Único y Original II (La cena)

Él cumplía 25 y yo apenas 18... pero ni eso bastó para evitar ese beso con sabor a salsa para boloñesa

Cuando el timbre sonó y el portero me llamó por el intercomunicador, sentí que mis piernas cedían a mi peso. Mi estúpido peso que saltaba a la vista.

Mi vestido era hermoso, según yo, pero temía que las anchas caderas que poseía me hicieran parecer peligrosa en la vía publica. Era de colores discretos y aburridos, grises y cafés, pero estaba tan entallado que no había curva en mi que se librara de la vista de nadie; el escote era profundo pero no se veía nada por la tela que lo rodeaba, holgada y cayendo sobre mi pecho. No llevaba joyas y solo un pequeño broche sujetaba mi cabello en lo alto de mi cabeza. Como siempre, mi larga melena caía sobre mi espalda pese a todo, y algunos mechones se habían escapado para adornar mi rostro.

Cuando bajé por el elevador y salí al recividor del edificio, me encontré con Marcos mirando un punto indefinido en la pared. No tuve valor para hablar. Se veía sorprendentemente guapo bajo una camisa blanca, un chaleco negro de seda y unos jeens oscuros. Su cabello parecía no cambiar jamás, lacio y sin necesidad de ningún fijador, quizás incluso se lo hubiese peinado con los dedos. Pero lo que más me conmovió fue esa mirada ausente que tenía, como si el mundo donde estaba parado pudiese esperar, ya que debatía la existencia humana y quien era en esta vida.

No fui capaz de hablarle, pero como si sus pensamientos lo hubiesen llevado a mi, se giró y me vio.

Sus ojos se abrieron de par en par y pude ver ese color tan particular. ¿Que estaría viendo en mi que lo hacía verse tan desconcertado?

-H.. Hola...- dije ruborizada, intentando relajar la tensión. El ni siquiera se inmutó.

-Hola...

En la tarde me había sentido demasiado timida, y ciertamente no me agradaba ese papel. Nunca fui sociable ni tampoco la chica del año, pero la timidez era algo que no admitía en mi personalidad, pues prefería la diversión sana.

-¡Bueno!- dije animada, sonriendo con juvilo. Tomé su brazo con afecto, aunque al hacerlo, sentí que el suelo en mis pies se movía de forma brusca.

Él pareció sentir lo mismo, pues sus musculos debajo de mi se tensaron. Pese a esto, sujetó mi propio brazo y me acercó a su costado. ¡Demasiado cerca! ¿Por qué...?

Cuando me arrastró a la salida, me di cuenta del motivo. Llovía a cantaros, de tal forma que apenas se podía ver metros adelante. Sacó un paraguas y al abrirlo me apegó más a él y nos trasladó agilmente de la entrada a su coche. Ya adentro yo tenía el pecho subiendo y bajando como si hubiese corrido una maratón, y al verle, estaba igual. El camino era despejado, por suerte, y su auto corría con suavidad dejando un agradable ronroneo desde el motor. No sabía nada de autos pero.. ¡Que bueno era este!

-Me engañaste con lo de ir formal, ¿cierto?- le comenté con el tono más despreocupado posible, pero él parecía tener problemas para sonreír igual que horas antes.

-Si, realmente no creí que fueses a estár tan... hermosa.- me derretí al escucharlo, pues había pronunciado la palabra como si hablara de una Diosa.

-Gracias.- dije con sinceridad, sonriendo aun más. Esto pareció animarlo, pero también parecía ponerlo nervioso.- En realidad no quería lucir demasiado cargada, y este vestido es cómodo.

Me miré el cuerpo, procurando que las curvas no tuvieran un efecto desagradable. El vestido era de algodón, por lo que si era comodo, pero no ayudaba a formar figura.

-Me gusta bastante ese vestido.- comentó de nuevo como si fuese cualquier cosa, pero su voz era más grave.- Eres muy guapa.

La ligera diferencia entre "Te ves" y "Eres" me pareció demencial, pues realmente nadie me lo había dicho de esa forma. Por alguna razón, no pude mantener mis pensamientos quietos en mi mente.

-Eres el primero que me lo dice.

Pese a su concentración, retiró la mirada del camino y me miró, poniendome los pelos de punta.

-¿Lo de guapa?

-Mira al frente.- le rogué aferrada al asiento, y él regresó la mirada al camino soltando una gran carcajada. Ese sonido me alegró también.- Me han dicho que me veo linda o bonita, en algunas ocasiones...- le expliqué con calma- Pero jamás que "Soy" guapa. Creo que hay gran diferencia.

El asintió en silencio, reflexionando lo que yo decía.

En realidad, el tema era superficial, pero me encantaba conversar con él, pues era obvio que no se tomaba mis comentarios a la ligera.

Seguimos conversando durante el camino, de todo tipo de temas. Debatimos que tan probable era la teoría del Genesis, el mal gobierno que había en México y en Colombia, los pros y contra de cada país. Terminé convenciendome que Colombia podía ser mi segunda tierra, aunque extrabaña mi propio país. Sus playas y sobre todo sus paisajes. Le platiqué sobre la vista que tenía mi escuela secundaria, la cual quedaba en la falda de una montaña en Acapulco, y al amanecer, podía verse el cielo teñirse de rosa sobre la playa y una Laguna.

Me sorprendí de lo rapido que llegamos a su casa, pero me animé al ver que la conversación no terminaba.

Continuamos charlando aun mientras me mostraba su apartamento, pintado de amarillo y con adornos preciosos. Me encontré con un perro tremendamente lindo, al cual le hice mimos. El perro era pequeño, pero tenía caracter, y se notaba que no entendía mi presencia en aquel lugar. Tenía tanto pelo castaño que casi le cubría los ojos.

-¿Que raza es?- le pregunté a Marcos, el cual ya había entrado a la cocina.

-Yorkie, aunque no parece de concurso, ¿eh?- rió a carcajada suelta pero noté que adoraba a aquel perro.

-En realidad es precioso.- volví a acariciarlo pero seguía con aquella actitud nerviosa.

-Se llama Manolo, pero mi familia y yo siempre le decimos Lolo.- siguió, encantado de que me mostrara tan linda con Lolo.

Mientras Marcos hacía la cena yo me dediqué a jugar con Lolo. El perro me trataba como a un bicho muy, muy raro, y no se decidía entre acurrucarse en mis piernas o saltar en modo defensivo; era bastante nervioso, pero su personalidad astuta no pasaba desapercivida para mi. El olor a salsa para boloñesa hizo que se me abriera el apetito, y por los ojitos vidriosos de Lolo, a él también.

-A que quieres que te de un poco de mi plato, Lolo.- le susurré despeinandole la cabecita, lo cual pareció encantarle.

-Ni se te ocurra.- me advirtió Marcos detrás de mi, con tal seriedad que una sensación desagradable recorrió mi cuerpo. Seguro la había jodido. Me giré, con una expresión de disculpa en el rostro. Antes de decir nada, me di cuenta que había dejado los platos de spagetti a la boloñesa en la mesa, y en su mano, llevaba un plato con pura carne y salsa, y el nombre "Lolo" escrito en el frente.- Lolo tiene su propio plato especial y nunca lo dejaría perderse de mi magnifica cocina.

Suspiré para mis adentros, feliz de que no hubiese cometido alguna tontería.

Cuando nos sentamos en la mesa y Lolo ladró de felicidad por la exquisita carne, Marcos sonrió. Seguramente debía estar de muerte, así que tan pronto agradecí por la comida, engullí el tenedor en el spagetti, con buena porción de carne, y lo metí a mi boca. ¡Sabía increible! La salsa era natural, a diferencia de la salsa en lata que yo solía comprar para evitarme demasiados problemas, tenía trocitos de champiñones y catsup a la vieja escuela. Al levantar la vista a Marcos, me di cuenta que me miraba con sorpresa, y su expresión me sorrendió hasta que me di cuenta que había gemido de placer por la comida.

¡Que verguenza!

-Lo.. siento...- balbucee, más roja que la misma salsa. Él no parecía molesto o apenado, sino que más bien parecía memorizar algo con bastante seriedad. Me di cuenta cuanto me gustaría poder leerle la mente a aquel hombre.- Está buenisima la comida... eres un excelente cocinero.

-Adoro cocinar.- me explicó, de nuevo con esa naturalidad y seguridad tan atractivas.- Quería estudiar gastronomía pero... bueno, las becas no las puedes desperdiciar.

-¿Estás becado?- pregunté, deteniendo mi tenedor en el aire.

-Si.

-¡Genial! A decir verdad yo no pude conseguir una beca. Bueno... tenía promedio suficiente, pero sé que no podría mantenerla.

Él asintió con energía.

-No es algo facil.

Un silencio se prolongó en el comedor a excepción de los ruiditos de satisfacción de Lolo al comer. ¿Que debía decir ahora? Ciertamente yo no era alguien muy aplicada, me gustaba aprender pero el hacer trabajos y reportes no era lo mío. Era dificil sacarle conversación a un hombre tan organizado y con una meta muy definida. Por un momento no me di cuenta que el me miraba fijamente, hasta que decidió romper el silencio.

-¿Que me dijiste que estudias?- preguntó con bastante interés, y reconocí la disculpa en sus ojos.- Lo lamento, si te digo la verdad tengo muy mala memoria.

-Oh, no te preocupes Marcos.- dije con una gran sonrisa, conteniendo las ganas de reír y deleitandome al decir su nombre.- En realidad no te lo he dicho. Estudio Filosofía y Letras.- mi sonrisa se volvió un poco más tristona.- Mi madre insistió en que me quedara en México para estudiar, pues allá hay la misma carrera; supongo que necesitaba un cambio de ambiente, pues creo que si me hubiera quedado ahí me habría vuelto loca. No puedo decir que Colombia es mejor que México, y siempre seré patriota, pero tiene un aire tan distinto y nuevo para mi...

No estoy segura aun de lo que él vio en mis ojos al hablar, o que tan profundo llegaron mis palabras en él. Solo sé que cuando regresé a la realidad, los suaves y humedos labios de Marcos se apegaron a los míos acariciandolos con una promesa secreta. No tenía aliento en este punto, pero cuando exhalé, fue suficiente incitación para que él se acercara más, me tomara del cabello, y abriera mi boca con sus labios.

Sabía a salsa, sabía a frescura y también a deseo. Su mano estaba caliente pese al frío que solía hacer en Bogotá, y tomaba mi cabello como quien acaricia el pelaje de un animalito peludo y suave. No entendí ni un comino de lo que pasaba, ni por qué ambos nos besabamos con aquella intensidad. De lo único que estaba segura era que los labios de Marcos sabían mejor que cualquier otra cosa que hubiese probado antes.

Tanbién entendí que algo de mi sería siempre de aquel hombre.