Una Visita al Doctor
La última paciente del día. Parece que otro día que no podrá salir a su hora. La verdad es que la profesión médica es muy sacrificada...
El doctor revisa sus notas, a ver si hoy es capaz de salir a su hora. Parece que hoy tampoco podrá ser. Son las ocho menos cinco de un viernes tarde y aún queda una última paciente en su consulta privada.
Toc, toc. Adelante, pase. Una paciente de treinta y pocos años entra por la puerta. La última del día, menos mal, piensa el doctor.
- Buenas tardes.
- Buenas tardes.
- Usted dirá.
- Verá, Doctor, no se cómo explicarle mi consulta, empieza ella.
- Adiós, acabo de perder mi propia apuesta, piensa el doctor, hoy definitivamente no salgo a la hora. Dígame, por favor.
- La verdad, estooo, es que tengo problemas de excitación, cuando ya sabe ud, estooo, con mi novio y quería saber si hay algún tratamiento, alguna pastilla o algo para poder arreglarlo.
- Bien, bien, ataja él ante el nerviosismo de la paciente, me hago cargo. Veamos, le voy a hacer una serie de preguntas rutinarias para poder conocer algo mejor su situación y poder ajustar mejor el tratamiento.
- ¿Cuantos años llevan de relación? Pregunta el doctor.
- Con este va para ocho, responde la paciente.
- ¿Viven juntos?, pregunta él.
- Sí, desde hace tres, responde ella.
- ¿Con cuanta frecuencia mantienen relaciones sexuales?
- Puff, depende, pero alrededor de una vez a la semana.
- Y, ¿qué tipo de prácticas realizan?
- ¿Cómo?, se sorprende ella, no le entiendo
- Sí, le digo que qué tipo de actividades realizan en materia de sexo, aclara el doctor.
- Perdone doctor, no le entiendo, responde la paciente visiblemente azorada.
- El doctor pone mala cara y le mira directamente a los ojos. Mmm, mire, la verdad es que es tarde y estoy cansado para andarme con juegos y perífrasis verbales. Le estoy preguntando qué cosas hacen cuando follan.
- El doctor insiste. Por ejemplo, ¿Le hace felaciones? Vamos, ¿se la chupa ud?
- Ella se gira incómoda en el asiento, visiblemente desconcertada . Al de unos segundos, se arma de valor y responde. Al fin y al cabo, está en una consulta médica. Pues la verdad es que sí, doctor.
- ¿Y a él le gusta como lo hace?
- Sí, eso dice.
- ¿Y a Ud. Hacerlo?
- El color comienza a acudir a sus mejillas, ya que esa pregunta no estaba dentro de las que ella espera que le haga un doctor . Sin embargo, ella es quién ha acudido a pedir su ayuda. Finalmente, responde. Pues la verdad es que sí, me divierte.
- Bien, ataja el doctor. Por favor dejémonos de vergüenzas, así no vamos a conseguir hacer un diagnóstico en condiciones. Si quiere que le ayude va a tener que darme toda la información que necesite, ¿está claro?
- Sí, doctor, adelante, disculpe, dice ella, ya más confiada.
- Sigamos. Además de chupársela, ¿él se ha corrido alguna vez en su cara?
- La paciente tarda un poco en responder, pero lo hace. No, la verdad es que no.
- ¿Y por qué?, indaga el doctor
- La verdad es que a mi no me gusta.
- Mmm, así no vamos a ningún lado, murmura él para sí pero de forma audible para ella.¿Y en su boca?, vuelve a preguntar él.
- Algunas veces, sí, responde la paciente, esta vez con más rapidez.
- Mejor, eso está mejor, afirma el doctor . ¿En sus tetas?, vuelve a inquirir él.
- También, varias veces, responde ella, ya casi inmediatamente
- Vale, sigamos, ataja el doctor. ¿Ha practicado alguna vez sexo anal?
Buff, otra pregunta a la línea de flotación. Ella vuelve a dudar, quedándose callada, pero esta vez es el doctor el que se revuelve incómodo en su silla.
- Le he hecho una pregunta, respóndame, por favor. Digo que si le han enculado alguna vez, pregunta él perdiendo la paciencia.
- Ella se repone y le mira a los ojos. Sí , me han sodomizado, sí.
- Y, ¿le gustó que le dieran por el culo?
- Alguna vez sí, pero en general, no.
- ¿Lo siguen haciendo?
- No, la verdad es que hace mucho que no, reconoce ella.
- Que no, ¿el qué?, hable claro señorita y déjese de términos de diccionario como sodomizar, felación y chorradas, que no le va a pasar nada.
- Ahora es ella la irritada y la que pierde la paciencia y responde con rapidez. Pues no, ya no me dan por el culo. ¿He sido lo suficientemente clara esta vez?
- El doctor, lejos de sentirse intimidado responde con claridad. Sí, sí lo ha sido. Gracias, así todos perdemos menos el tiempo.
- ¿Se masturba ud?, vuelve a preguntar el doctor
- Sí, responde ella con sinceridad.
- ¿Con qué frecuencia?
- Tal vez una vez a la semana, más o menos.
- ¿Cómo lo hace?
- Mmm, ahora es mi turno, piensa ella. ¿Que cómo hago, qué? ¿Que cómo me masturbo?, pregunta ella. ¿Este tío quiere saber cómo me corro? Pues se va a enterar, se lo voy a contar con pelos y señales. Pues verá doctor, a veces me lo hago con el dedo, por encima de la braga y otras con un vibrador que me compró mi novio.
- El médico impertérrito pregunta, ¿marca del vibrador?
- Lelo, responde ella. ¿Tendrá alguna importancia?, se pregunta ella…
- Ok, se limita a apuntar él.
- ¿Y dónde follan habitualmente?, cambia él de pregunta.
- Ahora es ella la que responde rápidamente, como si esperara la pregunta ¿Que dónde follamos? Pues en la cama.
- El médico piensa, vaya coñazo. Sin embargo, solamente dice, quizás deberían pensar en variar un poco…
- La paciente contraataca. Poco a poco ha ido perdiendo la timidez, sintiendo más seguridad al llamar a las cosas por su nombre. ¿Le parece a ud mal quizás, doctor?
- Ahora es el doctor quien levanta la cabeza de sus papeles visiblemente sorprendido, quizás no acostumbrado a que sus pacientes le contrarien. Señorita –responde- lo que a mi me parezca le debería dar igual. Sin embargo, ya que lo pregunta, le diré que en una señorita hecha y derecha esas mojigaterías me sorprenden. Esos complejos son típicos de colegios de monjas y por mucho que le hayan dicho no la hacen a Ud más digna o respetable, pero sí más aburrida y menos interesante.
Bueno, dejémonos ya de intercambios de impresiones –zanja el doctor-, con esto tengo suficiente información de momento. Voy a pasar a realizar un primer examen exploratorio de carácter básico . Por favor, desnúdese de cintura para arriba y siéntese en la camilla.
Él le mira mientras se quita la blusa, desabrochando botón por botón. Ella espera que él no mire, pero parece que eso no va a pasar. De todas formas, puede que tampoco tenga mucho sentido, visto lo visto.
Sorprendentemente, la paciente se descubre a sí misma entrando en ese juego, retrasando el momento en que se deja caer la blusa blanca por detrás de los hombros con un toque de coquetería y en el que se desabrocha el sujetador mientras mira al doctor yo-lo-se-todo-y-estoy-tan-seguro-de-mi-mismo a los ojos, retándole a que comparta un poco de esa vergüenza.
Sentada en la camilla, el doctor procede a un examen exploratorio superficial. Comienza tocando sus brazos y luego su cuello. De repente, acaricia con un pulgar uno de sus pechos. Mezcla de sorpresa y excitación, un pequeño estremecimiento es el resultado.
El doctor sigue acariciando poco a poco alrededor del pezón hasta que comienza a describir pequeños círculos sobre ellos, de forma alternativa, primero uno y luego otro hasta hacerlo con los dos a la vez. La respiración de la paciente comienza a hacerse más pesada e irregular, se le escapa un gemido y la sangre fluye hasta que ambos ponen pezones se ponen duros.
Inconscientemente, la paciente cierra los ojos, pero en ese momento el doctor para.
- Como podemos apreciar, se ha excitado ud, señorita. De momento no veo nada anormal, indica el doctor.
- Sin embargo para estar más seguros procederemos a un segundo análisis. Por favor, súbase la falda, túmbese en la camilla y mastúrbese –continúa el doctor- quiero ver cómo lo hace. Y, por favor, cuénteme los pasos que va a dar.
La paciente está en una especie de shock , no se lo puede creer, pero hace lo que le ordena, se sube su falda negra hasta la cintura, se tumba en la camilla y abre ligeramente las piernas.
Sin embargo, la paciente no se va a dejar ganar la partida tan fácilmente y se recupera pronto de la situación. Mirándole directamente a los ojos, le dice:
- Verá doctor, voy a empezar a acariciarme, primero por encima de mis bragas y después voy a introducir dos dedos por debajo de mis bragas y voy a pasarlos por encima de mi vagina – perdón, de mi coño- y a luego muy delicadamente por encima de mi clítoris.
El doctor ve cómo comienza el movimiento de arriba abajo, cómo su pecho comienza a moverse, sus tetas a tomar color y sus pezones a marcarse. La respiración empieza a ser más marcada y los gemidos más profundos.
Unos minutos después y justo en el momento en que ella se va a correr, con su cuerpo totalmente tensionado y a punto de romperse en un orgasmo, el doctor le aparta la mano de su coño.
- Por favor, es suficiente, incorpórese.
Ella le mira incrédula, no se lo puede creer, está a punto, cualquier roce con lo que sea desencadenará el milagro, pero este cabrón lo ha impedido y ella lo necesita, necesita de verdad, correrse.
Sin embargo, el doctor pone una mano en uno de sus pechos y comienza a jugar habilidosamente con él, pasando la yema de uno de sus dedos por el pezón, manteniendo al límite su estado de excitación. Los gemidos y la respiración jadeante vuelven. Su coño está tan mojado, que si no fuera por el papel que cubre la camilla, estaría goteando.
El doctor comienza a hablarle mientras acaricia con una velocidad e intensidad constante sus pezones, de forma que la paciente sigue excitada, a punto de correrse pero sin poder hacerlo.
- Señorita, le dice mirándole a los ojos, yo la veo bastante excitada, no veo que tenga mayores problemas. Incluso diría que podría tener un orgasmo ahora mismo, ¿cree ud?
- Yo creo que sí, doctor, dice ella con voz entrecortada.
- ¿Que sí, que? Pregunta él a bocajarro, casi con violencia.
- Que podría correrme, reconoce, entre jadeos, ella.
- Sin embargo, nos queda una parte del examen por completar, dice él. Antes, usted me ha dicho que se la chupaba a su novio y que a ambos les gustaba. Sin embargo, me decía que nunca se habían corrido en su cara. Comprobemos ese extremo para ver si le sirve a usted para excitarse con su novio.
- La paciente no puede más, necesita que esto termine, está a en un estado de excitación en el que haría lo que fuera por acabar. ¿Qué quiere que haga doctor?, pregunta.
- Quiero que se ponga de rodillas, me baje la cremallera de los pantalones y me haga una mamada hasta que acabe en su cara. Y mientras, podrá ud masturbarse, por supuesto.
- Vamos, doctor, que usted quiere le coma la polla hasta que se corra en mi cara.
- Muy bien, señorita, veo que ha aprendido a llamar las cosas por su nombre. Eso le ayudará a que tanto usted como su novio se exciten más.
- Es usted un jeta y un cabrón, señor doctor, le dice ella mientras él le pellizca un pezón.
En fin, ella siempre ha sido una paciente colaboradora, así que no se hable más, se arrodilla delante de él, le toca el bulto del pantalón, señal inequívoca de que el señor doctor también está muy excitado, le baja la cremallera mirándole a los ojos y saca su polla completamente erecta para después de un lametón desde la base y de abajo a arriba metérsela en la boca.
Este doctorcillo se va a enterar, se dice la paciente a sí misma. Yo estaré a punto de correrme, pero voy a hacer qué él no tarde mucho más. Mientras con una mano se acaricia masturbándose, con la otra hace de apoyo mientras pasa la lengua por su glande e intenta meterse todo lo que puede de la polla del doctor en su boca.
La paciente disfruta esa sensación de poder que ya ha tenido en otras ocasiones al hacerle una felación a su novio. Poder, sí, al ver cómo el miembro de él crece en su boca, al ver cómo es capaz de excitar a un hombre con su boca y su lengua y cómo su novio se retuerce encantado entre jadeos. Poder también al saber que tiene lo más delicado de su novio en su boca, junto a sus dientes.
Sin embargo, esta vez la sensación de ser poderosa y de tener el control es aún mayor, ya que tiene a su disposición a este doctorcito prepotente y chuletilla, que cierra sus ojos y se encorva de placer bajo su mando.
Una vez se ha dado cuenta ya definitivamente de que es ella quien manda, se aplica a la tarea aún con mayor entusiasmo para dejárselo claro a él, mirándole directamente a los ojos y retirándose el pelo en un gesto claro de que quiere que vea cómo toda su polla desaparece entre sus labios.
El resultado no tarda en llegar, enseguida nota como un chorro caliente y viscoso le salpica sus mejillas y se desliza por sus labios, hasta caerle por el cuello y las tetas. Esta es su victoria, la paciente ha conseguido ganarle la partida al doctor.
Inmediatamente se corre ella con un orgasmo como el que hacía tiempo que no tenía, que la rompe en trocitos y la aparta completamente de la realidad durante unos exquisitos e interminables segundos.
Entonces, vuelve a mirar hacia arriba y ve al arrogante doctorcillo desarmado y en sus manos, con un gesto todo menos displicente, nada que ver con la actitud amenazante que ha tenido desde que entró en la consulta.
- Sonriéndole con la expresión más viciosa que es capaz de poner, la paciente le pregunta, ¿Qué tal el resultado del examen, doctor?
- No está mal, no está mal, responde el doctor, creo que debería practicar más con su novio. Debe salir de la rutina y dejarse de complejos y vergüenzas. Folle, chúpesela, déjele que le coma el coño y déjese encular de vez en cuando, verá como los resultados son excelente.
Ella se pone en pie, se limpia, se viste y sale de la consulta, afirmando que así lo hará.
El doctor, hace lo mismo, se arregla y mira el reloj. Definitivamente, no hay forma de salir a la hora en este trabajo. Eso sí, va a tener que hacer que su novia acuda más a menudo en el último turno a follar a la consulta.