedo por la poca seguridad que me aportaba la situación.

-¿Llevas mucho tiempo aquí? Yo es que hace años que no me pasaba. Conocía a Pepo, el anterior conserje.- Dije. Pretendía mantener una conversación cordial para al menos sentirme más tranquila.

-Ya se quién es Pepo.- Tardó bastante en contestar, y lo hizo de la forma más cortante posible. No sabía muy bien cómo responderle, así que se hizo el silencio por unos segundos. Un chorro de agua caliente caía sobre mi cabeza empapando todo mi cuerpo. Pude oír como abría mi taquilla, ya que era la única que permanecía abierta. Asomé mi cabeza para ver que hacía, estaba fisgoneando entre mis cosas. Parecía concentrado en su cometido, inspeccionando cautelosamente mis pertenencias, por un segundó pensé que me iba a robar, hasta que le vi observando mis bragas. Permanecí quieta y en silencio, observando a través de una rendija de la ducha. Ví como su expresión al fin transmitía algo al ver mis braguitas negras de encaje.

En parte me tranquilicé, su apatía probablemente se debiese al estrés del trabajo, pero como todo hombre, tenía una forma de controlarlo.

Comencé a quitarle el bañador, dejando mis pechos fuera al retirar los tirantes, y me enjaboné un poco de cintura para arriba. -Ya me seco y me voy. Perdona por hacerte perder el tiempo.- Dije tras quitarme del todo el bañador. Me pase los dedos recorriendo mi rajita a través de la pelusa castaña que lo escondía.

Pude oír como rápidamente se apresuraba por dejar las cosas de nuevo en mi taquilla. -¿Te importaría pasarme una toalla? Aquí no queda ninguna.- Le dije. Normalmente, en un armario junto a las duchas el personal de la piscina proveía de toallas para sacarse a los asistentes, pero por lo visto, y dado que era tan tarde, ya las había recogido todas.

-Ya las he recogido. - Dijo tan tosco como siempre.

-¿Y no puedes dejarme una para secarme al menos?- Dije con voz inocente, casi suplicándole. -Bueno, creo que tengo una en la mochila. Está en mi taquilla, ¿Puedes pasármela? - Le pregunté aun desde la ducha.

-¿En tu taquilla? ¿En donde?- Salí de la ducha completamente desnuda antes de responderle, aproximándome hacía allí.

-Nada, tranquilo, ya la cojo yo.- Dije acercándole y retirando sus manos de mis pertenencias. Saqué la mochila y dentro cogí la toalla. -Ya está.- Dije sonriendo, intentando ser amable. Sin embargo, no noté sorpresa en él. Tenia en sus narices una tía desnuda y no expresaba emoción alguna, salvo algo de distanciamiento.

Comencé a secarme las piernas en silencio, apartando la vista de él, tomando una actitud más defensiva esperando que reaccionase, pero no fue así. El se limitaba a esperar apoyado contra las taquillas sin decir nada tampoco. Podía verme perfectamente los pechos a pesar de que le daba a espalda. De cierto modo trabaja de mostrárselos y balancearlos esperando algún tipo de comentario como estaba acostumbrada a oír, pero tampoco fue así. Por un momento pensé que no pasaría nada.

-¿Tienes mucha prisa?- Le pregunté mirándole a los ojos mientras asaba la toalla por mis pechos, secándolos.

-Si, no… Bueno…- Al fin. Un titubeo, una duda que significaba que estaba conteniéndose. Reí haciéndome la inocente, parecía que estaba funcionando.

-Me llamo Miriam, por cierto. Solía nadar aquí de pequeña.- Le dije intentando empatizar. Cuando ve agaché a sacarme por pies pude ver por primera vez como me miraba los pechos.

-Oh, perdona, igual te molesta que me esté secando delante de ti…- Dije tapándome con la toalla rápidamente. Sabía que no le molestaba, de lo contrario se habría dado la vuelta el mismo, o directamente no estaría en el vestuario femenino, pero quería seguir haciéndome la cachorrita.

-No pasa nada.- Dijo finalmente. Sabía que eso era una victoria, admitía que quería verme desnuda a pesar de no decirlo directamente. Mirando al suelo cedí, y volví a mostrarle mi cuerpo mientras continuaba secándome.

-Mierda, me he dejado el bañador en la ducha.- Dije dirigiéndome a por el con un suspiro de cansancio. Sabía que poco a poco lo estaba consiguiendo, y el chaval se estaba excitando a pesar de ser como una piedra.

Me agache, cogí el bañador mojado en el suelo de la ducha, y comencé a estrujarlo para que escupiese toda el agua que se había quedado impregnada. Cuando me giré, de pronto ví como el chico me había seguido hasta la ducha. Ahí estaba, en la entrada, mirándome más descaradamente, pero con su misma inexpresiva cara. Me agaché lentamente a coger el jabón, mostrándole a propósito mi culo en pompa, como ofreciéndoselo, pero haciendo ver que era una pura casualidad. Me dirigí hacía la puerta, pero su brazo cortó mi camino, evitándome salir de las duchas. Premio.

Le miré con carita de susto, era algo más alto que yo, mi mirada quedaba a la altura de su barbilla. -¿Pasa algo?- Le dije con un susurro temeroso. El puso su otra mano en mi culo, estrujando una de mis nalgas. -¿Qué haces?- Le dije retrocediendo un paso, pero aún con su mano sobre mi cuerpo. El no dijo nada, se acercó y con su otra mano rodeó mi cintura. No terminaba de lanzarse a mi boca, lo cual estaba deseando, pero en cierto modo eso le daba un toque.

Su mano se deslizó de mi culo a mi coño y lentamente sus dedos recorrieron mi rajita a través del pelo, secando las ultimas gotas de agua que quedaban sobre mi entrepierna. Me estremecí abriendo la boca ligeramente y el acercó la suya. Podía sentir su aliento caliente en mis mejillas. Me miró a los ojos por un segundo, y poniendo su mano sobre mi cabeza hizo fuerza para obligarme a agacharme, hasta quedar de rodillas sobre el duro suelo de las duchas. Sentí como su mano derecha, con la que me había estado tocando el coño se alejaba de mi.

No se hizo de rogar y con un par de tirones se bajó completamente los pantalones que cayeron al suelo con sus calzones. Tenia las piernas finas y las caderas anchas, y para coronar una polla bastante digna a media hasta. Se la agarró rápidamente, como avergonzado de que no estuviese del todo erecta y comenzó a pajearse a escasos centímetros de mi cara. Yo, en mi papel de corderito inocente, me reprimía para no lanzarme a chupársela.

Sin embargo, la cara del muchacho seguía sin expresar ningún deseo, únicamente se fijaba en como masturbaba su polla, la cual iba meneando lentamente delante de mi cara. Le costaba, pero poco a poco podía apreciarse como iba creciendo en firmeza, hasta quedar totalmente erecta. La condujo con su mano agarrando la base hasta mi cara, por donde comenzó a restregarla. Primero por mis pómulos, pude notar su ardiente piel resbalando lentamente hasta mis labios, donde atinó un par de golpecitos. Yo le miraba sin decir nada, esperando a ver qué sucedería.

Siguió masturbándose, ahora algo más rápido, pero sin especial entusiasmo, de forma desarraigada y rutinaria. Un par de veces rozó con su glande descubierto mi nariz y mis labios en el vaivén de la paja. Pase mi lengua por ellos para apreciar el sabor.

Sentía la presión de mi cuerpo en las rodillas, que me estaba matando, y no sabría por cuanto tiempo se extendería esto, y al mismo tiempo el frio comenzaba a apoderarse de mi piel desnuda.

El chico finalmente acercó su polla a mi boca, haciendo algo de fuerza para introducirla, pretendí hacer que me desagrada el acto, retrocediendo con la cabeza, pero me agarró del cuello para meterme la punta en mi boca. En cierto modo me daba morbo la situación.

-Abre la boca.- Al fin hablo para expresar sus deseos, aunque seguía sin tener la más mínima pasión en su tono. Comenzaba a pensar que tendría algún tipo de problema para relacionase con la gente. Yo abrí la boca de par en par sacando la lengua fuera, como cuando te lo manda el otorrino.

Apretó su glande contra mi lengua y después la introdujo en mi boca, que seguía tan abierta que podría casi coger otra igual de gorda. Comenzó a meter y sacar su polla en mi boca. Apenas metía unos 5 centímetros, y siempre de forma muy lenta.

Yo me quedaba totalmente quieta dejándome hacer, a pesar de tener otros impulsos. No sentía su polla llegar ni a mi campanilla, y la presión de mi boca sobre ella era nula, pero su polla crecía dentro de mi. Tampoco salivé especialmente para hacerlo más agradable, ni jugué con mi lengua sobre ella. Pero el chico seguía con su lenta mamada.

Durante unos dos minutos su miembro entraba y salía rítmicamente de mi boca, el se encargaba de guiar el movimiento con una mano en la base de su pene y la otra agarrando mi cuello. En ocasiones dejaba su polla dentro de mi boca y me miraba durante unos segundos. Pensaba que se correría, pero no.

Sacó su polla y llena de babas la restregó de nuevo por mi cara. Eso me gustaba, sentir su caliente trozo de carne llenándome la cara de fluidos se hacía sentir cachonda. Me pasé las manos por las tetas y alcé mi rostro para frotarlo con mas fuerza. El respondió con un par de pollazos en mi mejilla. Me mordí los labios mirándole con pasión, me costaba controlarme.

Parece ser que eso sacó algo de él, que con rabia volvió a introducirla en mi boca, esta vez más profundamente. El momento me pilló de sopetón y me dieron un par de arcadas por el corte de respiración. Sin embargo, en lugar de dejarme recomponerme, comenzó a penetrarme la boca.

Tarde unos segundos en adaptarme, pero al final volví a lograr respirar por la nariz mientras mi boca estaba ocupada. Sentía su polla caliente golpeando contra mi garganta acometida tras acometida. Su polla no llegaba a salir del todo de mi boca, apenas llegaba a mi paladar y volvía a penetrarme. Intentaba succionar, pero las babas se escapaban por mis labios cayendo sobre mis rodillas.

Cuando le miré al fin vi algo: Apretaba los dientes como con rabia, expresando furia, mientras observaba orgulloso como se follaba mi boca. El sonido que producía el acto se escuchaba en todas las duchas. Era inconfundible, mi respiración agitada, las arcadas, el ruido de vacío que creaban mis labios contra su cintura, su polla llena de babas, la succión… Tenia la cara llena de babas, y podía comenzar a apreciar el sabor del líquido preseminal.

Cuando decidió sacarla de mi boca aproveché para retomar el aire, y me pasé las manos por las tetas acariciándolas lentamente para estimularme. Tenia los pezones duros, tanto por la excitación como por el frio. Las rodillas comenzaban a dolerme por la posición.

Sin embargo, en cuanto vió como me llevaba las manos a las tetas volvió a introducir su polla en mi boca, y apartó mis manos siendo ahora él quien se agachaba para estrujarlas.

De modo que ahora eran sus manos las que contenían mis pechos, mientras que movía su cintura para continuar follándome la boca. Me costaba mantener el ritmo, ya que no consigo aguantar durante mucho tiempo la garganta profunda, pero no pensaba rendirme. Notaba como atravesaba mi garganta, y como a cada penetración le seguía otra y otra… Los ojos me lloraban y las babas se me escapaban, pero seguía aguantando la compostura. Le deje hacer todo hasta que finalmente se cansó y la sacó de mi boca.

Con mucho gusto me levante, tenía las rodillas destrozadas y me dí el gusto de estirarlas. Cuando mire hacía delante una gran baba resbalaba de su polla, que apuntaba al techo. Por un segundo al verle ahí parado, sin decir ni hacer nada pensaba que todo iba a acabar ahí, que se habría corrido y no me habría dado cuenta con todo lo que había tragado.

Se acercó a mi y me hizo retroceder hasta quedar debajo de una de las duchas, contra la pared. Estábamos cara a cara, ambos de pie, a apenas 10 centímetros el uno del otro. Podía sentir su polla contra mi abdomen llenándome de mis propias babas. Mi culo se aplastaba contra la fría pared de las duchas, dejándome el cuerpo helado.

El cogió mi pierna izquierda, a la altura de mi rodilla y la alzó con fuerza, dejando fácil acceso a mi coño. Con su otra mano dirigió su polla contra mi sexo, y sin ninguna vacilación coloco su glande en la entrada de mi coño. Lo fue introduciendo lentamente, como con ternura, despacio. Notaba como poco a poco su polla me iba llenando lentamente, y una vez me la metió hasta el fondo comenzó a coger el ritmo de las penetraciones.

Notaba la fría pared a mis espaldas, contra mi culo, su mano agarrando con fuerza mi rodilla en alto y su aliento como mi cara, mientras comenzaba a entrar y salir de mi sin parar. Sentía como su polla se abría paso. La sensación de follar de pie no me agradaba mucho, pero aun así el placer se iba apoderando a de mi poco a poco.

Le intentaba mirar a los ojos, pero el rechazaba el contacto visual. Se centraba en seguir con la mirada mis tetas rebotando cada vez que su pelvis chocaba con mi culo. Sus penetraciones eran lentas, supongo que porque no había escogido una buena posición para ello. Pero a el parecía valerle. Sus gemidos al menos eso indicaban.

Me mordía los labios mirándole con pasión, intentado dar rienda suelta a sus emociones, pero salvo un par de envestidas con fuerza, no note nada más. La verdad me esperaba otro tipo de polvo, mas salvaje y visceral, con más pasión y más desfogador.

El chico, no obstante, seguía obcecado en lo suyo y continuaba con sus envestidas, hasta que le obligue a parar, bajando la pierna y separándolo con mis manos. -Que haces.- Dijo entre enfadado y desorientado.

-Enseñarte como se folla a una tía.- Le dije. Finalmente me quité la mascara y dejé salir a la zorrita que llevo dentro. Aquello había sido divertido por momentos, pero ahora iba a comenzar lo mejor. -Ven.- Le dije mientras salía desnuda de las duchas. Me incliné sobre uno de los bancos del vestuario donde la gente se suele cambiar.

Agaché mi cabeza, arqueando la espalda y dejando el culo en pompa. Apoyé mis manos en el banco quedando como a cuatro patas. Mi pelo caía tapando mi cara, quise colocármelo cuando rápidamente noté como su polla rozaba mi coño, suplicando volver dentro. La agarré con los dedos y la hice entrar, procurando juntar las piernas para tener el coñito más apretado.

El chico agarró mis caderas y comenzó a penetrarme como en las duchas, sin mucha pasión ni entusiasmo. Su polla entraba y salía sin parar de mi coño, sus gemidos poco a poco se iban acelerando y yo comenzaba a temer por que se corriese antes de llegar a disfrutar, en condiciones del polvo. -Vaya guarra estás hecha.- Dijo de modo sorprendente, totalmente fuera de contexto con su forma de follar.

Aquello me distrajo. Parecía pensar ser dominante, pero desde luego no lo era para nada. A mi me ponía cachonda ser la pasiva y dejarme llevar, especialmente con un desconocido, pero no funcionaba. – Te gusta que te follen eh.- Añadió mientras me daba un desafortunado azote, falto de fuerza y precisión, que parecía más bien una palmadita en la espalda.

El tipo no dejaba de follarme. Sus manos se aferraban a mi cintura como un perrito cuando intenta montar a otro. Gire mi cabeza para ver su expresión fuera de sí. Al menos alguien estaba disfrutando del polvo. -Para. Vamos a cambiar.- Le dije. Pero hizo caso omiso a mi propuesta y continúo follándome. Tomé la iniciativa levantándome para separar nuestros cuerpos para agarró fuertemente de la espalda anulando todas mis fuerzas.

Al final tuve que hacer una fuerza excesiva para separarme de él, incluso me hice algo de daño forzando la situación, cosa que él claramente notó. -Pero que haces. Te has vuelto tonta.- Dijo mostrando esta vez un claro enfado. -Siéntate. Ya me he cansado de esto.- Le dije con un tono totalmente serio. No me tomó en serio, así que tuve que agarrarme del brazo para dirigirle al banquito. -Que te sientes, venga.- Le tuve que repetir manteniendo el tono.

El joven se sentó, pero la expresión de su rostro había cambiado. Ahora parecía algo sorprendido, incluso intimidado, lejos de esa inexpresión que le caracterizaba. Ahora yo tenia las riendas.

Agarré su polla, dispuesta a introducirla en mi coño de nuevo, sentándome sobre él para cabalgarle, pero la noté algo más blanda. Genial, encima se me había venido abajo. Por lo visto el también lo notó y comenzó a masturbarse mientras me miraba. -trágatela guarra.- Me dijo casi sin fuerzas en un burdo intento por mantener el poder. Le miré ahora siendo yo la inexpresiva sin obedecer su orden y apartando su mano y sustituyéndola por la mia, comenzado a masturbarle. Mi mano recorría rápidamente su polla de arriba abajo haciéndole una paja. Aunque se puso algo más dura, no retomó su estado pasado. Me arrodille lentamente entre sus piernas, notando las frías y rígidas baldosas en mis rodillas.

Dejé de mirarle para no intimidarlo de más y me metí su polla en la boca. Ahora en lugar de dejarle que me follase la boca era yo la que hacía el trabajo. Mis labios hacían ventosa cubriendo la mitad de su polla, mientras mi lengua daba golpecitos sobre su glande, masajeandolo. En apenas 1 minutos se puso dura como una roca, podía sentir incluso sus venas a punto de explotar.

Hice un esfuerzo y me la tragué entera, hasta que la punta mi nariz dio con su pelvis y mi barbilla con sus testículos. Noté como estiraba todo su cuerpo en señal de placer, acompañando con un leve gemido, y traté de mantener la respiración todo lo posible. A cada segundo que pasaba más y más daba rienda a sus gemidos de placer. Aguanté cada segundo, cada decima y cada milisegundo posible con su polla dentro, perforando mi garganta, alojada en mi húmeda glotis.

Con su rabo aun dentro, comencé a mover la cabeza de izquierda a derecha, masajeándola con un movimiento brusco mientras mi cara retozaba en su entrepierna, cubierta de sudor y olor a sexo. Notaba como estaba a punto de explotar, y me esforzaba por mantener aún la mamada, hasta que no pude más y la liberé violentamente de mi boca buscando una bocanada de aire. Un reguero de babas unía aún mis labios con su polla, que estaba completamente hinchada y firme, apuntando al techo. -Vuelve a tragártela, me has puesto a mil.- Dijo llevando su mano a mi nuca haciendo fuerza para llevar mi rostro a su entrepierna de nuevo. Parecía que no había entendido que las reglas habían cambiado.

Le miré de nuevo a los ojos y puse una mano sobre su pierna para anular sus deseos. Quité su mano de mi cabeza lentamente. – Ahora mando yo.- Le dije.

Agarré su polla, dura como una piedra, y la pase por mis labios, como si me los estuviese pintando. Recorrí con la punta de su glande mi boca lentamente. Podía leer su mente y descifrar las ganas locas que tenía de que me la metiese en su boca, pero no le iba a dar ese placer. -Y si no te gusta, puedes irte.- Le dije sin apartar un solo centímetro su falo de mis labios.

No obtuve respuesta, así que decidí seguir jugando. Pasé su polla húmeda por toda mi cara, dejando un reguero de babas y liquido preseminal. Atizaba algunos golpes sobre mis pómulos mientras me mordía mis labios. Podía notar lo caliente que estaba cada vez que entraba en contacto con mi piel. Abrí la boca y di un par de pollazos sobre mi lengua, haciendo salpicar algunas gotas de fluidos. Tenía la cara completamente embadurnada.

Tras unos largos minutos me levante, estirando las piernas después de tanto tiempo arrodillada entre sus piernas. Mi pelo ya comenzaba a secarse y sobre mi piel apenas quedaban unas gotas de la ducha. Aún así la calentura del momento me mantenía el cuerpo ardiente. -A ver si esta vez lo haces mejor.-  Me dirigí a los lavabos que había contra la pared, y me puse frente al espejo, dándole el culo y levantando una pierna para apoyarla sobre un cubo de basura para dejar la entrada a mi coñito accesible.

Rápidamente él se levantó, se colocó detrás de mi agarrándosela con la mano y comenzó a frotarsela contra mi coño. La verdad esperaba que tuviese la iniciativa de comerme el coño antes de follarme, pero no fue así. Para ser sincera he de decir que tampoco esperaba que lo hiciese la suficientemente bien. Tras dos intento finalmente atinó a meterla dentro, lenta y suavemente hasta el final.

Me inundo el placer de nuevo al sentir su miembro dentro de mi. Tenía ganas de disfrutar como una loca aunque el me lo pusiese difícil. -Fóllame.- Le dije con un tono entre retándoselo y a la vez rogándole. Su polla comenzó a entrar  y salir de mi, al principio lentamente, hasta que fue cogiendo ritmo. Algunos gemidos escapaban de mi boca a pesar de que tratase de contenerlos. -Vaya guarra estás hecha. - Dijo mientras su polla rebotaba contra mi culo. El polvo había mejorado ligeramente. -No te corras dentro eh.- Le dije mientras seguía recibiendo su polla. Mi cuerpo se balanceaba con cada penetración adelante, me agarraba al lavabo con fuerza para mantener la posición, aunque no me penetrase como un toro, era mucho más grande que yo. Mi pelo caía sobre mi cara, pero podía levantar la mirada para verme reflejada en el espejo, aquello me encantaba.

Podía ser una Miriam convertida en toda una guarra. Desnuda, dejándose follar por un desconocido en los baños de una piscina pública, con las tetas rebotando con cada investida tratando de mantener la compostura. Me agarré los pechos acariciándolos con pasión, mientras arqueaba mi espalda para poner mi culo aún más en pompa. -Te gusta eh puta.- Dijo él. El tono de dominador seguía sin calarle, pero no quería volver a tener que enseñarle quien manda y empezar de cero.

-Dame fuerte, follame con ganas.- Ahora definitivamente estaba pidiéndoselo en lugar de ordenarselo. Hizo un amago de ello, envistiéndome un par de veces con fuerza y firmeza. -Ahhhh, así joder.- Un grito de placer resonó en la habitación. Casi pierdo el equilibrio cayendo, pero me aferré al lavabo. -Agarrame del pelo, follame como a una puta.- Me agarró del perro, pero no llego a tirar de él. Casi toda la melena se le escapaba, parecía un niño agarrando la correa de un perro en lugar de un jinete agarrando las riendas de un caballo.

Comencé a mover mi culo hacía él, procurando que no perdiese la fuerza de la penetración. -Dejame a mi.- Le dije obligándole a parar. Baje mi pierna del lavabo y en la misma posición comencé a mover mi culo con su polla dentro. La metí hasta el fondo y comencé a hacer un movimiento en círculos. Notaba su polla en lo más profundo de mi chocho. Acerqué mi espalda a él, poniéndome casi de pie. El se aferró a mis tetas con pasión mientras continuaba moviéndome con su polla dentro. El placer me inundaba. -Me voy a correr.- Dijo. -¿Cómo que te vas a correr?- Pregunté incrédula. -No aguanto más.- No termino de decir la frase cuando sacó su polla de mi interior. Le miré a través del espejo, estaba a un metro de mi, agarrándose la polla conteniendo la corrida, mirándome desnudo sin saber que hacer. -Por dios.- Dije dándome medía vuelta  y arrodillándome de nuevo para recibir su leche.

Le quite su mano, agarrando yo su polla. Me la metí en la boca, absorbiendo más o menos el glande y comenzando una mamada. Mis labios se deslizaban por su polla, entrando y saliendo mientras que hacían ventosa. Con mis manos agarraba mis tetas masajeándolas. Le miré para contemplar el rosto del placer. Tenía los ojos cerrados y el cuerpo agarrotado indicando la cercanía del climáx. En ese momento engullí su polla por completo hasta mi garganta y lamí sus huevos como pude. Aguanté unos 10 segundos su polla dentro de mi laringe hasta que la sacó sin avisarme y comenzó a pajearse sobre mi cara.

Unas cuantas gotas de corrida comenzaron a caer sobre mis tetas. Me acerqué un poco más para recibir bien su corrida. -Correte en mi cara.- Le dije esperando bajo su polla, que me apuntaba amenazante. -lléname de corrida, quiero que me dejes la cara como a una guarra.- Añadí animándole. -Luego me encargare de limpiarte bien esa polla.- Sus chorros de semen caliente comenzaron a caer violentamente sobre mi cara. Se sucedían unos tras otros, hasta que finalmente me dieron una tregua, tras dejarme tres charcos de espeso semen resbalando por mi rostro. -Me has dejado reventado.-  Dijo soltando su falo que caía sobre mi cara.

Pasé mi lengua lentamente por el contorno de él, hasta llegar a la punta, lamí la ultima gota de semen con la punta de mi lengua, y después alojé su polla dentro de mi boca. Aún estaba dura. Comencé una mamada, indicando que esto no había acabado, haciendo todo lo posible por mantener esa polla tiesa. -Como te gusta mamar pollas eh.- Dijo mirándome arrodillada.

-Aún no he acabado. pórtate bien y tal vez quiera repetir.- Coloqué su polla entre mis tetas, lubricada con mi saliva y comencé a mover mis pechos a modo de paja cubana. Me agarraba firmemente las tetas con las palmas de la mano para hacer resbalar su polla. Con cada vaivén se perdía entre mis tetas, mientras la corrida de mi cara comenzaba a deslizarse por mi cuello en la misma dirección. -Dame un momento para que me recupere. - Dijo. Le ingnoré y continué con mi trabajo, manteniendo esa polla dura.

Nos separamos y de nuevo de mandé sentarse sobre el banco. Tenía la polla a reventar. Me coloqué sobre él, dándole la espalda, sentada sobre sus piernas. La agarré y poco a poco fui introduciéndola dentro de mi. Me encanta la sensación cuando entra por primera vez. -Dios vaya coño tienes, guarra.- Dijo, imagino que por la sensación de penetración  al tener las piernas juntas. -Agarrame las tetas.- Le dije mientras comenzaba a rebotar sobre su miembro.

Colocó sus manos siguiendo mi petición, pero las apartó al notar que su corrida se había deslizado desde mi cara hasta mis pechos. Los que habéis leído mis relatos sabéis lo mucho que me gusta tener la cara llena de corrida y seguir follando. La agarré las manos y las volví a colocar sobre mis tetas, presionando con las mias, mientras saltaba sin parar sobre su polla. Ahora yo era la encargada de llevar el ritmo.

A cada envestida trataba de sacar su polla al completo de mi chocho, para volver a bajar con fuerza y meterla hasta el fondo. El sonido de nuestras pieles chocando se superponía a nuestros gemidos. Era costoso sí, estaba cansada, pero estaba teniendo la buena follada que quería. Guié sus manos para que me acariciase las tetas como quería, para acariciar la entrada de mi sexo frotando mi clítoris.

El chico se limitaba a aguantar mis galopadas y tratar de mantener sus manos sobre mis tetas. -Dios, si, sí, siiiiii, no te corras ahora.- Le dije en pleno éxtasis de placer. Seguí cabalgando su polla de espaldas, con mi pelo rebotando sobre mi cara, impidiéndome bar nada. Su polla estaba tiesa como el mástil de un barco, entraba casi sin esfuerzo en mi coño empapado. Chorreaba incluso con cada envestida, dejando un reguero de fluidos sobre sus piernas.

-Esto si que es un buen polvo.- Le dije finalmente parando y dejando su polla en el fondo de mi coño.  Recuperé el aliento unos segundos antes de comenzar a moverme de nuevo.

Continué en la misma posición, pero esta vez en lugar de dejar mi peso sobre sus muslos me coloqué de cuclillas, como haciendo una sentadilla, y comencé a mover mis glúteos como haciendo twerking sin moverme del sitio. -¿Te gusta como muevo el culo? pórtate bien y a lo mejor repetimos otro día.- Dije sin parar de mover el culo.

Notaba su polla rebotando contra mis paredes vaginales, abriéndose paso de un lado a otro con cada movimiento, con cada giro, con cada saltito… Estaba en el cielo. Apoyé mis manos sobre mis rodillas, me costaba mantener la posición, estaba incluso sudando, pero al mismo tiempo a punto de correrme, es una sensación extraña, donde se entremezclan sufrimiento y placer.

Me ví de nuevo reflejada en el espejo, esta vez sin buscarlo. Despeinada, con mi cabello plateado cayendo aún húmedo por mi rostro lleno de semen, que caía por mis tetas, sentada sobre la polla de aquel chico. Disfrutaba viéndome como era capaz de disfrutar del sexo, como podía tener todo lo que deseaba, y pensando que sería lo siguiente.

Hice un último esfuerzo, movía los glúteos de arriba abajo, como cuando bailaba borracha en algún bar, pero con una polla dentro de mi chocho. Estaba tan lubricado que se me hacía incluso difícil mantenerla dentro por lo que resbalaba, y continuamente tenía que devolverla al interior. -Ahh, siii, siiii, ummm.- No paraba de gemir. Hacía tiempo que no me follaba a alguien así. Su polla estaba casi como vibrando por mis movimientos. Notaba como mi orgasmo estaba cerca y aumentaba el ritmo. La metí hasta el fondo y como una loca comencé a moverme sobre ella de un lado a otro. Me temblaban las piernas y no podía mantenerme. Lo único que me aferraba era su miembro. Grité poseída, mientras me dejé llevar por otros los espasmos involuntarios que me poseían. Ni si quiera me dí cuenta de que se había corrido dentro de mi.

Es increíble como un mal polvo, se convirtió en uno de los mejores de mi vida.