Unas vacaciones muy masculinas (5)

Tras la charla con papá un nuevo mundo se abre ante la relación paterno filial de Akeix i Ernest aunque Álvaro, su hermanastro Carlos y Reinaldo -el atractivo tío de ambos pueden hacer mucho por juntarles más aún.

UNAS VACACIONES MUY MASCULINAS.

Capítulo 5: El descubrimiento.

Tras la eyaculación que le provoqué, a papá le entró hambre. Nos vestimos y ordenamos que nos subieran un suculento almuerzo a base de plátanos chatinos, frituras de malenga, langosta enchilada, pierna de puerco cubierta de hojas de guayaba regada de zumo de naranja, buñuelos de yuca en almíbar con anís y otras exquisiteces de la cocina cubana.

Álvaro, mientras nos servía la comida, rozó deliberadamente mi culo con su paquete en un par de ocasiones e intentó besarme fugazmente cuando se iba, mientras papá buscaba su cartera en la habitación para darle una de sus generosas propinas. Yo me zafé de él como pude y le reprendí con la mirada las tres veces.

Cuando el camarero salió de la suite, papá me miró fijamente, me guiñó un ojo y me dijo socarronamente:

Vaya, vaya. Veo que ha sido una mañana provechosa y que te has internado de lleno en las tradiciones sexuales cubanas.

Esto… Pues sí y deberías probarlas, la etnologia isleña reserva "grandes" –y remarqué especialmente esta última palabra- sorpresas.

Te recuerdo que esta no es mi primera visita a la isla. Antes de acogerme al celibato voluntario acostumbraba a venir a menudo. He disfrutado en muchas ocasiones con la "gran" sorpresa de su tío Reinaldo.

Vaya, vaya… veo que mi devoción por los cubanos es genética.

Sabes hijo, antes que fraile fui monaguillo.

Ya lo veo. Eres una verdadera caja de sorpresa.

Más bien la caja de Pandora. Pero vamos, siéntate y comamos antes de que todo esto se enfríe.

Después de comer nos sentamos en una de las amplias tumbonas de la terraza para compartir mimos, abrazos, besos tiernos y confesiones varias hasta que me quedé profundamente dormido.

Tuve sueños maravillosos y altamente excitantes en los que mi único partenaire era papá, hasta que, muy bien pasadas las 6 de la tarde, desperté completamente sólo y con una erección caballar. Papá estaba en la habitación. Me acerqué a él sigilosamente, pegué mi miembro aún erecto a su culo y le lamí la oreja.

Hombre, el bello durmiente salió de su letargo y parece que tuvo un sueño placentero.

He soñado contigo.

Ya, y con los hermanos Ruiz, supongo.

¿Quiénes?

Carlos y Álvaro Ruiz, acaban de subir toda la sección de ropa masculina de la boutique del hotel a nuestra habitación. Lo único que nos falta comprar es un camión para llevar tu nuevo equipaje.

¡Cuanto más viejo te haces más tacaño te vuelves. No es todo para mí, también he pensado en ti.

Ya, y yo me acordaré de ti cuando tenga que hacer una ingeniería financiera para justificar todo esto en la contabilidad de nuestra cadena de hoteles.

¿Nuestra? ¿El hotel es tuyo?

Nuestro.

Soy un chico muy afortunado, tengo un padre maravilloso y mi propio hotel.

Tenemos 169 hoteles repartidos por todo el mundo y empieza a averiguar cuales son porqué este verano vas a empezar a trabajar conmigo. Tienes que acostumbrarte a ganar dinero porqué a la velocidad con que gastas el mío, en cuatro días viviremos en la indigencia –me dijo bromeando mientras me pegaba un par de suaves cachetes en el culo.

He de recordarte que fuiste tú quien me obligó a venirme sin equipaje. Además yo no te quiero solo por tus hoteles, ni por tu belleza arrolladora, ni por tu atractiva personalidad, ni por tus grandes encantos viriles –le dije divertido mientras le abría el albornoz y acariciaba ligeramente su pene- te quiero porqué se que eres asquerosamente rico.

De verdad –contestó con aire teatral y divertido apartando mi mano de su sexo y abrochaba de nuevo su albornoz- siempre me han emocionado las relaciones basadas plenamente en el amor… al dinero, pero amor al fin y al cabo.

Y para que veas que aparte de desinteresado soy genero

Me dirigí al montón de bolsas y perchas y regresé con una cajita envuelta con un majestuoso lazo de color cardenal. Papá se rió de la envoltura y tras unos minutos de comentarios sarcásticos me besó de nuevo. Me zafé de él haciéndome el indignado y le miré simulando reprobación:

¿No piensas abrir tu regalo? Veo que estas perdiendo tus vetustas buenas maneras.

Perdona cariño. Pero si me vuelves a llamar viejo te castigaré severamente como hacía mi padre conmigo cuando me portaba mal.

¡Anda ya! Deja la prehistoria a un lado y abre de una vez tu regalo.

Papá deshizo el lazo, abrió la caja y explotó en una sonora carcajada. Sacó los tres tangas, diversos bóxer, calzoncillos y bañadores de diseño que había en la bolsa y me miró divertido:

No, no, no. –dijo- Yo no me pongo esto ni loco.

Si, si, si… -le respondí- Reconócelo, necesitabas urgentemente renovar tu ropa íntima.

Perdona, chaval, pero no lo creo. Tengo cajones y cajones de mi vestidor repletos de ropa interior.

Ya lo creo. Estoy harto de verte con esos boxers tan formales y tan poco sexis que llevas siempre. Parecen todos hechos en serie. Por favor papá estamos en el siglo 21.

Pero… -y agarró uno de las tangas- esto no es de mi talla.

Es lycra, papá, desnúdate y pruébatelo.

Ni borracho, nen. Aquí no quepo.

Hazlo por mí, papi –le dije con voz aniñada- Vamos, hazme feliz una vez en la vida..

Esta bien… haré el ridículo ante ti. Pero después lo devolveremos todo.

Puede

Seguro que sí. Me irá pequeño. Lo haré por ti.

Papá, disfrutando del momento, agarró todo lo que le había comprado y se encerró en el baño con un aire totalmente teatral. A los pocos minutos asomó la cabeza por la puerta, escrutó la habitación como si buscara a alguien y me espetó grandilocuentemente:

A falta de más público, prepárate a sorprenderte en exclusiva con el mejor desfile de ropa interior que has visto en tu corta vida.

De acuerdo, empieza de una vez.

Como casi siempre, tenía que darle la razón a mi padre. Su cuerpo escultural enfundado en un ajustado bóxer de lycra combinado con transparencias estratégicamente dispuestas se convertía en una imagen casi indecente y totalmente turbadora. Su gracia natural para el modelaje, acompañada de diversos movimientos y autocaricias que rayaban la obscenidad me puso a mil por hora. Intenté sobarle pero él, como todo un profesional en estas lides, se zafó hábilmente de mí y entró de nuevo al baño para salir, al cabo de unos segundos que me parecieron siglos, con un minúsculo tanga que le favorecía aún más y no dejaba lugar a la imaginación. Se acercó a mí, me mordió y lamió el lóbulo de la oreja derecha, se zafó de nuevo de mis intentos de manosearlo, se separó de mí, se despojó del tanga que aprisionaba su inmenso miembro con movimientos sexis y entró de nuevo al baño para salir con otro tanga aún más provocativo que el anterior. Mi polla totalmente erecta reclamaba atenciones pero papá, con gesto severo, me prohibió masturbarme hasta acabar "su desfile".

Con cada nuevo "pase privado" de papá mi miembro parecía estar a punto de estallar y él, que lo sabía, contribuyó a ello desplegando todos sus encantos, sobando mi cuerpo a la menor ocasión y mostrándose cada vez más encantador e irresistible. Cada vez que intentaba autosatisfacerme papá me reprimía con su mirada más severa y un sexi: "Espera a los postres, cabroncete"

Los "postres" a los que se refería llegaron tres pases más tarde, papá salió totalmente mojado del baño con su media melena suelta y totalmente despeinada y un bóxer casi transparente que se pegaba a su polla humedecida y totalmente erecta en esa ocasión, como una segunda piel y le marcaban más si era posible esas dos grandes bolas que eran sus testículos. Paseó cinco minutos por la habitación y se desnudó frente a mí mientras acariciaba cada vez mi pene y me conducía a una muy abundante y placentera eyaculación que me hizo gritar como a una perra.

Lo ves, chaval,… lo mejor era el postre. Ahora estamos empatados. Corre a ducharte.

Cuando salí del baño papá hablaba por teléfono con su aire habitual de hombre de negocios. Pero hoy estaba más hermoso que nunca. En vez de sus trajes sastre se había vestido con unos jeans, unos zapatos y una camisa entallada que marcaba totalmente sus pectorales y una americana de color hueso.

Me quedé en la puerta del baño admirándole embobado. Ya no lo veía en él a un referente paterno sino que, por primera vez en mi vida, le contemplaba como el hombre más bello y atractivo del mundo. Su cara de a la vez aniñada pero con rasgos angulosos y facciones perfectas, sus ojos verde azulados que, desde este mediodía, tenían una luz especial que hacía años que no recordaba haberle visto, su melena de color azabache recogida en una coleta, su cuerpo, muy fibroso y ligeramente musculado, sus piernas robustas, su metro noventa y pico de estatura y ese porte y esa elegancia natural que le convertían en un hombre aún más atractivo y poderoso. Me sentía totalmente orgulloso de él, deseaba ser un juguete entre sus brazos y, mientras lo contemplaba, me invadía una placentera sensación de seguridad, de confianza, de felicidad en definitiva. Me sentía lleno con solo estar a su lado, con compartir lo que compartíamos

¡Aleix quieres hacer el favor de volver al mundo real! –me dijo papá cuando colgó el teléfono. Supongo que no te importará que te haya cogido prestados esta camisa y los zapatos. Mira por donde a tu viejo le haya dado por renovarse. Creo que mañana seré yo quien vacíe la boutique del hotel. Por cierto, y para que dejes de observarme embelesado, llevo puesto el primer bóxer que te he mostrado.

No, no me importa nada. Es más, me gusta mi nuevo papacito. Veo que contigo todavía no está todo perdido. Vas a volver de vacaciones hecho todo un chaval.

Vamos, deja ya los sarcasmos y vístete. Empieza a ser hora de que descubras la isla. Tengo mesa reservada a las 8 y media en "nuestro" restaurante de las afueras de la Habana.

¿También tengo un restaurante?. Si no me gustarás tanto te provocaría un infarto cualquier día de estos para hacerme con tu fortuna –le dije acercándome a él y hablándole al oído.

No es totalmente nuestro. Aunque el régimen cubano no lo sabe, Reinaldo Ruiz tiene un tercio del negocio. Pero, deja de hablar como una gallina clueca –me dijo mientras me arrancaba la toalla que me cubría. Vístete de una vez o llegaremos tarde.

¿Que me pongo?

¡Será que no tienes donde elegir! -dijo señalando las incontables bolsas de ropa tiradas sobre la cama y las dieciséis camisas colgadas en el perchero-. No sé algo arreglado pero informal.

Tras abrir varias bolsas elegí un tanga de color ciruela, unos jeans de Adolfo Domínguez, unos zapatos de ante italianos y una camisa entallada con transparencias en la espalda y una americana de antelina a juego de Prada. Papá, que no dejó de contemplarme ni un segundo, me dio su aprobación mientras cogía de nuevo el teléfono para pedirle a Álvaro que dispusiera un vehículo ante la puerta del hotel.

Mientras salíamos de la suite contemplé nuestra imagen en el espejo del recibidor. Así, vestidos con un estilo similar, algo había cambiado. Llegamos hace unas horas como padre e hijo y ahora éramos sencillamente dos jóvenes hermosos que compartían un futuro esperanzador.

Mientras esperábamos el ascensor, fue papá el que me contempló embelesado, me miró feliz y me abrazó. Yo respondí a su gesto con un cariñoso beso y, así con nuestras lenguas entrelazadas y fundidos en un solo ser, entramos en el ascensor y no nos separamos hasta que este paró en recepción. Álvaro nos esperaba frente a la puerta.

Señor Ernest, su coche está aparcado frente a la puerta. ¿Desea que maneje yo?

Gracias Álvaro, pero puedes tomarte un descanso. He puesto a mi hijo a trabajar de chofer para que pueda pagarme todo lo que ha comprado esta mañana, ¿verdad Aleix? –dijo papá muy jovial.

Por cierto señor –contestó el cubano- permítame decirle que ambos están lindísimos y que su hijo tiene un gusto excelente en el vestir.

Excelente y muy caro, ¿verdad? –dijo mientras de nuevo explotaba en una carcajada- Por cierto, Álvaro acabo de hablar con tu tío Reinaldo.

Lo sé, acaba de llamar para confirmar que todo esta preparado según las indicaciones del señor y que está deseoso por volver a abrazarle.

Espero que no se limitará solo a eso y será tan efusivo conmigo como tú y tu hermano lo habéis sido esta mañana con Aleix. –le dijo papá con un teatral y severo gesto mientras yo hacia lo posible por adoptar esa misma expresión y reprimir mis ganas de reír.

Ejem… señor… disculpe… Fue… -se enfarfulló el cubano mientras enrojecía de vergüenza; papá y yo continuábamos con el gesto severo. Esto.. no se volverá a repetir.

Perdónale Álvaro –dije mientras nuestro asistente isleño nos miraba cada vez más sorprendido y nosotros explotamos por fin en carcajadas- y ríete con nosotros. Mi padre no es para nada el ogro que quiere aparentar y además hoy se siente muy feliz y un excitado como un niño con zapatos nuevos.

Álvaro miró los zapatos de papá y se rió de forma contagiosa.

Lo dicho, señores –se despidió el mulato después de una breve y desinhibida conversación- Deseo que pasen una buena noche en Cuba y que disfruten con todo lo que les ha preparado mi tío.

Eso espero Álvaro. Dile a Carlos que te ayude a colocar las cosas de Aleix en el armario, ordenad un poco la suite un poco la habitación e iros a casa. No te preocupes más por nosotros, el coger de tu tio nos conducirá hasta el hotel esta noche.

Muchas gracias señor. Quiere que le despierte a alguna hora mañana.

No, gracias Álvaro. Dormiremos hasta tarde. Tómate la mañana libre, hacia la una del mediodía recoge mi coche en casa de tu tío y te vienes para el hotel.

Gracias de nuevo señor. He ordenado al cocinero que mañana le reserve el marisco más fresco y, por la virgencita, tengan muchísimo cuidado.

Lo tendremos Álvaro, no te preocupes. Buenas noches y gracias de nuevo por todo, ¿verdad Aleix, "por todo"? –dijo socarronamente.

Me encanta verle tan jovial señor.

Tengo motivos para ello, Álvaro. Te lo aseguro. Y ahora debemos irnos, no me gustaría hacer esperar al bueno de tu tío Reinaldo.

Salimos del hotel y nos dirigimos a un sedan negro aparcado en la puerta. Papá me tiró las llaves y se sentó en el lugar del copiloto.

Yo te indico -me dijo.

Papá, a que viene lo de "tener cuidado".

Veo que la fortuna que he invertido en tu educación no ha servido para nada –me dijo sarcástico- el régimen de Castro castiga la homosexualidad con cárcel, o sea que nada de tocamientos, besos y too eso en público.

Y en privado –le dije mientras le acariciaba el muslo.

Las que quieras y más. Siempre estaré a punto para ti –me dijo con voz muy dulce.

Veo que vamos a gastar otra fortuna en Viagra.

Puede, aunque te aseguro que eso será dentro de muchos años; pero, tienes razón, empezaremos a ahorrar para cuando llegue ese momento.

Conducimos durante un cuarto de hora por estrechas y humildes callejuelas mientras papá me iba relatando curiosidades y detalles de cada los edificios más emblemáticos de la ciudad. Finalmente dejamos atrás la Habana y tras unos minutos de circular por lo que parecía una carretera principal desviamos por un sinuoso camino a la derecha en un par de minutos nos plantamos ante una plantación señorial, al fondo de la cual se veía un edificio colonial impresionante. Solo con ver el coche, el vigilante de seguridad, un señor que aparentaba más de setenta años, salió de la garita y se acercó sonriendo hacía nosotros saludando cortésmente a mi padre y reprendiéndole por los años que hacía que no visitaba la isla. Papá agradeció las palabras de cariño del abuelo, que se llamaba Eleuterio, nos presentó a ambos y le prometió que a partir de ahora vendríamos más a menudo. Eleuterio se despidió de nosotros con cordialidad y nos abrió la puerta de la verja de seguridad mientras se deshacía en halagos hacía papá.

Conduje unos minutos por el largo sendero que conducía a la mansión y cuando estábamos a pocos metros de la entrada principal y me dirigía al aparcamiento, papá me hizo coger un caminito a mano derecha en el que había un cartel que rezaba "Escuela oficial de turismo Bargallós-Ruiz" y daba la vuelta a la casa. Aparcamos frente a unos pabellones que había en la parte trasera de la mansión y tras salir del coche se abrió una puerta de la que salió un hombre de más de dos metros, vestido con un smoking de seda blanco y una camisa color almendra que se pegaban a su cuerpo escultural como una segunda piel. El hombre abrió la del copiloto, dejó salir a papá del coche y se fundió con él en un caluroso abrazo.

Yo me bajé pausadamente del coche y contemplé con detenimiento a ese hombre. Era la viva imagen de Álvaro Ruiz con unos añitos de más. No había duda era el tío Reinaldo. Tan pronto como me acerqué a ellos, Reinaldo se separó de papá y corrió a abrazarme

No hace falta decir que tú eres el hijo de Ernest–me dijo Reinaldo- Eres un jovencito maravilloso, tan bello como su padre.

Si lo es, ¿verdad?.-dijo papá orgulloso-

Bueno, señores –dijo Reinaldo mientras de todas partes aparecían decenas de hombres mulatos maravillosamente guapos - os presento a nuestro grupo de alumnos cuidadosamente seleccionados. ¿Qué os parecen?

Veo que has cumplido todas mis demandas de una manera excelente Reinaldo. Sabía que podía confiar plenamente en ti.

Señores –dijo Reinaldo dirigiéndose- al grupo de camareros. Saluden a su patrón y benefactor, don Ernest Bargallós y a su hijo Aleix.

Los hombres vestidos de camareros, rodeándonos, lanzaron varios vítores dirigidos a nosotros y nos dieron la mano y nos abrazaron, uno por uno tanto a papá como a mí y fueron entrando todos a los barracones excepto los cinco que, a mi gusto parecían más atractivos, entraron por una puerta donde había un cartel que decía "solo personal autorizado".

Tras el recibimiento, Reinaldo nos agarró a mí y a papá, por la cintura y nos condujo hasta un inmenso salón totalmente aislado del resto del restaurante en cuyo centro había una mesa inmensa y exquisitamente preparada para dos comensales.

Perdonadme pero tengo todavía un poco de trabajo en el comedor antes de poder dedicarme a vosotros como os merecéis. Pero tranquilos, mis cinco mejores camareros os servirán excelentemente –y mientras se dirigía a la puerta del salón, nos dijo: Os veo a la hora del café y nos ponemos al día, Ernestito.

¿Ernestito? –dije jocosamente cuando Reinaldo salió de la sala- ¿Dejarás que, a partir de ahora, te llame Ernestito?

Si quieres morir antes de los 21, puedes llamármelo. En caso contrario, sígueme llamando papá, Ernest o simplemente "cariño", "amor", "amado" o algo así.

"Tocinito de cielo", "colibrí de mi vida"… ¿Es eso no?

Pobre de ti que me dirijas a mí ante alguien con una horterada de esas, te desheredo y doy en adopción en menos que canta un duro.

Vale papi. ¡Que mal carácter!. Por cierto, ¿quienes son todos estos tíos que han venido a saludarlos tan agradecidos?

Bueno, pues resulta que hace años vine a Cuba por primera vez para seleccionar al personal de muestro hotel y uno de los primeros cubanos que entrevisté fue Reinaldo. Acababa de salir de la cárcel por haber intentado seducir a un oficial castrista de incógnito. No encontraba trabajo en ningún sitio y se dedicaba a prostituirse por cuatro chavos para los turistas. Me contó sus problemas, nos acostamos juntos un par de veces y tras conocer a diversos amigos suyos gays decidimos poner nuestro granito de arena para solucionar la problemática de los homosexuales cubanos. Yo compré esta hacienda y juntos decidimos convertirla en una especie de casa de acogida para homosexuales cubanos con la excusa de una escuela de hostelería. Reinaldo, a cambio de su tercio en el restaurante reclutaría a los alumnos y estos, tras un periodo de formación constituirían el personal de nuestros hoteles y restaurantes. Diversos sobornos a la administración Castrista nos solucionaron el resto del proyecto e hicieron que consiguiéramos una protección especial para muchos homosexuales de la isla. Construimos una colonia gay fuera de ojos indiscretos y los aleccionamos para ganarse un empleo muy bien remunerado que les permite vivir con ciertos lujos en la isla.

Papá, te quiero. Eres un tío maravilloso. ¿Pero que coño hacemos aquí solitos?

Aplaude y lo verás

¿Cómo?

Joder aplaude y lo verás. Confía en mí.

Y lo hice. Aplaudí y me quedé de piedra.

Agradezco vuestros comentarios y os invito a escribirme en mennoch1@ozu.es . Gracias por todo, chavales