Unas deliciosas vacaciones
Un sitio alejado, un escenario de playa elementos perfectos para caer en las redes de la lujuria.
Algunas ocasiones durante temporada vacacional, pasaba los días en casa de mi tía Alma, es una zona muy bella para pasar el rato, disfrutar del sol, el mar y relajarse. Mi tía es una mujer madura, bastante guapa, robusta de piel morena y unos bonitos ojos miel, siempre traía un vestido con vuelo y se arreglaba muy sutil, con un par de aretitos brillosos y un labial color rosa, desde que tengo uso de razón lleva una larga trenza gruesa y oscura, era una mujer divertida e imponente. Tiene una casa de playa que se ubica en Casitas, Veracruz, es un pueblo muy tranquilo, bastante lejos de la urbanidad, consta de grandes terrenos y con una hermosa vista al mar. Mi tía tenía allí un negocio de bungalows para turistas, principalmente del centro del país y extranjeros. La casa de mi tía estaba rodeada de un amplio terreno; de la entrada principal a la casa era por los menos un kilómetro; una vez pasando la casa se podía mirar un enorme patío con césped y palmeras, siguiendo un sendero, bastante largo, llegarías al mar y a la parte de los bungalows.
La distribución en casa de mi tía era un poco extraña, de la entrada principal se podía observar perfecto la sala, comedor y cocina, todo en una sola pieza lo suficientemente amplia, la casa era en forma de escuadra y al pasar por la cocina se encontraba el baño, y dos recámaras muy bien equipadas. También contaba con una escalera, la cual llevaba a una estancia, una habitación de huéspedes y una enorme puerta corrediza de cristal, cruzando esa puerta se encontraba una bella alberca, redonda con su circunferencia por acrílico y a su alrededor un par de camastros y una mesa con sombrilla más cuatro sillas, mi tía lo único que quería es que desde la alberca se pudiera disfrutar del paisaje que ofrecía Casitas y, por supuesto, estar al pendiente de que en el área de los bungalows todo estuviera en orden.
Oliverio era un amigo como de la familia era vecino de mi tía Alma y también muy cercano a ella, seguido se juntaban en casa de alguno para jugar dominó o cartas, vivía cerca de la casa, en un terreno de 4 hectáreas, tenía muchos caballos y los rentaba a los turistas para paseos por la localidad. Era un tipo entrado en años, muy agradable y correcto, siempre estaba vestido de bermuda y camisa tipo polo. Su cabello era gris y cortito, y tenía una barba de candado, como cuando no se rasuran en 3 o 4 días, moreno claro y ojos cafés, un tipo extrovertido y conocedor. Yo le conocía de cuando era niña, siempre fue muy amable y había mucha confianza. Nunca me imaginé que con él tendría una deliciosa aventura. Les contaré…
Una ocasión en que vacacionaba en Casitas, mi tía estaba por salir, tenía algunos compromisos en la ciudad cercana con una amiga suya, así que desde buena hora preparó el desayuno, se alistó y se despidió de mí, mientras me estaba cambiando para ir a la alberca un rato. Mi tía Alma me advirtió portarme bien y qué tomará lo que quisiese del refrigerador, sacó además una jarra de jugo de piña, subió hacía la alberca y la dejo sobre la mesa, antes de irse me dijo que la había puesto allí para mi y qué pasara un lindo día, se marchó.
Continué con mi plan de darme un chapuzón y me vestí con un traje de dos piezas, de colores, subí una bata y una toalla la cual deje en la estancia previa a la alberca, al mismo tiempo que me arreglaba el cabello sujetando una coleta. Comencé a dar de vueltas por la alberca, disfrutar el paisaje, se me ocurrió ponerme a tono y baje por un vaso y una botella de vodka, mi plan era beberlo antes de que mi tía volviera, así que eche toda la botella en la jarra y bebía como si no hubiese mañana, sentada dentro de la alberca, mirando al mar. Había pasado largo rato y comencé a sentirme mareada, aun así me sumergía en la alberca para, según yo, disimularlo. Entonces tocaron la puerta, así que con calma salí del agua, caminé hacía la estancia tomé la bata y baje con sumo cuidado, al llegar a la puerta y abrir Oliverio saludaba con euforia.
-¡Mijita! Qué gusto verte ¿Cómo has estado?
Muy bien Oliverio, gracias. Contesté rápido.
Oye mijita vine a ver a tu tía Alma, es que fíjate que traigo un pendiente con ella, me había comentado que conocía un muy buen veterinario y uno de mis caballos anda bien malito y pues…
Le interrumpí:
Ay Oliverio que pena con usted pero mi tía no está, fue a la ciudad a ver a doña Prudencia, creo que iba a acompañarla al médico.
¡Qué caray con Almita! Mija tú te andas refrescando y ya te vine a jorobar.
No para nada Oliverio…
Me di cuenta que, aunque me hablaba de manera muy cordial, me miraba diferente que otras veces, sentía que quería averiguar qué había debajo de esa bata. Como yo ya estaba un poco entonada con el vodka y bueno Oliverio es amigo desde tiempos inmemoriales, insistí:
- …Para Nada Oliverio, quédese, seguro mi tía ni tarda en llegar, ya ve que ni le gusta salir.
Oliverio accedió a quedarse, me acompañó hasta la alberca y una vez allí le invité un poco de “jugo”, le suplique que no le dijera nada a mi tía, y él muy amistoso prometió guardar el secreto. Así pues me deshice de la bata y sin mirarlo caminé hacía alberca y me metí de una. Ya una vez adentro noté la cara de Oliverio, estaba contento, bebía vodka con jugo de piña y me miraba con antojo. Eso me gustó mucho así que me contoneaba dentro del agua, me sumergía un poco con la intención de dejar mis nalguitas, asomarse por encima del agua, me incorporaba y brincaba para que mis senos se lucieran.
Salí de la alberca para tomar un poco de “jugo” y me senté, a un costado de Oliverio, platicamos mientras bebíamos del mismo vaso:
Mijita ¿Cómo va la universidad?
Muy bien Oliverio, gracias. Creo que ahí la llevo,
- Qué bueno mijita, échele usted ganas.
Notaba como con su mirada recorría mi moreno cuerpo, ponía especial atención en mis senos abultados, en ese momento se dejaban ver, un poquito, los pezones paraditos por el frío del agua. Tenerlo a la expectativa fue como un chispazo, me encantaba verlo atento a mis encantos. Me tomé dos vasos de un jalón y eche mi cabeza para atrás.
- Ya estás tomadita mija. Susurró Oliverio. Al tiempo que ponía una de sus manos ásperas, de hombre de campo, en mi pierna.
- Sí. Contesté.
- No te preocupes mija en un rato se te baja. Me acarició la pierna.
Aunque estaba tomada, me encontraba consciente de lo que ocurría, no se me hizo raro que me tocará la pierna, y debo decir que me intrigo saber hasta dónde llegaría Oliverio, así que no puse objeción alguna cuando comenzó suavemente a acariciar mi muslo húmedo. Levanté la cabeza del respaldo y me serví más de la jarra, tomé la mitad y el resto se lo ofrecí a Oliverio, siento que al hacer eso lo reté, o al menos él lo sintió de ese modo. Así que tomo el vaso y lo bebió de golpe. Quito su mano de mi pierna.
¡No! Déjala no me molesta. Exclamé.
¿En serio? Mijita tan cabrona. Se echó una carcajada, sirvió más en el vaso y bebió un poco.
Otra vez poso su mano en mi muslo, esta vez un poquito más arriba, con disimulo, su dedo índice se colocó en mi ingle y entraba y salía de allí muy despacio. No me queje, por lo que el prosiguió tranquilo mientras hablábamos un poco de la bonita vista.
Poco a poco, su dedo fue metiéndose más y llego a mi surco, lo acarició por encimita con mucho cuidado, estaba maravillado porque se dio cuenta que mi vagina estaba depilada, eso lo excito más y comenzó a meterme el dedo con delicadeza pero a buen ritmo, era tanta mi calentura que ese delicioso vaivén de su dedo surtió efecto: me humedecí, el chorro salía de mi tranquilo, caliente, resbalando por mis labios menores y desbordándose en los mayores, no resistí inclinarme hacía Oliverio y plantarle un beso, nuestras bocas se embonaron con rudeza, las lenguas jugueteaban sin cesar, aunque a veces me detenía un momento para exhalar y gemir, pues el vaivén de su dedo en mis entrañas no se detenía y cobraba más y más fuerza. Con su otra mano Oliverio me tomó del cabello, con fuerza hacía mi cara hacía él para besarnos, alcazaba su lengua a mi cuello, y una vez totalmente inclinada tomaba mis pechos por sobre el bikini y los acariciaba con firmeza.
Eres una delicia. Se descaró.
Y tú Oliverio, con todo lo que estás haciendo me vas a descomponer. Atiné a decir.
Ya estaba fuera de mí, quería más de ese hombre, así que me trate de incorporar y me deshice de la parte de arriba del traje. Oliverio abrió los ojos impresionado, no sólo porque no se esperaba tal acción de mi parte, sino porque mis senos colgaban, desnudos, grandes y dispuestos, parecían dos cantaros abultados esperando ser poseídos por esas manos gruesas. Aún seguía de pie y entonces Oliverio tomó de mi mano y con brusquedad me sentó de nuevo a su lado, se inclinó sobre mí y lamió mi seno derecho con soltura, mientras yo apretaba su cabeza contra mi pecho, y con la otra, sostenía el vaso de bebida que se había quedado anteriormente en el olvido, lo bebí despacio disfrutando de sentir la lengua de Oliverio resbalar por cada centímetro de mi teta derecha, los mordisqueos que soltaba en el pezón, lo puso rojito y levantado, húmedo también, prosiguió la tarea con mi otra teta, me tomé el vaso, gemía por el placer que lo bebí rápido, y entre sollozos escuchaba a Oliverio decir que yo estaba riquísima. Nos interrumpió el sonido del teléfono.
Me levanté enseguida, un poco alarmada, lo mismo Oliverio que se notaba desconcertado. Caminé apresurada hacía la estancia previa a la alberca, ahí estaba el teléfono, era mi tía Alma al teléfono, por mi agitación no le entendí muy bien pero al parecer iba a tardarse más de lo acordado. El saber que iba a tardar más de lo acordado fue como si un rayo me partiera, sentí un calor indescriptible por dentro, me puse como una perra en celo, note de reojo que Oliverio sirvió más de aquél famoso “jugo” de piña en el vaso y le dio un sorbo, como disimulando su inquietud ni siquiera volteaba al ventanal que nos separaba. Fue entonces que tuve una idea, tomé una toalla del baño contiguo y me dirigí a la alberca, me pose frente a Oliverio que, además, ya se estaba estimulando manualmente por encima de su vestimenta. Como dije me paré frente a él, tomé el vaso y bebí hasta la mitad, me di la media vuelta y coloqué en el piso la toalla, la estiré completamente, mientras Oliverio me admiraba, mi cuerpo, bien delineado, mis gluteos firmes, la húmedad que él mismo había provocado en mi vagina, el andar de mis tetas sueltas y deseosas. Una vez puesta la toalla, me incliné, para contarle a Oliverio lo que había dicho mi tía en la llamada, mientras le contaba me deshice de la prenda baja de mi traje, seguía parada frente a él que se quedo estupefacto, inició por quitarse el cinturón, cuando él hacía esto, yo me puse en cuatro patas sobre la toalla, giré mi cabeza hacía Oliverio para decirle:
- Necesito que me penetres, me tienes en celo Oliverio.
Sin pensarlo más, ya lo tenía detrás mío empalandome, con su pene tan erecto y grande que no podía dejar de salivar, sus venas eran notorias, su glande tan gordito y rico, se veía inflamado, lo metió de un solo tiro, con rudeza tomó mi coleta y me penetro una y otra vez, una embestida sucia, ruda, comencé a gritar, desesperada envuelta en placer, Oliverio se acerco a mi oído y me dijo:
¡Pareces una perra! ¡Pero que hembrita me estoy comiendo! Nadie lo creería Ingrid.
Así me tienes Oliverio, como una perra, nunca había sentido esta necesidad de ser una hembra, me tienes muy cachonda. Gemí.
Su cadera iba y venía sobre mí ¡Uff! No podía más, grité y grité como una loca llena de placer y húmedad propia de mis jugos. Oliverio metió sus manos a mi boca, de un sopetón las tenía dentro y con ello continuaba su ritmo, tomandome fuerte de la boca, sosteniéndose de ella, yo solo lamía sus dedos y salivaba mucho, no solo por tenerlo en esa posición, sino porque sentía la necesidad de tenerlo en mi boca. Oliverio estaba por venirse, comenzó a gritar:
- ¡Mi perra deliciosa!
Así que con fuerza me lo quite de encima, y me di una vuelta rapida para mamarle el pene, ya no aguantaba más, lo metí pues a mi boca y lo envolví con mi lengua con desenfreno, el tomó de nuevo mi cabeza y la movía al ritmo en que quería que se la chupara, yo disfrutaba hacerlo y al mismo tiempo mirar su rostro lleno de lujuria, de repente, me levantó y me escupio las tetas, y luego comenzó a besarme como un poseso, con mis manos paseaba su saliba por mis pechos y mi dorso, mientas nos besabamos hambrientos el uno del otro. De repente, con brusquedad me bajo de nueva cuenta ante su miembro, seguía erguido, lo chupe, lo lamí y bese su glande una y otra vez, y Oliverio me nalgueaba con tal ritmo que lo adopté para complacerlo oralmente, sentí como su pene iba creciendo, sabía que se vendría, y tuve una idea descabellada, tomé el vaso, que había quedado a un costado de la toalla, quedaba un poco de jugo y vodka, lo puse a la orilla de su miembro que ya comenzaba a chorrear su lechita caliente y sabrosa, acerque también mi boca y probaba un poco mientras el resto caía en el vaso. Él gemía tanto, parecía un animal. Cuando por fin termino, bebí del vaso, pero su miembro aún seguía un poco levantado, así que me coloqué de espaldas a él sobre mis rodillas y le ofrecí penetrarme, así lo hizo; me tomó por la cintura, metió su pene y lo restregada por dentro, con su mano libre tomo mis senos con fuerza, con el antebrazo les daba unos ricos tallones, seguí bebiendo del vaso hasta dejarlo sin nada. Oliverio terminó, agotado, su miembro había quedado satisfecho justo como yo. Nos levantamos del suelo, exhaustos y con las piernas temblando, me puse mis prendas y me metí al agua, mientras Oliverio iba al baño para dejar la toalla en el cesto.
Ingrid perrita. Decía riendo.
Oliverio mi macho. Le contesté, pícara. La verdad este había sido un deseo, quizá del subconciente, me sentía tan bien que pensé seriamente en que siempre había estado interesada en que Oliverio me metiera la mano y ¡Todo! Un deseo reprimido se dejo entre ver.
Se escuchó un auto, la tía Alma estaba llegando a la casa y Oliverio se quedaría esa noche a cenar con nosotras.