Unas vacaciones calientes

Durante el día unas vacaciones normales de playa y chiringuitos, pero estar tan cachondo me llevaba a experimentar por la noche. Un pollón, una zona de cruising, un tío al que le gusta ser el amo...

Como cada año, es empezar las vacaciones e irme a la playa y sentirme totalmente cachondo y salido a todas horas. Dicen que el mar relaja, pero en mi caso debe tener propiedades excitantes porque un cosquilleo ha recorrido mi verga casi de manera constante. Quizá algunos piensen que estoy enfermo, pero en mi defensa diré que llevaba meses sin follar, ya que cuando estoy en Madrid el trabajo y estudios absorben la totalidad de mi tiempo. Además, haber perdido unos kilos y recuperar cierta seguridad que perdí tras cogerlos, ha hecho que me sintiera atractivo y decidido a tirarme todo lo que se me pusiera por delante. Claro que con unos amigos aburridos como los míos, que apenas salen de fiesta limitándome a mí a conocer tíos, hacía que internet y diferentes apps fueran mi único recurso, lo cual por otro lado agradecí, pues estaba dispuesto a probar de todo.

Así, nada más instalarme actualicé viejos perfiles dispuesto a quedar con tíos todas las noches que mis colegas me dejaran libre. Claro que ya se sabe cómo es esto de internet y lo difícil que es encontrar gente con las ideas claras que no sean unos calientapollas que te dejan tirado en el último momento. Esto me ha ocurrido varias veces, si bien no me impidió seguir con mi empeño y desistir harto de tanto descerebrado que siempre me ha rodeado. La primera cosa seria que surgió fue con un maduro un tanto seco que me mandó la foto de su apetecible polla pidiéndome que le enviara yo una de mi culo abierto. Obedecí y le gustó lo suficiente como para querer quedar. Le recibí en mi casa un rato después tras haber “pactado” que llegaría, me follaría y se piraría justo después. El hombre, de unos cincuenta años, se conservaba bastante bien, con un cuerpo delgado carente de grasa, moreno y completamente depilado. Al desnudarse casi sin mediar palabra corroboré el buen tamaño de su rabo, ya algo morcillón, pero que sin embargo, no me dejó estimular con mi boca. Él mismo comenzó a pajearse mientras yo acababa de desnudarme para situarme a cuatro patas sobre mi cama. No dijo una palabra e intuí que ya estaba listo al sentir una de sus manos agarrándome de la cintura. Con la otra se ayudó a clavármela, pues le costó entrar al principio recordándome en ese instante que tendría que comprar lubricante. Sus embestidas se tornaron estables y decididas provocándome tal placer que me hizo olvidar lo aburrido de la situación por monótona, ya que permaneció así hasta que se corrió sobre mi espalda, apurando en ese momento mi paja para descargar poco después. Tal como estaba planeado, se marchó sin más dejándome satisfecho por esa noche.

Para el día siguiente mi cuerpo seguía queriendo marcha. Un tal “Pollón23” me escribió invitándome a quedar para comerle el rabo. Pensé que era un poco joven para mí, pero me atrajo el contraste con respecto al madurito de la noche anterior. Y además, como él quería sólo una mamada y yo tenía ganas de comerme una buena polla, una foto de la misma acabó por convencerme. Esta vez fui yo a su casa un poco nervioso a pesar de todo, pues siempre te entran las dudas de lo que te vas a encontrar. En persona el chico no parecía tan seguro de sí mismo, también algo inquieto, aunque a ambos se nos pasó rápido tras un rato de conversación acompañado por un par de cervezas.

-Entonces una mamada y ya está, ¿no? -trató de confirmar.

-Sí.

Acto seguido se quitó el bañador dejando ver un miembro de considerable tamaño tal como se apreciaba en la foto y el cual me incitó a querer devorarlo sin demora. Se recolocó en el sofá y yo me arrodillé entre sus piernas dispuesto a comérmelo. Se lo agarré por la base y empecé a lamerle el capullo al tiempo que él empezaba a sollozar tímidamente. No percibí ningún olor o sabor intensos, por lo que deduje que se había duchado poco antes de llegar yo. No me importó demasiado porque de su glande comenzaron a brotar unas gotas de precum que me supieron a gloria, así que continué feliz con mi mamada. Fui recorriendo el largo tronco ya endurecido con mi lengua mientras le acariciaba los huevos con los dedos. Sus gemidos eran ahora más evidentes y desinhibidos, intensificados cuando me la tragué entera. La fui succionando con determinación tratando de dejar todo el tronco dentro de mi boca hasta sentir la punta de su capullo palpitar sobre lo más profundo de mi garganta. La sacaba unos segundos observándola brillante por mi saliva y ya totalmente dura. El muchacho permanecía impasible, si bien de vez en cuando balbucía cosas como “oh sí, qué bien la chupas”. En definitiva, todo apuntaba a que ambos aguantaríamos así hasta que se corriera, pero su aguante me llevó a pedirle cambiar de postura, pues seguir arrodillado me resultaba ya incómodo.

Sin levantarme del suelo me di la vuelta para apoyarme sobre el sofá y él se puso en pie frente a mí. Arqueó un poco las piernas y mi boca volvió a recibir su enorme polla. Esta nueva postura pareció incitarle a moverse algo más, empujando su pelvis contra mí, por lo que su rabo entraba y salía con viveza casi como si me estuviera follando. Cuando flaqueaban sus fuerzas yo aprovechaba para agarrársela y lamerle todo el cipote o tragarme sus huevos, pero el chaval había descubierto que le gustaba más penetrarme a su antojo, así que le dejé hacer mientras le miraba y notaba sus ojos encendidos y sus labios exhalando gemidos cada vez más sonoros.

-¿Me corro en tu cara?

Asentí con la cabeza y segundos después se pajeó hasta descargar con furia los chorros de leche contra mi rostro al ritmo de sus vibrantes sollozos y los típicos espasmos que acompañan ese instante en el que dejas salir el semen mientras tu cuerpo se contrae.

-Ufff, vaya mamada, tío.

-Tienes un buen rabo.

-¡Gracias! ¿Hasta cuándo estarás por aquí?

-Un par de semanas.

-Pues si quieres que repitamos…

-Vamos hablando. ¿Me dejas usar el baño?

-Sí, claro. Pero si querías pajearte habérmelo dicho.

-No, coño, es para limpiarme esto -señalé los restos de su corrida.

-Ah, claro, jeje.

Me marché de su casa nuevamente satisfecho, pues en dos días había conseguido que me follaran y poder hacer una mamada a un buen pollón sin más complicaciones. Los días sucesivos no hubo tanta suerte porque, aunque me lo propuse, no encontré a nadie. Sin embargo, el camarero de un bar de tapas al que fuimos una noche captó mi atención. No por su atractivo físico, pues era un tío de lo más normal, sino por su evidente pluma que me hacía creer que era gay y por ser un tipo simpático y gracioso, pues entraba al trapo con las bromas que una de mis amigas le hacía. No obstante, él no me lanzó ninguna señal de que yo le gustara o quisiese algo ni esa noche ni durante la comida del día siguiente. Esa tarde me quedé solo, y aunque en un principio pensé en irme a casa para buscar plan para esa noche, me acordé de una zona de cruising cercana a una playa, así que la excusa de un soleado día me sirvió para cogerme la toalla e irme hasta allí. Se trata de un pequeño bosque que linda con la arena, y que además está muy cerca de una zona nudista, por lo que es un espacio ideal para encuentros entre hombres. No era la primera vez que iba a esa playa, aunque nunca me atreví a adentrarme entre los árboles para ver qué se cocía o cómo iba la cosa. Sí que veía tíos acercarse desde allí, darse un baño en el mar y continuar andando por la arena hasta la zona más habitada donde hay un hotel y apartamentos.

Me tumbé indeciso y a la espera de que alguno se me acercara o me hiciera alguna señal. Ésta llegó al rato, pero era un señor demasiado mayor que no me interesó en ese momento. Se hizo un poco el remolón, y gracias a él descubrí que otro tío se había tumbado no muy lejos de mí, pues vi al viejo acercarse hasta él. Me pareció que él también le rechazó, así que el señor continuó andando. Me levanté para darme un baño, y el de la otra toalla se me acercó.

-¿Es normal que te entren así? -me preguntó-. Vaya descaro el viejo.

-Pues no lo sé, no vengo mucho por aquí.

-Pero esta es la zona de cruising, ¿no?

-Sí, así que supongo que es normal que te entren, ¿no crees?

-Ya, pero aquí en la playa…

-Por algún sitio hay que empezar, jeje.

-¿Has estado ya?

-¿Ahí en el bosque?

-Sí.

-No.

-¿Y vas a ir?

-No lo sé; no creo.

-¿Y eso?

-Me da un poco de reparo. Nunca he hecho cruising.

-¿Y qué haces aquí?

-Pues por si me decidía.

-Si quieres vamos juntos.

-Uhmmm, no sé.

-Digo para ver qué hay, no para liarnos.

-¿Crees que les gustarán los mirones?

-Habrá que mirar la mercancía antes de catarla, ¿no?

-Supongo.

-Por cierto, me llamo Pedro.

-Yo Ángel.

Nos dimos la mano, le ofrecí un cigarro y mientras fumábamos me contó sus experiencias en zonas como esa. El tío no se me insinuó, así que creí que no era su tipo, si bien me costaba creer que en zonas como esa hubiera hombres atractivos a tenor de los que vi salir y en base a que Pedro tampoco era lo que se dice un Adonis.

-¿Te he convencido? -insistió.

-Pero es que si nos ven llegar a los dos…

-Igual se piensan que queremos un trío. ¿Cómo andas tú de rabo?

Su pregunta tan directa me dejó algo descolocado.

-No me importaría que me follaras mientras se la como a otro. ¿Qué dices?

Desde luego Pedro tenía las cosas más claras que yo. Y eso que me quejaba de los calientapollas indecisos, y ahí estaba yo dudando si ir a una zona de cruising para follarme a un tío que ya estaba dispuesto a ello. Me pudo la curiosidad y accedí finalmente, no sin cierto reparo. Durante la caminata le ofrecí irnos a mi casa, pero a Pedro le daba morbo hacerlo en sitios como ese. Por mi parte, yo no estaba tan convencido. Un montón de condones tirados por el suelo anunciaron que ya estábamos en pleno escenario, pero aún no se veía a nadie. Sí que escuché algún gemido no muy lejano, y atisbé un par de coches donde supuse que habría tíos montándoselo. Llegamos a un pequeño claro donde por fin pudimos ver tíos, la mayoría de ellos apoyados en árboles quizá a la espera de que alguien más llegara. El primero me pareció bastante feo, así que no me detuve mucho en mirarle. Pedro sí que era algo más descarado y yo me limitaba a seguirle. Recorrimos ese espacio sin que se decidiera por ninguno, así que nos quedamos parados en uno de los árboles.

-Si quieres te la voy chupando -propuso.

-¿Aquí? Qué va tío.

-¿Por qué no?

-Porque no nos quitan ojo.

-Joder, me ha tocado el tímido.

-Te lo dije antes, así que… -le hablé un tanto borde.

-No te mosquees, hombre. Si es tu primera vez lo entiendo. Vamos a esperar un rato y ya vemos, ¿ok?

Su comentario no me hizo sentir cómodo, así que crucé los dedos para que no llegara nadie y todo aquello se acabara. Es cierto que podría haberme largado, pero no sé muy bien por qué opté por quedarme a pesar de todo. No sé cuánto tiempo pasó hasta que un tío se nos acercó.

-Hola, ¿qué buscáis?

-Un tercero -contestó Pedro.

-¿Activos?

-Él sí -me señaló.

-Bueno, yo tenía ganas de mamar hoy, pero si queréis nos podemos ir los tres.

Pedro nos dirigió hacia una zona más solitaria rodeada de árboles y arbustos.

-¿Quién me folla? -preguntó.

El nuevo, un hombre de unos cuarenta años algo corpulento y con mucho vello me miró.

-La verdad es que prefiero que me la chupes -admitió.

Así que la cosa estaba ya clara: yo me follaría a Pedro mientras él se la mamaba al otro. Éste se apoyó en un árbol y se bajó los pantalones sin llegar a quitárselos del todo. Pedro sí que se desnudó por completo, flexionando su cuerpo para acceder a la polla del oso dejando su culo expuesto para que yo le taladrara. Ver al maromo con el rabo casi tieso me excitó lo suficiente como para no tener que estimularme mucho antes de comenzar a penetrarle. Simplemente me aparté el bañador sin llegar a bajármelo temeroso de que alguien llegara. Con la polla ya fuera me acerqué al culo de Pedro y traté de metérsela. Él ya estaba totalmente entregado mamando el rabo del otro, una polla de un tamaño bastante normalito, al igual que la mía, así que supuse que Pedro no estaría tan satisfecho como esperaba. No se detuvo cuando yo ya la tenía dentro de su ojete, comenzando entonces las acometidas de una forma que me pareció un tanto artificial, pues no estoy acostumbrado a ser yo el que se folle a un tío. Claro que eso no evitaba que sintiera un intenso placer que me hacía vibrar, si bien estaba más pendiente de mirar a mi alrededor que de excitarme aún más al ver la mamada que él hacía.

El otro se había levantado la camiseta para pellizcarse los pezones al tiempo que sollozaba suavemente con los ojos cerrados como si nada más le importase. Estaba disfrutando de la mamada al igual que Pedro gozaba por chupársela y ser penetrado al mismo tiempo. Al cabo de un rato comenzó a pajearse, y hacía lo mismo con la del otro el tiempo que paraba de chupar para coger aire, gemir, o pedirme que siguiera dándole. Mi inexperiencia y falta de seguridad me llevó a pensar en la forma en la que acabaría todo, quién se correría primero, qué haría si era yo, si me quedaría allí esperando… Y esa situación llegó porque estaba a punto, y se lo hice saber a Pedro.

-Sigue, no te apartes -me pidió.

El otro abrió los ojos y me miró, y justo cuando estaba descargando mi leche él preguntó que dónde quería que se corriese.

-En mi cara -contestó-. No la saques todavía, tío -me imploró.

Quieto con mi polla ya flácida dentro de su culo escuché cómo el otro se estremecía al ir soltando trallazos sobre la cara de Pedro y éste avivaba el ritmo de su paja casi frenéticamente mientras pedía más hasta que el silencio que se acababa de recuperar fue roto de nuevo por el aviso de que se iba a correr. Tras ver sus últimas gotas caer en el suelo el oso se subió los pantalones y anunció que se marchaba.

-Buah tío, qué pasada -celebró.

Se vistió y me sugirió irnos a dar un baño a la playa. Hablamos un poco más sobre la situación y el sexo en general.

-¿Y estás aquí solo? -preguntó.

-Con amigos, pero cada uno tiene su casa.

-Mmmm, igual podríamos organizar algo. ¿Has hecho alguna vez una orgía?

-No, ni creo que pudiera.

-¿Por qué no?

Le volví a explicar lo mismo por segunda vez, pero él seguía creyendo que me convencería tarde o temprano. Nos intercambiamos los números de teléfono y nos despedimos sin quedar en nada en concreto. Aquella experiencia me sirvió para relajarme un poco, llegando a tener momentos en los que me sentía avergonzado al rememorar la escena del bosque recriminándome a mí mismo el haber llegado hasta ese punto. “Con lo fácil que es aquí en casa”, pensé. Pero debía de haber cierta hipocresía en mis pensamientos porque al recordarlo me excité, volviendo a adentrarme en el maravilloso mundo de las apps de contactos gais.

-¿Quieres ser mi putita esta noche? -me escribió el primero.

No le hice caso, aunque mi deseo de querer probar cosas nuevas me llevó a plantearme cómo sería eso de llevar un rol completamente sumiso. Es verdad que muchas veces me he dicho que no me iba que me trataran mal o de forma brusca y seca, pero mi estado de excitación casi perpetua me incitaba a querer experimentar, así que le escribí.

-No lo he hecho nunca.

Mi respuesta debió ahuyentarle porque no contestó, así que seguí buscando sin mucho éxito.

-¿Y te gustaría probar? -escribió horas más tarde.

-Dame detalles.

-Pues básicamente que hagas todo lo que te pida.

-¿Todo?

-A ver, tampoco cosas raras. Que me lamas un pezón, el sobaco, me la chupes…

-¿Pero me hablarías en femenino?

-Sí, que me pone muchísimo. ¿Te puedes vestir de mujer?

-Creo que tengo un vestido de una fiesta de disfraces.

-Puede valer.

-No sé tío, ya no son horas tampoco.

-Mañana por la tarde si quieres. Podemos pasar un buen rato. Piénsatelo.

Sí que me lo pensé, pero no llegué a decidirme. De hecho, tras hacerle otra visita a “Pollón23” la idea me pareció repulsiva, así que me dije a mí mismo que no. Claro que al recibir un mensaje de este hombre preguntándome las dudas volvieron y al final acepté. Le recibí en casa vestido de manera normal, lo cual le sorprendió y no le agradó.

-¿Qué haces así vestida? Vamos, ponte tu vestido.

El tío estaba ya completamente metido en el papel, y aunque nervioso, le seguí el juego. Me puse un vestido de lycra rosa que compré para una fiesta de cambio de sexo y volví al salón un poco avergonzado.

-Tráeme una cerveza -ordenó.

Una bebida demasiado sugerente como para no servirme yo otra. Verme llegar con las dos latas le causó gracia, no pudiendo evitar reírse y salirse un instante del papel.

-Joder tío, me lo vas a poner difícil -admitió.

-Ya te dije que era la primera vez.

-Lo sé, pero que te pongas tú una cerveza…

-Necesito alcohol -bromeé.

-Me pones mucho así vestido. ¿No llevarás calzoncillos, no?

-No.

-Menos mal, así me gusta. Ven, acércate.

Me acerqué hacia Pepe y me pidió que me sentara sobre él dando un par de palmadas sobre sus muslos. Me acurruqué junto a él y nos besamos. Sin que nuestros labios se separaran noté que metía la mano por debajo del vestido para acariciarme los muslos. Besar es algo que me calienta sobremanera, así que yo estaba ya bastante excitado y con la polla casi tiesa. Abandonó la entrepierna para meter ahora su mano por el escote. Me acarició suavemente el pecho y pellizcó los pezones. Desde luego aquel no me parecía el rol amo-esclavo que él había propuesto. Me pidió que me levantara y que me girara. Levantó el vestido y me agarró de las nalgas. Estremecí al sentir que me lamía el culo, separando bien los cachetes y sondeando la entrada de mi agujero con su lengua. No pude ni quise amortiguar los gemidos que aquello me provocaba, erizando cada pelo de mi piel mientras un escalofrío me recorría todo el cuerpo. Él dio un paso más y sin parar de lamerme el ojete metió una mano entre las piernas hasta acariciarme el paquete, deteniéndose en los huevos o agarrándome el cipote para masturbarlo con una suavidad casi tortuosa.

Pero era su lengua en mi culo lo más placentero, insaciable tras llevar ya varios minutos lamiéndolo o penetrándolo. Un gusto demasiado intenso como para no pensar en que no tardaría en correrme si seguía así. Todo indicaba que era esa su intención, pues él no se estimulaba de ninguna manera. De hecho, aún seguía vestido salvo la camiseta, que imagino que se quitó por el calor, más que por otro motivo. Suspiré con mayor gravedad anunciando que me iba a correr, así que se apartó, me giró de nuevo e hizo que descargara sobre su pecho. ¿El motivo? Una vez que me relajé me ordenó que lo lamiera.

-Vamos putita, ya has gozado lo suficiente. Ahora límpiame esto -señaló los restos de lefa entremezclados con su vello.

Obedecí y fui recogiendo con la lengua mi propia leche que me fui tragando siguiendo sus indicaciones hasta no dejar ni una sola gota. Pepe me agarró con un dedo el labio tratando de confirmar que ya no quedaba nada. Justo después me dio un lengüetazo con cierto desprecio.

-Ahora desnúdame a mí.

Me arrodillé para quitarle las zapatillas y los calcetines. Iba a hacer lo propio con el pantalón, pero me lo impidió poniéndome uno de sus pies sobre mi cara.

-Huele, zorra.

Aspiré y no me desagradó, aunque tampoco era un olor demasiado penetrante. Sin embargo, la idea de chupárselos no me atrajo en absoluto, y aunque traté de apartarme, volvió a restregármelo antes de pedirme que le quitara el pantalón. Llevaba unos bóxers blancos que ya dejaban ver cierta erección, aunque aún no tenía la polla dura. Esto lo noté porque cuando me dispuse a quitárselo el cabrón me presionó la cabeza apretujando mi cara sobre su paquete. Aquí sí que percibí un aroma más sugerente cuando aspiré guiado por sus órdenes. Movía mi cabeza para que le sacudiera tanto la polla como los huevos hasta que me dejaba casi sin respiración.

-¿La putita se ahoga? Apuesto a que estás impaciente por probarla, ¿a que sí?

Asentí con la cabeza mientras le miraba.

-¡Dímelo!

-Sí.

-Dime que quieres probar mi rabo.

-Quiero comerte el rabo.

-Lámelo.

Lo lengüetee por encima del trozo de tela notando cómo se iba endureciendo y cobraba un tamaño que me resultó de lo más apetecible. Recorrí con mi lengua la forma del cipote que él se recolocó hacia arriba para dejar asomarse el rosado capullo por la parte de la cintura. Al verle no pude evitar rozarlo con la lengua recibiendo el aroma que se intuía notando los matices del líquido preseminal que seguro ya había echado. Me metí el capullo en la boca jugueteando con lis labios y mi lengua acariciándolo con suavidad a la espera de nuevas órdenes. Al ver que estas no llegaban me fui ayudando de la barbilla para ir apartando el calzoncillo y acceder así a una parte de su tronco. Lo noté caliente al ir introduciéndolo en mi boca, aunque el elástico no me dejaba verlo en su totalidad.

-Mmmmm, quieres tragártelo entero, ¿verdad?

-Sí.

-Quítamelos con los dientes.

Me pareció muy difícil, porque cuando conseguía apartarlos de un lado y me iba al otro, aquél retomaba su posición. Un poco harto e impaciente decidí ayudarme de una mano, pero me la retiró, así que no me quedaba otra que ser capaz de hacerlo como él quería. Tras mucho esfuerzo, por fin su verga se liberó dando un respingo al salirse casi por completo de la tela. Tal como intuía, tenía un buen tamaño y un grosor considerable. Aún faltaban sus huevos, pero aquella estampa me hizo olvidarme de ellos y querer tragármela de una vez. Así lo hice provocándole algunos gemidos que yo creo él trataba de mitigar, pero mis movimientos decididos y los momentos en los que me la dejaba dentro de mi garganta debían de resultarle sumamente placenteros.

-La putita sabe chuparla muy bien.

Me detuve para contestarle algo, pero me interrumpió.

-No te he dicho que pares. ¡Vamos, sigue comiéndome la polla!

Continué mamando a mi manera sin necesidad de usar las manos, y tratando que no se me escapara incluso cuando quería detenerme en su capullo. Esto era fácil porque el elástico del calzoncillo aún le presionaba la base, así que aquel pollón no se movía salvo cuando mis labios lo cogían. Aunque tenía un buen pollón, la mamada en sí era normal, pero esa incertidumbre por saber qué iba a ordenarme me excitaba más de lo que hubiera imaginado, así que disfruté chupando a pesar de no tenerla entera y de lo incómodo de la postura.

-¡Trágate mis cojones!

Me deshice por fin de la molesta tela y descubrí sus velludos y gordos huevos que fui incapaz de meterme en la boca a la vez. Por ello los fui lamiendo e intercalando, aunque sí que me ponía los dos en la comisura de los labios recibiendo un cosquilleo por el grosor del vello y la suave piel que los cubría. Lo cierto es que me cansé pronto, pues no es algo que me guste especialmente, y más teniendo esa polla tiesa suplicando ser engullida de nuevo. Pero Pepe no estaba por la labor de cumplir mis expectativas, sino las suyas, así que se reposicionó como él quiso levantando ahora sus piernas dejando su ano expuesto con la intención que se lo lamiera.

-A ver si lo haces tan bien como yo.

Aparté sus robustas piernas para encontrarme con la entrada de un agujero rodeada de negro vello que apenas dejaba ver el rosado del anillo. Lo lamí y me supo más a sudor que a cualquier otra cosa, lo cual agradecí. Ahora sí que exhaló un gemido que me pareció hasta exagerado, consciente de que el trance era de lo más placentero, sobre todo cuando exploraba con mi lengua y se la introducía hasta donde daba de sí. Le estiraba las nalgas para un mejor acceso y le chupaba toda la entrada de su ojete con rudeza a veces, y otras deteniéndome con mayor parsimonia. Pepe seguía gimiendo parando sólo para ordenarme que continuara y me decía algunas guarradas de las suyas hasta que dio órdenes de nuevo.

-Cómeme el rabo otra vez. Y déjalo bien ensalivadito.

Su propuesta indicaba que la hora de follarme había llegado, pero que necesitaba un último toque que endureciera su polla y la lubricara hasta dejarla lista. Yo seguía con mi vestido rosa, y sin quitármelo me senté sobre él clavándome despacio su polla hasta tenerla ya preparada para penetrarme.

-Voy a reventarte ese culo de putita que tienes.

-Sí, fóllame.

-Pídemelo otra vez.

-¡Fóllame!

De un golpe terminó de meterla provocándome un escalofrío mitad placer mitad dolor por la brusquedad de su embestida. Pero él me beso para acallarme sin apartar sus ojos lascivos que se clavaban en los míos al igual que lo hacía su polla en mi culo.

-¿Te gusta que te folle?

-Sí, dame más.

-¿Así? ¿Eh? ¿Te gusta que te rompa el ojete?

-Sí, rómpeme el culo, cabrón.

-¿Cabrón? Vas a saber lo que es ser un cabrón.

Y maldije haber hecho ese comentario porque aceleró el ritmo de tal manera que sus embestidas se volvieron rudas y violentas, levantando su pelvis mientras empujaba mi cuerpo hacia abajo para hacerlo aún más fuerza. Amortiguó mis sollozos besándome o restregando sus labios contra los míos mientras esbozaba una maliciosa sonrisa sin parar de follarme con aspereza, metiéndola entera dentro de mí, haciéndome estremecer ya no sé si de placer o de cierta molestia que su tamaño y la violencia de sus acometidas propiciaban. Cuando relajaba el ritmo me metía una de sus manos por el escote o por la falda para sobarme el paquete mientras hacía que le chupara un dedo de la otra sin parar de mirarme con unos ojos llenos de lujuria como jamás había visto. Fue por todo ello que no quiso moverse, yo creo que por la excitación de verme así vestido o mirarme fijamente.

-¿Te vas a tragar mi corrida, putita?

No me dio tiempo a contestar.

-Me voy a correr en tu cara de zorra y te vas a comer hasta la última gota.

-Mmm, sí, córrete en mí.

-Pues apártate que estoy a punto.

Se levantó por primera vez quedándome yo sentado en el sofá y comenzó a estrujársela. Quise acercarme a lamerle el capullo mientras se pajeaba, pero me apartó.

-No seas impaciente, que va a ser toda para ti.

Y en ese momento un agudo chillido anunció que se corría, sintiendo al instante sus chorros de espesa y caliente leche estamparse sobre mis labios y mis mejillas sin dejar de mirar cómo su cara lasciva se contraía y se volvía casi patética en ese punto álgido, si bien pronto se fijó en mi de nuevo para mandarme lo que ya me había advertido. Saqué la lengua y arrastré los restos que quedaron en mis labios, y para mi sorpresa Pepe se agachó para besarme, llevándose a su boca su propia leche. Con mis dedos me acerqué el resto, manteniéndolo ahora en la boca en vez de tragármelo para compartirlo con él. Me sonrió como agradeciéndome el gesto y lo repetimos de esa manera hasta que no quedó ni rastro de su semen.

Su sabor se entremezcló poco después con el de la cerveza que volví a llevar al salón, quedándonos ambos algo relajados, aunque yo aún notaba mi erección, evidente por debajo del vestido de lycra. Volvió a sonreírme al verlo, relamiéndose y tramando lo que vendría después. Fue una tarde larga, pero intensa, tal como lo han sido mis vacaciones de septiembre que han dado mucho más de sí.