Uniones
¿Cómo algo tan oscuro puede terminar en la unión de algunas personas? Admito que tengo miedo de los sentimientos que aquí llegué a plasmar en un momento.
En silencio Ximena se dedica a contemplar las hojas de arboles que sobrevolaban la acera del parque. Se encuentra confundida y, por primera vez, se siente infinitamente sola. Fue hace unos días cuando al llegar a su casa se encontró a ese oficial en la puerta. Un accidente había ocurrido en la carretera, y al no poder localizar a los familiares por teléfono se dirigieron a el domicilio que aparecía en la identificación.
Con pesar fue al MP y de ahí a identificar el cuerpo. Al verla no se percato de que una lágrima había terminado en su barbilla y con un gesto seco asintió y comenzó a hacerse cargo de el papeleo.
Unos cuantos amigos asistieron, para después llegar la familia y hacerse cargo de unas cuantas cosas. Ximena se sentía desplazada, molesta sin embargo no tenía fuerzas para reclamar o siquiera musitar. Constantemente se repetía que era un sueño, una pesadilla y en cualquier momento despertaría con el corazón agitado y sintiendo el calor de esa mujer a su lado.
Pero nunca despertó.
Al llegar al día siguiente a casa ni siquiera tuvo la fuerza de llegar a la cama, se sentó en el suelo contra el sofá antes de caer sumida en un largo sueño incómodo. En la noche despertó con un fuerte dolor en la columna, sus ojos buscaron la luz en la habitación, esperando que ella estuviese ahí y la regañara por haber dormido en tal mal lugar.
Se acercó al marco de la puerta y unas cuantas lágrimas hicieron su estancia en sus ojos, pero de ahí nunca pasaron. Recordó que le había dicho antes de irse Un beso y unas palabras de cariño ahora parecían tan poco.
Hace días que no dormía en esa cama, en una ocasión se recostó un momento y lo único que consiguió fue recordar sus caricias, su cuerpo se estremeció y con poco interés sus manos recorrieron su cuerpo para llegar a ese orgasmo albergado. Fue cuando lo alcanzó que las lágrimas terminaron en las sabanas, un sabor amargo entrometiéndose en su boca.
Se levantó y tropezando con la puerta se dejo caer en la sala, su corazón se encontraba destrozado y sintiéndose vulnerable se hizo un ovillo en el suelo. Mientras las lágrimas recorrían su rostro su cuerpo se quedó dormido una vez más.
Y ahora se encontraba en ese parque que parecía ser su refugio, sin deseos de querer estar en su casa se pasaba la tarde ahí. Su trabajo en la universidad pronto se vería muy afectado si seguía faltando, así que ese día en la mañana se presentó a dar unas cuantas clases intentando mostrar su mejor aspecto, pero sin mucho éxito con el mismo.
Era otoño y las hojas comenzaba a caer, los pasillos de ese jardín se encontraban llenos de hojas. Le gustaba ver las hojas, aunque era un gusto masoquista, así fue como conoció a la única mujer a la que se le abrió completamente, ante la que era vulnerable.
No todo es color de rosa. Contempló ese anillo en su mano una vez mas y sacándolo de ese dedo lo escondió en su pantalón. No sabía como desprenderse de el, pues Ximena sentía era la unión con Helena, su Helena.
Aquella mujer de negra cabellera, con ojos profundos y cafés. Su cuerpo se estremecía a cada contacto que tenían, bastaba con tocarse las manos para que un escalofrío recorriese a Ximena.
¿Cúando comenzaron los planes? No se sabe, pero se sospecha fue desde el principio de la relación. ¿Y ahora? Una se encontraba sin rumbo y la otra simplemente no estaba.
Resignadamente Ximena comenzó a caminar de vuelta a casa, iba lentamente y con la vista en el suelo. No sabe en que momento se topó con una persona junto a la cual llegaron al suelo. Cayó pesadamente y lejos de buscar reclamar sus ojos comenzaron a hundirse entre lágrimas, abrazó a esa desconocida (pues su olor y la suavidad de sus manos y gestos la delataron) y contra aquella zona entre su cuello y hombro desahogo todo lo que sentía, todo lo que estaba guardando.
Tras varios minutos la desconocida no hizo nada mas que sujetarla y olvidandosé de a donde se dirigía con tanta prisa terminó por abrazarla, acariciarla suavemente hasta que se sintiese mas tranquila.
Ximena se separó y sintió un poco de pudor. Llevó una mano a sus ojos mientras se levantaban y dijo que lo sentía. Al abrirlos se encontró con una sonrisa comprensiva, que no reclamaba nada ni exigía explicación. Se sintió mas tranquila y la vez que compartía un secreto con ella. Se volvió a disculpar antes de preguntarle si quería que la acompañara a donde se dirigía.
La otra mujer contemplo su reloj y dijo que ya no tenía caso, pero que si gustaba ella la acompañaba a su casa.
Ximena dudó, pues estos días, sumida en la depresión, el aspecto de su hogar debería ser algo escandaloso y desastroso; sin embargo esa mujer le inspiraba confianza y, siendo ahora su cómplice en sabe Dios que, acepto un poco de compañía en su habitual trayecto solitario.
Fue un trayecto silencioso pero reconfortante, Ximena quería tener el valor para entrar a esa casa y no deseaba enfrentarse sola. Al ver el lugar que llamaba hogar se detuvo un poco, su acompañante notándolo le preguntó si se encontraba bien, si había visto a alguien o si no quería llegar a casa; Ximena guardó silencio en todas las preguntas, pero en la ultima asintió secamente sin poder separar los ojos de aquel lugar y sin poder detenerse.
Fue aquella mujer de cabello castaño corto que la detuvo y con sus ojos fijos le preguntó si había alguien ahí. La respuesta la dejó un poco desconcertada. En realidad era que no había nadie y que nunca más habría alguien.
"¿Hace cuanto fue?"
"Casi un mes"
"¿Quieres que te acompañe?"
"No es necesario."
Haciendo caso omiso arrastró a Ximena hasta llegar frente a la puerta de ese lugar, pidió las llaves y después de abrir la reja la vio alcanzando a dudar unos segundos de sus próximas acciones. ¿Qué recriminación habría entrando a casa de una desconocida?
Lo pensó menos, mirando a la dueña de esa casa la hizo pasar primero, tras pasar la puerta la abrazó por la espalda. Sintió como su compañera exhalaba varios suspiros y con cierta pericia se dirigieron hacia donde intuyo serian las habitaciones. Todas estaban abiertas, con una clase de desorden organizado en su interior, pero había una puerta que permanecia cerrada.
"¿No quieres entrar?"
No espero respuesta y asiéndola por su cintura la guio. Un temblor recorrió el cuerpo de Ximena antes de derrumbarse. La ágil mujer la sostuvo como pudo y la llevo a la sala. Dejándola caer suavemente en el sofá se dispuso a marcharse, pero el verla tan frágil y a la vez resistente decidió esperar frente a ella.
Recostada en la pared se fue quedando dormida en un sueño intranquilo. Era tarde y seguramente tendría problemas cuando llegara a casa, pero eso le parecía insignificante.
El olor del café la despertó, mirando el reloj se dio cuenta que pasaban de las cuatro de la mañana. Adolorida se levantó y siguió el aroma con su nariz. Se quedo contemplando a Ximena dar vueltas en la cocina desde la puerta, preparando lo que parecía un desayuno.
"¿Quieres que te ayude?"
Ximena por poco brinca y se queda a media cocina con un infarto. Se giró y la contemplo al momento en que le sonreia, le dijo no gracias y siguió con su labor.
La mujer en el marco de la puerta observó toda la faena, concluyo que Ximena estaba preparando algo parecido a un desayuno. Quizá moria de hambre, se veía que no había estado comiendo bien. Se sorprendió cuando, tras cerrar los ojos y dormitar unos instantes, se encontró frente a ella el rostro de la mujer de la cocina.
"Me llamo Mariana"
"Genial, pensé que no sabría tu nombre, soy Ximena"
"¿Estás mejor?"
"La verdad si, muchas gracias. Me hacía falta desahogarme con alguien"
"¿Aunque fuese una desconocida?"
Tras una breve sonrisa Ximena se hizo a un lado y dejo ver lo que había estado preparando, un buen desayuno. Era algo temprano pero quería impresionar a la que consideraba su nueva amiga. Le explico que era para ella y que quería agradecerle que se tomara tantas molestias. En los ojos de Mariana aparecieron un par de lágrimas y por un instante Ximena se preocupo, pero pronto comprendió que eran de gratitud, eran las mismas que ella sentía en ese momento.
Se sentaron en torno a la mesa de la cocina y mientras desayunaban no dijeron palabra, las miradas lo decían todo. Sentían aprecio una por la otra y de un instante a otro las palabras fueron a parar a un rincón, todas las dudas y las preguntas iniciales se escondieron por unos momentos.
Al momento de separarse Mariana se quedó contemplando como esa mujer iba camino al trabajo, no se dieron teléfono, no intercambiaron direcciones, en realidad ni siquiera dijeron que ojala en alguna ocasión se volvieran a encontrar. Pero para Mariana, esa mujer ya había cambiado su vida de una manera inefable.
Caminó en silencio hasta su hogar. Encontró a su madre alterada y de un momento a otro su mejilla se transformó en una parte de piel roja en exceso. Sus ojos destellaron furia, furia que seguiría reprimida desde el intante en que estaba amenazada si se atrevía a hacerle algo a su "maravillosa madre" en palabras de su hermano.
Es curioso como se le puede seguir llamando familia a aquellos que de alguna manera te dan la espalda. Ellos a quienes has admirado cuando eres pequeño y que de un momento a otro unas cuantas palabras pueden ponerlos en tu contra, que te odien sin razón aparente.
Entró a su habitación y tomó las cosas necesarias para darse una ducha. Fue un baño largo, en el que recordó las razones por las que había ayudado a Ximena. A ella le hubiera gustado que la ayudaran cuando se quedó sin Yaz. Esa mujer que no pudo aguantar el rechazo de su familia para terminar suicidándose. La madre de Yaz le echo toda la culpa a Mariana, dijo que ella había sido la mala influencia, que seguramente había convencido a su hija para que se hiciera una "asquerosa lesbiana" y arrebatarle su vida para dársela al diablo. En fin, una señora loca, paranoica y hasta la de fanática religiosa.
Claro, a Mariana le habría encantado tener aunque sea un amigo con el cual platicar de vez en cuando, que su madre no la mandara a aquella escuela en otro país y que fuese abiertamente rechazada de su familia, con la que tenía que vivir y convivir al menos hasta que terminara la carrera. Vamos, que la familia directa ni siquiera le decía feliz navidad, mucho menos encontraba un regalo perdido que sería para ella. Desde hace años no recordaban su cumpleaños, desde hace tiempo lo único que escuchaba al salir de su habitación eran gritos, excepto en los momentos en que su madre golpeaba la puerta de la habitación y le gritaba con intenciones de quedarse afónica.
Ella si que parecía poseida por algo.
Al llegar a su habitación se dedicó a contemplar el techo de la misma, recordando su sueño infantil de ser astronauta. Las metas cambian, pero no se había alejado tanto de su sueño inicial. Estudiar física desde cierta perspectiva le dejaba comprender mejor el universo, encerrada en un laboratorio, pero con sus estudios evocados en las estrellas, cualquiera diría que es mejor estudiar astronomía, pero para terminar quería estudiar en otro país, y eso es algo a lo que su madre se había opuesto rotundamente después de lo sucedido en su año de internado. Que va termino teniendo una noche de sexo casual con otra chica y fueron atrapadas infraganti.
Sin darse cuenta dieron las cuatro de la tarde. Se escabulló hasta su ventana y con cierta pericia logró saltar del otro lado. Se dirigió con pasos determinados a aquel parque, esperando poder olvidarse un poco de lo que tenía que soportar en casa.
Caminando indistintamente y sumida en sus pensamientos no se dio cuenta de que un grupo de jóvenes comenzó a seguirla, ni que al poco rato de pasar por una banca le llamaron por su nombre. Fue hasta que sintió una mano en su brazo que se inquirió y se encontró con unos ojos destellantes.
"Muy sumida en tus pensamientos ¿eh?"
"Hola Ximena"
"Hola Mariana, ¿Sabes que creo que esos tipos te están siguiendo?"
Siguó la dirección a la que apuntaban los ojos de su acompñanate y se encontró con su hermano. Ese hombre que la veía con cierta repulsion.
En un susurro le alcanzo a decir a Ximena que era su hermano y gritarle que se marcharan de ahí lo antes posible.
Ximena vislumbró el temor en los ojos de Mariana y tras agarrarla por la mano terminaron encerradas en un baño. Pensaba tan rápido como podía y viendo una ventana lo suficientemente grande para pasar le dijo que salieran por ahí, ella conocía un lugar donde podían estar sin ser vistas.
Después de fijarse que no había nadie pasaron del otro lado antes de volver a correr hasta encontrarse en un pequeño jardín tras la biblioteca del lugar. Era solitario y se veía agradable para pasar la tarde bajo algún árbol.
"¿Por qué le temes a tu hermano?"
Ximena rompió el silencio con una pregunta en la que la explicación que pedia podía ser muy vaga, no reprochaba pero si tenía curiosidad suficiente. Mariana la vio con los ojos llorosos y ahora fue ella la que se refugió en sus brazos. Ximena, un tanto atónita solo la rodeo por la cintura, esperando se calmara. No había sollozos, la existencia de las lagrimas solo era palpable por la humedad que existía en su hombro, lentamente se fueron espaciando.
Se separaron y, con una mano en la cintura de Mariana, Ximena limpió un pequeño rastro de aquellas gotas saladas. La última comenzaba a sentirse atraída por la ola de dudas que crecía en su interior y, a la vez, algo le decía que la sensación sería pasajera.
Mariana en silencio le comenzó a contar todo lo que le sucedía, desde el maltrato de su madre y su reprimida emoción, como había perdido a una persona a la que quería, por la que estaba dispuesta a dar todo para que al final ella le echara la culpa de todo.
La lluvia terminó sobre ellas, que ya se encontraban bajo un el techo de la pared de de la biblioteca. Ximena en ningún momento la interrumpió pero, cuando ella termino de contar su historia, ésta hizo unas cuantas preguntas de las que no quería respuesta, simplemente quería abrirle un poco su corazón como Mariana lo acababa de hacer con ella.
Tomó un mechón húmedo que se había instalado en su rostro, y envolviéndolo en su dedo le susurro que para ser la segunda vez le tenía un gran aprecio. Era demasiado saber que la persona de la que hablaba Mariana era una mujer, a pesar de haber omitido ese detalle fue demasiado obvio.
Era tarde ya, y una preocupada Ximena ocupó su rostro, no quería que su ahora íntima compañera tuviese problemas, posiblemente ya le habría ocasionado bastantes con lo sucedido con su hermano. Alegó que debía marcharse, que era tarde para ella, que los problemas serían peores si no regresaba a casa; pero Mariana no quería volver a casa, fue hasta que finalmente Ximena le dijo que la acompañaba que emprendieron camino.
Ahora mis palabras no alcanzan. El tiempo es poco, espero me disculpen si tardo con continuación, quería mandar algo lo suficientemente largo, pues un saludo, gracias por leer :)
D.T.
Anhelante espero leas esto. Espero, sea mejor.
Awuelita/Dynx
http://awuelitadynx.blogspot.com