Unas vacaciones muy sexuales 1

Hasta aquel día, mis perversiones mentales solo habían sido eso, mentales. Lo que nunca imaginé fue que esas fantasías iban a hacerse por fin realidad.

Antes de nada, empezar diciendo que soy nueva en todorelatos y me hace mucha ilusión de ser autora por fin, después de haber sido lectora anónima durante tres años, me llamo Laura, tengo 19 años y soy estudiante de filología hispánica, espero que os guste.

Era una calurosa tarde de verano y mi novio y yo habíamos decidido irnos de vacaciones a la montaña para celebrar nuestro segundo aniversario, pues él sabe que me encanta todo lo relacionado con la naturaleza, las acampadas y las aventuras.

Somos una joven pareja de 19 años, mi novio es de una estatura media, 1,72 aproximadamente, de piel no muy morena, tampoco pálida, una piel perfecta; ojos marrones y hermosos; una barba acompañada de un pelo castaño oscuro muy varonil, su cuerpo no es el más perfecto del mundo, pero es ancho, grande... Es todo un hombre de esos que con tan solo verlos, sabes que van a ser buenos en la cama.

Yo, por el contrario, soy bajita. Mido 1,57, mi piel acompaña a la suya, quizá un tono más clara; mi cabello, castaño claro y liso llega a la mitad de mi espalda, mis ojos marrones, mis pechos pequeños pero bien formados y preciosos, mi culo es lo que más destaca y en lo que primero se fijan los hombres. No estoy gorda, tampoco muy delgada, aunque sí soy finita de cuerpo, pero con muchas curvas, muchos hombres se han fijado en esto hasta la obsesión.

Habíamos decidido viajar al valle del Jerte, Extremadura, pues nosotros somos extremeños. Yo siempre he sido de ideas muy liberales, mi novio también, no tanto, pero coincidiamos en muchos aspectos.

Nuestra vida sexual anterior había sido la normal de una pareja, unos polvos eran increibles, otros más normales, algunos meses había más vida sexual y otros menos, supongo que como en toda relación.

Pero esas vacaciones estaba dispuesta a dar un giro a nuestros encuentros sexuales y hacerlo disfrutar como nunca antes lo había hecho, al fin y al cabo, era una fecha especial, era nuestro segundo aniversario.

Llegamos al camping el día 1 de agosto (nuestro aniversario es el día 3, nos quedaríamos hasta el 5) a nuestro lado había una pandilla de cuatro chicos algo mayor que nosotros, tal vez dos o tres años, ya estaban instalados y estaban todos sentados fuera de su tienda disfrutando del aire puro del campo, estaban fumándose un cigarro y pasándose una litrona como si estuviesen jugando a la patata caliente.

Hacía calor, como era de esperar, así que, preparada para irme pitando a la piscina después de instalar la tienda, llevaba por arriba tan solo el sujetador del bikini, rojo pasión, destacaba el moreno de mi piel ya bronceada por el verano, por abajo llevaba unos vaqueros muy cortitos que ya insinuaban las bonitas nalgas qe habían debajo.

Mi novio, que ya sabía lo que iba a pasar, me miraba con cara de: "acércate a mí que te están comiendo con los ojos". Y eso hice, he de decir que para lo diferentes que somos, tenemos mucha complicidad y nos entendemos el uno al otro.

Cada vez que me agachaba a clavar los clavos de la tienda en el suelo se escuchaban pequeñas risas de fondo, yo sabía que estaban hablando de mí esos cuatro, pero no me importó, seguimos a lo nuestro y una vez instalada la tienda comimos algo rápido y nos fuimos a la pisicina.

Me tumbé sobre la toalla boca abajo con mis gafas de sol mientras Adrián, mi novio, me masajeaba la espalda con crema solar.

Impactada, me bajé ligeramente las gafas para comprobar que lo que veía era cierto y no me estaba confundiendo. Efectivamente nuestros cuatro vecinos de tienda, toalla al hombro, venían también a bañarse a la piscina, tan solo cinco minutos después de haber venido nosotros, ¿Casualidad?.

Yo ya no sabía si aquel juego iba a terminar en diversión o en puñetazos...

(CONTINUARÁ)