Unas inocentes brujerías

Un brujo fastidiado en un vuelo encuentra una forma de divertirse.

El Brujo fastidiado

No hay nada más peligroso que un brujo fastidiado. Se pone a inventar… y puede pasar cualquier cosa. La última vez me ocurrió en un vuelo entre Sao Paulo y Miami. Tuve que agarrar el vuelo a última hora y no pude conseguir puesto sino en clase turística pues todo estaba lleno. Por un momento pensé en “convencer” a las empleadas en sacar a alguien de clase ejecutiva para darme el puesto a mi, pero el vuelo ya estaba embarcado e iba a haber mucho trajín para hacer el cambio y me conformé con mi puesto en la fila 22.

Apenas me acomodé en el asiento, traté de dormirme y, efectivamente, lo logré por lo menos por una hora. Ni siquiera recuerdo del despegue. Lamentablemente, el sueño se me quitó y me desperté cuando justo cuando iban a dar el desayuno o lo que la línea aérea llama desayuno: medio sandwich y una galleta, acompañado de un jugo de sabor artificial.

Después me acomodé de nuevo para dormir, apagaron las luces, todo el mundo cerró las cortinas para que no hubiese mucha luz… pero el sueño se puso demasiado elusivo, así pues me puse a inventar qué hacer para no fastidiarme.

Me fijé en la gente a mi alrededor y hubo cuatro personas sobresalieron. Primero que nada estaba la muchacha en el asiento justo enfrente a mi. Parecía brasileña y estaba sola, la persona con la que viajaba estaba en unas filas más atrás y por eso no interactuaba con su compañero de asiento. Tenía unos 25 o 30 años, muy buen cuerpo. Sobre todo las tetas, que se veían espectaculares con una blusa de múltiples colores muy pegada que mostraba lo buena que estaba. El pelo largo, castaño claro, y unos bluejeans que moldeaban muy bien sus caderas. En la fila de adelante también, pero del otro lado del pasillo, estaba una familia argentina. Papá, mamá y tres hijos; un varón y dos mujeres. Por supuesto que me fijé sólo en la mamá y las dos hijas. Ella tendría unos 40-45 años y las hijas alrededor de los 18 una más y la otra menos, pero por ahí. La madre tenía un sweter y debajo una blusa medianamente escotada que dejaba sus hombros al descubierto, de allí el uso del sweter seguramente. Pero lo más interesante eran sus tetas, se veían grandes pero al mismo tiempo duras, lo que para una mujer de su edad no es usual. Eso y algo en su mirada fue lo que llamó la atención, pero ya lo averiguaría después. De las chicas, no pude ver mucho. Una tenía unos pantalones de lycra que simulaban ser bluejean, pero estaban tan pegados que se le metía entre sus nalgas y la moldeaban claramente. Y en una chica de esa edad, eso era un espectáculo delicioso. La otra no la pude ver bien, pero bueno, dos por una. Ya veremos.

Lo primero que hice fue aislar a mi grupo de “invitadas” del resto del avión con una cortina invisible. El resto de las personas nos verían a mi y a la persona con quien estaría interactuando como si estuviésemos durmiendo tranquilamente, una especie de imagen congelada, como sucede tantas veces en la computadora. Al revés sucedería lo mismo, el resto del avión “desaparecería” para mi invitada, la cual vería y oiría sólo lo que yo le sugiera en su mente.

1- Chica brasileña

Así pues, primero me concentré en la chica brasileña que estaba adormilada en el asiento frente a mi. Despacio me fui metiendo en su mente buscando sus memorias más agradables. Sorprendentemente para una chica tan bella y joven, tendría unos 30 años, tuve que remontarme muy hacia atrás para conseguir memorias alegres. Descubrí que desde los 19 trabajaba como modelo, pero ahora sentía que ya se le estaba acabando su tiempo de gloria, por lo que había seguido el consejo de una amiga de irse a Miami en busca de nuevos aires.

Mientras buscaba sus recuerdos eróticos más agradables, descubrí para mi sorpresa, no lograba encontrarlos. Tenía mucho sexo, pero no eran experiencias agradables para ella. Revisando con más detalle, me di cuenta que tenía sexo a cambio de favores. Ella no se sentía que fuese una puta, porque no recibía dinero, pero sí lo utilizaba para conseguir un contrato o para conocer a alguien o algún otro beneficio. Obviamente la pasión era fingida y no había tenido un orgasmo verdadero desde… ¡wow, hace cinco o seis años! Allí fue que  encontré el último hombre con el que tuvo un orgasmo verdadero. Así es la vida, pensé. En cualquier caso, me aseguré que aquella relación no tuviese malos recuerdos asociados, es decir, que no hubiese terminado dolorosamente con él, ni nada parecido. Entonces inundé su mente con dichas memorias. Enseguida noté como su cuerpo se relajaba y una sonrisa se insinuó en sus labios.

Seguidamente eliminé el asiento en que ella estaba sentada y la trasladé a mi regazo, sin dejar que ella percibiera el cambio.

-Hola- le susurré al oido, haciendo que mi voz sonase idéntico a la de aquel individuo.

-Hola- respondió ella, recostándose contra mi y pasando una mano hacia atrás para acariciarme la cara.

Yo la abracé, por detrás, aprovechando para colocar una mano en cada teta. Inmediatamente me di cuenta de que eran artificiales, pero dentro de esa categoría, las mejores tetas que haya palpado nunca. Otro de los “favores” que había pagado dejando que el cirujano plástico se la llevara por una semana a un congreso de “medicina”. Congreso que el susodicho médico pasó en la cama con ella.

En cualquier caso, el hombre hizo un trabajo excepcional. Probablemente la mayoría de la gente no adivinaría que eran artificiales. Le quité la blusa y el delgado brassier y volví a acariciarle las tetas por un rato. ¡Estupendas!.

Luego le quité el resto de la ropa, así como desaparecí la mía también, quedando ambos desnudos en el avión. Era un poco raro encontrarme así desnudo en medio del avión, rodeado de pasajeros que no se daban cuenta de lo que pasaba en mi asiento, pero ese era exactamente el efecto del hechizo que había utilizado.

Con una mano seguí jugueteando con sus pezones, mientras que con la otra recorría su abdomen perfecto. Otro trabajo del cirujano… y otro fin de semana de pago. Jajaja. Pero está bien, muy agradecido por poder disfrutar de sus perfectas formas.

Mientras la acariciaba, le besaba el cuello y le susurraba cosas al oido, cosas traídas de su propia memoria que alguna vez le había dicho su antiguo amante. Eso la excitaba muchísimo y la hacía moverse contra mi cuerpo, girando y empujando contra mis caderas.

Mi güevo ya se había puesto duro y se encajaba contra sus nalgas. Revisando sus memorias me di cuenta que el de aquel amante era más pequeño, pero decidí quedarme de la cintura para abajo en mis dimensiones normales. Después de todo lo que había pasado por entre sus piernas, no extrañaría un cambio, sobre todo si era más grande.

Inundé su mente de ondas de placer e inmediatamente sentí como su vulva se inundaba. Palpé su clítoris deslizando mis dedos por entre sus labios vaginales y dio un respingo, gimiendo de placer.

-Oooohhh-

Entonces ella se levantó un poco de mi regazo y metió su mano entre sus piernas, buscándome. En lo que me tomó en su mano, me dobló el güevo hacia adelante y puso la cabeza en su vulva. Inmediatamente comenzó a bajar el cuerpo de nuevo, haciendo que la penetrara. En lo que tuvo unos centímetros dentro, quitó la mano y terminó de sentarse de nuevo, haciendo que el güevo le llegara al fondo.

-Uhhhmmm- gimió mientras se acomodaba.

Siendo una vagina con “amplia experiencia”, no era muy estrecha y estaba muy lubricada por lo que la penetración no le costó ningún esfuerzo. Lo que no le restó nada de de placer.

Por un rato ella sólo hizo girar sus caderas, lo que producía que mi güevo se retorciera dentro de su vientre. Mis juegos mentales la habían excitado mucho y parecía que en cualquier momento iba a tener un orgasmo.

Confirmando mi impresión, ella colocó sus manos en los apoyabrazos del asiento y empezó a impulsarse hacia arriba para dejarse caer de nuevo en mi regazo, lo que hizo que el güevo entrara y saliera de su vagina.

-Aaaahhh- gemía cada vez que violentamente se dejaba caer.

Yo aproveché una de esas levantadas y me moví hacia el borde del asiento, lo que hizo que en la siguiente bajada el güevo se le metiera tan adentro que sentí como la cabeza empujaba el cuello del útero hacia arriba.

-AAAAHHH- gimió al sentir la profundidad de la cogida.

Yo no quería acabar todavía, pero sentía cómo ella lo necesitaba y decidí hacer un poco de trampa. Le toque la cabeza con los dedos y le ordené:

-¡Acaba!-

Fue como una bomba. Apenas le dí la orden, empezó a temblarle todo el cuerpo, mientras que su vagina se apretaba contra mi güevo en un espasmo incontrolado, mientras ella gritaba:

-AAAAAAAHHHHHH-

Inmediatamente, un chorro de líquido salió de entre sus piernas, mojándome y mojando el asiento y el suelo del avión. ¡Estaba eyaculando!

Al cabo de un minuto, su cuerpo se relajó y ella empezó a moverse de un lado a otro, pero de inmediato otro espasmo la hizo estremecerse de nuevo, haciendo que su vagina volviera comprimirme.

-UUUUUHHHHHHH- gimió ahora -Otraaa veezzz-

Yo no creía que fuese otro orgasmo, sino la segunda parte del mismo, pero no quise interrumpirla en su gozo.

Así pasaron varios minutos, hasta que finalmente quedó desmadejada sobre mi. Mi güevo todavía profundamente encajado en vagina, pero sin moverse.

Entonces me decidí a dejarla dormir, por lo que volví a restituirla a su asiento, después de colocarle la ropa de nuevo. Bueno, no toda. La dejé sin brassier. Estuve a punto de dejarla también sin pantaletas, pero pensé que podía tener más líquidos saliéndole de la vagina y le mojarían lo pantalones, así que para no incomodarla se las dejé.

La miré por última vez. Dormía plácidamente con una clara sonrisa de satisfacción en la cara y que ella seguramente no recordaría porque.

2- Mamá argentina

Me concentré entonces en la señora argentina del grupo de enfrente, a quién llamaré Marta, estaba medio adormilada y no había visto nada de lo yo había hecho casi a su lado.

Parecía estar en el inicio de los cuarenta, quizás cuarenta y cinco años bien llevados. Tenía el pelo castaño claro pero casi le llegaba a los hombros. Vestía una blusa color morada con tirantes, que le dejaba desnudos los hombros. Encima se había puesto un suéter que se los cubría, un claro indicio de las contradicciones que la carcomían. Ella quería mostrar sus tetas, mostrar que todavía estaba buena, pero entonces las convenciones con que había crecido la dominaban. Así pues, se debatía entre mostrarse y taparse, lo que me dio la idea de ayudarla en eso también.

Por pantalones tenía unos blujeans muy pegados, que mostraban que tenía un buen cuerpo. No era delgada, tenía las caderas de una madre de por lo menos dos niñas y que no ha tenido mucho tiempo de ir al gimnasio, pero igual tampoco podía decirse que estaba gorda. Se había quitado los zapatos y pude ver que tenía una delgada cadena alrededor del tobillo derecho, que la hacía sentir sexi.

Me metí un poco más en su mente y lo primero que pude sentir fue que era básicamente una mujer feliz, pero que tenía tiempo sufriendo con la edad y la competencia de las dos hijas. Desde que era una muchacha, siempre fue muy bonita y tuvo pretendientes a montón. Se casó joven con un hombre que la adoraba y que todavía la adora, sólo que después de 20 años de matrimonio, la ha descuidado un poco en su afán de producir más dinero.

En sus primeros años de matrimonio Marta era la reina de la casa y de la universidad donde daba clases. Todo el mundo se volteaba a verla y aunque ella sólo tenía ojos para su marido, le encantaba ser el centro de las miradas de los otros profesores y de muchos de los alumnos. ¡Hasta algunas alumnas se le habían insinuado!

Pero el tiempo fue pasando y ahora tenía dos hijas alrededor de los 20 que llamaban más la atención que ella. Cuando estaba con ella, los hombre se volteaban… pero para mirar a las hijas, no a ella. No era que sintiera envidia, era que ahora se sentía invisible.  Su vida sexual también había sufrido, de hacer el amor con su marido muchas veces por semana había pasado a unas veces si y otras no, dependiendo del cansancio. En realidad ella no necesitaba más, ya los múltiples orgasmos de una noche de locura no le atraían. Mas bien, un descansado sexo con el que ambos quedaban satisfechos, era más que suficiente. Los orgasmos se fueron espaciando más y más y ahora eran cosa de quizás uno al mes.

Luego de un año muy favorable económicamente, iban de vacaciones a Disney y esperaba que con el cambio de escenario, tendría un poco más de… diversión. Esta mañana se había puesto esta blusa que dejaba al descubierto sus hombros y mostraba un generoso escote, lo que le permitía mostrar sus hermosas tetas. Después se puso un suéter que le permitiría decidir cuándo mostrarse y cuando cubrirse. Por último los estrechos bluejeans, que eran incómodos pero le permitían mostrar las curvas de sus caderas.

Así pues construí un escenario para hacerla feliz. Agarrada de mi brazo, yo representando a su esposo, entramos en una discoteca muy concurrida. Había hombres y mujeres por todas partes.

Apenas traspasamos la puerta, los hombres empezaron a voltear a verla. Unos disimuladamente y otros de forma descarada. Ella lo notó enseguida y su primera reacción fue esconderse tras de mi mientras caminábamos hacia el bar. Ella tenía puesta la misma blusa con los hombros al descubierto, sólo que los primeros botones estaban abiertos y una buena cantidad de su busto quedaba a la vista. No llevaba bluejeans, sino una muy apretada minifalda que resaltaba sus hermosas caderas. Los zapatos eran de tacón lo que le hacía modelar las piernas y en el tobillo se apreciaba su pequeña cadena de oro.

Conforme nos íbamos acercando al bar, ella empezó a recordar lo bien que se sentía cuando de joven los muchachos se le quedaban viendo. Inmediatamente se olvidó de su pena y sacando el pecho caminó a mi lado, dejando que todos la vieran. La mayoría de los ojos se dirigían a su pecho, donde la parte superior de sus tetas sobresalían por el escote, pero después de pasar, lo hombres miraban también su culo, que ella movía con sus pasos tipo modelo, poniendo un pie delante del otro.

-Dos martinis, por favor- le pedí al barman, cuando nos sentamos en la barra.

Ella tuvo que cruzar las piernas para evitar mostrarle las pantaletas a todo el mundo, ya que la minifalda era muy corta y apenas alcanzaba a cubrirla. Sus piernas eran también muy hermosas y todo el mundo se las miraba.

Para mayor inquietud, ella también se dio cuenta que para las mujeres, su llegada tampoco pasó desapercibida. Unas la miraban con envidia y otras con rabia, probablemente porque les molestaba que sus respectivas parejas se hubiesen quedado mirando. Pero lo que más la inquietó fue el porcentaje de mujeres que la miró con deseo. “Vaya, nunca me di cuenta de que habían algunas mujeres que quisieran tener algo conmigo. ¡Qué interesante!”.

Pero otra cosa que la mantenía inquieta era el efecto de esa atención sobre su marido, es decir, yo. Así que decidí tranquilizarla.

-¿Qué te preocupa, mi amor, pareces inquieta?- le pregunté.

-Es que todos me miran- respondió.

-¿Y eso no te gusta?-

-Bueno, si. Me alaba un poco, pero me preocupa lo que tu pienses-

-¡Ah! Por mi no te preocupes. Yo me siento muy orgulloso de ti. Me encanta que todos estos tipos me envidien por estar contigo-

-¡Ah! ¿No te molesta entonces?- preguntó para estar segura.

-No me preocupa en absoluto. Tu eres mi mujer y ellos pueden ver lo que quieran que eso no va a cambiar-

-Hay, mi amor- me contestó relajándose considerablemente- me siento más tranquila-

-Está bien. Puedes estar tranquila-

Ella no sólo se tranquilizó, sino que se atrevió a mostrar un poco más. Por una parte sacó más el pecho, lo que hizo que sus tetas se elevaran más en el escote. Tanto que el borde sus pezones se asomaban ya peligrosamente. También descruzó las piernas y aunque las mantenía cerradas, los que estaban frente a ella parecían tener la posibilidad de ver sus pantaletas.

Tener a todos los que estaban en el local pendientes de ella de su cuerpo la excitaba mucho y los pezones se irguieron bajo su escote, mientras su sexo empezaba a humedecerse.

Seguimos conversando un rato mientras ella continuamente paseaba la mirada por el local chequeando quien la miraba y quien no. Entonces decidí dejarla sola por un momento, con la excusa de ir al baño, pero ocultándome para ver qué hacía ella. Al quedar sola, empezaron a acercarse varios hombres. Unos parecían tratar de entablar conversación, otros más osados le tocaban un brazo o el cuello. Uno llegó a recostar su miembro contra sus piernas.

Ella disfrutó mucho el asedió y lo manejó con gran habilidad. A todos les sonreía y con la mucha gracia pero también mucha firmeza, los rechazaba a todos diciéndoles que le encantaría que la acompañaran, pero que hoy no podría ser porque estaba con su marido. Les dejaba ver que quizás otro día…

Yo podía ver como cada vez se excitaba más y empezaba a impacientarse por mi retorno, así que volví y apenas me vio, regaló una gran sonrisa y volvió las piernas hacia mi, con lo que pude ver un poco por debajo de su falda.

-¿Cómo te fue- le dije besándole el cuello junto a la oreja, lo que la hizo estremecerse al tiempo que me contestaba.

-Muy bien. Apenas te fuiste me cayeron varios hombres como moscas a la miel, pero ninguno se compara contigo…-

-Eres tan atractiva- le dije otra vez al oido -que no pueden evitarlo. Nos tienes a todos hechizados.

Mientras le hablaba, le puse mi mano derecha en su pierna, de tal forma que los dedos quedaban entre los dos muslos. Luego la subí un par de centímetros.

-¿Qué haces?- preguntó sin hacer nada por impedir mi movimiento -Todos pueden vernos-

-Sólo hago lo que todos los hombres del local queremos ¡y unas cuantas mujeres también!-

-Jajaja- rió -Si, también he notado la mirada de algunas-

Subí la mano un poco más. Yo estaba de pié a su lado, de forma que todo el mundo que nos viera podía ver mi brazo y mi mano entre sus piernas. Inclusive ella las separó un poco más-

Subí un poco más la mano y rocé con los dedos su pubis. Estaba completamente mojado.

-Uhhhmmm- gimió agarrándose de mi y buscando mi boca para besarme.

Yo bajé mi cara y nuestros labios se encontraron. Inmediatamente su lengua se introdujo en mi boca y comenzamos a besarnos con pasión. Mi mano derecha arrimó su pantaleta y mis dedos índice y medio se introdujeron profundamente en su vagina.

-Mmmmmm- gimió de placer sin dejar de besarme, mientras sus piernas se abrían aún más.

Entonces empecé a masturbarla, sacando y metiendo los dos dedos, al tiempo que el pulgar acariciaba su clítoris que se erguía entre los pliegues de su vulva húmeda y excitada.

Separé mi boca de la suya por un instante y mientras la veía a los ojos que me devolvían la mirada, le dije:

-Voy a comerte ahora mismo-

-¿Aquí?- preguntó reteniendo la respiración por la propuesta.

-Aquí mismo- le respondí mientras me arrodillaba entre sus piernas abiertas. Luego metí por última vez mis dedos hasta el fondo de su vagina y saqué la mano toda mojada para darme espació.

Ella abrió aún más las piernas y luego recorrió todo el entorno con la mirada, viendo las caras de deseo de hombres y mujeres, algunos de los cuales acariciaban también a sus parejas, animados por nuestra función.

Puse mis manos alrededor de sus caderas y jalándola hacia mi la moví hacia el borde de la silla para tener más accedo a su vulva que mojada y enrojecida por la excitación esperaba por nuevas caricias.

Apenas coloqué mi boca sobre ella, sentí el sabor pugnaz de los líquidos que brotaban abundantes de su cuerpo. Entonces ella gimió ya sin preocuparse de que la oyeran.

-Aaaaahhhh, siiii-

Sus manos subieron a su pecho y soltaron dos o tres botones de su blusa, lo que permitió que sus excitados y erguidos pezones saltaran libres y que ella pudiera acariciarlos a sus anchas.

Yo comencé a recorrer toda su vulva con los labios y la lengua, moviendo ésta de lado a lado para proporcionarle más placer. Cuando llegué al clítoris, le dediqué un cuidado especial, chupándolo entre mis labios al tiempo que recorría toda su superficie con la lengua.

-Siiii… ahiiii… siiii… maaas- me pedía gimiendo, pero entonces yo me apartaba del clítoris para volver a recorrer toda su vulva, lo que la hacía protestar.

Sintiendo que ya estaba a punto de acabar, volví a meterle los dedos en la vagina buscando su punto G, mientras regresaba a chuparle y acariciarle el clítoris.

-Siiiii…. aaaaahhh… AAAAHHHH… SIIIII… AAAAHHH-

Un chorro de líquido salió expulsado de su vagina mientras sus piernas se estremecían de placer, al tiempo que me apretaban la cabeza.

Su vagina me apretaban los dedos con fuerza, pero al cabo de unos segundos se relajó para luego volver a apretarme. Yo no quise seguirle acariciando el clítoris porque pensé que estaría muy sensible, pero tampoco quité mis labios de él, mientras duró el orgasmo.

Finalmente sus piernas se separaron, dejando que me moviera de nuevo y despacio me levanté, abrazándola. Tenía los ojos cerrados y con las manos se apretaba las tetas que estaban completamente al aire. El vestido lo tenía arrebujado sobre la cintura y sus nalgas desnudas descansaban en el borde la silla.

Su respiración era todavía agitada, pero finalmente logró decirme al oído:

-Ahora quiero que me lleves a mi cuarto y me cojas hasta que pierda la conciencia. Quiero sentirte dentro. Quiero que me llenes…-

Enseguida cambié el ambiente y nos encontramos en medio de una cama muy grande, seguramente la de su propio cuarto. Ella estaba desnuda con las piernas abiertas y yo arrodillado entre ellas, con mi güevo erguido y preparado.

Mirándome con pasión me lo agarró con ambas manos diciendo:

-No sé porqué hoy te veo más grande que otros días…-

-¿No te gusta así?- le pregunté. La verdad es que me había puesto el cuerpo y las facciones de su esposo, pero en lo que respecta a esa parte específica, pensé que ella querría un poco más…

-Métemelo para decirte cuánto me gusta- me respondió al tiempo que me lo agarraba y me jalaba despacio hasta ponerlo en la entrada de su vagina.

Me incliné hacia adelante y puse mis manos a cada lado de su cabeza. La miré a los ojos y ella me devolvió una profunda mirada de amor y deseo. Entonces, guiado por su mano, mi güevo empezó a penetrarla despacio.

-Mmmm- gimió cerrando momentáneamente los ojos para concentrarse en sus sensaciones, luego los abrió de nuevo y dijo:

-Está del tamaño perfecto-

Cuando estuve suficientemente profundo ella retiró la mano y así pude seguir penetrándola hasta que sentí como la cabeza empujaba su útero. Aún así seguí empujando, abriéndome camino en su vientre hasta que mi pubis chocó con el de ella.

-Mmmm… ahora sí que estoy llena… mmm-

Comencé a besarla de nuevo y mientras lo hacíamos, empezamos a mover las caderas. Al principio descordinadamente pero luego bien acoplados.

Por varios minutos seguimos así, pero luego tuvimos que dejar de besarnos para poder respirar. Aproveché para estirar mis brazos y poder verle la cara mientras la cogía. Ella me sonrió y entonces levantó más las piernas, agarrándoselas por detrás de las rodillas con las manos.

En esa nueva posición mi güevo le llegaba más profundamente aún, pero además me permitía sacarlo casi hasta que se salía de la su vagina para luego metérselo hasta el fondo de nuevo.

-Aaaahhh- gemía cada vez que llegaba al fondo, mostrando el placer que estaba sintiendo.

Hubiéramos podido pasarnos así mucho tiempo, pero aunque yo empezaba a sentir ganas de acabar, todavía tenía a las dos hijas con las que tenía que jugar todavía. Así pues comencé a acelerar mis movimientos y pocos segundos, mientras se lo tenía metido hasta el fondo, puse mi frente contra la de ella y murmuré:

-Acaba-

-UUUUUUUUUUUHHHHHHHH- gimió desde el fondo de su cuerpo y entonces empujó con sus caderas contra mi cargando con todo el peso de mi cuerpo, levantándome, al tiempo de que güevo se le clavaba aún más adentro.

Así permaneció unos segundos, temblando y gimiendo sin parar. Finalmente relajó los músculos de su espalda y caimos sobre el colchón de nuevo. Yo todavía sin moverme. De su vagina salía algo de líquido y los músculos de ésta me apretaban el güevo firmemente en su sitio.

Su mente fue poco a poco fue deslizándose en un profundo sueño y entonces yo aproveché para levantarme. La vestí de nuevo como estaba en el avión, sólo que sin sostén ni swéter y uno de los botones de la blusa suelto de modo que pudiese mostrar sus hermosas tetas a todo el mundo.

Antes de dejarla, tomé la mano de su marido y se la puse entre las piernas, sobre su vulva, tapándolos con la cobija.

3- Las hijas.

Las dos estaban durmiendo y por un rato sólo las miré. Eran obviamente muy parecidas, aunque una tenía el pelo más claro. También tenían una clara semblanza a su madre, que ahora dormía plácidamente también. Pero todavía tenían muchas características que no se habían desarrollado. La más evidente eran las tetas. La más rubia tenía tetas pequeñas. Cuando le quité la ropa me di cuenta que eran unos pequeños conos terminados en pezones puntiagudos. Se los acaricié levemente y éstos se irguieron inmediatamente, aumentado ligeramente el tamaño de las tetas en general. La morena en cambio tenía las tetas completamente desarrolladas y muy hermosas. Se las acaricié y enseguida se irguieron sus pezones también.

Ambas tenían el resto del cuerpo muy bien desarrollado con bellas piernas y unas caderas adecuadas para su tamaño. Las dos tenían el bello púbico bien cuidado y de color negro. No pude observar más allá porque ambas tenían las piernas cerradas, mientras seguían durmiendo.

Busqué en la mente de la rubia y descubrí que aunque había tenido ya novio, sólo se había besado con él y se habían acariciado sobre la ropa, así que era virgen. Aunque era obvio que estaba desesperada por cambiar esa situación lo antes posible. Todas sus amigas ya habían tenido relaciones, aunque era posible que algunas mintieran, pero el caso es que ella se moría por hacerlo.

Seguí buscando y entonces descubrí que casi todas las noches se masturbaba. La mayoría de las veces con los dedos, pero luego había empezado a jugar con el cepillo de dientes mientras se bañaba y en una de esas se había desgarrado el himen. Eso la asustó al principio, porque no entendía porqué sangraba si no era la fecha. Pero de  pronto entendió lo que pasaba y se sintió un poco confundida. Por un lado se sentía alegre de haber pasado por ese tan temido momento, pero por otro le molestaba que hubiese sido ¡con un cepillo de dientes!  Pero pronto, con el descubrimiento del orgasmo, se le olvidó el asunto y empezó a probar con otras cosas, cada vez más osada. No se había atrevido a comprarse un dildo, no había sex-shop cerca de su casa en Buenos Aires y si lo hubiese habido no se habría atrevido a entrar. Tampoco podía pedirlo por correo. Tenía la esperanza en este viaje de poder escaparse y comprar uno.

Entonces me volví a la morena y revisé sus memorias descubriendo que ésta sí había tenido relaciones, dos veces, sólo que completamente insatisfactorias. La primera, un poco dolorosa, pero sobre todo la inexperiencia del novio lo había “arruinado todo” a pesar de que ella lo había preparado todo para que fuese una “experiencia maravillosa”. Había acordado con una amiga para que les prestara un cuarto en su casa mientras sus padres estaban de viaje. Así que ella le dijo a los suyos que iría a una fiesta con la amiga y que pasaría la noche en su casa. Lo que no les dijo era que el novio también pasaría la noche allí.

Nerviosos, habían avanzado demasiado rápido y sin estar todavía realmente preparada, él la penetró, por lo que le había dolido mucho. Pero para hacerlo peor, no aguantó casi nada y luego de apenas tres o cuatro empujones, todo había terminado. En seguida se levantó, se vistió y se fue. Ella estuvo llorando toda la noche. No tanto por el dolor, que se disipó al cabo de un rato, sino de la humillación y la vergüenza.

No le dijo a nadie, por el contrario, a todas sus amigas les dijo que había sido maravilloso y que había disfrutado mucho.

Aún así, decidió darle una segunda oportunidad al novio, pero a pesar de que esa vez no le dolió casi la penetración, tampoco estaba bien preparada y no estaba lubricada adecuadamente. Y el novio, sin haber aprendido la lección, volvió a cometer los mismos errores. Acabó en menos de dos minutos y sin apenas despedirse se levantó y se fue.

Ella decidió terminar la relación, pero ahora se encontraba con que se moría de ganas y no tenía con quién hacer el amor. A diferencia de su hermana, no se masturbaba, no le parecía correcto, por lo que siempre andaba excitada y no tenía cómo liberar esa energía. Ahora mismo, soñaba con un cantante argentino famoso que la besaba y la acariciaba delicadamente.

Sin ningún problema me cambié por el cantante y seguí besándome con ella. Ella había situado su sueño en medio de un ruidoso concierto de rock, por lo que yo lo fui sustituyendo poco a poco por un lugar más privado. Eliminé el concierto y nos mudamos a un apartamento lujosamente amueblado, la casa del cantante, y quedamos besándonos en el sofá, luego de cenar y bebernos unas copas de champaña. Ella se extrañó del cambio de ambiente, pero le dije que era un sueño y en los sueños pasaban cosas raras.

Inmediatamente se tranquilizó de nuevo y seguimos besándonos apasionadamente. Ella seguía completamente vestida, pero sustituí sus pantalones por una minifalda que a ella le encantaba utilizar, dejándole la misma blusa y ropa interior.

-Eres tan bella- le dije dejando de besarla, mirándola a los ojos y acariciándole el rostro. Ella me respondió con una amplia sonrisa, pero no me dijo nada.

Volvimos a besarnos, pero ahora mis manos comenzaron a recorrer su cuerpo, bajando desde su cabeza por su espalda hacia su cintura. Desde allí comencé s subir hacia sus tetas. Cuando comencé a acariciarle su teta izquierda, me agarró la mano para impedírmelo sin dejar de besarme.

Yo le dejé que me alejara la mano, pero hice que la suya se pusiera en mi muslo, muy cerca de mi güevo, en una clara indicación de que quería que me tocara. Ella dudó unos instantes y luego subió la mano comenzando a rozarme el güevo a través del pantalón.

Yo imité sus movimientos rozándole las tetas a través de la tela de la blusa y el brassier. Sus pezones estaban erguidos por lo que el roce con mis dedos enviaba deliciosas señales señales a su cerebro, lo que a su vez la animaba a tocarme más decididamente. Su mano delineaba mi güevo a través de la tela, sintiendo el tamaño y la dureza de éste. Poco a poco fui cambiando las características de la tela de mi pantalón, con lo cual el tacto de sus dedos en mi miembro era más sensual, dejando que ella fuera sintiendo los detalles del mismo.

Y mientras ellas se iba haciendo más osada con sus caricias, yo también iba avanzando en las mías. Poco a poco había desabotonado su blusa, con lo que mi mano se había metido debajo de ésta y le acariciaba las tetas, todavía cubiertas con el brassier.

Era toda una tortura ir avanzando en mis caricias al lento ritmo de ella, pero a diferencia de su mamá o de la chica brasileña, ésta casi no tenía experiencia y quería que ésta fuese totalmente de su agrado, por lo que tenía que ir poco a poco.

Los besos seguían siendo absolutamente deliciosos y en ese renglón ella ya llevaba la voz cantante, metiendo su lengua en mi boca tan profundo como quería. En el resto del cuerpo, sin embargo avanzábamos despacio. Su mano derecha me masturbaba tímidamente el güevo a través del interior, por lo que momentáneamente interrumpí los besos para quitármelo, dándole tiempo de que asumiera el nuevo nivel de caricias. Ella volvió a poner su mano en mi güevo, pero sin moverla, como acostumbrándose al mismo.

También procedí a quitarle la blusa. Ella no protestó, pero no colaboró mucho, por lo que creo que todavía estaba asustada. Inmediatamente le quité también el sostén, con lo que ella quedaba desnuda de la cintura para arriba y yo de la cintura para abajo.

Volvimos a besarnos y pronto regresamos a las caricias. Ella fue tomando confianza con mi güevo, acariciándolo a todo lo largo, tocando delicadamente la cabeza y masturbándolo luego. Yo también me iba haciendo más osado con sus tetas cuyos pezones estaban tan grandes que parecían las gomas dude borrar de un lápiz.

Entonces decidí dar el siguiente paso. Dejé de besarle la boca y comencé a bajar por su cuello, rumbo a las tetas. Ella trató de impedírmelo sin mucha convicción y pronto tenía uno de sus hermosos pezones en mi boca, haciendo que su respiración se acelerara.  De tratar de impedirme que le besara las tetas, su mano libre pasó a apretarme la cabeza para que lo hiciera más intensamente.

Mi mano libre también cambió de zona y comenzó a subir por sus piernas hacia su vientre. Cuando le toqué el pubis a través de las pantaletas, pude constatar que estaban complemente mojadas con sus jugos.

Despacio como siempre comencé a deslizar mis dedos por toda su raja, siempre por encima de la tela. Ella se agitó mucho, pero abrió las piernas para facilitarme el acceso.

Luego de unos minutos, le aparté las pantaletas y comencé a acariciarle la vulva. Estaba tan mojada y tan excitada que mis dedos se deslizaban por toda ella sin problemas. Ella respondió apretándome el güevo con la mano, moviéndola de arriba a abajo con un poco demasiada fuerza. Era claro su desconocimiento del miembro masculino y del tratamiento adecuado.

Después de unos minutos acariciándole sus pliegues y su clítoris, mientras mi boca se deleitaba con sus tetas, decidí volver a subir el nivel y separándome un poco de ella y abriéndole las piernas, me arrodillé mientras buscaba con mi boca su vientre.

Ella se confundió un poco, sin saber qué hacer, por lo que la tranquilicé:

-Déjame que te coma un poco el coño, amor mío-

-¡Ooohhh!- respondió -No sé…-

-Tranquila, recuéstate en el sofá y confía en mi. Verás cuánto placer voy a darte- le respondí empujándola con delicadeza.

Sin dejar de mostrar cierta preocupación por lo que iba a pasar, se recostó hacia atrás y esperó. Entonces metí mi cabeza entre sus piernas y primero que nada me solacé con la vista de su sexo joven. Tenía una vulva increíblemente delicada, obviamente no había pasado mucho por ahí. Los labios externos pequeños y bastante cerrados a pesar de su excitación. Los labios internos apenas se asomaban y el clítoris casi no podía verse.

Con las manos le abrí un poco más las piernas y entonces sí se abrieron un poco más sus labios externos y pude ver el rojo apasionado de sus labios internos y su clítoris.

Con delicadeza pasé la lengua a todo lo largo de la vulva, de abajo hacia arriba, donde un mechón de muy bien acomodados vellos negros cubría su monte de venus.

-Oooohhh- gimió a pesar de que trataba de reprimirse.

-Tienes un sexo muy bello… y sabe muy bien. Ahora voy a comértelo y vas a ver qué rico es. Por cierto, puedes gemir todo lo que quieras, nadie puede oírnos- le dije, para tranquilizarla. Enseguida sentí como se relajaba un poco con mis palabras.

Entonces volví a lamerla y ella volvió a gemir, esta vez con más confianza. Con la punta de la lengua separé sus labios y la penetré un poco, lo que la hizo estremecerse y volver a gemir. Me encantó su respuesta, así que me preparé a darle una gran comida.

Volví a poner la lengua plana y a pasarla por sus labios externos, desde el culito al monte de venus. Luego bajé un poco y metí la punta de la lengua buscando el clítoris. Apenas lo rocé, se estremeció toda, gimiendo.

Recorrí lentamente su cabecita con la punta de la lengua y ella giró las caderas incontroladamente, haciéndome perder el contacto.

-¡Oh no!- protestó -Sigue ahiii-

Pero yo me estaba divirtiendo y no quería que ella fuera a acabar demasiado rápido, así que volví a bajar por su vulva, que se había abierto un poco más. De todas partes surgía su lubricación, que sabía muy rico. Con la lengua le abría los labios internos, moviéndola de lado a lado, para luego volver a subir al clítoris.

-Siii… ahiiii… por favooor-

La complací un rato chupándole el clítoris o jugueteando con él con la lengua, pero sentía que estaba muy cerca del orgasmo y quería mantenerla al borde. Así pies, cada cierto tiempo volvía a dejarla descansar. Con la consiguiente protesta de su parte.

Entonces me acordé de su punto G y mientras lamía su labios externos e internos, sin tocar el clítoris, le introduje el dedo medio.

¡Qué diferencia con las chicas anteriores! Esta era realmente una vagina casi sin uso. Hasta meter un dedo me costó de tan apretada que estaba. Y eso que lo había mojado bien con sus propia lubricación.

-¡Ooohhh!- dijo sorprendida cuando sintió mi dedo medio entrándole.

Después de metérselo hasta el fondo, comencé a moverlo entrando y saliendo, mientras volvía a jugar con su clítoris.

-MMMMMM- gimió brincando de placer en el asiento.

Luego de unos minutos, en que sentí como se acercaba peligrosamente al orgasmo, volví a dejarle el clítoris en paz.

-Vaaas aaa mataarmeee- dijo entrecortadamente y con voz ronca.

Entonces le volví a meter, ahora dos dedos, sintiendo como las paredes de su vagina a duras penas se estiraban para dejarlos pasar. Una vez que estuvieron totalmente a dentro, los giré para palpar la cara anterior de la vagina, justo detrás del hueso púbico.

En seguida encontré la rugosa zona del punto G y empecé a acariciarlo, lo que condujo a una nueva serie de gemidos y retortijones de ella. Ya no podía más, estaba sudando a chorros y se estremecía y gemía con cada movimiento mío, así que decidí dejar que acabara, no sin anunciárselo:

-Ahora vas a tener el primer orgasmo de tu vida y va a ser tan rico que nunca lo olvidarás-

-Siiii…, poor favooor- respondió.

Entonces, sin dejar de acariciarle el punto G, puse mis labios sobre su clítoris y mientras lo chupaba delicadamente, lo acariciaba con la lengua.

No tardó ni un minuto en explotar.

-AAAAAAAHHHHHHHH… SIIIIIIIIIII… AAAAAAAAHHHHH- gritó poniéndose rígida y levantando las caderas empujando contra mi boca.

Yo dejé de moverme, aunque mis dedos y mis labios permanecieron es respectivos puestos, mientras el orgasmo la recorría.

Luego de unos segundo aflojó el cuerpo y sus caderas volvieron a posarse en el asiento, para al cabo de un instante, volver a ponerse rígida de nuevo, cuando la segunda ola volvía a estremecerla.

Yo levanté mi cara para verla. Tenía los ojos cerrados con fuerza y una gran vena recorría su frente. Toda la piel de su cara, cuello y pechos se había puesto muy roja y respiraba entrecortadamente. La propia descripción de un placer profundo.

Saqué mis dedos de su vagina y me acomodé sobre ella, muy cerca, sin tocarla, viéndola mientras los espasmos del orgasmo iban tranquilizándose.

Cuando pasó el último le susurré al oído:

-Rico ¿verdad? Pero ahora vas a tener otro cuando te coja de verdad. ¿Quieres?-

-Siiii…- gimió apenas.

Entonces me agarré el güevo que estaba duro como un bate de beisbol y lo coloqué a la entrada de su vagina. Ella dio un pequeño brinco cuando me sintió. No supe si era un último espasmo de placer o el inicio de un nuevo proceso.

Empecé a empujar y la boca de su vagina empezó a abrirse para mi. No sin un gran esfuerzo, ya que como dije mi güevo era un poco más grande que el de su novio. Y eso mismo gimió ella.

-Ooohhh… es muy… grande…-

Pero no era muy grande porque inmediatamente sus músculos vaginales se relajaron y 3 o 4 centímetros de güevo entraron en su cuerpo.

-¡OOOOHHHH!- gimió de placer.

Me quedé en esa posición esperando que su vagina se acostumbrara a la intromisión. Luego retrocedí casi hasta sacarlo y volví a empujar, metiéndolo casi todo.

-OOOOOHHHH- volvió a gemir.

Una vez que lo tuvo todo dentro, esperé vez otra unos segundos a que se acostumbrara y luego comencé a moverme. Primero lo hice lateralmente, moviendo mis caderas hacia los lados, lo que hacía que mi güevo también se moviese un poco dentro de ella.

Luego lo saqué hasta la mitad y lo volví a meter.

-Siiii…- gimió sintiendo como mis bolas chocaban contra sus nalgas al empujar hasta el fondo.

Otros movimientos laterales y nuevamente sacarlo y meterlo. Esta vez ella respondió moviendo también sus caderas, empujando contra mí y haciendo que la penetrara más.

-Aaaayyyy… es… esss… taaannn ricooo…- me dijo abrazándome y levantando las piernas para abrazar mis caderas con ellas.

Eso hizo que la penetrara aún más profundamente y ahora mi pubis chocaba contra el de ella cada vez que le metía el güevo hasta el fondo.

Los minutos pasaban y yo disfrutaba cada vez más. Mejor dicho, ambos disfrutábamos cada vez más esta extraordinaria cogida.

De pronto, me encontré con que estaba a punto de acabar dentro de ella y tuve que hacer un esfuerzo para contenerme, pero ella también se precipitaba rápidamente hacia un nuevo orgasmo, así que decidí aguantarme sólo hasta garantizar que acabábamos simultáneamente.

Ella gemía cada vez más y entonces empezó a pedirme que acabara dentro de ella:

-Dámelooo… mi amooor… dámelooo yaaa…- me pedía, mientras sus músculos vaginales empezaban a temblar.

Entonces ya no pude más y dejé que el placer del orgasmo se apoderara de mi cuerpo. Una última vez empujé con todo mi cuerpo y un gran chorro de semen bañó sus entrañas. Eso fue suficiente para hacerla explotar a ella también y juntos empezamos a gemir y a temblar bajo los efectos de nuestros respectivos orgasmos.

-AAAAAHHHHH…. SIIIII…-

-OOOOOHHHHH-

-AAAAHHHHH-

Luego de estar casi un minuto empujando con todo mi cuerpo hacia ella, me fui relajando poco a poco, al tiempo que ella hacía lo mismo. Finalmente bajó sus piernas de mi espalda y quedamos acostados, yo sobre ella, tratando de recuperar la respiración.

Cuando estaba cada recuperado, sentí una respiración agitada a mi lado derecho y de pronto me di cuenta que no había nuestras acciones de la hermana. Esta se hallaba acostada de lado, viéndonos con los ojos muy abiertos, mientras que se masturbaba desesperadamente. Una mano la tenía en las tetas y la otra en el vientre, con dos dedos profundamente encajados en su vagina.

Me sentí un poco culpable y congelé toda la situación un instante mientras pensaba que hacer. Al final me decidí a terminar con todo el mundo feliz, tal como había pensado originalmente.

Así pues, me levanté de sobre la hermana que acababa de cogerme y la limpié y la vestí de nuevo adecuadamente (nuevamente sin sostén, me encanta ver el movimiento de las tetas femeninas cuando caminan). Revisé que estuviera perfectamente bien, que no tuviera ninguna consecuencia (no habían óvulos activos en ese momento) y que le quedaran recuerdos de un sueño muuuy agradable.

Entonces me volteé hacia la otra hermana y me fui metiendo lentamente en su accionar. Así pues, mientras ella seguía masturbándose, comencé a besarla en la boca y a acariciarle las pequeñas tetas con mis manos.

Ella respondió inmediatamente a mis besos, sin cuestionarse de ninguna forma de que un momento antes yo me estuviese cogiendo a su hermana y ahora besándola a ella. Sus manos seguían ocupadas masturbándose, pero al poco rato, sintiendo mi cuerpo cerca, dejó de acariciarse las tetas y buscó my güevo.

Para ese momento ya yo estaba duro de nuevo, había tenido que usar un poquito de magia, para ello, pero era con un buen fin. Me agarró despacio, explorándome, al fin y al cabo era la primera vez que agarraba un güevo de verdad.

Pero ella estaba demasiado cerca de acabar para esperar mucho, así que decidí hacerlo rápido, pero al mismo tiempo al ritmo que ella dictara, por lo que me acosté boca arriba y la halé para que ella quedara dentada sobre mi, a la altura de mis muslos, con las rodillas dobladas.

Ella seguía acariciándome el güevo con más confianza, pero estaba pensativa, como tomando una decisión. Yo le jugaba con sus tetas que tenían los pezones increíblemente erectos y sensibles. Finalmente ella tomó su decisión e irguiéndose se movió hacia adelante para situarse encima de mi güevo. Luego comenzó a bajarse poco a poco hasta que la cabeza se introdujo un poquito en su vulva. Allí esperó unos segundos, luego respiró profundo y dejó caer  el cuerpo un poco. La cabeza del güevo entró un poco, pero no mucho. Ella era realmente estrecha.

Volvió a respirar profundo y levantándose un poco movió el güevo a lo largo de su vulva, especialmente alrededor del clítoris, haciéndola estremecerse de placer. Pero luego lo volvió a colocar en la entra de la vulva y volvió a intentarlo… sin éxito. Yo le seguía acariciando las tetas y dejaba que ella hiciera.

Volvió a mover el güevo arriba y abajo de su vulva, estremeciéndose de placer cuando se acariciaba el clítoris, pero quería metérselo dentro y le faltaba momentáneamente el valor.

Se lo puso otra vez en la entrada y empujó un poco, sin resultados. Yo la miré a la cara y leí sus temores. Que le fuera a doler, que si era muy grande y la iba a desgarrar… La tranquilicé con la mirara y luego, sin dejar de verla a los ojos, le puse las manos en las caderas y luego de dejar que respirara hondo otra vez, la empujé hacia abajo.

La cabeza le entró un par de centímetros. Ella se sorprendió porque realmente no le dolió, sólo fue como una sorpresa y claro una sensación de… llenura.

Una vez que pasó la sorpresa y se dio cuenta de que no le dolía, siguió bajando el cuerpo mientras sentía cómo yo me deslizaba dentro de ella. Pronto estaba completamente sentada sobre mi, con todo mi güevo dentro.

-Queee riiicoooo- dijo entre los dientes, respirando agitadamente mientras le iba regresando toda la pasión que tenía acumulada mientras me veía tirarme a su hermana.

Entonces apoyó sus manos en mi pecho y empezó a cogerme con un instinto natural. Su cuerpo inmediatamente entendió qué tenía que hacer para darme placer a mi y sobre todo para darse placer ella misma.

Unos minutos después explotó en un orgasmo gigantesco, como nunca había tenido antes. Ninguna masturbación había podido darle tanto placer y se sentía feliz de haber aprendido.

Yo no llegué a acabar, pero no me importó. Acababa de hacerlo con su hermana y no lo necesitaba, así pues, una vez que ella terminó, la vestí, la acomodé en su asiento y la dejé dormida como a las otras.

4- Epílogo

Luego de revisar que todo a mi alrededor estuviese en orden y nada delatase lo que había sucedido en el vuelo, restablecí las condiciones en el avión, volviendo todo a la normalidad. Muy a tiempo, porque el aviso de ponerse los cinturones de seguridad se habían encendido y el piloto anunciaba nuestra próxima llegada a Miami.

Mas tarde, mientras esperábamos para desembarcar, revisé a mis cuatro compañeras de viaje. Todas estaban sonriendo y claramente felices, podría ser porque habíamos llegado o porque había tenido sueños muy agradables.

Por casualidad yo pude bajarme del avión un poco antes y luego me paré un instante en pasillo a verlas pasar. Tres de ellas pasaron a mi lado con sus tetas balanceándose alegremente. La cuarta, con unas tetas demasiado pequeñas para balancearse mostraba los pezones muy duros y sobresalientes. Me sentí alegre por ellas.

Abril de 2019