Unas Jornadas en el Campo 2
De como mi madre conoció al hombre que cambió su vida. 2 de 2 Fin
Unas jornadas en el campo
II
A la mañana siguiente nos levantamos todos muy tarde, a eso de las doce o así. La verdad es que todos teníamos un poco de resaca, pero el que se llevaba la palma era mi padre, que no se levantó de la cama hasta que lo llamaron para comer. Curiosamente era el Sr. Thompson el que menos afectado parecía.
Nos fuimos todos a la piscina y nos dimos un largo y refrescante baño. Ya aliviados del calor nos dirigimos a la cocina donde hicimos una comida ligera. Mi tío Paco le pidió a mi padre que le acompañara al pueblo, pues tenía que gestionar una cuadrilla de hombres para que al día siguiente, lunes, hicieran unos trabajos agrícolas. Mi padre no parecía muy animado a acompañarle, pero ante la insistencia de Paco accedió a acompañarle. Rosa también dijo de ir pues quería hacer unas compras. Nosotros alegamos cansancio para no ir. De todas formas, según mi tío tardarían poco, así que a mi padre no le importó que nos quedásemos.
Cuando mi tío Paco, Rosa y mi padre ya se habían marchado, mi madre se dirigió a la cocina, seguramente con la intención de ordenar los cacharros que la otra mujer había dejado fregados. Hacía mucho calor, y la tarde no estaba para dar paseos, así que yo me acomodé en el sofá del gran salón y me dispuse a ver la tele. Al cabo de un momento entró el Sr. Thompson y dirigió la mirada a donde yo estaba.
- ¡Hola! ¿Qué haces?, ¿Estás viendo algo? - Me dijo con su marcado acento extranjero.
- Si, acaba de empezar una película y me apetece verla. Dije yo.
- No veo a tu madre. ¿Está por hay?
El tono de la pregunta, algo ansiosa, me sorprendió y le miré con descaro, como queriendo adivinar su intención, aunque su cara era suficientemente expresiva. En su boca se dibujaba una leve sonrisa que me pareció algo maliciosa. Esta sensación me inquietó un poco.
- Si, creo que está en la cocina. - Le contesté
- Bien. Disfruta de la película. - Me dijo al tiempo que comenzó a dirigirse ese lugar.
Presentí que algo iba a ocurrir, así que no le perdí de vista, y cuando se adentró en el corto pasillo que da acceso a la amplia cocina y a una gran despensa que hay frente a ella, me levanté y sigilosamente me acerqué con la intención de ver lo que pasaba allí dentro. Por suerte, la puerta de la cocina era del tipo salón de películas de vaqueros, así que solo tuve que asomarme cuidadosamente y contemplar la escena.
Mi madre se encontraba de espaldas a la entrada, frente al fregadero, recogiendo platos seguramente, y pude ver como él se le acercaba por detrás y posaba sus manos sobre su cintura. Ella se sorprendió un poco, e intentó girarse para ver de quien se trataba, pero el hombre se lo impidió.
- ¡Mmmm! ¡Que bien hueles, Inés! - Oí que le dijo con su marcado acento, mientras metía su cara entre su mata de pelo castaño oscuro.
- ¿Qué haces? - Contestó ella en un tono comedido, pero manifiestamente algo nerviosa.
- Tranquila. No haré nada que no te guste... o te moleste. - Dijo él en tono tranquilizador, y algo irónico.
Mi madre se quedó quieta y continuó dándole la espalda a él, que se encontraba físicamente pegado a su trasero.
- Mi hijo debe estar por ahí y podría entrar en cualquier momento. - Le recriminó.
- No te preocupes. Si no es tan celoso como su padre, no creo que le importe mucho lo que hagamos. Dijo él, con la clara intención de ir directamente al grano. Y volviendo a meter su cara entre el pelo junto al oído le dijo.
- Ayer vi lo que hicisteis junto al río.
Mi madre no dijo nada. Supongo que a ella le pasó lo que a mi, que el corazón se me puso a mil por hora. Solo la vi ladear la cabeza hacia el lado izquierdo al tiempo que la giraba como queriendo mirarle. De esta forma su hermoso cuello quedaba a merced de aquel hombre, que comenzó a besarle suave y delicadamente.
- No se lo que verías, pero no es lo que crees. - Dijo ella en un vano intento de desmentir la evidencia.
Él seguía besando su cuello, y cuando oyó esto lo lamió con la lengua de abajo arriba.
- Buen intento, Inés, pero lo vi todo. No se que haría tu marido si por la indiscreción de alguien se enterara que estás liada con tu hijo. - Dijo, al tiempo que continuó lamiendo, esta vez el lóbulo de su oreja derecha.
Vi como, al oír esto, mi madre cerraba los ojos y entre abría los labios.
- Me mataría. - respondió ella. - Pero no hace falta que utilices ninguna amenaza. Eres un hombre muy apuesto, y muy guapo. Estoy segura que no te cuesta ningún esfuerzo conseguir lo que quieres. Susurró ella.
En ese momento noté que mi madre hacía un gesto con su cadera, echando hacia atrás ligeramente su redondo y bien torneado culo. Él también se apretó ligeramente contra ella. Seguro que mi madre pudo notar la dureza del miembro, aprisionado por el pantalón, de aquel hombre justo en la raja del culo.
Llegados a este punto, él desplazó sus manos hacia arriba hasta agarrar sus hermosas tetas que, conociendo a mi madre, seguro que debía tener los pezones duros como canicas. El hombre, con las tetas de mi madre entre sus manos, las apretó contra su pecho masajeándolas fuertemente, al tiempo que los movimientos sensuales de las caderas de ambos se hicieron más evidentes. Mi madre se contorneaba suavemente entre los brazos de aquel hombre, y pude oír ligeros suspiros de excitación. Él seguía chupando y lamiendo el cuello y la oreja de ella, propinándole, de cuando en cuando, ligeros mordiscos en el lóbulo.
En esa actitud permanecieron algún tiempo, hasta que mi madre pudo romper la resistencia que él ejercía y se dio la vuelta. En ese momento ella buscó desesperadamente la boca del Sr. Thompson y, abriendo su boca dejó que él metiera su lengua lo más que pudo. Él la tenía abrazada apretándola contra si, mientras ella, con su brazo izquierdo sobre su hombro derecho, y su mano derecha apoyada en la nuca de él, ayudaba a que aquel beso fuera mucho más intenso.
Solo de pensar en la lucha titanica que mantenían ambas lenguas dentro sus bocas, hizo que mi polla estuviera ya a punto de reventar. Pero me encontraba paralizado viendo aquello. No quise ni tocarme pues sabía que en cualquier momento me derramaría al menor roce, y quería, a toda costa, seguir disfrutando de aquella situación.
- Paco tenía razón cuando me dijo que eres muy puta. Le dijo John cuando se separaron un momento para tomar aire.
- Ya. Ahora comprendo. Así que Paco y tú habéis organizado este encuentro, no. - dijo mi madre. - Dime, ¿porqué habéis querido que viniera con mi marido y los niños? - Preguntó ella. Aún permanecían abrazados.
- Por morbo, nena. El hecho de que tu marido y tus hijos estén cerca es una manera de ponerte a prueba.
- ¿De ponerme a prueba? - Preguntó ella intrigada.
- Si. Para mi es muy importante conocer tu actitud ante una situación así, pocas mujeres soportan la tensión . - Dijo.
- Pero ¿por qué tanto interés? - Mi madre estaba cada vez más intrigada.
- Eso es una sorpresa, cariño. A su debido tiempo lo sabrás. Según me ha dicho Paco tienes muy buenas actitudes para dedicarte a algunos trabajos que, por lo que veo te pueden aportar mucho placer y satisfacción. El hecho de haberte visto follando con tu propio hijo me ha despejado las pocas dudas que podía tener. - Esta declaración la dejó sin saber que decir.
Permanecieron unos segundos callados. Ella sorprendida. El sonriendo enigmáticamente.
De pronto me sobre salté cuando vi que mi madre le apartó, ejerciendo algo de fuerza con sus manos sobre el pecho de él.
- Espera Ve a tu habitación. En seguida iré yo. - Le dijo ella mirándole a los ojos.
Él le devolvió la mirada con ojos lujuriosos. Su sonrisa se amplió. Dio media vuelta y se dispuso a salir.
Casi no tuve tiempo de reaccionar. Salí lo más rápido que pude hasta el sofá y me lancé sobre él precipitadamente. No quise estropear este encuentro siendo sorprendido espiando.
Intenté simular una pose relajada y esperé a que saliera. Apareció en seguida y se dirigió a donde yo estaba.
- Que, ¿está bien la película? - Me dijo poniéndose delante de mi.
- ¡Ehh..! Sí, sí está bien, muy, muy bien. - Contesté yo con la voz algo entrecortada.
El bulto que se adivinaba bajo el pantalón no dejaba la menor duda de que estaba muy excitado.
- Me alegro. Dijo él volviendo a sonreír de esa forma extraña y enigmática. - ¡Ha, por cierto, voy a mi habitación a... descansar - hizo énfasis en la palabra. - ¿puedo pedirte un favor?
- Si, dime.
- Me gustaría que me avisaras si por casualidad vinieran tu padre y tu tío. Estate muy atento, vale, no quiero sorpresas desagradables, ok.
- Si, si, claro, a, avisaré con tiempo. - Casi me traiciona el subconsciente.
Volvió a exhibir esa sonrisa que empezaba a ponerme nervioso. Dio media vuelta y caminó por otro pasillo, este más largo, con paso firme y decidido. Mi corazón latía muy a prisa. Algo había en aquel hombre que me inquietaba. Seguí sentado en el sofá, pendiente con el rabillo del ojo a que saliera mi madre.
Al cabo de unos instantes salió. Me giré para mirarla. Ella me miró y en su cara se reflejaba la sofocante excitación que la embargaba. Me dio la impresión de que estaba como hechizada, con los ojos abiertos de una forma que yo nunca había visto. Me sonrió con esa sonrisa tan hermosa que tiene. Guiñó un ojo e izo un sutil gesto con la cabeza que yo interpreté como una invitación a que la siguiera. Seguidamente se dirigió, con paso firme y con ese movimiento de caderas que a mi tanto me enloquece, por el pasillo. Cuando estuvo frente a la puerta de la habitación se detuvo, cogió el picaporte con la mano, miró hacia donde yo estaba y dedicándome una picara sonrisa abrió la puerta y entró.
Durante unos segundos permanecí como clavado al sofá, pero me recompuse y apresuradamente me dirigí hasta el lugar por donde ambos habían desaparecido. La puerta estaba cerrada. Me puse aún más nervioso, no podía creer que fuera a perderme lo que allí iba a pasar. Cerré los ojos, respiré hondo y pensé -la ventana de esta habitación da a un lateral, con suerte podré mirar desde allí-.
Corrí desesperado por la casa, que se me antojó más grande de lo que ya era, salí precipitadamente por la puerta y me dirigí al lateral. Encontré la ventana. Estaba como a metro y medio de altura. Con desesperación busque algo con lo que poder llegar hasta ella con facilidad, y encontré unos cajones de los que se usan para transportar productos del campo, los apilé y me subí.
Como era verano la ventana estaba abierta, pero ya habían bajado la persiana dejando una rendija más que suficiente para permitir la ventilación. Supongo que el hecho de bajar la persiana era para dejar un ambiente de luz natural tenue que diera algo más de romanticismo e intimidad a la situación. No obstante no tuve ningún problema para poder ver lo que allí acontecía pues había luz suficiente.
Cuando mis pupilas se acomodaron a la tenue luz del interior pude verles nuevamente abrazados. Seguían con lo que habían dejado en la cocina. Sus bocas volvían a estar juntas, intercambiando saliva con sus lenguas. Esta vez sus manos eran más activas. Él agarraba sus nalgas apretándoselas con fuerza hasta el punto de levantar ligeramente su vestido dejando al descubierto algo más de la mitad de sus muslos. Ella, con sus manos tras la nuca de él, se la notaba más activa en el beso, se la veía más ansiosa.
Al separar sus bocas, él continuó besando su mejilla dirigiéndose con ternura a su cuello y a su oreja. El Sr. Thomson debió decirle algo al oído, pues en seguida se separaron lentamente. El hombre se sentó en la cama, mientras mi madre ligeramente apartada de él, comenzó a ejecutar una especie de danza del vientre, contorneándose al tiempo que con sus manos acariciaba su cuerpo por encima del vestido. Primero sus caderas, donde crispó los dedos de las manos arrugando la prenda y elevándola hasta dejar al descubierto casi la totalidad de los muslos, para luego seguir por su vientre hasta subir a la altura de sus voluptuosos pechos. Se los acarició ostentosamente sobre el vestido mientras seguía contorneando su cuerpo como si de una serpiente se tratara.
Tengo que reconocer que jamás había visto a mi madre en semejante actitud. Nunca pude suponer que tuviese ese talento natural para ejecutar esos movimientos tan sensuales, supongo que será algo innato, ya que me consta que no lo ha aprendido en ningún sitio. Creo que de haber tenido más experiencia me habría dado cuenta de ello analizando sus movimientos cuando follamos. Pero, en fin, me sorprendió gratamente.
En un momento dado retiró los tirantes que sujetaban el fino vestido y este cayó al suelo a sus pies, quedándose tan solo con el sujetador y unas braguitas tipo tanga. Ambas prendas eran de color blanco. Apartó el vestido con la punta de su zapado de tacón de unos siete centímetros y continuó acariciando su piel insinuantemente.
Su cara era puro reflejo del vicio que inundaba todo su ser. Poseída por la lujuria, se acercó a él lentamente al tiempo que desabrochaba el sujetador, y cuando estuvo a su altura lo dejó caer al suelo. Cogió sus tetas por debajo, las alzó y se las ofreció John que había contemplado la escena con muchísima atención y divertimento.
Mi madre colocó unos de sus pezones a la altura de los labios de él, quien sacando la punta de la lengua comenzó a lamerlo, mientras la otra teta la elevó hasta colocarla al alcance de su lengua y comenzó a lamerse el pezón ella misma.
Él la abrazó por las caderas apretándola contra sí, momento en que mi madre dejó sus dos tetas a merced de la boca de John, que comenzó a jugar con ambas chupándolas y lamiéndolas como si de bolas de caramelo se trataran. Mi madre suspiraba de placer. Pude percibir que estaba disfrutando. En su cara se dibujaba una ligera sonrisa mientras miraba como aquel hombre saboreaba sus tetas.
Cuando mi madre creyó que ya era suficiente, apoyó sus manos sobre los hombros de él y lo empujó suavemente hasta que se quedó reclinado sin llegar a tumbarse, apoyándose en los codos. Entonces mi madre se arrodilló ante él y con una tranquilidad pasmosa fue desabrochando el cinturón y el botón del pantalón. Luego tiró de él hacia abajo y liberó, en parte, lo que ella estaba anhelando desde hacía ya algún tiempo.
Pero la polla del Sr. Thomson seguía prisionera del calzoncillo, así que mi madre no se anduvo por las ramas y la liberó dando un tirón hacia abajo de la prenda intima. Aquel majestuoso órgano reproductor se mostró ante mi madre poderoso y arrogante. Doy fe de que aquella polla era muy superior a la media, tanto en longitud como en grosor, y esto no pasó inadvertido a mi madre que se tomó su tiempo en la contemplación de semejante atributo. El Sr. Thomson contemplaba divertido la cara de mi madre que, pese a estar acostumbrada, se vio sorprendida por aquel pedazo de carne, dura, caliente y palpitante, que superaba todas sus expectativas.
Ella lo tomo en sus manos y comenzó a acariciarlo suave y lentamente, como solo una madre sabe acariciar algo delicado y hermoso. Esto proporcionó al Sr. Thomson mucho placer. No hubo ningún rincón de su anatomía genital que no hubiese sido objeto de las tiernas caricias de mi madre.
Luego, acercando su cara, mi madre comenzó a besar suavemente aquella polla que se le ofrecía, pasando rápidamente a lamerla en toda su longitud, incluyendo también sus gordos y colgantes huevos, para finalizar aplicándose a mamársela con la maestría que solo una puta como ella sabe hacerlo. No hace falta decir que pese intentarlo en varias ocasiones, no fue capaz de meter en su boca más de dos o tres centímetros por debajo del gordo capullo.
Desde la posición que yo estaba veía, ligeramente de lado, a mi madre arrodillada ante aquel enigmático hombre, chupándole ansiosa y glotonamente la polla. Ella tenía las piernas ligeramente separadas y me pareció intuir como algo liquido brillaba chorreando por la cara interna de sus muslos. Era evidente que mi madre estaba muy, pero que muy cachonda. Su divino coño rezumaba su jugo como si de un pequeño manantial se tratara.
Aquella situación duró hasta que él decidió pasar a la acción. Se incorporó lentamente. Aún tuvo que apartarla de su polla ya que la tenía dentro de su boca y la succionaba como se esta fuera una ventosa. Ella se puso de pie algo contrariada, pero cuando él comenzó a quitarle la bragita volvió a animarse.
Una vez desnudos los dos, mi madre se tumbó sobre la cama y abrió sus piernas todo lo que pudo ayudándose con los brazos. Entonces fue él quien metió sus cabeza entre medias de sus piernas. Alcanzó lo que buscaba y comenzó a frotar su cara por la raja del coño de mi madre impregnado su rostro con los fluidos vaginales de ella, llegando, incluso, a jugar con su nariz sobre su clítoris. Ella, que estaba muy excitada comenzó a gemir de placer y a retorcerse de gusto al tiempo que cruzaba sus piernas sobre la espalda de John. Este, debió aplicarse a conciencia a chuparle el clítoris porque de pronto mi madre comenzó a gritar mientras se estremecía y se agitaba entre convulsiones. Creo que obtuvo varios orgasmos encadenados. Estaba fuera de sí.
De pronto ella le cogió por los pelos y lo arrancó de su entrepierna.
-¡ Follameee, hijo de puta. Follame yaaaa!
Él se incorporó y se echó sobre ella, que permanecía con las piernas en alto y bien abiertas y poniendo sus labios junto a su oído le dijo jadeante.
- ¡He venido a por ti, Inés! Quiero ser tu dueño. Quiero que seas para mi, zorra.
- ¡Si mi amor, si. Seré para ti. Ya soy tuya. Haz con migo lo que quieras, pero ahora follame, follame por lo que más quieras, cabrón.
Sin esfuerzo ni ayuda ninguna su polla se fue introduciendo en el coño de mi madre, que debió sentir como se le habrían las carnes hasta que, con un ligero alarido desveló que había tocado fondo. Por muy poco no se la metió entera.
John comenzó a bombear su embolo con suavidad al principio, sus caras juntaban las mejillas y él le sujetaba la cabeza. Mi madre tenía los ojos cerrados y la boca abierta. Ambos estaban sudando, pues sus cuerpos brillaban pese a la tenue luz de la habitación.
Poco a copo él fue aumentando la intensidad de bombeo y mi madre comenzó a jadear y a gemir al ritmo del empuje. Durante un ratito mantuvo la cadencia, hasta que el ritmo fue intensificándose. John comenzó a golpear con fuerza apretando los gluteos. Los gemidos de mi madre se convirtieron en gritos justo en el momento en que volvió ser presa de intensos orgasmos encadenados.
En mi opinión, estos gritos eran el resultado del dolor causado por las fuertes penetraciones que le hacía aquel hombre con su descomunal polla, mezclado, estoy seguro, con el intenso placer que le proporcionaba saberse poseída por un hombre potente y fogoso, porque mi madre no suele gritar de esa manera tan desangelada.
Cuando mi madre, con las piernas en alto, comenzó a patalear y a retorcerse, él se detuvo y se hizo a un lado. Vi a mi madre temblorosa, estremecida. Su mandíbula inferior tiritaba ligeramente como de frió, y hasta que su jadeo no fue disminuyendo no percibí que dejara de agitarse convulsivamente. Mientras tanto él esperaba pacientemente a que ella se recuperara.
De pronto me acordé que el Sr. Thomson me había encargado que estuviera de vigilante, así que me bajé de mi atalaya y corrí hasta la esquina desde donde podía ver a lo lejos un largo tramo del camino de acceso a la casa. Me alegré cuando comprobé que todo estaba tranquilo.
Contemplando aquellas escenas el tiempo se detenía en mi mente.
Volví corriendo y ocupé mi lugar privilegiado.
Cuando me asomé vi que era el Sr. Thomson el que estaba tumbado boca arriba, y ella subida a horcajadas sobre él tenía ya la polla dentro de su coño. Vi a mi madre como la mujer más hermosa del mundo, como una reina subida en su trono. Tenía las manos sobre su nuca, aventando su pelo por el calor, con lo que, proyectando sus tetas hacia delante, eran acariciadas por el hombre.
Movía su cintura lentamente, con un movimiento circular que solo ese tipo de mujeres saben hacer. Creo que, controlando la presión, se deleitaba sintiendo aquella magnifica polla metida en lo más hondo de sus entrañas, llenando su ser de puro placer.
Aquel tipo soltó sus tetas y la cogió por la cintura. Entonces, casi sin avisar, comenzó a bombear fuertemente hasta que ella cayó sobre su pecho gritando nuevamente. Mi madre apoyó sus manos sobre la almohada. Era tal la intensidad con que aquel hombre la follaba que comenzó sollozar. Gritaba y lloraba al mismo tiempo cuando otra descarga de orgasmos encadenados la embargó de nuevo, volviendo a temblar y a convulsionarse de manera indescriptible. Estaba descompuesta. Por su cara le chorreaba el rimel de su maquillaje a causa de las lagrimas.
- ¡Para...! ¡Paraaaaa ya! ¡Me estás rompiendo el coño, hijo de puta . - Gritó mi madre desesperada.
Entonces él se detuvo en seco dejándola temblando nuevamente, y le ordenó de forma imperativa.
- Espera perra, voy a metertela en ese culo de zorra que tienes.
Mi madre pareció asustarse al oír esas palabras que, debido al acento, sonaron a castigo.
- No, no por favor, por el culo no. Me duele todo, por favor no. Te lo suplico, por favor, por favor no. - Imploró mi madre entre sollozos.
Para que mi madre suplicara de esa forma debía estar suficientemente colmada en todos los sentidos, de lo contrario ella nunca se habría negado a ser sodomizada. Pero realmente aquel hombre la estaba follando como jamás nadie se lo había hecho nunca. Creo que mi madre tocó techo en aquella ocasión.
Él también estaba jadeante.
- Tranquila, tranquila cariño. No te preocupes, no lo haré, relajate, relajate amor. - La tranquilizó él, también sofocado mientras acariciaba su cara llorosa.
- Gracias mi amor, pero no puedo más. Estoy desecha. - Dijo mi madre agradecida por no tener que sufrir, al menos en esa ocasión, una salvaje enculada con aquel miembro.
Pero ella fue consciente que él aun no se había corrido. Y como mujer, lo sintió en su alma como un fracaso. Su mayor anhelo no es otro que disfrutar haciendo disfrutar a los hombre.
- ¡Oh, cariño, tu aún no te has corrido mi amor. Espera cielo, echame tu leche en la boca, dame tu crema, la necesito!.
Mi madre se aplicó con ahínco a mamar aquella polla, agradecida del placer que le había dado. La estuvo chupando incansablemente durante un buen rato, pero el Sr. Thomson parecía no tener fin.
Hasta que con mucho empeño, mi madre consiguió que se corriera. Incluso para eso era extraordinario aquel hombre. Cuando eyaculó lo hizo con tremenda fuerza y abundante semen. Mi madre tragó de golpe cuanto pudo, y lo que no lo lamió como una perra hambrienta.
En la contemplación de esta escena me encontraba cuando me pareció oír a lo lejos el motor de un coche. De la sorpresa casi me caigo de los cajones. Salté como pude y corrí hasta la fachada principal y vi, a lo lejos, el polvo que levantaba el vehículo que se acercaba por el camino.
Entré corriendo en la casa y me dirigí lo más rápido que pude hasta la puerta de la habitación. Golpee insistentemente con los nudillos.
- Sr. Thomson, Sr. Thomson, creo que se acercan por el camino. Me oye, se acercan por el camino.
- Esta bien, Andresín, sal y esperalos. Si te preguntan di que estoy haciendo la siesta. - Oí que me decía desde el interior.
- Si, señor, voy, voy a esperarlos a la puerta. - Contesté yo manifiestamente nervioso.
Llegué a la puerta y vi que ya estaban llegando. Me quedé allí, esperándoles. De pronto vi a mi madre corriendo desnuda por la casa, dirigiéndose apresuradamente al piso superior. No me hizo ni caso. Supuse que se iría a darse un baño pues era en se piso donde estaban las duchas de nuestras habitaciones.
Aparcaron el coche y salieron los tres. Traían algunas bolsas.
- Hola Andresín, ¿y tu madre, donde está? - Me preguntó mi padre.
- He..., hemos estado paseando y acabamos de llegar. Ha subido a darse un baño. - Le dije.
- Bien porque hemos comprado algo para cenar temprano. Debemos marchemos pronto para llegar aún de día, si es posible. ¿También te tienes que duchar tú?
- Ummm, no, creo que no, ya lo haré cuando lleguemos a casa. Tan solo subiré a lavarme un poco.
- Vale. Dile a tu madre que no tarde.
- Si, lo haré.
Cuando me disponía a subir al piso superior mi tío Paco me llamó.
- Andresín, ¿y el sr. Thomson?
- Creo que se retiró a su habitación a echar una siesta, tío. No tardará mucho, imagino. - Contesté.
- Bueno, ya esta bien... de siesta. Iré a llamarlo. - Dijo con cierto rintintin.
Mi padre y la mujer de mi tío habían ido a la cocina a dejar las bolsas, así que pude ver como mi tío Paco entraba en la habitación del Sr. Thomson sin llamar. Imaginé de lo hablarían.
Subí al piso superior y me dirigí hasta los baños. Llamé ligeramente a la puerta pero como esta estaba entre abierta la empujé y entré. Mi madre ya había salido de la ducha y tenía una toalla grande liada al cuerpo. Se estaba secando el pelo. Sin tan siquiera dedicarme una mirada dijo.
- Hola, cariño. Ya han llegado ¿no?. - Me preguntó seria.
- Si mamá, ya están hay. -Contesté.
- Y que han dicho. - Se interesó ella.
- Han traído algo para cenar. Papá quiere que salgamos temprano para llegar aún de día.
- ¿Ha preguntado por mí?
- Sí. Pero le he dicho que habíamos ido a caminar y habías subido a darte una ducha. Me ha dicho que te diga que te des prisa.
- Ya. Bien cariño. Ahora bajaré. - Y continuó secándose el pelo.
- Ha..., mamá, he visto que el tío Paco se ha metido en la habitación del Sr. Thomson. Creí que te gustaría saberlo.
Ella no dijo nada, sonrió y siguió secándose el pelo. Estaba muy hermosa, pero su cara aún mostraba un intenso color rojo en sus mejillas que delataban la excitación y el sofoco padecido por la experiencia vivida.
Cuando bajé ya estaban todos en el salón, junto a la mesa. La mujer de mi tío Paco estaba poniendo unos platos con la cena y cuando terminó se dispusieron a sentarse. Mi tío Paco y el Sr. Thomson se pusieron juntos. A la derecha del tío Paco se sentó su mujer y a su lado mi padre, yo me coloqué junto a él y a mi derecha quedaba la silla de mi madre.
Cuando todos estuvimos sentados mi padre me preguntó.
- ¿Y tu madre? Baja ya o ¿qué?
No me dio tiempo a contestar.
- Aquí estoy. Disculpad mi tardanza. - Mi madre apareció radiante, como una diosa.- Bueno que tal por el pueblo? - Dijo mientras se sentaba.
- Bien. Este Paco es un liante. Ya nos veníamos y se ha empeñado en entrar en un bar a tomar algo, y claro, allí se ha topado con un conocido y se han puesto a tratar de sus cosas. - Contestó mi padre fingiendo estar molesto.
Mientras tanto los demás nos íbamos sirviendo la cena.
- Por ciento Inés, estás muy colorada. ¿Habéis andado mucho? - Observó mi padre.
- Si, pero es que también ha hecho mucho calor. - Dijo mi madre.
- ¿Mas que ayer, o qué? .
- ¡Uf, bastante más que ayer. Ya lo creo! No tiene ni punto de comparación. - Dijo mi madre sonriendo y mirando de reojos al Sr. Thomson.
Al mismo tiempo que decía esto, mi madre me acarició el pelo con mucha ternura. Sentí un escalofrío que recorrió mi espalda, y un sofoco de calor invadió mis mejillas hasta el punto que tuve que bajar la cabeza ruborizado.
Todos rieron, supongo que cada cual tuvo sus motivos para hacerlo. Desde luego, los del Sr. Thomson y mi tío eran por algo más concreto.
Cenamos rápido, y se hicieron algunos comentarios intrascendentes. El Sr. Thomson puso especial énfasis en que volviéramos a repetir la visita, ofrecimiento que también hizo mi tío. Mi padre intentó justificarse alegando que el trabajo lo tenía muy ocupado pero que haría lo que pudiera. El muy ingenuo no podía ni imaginar que mi madre visitaba aquella casa con más asiduidad de lo que él pudiera creer, y por supuesto con otros motivos.
Tras ayudar a recoger la mesa, metimos nuestras maletas en el maletero del coche he iniciamos el ritual de la despedida. Nos besamos como la costumbre manda en estos casos, y, aprovechando el ajetreo pude ver como el Sr. Thomson y mi madre se besaban casi en la comisura de los labios al tiempo que él le daba una suave y discreta palmadita en el culo, mi madre le correspondió con una sonrisa muy picara y maliciosa acompañada con un guiño.
Nos montamos en el coche y nos dirigimos al pueble a recoger a mis hermanos, tras lo cual hicimos la hora y media larga de viaje hasta la ciudad donde vivíamos. Comentamos lo cómodos que habíamos estado en esa casa y lo bien que lo habíamos pasado todo le fin de semana y etc. Cuando llegamos a casa, nos acomodamos, bañaron a los niños y los acostaron. Yo me quedé para el final.
Las imágenes de aquella follada tan brutal que aquel hombre le había dado a mi madre, permanecía en mi retina como fotos fijas. Los huevos me dolían. Ver aquello me había dejado tan impactado que ni tan siquiera pude masturbarme allí. Me metí en la ducha y tras rociarme abundantemente con agua fresca, me relajé lo suficiente como para, ahora sí, hacerme una formidable paja pensando y oyendo los gritos de mi madre que aún tenía frescos en mi mente. Después me acosté y dormí profundamente.
Cuando me desperté al día siguiente ya era tarde, mi padre hacía rato que se había ido a trabajar y me llamó la atención no oír a mi madre por la casa. Me levanté y la busqué. Me sorprendió ver que aún estaba en la cama.
- Mamá, ¿te encuentras bien? - Pregunté
- Si cariño, estoy bien, no te preocupes. - Dijo ella.
- Entonces, ¿que haces aún en la cama?, es tarde ya.
- Solo es que me ha bajado la regla, y en esta ocasión me están doliendo ovarios más de lo normal, no te preocupes, esto le pasa a muchas mujeres. - Me dijo intentando tranquilizarme.
- Si, lo se. Pero nunca, que yo recuerde, has tenido que meterte en cama. ¿Quieres que te acompañe al médico?
- No, no hijo. No te preocupes, de verdad. No me pasa nada, ya se pasará.
- Entonces, ¿quieres que baje a la farmacia a por algo para el dolor?
- No hace falta, corazón. Tengo analgésicos y ya he tomado. De verdad, Andrés hijo, no te preocupes, no es nada.
- Está bien mamá. Te prepararé algo de comer.
- Bueno, como quieras. Pero que sea algo ligero.
Pero a mí no podía engañarme. Aquel hombre le había hecho daño, por supuesto que sin intención ninguna de hacerla sufrir, pero aquella forma de follar, y semejante polla perforando su coño tenía que dejar secuelas.
A media tarde, antes de que mi padre volviera a casa, ella ya pudo levantarse prácticamente sin molestias. Y al día siguiente ya estaba completamente restablecida.