Una zorra complaciente
A los maduros nos pasa cada cosa...
Como hombre maduro que soy, se puede suponer que he vivido bastantes experiencias sexuales, y se acertaría.
Desde mi juventud he tenido muchas aventuras y conocido a muchas mujeres, con las que he practicado un sinfín de prácticas. También he tenido algunas experiencias con transexuales, pero pocas, y siempre de activo. Pero con hombres no he tenido ninguna, ya que cuando era joven y atractivo y me llegaban invitaciones e incitaciones, no estaba por la labor, no me interesaba el tema de ser sodomizado.
Fue bien entrada mi madurez cuando descubrí, gracias a una morbosa pareja, que me gustaba que me penetraran el culo, con dedos, lenguas o consoladores. Como no me gustaban los hombres no los había buscado, sólo en mis fantasías más locas me dejaba llevar por la lujuria e imaginaba grandes pollas follándome y llenando mi culo de carne y leche.
Ya no conservo mucho de mi tipo juvenil, claro. Estoy más fornido y, aunque tengo algo de sobrepeso, aún conservo un buen culo respingón y nada de barriga. Mi aspecto es cien por cien viril, aunque a veces me han dicho que tengo una boca muy femenina… además del culo.
Una tarde noche que regresaba del trabajo mi coche se paró. Creí que tenía suficiente gasolina para llegar hasta la siguiente estación de servicio, pero no fue así y unos cinco kilómetros antes de llegar se acabó.
Se me paró en un parque cercano a la ciudad, y también cerca de mi casa, que algunas prostitutas y sobre todo travestis usan como lugar de enganche. Cogí mi garrafa, cerré el coche y comencé a andar hacia la gasolinera. Hacía buena noche y me lo tomé con filosofía dispuesto a gozar del paseo.
Al cabo de un par de kilómetros una furgoneta pasó a mi lado y le hice señas. Paró un poco más adelante y cuando llegue a su altura me encontré con dos tipos, de treintaytantos, que me preguntaron:
–¿Cuánto?
Me quedé sorprendido y se tuvo que notar mucho porque el otro, el que conducía, dijo de seguido:
–Perdona, te hemos confundido…¿Qué necesitas?
–Me he quedado sin gasolina un poco más atrás e iba hacia la gasolinera, si fuerais tan amables de acercarme os lo agradecería…
– ¿Si…y como?– dijo el primero que había hablado y al que noté ipso facto algo bebido.
– Perdona a mi amigo otra vez, está algo borracho y más salido que un pico…Sube, te llevo.
– Gracias– contesté algo nervioso. Subí a la parte de atrás y arrancamos hacia la gasolinera– La verdad es que me haces un gran favor.
– Nada hombre, eso nos puede ocurrir a cualquiera y hay que ayudarse.
– ¡Pues nos quedamos sin caza!– dijo el otro.
– ¿A que se refiere?– dije yo inocente.
–A que veníamos buscando alguna golfa para que nos diera boca y culo..– dijo sin medida el borrachín.
Yo me puse rojo de vergüenza, pero a la vez íntimamente excitado.
– Pues vaya chasco os habréis llevado…– dije tímidamente.
– Cuando vimos tu culo pensamos que nos había tocado la lotería…
– Jajaja… pero si soy muy viejo para vosotros,,,jajaja– mi calentura iba subiendo con mi atrevimiento.
– Bueno, cosas peores nos hemos follado…jajaja… a nosotros nos interesa el morbo y los culos bien tragones, ¿verdad Agus?
– Eso, que traguen bien los pedazos de tranca que tenemos…– dijo el borrachín.
– La verdad es que siempre me han dicho que tengo culo de tía, y la boca también.
– Es verdad, bien mamona parece– dijo mirando por el retrovisor– Yo ya estaba como una moto– ¿Y nunca has probado carne de macho?
– No nunca. Y eso que he fantaseado….¡Vaya, mira lo que me haces decir!
–Jajaja…eso es porque hacía tiempo que querías hacerlo pero no habías tenido la ocasión.
–Rroooarccc….– sonó un gran ronquido del copiloto justo cuando llegamos a la gasolinera.
– Este ya se ha quedado frito, ha bebido mucho, el pobre. Anda baja y llena la garrafa que te devuelvo a tu coche.
– Gracias, eres muy amable– y entonces añadí con más picardía que la vergüenza que tenía– No sé cómo te lo pagaré…
–Ummm… seguro que se nos ocurre algo…– dijo sonriendo. Yo sonreí a su vez y, con las piernas temblando, bajé al surtidor y llene la garrafa de 95plus. Pagué y volví a la furgoneta.
– Este sigue roncando, ¡vaya concierto!...jajaja.
Yo también reí nervioso y todo el camino de vuelta no dijimos ni palabra. Veía como me miraba por el retrovisor, yo sonreía y mi cabeza no paraba de imaginar escenarios tórridos y morbosos. Cuando llegamos al coche, en un suspiro, yo estaba dispuesto a lo que me ofreciera.
Bajamos ambos al coche y él se ofreció a rellenar el depósito. Yo detrás de él vi sus maniobras de acople y en esto se cayó la rosca del tapón de la garrafa.
– Cógelo, está ahí al lado de la rueda– me dijo.–Yo me acerqué me agaché, recogí el tapón y me vi con una polla enorme frente a la cara.
– Creo que ya sé cómo me vas a devolver el favor ¿no te parece? ¿Serás una zorra complaciente para mí?
Yo no contesté. Cogí su rabo y me lo metí en la boca. Estaba algo salado y ácido, pero no sabía nada mal. Mamé de aquella verga como si no hubiera alimento en la tierra y al poco ya no me cabía en la boca.
– Ven vamos a la furgo…–me la sacó casi a la fuerza de la boca y me acompañó a la parte trasera de la furgoneta.
No me extrañó que hubiera una colchoneta. A través de la plancha de metal que separaba la cabina de la zona de carga donde estábamos se escuchaban los ronquidos del copiloto.
– Ese sigue dormido…más parte para mi.– dijo sonriente. Se tumbó en la colchoneta y se quitó los pantalones. Así vista, con los testículos al aire aún parecía más grande– Mira lo que te vas a merendar…
Me acerqué a esa masa de carne y proseguí con la mamada que habíamos interrumpido. Masajeando y chupando sus huevos y llenando de saliva todo el cipote.
– Quítate los pantalones y enséñame ese culazo que tienes.
Me incorporé me di la vuelta y me bajé los pantalones y los calzones despacio, con languidez. Cuando los tenía por los tobillos me agaché para quitármelos del todo empine y saqué hacia afuera el culo para que se me viera el ojete, el cual estaba abierto y ansioso.
– ¡Vaya ojete que tienes!¿De verdad que nunca has follado por el culo?
– Sí, es verdad. Tan solo con consoladores yo mismo.– dije caliente y ofrecido.
– Pues vas a ver lo que es un rabo de verdad.
Se incorporó y se amorro a mi ano chupando y lamiendo. Yo gemía ya sin vergüenza alguna, apoyado contra la pared metálica de la furgoneta, solo deseando que llegara pronto el momento de la enculada y que ésta nunca terminara.
Al rato sentí como sus dedos, pringosos de alguna sustancia de introducían en mi recto... uno… dos…y tres. Me estaba untando lubricante y sus dedos no encontraban barreras a su trabajo.
– ¡Joder!¡Que pedazo de culo! Ponte en la colchoneta y ofrécemelo como una de esas putas que me gusta follarme.
Esas palabras me impactaron doblemente: por la humillación que cargaban y por la excitación que me embargaba. Hice lo que pedía y me puse primero a cuatro en la colchoneta, luego bajé mi cabeza y con las manos abrí mis nalgas ofreciéndole mi ano.
– Así, bien abierto– y emplazó su glande, su gordo y rosado glande, a la entrada de mi culo.
Dio un pequeño empujón y, para mi sorpresa, entró con facilidad. Lo sacó, espero un par de segundos y lo volvió a meter. Hizo esto varias veces y en una de ellas me metió la mitad de la polla en el recto
– aaarrggg! ¡Que gusto!– exclamé sin pensarlo.
– ¿Te gusta, eh zorra? Como te entra… – dijo mientras metía y sacaba su verga por mi culo.
– Sí…que rico…es lo que siempre he querido… sigue dándome polla, pero métela toda, aunque me rompas el culo.– Yo estaba como desaforado, tragando polla por el culo y con un hambre de años siendo saciado en un instante.
Pese al grosor de su rabo me entraba con facilidad y al poco, al doblar su velocidad de follada sentí sus huevos golpear en mi perineo. Se los cogí y el gruñó de gusto.
–Eso, amásame las bolas que voy a llenarte el culo de leche.
Comezó a darme fuerte por el culo y yo estaba en la gloria. Cuando de repente, una urgencia…
– ¡Para, para!¡Que me cago!– salió de mí y a mí me dio el tiempo justo de abrir la puerta y ponerme en cuclillas al lado de la furgo a vaciarme. –Que vergüenza– le dije.
– No te preocupes eso pasa muchas veces y estoy preparado…– sacó una manguerita del vehículo, abrió la espita y, cayendo en mis manos, ¡agua templada!– Es un depósito que instalé con un pequeño termostato eléctrico que saca el agua templada.
Me apliqué la punta a mi culo y el chorro de agua me limpió por completo. Cuando acabé el me dio el lubricante para que me lo untara en el ano y él se dio agua en la polla, con lubricante como jabón. Al poco se le veía limpia y me dijo:
– Vamos, zorrona, comprueba que tu macho tiene el rabo limpio y aplícate…
Me arrodillé ante su polla y comencé a mamarla con ganas. Estaba rica, limpia y rolliza. Le comí el glande y me tragué todo lo que pude, que no era mucho, pero debió gustarle pues al momento esta tan dura y gorda que no me entraba en la boca.
Me levanté, apoyé el tronco en la furgo y me abrí de nuevo el culo para él. Se puso tras de mí de pie y me la clavó entera con un solo movimiento.
Sus embestidas eran salvajes, no muy rápidas, pero sí fuertes, la sacaba entera y la metía hasta los huevos, una y otra vez. Así continuó hasta que, agarrando mis caderas, comenzó a correrse dentro de mi culo.
– ¡Así, cabrón préñame el culo!– le dije fuera de mí– ¡Qué gustazo me da tu rabo!¡Méteme la leche más adentro!
Jadeábamos y gruñíamos como dos animales, el seguía follándome el culo y yo no pude más y comencé a correrme.
– ¡Saca tu babosa verga de mi culo y enchúfamela en la boca!¡Quiero saborear tu lefa!– le dije con lujuria. Él me la sacó, me di la vuelta agachándome y se la volví a chupar, degustando toda esa leche de polla, hasta que, sujetándome la cabeza, se corrió de nuevo en mi boca.
– ¡Chupa, puta mamona! ¡Bébete mi caldo de rabo, que me has dejado seco!
Yo seguí mamando obediente hasta que ya no hubo nada que chupar, y un poco más. Me gustaba cuando se quedaba morcillona, perdiendo su dureza, porque así me cabía un buen trozo en la boca. Masajeaba sus testículos y de vez en cuando me los metía en la boca y los chupaba también. Luego volvía a meterme un buen trozo de rabo hasta la garganta e intentaba tragármelo sin conseguirlo, claro, pero a él le gustaba ver que lo intentaba.
–¡Sí que tienes hambre de polla, guarra! Me encanta verte así mamándomela con ganas.
Así estábamos los dos tan a gusto cuando oímos un cierre de puerta y unos pasos: era el dormilón que se acercaba.
– ¿Creíais que me iba a perder la fiesta?– dijo con un trozo de polla grueso saliendo por entre su bragueta. La verdad es que no era tan grande como la de su amigo, pero si más gorda– Ponte en posición que te voy a follar.
Yo me levanté y me acosté boca arriba en la furgo, dejando mu culo saliendo por el borde, y levanté mis piernas. Él las empujó hacia mi pecho y, con el culo así todo ofrecido me introdujo el grueso capullo en el recto. Di un respingo cuando comenzó a entrar despacio, pero sin pausa, todo ese pedazo de verga. “Menos mal que es más corta”, pensé. Pero a pesar de que ya había metido un buen trozo no acababa de topar. Y entonces caí en la cuenta: solo había visto el trozo que salía de su pantalón, pero no había adivinado el que se había quedado dentro.
Era igual de larga que la anterior pero más gruesa y mi ano y mi recto se dilataron al máximo cuando empezó a follarme más y más deprisa. Me estaba dando un gustazo increíble.
– ¡Sigue, sigue, dame todo el rabo!¡Mételo hasta el fondo!¡Sácame las tripas!¡Préñame!
El placer era inigualable, comencé a correrme por segunda vez con su polla entrando y saliendo, dilatándome a tope el ano y el recto. Mi culo le pedía más y el me lo estaba dando. Cuando creí que iba a perder el sentido se vino explosivamente. ¡Menos mal que duraba menos que su amigo!
– ¡Ven y chupa, mamona! Déjamela bien reluciente.
Tambaleante me bajé de la furgoneta y en cuclillas mamé como pude ese rabazo. Como estaba fláccido por momentos me fue más fácil. Amasé los huevos y tiré de su cipote mientras chupaba su capullo, que era algo más pequeño que el otro, pero su tronco se engrosaba al poco de no poder meterme nada más que un par de dedos tras el glande. Seguí un rato hasta que ya me dolía la quijada y le solté la reluciente polla, que quedó colgando, hermosa y satisfecha.
– Bueno, creo que no ha estado mal para ser la primera vez, ¿no?– dije con cansancio pero super feliz.
– No, la verdad es que has superado nuestras expectativas. Espero que pronto lo repitamos…
– Eso desde luego… ¿mañana aquí a la misma hora?
– Aquí estará la “folloneta” y estas dos vergas para abrirte el culo de nuevo.
Recogí mi ropa y subí a mi coche. Camino de mi casa, no dejaba de darle vueltas a todo lo que había pasado, y los retazos de imágenes de lo sucedido volvían a excitarme sin cesar. Ya estaba deseando que fuera el día siguiente, pues eso de ser una zorra complaciente de machos me había gustado de veras.