Unicamente Mia 3

Espero les guste

Capítulo III

Descontrol

Rin estaba más que emocionada, no dejaba de moverse en la tina mientras Moura intentaba lavar adecuadamente su espalda.

  • Deja de moverte niña o nunca terminaré de asearte.

  • Yo puedo hacerlo nana, tú tendrás muchas cosas que hacer, déjame que yo termino. – Rin tenía una sonrisa del tamaño de todo el palacio.

  • El amo lo ordenó, él mismo insistió que te ayudara hoy más que nunca. - El rostro de Rin pareció iluminarse y ponerse más feliz de lo que estaba, como si eso fuera posible. - Te vas a ver mucho más bonita de lo que eres… – Rin sonrió, recordaba cuando Sesshoumaru le dijo que quería que se viera más bella que nunca.

Rin estaba feliz de celebrar con todos, pero mucho más de poder pasar un momento agradable con su gran amor, que incluso le había prometido acompañarla durante todo el día, así que trataría de estar bella, aunque tenía dudas de ser más bella que alguna de las damas demonio que el lord haya podido conocer en su vida. Se sintió triste de pronto, pero los suaves mimos de Moura la ayudaron a reanimarse.

  • Nana… gracias por ayudarme… - Su voz se escuchó algo triste y débil.

  • De nada mi pequeña… - Una mirada un tanto melancólica apareció en los ojos de la anciana.- Ya no eres una niña Rin… ahora te has vuelto una mujer tan hermosa hijita…

  • Nana…- Rin, en un gesto de cariño, tomó con ternura una de las manos que sintió cerca de su hombro.

  • Puedo recordar el día exacto en que llegaste…- La mujer sonrió con afecto.

  • Yo también lo recuerdo, era tan pequeña, y tenía tanto miedo de todos… excepto del señor Sesshoumaru…

  • Todos nos dimos cuenta de eso… estabas tan asustada, pero te veías tan dulce… no había visto una humana tan linda desde que la señora Isayoi vivía y el padre de Sesshoumaru nos la presentó a todos.

  • Nana… ¿tú conociste a la madre del señor Sesshoumaru?

  • Sí… - Comenzó a hablar mientras que con ayuda de una pequeña vasija esparcía el agua por todo el cuerpo de Rin, para que desapareciera cualquier resto de jabón y los diversos aceites utilizados en su aseo. – Era una dama sumamente hermosa.

  • Puedo imaginarlo… él debe parecerse mucho a ella.

  • En realidad Sesshoumaru se parece mucho a su padre, es su copia exacta, yo conocí al señor Inu No Taisho de joven, y puedo asegurarte que lucía igual que el amo Sesshoumaru, solo que él tenía la piel más bronceada, no te imaginas la cantidad de admiradoras que podía tener. - Claro que se podía imaginar, Rin no tenía que ser adivina, si padre e hijo eran tan parecidos, ella podía imaginárselo perfectamente.

  • Dime como era la madre del señor Sesshoumaru…

  • Bueno… - Ahora Moura estaba usando una toalla para secar la abundante mata de cabello oscuro. - Ella era muy alta y realmente poderosa, tenía unos ojos azules preciosos, y la expresión seria de su rostro era sin dudar la misma del amo, su padre tenía una expresión más… como decirlo… - La mujer pensó un momento tratando de encontrar las palabras exactas. - …su expresión y forma de ser eran un poco más parecidas a las del príncipe Inuyasha, quien por cierto también se parece mucho a su padre… Si él estuviera con nosotros, sería tan feliz viendo a sus hijos… - De pronto Moura cayó en la cuenta de algo. - ¡Es verdad! Hoy después de mucho tiempo voy a ver a los hijos de Inuyasha.

  • ¡Es cierto!... seguro los extrañaste mucho ¿verdad?... es que son unas criaturas tan hermosas y cariñosas.

  • Los quieres mucho…

  • ¡Por supuesto! Son tan buenos y además son los sobrinos del señor Sesshoumaru… imposible no quererlos…

Después de un rato, Moura ayudó a vestir a Rin con mucho cuidado para que se viera perfecta, también la maquilló un poco con unas sustancias naturales que se había encargado de conseguir para la ocasión y que resultaron ser su regalo para Rin, quien no dejó de dar brinquitos por un buen rato, mientras le agradecía a su nana por tan femenino obsequio.

...

Un rostro inmutable se reflejaba en un espejo, los ojos increíblemente dorados y demasiado tranquilos se paseaban una y otra vez por la figura imponente que se proyectaba en dicho aparato, el cabello blanco y suave como la nieve caía tranquilamente por la espalda ancha del demonio, que ansiaba ver con todas las ganas del mundo a su joven protegida con el atuendo que le había dado por regalo. Su vestimenta era sin duda digna del que lo portaba, llevaba puesto un haori azul oscuro con pequeñas hojas doradas como las que también tenía el kimono de la cumpleañera.

  • Amo bonito, no olvide esto… - Hablo el demonio sapo con algo de temor, pero él muy claro le había dicho que le recordara sobre ese detalle en todo momento. Tendió la mano hacia su interlocutor para entregarle una pequeña bolsita de terciopelo azul, el lord la tomó y la guardó entre sus ropas.

  • Listo. – Dijo Sesshoumaru casi con satisfacción. - Termina con lo tuyo Jaken, yo iré por Rin. – Ahora habló con un dejo de fastidio; él hubiera preferido pasar todo el día a solas con Rin.

  • Salió de sus aposentos siendo perseguido por su fiel sirviente Jaken quien lo acompañó solo hasta la entrada de la habitación de su protegida y se marchó a cumplir con alguna de sus tantas actividades.

Sesshoumaru, como siempre, entró a la habitación de Rin después de unos leves golpes a la puerta.

El poderoso lord no se esperaba lo que encontró adentro, solo supo que perdió el habla momentáneamente al ver ante él la imagen de algo que consideraba verdaderamente perfecto. Moura comprendió a la perfección el repentino mutismo de su amo, así que sin más, hizo una reverencia y se marchó del lugar dejándolos solos.

Él tenía que ser uno de los primeros en desearle a Rin un feliz cumpleaños, claro, después de Moura, que siendo casi como una madre para ella, tenía el privilegio de ser la primera, pero ahora era su turno, y justo en ese momento, confirmó sus deseos de tenerla solo para él durante todo el día, ahora, no dejaba de preguntarse por qué había tenido que aceptar que todos fueran a visitarla cuando pudo haberla tenido todo un día únicamente para él.

Rin ya se estaba preocupando, ¿a caso se veía tan mal que Sesshoumaru ni si quiera tenía ganas de hablarle? Eso la entristeció mucho, seguramente él estaría acostumbrado a ver damas youkais hermosas, y ella no era más que una simple y corriente humana.

  • No sé si pueda permitir que salgas así…

  • ¿Por qué señor?… - No pudo resistirse más, ella era un imán, una fuerte distracción que le obstruía el pensamiento, esa razón a la que él siempre prestaba atención había desaparecido de pronto y decidió hacer lo que en esos momentos se le antojaba, tenerla entre sus brazos.

  • Feliz cumpleaños, mi hermosa Rin… - Con esas palabras la rodeó con sus fuertes brazos y la pegó a él de una forma tan posesiva que dejó a la joven en shock, no sabía qué hacer ni qué decir, y mucho menos con las palabras tan bellas que el lord acababa de pronunciar, todo eso ya era demasiado.

Sesshoumaru comenzó a aspirar el aroma del cabello de su protegida, su aroma era perturbadoramente agradable, reconoció en ella el olor del nuevo aceite que le había obsequiado y entonces, comenzó a acariciar algunos mechones de su melena con una mano, sintiendo y disfrutando su suavidad, mientras que la otra se mantenía firme alrededor de la estrecha cintura.

Rin reaccionó y también lo rodeó con sus brazos, haciendo que ambos se pegaran aun más. Un leve gracias salió de sus labios casi como un suspiro.

Él la sentía tan deliciosa entre sus brazos que el inevitable deseo comenzó a apoderarse de todo su ser. Ella olía demasiado bien, era un aroma cálido y embriagante que casi lo obligó a colocar el rostro en su cuello para olerla mejor, para sentirla más cerca, y era claro que algo pasaba; sus instintos, sus colmillos y el cuello blanco de su protegida, su muy hermosa protegida, ese cuello largo y suave, sus colmillos crecían y fue en ese momento que la inoportuna razón lo golpeó muy duro; se separó de ella con gran dificultad, pero por su mente comenzaban a aparecer todo tipo de imágenes en donde él se la llevaba lejos de ahí para tenerla a solas y hacerle todo lo que su conmocionada mente deseaba.

  • Señor… - Rin logró decir muy bajito. Sentía que perdía la respiración y que sus mejillas quemaban demasiado.

  • Esto es para ti. – Sin más preámbulo le dio la pequeña bolsita que hacía unos momentos había guardado entre sus ropas. Trataba con todas sus fuerzas de que ella no notara lo que había provocado en cada rincón de su ser.

Rin por su parte necesitaba aire, estaba segura que de la nada ese importante elemento había dejado de filtrar por su habitación, cosa que le impidió hablar en ese instante.

  • Ábrelo, es tuyo. – Rin asintió levemente y desató la pita de la pequeña bolsa. Ante ella un hermoso collar de oro con una media luna de pendiente apareció frente a sus ojos. Rin no pudo evitar alzar la mirada para fijarse en la media luna que Sesshoumaru tenía en la frente, y por alguna razón, le pareció que las marcas en su rostro tenían un color más oscuro, y sus ojos, esos ojos le hacían perder la razón, sus ojos dorados, ahora parecían estar, ¿rojos? - Póntelo ahora mismo.

  • Sí… - Rin recuperó el habla ante la orden que le había sido dada.

  • Perfecto… - Estiró su mano para acariciar el dije que ya descansaba sobre la piel de su protegida.

Rin sintió un escalofrío por todo su cuerpo y no pudo evitar ponerse más roja mientras Sesshoumaru pasaba sus dedos por el dije, que de paso le permitía sentir la textura de la piel de Rin, quien incluso había cerrado los ojos ante tan deliciosas caricias

  • Rin… - La joven abrió los ojos, la voz de Sesshoumaru parecía ser una especie de gruñido. De pronto se acabaron las caricias.

  • Señor Sesshoumaru…

  • Será mejor que nos vayamos. - Otra orden y ella siguió en silencio al demonio hasta los grandes jardines donde se celebraría su décimo octavo cumpleaños.

...

  • Señor Jaken… - Un niño que parecía ser perfectamente la copia en miniatura de Inuyasha, se acercó muy solemnemente al demonio sapo. – Podría decirme cuándo… - Dejó de hablar de pronto para dirigir la mirada a una hermosa Rin que bajaba junto a su Amo.

  • ¡Rin! - Yuki y Akemi gritaron al unísono y se lanzaron a los brazos de la joven que se agachó de inmediato para recibir la muestra de afecto de los pequeños. - ¡Feliz Cumpleaños! – Gritaron a coro. Ambos le sonrieron al Lord, éste solo hizo un leve asentimiento con la cabeza y se alejó de ellos, ya comenzaba a sentirse irritado por tanto ruido, así que decidió sentarse sobre una de las mantas que habían sido colocadas en el suelo para comodidad de los invitados.

  • Gracias preciosos… - Besó a cada uno en la frente. Yuki se sonrojó y fue el primero en entregarle su regalo.

  • ¡Yuki, te dije que yo primero! – Protestó Akemi, que aunque parecía muy pequeña hablaba perfectamente.

  • No peleen… - Rin sonrió con ternura. Sesshoumaru no pudo evitar observar toda la escena, ella se veía tan hermosa y natural interactuando con los hijos de su detestable medio hermano.

  • Rin… pero es que… - Akemi iba a protestar una vez más, mientras fijaba la vista en Yuki que parecía no tener nada más interesante que hacer que contemplar a Rin.

  • A ver… - Miró con mucha dulzura el regalo que le mostraba Yuki desde hacía ya bastante rato, era un dibujo de ella junto al niño demonio.

  • ¿Te gusta? – Preguntó el pequeño con duda.

  • Claro que sí… me encanta, muchas gracias. - Akemi le dio su regalo también.

  • Mi mami me ayudó a hacerla, las piedritas son del río…

  • Está hermosa… - Se la puso en la muñeca derecha y les dio otro beso a ambos. – Ahora déjenme saludar a los demás.

Al ver a Shippou lo abrazó inmediatamente y con mucho cariño para molestia del lord, y mientras recibía felicitaciones y presentes de los demás no pudo evitar observar a un joven que no conocía y que miraba insistentemente a su protegida.

  • Rin… - Dijo Kagome tomando por un brazo al joven lobo. - Él es Ginji, está viviendo unos días con nosotros porque se está recuperando de unas heridas. - Kagome miró a Sesshoumaru instintivamente y este solo asintió con la cabeza.

  • Mucho gusto señorita Rin. – Rin pudo fijarse que tenía casi todo el hombro vendado, de pronto él tomó su mano derecha para depositar un suave beso en ella.

Sesshoumaru observaba a lo lejos la escena sin poder creer el atrevimiento que ese individuo había cometido, y no dejaba de maldecir la hora en que la sacerdotisa lo había llevado.

  • Y feliz cumpleaños…- Le sonrió coquetamente mientras los ojos color miel la recorrían.

  • Gracias. - Sonrió amablemente. No le gustaba como la miraba porque la hacía sentir nerviosa, sin embargo, no pudo dejar de percatarse de lo atractivo que era, su cabello largo y rubio sujetado en una coleta alta lo hacía verse muy joven, quizá tanto como ella, aunque luego descartó esa posibilidad recordando la cantidad de años que un demonio podía llegar a vivir sin que su apariencia cambiara demasiado.

  • Rin… te olvidas de mí. – Un niño de ojos azul oscuro con pecas por toda la cara se acercó a ella haciendo una pequeña reverencia.

  • Shuji… - Rin no pudo evitar sonreír ampliamente, ese niño era tan parecido a su padre, hasta en la forma de hablar, aunque su corto cabello sujetado en una pequeña coleta no era tan negro como el de su progenitor.

  • Tan hermosa como siempre señorita Rin… - Eso ya era demasiado; nadie parecía respetar a la protegida del lord.

  • Gracias Shuji...

  • No hay que agradecer, no es un cumplido, es lo que mis jóvenes ojos ven… - Sacó de su atuendo de monje una flor violeta muy rara y hermosa. – Esto es para ti.

  • ¡Qué bonita es!

  • No más que usted señorita Rin…

  • Eres un adulador… - Rin le dio un beso en la mejilla.

  • Me tomó mucho trabajo llegar al monte en donde crecen estas flores, pero… valió la pena…

Todos rieron y Sango tuvo que pedir disculpas por el comportamiento de su pequeño y coqueto hijo, Miroku en cambio, infló su pecho con satisfacción, claro que inmediatamente fue desinflado por su esposa, que ante las disculpas de su esposo no pudo evitar el inminente y sonoro beso que este le dio.

Yuki y Shuji se apartaron del grupo, el más pequeño parecía reclamarle al mayor algo.

En tanto, Rin se fue hacia donde Sesshoumaru y Jaken permanecían sentados.

  • Señor… muchas gracias por este día…

  • No es nada. - No quería ni hablarle, el podía darse cuenta de todo lo que provocaba en los hombres, y no importaba la edad, todos parecían querer trozos de la atención y mimos de Rin.

  • Señor, ¿desea que le traiga algo en especial? - ¿Desear? Lo único que deseaba es que el tiempo acelerara su paso para que todos se largaran de una vez.

  • Es tu cumpleaños, no tienes que hacer nada.

...

Habían pasado un par de horas en la que los niños no habían dejado de jugar por todas partes, Yuki y Shuji ya se habían reconciliado gracias a una charla con Kagome, y Ginji seguía sin perder de vista a una Rin que se le había pasado el tiempo en cortas conversaciones con el lord, mimos hacia los pequeños y amenos cuchicheos con Shippou. Si el joven demonio lobo no hubiera estado tan distraído, mirando a la humana casi sin pestañear, se habría percatado de la penetrante mirada de Sesshoumaru, que lo escudriñaba con un inmenso odio.

  • Amo bonito… ese lobo no me da buena espina… - Jaken miraba la escena a los lejos, aún al lado de su amo, quien parecía estar de acuerdo con la apreciación de su fiel sirviente. - ¿No piensa hacer nada amito? Ese intruso no ha dejado de mirar a Rin…

  • No es necesario que me digas qué hacer Jaken. – EL amo bonito pareció ladrar, el demonio sapo sabía perfectamente que el lord estaba más que furioso ante la mirada insolente del que ahora parecía haberse convertido en el peor de sus enemigos.

" Tengo más que suficiente con el zorro como para tener que compartir a mi protegida con otro… sigue mirándola lobo repugnante y no tendré compasión de ti cuando te tenga en mis manos…"

Ese y otros pensamientos similares se arremolinaban en el cerebro de Sesshoumaru que durante largas horas, tuvo que aguantar las ganas de degollar al lobo que ahora se atrevía a formar parte de los juegos de Rin y los demás niños.

Eso al menos estaba muy claro para el lord; no podía soportar como Ginji coqueteaba descaradamente con Rin, y además que esta permaneciera ajena a todo, ajena a los deseos que provocaba incluso a él mismo.

Para su suerte y tranquilidad, al menos temporal, la comida comenzó a ser servida para todos, así que el dichoso juego, en donde todos corrían por todas partes, se detuvo para que cada uno pueda degustar los deliciosos platillos que por la ocasión tan especial, fueron preparados con gran esmero por Moura.

Para Rin también fue una salvación; sentía que casi no había estado cerca de Sesshoumaru, así que su alegría fue muy grande cuando se sentó a lado del lord para comer sus alimentos.

Sin que nadie se percatara, o al menos eso creía la joven humana, comenzó a aspirar el fuerte y tan característico aroma de Sesshoumaru. Siempre quiso preguntarle qué era ese olor exactamente, pero nunca se había atrevido, era casi como confesarle que lo amaba y que era feliz con el simple hecho de olerlo, de sentir ese aroma a madera que brotaba de todo su ser.

Salió de su letargo abruptamente al ver a la hermosa youkai de brillantes ojos lilas alcanzarle unos platillos a Sesshoumaru, ella le brindó una agradable sonrisa que aunque no fue correspondida por el lord, le provocó a Rin una punzada en el pecho.

  • ¿Cómo la está pasando señorita Rin? - Preguntó muy sonriente la sirvienta.

  • Más que bien. - Respondió el Lord con un clarotono de molestia que tomó por sorpresa a Jaken y Moura.

  • Así es… - Se sentía confundida , "¿A caso está molesto porque la estoy pasando bien?"

  • Rin… ese demonio zorro… Shippou… es más pequeño que tú ¿verdad? – "¿Más pequeño que yo?", c omo odiaba ser humana, pero más odiaba ser pequeña, quería ser ya una mujer, una verdadera mujer que le gustase al lord.

  • Sí… tiene quince… - Sus ojos se ensombrecieron y Moura lo notó, por eso, cuando el demonio sapo intentó preguntar algo más, la demonio de grises cabellos le propinó un codazo en las costillas para que se mantuviera callado. Jaken la miró rápidamente como a punto de reprocharle algo, pero los ojos verdes de la anciana parecieron tornarse rojos por un momento, cosa que consiguió que Jaken descartara cualquier intento de reclamo.

  • ¿Quién es ese lobo? - Preguntó Sesshoumaru.

  • Él es pariente del señor Kouga, son primos lejanos, aquel líder demonio que también ayudó a destruir a Naraku, ¿lo recuerda?

  • Lo recuerdo. - "Claro que recuero quien es Kouga, es ese lobo que siempre perseguía a Kagome… y en especial, recuerdo el odio que había entre el estúpido de Inuyasha y él… es tan descarado como el primo… maldigo mil veces más que ese esté aquí."

Terminaron de comer y una tímida y pequeña sombra se acercó hacia donde el lord y compañía permanecían sentados.

  • Tío… - Hizo una reverencia. - Me da mucho gusto volver a verlo después de tanto tiempo.

  • Gracias. - El hijo de Inuyasha le agradaba, de hecho ambos, porque aunque siempre pensó que su hermano era un inútil y bueno para nada, tenía que reconocer que estaba criando muy bien a sus cachorros.

  • Tío… ¿puedo llevarme a Rin a jugar? – Por lo visto no dejaban ni a sol ni a sombra a su protegida, era increíble la forma en la que clamaban su atención y de hecho por eso, ya no estaba tan seguro de que le agradara Yuki.

...

Aunque tuvo que soportar más juegos entre su protegida y los hijos de Inuyasha, no pudo negar el placer infinito que sintió al ver que finalmente todos comenzaban a retirarse, la oscuridad comenzaba a caer y mientras todos se despedían del gran lord con una reverencia, el lobo astuto se acercó a Rin.

  • Espero volver a verte… - Fue uno de los últimos en despedirse y se dio el lujo de tomar a Rin por los hombros para plantarle tremendo beso en la mejilla.

  • Sí… yo también… - Era obvio que el lobo sentía un gran interés por ella, y aunque el beso no la había incomodado, sí la tomó por sorpresa e inmediatamente apareció un rubor en sus mejillas. Salió de su leve aturdimiento gracias al cariñoso abrazo que le daba Shippou.

Nunca más, se dijo así mismo el gran y poderoso señor del palacio; no estaba dispuesto a permitir que ningún otro macho se acercara a su protegida más de la cuenta. Sesshoumaru sentía ganas de morder, de romper y de destrozar, ese día había sido el peor que pudo pasar en su larga vida de demonio, el peor de todos en centenares de años, y ahora mismo arreglaría el asunto hablando con Rin sobre ciertas normas.

Rin ya caminaba hacia el castillo junto a Moura, y Sesshoumaru estaba a punto de alcanzarla, cuando sintió un asqueroso aroma acercarse a él, se dio media vuelta y ahí estaba.

  • Ha sido un gusto conocer al señor de estas tierras. - Ginji le hizo una reverencia. – Me llamo Ginji y soy uno de los líderes más jóvenes de la tribu de los lobos de las montañas del oriente.

  • Un placer. – "Si lo mato me ahorraría muchas molestias, lo tengo tan cerca…"

  • Señor, con todo el respeto que se merece, quisiera pedirle su consentimiento para visitar su palacio por un único motivo… - Sesshoumaru se esperaba lo peor, podía sentir sus garras crecer en esos momentos. - quiero frecuentar a su protegida. – Control; él, el gran Sesshoumaru no podía perderlo, pero… es que se trataba de ella, ELLA. La respuesta entonces, era más que obvia.

  • No, y no hay nada más qué agregar. - Lo que ocurrió a continuación tampoco se lo esperaba, maldito día aquel ese joven lobo estaba sonriendo con soberbia.

  • Entonces no me he equivocado… - Hizo una pausa en donde dejó completamente de lado el protocolo para mirar penetrantemente al Lord como los iguales al fin y al cabo que eran, dos demonios. - usted no ha dejado de mirar en todo el día a Rin… y ciertamente no lo culpo, es la hembra más hermosa qué he visto en mi vida, pero en todo caso, déjeme darle un consejo…

  • Será mejor que te retires, al menos que desee que este lugar sea su tumba, con lo que respecta a mí, no quiero tener que ensuciarme las garras con su asquerosa sangre. – Se oyó más severo e intimidante que de costumbre, quería matarlo, acabar con él de una vez por todas, quería terminar con él e ir en busca de Rin, gritarle por ser tan perfecta y tener que ser admirada por todos, y después… después dejaría bien claro quién era el único macho para ella. Su sangre comenzó a bullir, a caso ¿en verdad lo mataría?

  • Igual, mi estimado lord, le daré el consejo…- Sonrió más ampliamente y uno de sus colmillos se vio al borde de sus labios. - Será mejor que la marque de una buena vez, o yo o cualquier otro se la puede arrebatar, porque cualquiera daría la vida con tal de tenerla. - Terminó la frase con una mirada amenazante.

Sesshoumaru podía sentir que se quemaba por dentro, pero trataba de controlarse, o terminaría por transformarse en ese preciso instante, y ese lobo no merecía ver la majestuosidad de su forma original.

  • Insolente, termina de largarte, ella es MÍA y la marcaré cuando yo crea conveniente, y que todo el mundo sepa que aquel ser que intente alejarla de aquí, no vivirá para contarlo. - Sus ojos ya se volvían rojos, se le estaba haciendo muy difícil controlarse, tenía ganas de degollarlo.

  • Ella debería saber eso, saber que usted la desea. – "¿La deseo?" . Ginji se acomodó las pieles que tenía y se marchó tan rápido como pudo, mientras que Inuyasha regresaba al palacio.

  • Tú también lárgate. - Le gritó prácticamente.

  • No te las cobres conmigo Sesshoumaru, sé que tendrás visitas pronto, y será mejor que arregles de una vez por todas la situación, o no habrá remedio después, será mejor que la marques de una vez por todas para que te evites estos escándalos tan bochornosos.

  • No te metas.

  • No le quitaste los ojos de encima en todo el día, sé que ella no lo sabe, que no tiene la menor idea… - Iba a seguir hablando pero fue interrumpido por el ladrido de su hermano mayor.

  • ¡LÁRGATE, ELLA SE QUEDARÁ AQUÍ POR SIEMPRE Y PROCURA MANTENER LA BOCA CERRADA! - Una poderosa energía se comenzó a formar alrededor del lord.

  • Cálmate… o todos se darán cuenta. Adiós. - Y sin más, el hermano menor desapareció.

...

Se sentía humillado, habían pisoteado su orgullo de la peor manera, todos se empeñaban en decirle lo que tenía que hacer, no tenía paz, odiaba con el alma ese día, los odiaba a todos, y a ella también… ella… no, a ella no, entonces el descontrol volvió a su cuerpo, se sentía cansado pero a la vez una energía clamaba por desbordarse de su ser, así que no se fue a su habitación; irrumpió en la de Rin.

...

Rin estaba boca arriba admirando el techo de su habitación, llevaba una yukata celeste muy delgada y no se había molestado en cubrirse con las mantas, cuando pudo sentir que alguien abría abruptamente su puerta, era él.

  • Señor Sesshoumaru… - Rápidamente se puso de pie, y lo que vio la espantó, no quiso gritar y para ello colocó sus manos cubriendo completamente su boca.

  • ¿Quieres gritar?... - Gruñía, sus ojos ya estaban completamente rojos. - ¿Me tienes miedo?

  • No, solo… tranquilícese… - No sabía qué decir, tenía miedo, sí, mucho miedo, Sesshoumaru parecía estar a punto de transformarse.

  • Rin… - Más gruñidos, pero este fue diferente, y de pronto, se movió a gran velocidad y se paró delante de su protegida.

Rin ya no podía pronunciar palabra, había perdido el habla y él la tomó por el cuello violentamente, sentía tanto miedo, tanto miedo de morir ahorcada por las manos del ser que más amaba en el mundo, pero no, no era posible, él no sería capaz de hacer eso, no, él no, cualquiera menos él. Intentó soltarse pero fue inútil, lágrimas comenzaron a caer por su rostro y terminaban en las manos del demonio que se mantenían firmemente sujetas a su cuello. Tan tibio aquel líquido, esa mujer era tan tibia, lo volvería loco, intentó calmarse, él quería marcarla para que nadie la mirase si quiera, pero estaba llorando, eso no era lo que él quería, él solo quería poseerla y que ella disfrutara.

  • Mi señor… - Con esas palabras regresó a la calma, ella había dicho mi señor tan débil y a la vez tan dulcemente que lo había hecho reaccionar, y no pudo evitar percatarse; solo las esposas de los grandes señores se referían así a sus esposos, se trataba de un símbolo de respeto, de pertenecía y de amor, "¿Amor… me amas Rin, me amas?... pero yo no conozco ese sentimiento… ¿será que yo también te amo?".

  • Rin… - Seshoumaru soltó un poco el agarre de su cuello y ella estuvo a punto de caer al suelo pero el lord lo impidió, y lleno de culpa, la depositó en su futón.

Sesshoumaru se sentía ahora peor que antes, prefería la humillación a verla llorar. Había sido sin duda un día terrible, pero trataría de remediarlo. Tenía tantas ganas de marcarla, de hacerla su mujer, no le importaba si la amaba o no, porque lo que sí sabía es que la quería solo suya y aunque ella no sintiera nada por él, ya se encargaría de demostrarle que no tenía más elección que ser solo para él, sin embargo, su deseo se fue a la basura al ver que Rin temblaba como un animalito herido, así que descartó definitivamente la posibilidad de poseerla en esos momentos.

Sesshoumaru se acostó a su lado pero ella le dio la espalda y eso hizo que se sintiera más miserable aún.

  • Rin, no me des la espalda. – Su tono no fue autoritario, al contrario, fue condescendiente e incluso sintió que casi le suplicaba.

  • Rin volteó, lo miró a los ojos y pudo comprobar que habían regresado a ser tan dorados como siempre, en cambio él solo pudo ver abundantes lágrimas en los ojos marrones de ella. El miedo se fue y Rin se acurrucó en su pecho buscando calor, el lord la abrazó y la acercó más a su cuerpo, comenzó a acariciar su espalda, a oler su cabello tranquilamente y a susurrarle que él jamás la dañaría.

  • Señor Sesshoumaru… yo…

  • Primero muerto antes que hacerte daño. - Depositó un beso en su frente y cuando ella quiso decir algo el lord la calló poniendo un dedo sobre sus labios. - No digas nada, duerme.

Después de varios minutos Rin logró calmarse y conciliar el sueño. El lord no pudo evitar quedarse contemplándola por mucho tiempo, estaba maravillado escuchando que lo llamaba en sueños, "Sesshoumaru", sin agregados ni protocolos estúpidos, solo su nombre. Todo estaba decidido, tenía que pensar bien cuando y como le explicaría sus intenciones, pero ella sería solo suya, su mujer, la señora del palacio y así nadie, ningún otro macho se acercaría a ella bajo ninguna circunstancia.