Unificando mi vida
Para una perra viciosa como yo, mantener la dicotomía entre una respetable abogado y la promiscua mujerzuela no sólo resultaba difícil sino también, a estas alturas de mi vida, fastidioso; encontrándome separada de quien fue mi pareja por años ya no resultaba necesario el ocultamiento para mantener su imagen de respetabilidad, en cuanto a mí, había llegado a considerar mi libertad sexual no sólo respetable sino digna,
Para una perra viciosa como yo, mantener la dicotomía entre una respetable abogado y la promiscua mujerzuela no sólo resultaba difícil sino también, a estas alturas de mi vida, fastidioso; encontrándome separada de quien fue mi pareja por años ya no resultaba necesario el ocultamiento para mantener su imagen de respetabilidad, en cuanto a mí, había llegado a considerar mi libertad sexual no sólo respetable sino digna, por lo que su conocimiento o desconocimiento por parte de quienes constituían mi entorno no era algo que me causase problema alguno.
Atrás habían quedado la depresión, el desconsuelo y la angustia de mi separación, Bernardo, el más joven de mis amantes se divertía presumiéndome antes sus amigos, Edgar, el más vicioso, seguía entregándome a cuanto inmigrante llegaba a su círculo casi como un regalo de bienvenida, Roxana por su parte se alegraba de haber vuelto a disfrutar mi cuerpo junto a sus amigas, y los grupos de intercambio en internet, donde me presentaba como –tercera- eran algo habitual, permitiéndome estos últimos tanto exhibirme en la web, como juntarme con parejas y grupos que deseaban vivir su sexualidad de un modo distinto al común.
Mi forma de vestir también había cambiado, había dejado la formalidad para aquellas ocasiones en que esta resultaba estrictamente necesaria para mi trabajo y el vestirme de puta para cuando algún amante me lo solicitaba o para aquellas ocasiones en que ejercía de callejera, por el placer de saberme comprada, ahora mi vestimenta era casual y provocativa sea cual fuese el lugar al que asistiera. Así, invitada a la celebración de un aniversario más de nuestra facultad, opté por ir con unas calzas de cuero blancas ajustadísimas que destacaban mi culito, una polera negra con cuello alto y sin espalda, que si bien permitían vislumbrar la grandiosidad de mis generosos pechos en verdad destacaba por su ausencia aún más mis nalgas, botas bucaneras, sobre las rodillas, de taco alto y mi pelo suelto, al mirarme al espejo sabía el efecto que provocaba, y este no se ocultó al llegar a la reunión, mis compañeras alabaron mi actitud y mis compañeros se prodigaron en piropos y galanterías.
Pronto me encontraba rodeada de todos ellos, podía ver sus miradas de deseo, sentía el roce de algunas manos en mi espalda que no sabía a quién pertenecían y hacían humedecer mi conchita, me hablaban al oído erizándome, me acomodé en el sillón cruzándome de piernas y sentándome inclinada hacia un lado de forma que mis piernas y culito quedaban totalmente expuestos para que pudieran meterme mano sin dificultad, la mano de Rafael no se hizo esperar recorría mi cuerpo desde la rodilla a mi culo, el interior de mis muslos, separaba con disimulo mis piernas acariciando por sobre la ropa mi chorito, otra mano bajaba por mi espalda desnuda buscando introducirse por mi calza hasta mis nalgas, la situación me hacía hervir, casi inconsciente abrí un poco mis piernas, de manera casi imperceptible, pero suficiente para que se dieran cuanta quienes estaban conmigo, podía apreciar el bulto de Rafael entre sus piernas, me acerque y le pedí que me tratará como una putita, sorprendido me tomó de la mano y salimos del lugar.
En uno de los rincones de los tantos pasillos de la facultad Rafael me arrojó contra la pared y comenzó a besarme profundamente mientras sus manos recorrían mi cuerpo introduciéndose en mis calzas para acariciar mi culo, luchando por amasar mis tetas, su lengua iba de mi boca a mi cuello, de mis oídos a mis hombros, mientras yo abrazada a su cuello le animaba besando sus oídos, lamiendo su cara, diciéndole que era su puta, rogándole que me culeara, que me tratará como una perra, pidiéndole que me rompiera entera, mientras mi mano acariciaba su verga por sobre el pantalón sintiendo su durosidad, tratando de liberarla ante mi necesidad de sentirla, chuparla y alimentarme de ese néctar masculino tibio y viscoso.
Me di vueltas de espaldas a él, restregando mi culo casi desnudo en su miembro, saqué la blusa pasando su cuello hacía adelante, liberando mis tetas para que él pudiera gozarlas, sus manos se aferraron a ellas, apretándolas, estirando mis pezones ya erectos por mi calentura, mientras yo le besaba echando mi cabeza hacia atrás, bajé mis calzas hasta la mitad de mis muslos refregando mi culo desnudo en él, ofreciéndoselo con mis manos, masturbando mi clítoris, suplicándole me penetrara. Arrancó a tirones mis calzones dejando libres todos mis orificios que expelían sus jugos, mientras yo tomé su verga y la llevé a la entrada de mi conchita para que de un solo movimiento de sus caderas me la metiera hasta topar mi útero, provocándome un violento orgasmo que me hubiese hecho caer al piso de no haberme encontrado bien sujeta por su verga.
Sólo unos segundos permitieron recuperarme, mi capacidad de ser multiorgásmica me hacía desear aún más, arqueé mi cuerpo pegando aún más mi culo a su miembro, exponiendo todavía más mis tetas, mientras él me bombeaba frenéticamente abriendo al máximo mi conchita y destrozando mi útero en cada arremetida, le rogaba que no acabase, le hablaba a su cara, mientras él tomado de mis caderas me taladraba la concha hasta que anunciándome su orgasmo, sacó su miembro y me regó de leche la espalda y mi colita, descansando afirmado en la pared sin dejar de bufar, mientras esparcía su semen en mi espalda con sus caricias.
Terminé de sacar lo que quedaba de mi calzón, acomodé la ropa y volvimos separadamente a la reunión, el rubor de mi cara y el sudor de mi espalda mezclado con el semen de Rafael parecía delatarme; nuevamente me encontré rodeada de compañeros de facultad, algunos con cualquier excusa rozaban mi espalda o acariciaban mi cara, otros casi sin disimulo tocaban mi trasero. Alejandro me tomó de la cintura y dejo caer su mano hasta mi culito, manteniéndola allí y acercándose me dijo que al parecer Rafael lo había pasado muy bien, a lo cual sólo conteste si podía acompañarme al baño, tomando su mano y obligándolo a seguirme.
Nos metimos en el baño de hombres, a muy poca distancia del lugar de la reunión, acaricie su bulto durísimo bajo su pantalón, me arrodille frente a él, abrí el cierre de su pantalón para ver su pene que parecía explotar, la lamí de abajo a la punta de su glande, mirando su cara de placer, lo engullí con mi boca deslizando mi cabeza, penetrándome, masturbándolo mientras mi lengua se detenía en glande, jugando en su uretra y en su canal, mi boca se afanaba en aquella verga, lo sentí estremecerse, me agarró de la cabeza y me sujetó el pelo y metió su verga en mi boca ahogándome con ella, como pude tome aire lo agarré de sus caderas y lo empuje aún más adentro, la sacaba y volvía a enterrarla yo misma en mi garganta conteniendo las arcadas, desabroche y saque su pantalones y calzoncillos, sentada en el piso húmedo del baño bese y lamí sus muslos, sin dejar de masturbarlo, así bajo su piernas abiertas pasé mi lengua por el canal de su trasero pidiéndole abriera su nalgas e introduje mi lengua en su ano, lamiendo, ensalivando, lengüeteando, chupando, estaba casi sentado en mi cara gimiendo y resoplando de placer, mientras yo seguía masturbándolo, pude sentir se pronta acabada por lo que volví a engullir su miembro, chupándolo con fruición, su respiración me indicaba que no soportaría mucho más por lo que saque su miembro para que se corriese en mis labios, mi nariz y mis mejillas, su semen, resbaló por mi cuello y me manchó los pechos, que quedaron cubiertos de una leche pegajosa y muy dulce. Salíamos del baño riendo y arreglándonos la ropa cuando entraba Rodrigo que sin más tomándome del brazo dijo -me toca- y abandonando a Alejandro reingrese con Rodrigo al baño de hombres.
Rodrigo siempre fue el más desvergonzado en la facultad, directo en todo su actuar, y esta vez no fue diferente, acarició mis pechos por encima de mi remera sin dejar de mirarme, hasta llegar a mi cintura y tirando desde los bordes me despojó de ella pudiendo apreciar la enormidad y redondez de mis tetas, las chupó una en pos de la otra, las juntaba tirando de mis pezones para llevarlas juntas a su boca y regocijarse en ellas, los mordía haciéndome gritar de placer y dolor. Rodeo mi cuerpo con su brazo atrayendo hacía él, haciéndome saber que controlaba toda la situación, me dio la vuelta obligándome a afirmar mis brazos en el WC e inclinando mi cuerpo, bajando mis calzas a tirones y dejando mi culito totalmente expuesto y a su merced, sentí su miembro apoyarse en mi ano, mientras con una de sus manos, jugaba en mi concha frotando, apretando y pellizcando mi clítoris, sentía mis jugos resbalar de mi chorito y mojar mis piernas, mientras me ordenaba pedirle que me diera por el culo, el placer de sentirme tan emputecida, invadida, abusada no sólo me hizo pedirle, de pronto le rogaba que me culeara, sentía su descomunal y gruesa verga intentando forzar mi entrada posterior, sin embargo era tan grueso que pese a sus esfuerzos no lograba violentar mi ano, el placer y la lujuria estremecían mi cuerpo, ahora era yo la que tomaba su miembro, lo apoyaba en mi culo a la vez que empujaba todo mi cuerpo hacía atrás contra el suyo ordenándole que me forzara, que no tuviera piedad ni miramiento alguno, que me reventara el culo, tenía una necesidad urgente de sentirme penetrada por aquella verga dura y caliente.
Un grito enorme salió de mi boca cuando ese ariete venció la resistencia de mi esfínter, abrí las piernas lo más que pude, atrapadas como estaban en mis calzas, lleve mis manos hacia atrás y abrí mis nalgas, mientras sentía aquel tronco deslizarse al interior de mi culo, abriéndolo en unas dimensiones que sólo había soñado, me asfixiaba el placer, me mantenía consiente el dolor que me provocaba, la penetración era brutal, Rodrigo me ensartaba lentamente estimulando mi clítoris al mismo tiempo, aquella verga me estaba partiendo en dos, la sentía destrozándome el recto, haciendo vibrar mi útero, podía sentir las contracciones de mi vagina que añoraba otra verga, lloraba de dolor y placer y deseaba quedarme empalada de por vida, que nunca sacaran de mi culo aquella verga que me desgarraba, rogaba por más cuando la sentía salir hasta dejar sólo la cabeza adentro y luego empujar otra vez ese tronco largo y grueso que me rompía, no distinguía si era Rodrigo quien me empalaba o era yo quien se atravesaba adelantando y empujando mi culo, meneándolo de forma de sentir cada vez más adentro aquel miembro creador de dolor y placer continuo, no sentía a Rodrigo echado sobre mi cuerpo y prendido de mis tetas, sólo sentía aquella verga llenándome, hasta arrancarme un orgasmo explosivo, al sentir la descarga de leche en mi recto.
Cansados, sin decir nada, nos vestimos, mis piernas temblaban y mi cuerpo desfallecía, me sentía una zorra, nos quedamos conversando un rato, le pedí que me llamara cuando quisiese, y no volví a la reunión.
Me había convertido en la puta de mis compañeros de facultad, sin duda de mis colegas y por fin había unificado mi vida, asumido que no tenía un lado A y un lado B, sino simplemente que era una puta, que accidentalmente ejercía de abogado.