Único y Original I (Feliz cumpleaños)
Él estaba en todas partes... en mi salón de clases, en mi club de deportes y en mis sueños a la hora de acostarme.
Hola, mi nombre es Elizabeth pero todo siempre me llaman Lizzie, y si bien es un nombre bastante burgues, soy mexicana de hueso colorado. Los relatos de como conocí al hombre que no soñé jamás empiezan justamente en mi cumpleaños número 18, tras unos meses de haberme mudado a Bogotá, Colombia. La cultura era tan impresionante que me sentía en otro mundo, aunque agradecía bastante que no fuera demasiado diferente a México (el idioma, algunas comidas y la cultura popular).
Sin decir de más, era genial empezar mi carrera en un lugar así, tan hermoso. Estudiaba Filosofía y me había inscrito a un club de deportes después de clases, concentrandome en voli-bol y baloncesto (si bien este ultimo no era de mi agrado).
Ese día, 20 de Octubre, había estado bastante soleado el día en comparación del cielo gris y lluvioso que solía hacer en Bogotá. También hacía mucho calor. En clases nadie sabía que era mi cumpleaños pues poco había empezado a socializar; prefería concentrarme en mis estudios y en la rutina de vivir sola. Fui casi obligada a llevar un top sin tirantes bajo la blusa azul que llevaba ese día, sabía que no soportaría el calor más tarde. Dicho y hecho el club de deportes se unió en las canchas que había de la universidad y la gran mayoría vestía solo ropa ligera, los hombres sin camisa y las mujeres con diminutos trajes de deportes.
Me sentí algo avergonzada por la situación, y aun luego de 40 minutos de ejercicio jugando con las chicas y la red, decidí no quitarme la camisa azul después de todo, limitandome a arremangar las mangas. Mi cabello era ridiculamente largo y oscuro, negro azabache, y aun atado me lastimaba la espalda al saltar del suelo; entre las muchachas (casi todas de 20 a 25 años) yo era sin duda la más pesada y alta, pues mis caderas siempre fueron anchas y mis piernas también, aun si mi pecho era un tanto pequeño y mi abdomen impecable.
Así pues, estaba concentrada, el balón era mío, haría una clavada limpia y perfecta, tenía mis ojos tan fijos en el balón que volaba sublibemente sobre mi.... que no vi el otro duro y pesado balón de baloncesto que viajaba como un cañón contra mi derecha. Tan solo pude escuchar un golpe sordo doloroso contra mi costado antes de caer al suelo, inconsiente.
Pasaron segundos... ¿minutos tal vez? No estoy segura, pero casi de inmediato hombres y mujeres me rodeaban como buitres. Me sentía realmente mareada y hasta asco me daba que el sudor de todos aquellos cayera sobre mi. ¿Que no se daban cuenta que estaba despierta? Murmuraban con desespero, cuando de pronto una firme voz acalló a todos, separandolos un poco de mi. Al intentar levantarme el mareo se volvió violento y estuve a punto de volver a estamparme contra el cemento, pero una gran mano me sostuvo la cabeza. Admiré a un hombre de complexión larga poco fornida, si bien su cuerpo era realmente atletico en su estado delgado. Tenía una piel muy clara y cremosa, sus mejillas parecían rojizas por el ejercisio y su cabello liso y negro se ceñía a su frente por el sudor.
Jadeaba levemente, pero parecía muy serio con la vista fija en mi (aunque yo no podía ni recordar mi nombre). Su rostro era muy fino, demasiado bello pero no suficientemente femenino para confundirle con una mujer. Su ojos, verdes... uhm... no, mirandolos mejor eran algo cafés, o también azules. Multicolor, un demencial y adictivo multicolor, con unas pestañas espesas y oscuras, unas cejas algo toscas y unos labios sedocisimos.
...Si, sin duda el golpe me había afectado. Tan solo podía mirarle como idiota, mientras este se sercioraba que no tuviera nada roto, y no fue hasta que tocó mi costado derecho, sobre las costillas, que chillé de dolor, volviendo a la realidad. Todos continuaron murmurando más alejados y fui consiente de que ese hombre murmuraba también, pasa si mismo, algunas maldiciones. El debió haberme golpeado, no hay duda. De nuevo intenté levantarme y en esta ocasión él me ayudó.
-¿Estás bien, Lizzie?- preguntó en tono suave cerca de mi rostro, sin una nota de la aspereza masculina que suele irritarme. Lo miré sorprendida.
-¿Cómo sabes mi nombre?
-Todo mundo sabe su nombre, Elizabeth, en especial las muchachas.- su mirada pareció cambiar drasticamente en un segundo, siendo más formas y por supuesto, mucho más distante. Algo en eso y el hecho de que cambiara Lizzie por Elizabeth me dio una sensación de tristeza.- Perdone por el golpe, de verdad, perdí los estribos y lancé el balón sin siquiera fijarme hacia donde lo hacía. Dejeme llevarla a la enfermería y ver que tan serio es.
No era una experta en relaciones publicas, pero sin duda sabía el tipo de comentarios que ahora hacían los demás jugadores.
-Oh, no creo que sea necesario, estoy completa y abolustamente bi...- mientras decía esto e intentaba dar un paso hacia el edificio, el dolor se intensificó y escupí sangre al suelo. De manera automatica el muchacho me tomó fuerte de las caderas y comenzó a andar hasta la enfermería, sin volver a vacilar. Todos se quedaron atras desconcertados.
Al llegar, practicamente me tumbó sobre la camilla y me quitó la blusa. El dolor, aunque disminuído, seguía molestandome en las costillas, pero algo en esa mirada y esos movimientos me ponían sumamente nerviosa. Al darme cuenta que solo tenía el top sin tirantes, y que además dejaba a la vista todo mi abdomen, no logré contener un gran sonrojo. Él tocó con suavidad mi costado, por lo que tuve que morderme el labio inferior.
-No le rompí nada por suerte, pero la sangre me preocupa. Esta zona quedará morada durante días, claro, pero el dolor debería pasar hoy con algo de paracetamol y una bolsa de hielo bien frío.- me miró de reojo, sin quitar las manos de mi piel.
-¿Eres doctor? Quiero decir... estudiante de médicina o algo así?
Me sentí realmente orgullosa cuando una diminuta sonrisa apareció en la mitad de sus labios, pero la ocultó de prisa.
-No, de hecho estoy estudiando animación. Ya tengo un titulo como Ingeniero en sistemas. Lo que sucede es que tengo algo de experiencia con golpes y varias amigas en la facultad de médicina.
Otra sonrisa pareció reprimirse en sus labios, por lo que yo formé una mueca.
-Amigas, ya...-desvié la mirada cuando él puso un unguento frío sobre mi, y aunque dolió un poco, se sintió increiblemente bien. Volví a mirarlo y me di cuenta que me veía fijamente igual que antes, con sus enormes ojos multicolor.- No me has dicho tu nombre.
-No lo ha preguntado.
-No es justo, tu sabes el mío...
Todo esto parecía divertirle de lo lindo, y el hecho de que yo replicara más aun era un deleite para él, sin duda. Resoplé y me cubrí el torso con la camisa azul.
-¿Cómo te llamas?
-Marcos.
-¿Solo Marcos?- levanté una ceja y el sonrió ampliamente, con arrogancia.
-Si, solo Marcos.
-¿Cómo sabías mi nombre?- insistí con curiosidad, entrecerrando los ojos y mirandolo cual sospechoso de omicidio. Él se encogió de hombros y guardó el unguento en un cajón de la estantería.
-Se lo dije, todo mundo lo sabe. Es nueva en el club y a la mayoría le gusta bastante socializar, aunque es obvio que a usted no tanto. Solo la he visto jugar y nada de charlar con las demás mujeres.
Observadora como siempre, puse atención a sus palabras. Así que había estado observandome.
-Me has llamado Lizzie...
No pasé por alto que titubeó un momento, aunque su expresión indiferente volvió bastante rapido. Le restaba importancia al asunto con tanta eficacia que yo me preguntaba porque seguía insistiendo.
-Usualmente así llaman a las Elizabeth, lamento si fue inapropiado.
-¡Ah, no! E.. Está totalmente bien...- ya había comenzado a balbucear, y eso pareció mejorar su buen humor.
-¿Puedo llamarle Lizzie?- me sonrió de medio lado, inclinandose hacia mi como un gato consentido carente de verguenza.
-S..Si... por supuesto...
Se recargó en mis piernas y me miró por encima de sus brazos cruzados, curioso y observador. Me fijé que era mil veces más alto que yo, cosa casi imposible. De pronto su mirada bajó furtivamente por mi torso y se clavó en una zona desconocida para mi. Abrió levemente su boca pero no dijo palabra. Sus movimientos y su respiración lenta me hacían imposible quitarle la mirada de encima, memorizando el color de su piel, el largo de su cabello (liso hasta la quijada) y esa sensual curva en la espalda.
-¿Tienes algo que hacer hoy?
La pregunta me tomó por sorpresa.
-¿Eh?
Levantó la mirada y señaló mi costado, que había adquirido un feo color morado.
-¿Todavía te duele?
-Ah... no, no mucho...
-Hoy mi amigo Gustavo va a estar con su novia y tenía planeado preparar una cena esta noche, ¿tienes algo que hacer más tarde?
De nuevo parpadée, sorprendida.
-No... en realidad no. Hoy es mi cumpleaños así que pensaba pasarla en casa mirando alguna boba pelicula...
Entonces el sorprendido pareció ser él, abriendo sus grandes ojos y levantando la cabeza.
-Vaya, es extraño. Haré la cena porque de hecho es mi cumpleaños también.
-¿De veras?- lo miré alusinada mientras él asentía. Seguí pensando en su propuesta, considerando que no tenía amigos en la universidad.
- Vamos, debe ser mejor cenar conmigo que ver peliculas bobas en casa tu sola.
Me miró con picardía, con un humor sensual que dejaba bien claro el poder que tenía con las mujeres, el magnetismo que probocaba su ceja siendo levantada, aquel ángulo de su rostro mirando hacia arriba... maldición.
-De acuerdo, cenaré contigo esta noche y así festejamos brevemente el cumpleaños de ambos. Feliz 20 de Octubre, Marcos...
-Feliz 20 de Octubre, Lizzie. ¿Cuantos cumples?
-...Ehm...- miré hacia otro lado, preocupada de que pudiera pensar mal de mi, así que decidí mentir- 20, justo 20...
-Oh, ya veo, 20 el día 20... -soltó una carcajada que me dio la misma sensación que las brisas de mar en México.- Yo cumplo 25, algo viejo...
-N.. No tanto...- solté una risita más bien nerviosa. 7 años de diferencia.. no era demasiado, pero si considerando que un día antes yo era menor de edad.
Para mi sorpresa, rozó cariñosamente mi torso por debajo de la camisa azul, antes de dirigirse a la puerta.
-¿Puedes ir a casa sola?
Al verme asentir terminó
-En la oficina principal está tu dirección, la anotaré y pasaré por ti a las 7:30... no te pongas muy formal, no se vale seducir en los cumpleaños- me guiñó un ojo y no supe si molestarme o derretirme.- Hasta más tarde Lizzie... y feliz cumpleaños.
Al verle salir de la enfermería y recuperar la voz, dije en solitario
-Feliz cumpleaños...