Una vieja ilusión cumplida

Después pasados unos años encuentro a mi vecina que ahora es una elegante madura con ganas de pasarlo bien.

Recostado sobre el cabecero de la cama contemplo como Regina duerme plácidamente sobre mi pecho. Todavía resoplo emocionado pensando en lo que ha pasado. Lo que ha sucedido hoy ha sido mi ilusión durante muchos años, aunque nunca pensé que se pudiese llegar a realizar con la intensidad que se ha producido.

Regina es una mujer de alrededor de cincuenta años, su físico es totalmente corriente, algo rellenita, pechos medianos, culo regordete, aspecto cuidado y vestimenta discreta, podria ser tu madre o tu esposa tranquilamente sin desentonar nada. Fue mi vecina durante años en la época en la que yo salía de la adolescencia. Por aquel entonces era una hermosa mujer casada, que vivía con su marido y sus tres hijas menores en la casa de al lado.

Recuerdo las innumerables las noches que pase pegado a la ventana de mi cuarto esperando ver su silueta en las ventanas de la casa de enfrente.

Vuelven a mi cabeza aquellos veranos calurosos en los que esperaba escondido con la luz apagada tras la persiana a que ella fuese al baño cuya ventana daba justo enfrente de la mía.

Hoy, Regina me ha confesado que siempre sospecho que la espiaba, y que esto nunca le molestó. Me ha contado que en ocasiones se entretenía delante del espejo dejando que la viese semidesnuda o vistiendo aquellas combinaciones de tonos azulados que le sentaban genial.

Recuerdo perfectamente una noche en la que Regina vino al baño. Durante largo rato se acicaló, la vi lavarse los dientes, recogerse el pelo, perfumarse y mirarse una y otra vez en el espejo para cerciorarse que estaba realmente apetitosa.

Cuando ella lanzaba besos al espejo, yo sentía que me los daba a mí y esto me llenaba de emoción. Acto seguido yome enfadaba muchísimo al pensar que minutos más tarde estaría en los brazos de otro hombre, en los brazos de su marido. Eso me llenaba de celos y no entendía porque el podía tenerla cuando a mi modo de ver su único mérito era haber entrado antes que yo en la vida de Regina.

Mi interés por ella rozó la obsesión. Siempre que pasaba por delante de alguna ventana que diese frente a su casa, miraba para ver si la veía. Llegue incluso a espiar cuando tendía la ropa para luego ir a tocarla, olerla e imaginarme a Regina con ella puesta.

Mis trofeos más preciados fueron durante bastante tiempo unas braguitas y un sostén usados que sustraje del cesto de la ropa sucia durante una visita a su casa. Alguna noche de verano creí oír sus gemidos en medio de suaves crujidos de la cama. Odié a su marido y soñé con que ella seria mía alguna vez.

En una ocasión me sorprendió mucho ver como se encendía la luz del baño justo inmediatamente después de oír sus jadeos. Detrás de la persiana me puse a espiar con sigilo. Regina me proporciono una de las visiones más emocionantes que recuerdo. Estaba completamente desnuda, cerró la puerta tras de sí, y empezó a acariciarse los pechos mientras apoyaba su pubis con el frio y duro borde del lavabo. Acto seguido, vi cómo se pellizcaba los pezones, tirando de ellos y se aplastaba los pechos.

Empezó a suspirar y gemir mientras con la mano se buscaba la entrepierna, después una oleada de placer la sacudió y la vi sujetarse con fuerza para no caer. Yo miraba absorto el espectáculo y solamente después de que la luz se apagó y ella desapareció de mi vista, atine a masturbarme pensando en lo que había visto.

Pasaron algunos años y pude apreciar como el marido se iba deteriorando, echando barriga y mostrándose cada vez más descuidado en las formas. Ella siguió siendo una mujer atractiva y discreta, sumisa esposa.

Con mi edad tuve oportunidad de relacionarme con chicas jóvenes, pero muchas veces soñé con algún día poder simplemente probar el dulce néctar de su boca, oír su voz melodiosa y oírla gemir de placer en mis brazos.

Pasado el tiempo me fui a estudiar fuera y luego ya no volví a la casa familiar. Cuando que volvía a la casa familiar sentía una íntima atracción por mirar a través de las ventanas que daban a su casa para tratar de descubrirla. En alguna ocasión coincidimos en casa de mis padres y siempre tuve el deseo oculto de lanzarme sobre ella y comérmela literalmente a besos.

Mi gran oportunidad se ha presentado esta tarde. Mientras deambulaba en unos grandes almacenes buscando un regalo adecuado para regalar a una amiga, la he visto distraída en la sección de perfumería y cosmética.

Venciendo una timidez inexplicable, me he vuelto a sentir como un adolescente, me he acercado a saludarla. Después de unos minutos de charla la he invitado a tomar un café en la cafetería.

Hemos charlado de los últimos años pasados sin noticias entre nosotros. Finalmente, nos hemos confesado mutuamente algunos sueños secretos sueños relacionados con nuestras respectivas ventanas.

Me he sentido muy nervioso y a la vez liberado al confesarle que le observe muchas noches tras la cortina y que solamente verla era suficiente para estimularme lo suficiente para masturbarme con gran placer. Aunque esta revelación la ha turbado, no por ello ha dejado de lado el tema. Creo que se ha sentido muy halagada cuando le he recordado lo hermosa que la encontraba, y la de veces que soñé con ella.

Como si ya no tuviese la más mínima importancia y estuviésemos vacunados contra aquella loca pasión, le relato mis peripecias para verla desde mi habitación. Le cuento lo que hacía por coincidir con ella en la escalera, en la tienda o en la piscina. También le confieso  el interés que en mi despertaba el que hubiese fiestas en su casa.

—    ¿Te acuerdas una noche que me estuve tocando en el baño, delante del espejo, desnuda? Yo intuía que estabas espiándome, por eso quise que me vieras, acariciándome el pecho, metiéndome la mano en la entrepierna, y gozando de un rico orgasmo—

—    ¿de verdad? ¿tu lo sabias? — le digo con asombro.

Pasan los minutos y la veo como ausente, pero mirándome con fijeza. Finalmente me dice:

—    Hagámoslo— dice mirándome a los ojos convencida que su oferta no puede ser rechazada.

Ella es una mujer madura, libre de ataduras de las hijas pues las tres se independizaron, y con un marido que ya hace tiempo dejo de prestarle atención, y yo soy un hombre joven, independiente al que la vida le esta sonriendo en todos los aspectos.

—    Tengo ganas de darte ese placer y de sentir de nuevo el abrazo de un hombre joven lleno de pasión y de ganas de vivir— me dice poco antes de empezar a andar delante de mí, disimulando por si alguien nos está observando.

No se que pensar. Si es lo que imagino, por fin veré cumplida mi antigua ilusión

—    Llévame a tu casa—, dice sin dudar un instante justo después de entrar en el coche.

No hay nada más que hablar, nos encaminamos a mi apartamento los dos juntos bien alegres. Continuamos la conversación mientras conduzco como si fuésemos al cine o algo así. Al llegar a mi casa estoy tan nervioso que apenas atino a meter la llave en la cerradura.

Una vez a solas, Regina toma la iniciativa. Me desnuda de arriba abajo y me abandona encima de la cama, es entonces cuando inicia un strip tease de lo más explosivo.

Entra y sale de la habitación con aspecto distraído llevando cada vez una prenda menos. Parece simular aquellas noches que deambulaba por su casa en camisón pasando por delante de las ventanas.

Ella se comporta como si estuviese con la naturalidad de estar sola en casa y poco a poco me va regalando la visión de su cuerpo, pero contemplado a corta distancia.

Se acerca a mí y se inclina hacia delante enseñándome sus nalgas a una distancia tan corta que puedo alzar la mano para rozarlas.

A continuación, estira de la sabana y desaparece tras la puerta del aseo.

Al volver viene envuelta en la sabana y se desprende de ella muy despacito, mostrándome primero un pecho, después el otro y luego ambos a la vez. De espaldas a mí, deja la sabana en el suelo y me muestra su culo.

Al darse la vuelta casi me atraganto. Tiene un pubis cubierto por un espeso cepillo de pelos negros.

Llevo largo rato perfectamente empinado y no he resistido la tentación de masajearme a conciencia mientras observaba sus movimientos, es como revivir aquellas lejanas sensaciones de mi adolescencia, la veo entrar y salir, casi desnuda… mientras me la meneo con ganas.

Ahora estoy a su merced y no duda ni un instante en engullir en su boca mi polla. Tras juguetear con ella se tiende boca arriba y espera a que la tome.

—    Ya ha llegado tu momento. Ven acá y tómame, estoy deseando de sentirte dentro de mí—

Como podéis imaginar, tras esta invitación se abre ante mí la puerta del paraíso.

No sé cuántas veces hemos hecho el amor, ni por cuanto tiempo. Solo sé que he cumplido mi más anhelada ilusión de juventud. Aquella Regina joven y hermosa ha vuelto, se ha sentido otra vez atractiva y lo ha disfrutado casi tanto como yo.

Si os ha gustado, os contaré en nuevos episodios alguno de los encuentros que he tenido con mi antigua vecina, una madura divina para un hombre joven lleno de vitalidad y ganas de pasarlo bien.

Deverano.