Una viuda necesitada
Las aventuras de una viuda en una agencia matrimonial
"No es posible vivir con las mujeres, ni sin las mujeres-2
Proverbios Griego.
El marido de Doña Elisenda tuvo un accidente cuándo tenía solo 53 años. Este accidente se hubiese podido tomar como parte de la vida de alguien que pasa mucho tiempo en la carretera. Pero lo más difícil de digerir es que este, falleciera junto a otras dos mujeres jóvenes y los 3 completamente desnudos en un BMW con botellas de Champagne vacías por el suelo. Murió con cara de felicidad. En la guantera también se encontró una cajita con resto de un polvo blanco que parecía cocaína.
La sr. Elisenda, como creyente que era, durante mucho tiempo, no paró de rezar día y noche a los Santos a los que tenía más devoción. Para el párroco de su iglesia, se convirtió en un ejemplo en esos tiempos que cada vez entraba menos gente a rezar por sus deudas morales. En varios sermones, la tuvo en cuenta como ejemplo de devoción y creencia. Elisenda rezaba y rezaba, lo que no sabía es que ella rezaba a quién fuese para que el alma de su difunto esposo no entrase al cielo. A todos aquellos Santos les suplicaba que lo mandasen al infierno. El muy hijo de puta hacerme esto, Ella procuraba que estas malsonantes palabras no aparecieran en sus súplicas para no cerrarse las puertas del cielo.
Pasado un año, Elisenda no hacía más que pensar en como conseguir meter a un hombre en su cama de nuevo. Perseverante e inteligente comenzó a dar vueltas a su cabeza. La idea se le ocurrió cuando buscaba alguien con quien casarla, sin éxito, ya que unos años más tarde comprendería que su hija era lesbiana.
Al poco tiempo, encontró una agencia matrimonial, que le costó un buen pellizco. Allí creyó encontrar al adecuado. Elisenda se intereso por la talla que calzaba aquel elemento, y la directora le contesto que un 48.
-Madre mía debe parecer un mulo
-Creo que no nos hemos entendido bien, pensaba que se refería los pies.
La directora tecleó en su ordenador, y desde el otro lado le respondieron con un marcado acento alemán. La directora le preguntó directamente las medidas que Doña Elisenda quería saber.
Le respondieron que si hubiese preguntado la hora hubiese recibido la misma respuesta.
-28 y grueso
-Tratar con alemanes da gusto- respondió orgullosa la directora.
-El chico se llama, Ataturk y es de origen turco, con cejas grandes, labios gruesos y un mostacho generoso. Ah! No habla español, chapurrea un poco el alemán y en su país trabajaba como jardinero.
-No importa-contestó Doña Elisenda- Para lo que tiene que hacer, aunque fuese mudo iría bien o quizá mejor.
-Si lo desea, puede ir a Hamburgo a conocerlo personalmente-dijo la directora con una seriedad propia de los vendedores de automóviles.
Esta vez, la directora no pudo contener la risa al preguntarle como se entenderían.
-Eso no será necesario, para plantar un árbol no hace falta idiomas.
Cuando Elisenda abandonó la agencia, la directora aún estaba boquiabierta.
Una semana después Ataturk llegó a casa de Doña Elisenda. No fueron necesarias las presentaciones, ya que no se entendían. Lo sentó en la mesa y le puso un bistec de ternera sobre la mesa, una botella de vino y dos latas de cerveza. En señal de agracimiento Ataturk, le beso en la mano. Mientras comían la hija de Elisenda no paraba de mirarlo, fascinada por cómo se movía su mostacho como si tuviese vida propia. Cuando Ataturk acabó de comer, Elisenda y su hija no habían acabado. Elisenda le sirvió otro filete y le llenó su vaso de vino. Ambos brindaron. Cuando acabaron de comer, Elisenda preparó café al estilo turco y le dióun zumo a su hija. Junto al café de Ataturk, Elisenda dejó una copa de coñac del siglo pasado que desprendía un olor embriagador.
Cuando todo acabó, Elisenda cogió a Ataturk de la mano y dijo a su hija que iban a arreglar unos enchufes en el piso de arriba, que no molestase.
La enorme cama de Elisenda, estaba preparada para lo que fuese, dejando una tenue luz encendida pudo ver como Ataturk comenzaba a desnudarse. Lo primero que vio fue un fornido y peludo pecho y también sus brazos, cuando bajo sus pantalones, contuvo la respiración. Mas que un pene, parecía un tronco de olivo con sus rugosidades y todo y eso que aún no estaba completamente erecto. Y le invadió una sensación de miedo al cuaestionarse y eso le iba a entrar.
Para iniciarse, Elisenda, le indicó a Ataturk que se tumbase en la cama, ella se tumbó sobre el, invirtiendo suposición, le puso en la boca, su poblado bosque, para que empezase, mientras ella se metió su enorme miembro en la boca, que por su tamaño le llenó enseguida. Cuando su lengua comenzó a acariciar su clítoris, supo que aquel era el semental que estaba buscando. Todo y habiendo cenado opiparamente, fue sorbiendo los jugos que salian de aquellas entrañas, como si fuese un elixir.
Doña Elisenda cuando de aquel voluminoso miembro brotó su contenido creyó ahogarse en el Nilo.
Después de un receso y cuando este despertó. Doña Elisenda se preguntó si todos los turcos serían así. Aquello no había palabras para definirlo y eso que la sesión no había hecho más que comenzar.
Cuando Ataturk despertó, tenía su miembro como una bara de encino.Sin tener que mediar palabra, este le abrió las piernas y trabajosamente le fue introduciendo ese enorme cipote y comenzó a cabalgar lentamente, y tal y como ella respondía comenzó a subir el rítmo, . Elisenda comenzó a mover su hermoso culo,mientras gritaba que le llenase el chocho. Si ella resoplaba como una yegua, su jinete no paraba de gemir borracho de placer, soltando palabras ininteligibles. Cuando ya estaban lanzados al galope, Elisenda dio señales de que iba a correrse, entonces Ataturk no aguantó más y soltó toda su carga seminal. Mientras la llenaba, la beso apasionadamente. En ese momento Elisenda creyó que había perdido el norte.
Durante toda la noche y con algún receso, Ataturk le dió todo lo que ella necesitaba.
Al día siguiente cuando bajaron para almorzar, estaba la hija sentada en la mesa que inocentemente preguntó si habían podido arreglar todos los enchufes.