Uniforme de instituto
Una joven madre recuerda sus días de los últimos cursos de instituto gracias a una nueva amiga muy cariñosa que ademas se presta ayudarla en todo lo que necesite.
No me suele gustar usar las salas de lactancia de los centros comerciales pero ya se trataba de un caso de fuerza mayor. El niño pedía su comida y de forma automática de mis tetas empezaba a manar leche como de la fontana de Trevi el agua. ¡Vaya con la cornucopia, el cuerno de la abundancia! Los romanos debían referirse a eso.
Así que recogí los trastos de la cafetería y fui para allá. No es que me importe enseñar los pechos en caso de apuro y menos aun con la excusa del bebé pero había por allí una panda de chavales salidos mirándole el culo a las jovencitas y no me apetecía levantar mas pasiones.
La sala estaba vacía, por suerte, así que me puse cómoda en un sillón, el chiguito, en el regazo y como tenía intimidad me abrí la blusa del todo y me quité el sujetador. Iba a aprovechar todas las comodidades que me ofrecían.
Relajada no me iba a poner a mirar el reloj. Estos ratos para mi sola se aprecian.
Pero al poco rato entró una compañera de fatigas con su niño en brazos. Eso no fue lo que me llamó la atención pues era algo muy lógico. Sino la compañía que traía, una jovencita preciosa con una melena lisa que llegaba casi hasta el culo y un horroroso uniforme de colegio privado.
Y lo digo con conocimiento de causa pues tuve que sufrir esa misma falda a cuadros escoceses y polo blanco hasta el año anterior a mi entrada a la universidad. El único colegio en la ciudad que mantenía esa costumbre con alumnos tan mayores.
Viéndola mas despacio no era tan jovencita. Andaría por el ultimo curso a no ser que fuera muy repetidora, a punto de empezar una carrera.
Según entró, empujando un carrito, detrás de su ¿Hermana mayor?¿Madre? Su sonrisa ya me dejó hipnotizada y para mas descontrol parecía que me la dirigía a mi. Nos saludamos con educación y ella se puso a ayudar a la chica a la que acompañaba a acomodarse.
La otra estaba muy ocupada con su bebé como para preocuparse de quien estaba dentro de la sala. Al mirar sus ojos verdes descubrí con cierto placer y puede que un poco de morbo que se dirigían directos a mis tetas cada vez que tenía un segundo para mirar alrededor.
Así que yo también podía recrearme en la visión de su figura sin cargo de conciencia. Y no es que el rotundo culo metido en unas estrechas mallas de la otra madre no ofreciera buenas vistas.
Lo primero de lo que pude darme cuenta es de lo bien que le quedaba el uniforme, en esa época yo lucia un par de palillos por piernas. En cambio en ella los muslos que asomaban por la faldita que ya le quedaba mas cerca del culo que de las rodillas estaban bellamente torneados. Los calcetines largos que a mi no hacían mas que enredarse alrededor de los tobillos moldeaban sus pantorrillas que parecían bien ejercitadas. Si miraba el polo blanco se notaba perfectamente que había sido lavado un montón de veces y puede que alguna de ellas con lejía pues el sujetador blanco de encaje, muy coqueto por cierto, se trasparentaba perfectamente.
Y no es que la sensual prenda no tuviera trabajo, había de sostener dos buenas masas de carne que se podían apreciar deliciosas, cónicas, duras y de buen tamaño. Cuando yo llevaba esa camiseta el tamaño de mis tetas no habría impresionado a nadie, por aquel entonces yo era mas bien flacucha y con poca gracia.
Aunque no tardé mucho en empezar a rellenar la ropa de forma mas sensual. En mi primer año en la uni mis curvas empezaron a llamar la atención , pero siempre me mantuve delgada y en forma, me gusta nadar. Pero es ahora con la maternidad, cuando mis mamas, nombre aplicado con toda propiedad, han tomado un tamaño digno de tener en cuenta, por no decir capaz de joderme la espalda.
En eso estaba, realizando comparaciones mentales entre ella y yo por la época en que llevaba ese uniforme, cuando por fin pude enterarme de su nombre, Samanta. cuando su hermana, también oí eso, le pidió un paquete de toallitas del bolso. Creo que con toda intención se inclinó y empezó a buscar lo que la habían pedido mirando directa hacia mí. Deslicé los ojos por su fino cuello en dirección a su escote, la prenda cayó un poco revelando su precioso canalillo y parte del encaje del sujetador. Era evidente para mí que Samanta había usado una tijera en ese polo abriendo más la parte de los botones que yo llevaba cerrada hasta el cuello y ella lucía con orgullo.
Ella era muy consciente de hacia donde se dirigía mi mirada y pienso que lo hacía adrede como devolviéndome el favor de enseñarle mis tetas. Inclinándose hacía su hermana para entregarle las toallitas. También me permitió echarle un vistazo al bello pecho de mi colega de fatigas cuando se cambiaba el bebé de una teta a otra, lo hizo casi como señalándolo.
No parecía poder quedarse quieta en el cómodo sillón. Cuando se giró de lado la escasa falda se subió casi hasta el nacimiento de la nalga dejándome ver el muslo torneado entero. Y si antes de pie me había parecido bonito ahora en esa pose lo imaginaba perfecto. Empezaba a sospechar que la prenda que usaba bajo los cuadros escoceses era un mínimo tanga a juego con el sujetador y ya hacia rato que el mío propio protegido bajo un short vaquero había empezado a humedecerse. Entrando en su juego levanté un poco a mi bebé para que pudiera ver mis piernas de las sandalias al culo que el pequeño short dejaba ver y de las que no perdió detalle.
No sabia como aquella, no tan chiquilla, no quería admitirlo, me estaba poniendo caliente de esa forma y no es que yo no hubiera hecho pinitos con otras chicas.
Otro nuevo giro en el sillón y quedó de frente a mí. Si me quedaba alguna duda de que lo hacia adrede esta se habría disipado en cuanto empezó a separar los muslos despacio, provocativa y mirándome a los ojos. Desde luego que no era la forma de sentarse de una señorita, la que a mi me habían inculcado las monjas que seguro le enseñaban buenas maneras a ella también.
Tenía los ojos clavados en sus preciosas rodillas cuando empezó a abrirlas. La piel clara del interior de sus muslos se me iba descubriendo poco a poco, la falda apenas tapaba nada de sus piernas casi recogida en la cadera. Menos mal que su hermana estaba pendiente de otra cosa sino hubiera sorprendido mi cara de pasmo cuando en vez del encaje blanco vi los depilados labios de su vulva rojos y con un brillo húmedo. No tenia puesto ni tanga ni braga.
Si sor Margarita hubiera visto lo que yo estaba contemplando embelesada en ese momento le hubiera dado un infarto.
Su picara sonrisa me invitaba a seguir con el juego. Como en un descuido me puse a masajear el pecho que ella podía desde su sillón acariciándolo de forma sensual. En el pezón se empezó a formar una gota de leche que llevé a mis labios con la yema de un dedo, sacando la lengua para probarla, mientras Samanta no perdía detalle. Estaba convencida de que ella quería tomar esa leche directamente de la fuente. Pero se quedó con las ganas.
En cambio se inclinó sobre su hermana y le susurró lo suficientemente fuerte como para que yo lo oyera que a ver cuando iba a dejarle probar a ella. Que su sobrino no se quedaba con hambre cuando mamaba y siempre sobraba. Su hermana aunque muy ocupada, menos relajada que yo, desde luego, parecía tan pícara como Samanta y le contestó que tenia que guardar para el cuñado que la suya no era la única petición que tenía. Siguiendo la broma la jovencita se giró hacia mí y me dijo:
- Ya que mi hermana no me da a probar igual tu podrías.
Si eso no era ya una insinuación en toda regla buscando algo más que el juego de seducción, exhibicionismo-voyerismo que nos traíamos desde hacía un rato yo había perdido mucha practica en eso de ligar.
Devolviendo la sonrisa pícara contesté:
-a mi también suele sobrarme, no habría ningún problema por que luego echaras un chupito.
Evidentemente la hermana tenía mas prisa y le pidió que le ayudara para cambiar el pañal. Ambas se acercaron a la mesa que hacia las veces de cambiador dándome la espalda con lo que yo ahora podía contemplar a gusto los dos preciosos culos. Ambas se tenían que inclinar un poco con lo que las mallas de la otra madre parecían aplicadas con spray sobre su cadera marcando incluso los labios de la vulva en un tanga aun mas pequeño que el mío. La faldita de Samanta trepaba por la parte de atrás de sus largas piernas creando el suspense de si podría echar otro fugaz vistazo a su coñito. Durante un momento la prenda se quedó ahí, pero su dueña no estaba dispuesta a negarme la visión de la perfecta vulva y como si se rascara un imaginario picor en la base de la espalda termino de levantar la tela.
Aun no sé como me contuve y no me lancé a comérselo en ese mismo momento. La visión de sus labios finos perfectos, con las piernas separadas un poco las media lunas de sus nalgas y la falda que me tapaba justo el ano terminó de enervarme. Mientras seguían con el pañal ella aprovechaba cualquier descuido de su hermana para darme fugaces aunque muy interesantes vistazos de su anatomía.
Separando más los muslos me dejó ver incluso durante un par de segundos el arrugadito ano. La otra madre se recolocó las tetas sin complejos delante de mí así pude echarles un último vistazo apreciando de nuevo su forma, leve caída y belleza.
Ahora si de verdad quería algo más me tocaba mover ficha a mí. Sino podría dejarlas marchar y no volver a ver a esa preciosidad en mi vida. No tenia prisa, ni me esperaba nadie así que ¿por que no tirar la caña?.
-te desenvuelves muy bien con los pañales, le dije. Lo harás muy bien cuando sea el tuyo. ¿Puedes quedarte un momento y ayudarme a mí?.
Su sonrisa se amplió aun más y respondió:
-!pues claro!
Contenta de que yo hubiera entrado al trapo y además aún delante de su hermana me recordó mi promesa. Como si fuera una broma pero para mí era evidente que lo decía en serio.
-así puedes darme a probar de tu leche.
Se despidió de su hermana, que le dio permiso para quedarse con dos cariñosos besos y le dijo que luego les buscara por las tiendas. En cuanto esta salió del cuarto empujando su carrito Samanta cerró por dentro buscando mas intimidad. Y eso que en ningún momento me pareció que a ella le importara ser sorprendida en actitud cariñosa con alguien. Luego me confesó que lo había hecho por mí, ademas de algunas intimidades más. Como que también se había cruzado con la misma pandilla de salidos y que su baboso cuñado no hacía más que mirarla, deseándola y yo suponía que ella no hacia nada por evitarlo e incluso por provocarlo. Pero no adelantemos acontecimientos eso fue cenando en mi casa.
La de escenas lésbicas que se imaginaria el marido de la hermana entre las dos bellezas.
Ya he dicho que durante mi embarazo yo había perdido cierta práctica y en realidad estaba nerviosa encerrada a solas con aquella chica tan bonita y decidida.
No tenia nada que temer, ella se encargó del primer avance se inclinó sobre mí y besó mis labios con suavidad, con ternura. Como si aún después de todo lo que nos habíamos provocado la una a la otra durante ese rato no estuviera segura de mis deseos.
Respondí al beso atrapando su labio inferior entre los míos y pasando la lengua por él. Ella atrapó mi teta libre entre sus dedos y comenzó a jugar con el pezón lo que de inmediato mojó sus dedos de leche. Con la mueca más lasciva que he visto en mi vida los llevó a la boca y los lamió con glotonería.
Visto que ya estábamos desatadas no me contuve más. Coloqué una mano en su rodilla y fui ascendiendo por la cara interna de su firme muslo hasta tropezar con la tela de la falda, por supuesto que no me detuve ahí aunque ya notaba la humedad de su coño resbalando por su piel.
Cuando acaricié los labios un gemido que ahogó clavándome la lengua hasta la garganta escapó de la suya.
A duras penas se separó de mí y volviendo su preciosa sonrisa me quitó con toda la ternura del mundo el niño de los brazos para llevarlo al cambiador. La cosa ya olía. Busqué un pañal nuevo y mi paquete de toallitas y mientras me ayudaba a cambiarlo sus manos rozaban las mías con toda intención en suaves caricias.
- Si que eres diestra con eso.
Le dije y ella contestó:
-he cambiado sola a mi sobrino un montón de veces. Yo lo cuido a menudo.
-¿Tu hermana sabe de tus gustos?
-pues claro, se estaba dando perfecta cuenta de como te estaba provocando y viendo si tu me respondías. ¿No le viste menear el culo delante de ti? O ¿Enseñarte las tetas aún mas de lo que tú nos mostrabas? De hecho al entrar y verte aquí sentada tan sexi y sola ella sabía que yo iba a intentar ligarte. Es muy lista, se da cuenta de como me mira su marido pero le tiene atado en corto a base de mamadas y más sabiendo que a mi no me van los hombres.
Le volví a contestar.
-en ese momento te estaba mirando a ti, así que no me daba cuenta de eso.
Y no era del todo mentira. Claro que me había fijado en los encantos de su hermana pero la que me tenía obnubilada era ella. Y a todo esto yo seguía con la blusa abierta y las tetas al aire frente a ella que no las perdía de vista.
Fue ella la que acostó al niño en el cochecito que se quedó dormido de inmediato, mientras yo recogía con prisa. Nunca le agradeceré bastante el rato de intimidad que me dio ese día. En cuanto me giré hacia ella me sujetó de la cintura para lanzarse sobre mi boca nuestras lenguas se enroscaban como serpientes en celo sin dejar que ninguna de las dos volviera a su correspondiente boca. Entre la saliva que resbalaba de nuestros labios y la leche que aún manaba de mis pechos en pocos segundos el polo blanco quedó húmedo.
-No te preocupes tengo otra camiseta en el bolso. Y hablando de eso.
Del enorme bolso sacó el reducido tanga que aun hoy no sabría decir cuando se lo había quitado y lo metió en mi bolso.
-un pequeño regalo.
Me dijo sonriendo.
También salió de allí una reducida camiseta. Poniendo mis manos en su cintura comencé a subir despacio el polo que yo tantas veces había llevado. Acariciando la piel de sus costados.
Pronto vi el encaje del sujetador y sus dos maravillosos pechos que aunque no tenían leche me moría por lamer.
Besé el escote que le dejaba la prenda. Cuando sujeté sus antebrazos sobre su cabeza lamí sus suaves axilas y los brazos. Dejé el polo colgado del cochecito y seguí desabrochando el sujetador. Por fin tenía sus perfectas tetas a mi vista, al alcance de mis manos. Estábamos en igualdad de condiciones. Volví a coger su cintura de avispa y apretarla contra mí nuestros pechos frotándose y nuestras lenguas cruzándose intercambiando saliva con ansia.
En ese momento ella solo tenia puesta la falda plisada y me dispuse a acariciarla por debajo de ella. Agarré su durísimo culo y subí la prenda por detrás hasta tocar su piel. Ella deslizó un muslo entre los míos apoyando su vulva en mi pierna.
Deslizó una de sus manitas por dentro de mi short alcanzando mi depilado coño y haciéndome gemir contra sus labios. Acariciaba mi clítoris con maestría como si no hubiera hecho otra cosa que practicar con sus compañeras y profesoras.
Mi orgasmo no tardó en llegar. Llevaba excitada mucho tiempo.
Lamía mi oreja en ese momento y deslizaba eh mi odio suavemente sus palabras de cariño y lascivia.
-que lástima no haber podido saborearlo.
-seguro que podrás lamer muchos mas y yo los tuyos.
Contestaba yo gimiendo contra su desnudo hombro.
Apenas recuperada necesitaba saborearla. Bajando lamiendo sus tetas, sus pezones duros como guijarros el pircing de su ombligo. Levantado la falda que como un pequeño telón me ocultaba su tesoro.
Allí la tenía, ante mi, la vulva de la que antes solo había tenido atisbos en su gloriosa desnudez. Por fin pude pasar mi lengua por el suave monte de Venus, subir uno de sus pequeños pies al brazo del sillón para tenerlo mejor a mi disposición y separar con la lengua los labios recogiendo su humedad, buscando el clítoris. Tampoco ella tardó mucho en correrse, también llevaba mucho excitada y ávida recogí sus jugos en mi boca. Pero quería más, mucho más. Se subió la sillón ofreciéndome el culo perfecto levantando la falda que parecía que a ambas nos daba un plus de morbo el que la mantuviera puesta sobre su delineada espalda. Ahora si tenia sus nalgas delante de mi rostro y empecé a lamerlas, a abrirlas, a pasar la lengua por toda su raja. Clavando la lengua en su ano, en su coño, entregándome nuevos orgasmos que iba encadenado.
Sus gemidos alagaban mis oídos indicándome que estaba haciendo un buen trabajo. Mi blusa aún abierta me permitía rozar mis pezones de los que chorreaba leche por la parte de atrás de sus muslos. Húmedos de sus jugos, saliva y mi leche.
-necesitas un buen baño, cielo.
-¿Quieres dármelo tú?.
-por supuesto. ¿Te vienes a mi casa?
-creí que no me lo pedirías nunca.
Aún así no se separó de mí sin comerme las tetas, sin exprimir la leche que aun tenía en mis pechos y tragarla golosa. Haciéndome gemir consiguió sacarla toda, lo que nunca hacía el niño.
Tuvimos que sacar de nuevo las toallitas para poder adecentarnos un poco y salir del centro comercial sin llamar mucho la atención. Pasando las toallitas por su piel y ella lo hacía por la mía con suavidad renovando las caricias que no habíamos dejado de prodigarnos desde que nos habíamos quedado solas en esa sala.
Juntas tras el cochecito caminábamos por los pasillos del centro comercial. Tras un escaparate distinguimos a su hermana. Con un gesto le indicó que la llamaría mas tarde y seguimos camino a mi coche en el parking. Con gran maestría me ayudo a acomodar al niño en su asiento y el cochecito en el maletero. Y subió a mi lado volviendo a recoger la falda en sus muslos junto a su culito volviendo a mostrar su vulva. No pude evitar acariciarla antes de arrancar y en cada semáforo en el que parábamos. Ella tampoco dejaba en paz mis tetas libres ahora que había dejado el sujetador en el bolso. Parecía obsesionada con ellas y yo encantada.
Lógicamente llegué a casa con la blusa empapada y el tanga aún más lo que no solo no me importaba sino que me gustaba.
Siguió ayudándome y hasta que no tuvimos acostado al bebe en su cuna contuvo sus manos y sus caricias aunque a las dos nos costaba aguantar esa dulce espera y se nos notaban las ganas de lanzarnos la una hacia la otra.
Pero en cuanto nos quedamos tranquilas se agarró a mi cintura para librarme del short y del encharcado tanga. Notaba sus manos librándome de mi ropa con urgencia con prisa dejando caer las prendas al suelo. Tirando mi blusa al otro lado de la habitación volvió a aferrarse a mis pezones aunque en ese momento apenas tenía leche le dio igual y a mi también. Lo disfrutaba igual. Su camisetita tampoco duró mucho y la falda que había sido mi obsesión cayó al suelo, gloriosamente desnudas y camino de mi bañera.
En cuanto el agua empezó a caer sobre nosotras ella se lanzó a besar mi piel a lamer mis pechos, mi vientre, mis axilas, mi espalda bajando hacia mi culo y coño apoyada e inclinada con las manos en los azulejos. Las piernas bien separadas dejando que su lengua encadenara mis orgasmos. Mis gemidos llenaban el baño. Ya mas relajada dediqué un rato a lavarla a ella, a acariciar su melena con el champú y a repasar cada centímetro de su piel con el gel en mis manos. Juguetona introducía un dedo en su ano, quería darle mas placer todavía. Sentadas en la bañera nos hicimos con los pies de la otra.
Sus finos dedos me volvían loca al chuparlos igual que ella hacía con los míos o cuando ella pasaba la lengua entre ellos. Como ella me estaba dando todo ese gusto a mí. No dejaba de correrme, ni ella, pero ni por esas estábamos cansadas.
Nos secamos la una a la otra con las toallas mas suaves que tenía para dirigirnos desnudas a la cocina a reponer fuerzas.
Todavía pude rebuscar en viejas cajas y aunque ella seguía pegada a mi espalda sin separar las manos de mis pechos. Encontrar esos viejos uniformes y regalárselos y asegurarme como imaginaba cuando se los probó dejate de mi y desde luego sin lencería que a ella le quedaban mucho mejor que a mí en la época que los usaba por obligación. Pero no ahora, ella también me los hizo poner, también sin lencería y en mi cuerpo que había madurado desde entonces lucían incluso bien.
Claro que solo pensaba volver a ponérmelos para ella.
Su cuerpo juvenil moviéndose por mi casa hacía que yo misma volviese al pasado, a la época en la que usaba esa falda plisada hecha un gurruño al lado de mi sofá. A esa época en la que tuve mi primer sexo con compañeras de instituto, con chicas cuando aún vivía en casa de mis padres. Las experiencias de mi juventud, de mis diez y ocho, revividas hoy gracias a esa belleza.