Universidad (6)

Nuevo capítulo de esta historia.

Primero de todo he de pedir disculpas por la tardanza, he tenido un mes bastante movidito y no he tenido tiempo para escribir, además estoy un poco falto de ideas, por eso puede que veáis este capítulo más raro, aún no se como seguirlo. Se aceptan sugerencias :)

Abel

Me desperté con un dolor de cabeza terrible, todo el salón me daba vueltas, me tragué un reflujo de vómito y poco a poco fui abriendo los ojos. Descubrí que estaba semidesnudo, me faltaba ropa que yo llevaba puesta y no recordaba nada de lo que había pasado. Entonces vi que aparecía César de la cocina, con solo unas bermudas y mi corazón empezó a latir muy rápido. QUE CUERPO.

Cuando me vio, sonrió y se echó a llorar, corriendo a abrazarme. Yo recibí su abrazo encantado, pero no sabía a que venía tanta emoción.

-César yo me podría quedar así para siempre… pero ¿qué pasa? ¿Por qué lloras?

-¿Cómo? ¿No te acuerdas de nada de lo que ha pasado?

-¿Qué? Pues, no sé…- solo recordaba haber visto a Blanca muy rara y oír unos gritos. Después desperté.

-Madre mía, esto se acabó te lo tengo que contar todo.

5 minutos después yo estaba flipando como no había flipado nunca en mi vida. ¿Yo poseído? No podía creérmelo, pero eso explicaría muchas cosas como la actitud extraña de Blanca (sabía yo que esa tenía algo de demonio), o las miradas que Lily o Lilit o como fuese echaba a César.

-Vale, César dame un momento para que asimile esto. ¿Y cuando empezó todo?

-Esta tía se me aparecía en sueños.

-¿Blanca? Joder, sus niveles de zorra son sobrenaturales

-No, no me refiero a Blanca, sino a Lilit.

-Por eso te quedaste en shock cuando entró en clase.

-Exacto.

-¿Y qué pretende conseguir?

-Que follemos, eso si, estando tu bajo su control.

-¿QUÉ?

-Lo que oyes, Abel. Yo te quiero, no lo supe desde el principio aunque me llamabas la atención ha sido al conocerte. Te quiero, pero no quiero hacer nada contigo mientras estás bajo el control de una demonio loca.

-No puedo creer esto que me dices César-empecé a llorar- yo te quiero desde el primer segundo en que te vi, ya soñaba contigo antes de verte.

Me fui acercando poco a poco a él y juntamos nuestros labios, besándonos mientras escapaban lágrimas de nuestros ojos y notaba como me acariciaba. No he sido tan feliz en mi vida.

César.

No podía ser más feliz. Besaba a Abel como no había besado nunca a nadie antes, rezumaba amor, alegría, paz y sobre todo felicidad.

Además me había quitado un peso de encima contándoselo todo. Puedo ahora gritarlo a los cuatro vientos ¡¡ESTOY ENAMORADO!!

-Abel, ahora solo tenemos que hacer una cosa. Destruirla.

-¿Pero cómo lo hacemos César?

-No lo sé aún, tu por lo pronto vas a llevar un crucifijo colgado del cuello.

-¿Un crucifijo? No me jodas César que no soy creyente.

-Ya, ni yo tampoco. Pero hace dos horas te han poseído, así que por si acaso te lo pones.

-Está bien. Si no funciona me lo quito.

Dicho esto fuimos a una Iglesia que nos pillaba cerca, y le dijimos al cura que queríamos rezar un poco que si nos regalaba un rosario bendecido. Eso hizo y se lo encasqueté a Abel que me miró enfadado pero riéndose por lo bajini. Me encanta su cara de pillo.

Abel

Otro día más llegaba tarde a clase, César siempre igual. Cuando apareció nos dimos un abrazo, no nos besamos pues no queríamos hacer público lo nuestro hasta que no arreglásemos nuestro problema. Aun así todos nos miraron extrañados, pues normalmente nos saludábamos con un simple “hey” o un hola, y ya está. Carol me guiñó un ojo y yo le hice un corte de mangas mientras sonreía.

Entonces llegó el momento que más temíamos, la llegada de Lily. Cuando escuchamos la puerta y la vimos entrar nos sorprendimos pues no parecía ella.

Tenía la cara ojerosa, el pelo sin brillo y la mirada perdida. Había perdido mucha fuerza en poseer a dos personas por lo que parecía una muerta. Cuando nos miró recuperó suficiente como para que le brillasen los ojos con odio.

-¡¡SENTAOS!! ¡¡YA!!

Todo el mundo salió corriendo hacia su asiento.

-¡¡ABEL, CÉSAR, A LA PIZARRA YA!! Espero que vuestra exposición esté bien o sino nos veremos en septiembre.

César y yo nos dirigimos hacia la pizarra. Cuando me iba a dar la tiza para poder escribir me tocó accidentalmente la mano y soltó un grito de dolor. Miré a César sin comprender y vi que me miraba con los ojos muy abiertos, pero no era a mi… era a mi cuello.

César

No puedo creérmelo, EL ROSARIO FUNCIONA. Solo por ver la cara de susto de esa, había merecido la pena. Cuando empezamos a exponer notamos como ella (que se había puesto en una mesa para vernos de frente) nos miraba más y más fijamente. Al terminar la exposición, nuestros compañeros nos aplaudieron y nosotros hicimos reverencias cómicamente. Ella en cambio…

-Chicos, no ha estado mal, pero no habéis profundizado lo suficiente. No os voy a mandar a septiembre, pero esta tarde os quiero a los dos en mi despacho, para… volver a evaluaros.

-¿Qué? Pe… pero… profesora si está perfecta- dijo Abel blanco como la leche.

  • Me da igual lo que penséis. De todos modos os quiero en mi despacho. ¿No creo que os pase nada por venir no?- dijo sonriendo.

Abel y yo nos fuimos a nuestros asientos entre los susurros de nuestros compañeros, que tampoco entendían que pasaba. Nuestra exposición era perfecta.

Abel me invitó a almorzar a su piso, y estuvimos allí con sus compañeros. Isaías me devoraba con la mirada, cosa que me extrañaba pues no parecía gay. También comprobé que Abel no exageraba en describir como buenorro a su otro compañero. ¡¡Qué monumento!!

Cuando terminamos nos encaminamos hacia la facultad, que quedaba bastante cerca. Al llegar a la puerta de su despacho a ambos nos entró un escalofrío. Nos cogimos de la mano, llamé… y entramos.

Abel

Ahí estaba, sentada detrás del escritorio mirándonos con una sonrisa. Al cerrar la puerta, nos pidió que nos sentásemos, cosa que hicimos con recelo.

-Como podéis imaginar no estáis aquí para hablar del trabajo, sino de otra cosa… bastante diferente.

Al decir esto le cogí la mano a César tan fuerte que casi se la parto, aún me lo recuerda.

-Tranquilos, no os puedo hacer daño, mientras tu lleves eso en el cuello. Encima proteges a quien tengas cerca o con quien tengas un especial vínculo asi que tampoco puedo atacarte César. Podría hacer algo parecido a lo que hice con Blanca pero me dejasteis débil el otro día- dijo señalando el rosario.

Respiramos aliviados cuando dijo eso, y entonces dije:

-¿Entonces para qué nos has llamado? ¿Qué quieres de nosotros vieja loca?

-Bueno podríamos considerar que soy vieja, si, teniendo en cuenta que soy la primera mujer que hubo en la Tierra. Aún así esto es solo una cáscara, cogí a una tía que tenía buen aspecto pero poca voluntad y la doblegué, lo que habita aquí es mi espíritu, mi cuerpo murió hace tiempo.

-Aun no nos has dicho que es lo que quieres- insistió César.

-Para eso os he llamado, sois enemigos fuertes y como tales merecéis al menos una explicación de por qué estoy haciendo esto.

“Todo comenzó hace mucho, cuando Dios me expulsó del Edén llené mi cuerpo de rabia e ira, y me fui lejos, dejándome llevar por mis instintos. Fue entonces cuando encontré a Lucifer e hice un trato con él que me permitiría volver al paraíso pero con un alto precio. Debo asesinar, debo matar… y cuando Lucifer considerase que he llegado a lo que el quiere podré volver. He asesinado a miles de personas haciéndoles caer en las más diversas tentaciones a lo largo de la historia, los hombres son demasiado idiotas, como para darse cuenta de lo que pasa… hasta que llegasteis vosotros. Sois mi última misión, y la más difícil”.

Esto nos dejó de piedra. Esa mujer nos quería matar, todo para llegar a ese lugar del que fue expulsada. Matar para llegar al paraíso. Pero ¿por qué?