Una visita inesperada, yo Ivonne. 1
Una interrupción en un momento inapropiado toma un giro interesante.
Una visita inesperada, yo Ivonne. 1
Nada me gusta más que recibir sus mensajes y poder contestarlos personalmente. En verdad muchas gracias por sus palabra, comentarios y demás!, Jijiji. Recuerden que yo le paso sus recados a Ivonne. En una de esas ella misma les contesta! dratentacion gmail com Son unos adorados!!! Pero no se diga más, demos paso a la voz de ella misma, de Ivonne...
Hola, los saludo, soy Ivonne; es viernes por la noche y estoy lista para irme a la cama para una solitaria y deliciosa sesión de autoerotismo. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Tengo 39 años, soy divorciada y muy cachonda, muuuuuy! Cosas de la vida.
Me he bañado, perfumé mi cuerpo y ahora me miro desnuda frente al espejo. Me gusta mucho lo que veo, mis pechos son redondos y firmes; aureolas rositas y con los pezoncitos bien duros parados. Mis piernas y muslos se mantienen a tono gracias a muchas horas invertidas en el gimnasio. Mis nalguitas son mi mejor atributo; bien paraditas y respingonas. Mi rostro refleja mucha menor edad, en especial mi mirada inocente es mi mayor arma. Jiji.
Me meto en la cama y espero que mi respiración se normalice. Aún no me he tocado pero ya estoy excitada porque sé que voy a disfrutarlo, voy a tener un orgasmo intenso, como solo yo me los se dar. En la mesa de noche me espera uno de mis vibradores, ese que succiona mi clítoris y me hace enloquecer de placer.
Empiezo a acariciar mis tetas. Son suaves, mis manos cálidas los recorren centímetro a centímetro, sin prisa, demorándose en llegar a los pezones ya algo hinchados y erectos. Humedezco mis dedos con mis labios, toco mis pezones. Me estremecimiento y dejo salir un suspiro. Disfruto mucho de tocarme los senos, me calienta particularmente. Hoy es uno de esos días en que algunas gotas de leche salen de ellos cuando los estimulo y estoy tan caliente. Allá abajo, en mi entrepierna, siento que los labios de mi sexo se están hinchando y su jugo comienza a fluir.
Una de mis manos baja lentamente por mi vientre, la otra sigue sobre mis senos. Acaricio mis muslos, por fuera y luego la parte interna. Mi respiración se acelera. Lentamente mis dedos se acercan a los labios de mi vagina, están muy hinchados y húmedos. Recorro los escasos pelitos que los rodean, tiro de ellos y exhalo el aire en un gemido mezcla de dolor y de placer. Separo un poco más mis piernas.
La punta de mis dedos recorre mis labios y rozan el clítoris. Me muerdo los labios, mi excitación va en aumento. Trato de resistir todo lo posible pero no puedo más, así que hundo un dedo en mi conchita, luego dos, en seguida tres. Con el pulgar me froto el clítoris que ya está duro asomando fuera de su cuevita.
Estoy empapada. Meto y saco con fuerza mis dedos, simulando que soy penetrada. Mientras pellizco mis pezones acelero los movimientos de mi mano. Levanto la cadera, mis gemidos son más fuertes ya, el orgasmo se aproxima. Retiro mi mano sólo un instante, para probar mis jugos, y me penetro otra vez.
Entonces me volteo violentamente, quedo boca abajo sobre la palma de mi mano, ya me puedo frotar más profundamente. Me muevo como si estuviera cabalgando sobre una pija, mis pezones se rozan contra la cama, en momentos levanto mi trasero como pidiendo ser penetrada desde atrás.
Con la otra mano tomo el vibrador y lo coloco en mi vulva. Es un buen aparato, con ese agujerito que me succiona delicioso, lo adoro. Sostengo un ritmo de penetraciones con mis dedos, hundiéndomelos una y otra vez. Hay un sonido como de chapoteo, mi entrepierna es un lago.
Sigo así, así, así, cada vez más fuerte, más rápido, gimiendo más... ya llega, ya llega, todo mi cuerpo se convulsiona, voy a liberar mi primer orgasmo...
- Ding, dong… Ding, dong.
Me quedo inmóvil un segundo. Fue el timbre en la puerta?
- Ding, dong… Ding, dong.
Si, es el timbre, sí… cada vez más insistente. El orgasmo se me queda atragantado, no puedo creerlo. Trato de recuperar el aliento, me pongo una bata sobre mi cuerpo transpirado, desnudo, que exige a gritos una culminación de mi ejercicio sexual. Me calzo unas zapatillas y voy caminando con paso inseguro hasta la puerta.
Quién es?
Soy yo tía, Ernesto, tu sobrino. Discúlpame que te moleste, estás durmiendo?
Ernesto, 18 años, hijo de mi prima hermana. Qué puede querer en mi casa a esta hora? Habrá sucedido algo? Abro la puerta sin pensar y al ver su rostro de sorpresa me doy cuenta que está viéndome toda despeinada y enrojecida.
Perdóname tía, estás ocupada?
No, no, para nada, pasa, qué sucede?... digo tratando de alisarme los cabellos y cerrando mi bata.
Nada... pasa que... estoy borracho!
Ernesto se ríe y se le ilumina la cara. Es un chico hermoso, mi sobrino más querido, guapo como pocos y capaz de comprarme sólo con sonreír como lo hace ahora. Salgo de mi embobamiento y reparo en lo que acaba de decirme.
Borracho?
Sí. Perdóname, no le digas nada a mis padres. Estuve con unos amigos tomando unas cervezas aquí cerca, y ahora no tengo ni para el taxi de regreso a casa. Me prestarías algo de dinero?
Lo miro con ternura y le acaricio el cabello.
- Claro que sí, pero será mejor que primero te tomes un café o llegarás a tu casa en este estado lamentable y mi prima no te lo perdonará.
Y aquí estamos los dos, sentados a la mesa, él tomando su café y yo cerrando mi bata que se empeña en abrirse. Es ya la tercera vez que lo descubro espiando mis pechos a través del escote ya no intento cubrirme más. Una idea perversa empieza a nacer en mi cabeza.
Y qué tal ha estado tu noche, además de la borrachera?
Nada especial.
Vamos... no me digas que no has estado con ninguna chica...
Hace un gesto de fastidio.
Las chicas coquetean mucho, solo nos provocan, prometen todo y al final te dejan sin nada.
De verdad?
De verdad. Me ha sucedido hoy sin ir más lejos. Estuve a punto ligarme una pero al final... bueno, no sé si deba hablar en estos términos...
De modo que mi sobrino también acaba de sufrir una frustración. Puedo imaginarlo, hace apenas un instante estaba con una amiga, manoseándose, excitándose, con su pene endurecido bajo los jeans ajustados y de pronto se ha quedado sin nada.
No sabía que las chicas se comportaban así, dije inocentemente.
Ni te imaginas lo que pueden llegar a hacer. Creo que para tener menos problemas empezaré a dedicarme a mujeres mayores.
Ernesto sonríe después de decir esa frase, como tomando conciencia que me la ha dicho a mí, una mujer mayor. Se produce un silencio incómodo. Decididamente está viendo los senos ahora. La idea perversa se afirma con más fuerza en mi mente. Mi conchita aún está dispuesta, caliente y empapada en mis jugos, despide un aroma profundo a sexo, y mi cuerpo sigue reclamándome el orgasmo que le corte hace poco. Seré capaz? Me escucho decir…
Continuará