Una zorra en el establo
Fue cuando se me acercaron los otros dos y terminé follando comiéndome tres pollas a la vez
Me llamo Bea, tengo 31 años, llevo el pelo suelto de color negro y lacio, tengo los ojos grandes de color miel y mi boca es muy apetitosa. Mi cuerpo según dicen es de modelo y tengo unos buenos pechos con los que hago disfrutar a cualquier hombre que se me ponga a tiro. Os voy a contar la historia de cómo me follé a tres jinetes en un establo, rodeada de caballos y en el heno.
Yo acababa de terminar de ver una carrera de caballos en la que había ganado mucho dinero, pues había ganado el jinete al que yo había apostado. Me acerqué al establo a felicitarlo, al llegar allí no encontré a nadie. Esperé junto al Alazán, que era el caballo de dicho jinete que se llamaba Cristo. Cuando Cristo llegó, se me pusieron enseguida los pezones como si se me fueran a reventar, pues yo ya iba con la intención de tirarme a Cristo. Aún llevaba el uniforme, su paquete se quedaba marcado con los pantalones de licra que tenía, llevaba el sombrero en la cabeza , los guantes de cuero, la chaqueta marrón sobre sus espaldas de nadador y la fusta en la mano. Lo saludé y empecé a hablar con él de la carrera, era muy sensual hablando. Hasta que no pude más y alcé mi mano contra su paquete, él se sorprendió, pero no intentó quitarme la mano de allí y empezó a ponerse cachondo. Él miró a un lado y a otro antes de sacarse su enorme polla para que me la comiera. Me puse de cuclillas y como las zorras de las calles empecé a mamarle la polla como nunca quizá se la había mamado nadie, por el modo en que grito. Le hice quitarse la ropa, excepto las botas, los guantes y el sombrero. Me agarraba por la nuca mientras yo me comía aquel chorizo que me sabía a gloria. Mientras se la mamaba con mucho gusto, le iba masajeando los huevos, huevos que tenía grandes como las pelotas de golf y muy calientes, cosa que le gustaba más. La verdad es que parecía que a él no le importaba que alguien nos oyera. Mi conejito se hacía agua dentro de mis braguitas mientras lo masturbaba y le comía la verga. Me metí el dedo dentro de mis bragas y empecé a acariciarme mientras le mamaba el cipote, luego, cuando ya me puse más a tono empecé a meterme el dedo. Pero casi no estuve nada metiéndomelo, pues él, con sus fuertes brazos me levantó, me tiró sobre un montón de heno dentro del establo de su caballo, me quitó las bragas y me bajó las tiras del traje. Yo ese día no llevaba sujetador, lo que le fue más fácil chuparme los pezones mientras me los estrujaba. Luego bajó hasta mis muslos y empezó a lamerme el coño. Yo gritaba como una puta, pues pensé que si al él no le importaba que nos oyeran, pues a mí tampoco. Me chupó y me chupó el conejo mientras me metía el dedo, y yo me corrí como unas dos veces. Fue entonces cuando se mojó con los dedos su enorme polla y me la metió tan rápido que casi ni me di cuenta de que ya me estaba follando. Sentir como aquella cosa tan grande entraba y salía de mi chocho hacía que me muriera más de gusto aún. El me daba y me daba. Me levantó y me hizo agarrarme a la silla de su yegua, me agachó y empezó a metérmela por detrás. Fue entonces cuando me dije ¡dios mío!, y gritábamos y gritábamos.
Entonces llegaron dos compañeros de él que habían corrido contra él y entraron en el establo sin darse cuenta de nosotros, hasta que oyeron nuestros gritos. Los pobres había pensado que nos estaba pasado algo o que nos estaban atracando, entraron en la cuadrilla de la yegua de Cristo y le preguntaron que qué pasaba. Decir nada era obvio, pues se sabía muy bien al vernos, qué era lo que estaba pasando. Cristo los invitó a follar también, cosa que a mí no me desagradó para nada.
-Poneos ahí delante para que os la chupe mientras yo la sigo jodiendo por detrás- dijo Cristo.
Entonces me dijeron que me apoyara en sus cuerpos y empezará a mamarles la polla. Eran dos pollas gordas para mi boca. Ahora sí que me sentía disfrutar más que una puta. Mientras uno de ellos me estaba metiendo el gran pollón, me estaba comiendo a gusto dos cañones con mi boca. Aquellas vergas parecían qe se iban a estallar con mis mamadas, pero aguantaron más de lo que yo pensaba.
Daniel, uno de ellos, se echó sobre el heno y yo me puse encima de él y me metí su polla, que era más gorda que la de Cristo y que la de Ismael. Me puse a saltar sobre su cuerpo de atleta, ahora los tenía a los tres con sus gorros, con sus botas y con sus guantes de cuero, aquello me excitaba. Entonces fue cuando empezó el concierto de los gritos, todos gritábamos de gusto, pues le estaba haciendo unas pajas a Ismael y Cristo, y de vez en cuando, como la que no quería la cosa, me metía una de sus pollas en mi boca y los hacía sufrir un poco. Ismael fue el que me dio por culo, y que gustazo me dio. Me hicieron echarme para adelante un poco mientras me follaba a Daniel, y el por detrás me introdujo muy despacio la polla en el culo. Tenía dos pollones dentro de mí, y las dos me estaban poniendo cachondísima. Mientras tanto Cristo se me ponía delante para que se la siguiera mamando. Aquello era la gloria.
Ya después de eso. Me volvieron a levantar. Ahora era Daniel quien se estaba dando gusto con mi culo, mientras yo le mamaba la polla a Ismael, y Cristo me lamía a mi el coño mientras me pasaba su fusta por el agujero de mi chochito que estaba a cien. Daniel se corrió dentro de mi culo, sentí el calor de su leche mangorra muy dentro de mí y sentí como se desbordaba ese líquido calente por mi culo y me caía por el chocho muy calentito. Fue cuando Cristo me metió la polla por el chocho y empezó a darme, a darme, a darme pinga hasta que me corrí de gusto, tuve que aguantar unos segundos más pues él estaba a punto de correrse. Me sacó la polla del chocho, me hizo ponerme de rodillas y me obligó agarrándome del pelo a que se la chupara, se corrió dentro de mi boca, no estaba ácida como la de otros hombres, esta leche mangorra era dulcita y seguí mamándosela aún después de que él me dijera que parara ya, aunque no me quitaba la cabeza de allí. A Ismael le deleité con una buena paja con mis tetas, gritaba y gritaba mientras le apretaba con mis buenos melones la polla que me ardía en el pecho. Mucho no duró, pues se corrió enseguida en mi pecho, luego me la metí en la boca para que disfrutara un poco más, fue cuando se me acercaron los otros dos y terminé follando comiéndome tres pollas a la vez.