Una visita a la Feria
El morbo de ser vistos.
Habíamos quedado para ir al parque de atracciones, eran las fiestas de la ciudad y habían montado la tradicional feria. Nos gustaba ir a pasear y subirnos en las atracciones, pero siempre con intenciones morbosas, el hecho de que hubiera tanta gente era el aliciente perfecto para dar rienda suelta a nuestras fantasías. Íbamos paseando entre los puestos de chucherías, de vez en cuando le metía mano, la manoseaba y la besaba.
Cuando vimos el barco vikingo nos fuimos hacia él, y al llegar nuestro turno nos subimos en una de las jaulas que hay en los extremos del barco. Ella se colocó delante de mi agarrada a los barrotes y yo me puse tras ella, pegado para que sintiera mi erección, agarrándome también a los barrotes. El barco empezó a columpiarse, primero despacio y después muy rápido. Las subidas y bajadas hacían que la sangre se moviera, que a veces nuestros cuerpos se separaran para después encontrarse bruscamente. Ella sacaba el culo para encajar mi bulto a la perfección.
En la jaula éramos unas catorce personas, todos excitados por la atracción en sí, que a veces te hacía despegar los pies del suelo. Una pareja se percató de nuestro juego, pero lejos de disimular ella se colocó en la misma postura que mi amiga y el novio copió mi postura y mis movimientos.
En estas, mientras el barco iba y venía, las chicas se miraron, una mirada cómplice, sonriente, ambas estaban morboseando de igual modo y disfrutando de nuestra pequeña escena. El barco cayó empujándonos a nosotros contra ellas de golpe. Él me miró riendo y dijo algo así como “qué maravilla”, antes de romper a reír mientras ambos colocábamos la entrepierna entre los cachetes de nuestras respectivas acompañantes. Por desgracia el viaje acabó y bajamos de la atracción.
Una vez abajo la pareja que nos había copiado se presentó. Resultaron agradables y nos pidieron si podían acompañarnos esa noche, a lo que respondimos que sí, pero que nuestro rollo era ir morboseando. A ellos les pareció bien y así empezamos nuestro divagar por la feria. Íbamos caminando cuando pasamos por la casa del terror y nos decidimos.
Entramos. En el interior todo estaba oscuro, lógicamente, y varias cabezas colgaban por aquí o allá. Telarañas, sangre y algún actor disfrazado de zombi que salía asustar a la gente en determinados momentos. Nosotros íbamos delante cuando mi chica se asustó por una explosión de humo y dio un salto hacia atrás, lo que me permitió agarrarla con mis manos en sus tetas. Ella se giró, la subí en brazos y me rodeó con sus piernas. La llevé contra la pared y nos besamos concienzudamente. La otra pareja nos miraba. Él empezó a tocar las tetas de su novia por encima de la camiseta, al ser verano ninguno llevábamos demasiada ropa y eso favorecía el tacto.
Continuamos la marcha. En otro pasillo mi chica, que iba delante de mí se bajó los leggings en un gesto provocativo y me mostró el culo unos escasos segundos. Lo hizo rápidamente, tanto que cuando quise meter la mano ya se los había subido y la acaricié sobre la tela con mi mano entre sus piernas. Ella al sentirla se detuvo y separó un poco las piernas para facilitarme el camino. Yo le acariciaba el coño desde atrás sintiendo una erección enorme. La pareja nos seguía el juego, pero fue él quien dio el paso y se la sacó, para que ella se la cogiera y manoseara. Mi amiga al ver eso se encendió más aún y agarró mi polla por encima del pantalón, moviendo la mano de arriba a abajo con la excitación plasmada en la cara, me encantaba ver ese rostro cuando mostraba deseo. El actor disfrazado de zombi salió por sorpresa y podemos decir que el susto se lo llevó él. Se quedó mirándonos unos segundos hasta que dijo, “viene gente”. Nosotros nos repusimos y seguimos caminando, ardiendo los cuatro. Por desgracia llegábamos al final y tuvimos que salir.
Otra vez caminado entre gente, luces y olores varios. La pareja resultaba buena compañía, habían entendido lo que nos gustaba y además eran una buena compañía. De vez en cuando veía como él ponía la mano entre los cachetes de ella, aplastando su falda. Decidimos ir a la noria, era nuestra atracción favorita porque fue la atracción donde empezó todo para nosotros, así que siempre que íbamos la noria era insalvable, era el culmen de nuestro paseo feriante. Nos pusimos en la cola bien pegados hasta que conseguimos nuestros billetes.
A la pareja le explicamos el motivo por el que queríamos subir en la noria, les pareció divertido y quisieron acompañarnos, pero mi amiga se vio en la obligación de prevenirlos.
—Lo que pasa es que aquí... Se nos va un poco la mano, ¿entendéis?
—Creemos que sí —dijeron ellos– pero si preferís subir solos, lo entenderemos.
—No, no es eso. Lo que quiero decir es que la última vez, por ejemplo, nos masturbamos ahí subidos.
—Pues nos encantaría ir en el mismo cochecito y jugar juntos – alegó ella.
Entonces llegó la hora de subir. Nos acomodamos en un carrito, sentados unos frente a otros. Aún si haberse movido la noria mi amiga me puso la mano sobre la polla, que había perdido un poco la erección, pero reaccionó a su tacto. La pareja nos miraba y ella hizo lo mismo con su acompañante, pero separó las piernas y subió la falda, dejándonos ver lo bien que le sentaban las diminutas braguitas. La noria empezó a moverse lentamente, elevándonos hacia el cielo negro de aquella noche. Cuando estábamos a unos metros del suelo bajé mi cremallera y me la saqué para que mi compañera jugara con ella con mayor precisión. Él me copió. Así estábamos las dos parejas, una enfrente de otra, disfrutando de que nos masturbaran. La chica tuvo una idea, retiró la mano de la polla y se quitó las bragas, haciendo que el carrito se balanceara para mayor excitación, después las guardó en el bolso. Entonces volvió a subirse la falda y a abrir las piernas, dejándonos ver su depilado y delicioso chochito. La vista hizo que mi polla endureciera al máximo, mi amiga se mojó la mano y aceleró el ritmo, mientras yo le metía la mano por los leggins y acariciaba su clítoris. La noria llegó a la parte más alta de su recorrido y se detuvo. Mi amiga se agachó y se la introdujo en la boca, comiéndomela. La pareja se sobreexcitó al verlo y él llevo la mano al coño de su amiga y de súbito le metió un dedo y empezó a moverlo, ella gozaba el gesto, se mordió el labio mientras aceleraba su mano sobre la polla de él. De pronto la noria giró y empezó a bajar rápidamente. Mi amiga se incorporó y me la agarró.
Bajábamos a gran velocidad sintiendo el vértigo que acrecentaba nuestra excitación. Dio una vuelta completa, llegó arriba y siguió girando mientras nosotros nos masturbábamos unos a otros intentando no ser vistos por carritos contiguos ni por los mirones de abajo, intentábamos disimular, pero conseguir pasar desapercibido al cien por cien era imposible.
De nuevo la noria se detuvo. Esta vez poco antes de la zona más alta, dejándonos una vista exquisita de la ciudad. El chico masturbaba a la chica que anunció que se iba a correr. La miramos todos para ver como disfrutaba el momento y disfrutarlo también nosotros. Se hizo un poco para delante quedando sentada en el borde del asiento, mientras él metía y sacaba dos dedos de su coño rápidamente. Ella se convulsionó y empezó a correrse. Fue una visión perfecta.
La noria volvió a girar en sentido contrario, ella se sentó bien y siguió pajeando a su amigo, que, por sus gestos, también parecía cercano al éxtasis. Nosotros seguíamos masturbándonos, pendientes de ver a la pareja que nos estaba regalando un excelente momento morboso. La noria bajó y pasó a ras del suelo para volver a subir. Entonces él no aguantó más y empezó a eyacular. Sus chorros salieron en explosión hacia nosotros, aunque sólo cayó algo sobre uno de mis zapatos, el resto se había quedado en el suelo y en la mano de ella que, mirándonos, se llevó la mano a la boca para apurar los restos de semen. Estábamos muy calientes, aceleramos nuestros movimientos. La chica seguía con las piernas abiertas mostrándonos su coño, se apretó las tetas para deleitarnos mientras él se la agitaba muy suavemente. Ahora la noria descendía lentamente, iba dejando que bajara la gente, habíamos llegado al final del viaje. Nos recompusimos y bajamos. Sentimos miradas acompañarnos en nuestro descenso de la atracción, pero quizá fuera una impresión nuestra por hacer algo fuera de lo común. Salimos rápidos del gentío que se agolpaba para subir y nos volvimos a perder entre la gente.
—Ha estado genial —dijo la chica— pero vosotros no os habéis corrido.
—No te preocupes —le dije— ahora vamos detrás de la caseta de la última atracción, vamos a follar porque ya no podemos más.
—¿Podemos acompañaros? —Quisieron saber.
—Claro, no lo vais a dejar ahora.
Llegamos a la última atracción y la bordeamos metiéndonos detrás de la caseta donde se hospedarían los propietarios. Nada más entrar en ese espacio mi amiga se agachó delante de mí y me la sacó para llevársela a la boca, estaba ansiosa. La pareja estaba a nuestro lado. Él se volvía a acariciar el paquete y ella me miraba.
—Déjame ver tus tetas —le dije.
Ella subió su camiseta y me mostró unas tetas bien redondas y voluptuosas, agarró mi mano y la puso sobre una de ellas. Apreté aquella teta con ganas. Él se la sacó y ella me puso la mano en el cuello indicándome que se las chupara. Lo hice. Lamí aquellos pezones, los mordí, eran deliciosos mientras me seguían comiendo la polla. Le hice un gesto a él, que se pajeaba suavemente, para que acercara la polla a la cara de mi amiga que, cuando la vio, la agarró y se la llevó a la boca, comiéndonos y pajeándonos a los dos. Llegaba la música y el escándalo de la gente desde el otro lado de la caseta, si viniera alguien no seríamos capaces de oírlo, pero estábamos demasiado entregados como para hacer caso a nadie. Metí la mano debajo de la falda de la chica y empecé a masturbarla. Seguimos así un rato, hasta que mi amiga se levantó, se bajó los leggins hasta las rodillas, apoyó sus manos en la caseta y, sacando el culo, me dijo:
—No me hagas esperar.
Yo me agaché detrás de ella y empecé a comerle el culo, bajando luego hasta su coño que estaba empapadísimo. Me recreé unos minutos en los que la otra chica apoyó su espalda contra la caseta, se levantó la falda, trabándola con su cinturón y dejando una buena vista empezó a masturbarse. Me puse en pie y se la metía mi amiga, que estaba ansiosa por recibir mi polla en su coño. La agarré de la cintura y empecé a bombear. Estaba muy caliente su interior, el placer subía por mi cuerpo que no podía detener el movimiento entrando y saliendo de ella. Él se puso enfrente de su amiga también masturbándose, era una escena muy morbosa y caliente. Ella hizo sus caderas hacia delante pidiéndole la polla.
Vi cómo le entraba entera y escuché su gemido al recibirla. Estábamos follando juntos, recreándonos en nuestra lujuria, abstraídos de todo lo que había alrededor sin pensar en nada más que en nuestro propio gozo. Mi amiga se giró y me agarró del cuello.
—Súbeme —me ordenó.
La cogí de la cintura y la subí por encima de mi polla para dejarla caer metiéndosela. Empezó a moverse mientras yo la subía y bajaba repetidamente. Mi amiga miró como follaban al lado, le gustaba mirar.
—Sácasela y golpéale el coño con ella, quiero verlo y oírlo —le sugirió al chico.
Él obedeció. Vimos como aquella polla se estrellaba contra el coño caliente de su amiga, y escuchamos lo mojado que estaba. Ella me miró.
—Quiero que me la metas tú —me dijo.
—Espera un poco —aclaró mi amiga. Que seguía moviéndose como una serpiente.
Al poco la solté y la dejé en el suelo. Ella agarró al otro chico.
—Métemela tú ahora —inquirió.
El chico se sentó en una piedra grande que estaba detrás, dejando su polla dura apuntando hacia arriba, con las venas señalando el glande. Mi amiga fue hacia allí, se puso de espaldas a él y se clavó su polla apoyada en sus rodillas. La conocía bien, se había puesto así para no perder detalle de nuestro polvo. La chica, a la que había levantado las piernas hasta subirlas por encima de mis hombros, apoyada solo con la espalda en la caseta y agarrada a mi cuello gemía como una diva en celo. Cada embestida se oía como una cascada cayendo. Mi amiga alargó un brazo y empezó a jugar con mi culo, tocándome el ano. Sentía su dedo que a duras penas entraba, cada vez que me movía. Él debió hacer algo porque mi amiga empezó a correrse. Sus gemidos y su éxtasis nos inundaron a todos.
—¡Joder! Me voy a correr también, cabrón. No pares —exclamó.
Yo no tenía pensado parar, por el contrario, aligeré el ritmo deseando ver como se corría con mi polla dentro. Se convulsionó y movía las caderas como una lagartija. Después fue bajando el ritmo. La dejé en el suelo y empecé a hacerme una paja. Mi amiga se había levantado y colocado frente a él, que también se pajeaba de lo lindo, pero se levantó.
—Poneos las dos agachadas y juntas —les ordenó— quiero que nos corramos como en una película porno. Abrid las bocas.
Ellas obedecieron y nosotros nos juntamos dándole al manubrio rápidamente. Yo estaba a punto, agarré del pelo a la chica, que era la que más cerca tenía, y la acerqué a mi polla. Mi amiga vino con la boca abierta a esperar su ración. Estallé. El primer chorro de semen salió volando sobre sus cabezas, el segundo lo recibieron en la cara y en la boca, mientras no podía dejar de correrme entre escalofríos. La polla del otro chico se acercó a ellas y empezó a soltar semen. Ellas rectificaron la postura y se fueron hacia él para recibir su jugo.
Nos sentamos todos en el suelo. Yo encendí un cigarro.
—Ha sido la mejor visita a una feria que hemos hecho nunca —dijo ella— a partir de ahora contad con nosotros.