Una violación televisada

Un hombre de negocios recibe durante una reunión con sus socios una cinta de video como prueba de que su mujer ha sido secuestrada. Al contemplarla descubre que mientras entrega el rescate, su esposa es brutalmente violada. (Ilustrado).

Una violación televisada

Un hombre de negocios recibe durante una reunión con sus socios una cinta de video como prueba de que su mujer ha sido secuestrada. Al contemplarla descubre que mientras entrega el rescate, su esposa es brutalmente violada. (Ilustrado).

NOTA: Este relato es totalmente ficticio. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, y los personajes que aparecen en las fotografías son actores representando un papel.

Olaf se sentía optimista aquella mañana. Había salido de su hotel pocos minutos antes de las nueve de la mañana, consciente de que antes de esa hora habría recorrido los escasos ochocientos metros que separaban a este de la embajada española en Odessa, la ciudad más importante de Ucrania junto con la capital Kiev.

Era viernes y había hecho el mismo trayecto todos los días de esa semana, así como el de vuelta al hotel hacia el medio día, cuando empezaba a aproximarse la hora de la comida.

Mientras caminaba por la gris acera bajo un nublado cielo que amenazaba lluvia, iba pensando que en un par de horas habría firmado el contrato de su vida, y pasaría de su ya desahogada posición económica correspondiente a un mediocre directivo de empresa, a convertirse en pocos meses en un adinerado magnate del transporte.

Como representante de una importante empresa española, en la que llevaba trabajando apenas medio año, había movido los hilos convenientemente para conseguir que la embajada le cediera un pequeño despacho durante unos días donde poder llevar a cabo el lucrativo negocio que estaba a punto de firmar con el gobierno ucraines.

Pero Olaf no había viajado solo a Odessa. Sin duda, su procedencia rusa había tenido mucho que ver a la hora de echar mano a sus viejos contactos en la antigua Unión Soviética para que, sutilmente, los futuros clientes de su compañía le sugiriesen que viniera acompañado de su esposa, que podía dedicarse a hacer turismo durante la escasa semana que como mucho podrían durar las negociaciones.

Irina, su mujer, era rumana. Se habían conocido hacia mas de dos años, cuando Olaf recorría la Europa del Este en busca de jovencitas a las que poder engañar con falsas promesas de trabajo estable a lo largo de la costa mediterránea española, que una vez allí se transformaba en simple prostitucion en algún club de carretera.

A los capos mafiosos que se ocupaban de organizar las caravanas de mujeres a lo largo y ancho del continente no les hizo ninguna gracia que uno de sus mejores lugartenientes decidiera tomar para sí una pequeña parte de la mercancía que estaba bajo su tutela.

Nada mas subir a la furgoneta que Olaf debía conducir hasta el otro lado de la frontera rumano – moldava, este quedo totalmente prendado de aquella chica menudita y delgada, con su media melena de pelo liso y oscuro y una carita donde aun quedaban rastros de una mirada adolescente y juvenil.

Llevo a las otras cinco jóvenes al destino previsto, pero no pudo resistir la tentación de encerrarse en su propia casa acompañado de Irina, donde después de explicarle que estaba a punto de caer en las manos de una banda que la mantendría bajo secuestro y la obligaría a prostituirse, le prometió un mejor futuro junto a el, hasta que, entre sollozos de ella y deseos de Olaf, consiguió llevársela a la cama y follarsela por todos los lados y en todas las posturas.

Pero unas horas después, ya llegaba a sus oídos el descontento de sus desalmados jefes. Irina estaba muy buena, con su cintura de muñeca y sus tetas tan bien puestas. Era una adquisición que sin lugar a dudas hubiera dado buenos dividendos una vez colocada en cualquier burdel de carretera de la costa española, y Olaf sabia perfectamente que no le iban a perdonar él haberles tocado el bolsillo de forma tan insubordinada.

De ese modo decidió que la única salida posible era la huida, y conocedor como era de las vías de exportación de mujeres en aquella zona, no tuvo mayor problema en desaparecer junto con Irina y trasladarse a España con nombres y documentos falsos.

Una vez que pusieron un pie en España, se dedicaron a llevar una vida completamente normal y discreta, como un simple matrimonio de inmigrantes que se había trasladado al país por motivos de trabajo, y con todos los papeles y su nueva identidad aparentemente en regla.

Olaf, que había estudiado en la universidad de Kiev y no tenia un pelo de tonto, pronto se las ingenio para que fuera admitido en una empresa de transportes cuyos camiones frecuentaban a menudo los países del este de Europa.

Al principio casi se dedicaba únicamente a sencillas funciones de interprete con los clientes, pero rápidamente demostró su valía a sus superiores y poco a poco fue adquiriendo mayores responsabilidades.

Así fueron pasando los meses, pero Olaf era ambicioso y siempre le daba vueltas al mismo tema. En su Ucrania natal, las ilícitas y peligrosas actividades que llevaba a cabo le reportaban una gran cantidad de dinero, y se había acostumbrado a la buena vida y a gastarse en todo momento cuanto se le antojaba.

Sin embargo, aun habiendo llegado a conseguir en España un sueldo muy por encima de la media nacional, no dejaba de soñar con dirigir a las orillas del Mediterráneo una red de venta de mujeres para el placer como la que durante tantos años había visto extenderse en su país de la mano de sus antiguos jefes.

Olaf era un hombre tozudo y perseverante, y usando como tapadera la empresa para la que trabajaba actualmente, estaba a punto de conseguir su propósito.

Día a día había buscado la forma de contactar con compatriotas suyos hasta que, a base de pagar copas y más copas, he incluso algún que otro polvo en locales de alterne de la zona, sus confidentes le fueron llevando escalón tras escalón hasta los capos que desde las altas esferas manejaban los hilos de la trata de blancas en España.

Cuando llego el momento, avalado por la importante compañía en la que trabajaba no le costo demasiado esfuerzo convencerlos de que tenia la inteligencia y los medios para crear una red de transporte por carretera desde Odessa hasta Barcelona, atravesando la propia Ucrania, Moldavia, Rumania y Hungría, cuyas plazas de destino abarcaban toda la costa mediterránea de Italia, Francia y España.

En definitiva, les ofreció un servicio logístico de transporte a lo largo de casi tres mil kilómetros con total garantía para la recogida y entrega de las chicas en cualquier punto de la ruta, así como la oportuna documentación que evitaría cualquier tipo de problema en los pasos fronterizos, ya que todo el negocio tendría un aspecto legal y aparentemente solo se dedicarían al transporte de estudiantes y turistas. Todo por una módica comisión que a el le haría millonario en pocos meses.

Casi al mismo tiempo que Olaf entraba en la embajada, Irina se disponía a abandonar el hotel para dedicar su ultimo día de estancia en Ucrania a las obligadas compras de regalos y recuerdos.

Aun siendo una chica bastante casera, las innumerables amistades que su marido había hecho en España, también le habían proporcionado a ella el formar parte de un escueto circulo de mujeres que se reunían con cierta frecuencia para charlar de sus cosas, e Irina deseaba alimentar aquella amistad con algún detalle a la vuelta de sus cortas vacaciones en el este.

Mientras tanto, Olaf en la embajada miraba su reloj en repetidas ocasiones, esperando impaciente que llegaran las diez de la mañana, hora en la que tenia prevista la reunión de su vida y posterior firma del contrato.

Mientras esperaba leyó una vez más los documentos que había estado preparando durante la semana, después de largas conversaciones mantenidas con los lugartenientes que sus futuros clientes le habían enviado para negociar.

Empezó a inquietarse un poco cuando a las diez y cuarto aun no habían llegado sus interlocutores, pero rápidamente pensó que sin duda las cabezas que manejaban los hilos de la corrupción en aquel país, en su mayoría personas que ocupaban cargos de relevancia en el gobierno ucraniano, debían de llevar una vida bastante ajetreada, y tampoco era cuestión de alarmarse por unos minutos de retraso.

Para hacer tiempo, llamo por teléfono al hotel y pidió que le pasaran con su habitación, pero tras dejar que este sonara insistentemente, el recepcionista le confirmo que su esposa ya había salido, puesto que había dejado la llave de la habitación en el mostrador.

A las once menos cuarto ya estaba completamente nervioso viendo que sus "invitados" seguían sin aparecer. Incluso salió de la embajada y paso unos minutos de pie en la calle con la esperanza de verlos aparecer de un momento a otro. Pero todo fue en vano, y a eso de las once volvió al interior del edificio con un mar de dudas en su cabeza.

¿Era posible que sus contactos se hubieran echado atrás y no desearan negociar con él? Empezaron a ocurrírsele un sin fin de razones por las que podía irse al traste la operación de su vida.

Pensó que hasta era posible que alguien en Odessa le hubiese reconocido y había corrido a contar a los capos como y con quien había huido del país, incluso cabía la posibilidad de que a quien hubieran reconocido fuera a Irina, y cayo en la cuenta de que había sido un gran error el permitir que su mujer le acompañara en aquel viaje.

Pero tras darle muchas vueltas al asunto acabo por desechar la idea. De ser así, aunque los capos no se hubieran presentado, seguro que habrían enviado a alguien para que le dieran una buena paliza o algún otro tipo de escarmiento que les sirviera para saldar las cuentas pendientes.

¿Y si había sido la propia embajada la que, al no encontrar nada referente a la vida de Olaf a partir de unos años atrás, había transmitido sus recelos a los dirigentes del gobierno? Eso también le resulto poco probable.

Si así fuera, Sin duda la embajada le hubiese interrogado al respecto, además, los mafiosos no eran precisamente el tipo de gente que se preocupa de los antecedentes de sus contactos.

Pasadas las once y media, cuando ya no era capaz de encontrar mas motivos que justificasen la tardanza de sus clientes, una llamada del recepcionista de la embajada le dio la feliz noticia de que sus visitantes le esperaban a las puertas de la misma.

Tras colgar el teléfono Olaf aun necesito unos segundos para serenarse y respirar aliviado, y antes de salir a recibir a sus clientes paso por el baño para quitarse el sudor que impregnaban sus manos y frente a causa de los nervios.

Le ruego que nos disculpe por el excesivo retraso – Le dijo el hombre que encabezaba la delegación, un tal Otto, en tono totalmente amigable. – Nos ha surgido un imprevisto de ultima hora, y nos hemos visto obligados a discutir la mejor forma de resolverlo. Esperamos no haberlo impacientado mucho.

Olaf estrecho la mano del cabecilla y de los dos hombres que le acompañaban mientras su instinto le decía que bajo los gruesos abrigos que llevaban los esbirros de Otto, sin duda se escondían sendas armas de fuego.

En absoluto, estaba totalmente tranquilo. – Les mintió Olaf haciendo uso de su más expresiva sonrisa. – No podía ser de otro modo, ya que tengo plena confianza en su organización, de hecho, he utilizado este tiempo para dar un ultimo repaso al contrato de nuestro lucrativo acuerdo.

Les hizo pasar a una amplia sala provista de una mesa redonda y seis sillas que la embajada había puesto a disposición de Olaf para la ocasión. Este, pidió disculpas para ausentarse unos segundos y corrió al despacho contiguo a buscar los documentos del contrato. Una vez de vuelta, le tendió el dossier a Otto y sentándose frente a el comenzaron a darle el visto bueno.

Al cabo de un cuarto de hora prácticamente habían repasado todos los puntos que formaban el acuerdo y todo parecía marchar a las mil maravillas. A esas alturas de la reunión, Olaf estaba convencido de que los dos acompañantes de Otto solo eran unos bien domados guardaespaldas, ya que no habían vuelto a abrir la boca desde que se habían saludado en la entrada.

Por otro lado, su interlocutor tampoco parecía excesivamente conversador. Con una clara sonrisa falsa en los labios, iba asintiendo con la cabeza a las explicaciones de Olaf, y hasta el momento no había manifestado desacuerdo alguno sobre los temas que Olaf había tocado.

Llegando al final de la exposición que este había preparado, era el momento de explicar a su cliente los detalles las altas comisiones que Olaf esperaba recibir en dinero negro en concepto de velar por la buena marcha del negocio y su disponibilidad para resolver cualquier eventualidad, legal o no, que pudiera surgir en el futuro.

Justo cuando esperaba una respuesta afirmativa de su cliente sobre el tema de los sobornos, sonaron unos golpecitos en la puerta de la sala y el recepcionista de la embajada asomo tímidamente la cabeza buscando a Olaf con la mirada.

Perdón, señor. – Se dirigió el funcionario a Olaf tragando saliva por lo incomodo de la situación. – Tengo que darle un recado de máxima urgencia, no me habría atrevido a interrumpirles si no me hubieran asegurado que el mensaje es de vital importancia para usted.

Olaf lo contemplo durante unos segundos irritado y con la seria expresión de sentirse molesto por la interrupción mientras el funcionario parecía enrojecer por momentos.

Vaya usted a atender ese asunto tan urgente. – Le sorprendió la voz de Otto mientras aun pensaba si debía abandonar o no la reunión. – No se preocupe por nosotros. Mientras tanto, comunicare a mis socios que su oferta es completamente satisfactoria para nuestros comunes intereses.

Olaf volvió a pedir disculpas mientras se levantaba y se dirigió hacia la puerta con los puños cerrados y una clara furia en la mirada. Cuando salió de la habitación no perdió un instante en interrogar al recepcionista sobre el motivo de la interrupción.

Perdóneme, señor, un mensajero ha traído este sobre para usted. – Se apresuro a aclararle el temeroso funcionario. – Ha insistido muchísimo en que se lo entregara de inmediato, y me ha encargado que le comunique que es de vital importancia para usted que examine su contenido sin demora alguna, y que se trata de un asunto sumamente delicado.

Olaf prácticamente le arranco de las manos al recepcionista el tosco sobre de color marrón claro de los que se suelen usar para pequeños envíos. Rasgo de mala manera el dobladillo adhesivo del mismo y miro por la abertura su contenido. Dentro descubrió una cinta de video sin envoltorio alguno y una única hoja de papel tamaño folio doblada por la mitad.

Con el funcionario aun a su lado extrajo el papel doblado con cara de extrañeza, y conforme iba leyendo las líneas escritas, su expresión palidecía a cada instante.

TENEMOS A TU MUJER. TIENES QUE INGRESAR 18.000 EUROS ANTES

DE DOS HORAS EN EL NUMERO DE CUENTA QUE TE HEMOS

APUNTADO. SI NO, REPETIREMOS LO QUE HAY EN LA CINTA UNA

VEZ CADA HORA, Y NO SEREMOS TAN CARIÑOSOS. OLVIDATE DE

LA POLICIA. DANOS EL DINERO Y LA SOLTAREMOS.

Por la profundidad y las marcas de las letras, se notaba que la nota se había hecho con una maquina de escribir antigua, y aparte del tosco lenguaje utilizado para la petición, al pie de la pagina había anotado un numero de cuenta de un conocido banco con sede en Gibraltar.

Olaf, que se había quedado completamente blanco, volvió a meter la mano en el sobre y entresaco un poco la cinta de video sin saber muy bien que esperaba encontrar en ella. Entonces cayo en la cuenta de que en uno de los lados de la misma había una pequeña etiqueta blanca en la que alguien había escrito con un grueso rotulador la palabra "Irina".

¿Quién ha traído esto? ¿De que empresa era el mensajero? ¿Te ha dado algún otro papel? – Le preguntaba Olaf hecho un manojo de nervios al recepcionista. - ¿Cuánto tiempo hace que ha llegado el sobre a la embajada?

El funcionario dio un paso atrás al ver que la conducta de Olaf empezaba a volverse agresiva, y tartamudeo un par de veces antes de conseguir que las respuestas empezaran a salir de su boca.

Hace solo un par de minutos, señor, y en cuanto me lo entregaron fui directamente a avisarle. – Le contesto el recepcionista con cara de asombro y sin saber muy bien si había metido la pata o no. – Era un motorista con una cazadora de cuero y un casco de color negro, ni siquiera le vi la cara, porque no se quito el casco, solo se había levantado la visera, y no me dio nada, ni le he firmado nada, solo me dijo que era muy urgente.

Olaf se dio la vuelta sin contestar al empleado de la embajada y se metió en el despacho que le habían prestado sin reparar en que en la puerta de al lado había dejado solos a sus clientes con el contrato.

Tras dar un fuerte portazo se dirigió apresuradamente hacia un gran mueble de estilo clásico situado en una de las paredes laterales, justo de frente al escritorio, y que a parte de una gran cantidad de libros de temas políticos, albergaba un televisor y un video que por su aspecto ya debía de contar con al menos cuatro o cinco años de antigüedad.

Metió con brusquedad la cinta por la abertura del videocasete y cogió un mando a distancia que había sobre el televisor para pulsar impaciente el botón de encendido. Escuchó el sonido de la cinta al empezar a moverse dentro del aparato y casi al instante aparecieron en la pantalla del televisor una serie de rayas horizontales que se desplazaban de abajo hacia arriba a gran velocidad.

Olaf dio unos pasos atrás para poder ver mejor la pantalla, pero cuando apareció en ella la primera imagen le dio tal vuelco el corazón que tuvo que apoyarse en la mesa escritorio con una mano para no caer al suelo. Era su mujer.

Aunque la luz era bastante defectuosa, se podía ver una desvencijada estancia sin ningún tipo de mobiliario y con las paredes muy deterioradas tras largos años sin reparación alguna.

La escasa luz que alumbraba la vieja habitación parecía provenir del mismo sitio donde debía estar colocada la cámara que grababa la escena, y la pared de la derecha quedaba prácticamente en la penumbra.

Pegada a la pared del fondo, junto a un sucio y destartalado inodoro que ni siquiera tenia tapa, estaba Irina, totalmente desnuda, arrodillada sobre lo que parecía una plancha de metal con dos argollas, una en cada extremo, por la que habían hecho pasar las cadenas de las esposas que la chica tenia colocadas en sus muñecas y tobillos.

Olaf permaneció atento a la pantalla durante un par de minutos en los que la única acción que la cinta había recogido eran los inútiles movimientos que su mujer hacia para intentar soltar alguna de las cadenas que la sujetaba, pero estas eran mas bien cortas y se veía obligada a permanecer a cuatro patas sobre la plancha con un margen de movimientos en sus extremidades de escasos centímetros.

A Olaf se le había venido el mundo encima, a parte de sentirse terriblemente afligido contemplado a su esposa en tan humillante situación no veía la manera de poder liberarla de aquel secuestro.

Su cabeza trabajaba a marchas forzadas, pero por mas vueltas que le diera al asunto, la cantidad de dinero exigido estaba totalmente fuera de su alcance, y tampoco se le ocurría a quien podía pedir ayuda en tal momento y situación, puesto que no creía que sus contactos en España tuvieran la suficiente confianza con el como para prestarle en tan corto espacio de tiempo semejante cantidad.

Mientras se devanaba los sesos con esas reflexiones, de improvisto se abrió la puerta del despacho sin que nadie hubiera llamado antes y apareció Otto seguido de sus dos gorilas.

Olaf, sorprendido por la inesperada aparición de su cliente, se apresuro a dirigir el mando a distancia hacia el televisor y pulsar el botón de apagado, pero los nervios del momento le jugaron una mala pasada y para cuando consiguió poner la pantalla completamente en negro, su acompañante ya había tenido tiempo de observar las ultimas imágenes que aparecieron.

Veo que es usted un hombre muy vicioso, amigo Olaf. – Le comento su visitante caminando hacia él con el contrato en la mano mientras sus esbirros permanecían de pie junto a la puerta del despacho. – Pero me veo en la obligación de decirle que no creo que sea el momento oportuno para disfrutar de este tipo de "aficiones", y mucho menos para ponerse a contemplar una película porno.

Olaf cambio en apenas unos segundos de tener la cara completamente blanca por la noticia del secuestro de su esposa a ponerse sumamente colorado. Si ya le atormentaba bastante la situación de Irina, solo le faltaba que su empresa le pusiera de patitas en la calle creyendo que un importante cliente lo había pillado in fraganti viendo escenas pornográficas dentro de la embajada.

En ese momento Olaf se derrumbo por completo. Cogió la nota que había recibido junto con la cinta y se la entrego a Otto sin decir una palabra. Mientras su acompañante leía la misma con aparente desinterés, Olaf rodeo la mesa escritorio y se sentó tras ella con aspecto abatido y la mirada fija en el suelo.

Mi mujer ha sido secuestrada. – Dijo de pronto en un tono de voz tan bajo que incluso Otto, que estaba a un escaso metro de distancia le costo comprender. – No sé lo que le harán si no les doy lo que me piden, pero no tengo forma de conseguir ese dinero, ni en dos horas, ni en dos semanas.

Otto termino de leer la carta con la misma expresión con la que había empezado, su semblante era exactamente el mismo que había mostrado cuando se encontraban en la sala contigua revisando los términos del contrato. Luego, sin decir nada, y para sorpresa de Olaf, tomo el mando a distancia y volvió a poner en marcha el televisor y el video.

La cinta continuo su reproducción desde el punto en que Olaf la había detenido al ser sorprendido por sus clientes, y durante unos instantes aun siguió viéndose en la pantalla la imagen de Irina arrodillada y desnuda junto al inodoro, forcejeando con las cadenas que la mantenían sujeta al suelo.

Olaf levanto unos centímetros la cabeza y se quedo mirando fijamente la pantalla pensando en como liberar a su mujer de aquel calvario. Sin embargo, Otto contemplaba la escena con la misma expresión con que vería un anuncio publicitario.

De pronto, se vieron aparecer dos personajes en el plano que abarcaba el visor de la cámara. Eran dos hombres de mediana edad y aspecto fuerte que caminaban en dirección a Irina.

Al ser la luz de la habitación bastante escasa, el que apareció por el lado derecho de la imagen casi permanecía en semioscuridad, no obstante, se podía distinguir que tenia el pelo bastante oscuro y llevaba puestas unas gafas de color negro, además de lo que parecían unos vaqueros y una cazadora de cuero.

Sin embargo, el que se acercaba a la chica caminando pegado a la pared de la izquierda le daba la luz de lleno. Se trataba de un tipo un poco mayor que su acompañante y también estaba claramente más gordo, pero lo que realmente sorprendió a Olaf, fue que su atuendo parecía coincidir con el que habitualmente era utilizado por la policía fronteriza de Moldavia.

Los dos hombres llegaron hasta el final de la estancia y se situaron a ambos lados de la chica, quedando esta arrodillada entre ellos. Aunque debían de haber realizado la precaria grabación sin voz y el aparato de televisión no emitía ningún sonido, se podía deducir fácilmente que los dos tipos hablaban y reían entre sí, haciendo claros gestos con las manos señalando a Irina y alguna que otra mirada más directa al cuerpo de la chica.

Tras unos instantes de animada charla, el secuestrador que iba vestido de policía se agacho frente a la cara de Irina, y agarrandola del pelo con fuerza, le dio unos cuantos tirones que hicieron que la cabeza de la chica se moviera bruscamente hacia arriba y hacia abajo mientras el tipo le decía algo que por supuesto no pudo oír ni Olaf ni su acompañante.

Acto seguido, El tipo que llevaba la cazadora de cuero también se puso en cuclillas a escasos centímetros del culo de la chica, y tras echarle un detenido vistazo con cara sonriente, planto una de sus manos sobre las posaderas de Irina y comenzó a sóbraselas con brusquedad.

Ella empezó a forcejear con las cadenas intentando zafarse de sus captores. Movía los pies y las manos hasta donde la holgura de las esposas se lo permitía, pero por mas que se cansara no había forma de liberar sus extremidades y estaba totalmente a merced de los dos hombres.

Mientras uno de los raptores seguía sobandole el trasero a sus anchas con una sonrisa de oreja a oreja, alguien hizo actuar el zoom de la cámara y por unos instantes solo apareció en la pantalla la mitad del cuerpo de la chica y algo del tipo que estaba frente a ella.

Eran fácilmente visibles las lagrimas corriendo por las mejillas de Irina, así como sus colgantes tetas moviéndose de un lado a otro como consecuencia de los tirones de pelo que recibía por parte del secuestrador uniformado.

En ese momento, quizás intuyendo lo que ocurriría a continuación, Otto pulso el botón de pausa y la imagen quedo congelada en el televisor. Luego busco a Olaf con la mirada y lo encontró como hipnotizado con la vista fija en la pantalla y un semblante de total impotencia ante las escenas que estaba contemplando.

Un asunto delicado, amigo Olaf. – Le dijo el ucraniano en un tono absolutamente neutral mientras tomaba asiento a uno de los lados de la mesa en que se encontraba este. – Le aseguro que entiendo su preocupación, esta gente parece hablar completamente en serio, y me temo que serian capaces de llegar hasta el final de no cumplir sus exigencias.

Olaf no hizo ni él más mínimo movimiento tras las palabras de su invitado, sus ojos seguían clavados en la imagen congelada en la pantalla, y como Otto no vio indicios de que este fuera a hacer comentario alguno, dirigió una rápida e interrogadora mirada a sus dos compañeros, que continuaban de pie al lado de la puerta, y tomando el acuerdo que se encontraba sobre la mesa, volvió a dirigirse a su interlocutor.

Me gustaría poder ayudarle, amigo mío, se lo digo con total sinceridad, pero lamentablemente yo tampoco dispongo de semejante suma de dinero. – Le decía con una suave y pausada voz mientras firmaba el contrato que tenia ante sí. – Por otra parte, desde el momento en que nuestro acuerdo entre en vigor, y lo acabo de firmar, equivale a que entre usted a formar parte de nuestra, llamémoslo "familia". Y quizás la organización si tuviera activos para hacer frente a semejante desembolso.

En ese instante, la cabeza de Olaf giro como impulsada por un resorte y sus ojos se abrieron como platos ante la posibilidad de encontrar una solución a la pesadilla que debía de estar viviendo su mujer.

Yo.... yo.... Les devolveré hasta él ultimo céntimo, haré lo que sea si me ayuda a liberar a Irina. – Se apresuro a responderle Olaf atropelladamente levantándose de la silla y arrodillándose a su lado en una clara actitud de suplica. – Por favor, no tengo nadie mas a quien acudir, y si no les entrego el dinero la mataran, estoy seguro de que la mataran.

Durante unos segundos Otto permaneció en silencio, con su ya habitual expresión fría y mirando directamente a los ojos de su interlocutor. Luego, asintió varias veces y lentamente con la cabeza y se dispuso a explicarle a Olaf en que términos le podía ayudar.

Se trataría sencilla y llanamente de un préstamo. – comenzó a decirle en tono tranquilo pero claramente autoritario. – Es una cantidad de dinero nada despreciable, si tenemos en cuenta las comisiones que iba usted a cobrar según los términos de nuestro contrato, mas un "pequeño" interés que mis superiores me obligarían a cargar ya previsto para casos similares, aunque nos fuéramos quedando mensualmente con su parte, calculo que tardaríamos algo mas de tres años en recuperar nuestro dinero.

Olaf aun no había tenido tiempo de pensar como devolvería el dinero en el caso de que encontrara a alguien que se lo prestara, la única idea que por el momento ocupaba su mente era la forma de sacar a su mujer cuanto antes de aquel zulo donde sabe dios lo que aquellos dos desalmados aun pensaban hacerle.

No hace falta decir que un desembolso semejante, supone un gran esfuerzo para la organización. – Siguió comentándole Otto al ver que no daba ninguna respuesta a su proposición. – además, estoy poniendo en peligro la buena relación que mantengo con mis superiores al tomar cartas en este asunto sin consultárselo previamente.

Lo entiendo, y de todas maneras tampoco tengo otra alternativa. – Le contesto pasados unos segundos Olaf con abatimiento y la mirada fija en el suelo del despacho. – Ustedes préstenme el dinero para pagar el rescate y luego quédense con mi parte del negocio hasta que la deuda este saldada.

Tras escuchar esas palabras, Otto asintió con la cabeza, y sin hacer ningún otro comentario cogió de encima de la mesa la nota de los secuestradores y se fue despacio hacia el lado de esta donde estaba situado el teléfono.

Luego marco un numero que sé sabia de memoria, y tras esperar unos segundos a que le respondieran desde el otro lado de la línea, le dio a su interlocutor instrucciones claras y precisas para que se efectuara la transferencia bancaria en la entidad y cuenta que leyó en el papel que mantenía ante sus ojos.

Bien, ahora solo podemos esperar, el dinero estará ingresado en la cuenta en escasos minutos. – Le dijo a Olaf tras colgar el teléfono y tomando nuevamente asiento a uno de los lados de la mesa. – Espero que en un par de horas a lo sumo podrá usted reunirse con su esposa.

Olaf estaba a punto de darle otra vez las gracias cuando le sorprendió ver que su salvador se inclinaba sobre la mesa para volver a coger el mando a distancia del reproductor de video. Al ver que su nuevo socio le miraba con asombro, Otto pulso el botón de rebobinado de la cinta, y mientras esperaba que esta llegara nuevamente al inicio le explico a Olaf el motivo de su atrevimiento.

Mientras esperamos, volvamos a estudiar la grabación con detenimiento, y le recomiendo amigo Olaf, que se fije usted en cualquier detalle por insignificante que le parezca. – Le decía el ucraniano otra vez con tono pausado pero autoritario. – quizás encontremos algo que nos indique quienes es esa gente, y en consecuencia, alguna pista que nos permita recuperar nuestro dinero.

El video volvió a reproducir la grabación desde el inicio y Olaf no encontró el valor suficiente para decirle a su acompañante que lo ultimo que deseaba en ese momento era contemplar de nuevo la humillación y sufrimiento de su esposa encadenada de pies y manos entre los dos bandidos.

Pero allí estaba otra vez Irina, intentando inútilmente deshacerse de sus ataduras primero, y soportando después impotente la violencia y lascivia de sus captores.

Olaf se resigno a contemplar la escena con los ojos llenos de lagrimas, pero con la esperanza de que quizás su socio estuviera en lo cierto sobre los secuestradores, y en cuanto su mujer estuviera de vuelta sana y salva, seguir la más mínima pista que pudiera obtener para vengarse con creces y ensañamiento de los responsables.

Pero cuando se repitió la escena en la que Irina era violentamente zarandeada a base de tirones de pelo por parte del supuesto guardia fronterizo y el otro secuestrador se divertía metiendo la mano entre las piernas de la chica, Olaf echo un rápido vistazo a Otto y descubrió en el un semblante que no se parecía en nada al que había mostrado hasta entonces.

Le dio la impresión de que su acompañante, mas que estudiar la cinta en busca de algún detalle que le llamara la atención, estaba completamente inmerso en la acción e incluso parecía disfrutar observando como la chica era sometida, y esa idea aun le pareció mas clara a Olaf al ver que Otto se pasaba la lengua por los labios en el momento en que Irina era bruscamente masturbada por el hombre que estaba a su espalda.

Pasados unos segundos, Olaf se obligo a desechar la idea pensando que solo eran imaginaciones suyas y que su cabeza no estaba en esos momentos plena de lucidez debido a la tensión acumulada.

Lo que no se imaginaba, es que lo que aun le quedaba por ver de la grabación en absoluto lo iba a tranquilizar, sino que más bien iba a poner sus nervios y su mente en él limite de lo que un hombre pude soportar sin desmoronarse o perder definitivamente los papeles.

La reproducción de la cinta había llegado al punto en el que Olaf la detuviera con anterioridad de forma repentina cuando su socio se había presentado en el despacho de improvisto.

Olaf contemplaba cada vez mas alarmado como la situación de Irina se agravaba por momentos. El secuestrador uniformado ya no se conformaba con insultarla y maltratarla a base de tirones de pelo, sino que además ahora también se dedicaba a sujetarle firmemente la cabeza mientras él meneaba sus caderas de forma circular restregándole el bulto de su bragueta por toda la cara y la miraba con expresión sádica.

El tipo de las gafas oscuras por el contrario, aparecía en la escena con aparente más tranquilidad. La mayor parte del tiempo se lo pasaba observando las vejaciones que su compañero cometía con la chica riéndose a carcajada limpia, aunque de tanto en tanto una de sus manos se perdía entre las piernas de Irina para violar su sexo con los dedos, momento en el que ella siempre daba un pequeño respingo e intentaba desesperadamente adelantar su trasero para salir del radio de acción que abarcaban las manos de este, pero lo único que conseguía con ello era hundir aun mas su cabeza contra el paquete del individuo que tenia enfrente.

Olaf empezaba a menear su cabeza de un lado a otro desesperado viendo el trance en que se encontraba su esposa, pero volvió a clavar los ojos en la pantalla con rabia al ver que el guardia fronterizo desabrochaba torpemente su bragueta y mostraba ante las narices de Irina una polla de longitud y grosor considerables.

Además, el otro secuestrador había dejado de lado su inactividad, y desde hacia ya unos segundos se podía observar como varios de sus dedos penetraban con brusquedad en el coño de Irina hasta los nudillos, mientras su pulgar presionaba con fuerza el agujero del culo de la chica intentando abrirse paso en su interior.

Las lagrimas corrían ya a raudales por las mejillas de la esposa de Olaf cuando el tipo que tenia delante comenzó a restregarle el rabo por toda la cara, forzándola a mover la cabeza mediante los tirones de pelo de modo que la punta de su glande fuera tomando contacto con toda su tez desde los ojos a la barbilla.

Tal como se iban desarrollando los acontecimientos, Olaf volvió a tener el impulso de suplicarle a su acompañante que detuviera la reproducción de la cinta, pero cuando lo busco con la mirada descubrió de nuevo una especie de brillo en los ojos de Otto que indicaba inequívocamente que su socio contemplaba la prueba del secuestro de Irina como si de una simple película porno se tratase.

Cuando Olaf volvió a dirigir su mirada a la pantalla, ya pudo ver como el hombre del uniforme intentaba meter la polla en la boca de Irina, que utilizaba sus ultimas fuerzas para resistirse a la violación apretando sus mandíbulas e intentando no despegar los labios ya completamente húmedos a causa de las lagrimas.

Pero daba la impresión de que aquellos malhechores ya se habían visto con anterioridad en situaciones similares, ya que en un momento dado, el tipo de la cazadora de cuero, que no dejaba de meter los dedos de su mano derecha en el coño y culo de la chica mientras observaba las acciones de su compañero, le propino a Irina una fuerte nalgada con su mano libre que obligo a esta a abrir la boca para dejar escapar un lastimero grito de dolor, momento en el que el captor que tenia delante aprovecho para introducirle todo su miembro hasta el punto de que la nariz de su presa quedo momentáneamente oculta entre los pliegues de su bragueta.

Olaf se paso la mano por la cara cubriendo por un momento sus ojos comprendiendo que una vez que aquella tranca se había abierto camino por entre los labios de su esposa, no le quedaban mas opciones que tragársela y esperar que aquella tortura terminara lo antes posible.

Pero una cosa era que la chica se viera forzada a mantener aquella polla pegada a su garganta y otra muy distinta que colaborara con sus secuestradores. Sacando fuerzas de donde ya no las tenia, aun intentaba contraer sus agujeros para dificultar la penetración manual que el tipo que estaba a su espalda insistía en realizarle, lo que le costaba algún que otro cachete cada cierto tiempo.

Tampoco se lo ponía fácil al guardia que le follaba violentamente la boca, intentando retorcer su cuello y girando la cara para librarse del glande que ya casi la atragantaba en su frenética incursión.

Lamentablemente para Irina, ella era una chica mas bien bajita y delgada, y sus secuestradores por el contrario eran hombres fornidos y musculosos capaces de dominarla con facilidad a base de fuerza, y en escasos minutos ya se sentía totalmente exhausta y sin poder hacer nada contra los dedos y polla que ya ocupaban sus tres agujeros.

Durante varios minutos la situación no sufrió modificación alguna, salvo que el supuesto operados de la cámara de video se recreaba accionando el zoom para captar con todo lujo de detalles como la boca de la chica se llenaba con el cipote de su agresor hasta que la cara de esta quedaba aplastada contra su entrepierna.

Pero de improvisto un nuevo temor asalto a Olaf, mientras que Otto por el contrario mostró un más intenso brillo de excitación en sus ojos al observar que el secuestrador que se mantenía a espaldas de Irina dirigía algunas palabras a su compañero y daba la impresión de que se disponía a quitarse la cazadora.

Aunque no quisiera admitirlo, a Olaf ya se le había pasado por la cabeza la posibilidad de que el individuo de las gafas oscuras se desabrochara también la bragueta y se follara a su mujer desde la posición en la que se encontraba, por eso su sorpresa fue aun mayor al ver que este sacaba del interior de su chaqueta una gruesa porra como las que suelen usar los policías.

La primera idea que cruzo por la cabeza de Olaf fue que su esposa iba a ser golpeada con aquel arma mientras el otro secuestrador la seguía obligando a que le chupara la polla, pero de momento el tipo de la cazadora se contentaba con golpear la palma de su propia mano con la porra, de unos cincuenta centímetros de longitud y un considerable grosor, mientras miraba con depravada sonrisa al culo de la chica.

Irina no podía saber lo que se avecinaba a sus espaldas, por eso cuando el tipo de la cazadora apoyo la punta de la porra en sus labios vaginales, ella intento zafarse de una segura penetración moviendo el culo a un lado y a otro, aunque desconocía que clase de objeto apuntaba directamente a su coño.

Sus esfuerzos fueron completamente inútiles, y en un acto prácticamente sincronizado, justo cuando el secuestrador uniformado le hundía por enésima vez la polla hasta el fondo de la garganta, el otro tipo sujeto con una mano las caderas de la chica y con la otra empujo bruscamente la porra, que se abrió fácilmente camino por la vagina hasta topar en el fondo de esta con la matriz.

El dolor que la chica debió de sentir en sus entrañas, le hizo incluso elevar los tobillos hasta que la cadena que los sujetaba quedo completamente tensada, apoyándose durante unos segundos solo con las doloridas rodillas que tenían que soportar toda la parte trasera de su cuerpo.

Aunque de los ojos de Olaf estaban a punto de empezar a brotar lagrimas de impotencia, los secuestradores no parecían tener la más mínima contemplación con la chica, y sin darle un momento de respiro, el tío de la porra comenzó a practicarle un frenético mete saca con la misma hasta el punto de que el arma se hundía al menos veinte centímetros en el interior del cuerpo de Irina.

Por su parte, el individuo con el uniforme de policía seguía disfrutando de la obligada mamada que la esposa de Olaf le hacia ya sin fuerzas para resistirse, aunque él seguía sujetándola fuertemente del pelo por detrás de la cabeza.

Durante mas de cinco minutos estuvieron los dos socios en la embajada contemplando como en la pantalla el hombre de la cazadora penetraba a Irina con la porra a una velocidad de vértigo, mientras la completamente tiesa polla del otro secuestrador recorría a placer todos los rincones de la boca de su victima.

Olaf se sorprendió al experimentar cierto morbo mientras contemplaba la violación televisada de su esposa, pero inmediatamente intento recriminarse a sí mismo el inicial placer que le asaltaba viendo aquellas imágenes recordando que era Irina la que estaba sumida en aquel infierno. Sin embargo, cuando dirigió a su compañero una fugaz mirada, se quedo perplejo al descubrir que en la entrepierna de este se destacaba ya un enorme bulto.

Ya no le quedaba ninguna duda de que Otto estaba disfrutando plenamente de la grabación, y cuando volvió a dirigir los ojos a la pantalla entendió el motivo de que su compañero estuviera totalmente absorto en las imágenes del televisor.

El secuestrador de las gafas oscuras parecía haberse cansado de taladrar el coño de Irina con la porra, y ahora había colocado la punta de la misma justo en el agujero del culo de la chica, que seguía albergando dentro de su boca el inflado pene del tipo uniformado.

Pero el arma era excesivamente gruesa para introducirse con facilidad en el ano de la chica. No obstante, el secuestrador no cejaba en su empeño, y mientras con los dedos pulgar e índice de su mano izquierda intentaba separar los pliegues del estrecho agujero, con la derecha presionaba y retorcía el instrumento con fuerza con la intención de forzar la dilatación del mismo.

Pasados unos segundos, el secuestrador consiguió meter la punta de la porra unos centímetros en el culo de Irina, que al notar como el instrumento vencía a su resistencia volvió a dar un desesperado respingo a su trasero que solo sirvió para recibir otro par de cachetes por parte de su violador.

A partir de ahí, el fuerte brazo que impulsaba el arma ya no tuvo mayores dificultades para llenar con el grueso instrumento el trasero de la chica, y rápidamente comenzó a follarle el culo con la porra como si de un verdadero pene se tratase.

Aunque no se explicaba por que, Olaf no podía evitar el sentir un ligero cosquilleo en sus genitales mientras contemplaba como su esposa era doblemente penetrada por la boca y el ano al mismo tiempo. La imagen de Irina, arrodillada y encadenada entre los dos violadores, que no le daban él más mínimo respiro ni en la mamada ni en la enculada, era tan morbosa que ni el mismo podía evitar que se despertara su libido.

La chica llevaba ya mas de media hora a merced y capricho de sus captores, y el uniformado de policía daba muestras de estar a punto de vaciar su carga de semen en el interior de la boca de Irina.

Mientras tanto, su compañero había puesto tanto ímpetu en llegar al fondo del culo de su victima con la porra, que la chica debía de tenerlo completamente insensible a causa de las violentas penetraciones que había recibido a lo largo de al menos los últimos diez minutos.

Como no podía ser de otro modo, llego un momento en el que la felacion que la chica le hacia forzosamente al guardia fronterizo llevo a este al borde del orgasmo, y sujetándola aun con mas fuerza por el pelo, comenzó a descargar su leche en la boca de la mujer de Olaf mientras la cara de la chica permanecía aplastada contra su vientre, obligándola así a que se tragara el viscoso liquido que salía a largos borbotones de su pene.

Aun después de eyacular completamente, el secuestrador mantuvo durante unos instantes su aliviada polla dentro de la boca de Irina, y la cámara capto con claridad como un reguero de semen se escapaba por la comisura de los labios de la chica y se mezclaba con las lagrimas que descendían a lo largo de sus mejillas desde los ojos.

Unos segundos mas tarde el guardia fronterizo soltó por fin los cabellos de la chica, que rápidamente giro la cabeza para deshacerse también de la semiflacida polla de este y escupir los restos de semen que aun permanecían en su boca.

Mientras hacia esto también sintió que la gruesa porra del otro secuestrador salía completamente de su culo dejándoselo tan dolorido como si hubiese sido penetrada por un caballo o animal parecido, quedando totalmente exhausta entre los dos hombres ya mas calmados.

El secuestrador uniformado se dispuso a guardar su pene y arreglarse la bragueta mientras su compañero ya se ponía en pie y volvía a guardar la porra en el interior de su cazadora. Cuando los dos tenían el mismo aspecto que al entrar en la desvencijada estancia, hicieron un par de comentarios mirando a la chica y tras reírse unos instantes efusivamente desaparecieron por el mismo sitio por el que habían llegado.

La cámara aun siguió grabando durante unos minutos en los que tanto Olaf como su compañero pudieron observar como Irina respiraba entrecortadamente sin hacer ya esfuerzo alguno por liberar sus manos y pies de las esposas que la sujetaban al suelo.

Incluso en un momento en que volvió a actuar el zoom de la grabadora pudieron apreciar el abatido aspecto de la chica con los ojos llorosos y varios mechones de pelo pegados a sus mejillas manchadas de lagrimas y semen entremezclado.

No habían pasado ni dos segundos desde que volvieron a aparecer las rayas horizontales en la pantalla que indicaban el final de la cinta cuando Olaf se sobresalto al sonar el teléfono que tenia sobre la mesa del despacho. De inmediato levanto el auricular mientras Otto detenía la grabación con el mando a distancia y una tremenda erección en su entrepierna.

Olaf escucho como el recepcionista de su hotel le contaba con tono de preocupación que hacia solo un momento un coche negro se había detenido ante la puerta principal y de el se había bajado su esposa, que con la vista fija en el suelo había pedido la llave de su habitación y se había dirigido a los ascensores con un aspecto cuando menos preocupante, dándole la impresión de que había sufrido algún tipo de accidente o trance similar.

Colgó el teléfono sin tan siquiera agradecer la llamada y solo tuvo que comentarle a Otto que su mujer estaba de vuelta en el hotel para que este rápidamente le aconsejara que fuera con ella y que el se ocuparía de todo lo relacionado con el contrato y el préstamo del dinero.

Olaf recorrió la pequeña distancia que separaba el hotel de la embajada en un tiempo que ya hubieran querido para sí muchos atletas, y cuando entro en la habitación encontró a Irina desnuda y sentada en el interior de la bañera con las piernas encogidas, mientras un gran chorro de agua caliente le caía en la cabeza y entre sus puños cerrados sujetaba un cepillo de dientes con el que se lavaba la boca con un ímpetu alarmante.

Ya ha pasado todo, cariño. – Le dijo Olaf abrazándose a ella sin importarle que el agua le mojara todo el cuerpo. – Ya estoy contigo, y no me separare de ti hasta que volvamos a España.

Por mas palabras de afecto y tranquilidad que le dirigió su marido, Irina permaneció muda el resto de la tarde. Se pasaba largos ratos en la bañera bajo el agua y se cepillaba los dientes al menos una vez cada hora.

Olaf por su parte, había pasado la tarde intentando animar a su esposa cuando esta no estaba en el baño y recordando las escenas de la violación mientras su mujer volvía a encerrarse tras la puerta del lavabo, y cada vez que evocaba las escenas contempladas en la pantalla no podía evitar tener una erección reviviendo como su mujer havia sido doblemente penetrada.

Cuando prácticamente anochecía en Odessa, e Irina se había vuelto a la bañera por quinta vez, unos golpecitos en la puerta de la habitación sacaron a Olaf de los recuerdos de la mañana que había pasado en la embajada contemplando la cinta del secuestro junto a su socio.

Abrió la puerta y un empleado del hotel le entrego una caja alargada diciéndole que la acababa de traer una empresa de mensajeria. Tras darle las gracias, Olaf volvió a cerrar la puerta con expresión ausente mientras contemplaba el paquete que acababa de recibir y se preguntaba si no seria una nueva desagradable sorpresa.

Era un paquete estrecho y de algo mas de medio metro de largo, adornado con un vistoso lazo rojo encima de la tapa, y a Olaf se le antojo que debía de contener una rosa o alguna otra flor para Irina, y que seguramente había sido enviado por su socio que tanto le había ayudado en el transcurso de los acontecimientos tan tristemente vividos en el día que ya acababa.

Ya más tranquilo, Olaf se dispuso a abrir el inesperado detalle que acababa de recibir pensando ya que esa sorpresa podría animar un poco a su mujer, pero en cuanto retiro la ancha cinta roja que formaba el lazo y levanto la tapa de la caja, quedo paralizado contemplando el contenido del interior de la misma.

Entre un vistoso papel decorado con flores azules y lilas había una porra exactamente igual a la que uno de los secuestradores había usado para torturar el coño y ano de Irina, y a uno de los lados de esta, colocada de forma que fuera fácilmente visible, una tarjeta blanca de cartón contenía la siguiente inscripción:

AHORA YA SABES LO QUE TIENES QUE HACER SI ALGUN CONDUCTOR APASIONADO DECIDE QUEDARSE CON PARTE DE NUESTRA VALIOSA MERCANCÍA. NO LO OLVIDES NUNCA.

SIN RENCORES, OTTO.

Olaf no necesito mucho tiempo para empezar a atar cabos y darse cuenta de todo el complot. Sin duda le habían preparado una encerrona, una venganza por haberse escapado con Irina.

Su esposa había sido violada, el humillado al contemplar la grabación junto con el cerebro de toda la operación, y por si fuera poco, iba a estar varios años trabajando gratis para ellos hasta saldar con intereses el dinero que habían dejado de ganar al fugarse él con la chica.

Completamente abatido, se dejo caer en uno de los sofás de la habitación con la caja entre las manos. Sin lugar a dudas, hasta ese momento no se había dado cuenta de con quien había firmado su contrato.

FIN

Si os ha gustado este relato, o si no os ha gustado, agradecería comentarios en mi dirección de correo. Prometo contestar a todos y todas.

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Saludos, Víctor Galán.