Una y decenas de noches
Es mi primer escrito, apreciaría sus opiniones.
Siempre me he considerado muy sensual, erótica, sexual. Sumisa pero dominante. Coqueteo con el BDSM y el sexo tántrico, pero no practico ninguno de forma pura pues no me he adentrado a cada filosofía de vida, sino más bien disfruto de cada uno según mi estado de ánimo. Lo importante es ser buen/buena amante, saber dar y recibir. Disfrutar el proceso, no enfocarse en el fin. Y con él, con él quería eso. No quería conocerlo, quería idealizarlo. No quería que me conociera, quería que cumpliera sus fantasías conmigo, quería cumplir las mías con él. Quería que fuéramos amantes. En un ambiente de respeto y de salud. Sin inhibición, sin culpas, sin juzgar. Tener espacio para hacer una maestría: la del sexo, nuestro sexo.
Físicamente, solo estuvimos una noche. Sin embargo, he tenido un ‘crush’ con él, mucho tiempo antes de tan siquiera clasificarlo como tal. Desde que lo conocí, físicamente me llamo la atención pero nunca me permití verlo con otros ojos porque además, de ser la pareja de su primo para ese entonces, siempre mostró ser bastante impropio. O al menos, así lo percibí yo.
En el verano de 2010 estuve fuera de mi país sola por primera vez por tres meses. Esos tres meses me cambiaron la vida en diferentes aspectos. También, tome la decisión de disfrutar más mi vida sexual, decidí tomar las riendas de mi sexualidad cuando me regresara. Una noche tarde estaba en facebook, y ahí estaba él. Lo saludé como si nada, y sin darme cuenta le salí con algo pícaro. Recuerdo haber pensado “ups, ¿qué hice?” pero ahí me contestó él con otra frase más picara aún. Sin darme cuenta comenzamos a intercambiar fotos “sensitivas” y conversaciones cada vez mas subidas de tono. Me entusiasmaba la idea pero a la vez me asustaba. Y siempre fue así con él, hasta el día de hoy. Me asustaba por el parentesco con mi ex pareja, me asustaba porque me gustaba, y me asustaba por la forma en que lo percibo. Inestable, a la defensiva y “cafre”. “Cafre”, esa era la palabra que me venía a la mente cada vez que “abría la boca” o mejor dicho, que me hacía comentarios por el chat. Esa cafería que me molestaba pero me intrigaba, ese descaro me excitaba. Y es que tengo que confesar, que él cumplía con algunos estereotipos de algunas de mis fantasías. Es artista. Y yo, que no he estudiado arte, que no tengo una definición de arte pero que encuentro tantos detalles del diario artísticos. Soy capaz de disfrutar tantas simplezas a tal escala que, probablemente pensé que alguien que se dedique al arte, o ciencias sociales, sería capaz de compartir, pensamientos , pasiones y erotismo conmigo.
Y de momento en nuestras conversaciones pícaras y cafres, pude compartir algunas “fantasías artísticas” e imaginar que podían ser ciertas. Como el hecho de posar completamente desnuda para él, sentada con las piernas completamente abiertas. Mostrándole mi sexo. Posarle en una posición de poder, pues así me sentía (o al menos me imaginaba me sentiría). Y esperar, tortuosa y deliciosamente esperar. Esperar a que su mirada escudriñara cada parte de mi cuerpo, cada rincón, cada pliegue. Esperar que su instrumento de trabajo, diera forma a mi cabello rizado y castaño oscuro peinado por el viento, que diera forma a mis ojeras fruto de mis desvelos, que diera forma al cinturón de orión que se encuentra en mi clavícula derecha que demarca un camino de erotismo por recorrer. A mis labios definidos que gritan rebeldía, a mis pechos voluminosos y la invitación de mis pezones erectos a permanecer en territorio ajeno. A los detalle de mi vientre como lo ese lunar al lado derecho del ombligo. Mi vientre, portador de un útero revolucionario. Y así, esperar, esperar, a que trace los surcos y pliegues de mi sexo lentamente. Que dibujará como me humedecía. Esperar a que trazara mis muslos naturales, mis pantorrillas, hasta la última uña del último dedo de mis pies. Esperar y sentir el proceso, como si cada acto de plasmar mi anatomía, lo sintiera en carne propia. Y así, podría ser uno de nuestros primeros encuentros. Al menos, así fueron innumerables de encuentros por las noches. Idealmente, solo pasaría eso para aumentar la tensión, la libido. Hasta que ocurriera el próximo encuentro….