Unas vacaciones muy masculinas (8)

Ambos, padre e hijo, descubren la intensidad de sus sentimientos gracias a una original prueba de resistencia sexual.

UNAS VACACIONES MUY MASCULINAS.

Capítulo 8: Amor del bueno

Como ya sabréis, y si no os recomiendo la lectura de los otros capítulos de esta historia –todos publicados en esta web-, el viaje de celebración de mi 20 aniversario estaba cumpliendo con creces los objetivos que quería conseguir papá, estrechar, y mucho, los lazos entre nosotros. Entre sus pretensiones no entraba que nos convirtiéramos en amantes y que eso lo rejuvenecería en todos los aspectos y lo convertiría en el hombre divertido y jovial que contemplaba divertido como su hijo, es decir un servidor, estaba sentado en el comedor privado de nuestro restaurante de la Habana con un cubano guapísimo y totalmente desnudo con un nabo inhiesto de 27 cm. sentado en mis rodillas metiendo sus manos en mi entrepierna por debajo de mis jeans de Adolfo Domínguez.

Al lado de papá, y riendo también a carcajadas estaba Reinaldo, el novio de ese pene con patas que se masajeaba mi polla y mis testículos como si le fuera la vida en ello implorándome que le descubriera los secretos que habían convertido a mi padre en ese hombre jovial, divertido y espontáneo que me había robado el corazón.

Miré a papá y le imploré ayuda con la mirada. Él río de nuevo divertido y me dijo:

Hijo mío, como tú decías, ahora eres el hombre responsable de la familia. Además creo recordar que siempre que discutíamos en casa me decías que ya eras mayorcito para llevar las riendas de tu vida. Ahora tienes la ocasión de demostrarlo.

Te mataré –le susurré entre dientes, mientras el cubano desabrochaba del todo mis pantalones y empezaba a masturbar mi polla medio hiniesta.

Lo siento cari -contestó papá- es tu problema. Yo solo soy un espectador.

Reinaldo… -grité- pon en vereda a tu chico

Lo siento Aleix, Pancho y yo tenemos una relación muy abierta –contestó el novio de mi acosador mientras éste ya había conseguido poner mi polla en su estado máximo de excitación aunque comparada con la suya se veía diminuta.

De repente, Pancho me mordió la oreja y discretamente, me susurró:

Es una prueba de resistencia, Aleix, debes liberarte de mi haciendo los posibles para no excitarte y tal como bombea tu nabo lo llevas chungo. Inténtalo concentrándote en otra cosa.

Gracias, lo intentaré –le mascullé mientras ahora era yo quien le mordía la oreja- Pero… ¿Cómo?

Autocontrol, mi jefecito.

Entonces lo comprendí todo. No era Pancho el que me estaba poniendo a prueba, era papá quien lo hacía. El se dío cuenta de lo que pasaba por mi cabeza y me guiñó uno de sus ojos azules con aire de complicidad. Y fue en ese momento cuando le vi como nunca antes lo había visto. De repente el guapísimo Ernest Bargallós dejó de ser el empresario duro, el hombre todopoderoso de mis imaginaciones adolescentes y, sobretodo, el padre amantísimo y, por primera vez, vi en él al hombre con el que deseaba compartir el resto de mi vida, era mi hombre ideal, sensible, romántico, masculino… Todo lo que siempre había deseado en un hombre, ahora me pertenecía a mí y lo deseaba más que nada en el mundo. Podía acostarme con millones de hombres, pero ahora sabía que estaba enamorado sólo de uno, de mi Ernest, de mi padre, del hombre más maravilloso, guapo, sexy e increíble del mundo.

Miré a Pancho, era un hombre guapísimo pero no sentía nada por él. Me excitaba que me sobara, pero ese hombre, con su enorme polla que pedía a gritos una mamada, no tenía ni punto de comparación con ese hombre perfecto que nos miraba divertido. Amaba a papá y deseaba hacer el amor con él todos los días y a todas horas, deseaba pasar mi vida a su lado, besarlo, acariciarlo, follarlo, que me follara, despertarme cada mañana a su lado… Un montón de cosas que hasta ese momento me parecían estúpidas pero que ahora eran el leifmotiv de mi vida.

Y de repente, sucedió, miré a Pancho y me di cuenta de que lo deseaba, no lo necesitaba para nada. Era un joven afortunado que tenía todo lo que siempre había deseado y, por primera vez, mi mente venció a mi líbido, y mi pene se desinfló entre los dedos de Pancho y tras vanos intentos vanos de éste para excitarme, y mientras le miraba fijamente a los ojos, le espeté:

Lo siento "jefecito", pero creo que he ganado.

Esta bien. Tu ganas –se levantó y con gesto teatral anunció- Señores, el jovencito me ha vencido como lo hizo antes su papá. Ganas de nuevo Reinaldo.

¿Reinaldo? ¿Papá? –dije sorprendido.

Te equivocas Pancho –contestó papá- Fui yo quien se lo insinué a Reinaldo. Quería que mi hijo, como buen Bardagós, te venciera de nuevo. Supongo que susurraste a su oreja como hiciste conmigo.

Vale, "touché", lo hice de nuevo, pero que conste que sois los únicos que me habéis rechazado.

Son los únicos que han pasado tu prueba, mentiroso –le replicó Reinaldo_

Eso es lo que tu crees, sabrosón –le contestó Pancho mientras se vestía de nuevo-

¿Cómo, serás… -dijo Reinaldo mientras se acercaba furioso a su pareja.

Pancho, le abrazó con fuerza y lo beso con pasión cortando la frase de su pareja

Es broma cariño, sabes que nunca podría serte infiel. Te quiero demasiado para perderte, viejito.

Algún día lo conseguirás si sigues con esas bromas –contestó Reinaldo abrazándolo con más fuerza-

Querido, no te pongas cachondo que ahora no toca –respondió Pancho zafándose del abrazo- y además tenemos unos invitados que creo que desean estar unos minutos solos.

Esto… tienes razón –contestó Reinaldo intentando ocultar una tremenda erección y una pequeña mancha de humedad en sus pantalones- Disculpadnos, Vamos a cerrar el restaurante y

Y así os dejamos solos tortolitos –añadió Pancho mientras ambos cruzaban la puerta- Estáis en vuestra casa.

Tras quedarnos solos, me levanté de la silla sin pensar en nada más que en abrazar a papá. Y de repente me encontré con mis pantalones desabrochados a la altura de la rodilla mientras papá me miraba partiéndose de risa.

Estás patético, capullito mío –me dijo entre risas- Pero muy sexi.

Empieza a correr porqué cuando me suba los pantalones te mataré –le dije intentando poner cara de rufían.

Cariño –dijo mientras se levantaba y se acercaba a mí con su mirada más penetrante y sexy- Estás guapísimo aún así.

Anda ya, estoy ridículo medio desnudo y…. –intenté decir.

Estás siempre perfecto. Dimé que te ha hecho ganar a Pancho.

Dime primero quien te hizo resistirte a ti.

En mi caso fue el recuerdo de Klaus, el único hombre al que he amado de verdad hasta hace unas horas –contestó- Pero creo que no estamos halando de mí.

Pues… Acabo de decidir que nunca lo sabrás.

Tengo la certeza de que lo sé. Vi como me mirabas mientras le rechazabas. ¿Me quieres? –añadió mientras se plantaba ante mí e introducía su lengua en mi boca.

Si, veo que lo sabes muy bien –le contesté tras varios minutos de beso apasionado y mientras mi pene denotaba una erección más que evidente.

Tú también lo sabes, ¿verdad? –me susurró.

Sí, ambos lo sabemos y deseamos tirarnos de cabeza a esa piscina pase lo que pase.

Te quiero Aleix. Como no he querido a nadie, ni siquiera a Klaus –me contestó mientras unas lágrimas humedecían sus mejillas.

Y yo a ti Ernest. Con todas mis fuerzas.