Unas vacaciones muy masculinas (9)

Tras su declaración de amor, viene lo inevitable, pero lo mejor será el inicio de una noche de bodas muy especial y llena de sexo oral y largas corridas compartidas.

UNAS VACACIONES MUY MASCULINAS.

Capítulo 9: Por siempre jamás y otras promesas

Por fin mi corazón me había confirmado lo que mi cerebro hacía horas que pensaba. Había personas que pasaban toda su vista buscando a esa persona ideal con la que compartir toda su vida; un amante, un confidente, un confesor, un amigo, un protector, un hombro sobre el que llorar, un compañero de viaje… un cielo en la tierra, en definitiva.

Yo, con mis recién cumplidos veinte años era el hombre más afortunado del mundo, sabía que ya había encontrado a esa alma gemela con la que deseaba ser feliz toda la eternidad. Y, la verdad, que esa persona fuera mi padre no me causaba ningún tipo de resentimiento. Sabía que por nuestra posición social nunca podríamos pregonar ese amor a los cuatro vientos, pero siendo un romántico empedernido como todos los Bardagós, eso en realidad me importaba muy poco. Sabía que desde esa noche tendríamos todo lo que una persona pudiera desear y no teníamos porqué hacerlo saber a nadie que fuera incapaz de compartir la inmensa felicidad que mis ojos y los de papá reflejaban con cada sonrisa, cada guiño, con cada beso, con cada abrazo, con cada caricia, con cada uno de los comentarios sarcásticos que nos cruzábamos… Es decir con solo estar el uno junto al otro para siempre jamás.

Lo había comprendido de la forma más extraña del mundo. Rechazando a un hombre maravilloso porque comprendí que el mío podía dar mil vueltas a cualquier otro por deseable que ese fuera. Comprendedme, no soy un mojigato que piensa en estupideces como la fidelidad, no iba a convertirme en el amante exclusivo de mi padre estaba abierto a todo pero ahora sabía que nunca podría querer de verdad a otro hombre que no fuera él. Estaba abierto a que me compartiera y a compartirlo pero ahora sabía que ahora nuestras almas se habían fundido en una sola y que siempre volveríamos uno a los brazos del otro para sentir el verdadero placer del sexo con amor.

Ese hombre que ahora tenía entre mis brazos llorando emocionado, había dejado de ser mi padre. Era mucho más que eso, era el hombre al que amaba, el que deseaba con todas mis fuerzas y con quien quería compartir todos los minutos de mi vida hasta que únicamente lo realmente inevitable consiguiera separarnos para siempre jamás.

Se que toda esta entrada puede parecer excesivamente cursi y sentimentaloide, pero abrazando a Ernest, sentía todo eso y muchas otras cosas que ni millones de palabras maravillosas podrían describir nunca.

Por cierto, -rompió el silencio mi progenitor- Desde cuando me llamas Ernest

Desde que, en vez de cómo un padre te veo como el hombre con el que quiero pasar el resto de mi larga y espero que muy placentera vida futura.

Pero… -contestó aturdido-.

Siempre serás mi padre y eso lo sabes –le espeté- Pero me he dado cuenta que, desde esta tarde ya no puedo ser simplemente tu hijo. Soy tu pareja, tu amante, tu amigo especial… Llámalo como quieras, pero siempre seré lo más lejano del mundo a un hijo convencional.

Cariño, pase lo que pase yo siempre… -intentó responder, pero le corté.

Si lo se. Pero no creo que lo que necesite a un padre ahora, bueno puede que lo necesite en momentos puntuales, pero ahora no quiero ser eso. Ser padre e hijo y, a la vez, una pareja puede ser muy desconcertante, ¿no crees?

Si, puede que tengas razón. –reflexionó- Pero te guste o no, siempre seré tu padre.

¿Siempre? –susurré mientras le mordía el lóbulo de la oreja izquierda- Yo creo que ahora mismo, estando yo medio desnudo, después de besarnos en los labios y con sendas erecciones, nuestra relación paterno filial no parece demasiado convencional.

No creo que seamos especialmente convencionales, Aleix. -me replicó mientras fruncía el ceño y me enamoraba con su mirada más azulada y límpida- Somos quienes somos y no podemos olvidarlo. Eres mi hijo y has sido el hombre más importante del mundo para mí desde que supe que existías. Nadie puede cambiar nuestra realidad. Te he querido siempre como hijo y ahora te quiero como amante. ¿Lo entiendes? Ha cambiado la manera de quererte, la intensidad de mis sentimientos será la misma hoy, ayer, mañana o dentro de un año. Te quiero con auténtica locura, hijo, y por primera vez me atrevo a reconocer que ese amor, con connotaciones sexuales o no, es lo único que me saca de la cama cada mañana, que me hace capaz de enfrentarme al mundo con una sonrisa de oreja a oreja, que supera todos los puñetazos que me da la vida, que me hace sentir un hombre sumamente especial… En definitiva, la motivación que necesito para vivir el día a día. Y eso, te guste o no, no cambiará lo más mínimo mientras una mísera gota de mi sangre corra por mis venas.

Joder papá –dije mientras mis lágrimas y las de él salían a borbotones- Te quiero y sé que nunca querré a nadie como te quiero a ti. Quiero que, pase lo que pase, seamos uno sólo para toda la vida.

Y de repente, las luces se cerraron de nuevo, se abrió el telón del pequeño escenario y apareció un decorado que semejaba un barco. Sobre la cubierta había seis sillas dispuestas en dos filas de 3. De repente aparecieron tres de los chicos que habían hecho los espectáculos vestidos con uniformes de gala que se sentaron en la segunda fila. Al cabo de un par de minutos apareció Pancho con un precioso vestido de noche de color malva con escote palabra de honor, combinado con un largísimo chal, unos zapatos y un bolso de color berenjena y se sentó en la silla central de la primera fila.

De repente, un potente haz de luz nos recurrió la estancia donde estábamos papá y yo hasta cegarnos totalmente. De repente se oyó la risa de Pancho diciendo.

Por Dios, mi niño, vístase de una vez.

Con un gesto rápido, totalmente ruborizado y ante las risas de todos los presentes –excepto papá que tenía mi misma expresión de sorpresa de hacía unos segundos-, me arreglé el tanga y me subí los pantalones:

Detrás de nosotros, oímos la potente y cálida voz de Reinaldo. Iba vestido con un imponente uniforme de la marina y su correspondiente gorra y le acompañaban los otros dos chicos del show ataviados con dos chaqués de color cardenal y sendos fajines con los siete colores del arco iris

Señores. Les agradeceré que nos complazcan con el ritual de unión eterna que hemos instaurado en el restaurante en los últimos años.

¿Cómo…? –intentó decir papá.

Por favor Ernest, déjate llevar –intervino Pancho- no vuelvas a ser el pesado de antes.

De acuerdo. Me pongo… nos ponemos, ¿verdad Aleix? En vuestras manos –contestó mi padre_ pero te aseguro que me la pagarás Pancho.

Silencio por favor –ordenó Reinaldo- Ahora yo me colocaré en el centro del escenario y vosotros dos subiréis consecutivamente a él acompañados cada uno de uno de los chicos que ejerceran de padrinos.

Se colocó en el centro del escenario. Chasqueó los dedos y con las primeras notas del Ave María de Shubert, papá y yo, acompañados de nuestros padrinos y ante esos pocos invitados procedimos a una paródia de boda ante el capitán de ese barco (gerente y copropietario del restaurante en realidad) que ofició una emotiva ceremonia que nos llenó los ojos de lágrimas a los nueve y en la que papá y yo (muy puestos en nuestros papeles) juramos sinceramente amarnos, cuidarnos y respetarnos eternamente.

La ceremonia acabó con el típico beso, que alargamos hasta casi quedarnos sin respiración, una lluvia de flores y confeti, las correspondientes felicitaciones, besos y abrazos y varios brindis con un excelente y exclusivo cava catalán.

Los cinco artistas se retiraron y quedamos solo Reinaldo, Pancho (Panchita como le llamaba papá) y los supuestamente recién casados.

¿Que os ha parecido el acto? –nos preguntó Reinaldo- Lo instauramos hace cinco años como una especie de compromiso entre los chicos que querían convertirse en pareja de manera oficial.

Y, por lo visto –contestó papá, fingiéndose enfadado pero mientras me guiñaba un ojo- Se te olvidó comentarmelo.

Anda ya, Ernestito –le dijo Pancho- No me vayas de duro porqué que no te había visto nunca tan emocionado como durante la ceremonia.

Touche. -replicó papá haciendo el teatral gesto de morir atravesado por una espada- No puedo enfadarme por la sorpresa. Sé lo mucho que me queréis y que no puedo engañaros. La verdad es que ahora me siento

El hombre más feliz del mundo, espero –le corté- porqué si no es así decidme donde puedo divorciarme.

Nunca lo habría expresado mejor, esposo mío –replicó él-

Eso espero esposa mía.

Si me vuelves a llamar así conocerás en tu propia piel el significado de la palabra parricida –me espetó mientras se le escapaba la risa- Un respeto que soy tu padre, tio.

Mi padre o mi tio. Es que me pierdo. –dijo entre risas Pancho_

Bueno pues –volvió a coger la palabra papá- Agradeciéndoos la cena maravillosa y todo lo demás tenemos que irnos. Puedes pedir que nos preparen la limusina, Reinaldo; mañana tu sobrino pasará a recoger el coche del hotel. Creo que nos espera una intensa noche de bodas, ¿verdad Aleix?

Depende. ¿Tenemos Viagra en la suite? –dije.

No pienso esperar al hotel para liberar mis impulsos, mamonazo. –se rió papá.

Nos despedimos con besos y largos abrazos de nuestros anfitriones y salimos por la puerta principal donde nos esperaban una impresionante y larguísima limusina negra y un chofer pulcramente vestido de uniforme.

Entramos al vehículo después de otra tanda de besos y abrazos, tenía de todo. Tras la mampara de cristal oscuro que nos separaba del conductor había una impresionante estancia con un ancho sillón a cada lado, una mesa y un mueble bar de caoba en el centro, teléfono, equipo musical y dos mini pantallas de televisión que asomaban del techo.

Nos sentamos en el sillón del sentido de la marcha y mientras el coche arrancaba papá me sorprendió comiéndose mi boca con pasión al tiempo que desabrochaba los botones de mi camisa.

para ya -le dije mientras me separaba de él con un empujón e intentaba adoptar mi cara más seria- ¿Pero de que vas? ¿Sabes que puedo denunciarte por eso?

¿Cómo…? –contestó mientras se separaba de mí con expresión asustada- Esto, perdona, yo creí que… lo de hoy… lo de antes. Lo siento, yo….

Ja, ja, ja –me reí y de repente vi su carita con expresión teatral- ¿Sabías que sólo hacía coña?

Saliste de mi semen, querido –replicó mientras se quitaba la americana y se desabrochaba la camisa- Te conozco como si te hubiera parido.

¡Dios mio! ¡He creado un monstruo sexual!, ¿verdad? –espeté mientras acariciaba su pecho desnudo.

Si cariño, pero este monstruo se ha casado contigo hace menos de media hora. –dijo.- Y por favor, deja de decir chorradas y hazme de una puñetera vez ese hombre más feliz del mundo en que prometiste que me convertirías.

Vas a tener el mejor sexo de tu vida. ¿Podrás aguantarlo? –le dije amenazante mientras abría su bragueta y agarraba su pene.

Inténtalo. En caso contrario, serás uno de los viudos más ricos del mundo, querido –se rió.

Intentó besarme mientras desabrochaba su cinturón, pero me zafé de él y sumergí mi lengua y mi boca entera en sus ingles hasta dejar literalmente empapados el contorno de su pene y sus testículos mientras él empezaba a emitir gemidos de placer e intentaba por todos los medios bajar sus pantalones para poder moverse con mayor libertad. Su pene se endureció en cuestión de unos minutos y fue entonces cuando lo liberé del ceñido y húmedo bóxer de lycra y transparencias y lo engullí hasta donde pude succionándolo como si quisiera desprenderlo de su zona testicular. Papá, con la cara desencajada acariciaba mis hombros y ejercía presión en mi cabeza para que continuara dándole ese placer. La felación continuó durante un cuarto de hora mientras alternaba la succión de su pene –que comenzaba a soltar precum- con otra de similar en sus testículos.

De repente papá se inclinó sobre mí, me agarró por la cintura, y como si fuera una pluma, me levantó a plomo y me tiró sobre el sillón mientras me agarraba un telefonillo a su izquierda y pedía al conductor que diera vueltas por la ciudad hasta que le ordenáramos lo contrario. Acto seguido me miró alterado y con una excitación que no conocía en él, me dijo: "desnúdate del todo, no soporto mezclar sexo y calcetines".

Me quedé totalmente desnudo en cuestión de segundos mientras él hacía lo mismo y se tiraba hacía mi pene para devorarlo con la misma pasión con que me había comido el suyo. Le obligué a cambiar de postura e iniciamos un frenético 69 en el que a ambos nos parecía que nos iba la vida. Un cuarto de hora más tarde acabamos los dos tragando mutuamente el semen del otro y besándonos apasionadamente para mezclarlos en nuestras bocas.

Papá llamó de nuevo al coger y le ordenó que nos llevara al hotel. Mientras me decía:

Espero que no hayas superado tu cupo de erecciones porqué te espera un segundo match en nuestra cama.

Estaré a la altura –le repliqué- pero, ¿tu lo estarás?

No hay nada que desee más hacer. Me siento tan vivo, cariño. Gracias por quererme así.

Voy a agotar todas tus reservas esta noche –contesté-

Perdona hijito, hasta ayer llevaba dos años sin descargar mis huevos. Te aseguro que tengo mecha para rato.

Espero que puedas mantener esa promesa arriba. Si no lo haces pediré el divorcio.