Una zona de placer nunca antes experimentado

De pronto tuve la eyaculación más intensa y voluminosa que jamás había tenido. Nunca había visto tanto semen salir de mi cuerpo, fueron varios bombeos, uno tras otro, todos deliciosamente placenteros.

UNA ZONA DE PLACER NUNCA ANTES EXPERIMENTADO

Los hombría es un concepto que genera tanta presión que muchos hombres limitan las posibilidades de brindarle placer a su cuerpo por respetar el tabú de la virilidad y cuidar su estatus de machos cabríos.

Ese era mi caso, por lo cual no podía concebir la sexualidad mas allá de la genitalidad de mi pene y las posibilidades que este me brindaba a través de una buena follada con mi esposa o una deliciosa masturbación viendo películas eróticas. Pensar en algo distinto a me generaba terror y hacia sentir que me acercaba a los límites de la perversión.

Mi ano por ejemplo era una zona totalmente prohibida para lo que tuviera que ver con sexualidad. De hecho el solo pensar en la relación entre mi culo y el sexo, me sentía como un desviado que, de seguir así, iba a terminar convertido en un marica, o "cacorro" como le dicen en mi país a los gays. Sin embargo, sabía que en mi ano había mucha sensibilidad, la cual se me incrementaba cuando estaba un poco ebrio y sentía una pulsación constante en mi culo, que se convertía en placer cuando me agarraba fuertemente las nalgas o me sentaba sobre algún objeto que tocara ligeramente la comisura de mi culo.

Nunca le preste mucha atención a aquello hasta que llego a mis manos, o mejor a mi correo electrónico, un artículo en el cual se describía el "punto G" masculino, el cual está ubicado en la próstata y al que se accede a través del ano, utilizando los dedos o cualquier objeto que permita masajear, o mejor masturbar la próstata, generando, según lo decía el artículo, una sensación inigualable y un placer que generaba un verdadero orgasmo en el hombre, produciendo un éxtasis que difícilmente cualquier otra experiencia sexual o masturbatoria podría brindar. Lo que leí en aquel correo me despertó la curiosidad y el deseo de comenzar a explorar esa nueva frontera, hasta ahora prohibida y cargada de prejuicios y vergüenza.

Cierto fin de semana mi esposa decidió viajar a su ciudad natal en compañía de nuestro hijo de siete años. Yo no pude acompañarla por razones de mi trabajo y me quede sólo en casa, pero a diferencia de otras oportunidades no hice ningún plan con mis amigos y decidí intentar hacer cosas que nunca había hecho y buscar una masturbación inigualable.

Al llegar la noche dispuse todo para comenzar la aventura exploratoria de las fronteras de placer de mi propio cuerpo. Como me parece muy excitante grabarme mientras me masturbo, instalé mi videocámara digital en su trípode y la enfoque hacia el mullido tapete del piso en donde me dedicaría a investigarme. Dispuse además una botellita de aceite de almendras pues según lo decían los textos que había leído, una adecuada lubricación es fundamental para una suave penetración anal.

Totalmente desnudo me tumbe sobre el suave tapete, tome un poco de aceite de almendras y me acaricie suevamente el pene para comenzar a excitarme, aunque el hecho de saber que estaba grabándome me produjo una erección muy fuerte, la cual disfrute suavemente con la suavidad y delicioso olor del aceite. Mi dedo corazón de la mano derecha lo cubrí con un preservativo, luego lubrique generosamente la comisura de mi ano, mis testículos, mi entrepierna, mis nalgas y toda la zona en la cual mi mano jugaría activamente.

Comencé entonces a explorar la zona. Con el dedo realice suaves movimientos circulares sobre mi ano sin penetrarlo aun. Eran caricias delicadas que comenzaban a estimular la circulación en toda el área y a dilatar un punto que nunca había sido penetrado.

Al notar que se había dilatado un poco el agujero de mi ano, inicie una suave penetración. No sentí ningún tipo de dolor, por el contrario sentía una sensación especial, un placer extraño que se incrementaba por los pensamientos morbosos de sentirme penetrado, de estar descubriendo un territorio de maravilloso placer que hasta ahora había sido vetado.

Continué la suave penetración con movimientos circulares, cada vez ingresando mas, centímetro a centímetro, hasta que llegué al punto buscado, el punto "G", mi próstata, la cual fue descubierta por mi dedo en la zona anterior de mi ano, hacia el pubis, unos cinco centímetros adentro. Era una pequeña protuberancia, del tamaño de una ciruela a la cual se le sentían dos lóbulos. Al tocarla con mi dedo sentí una especia de corrientazo que me estimulo a seguirla presionando y masajeando con la punta de mi dedo. Allí comenzó la explosión de placer más grande que he tenido en mi vida.

Mi pene estaba totalmente rígido y mientras más acariciaba mi punto "G" más duro se ponía, como si estuviera siendo bombeado desde adentro. Mientras me tocaba la próstata masajeaba también mi pene pero con cuidado de retrasar lo máximo posible una eyaculación para poder disfrutar durante mas tiempo aquella sensación de placer nunca antes vivida pero extremadamente deliciosa.

Llego un momento en el cual el placer fue incontenible, tocar mi próstata me producía un placer interno tan grande, tan raro, tan especial que no podía contenerlo más. Mi próstata se endureció, por mi pene comenzó a fluir un líquido algo transparente y de pronto tuve la eyaculación más intensa y voluminosa que jamás había tenido. Nunca había visto tanto semen salir de mi cuerpo, fueron varios bombeos, uno tras otro, todos placenteros, todos acompañados de aquella nueva sensación al interior de mi ano. MI dedo aún seguía adentro, aprisionado por una contracción, una deliciosa contracción que lentamente fue dejándolo salir.

Estaba exhausto pero totalmente satisfecho y feliz de haber experimentado aquella delicia y haber descubierto un nuevo universo de posibilidades de placer en mi cuerpo. Ya no me importaban los tabúes ya no le tenía miedo mi mano, y estaba seguro que iba a seguirlo disfrutando con la seguridad de no ser gay. No me quedaron gustando los hombres, me seguían gustando mucho las mujeres y seguía amando a mi esposa. Cuando mi corazón y mi respiración se tranquilizaron, me incorpore, apagué mi cámara y me di una ducha fría. Después me acosté desnudo debajo de las frazadas de mi cama, conecte la cámara a mi televisor y disfrute durante un buen rato viendo el video. Me masturbe un par de veces más de la manera convencional viéndome tirado en el piso disfrutando de mi mismo.

Desde entonces, cada que tengo oportunidad, disfruto de mi ano, de mi próstata y exploro nuevas cosas. Objetos, vibradores anales, nuevos aceites, nuevas posturas, incluso un masajeador especial que adquirí en un sex shop y que estoy a punto de probar pues me dicen que es fabuloso. Hoy el nuevo reto que tengo es lograr romper los tabúes de mi esposa y hacer que con sus dedos y caricias explore mi nueva zona de placer. Pero eso requiere tiempo y seguramente será objeto de un próximo relato.