Unas vaciones muy masculinas (13)

Tras follarme a mis cuatro hombres me venció el agotamiento y ellos me cuidaron de nuevo. Finalmente me dejaron ccon Kaleb quien me relató su vida como esclavo sexual y me dió la mejor lección de confianza en el amos, aunque poco convencional, de mi vida.

UNAS VACACIONES MUY MASCULINAS.

Capítulo 13: El esclavo sexual

Y eso es lo último que recuerdo de esa noche. Tras las palabras de Leo, mis piernas dejaron de responder a mi cuerpo, caí al suelo de rodillas y me desmayé de repente. Tras horribles pesadillas en que papá era encarcelado tras ser descubierto en pleno acto sexual conmigo, desperté gritando en una gigantesca cama con dosel de una habitación totalmente desconocida; la cabeza me dolía horrores y me sentía como si me hubieran propinado la paliza de mi vida. Probé, infructuosamente, de incorporarme ligeramente buscando algún otro indicio de humanidad a mi lado. Al tercer intento, tragué saliva e intenté llamar a papá.

Una figura humana apareció tras el dosel. No pude distinguirle con claridad hasta que su cara estuvo a un par de palmos de la mía. No era papá, ero Leo.

¿Estás bien, querido?

No –dije tragando saliva- ¿que me ha pasado, Leo?

El esfuerzo realizado en nuestra velada de sexo, pudo con tu cuerpo. No te preocupes, ese es un efecto normal tras la prueba del bautizo sexual. En realidad has despertado mucho antes de lo que es habitual. –respondió con su tranquilizadora y tierna voz, mientras me ofrecía un vaso con un liquido azulado- Tómate esto, te ayudará con los dolores.

¿Mi padre está bien? –pregunté preocupado tras tomarme el dulce brebaje.

Si, perfectamente –contestó- Él y tu primo han estado toda la noche despiertos velándote: Hace un par de horas, Kaleb y yo les hemos obligado a acostarse un rato.

¿Dónde estoy? ¿Qué hora es? –pregunté incorporándome como si mi cuerpo se fortaleciera- ¿Qué es eso que me has hecho beber?

Demasiadas preguntas de golpe Bello Durmiente –contestó Kaleb a mis espaldas- Estás en nuestra habitación. Son más de las 12 del mediodia, lo que significa que has dormido 11 horas, y el brebaje es una receta de un santero cubano capaz de devolver la vida a los muertos. -se acercó a mí y me besó la mejilla con ternura- ¿Cómo te encuentras cielo?

Cada vez mejor, hombre duro –contesté tras dar un sonoro par de nalgadas a su culo desnudo-

Me doy cuenta de eso –respondió papá mientras entraba corriendo a la habitación seguido de Óscar y se tiraba sobre mí con los ojos llenos de lágrimas- Si vuelves a darme otro susto como éste te mato, maldito cabrón.

¿Estas de coña, papá? -dije con los ojos vidriosos tras verle tan afectado- Sabes que no te librarás de mí tan fácilmente. Todavía deberás aguantarme un montón de años..

Una hora después y tras nuevos abrazos, besos, alguna lágrima y unos deliciosos sándwiches que nos sirvió Óscar me encontraba de nuevo en plena forma. Kaleb y yo, y tras prometerles que los despertaríamos si pasaba cualquier cosa, conseguimos que los otros tres se fueran a dormir un par de horas. Kaleb se desvivía por mí cada vez que movia, me sirvió agua, me atusó los cojines en un par de ocasiones, me arregló las sábanas, incluso me sonó una vez tras estornudar.

Basta Kaleb- exploté después de que arreglara los cojines por tercera vez en menos de 10 minutos- Sé que lo haces de buena fe, pero me haces sentir incómodo con tantas atenciones.

Muy bien, Aleix –respondió con su cara más maliciosa y mientras tocaba descaramente su pene semirrecto con una mano y buscaba el mío bajo las sábanas con la otra- ¿Que quieres que hagamos? ¿Jugamos a algo? ¿Te traigo más comida? ¿Te como alguna parte del cuerpo?

Eres incorregible, Kaleb –reí mientras impedía que su mano consiguiera atrapar mi pene- No se te ha ocurrido que podríamos, sencillamente… conversar.

¡Eres un aburrido cielo! –contestó intentando teatralizar una pluma que no tenía al tiempo que adoptaba su mirada más tierna- Esta bien… ¿De que quieres hablar?

Sé de un árabe muy cachondo que prometió contarme "una historia muy jugosa" –dije mientras agarraba su pene- Ya tardas, cielo.

Está bien. –rió de nuevo con el mismo tono de voz- Pero quiero que sepas que cuando, a media narración, me supliques que meta mi pito entre tus sábanas, no lo haré.

Intentaré controlar mis más bajos instintos carnales, cielo –aclaré divertido mientras agarraba y retorcía sus testículos- Pero si quieres volver a follar, será mejor que hables de una vez.

Está bien –gritó- Pero promete que no me interrumpirás para nada y deja que me remonte casi 37 años atrás al día de mi nacimiento. Mi padre, un emir árabe cargado de dinero y pozos petrolíferos, y mi madre, una acaudalada heredera inglesa, se habían casado hacía unos meses, vivían en el majestuoso castillo de ésta en mitad de la campiña inglesa y rezaban para que de su embarazo naciera lo que ambo habían ya bautizado como "su niñita". Pero, para sorpresa de papá, Alá lo sorprendió con el complicado parto de un barón que culminó en la muerte de su esposa.

"Mi padre respondió a la muerte de su amada tan mal como pudo. Renunció a mi custodia a favor de su suegro y se sumergió en una desenfrenada vorágine de sexo, alcohol y otros vicios que lo llevaron a dilapidar su inmensa fortuna. No lo conocí hasta la muerte de mi abuelo cuando ya contaba con 13 años. Apareció en la lectura del testamento esperando recibir su parte y de nuevo su dios lo traicionó. Papá recibió una pequeña renta anual y algunas joyas de mi madre mientras yo, a los 21 años, me convertiría en único heredero de la fortuna familiar"

"El ladino de mi padre hizo lo imposible por recuperar mi custodia y meses después se instaló en casa. Tras quince días de tensa calma, descubrió, por casualidad, mi afición por las vergas al encontrarme en la caseta del jardín limpiando el nabo del jardinero. Tras despedir a éste, me castigó violando tres veces mi todavía virgen culo y me convirtió en su amante y un carísimo juguete sexual a todos sus amigos.

Sus descomunales palizas me hicieron cada vez más dúctil mientras mi padre me convertía en el prostituto de moda de todos los depravados de la alta sociedad inglesa de los años ochenta. Pero al cabo de un par de años, y al comenzar a desarrollar mi cuerpo, empecé a perder valor en el mercado sexual. Mi padre se volvió a cubrir de deudas y descubrió un nuevo mercado para mi incontinencia sexual. Nos trasladamos al golfo pérsico y me vendió por verdaderas fortunas a cambio de satisfacer las abominaciones sexuales de sus más influyentes y degenerados amigos árabes.

De repente hallé la luz en mi túnel. Tenía 17 años cuando uno de mis clientes más asiduos se enamoró locamente de mí y ofreció a mi padre comprarme por una auténtica fortuna en pozos de petróleo. Papá urdió un astuto plan para liberarse de mí: podía simular mi muerte al tiempo que ganaba con mi venta y podía conseguir el dinero de mi abuelo materno. Y, sin ningún escrúpulo y tras varios sobornos, la prensa internacional se hizo eco de mi muerte, en un accidente acuático y de la imposibilidad de recuperar mi cuerpo del océano al tiempo que mi apenado padre se veía en la "dura obligación" de regresar a Londres para hacerse cargo de mi herencia familiar.

Así pues me trasladé a Suecia con mi nuevo dueño, un rico solterón de esa nacionalidad que me obligó a sacarme los estudios de sociología y derecho internacional a cambio de satisfacer todos sus deseos cada noche. A los 22 años, y pocos días antes de licenciarme como el primero de mi promoción, mi paladín falleció de un infarto y su sobrino, una especie de Cruela de Vil con unos enormes atributos masculinos, quedó al frente de todas sus propiedades entre ellas, según un documento firmado por mi padre, un servidor. Fueron los peores meses de mi vida, ese hombre, tras mi licenciatura, se encargó de demostrarme todos los significados de la palabra "esclavo" y me sometió a vejaciones y torturas inenarrables que culminaron en darme como regalo de cumpleaños a un, supuestamente rudo, torero español quien meses después me cambió por un pura sangre a un rico ranchero americano.

"Ese sería el principio del fin de mi esclavitud. En una de las fiestas solo para hombres de mi nuevo dueño Duoglas Andrews consiguió, tras pagar un dineral, pasar la noche conmigo y con su recién alquilado amante, Leo Bouvieux. Douglas, prefirió ejercer de voyeur mientras Leo, pese a mis dudas al descubrir sus encantos ocultos, me proporcionaba la mejor y más dulce sesión de sexo de mi vida. Cuando Douglas se durmió, y mientras Leo me abrazaba y me acariciaba con una ternura que desconocía arranqué a llorar como un bebé. Leo, tan tierno como siempre, probó de consolarme hasta que, sin saber porqué, empecé a relatar toda mi puñetera vida. Lloramos en susurros hasta el amanecer y, cuando salía de la habitación procurando no despertar al millonario, Leo, saltó sobre mí, me besó y me susurró al oído: "Confía en mí. En pocos días, tendrás noticias mías y te aseguro que cambiarán tu vida."

Y cumplió su promesa; tres semanas después, Carlton, el ranchero, me hizo preparar las maletas para salir un par de días hacía un lugar llamado Isla Lujuria. Al bajar del avión mi corazón dio un vuelco de alegría al encontrarme a un Leo muy bronceado y vestido con un ligero tanga formando parte del elenco de deliciosos chicos que componían el numeroso comité de recibimiento. Sin pensar en nada me dirigí como hipnotizado hacía él pero un bellísimo caballero vestido con un short i una camiseta con transparencias me cortó el paso mientras me guiñaba uno de sus preciosos ojos color azul intenso y se dirigía hacia mi dueño. Se presentó como Óscar Bardagós y le saludó con un abrazo. Cuando llegó mi turno, y mientras me abrazaba, me susurró al oido: "Contente, Kaleb. Si estropeas el plan de Leo te capo"

"Hechas las presentaciones subimos hasta la casa. Al entrar, Carlton se quedó hipnotizado al ver diez maravillosos hombres disfrutando de una desenfrenada orgía en la piscina. Leo aprovechó el momento para rozarme discretamente el culo con su paquete maravilloso. Óscar despertó a mi dueño del azoramiento tirándose a la piscina e invitándolo a unirse a la fiesta. Carlton arrojó sus ropas a mis pies y me ordenó "Que te acompañen a la habitación, desempaca el equipaje y no te muevas de allí". Leo aprovechó la situación, recogió la ropa y se ofreció personalmente a acompañarme."

"Tras cruzar la puerta de entrada a la residencia, Leo paró y se desnudó totalmente ante mi estupor "Norma de la casa, cielo, sigue mi culo y cállate. Aún nos pueden ver". Y así lo hicimos hasta llegar a la habitación. Al llegar allí me tiré como un poseso sobre mi acompañante pero éste se separó de mí apesadumbrado mientras decía: "Si todo sale bien, habrá mucho tiempo para eso. Pero de momento debes comportarte como si no me conocieras. Recuerda solo una cosa: siempre cumplo mis promesas"

"Y así lo hice. Deshice el equipaje y esperé a Carlton desnudo y preparado para su sesión habitual de sexo antes de cenar. Al cabo de una hora mi ranchero cruzó ,desnudo y recubierto de semen, la habitación en dirección a la ducha mientras ordenaba "Para la cena prepara los esmóquines y mi sombrero de la suerte. Voy a desplomar a ese estúpido de Óscar en una partida de póquer".

Pero no fue así, tras la cena empezó la partida. Carlton, muy seguro de si mismo, ganó las primeras bazas y se fue confiando a cada apuesta mientras Óscar perdía casi 10000 dólares. Mi dueño me ordenó que le sirviera un escocés mientras nuestro partenaire hacía lo mismo con Leo. Cuando llegamos al mueble bar, Leo me susurró:

Llegó el momento, cielo. ¿Cuanto dinero llevaba tu jefe encima?

Unos 15.000 –respondí con cara de sorpresa- ¿Por?

Por nada, querido –dijo mientras sonreía- Empieza el espectáculo.

Y así fue, de repente Carlton empezó a perder a cada baza hasta quedarse sólo con 500 dólares y un trío de ases en la mano. Óscar vio la apuesta y cada uno cambió dos cartas. Tenía los cuatro ases pero ni un centavo para apostar. Óscar apostó 5000 $ y Carlton le pidió crédito avalándose en su cuantiosa fortuna. Öscar se lo negó pero le dijo que podía jugarse algo de valor de su propiedad que estuviera en la sala y mi dueño, sin dudarlo, miró a mis ojos y me apostó a mí mientras me aseguraba que iba a ganar.

La escalera de color de Óscar hizo que cambiara de dueño sólo unos minutos después. Carlton se enfureció al principio, pero aceptó, al poco tiempo, su derrota como un caballero mientras felicitaba a Óscar y Leo salía de la habitación para regresar tras media hora con un par de carpetas.

Perdona Carlton –dijo Öscar- Me he permitido pedir a mi secretario que redactara estos contratos conforme me transfieres a Kaleb.

Es lo justo –contestó Leo- mientras agarraba su pluma para firmar, sin leerlo, el documento que acababa de pasarle Leo- Ahora eres dueño de Kaleb. Solo espero que me des una revancha..

Quizás- contestó Óscar- tras firmar ambas copias.

Leo recogió ambas copias, salió de la habitación y regresó acompañado de dos de los chicos que llevaban nuestras maletas. Susurró algo al oído a Óscar y éste se levantó agarrando a Carlton de las solapas mientras le gritaba

Y ahora, hijo de puta, te permito que abandones mi isla en menos de 5 minutos a cambio de no molerte a palos. Tu avión está preparado y mis chicos cargarán con tu equipaje. Sayonara, baby

Pero… -exclamó Carlton mientras me estiraba hacía él-

Si no dejas a Kaleb podemos denunciarte en 74 paises de occidente por trata de esclavos. –aclaró Leo- Acabas de firmar un documento donde reconocías haberlo cambiado por un caballo y someterle a tus deseos sexuales. Creo que puede gustarte la cárcel, adoran partir el culo a los tipos como tu.

Esto no quedará así, señores –amenazó Carlton mientras salía de la sala- Voy a destruirte, Óscar Bardagós

Acabas de firmar tu sentencia de muerte, cabrón de mierda. –respondió Óscar- Intenta algo y me harás el hombre más feliz del mundo destruyéndote.

"Y así era, ante mis miedos Óscar me paso su copia del documento. Carlton no solo reconocía mi régimen de esclavitud sino varios fraudes, estafas y otros delitos federales de los que Óscar disponía de pruebas "

  • Lo prometido es deuda, cielo –me abrazó Leo- Y ahora, firma esto.

  • ¿Que es? –balbuceé- Mi condena.

  • No Kaleb –respondió Óscar- Un documento según el cual te libero de cualquier obligación hacía mí. Te libero de tu pasado por petición expresa del hombre más importante de mi vida, ¿verdad Leo?

  • No, querido –contestó Leo con cara de pícaro- Prometimos no liberarle hasta que pasara la prueba de masculinidad de Isla Lujuria

  • Pues vayamos a eso – dijo Óscar mientras abandonaba la habitación- Prepáralo para el bautizo, Leo. Nos vemos en media hora.

"Y así fue, 1 hora y 20 minutos de bautizo después y tras descubrir que Óscar era, después de Leo, el hombre más tierno y encantador que conocería jamás. Acabé soñando con ambos durante varías horas en esta cama donde ahora estás tu, Aleix, mientras descubría que amaba con locura a los dos hombres que me velaban y me cuidaban con un cariño que desconocía. Al cabo de unas semanas, los tres aceptamos lo que sentíamos y ante lo poco convencional de nuestra manera de conocernos decidimos vivir como un terceto gay aún menos convencional y dejarnos llevar única y exclusivamente por nuestros sinceros sentimientos olvidando estúpidos juicios de valores, perjuicios y todas esas paparruchas. Nos amábamos, deseábamos compartirnos… nada más importaba."

Por cierto, Aleix –me dijo con cara amenazante mientras las lágrimas surcaban mi mejilla- Como repitas según que cosas de esta confesión a Leo, a Óscar o a Ernest, te mataré.

Muy bien, tio duro –repetí- Nunca revelaré al mundo mundial tus secretos

No, en serio Aleix –respondió mientras lloraba como un crío- Llora, emociónate, patalea, grita, muere de dolor. Esa fue la medicina que, sin querer, tu primo y Leo aplicaron conmigo. Eso de que los hombres no lloramos es la peor mentira del mundo. Te quiero, no me malentiendas, no es lo que tu tienes con Ernest ni lo mío con Leo y Óscar. Pero nunca querría que sufrieras sin sacar tu pena. Eres un hombre afortunado, querido, Ernest te ama con locura y tú estás preparado para amarle con toda la intensidad. Nunca te dejes influir por nadie, nunca te dejes vencer. Piensa solo en una cosa, nada ni nadie pueden juzgar la forma de quererse si esta es sincera. Nunca olvides esto, cariño.

¿Interrumpimos algo? –dijeron Leo, Óscar y papá al unísono mientras entraban en la habitación.

Nada especial –dije poniéndome entre Kaleb y los recién llegados mientras el árabe secaba sus lágrimas en las sábanas de seda- ¿Almorzamos?

Está preparado, querido –dijo papá mientras me abrazaba- Sabes, hijo. Te quiero.

Lo sé, papá –contesté- y nunca hasta hoy había estado tan preparado para aceptarlo _dije mientras atusaba el pelo muy corto de Kaleb a mi espalda.