Una vida, un secreto (3)

Una mujer, doble vida.

La mañana transcurrió muuuuuuy plácidamente. Las pinzas las quitaba con mucha frecuencia pues los pezones me pedían a gritos de acabar con aquello, jejej…, sin embargo, aunque es lógico que el dolor me hiciera estar incómoda, por otra parte, ese dolor no dejaba de ser placentero. Era lo que mi dueño quería y eso para mí era una orden aunque él no estuviera presente. Lo peor que llevaba eran la sensación de estrechez que producían las bragas, pero cuando me miraba en el espejo del pasillo me veía tremendamente guapa con ellas y con tacones, me divertía mirar mis andares y por lo bajito decirme PUUUUTAAA!!!!!!! Hice la comida y ya cerquita del mediodía me duché, aunque volví a ponerme las braguitas sucias que me había quitado, las de mi hija, terminé de arreglarme pues no tardarían en llegar mi marido y mi hija.

La escena familiar es muy similar a la de cualquier familia: besos al llegar, objetos que se dejan en cualquier lugar, normalmente en el menos indicado, levantar la tapa de la cacerola para ver qué hay de comida, entrar en el baño, lavarse las manos, cambiarse de ropa y a la mesa; luego, algo de conversación, poca, pues está puesta la tele y siempre hay alguien que quiere ver algo aunque sean los anuncios, jejej… Obviamente nadie dirá si la comida está buena y qué decir de dar las gracias, jejej…, eso no se lleva. Finalmente, no sé cómo lo hacen pero a la hora de quitar la mesa todos desaparecen así que aquí me tienes quitandola, fregando los platos y por último deseando que desaparezcan, quiero que se vayan pues inmediatamente seré yo quien lo haga. Uffffffffffff la emoción me embarga.

Qué silencio hay en la casa!!!!!!!!!!!!!!!! Vuelvo a mi ritual, la desnudez, sólo en bragas y zapatos de tacón, escojo la ropa, de nunca he sentido especial inclinación por los tangas me gustan mucho más la braguitas caladas, las de tipo visillo, la puntillas, los colores fuertes, hoy no tengo que calentarme la cabeza pues estoy obligada a llevar las que tengo puestas. Me encantan las medias, finas, delicadas, suaves para unas manos que penetran bajo la falda. El sujetador es negro, de encaje, cumple bien su misión de realzarlas. Falda lisa por encima de la rodilla pues tengo prohibido llevar pantalón, él siempre me dice que una hembra tiene que estar siempre accesible tanto para mear como para follarla, jejej… ¡qué cosas tiene! Aunque en el fondo tiene razón. Zapatos altos, blusa blanca con un ligero estampado que rompe con la seriedad y aumenta la elegancia. Por cierto, que casi desde el primer momento me ví obligada a tener ropa en su casa pues no sería la primera vez que me rompe alguna prenda, como se diría, en el fragor de la batalla, jejejej… Antes de vestirme, cuando me estoy pintando en el cuarto de baño me doy cuenta de que sube un suave olorcillo desde abajo hacia arriba lo que hace que me sonría, no me siento sucia, todo lo contrario, siento que él lo lavará con su saliva.

Al salir de casa me encuentro con mi vecino Justo, siempre tengo la sensación de que me desnuda con la mirada. La semana pasada cuando se lo conté a Luis parece que se le iluminaron los ojos

-¿Qué perversión está pasando por tu cabeza?

Una sonrisa y le di un tierno empujón en la cama, él reaccionó con vulgaridad y rudeza al inmovilizarme por detrás presionando mis brazos y las tetas, jajajaj…

-Puta, quiero que desde hoy, siempre que lo veas te pares con él, hablas con él, te insinúas a él…

-¡Pero eso no lo puedo hacer, es mi vecino, nada más que de pensarlo me muero de vergüenza!

-Y a mí qué cojones me importa eso. Eso me pone y tú lo vas a hacer y luego, ya sabes, me lo cuentas.

Desde entonces ha cambiado mi actitud hacia Justo y él no sé si está detrás de la puerta pero casi siempre que salgo, me lo encuentro. Hoy no ha sido una excepción, aquí está, con la boca echa agua como si estuviera frente al escaparate de una pastelería, casi relamiéndose los labios, ¡Qué vergüenza!

Y sin embargo he de reconocer que siento húmedo mi coño, cruzo mis brazos porque pienso que se van a notar mis pezones, un cierto rubor sube por mi cara que disimulo como puedo.

-¡Hola vecino! ¿Qué, vamos a los de los jubilados?

-Con setenta años ya no puedo hacer filigranas, jejej… pero bueno, ahí me distraigo, y así tengo la oportunidad de ver a niñas tan guapas como tú.

-¡Qué cosas tiene usted!

-Es la verdad vecina, hay que ver que cada día estás más guapa, los años en ti te sientan de maravilla. ¿A dónde vas?

-Unas cosillas que tengo que hacer.

-Te acompaño aunque sea a la parada del autobús.

-No sé preocupe que yo voy más rápido.

-Que no, que no que me pilla de paso

Y el muy canalla posa sus manos sobre mi brazo, presionando muy ligeramente, seguro que sin ninguna intención o seguro que sí. Y encima el muy capullo no se va, se queda conmigo a esperar, a darme conversación, sus ojos casi nunca llegan a mi cara pues siempre que miro están clavados en mis tetas.

-Será puerco, será cerco.

Y sigo dibujando una cierta sonrisa, en una absurda conversación, en un incómodo momento. Y sin embargo veo, sin haber pasado aún, que cuando se lo cuente a Luis en su cara se dibujará una risa, una risa a carcajada, un babeo obsceno imaginando no sé qué cosas, o quizá sí.

Estoy escribiendo todo de corrido, esta es mi forma de hacerlo, no quiero releerlo porque sino lo hiciera así seguro que no lo enviaría. Esta página de relatos es un válvula de escape a mis tensiones, perdonad si muchas de las cosas que escribo carece de sentido o no está bien expresado o por el contrario pudo haber sido suprimido. Esto es lo que pienso en cada momento en el que me pongo frente al ordenador.

Llegué a aquel barrio humilde, ya comenzaba a verse en alguna esquina prostitutas sonrientes a la espera de algún despistado o quizá no, quizá saben a dónde van cuando las buscan.

Llamé al timbre, no preguntó nadie, abrió la puerta, arriba esperaba a su fruta en otros tiempos prohibida.

-¡Hola guarra! Así me gustan a mi las putas, de lujo, bien vestidas, oliendo como los Dioses.

-¡Pues ya podías haberte duchado tú y también haberte afeitado.

No me dio tiempo a terminar la frase pues un bofetón hizo que me tambalease, dos lágrimas se liberaron de mis ojos, no sé si por la sorpresa o por el dolor que sentí.

-¿Qué ha dicho? ¿No era eso lo que te gustaba de mí?

Me cogió del pelo y así tal cual me arrastró hasta la cama, se bajó unos sucios calzoncillos, me hincó de rodillas, dobló su espalda y con su fuerte mano llevó mi boca a su culo

-Quiero que me lo dejes limpio como si terminara de salir de la ducha.

En mi garganta apareció casi la sensación de arcada, el olor, eso olor que entraba con fuerza por la nariz hizo que comenzara a respirar por la boca, con los ojos cerrados, otra bofetada

-Puta, abre los ojos, mira lo que te vas a comer y empieza ya o vas a saber lo que es bueno como me cabrees.

Mi lengua impactó sobre su piel, recorría una y otra vez de arriba hacia abajo de abajo hacia arriba, temía el momento de entrar en la boca, de limpiarse con su saliva. No hubo más remedio que hacerlo pues la sequedad me ahogaba y cuando por fin lo hice un placer inundó mi cuerpo, ni lo creía. Cerré los ojos, ahora por puro placer, mis manos comenzaron a rodear su cuerpo, acariciaba sus huevos, presionaba sobre su polla, comencé a masturbarla. Un quejido o un suspiro escapó de su boca. Se dio la vuelta tumbándose sobre la cama, frente a mi, acariciaba mi cabeza como si en ese momento fuera su perro quien lo estuviera haciendo.

-Cada día la chupas mejor, puta, joooooooooo… con lo mal que lo hacías cuando te conocí. En buenas manos has caído, jajajajaj…

-Quítate la ropa. Menos las bragas.

Me desnudé. Me volqué sobre su cuerpo mis labios quisieron besarlo pero él me rehusó

-Cuando te laves la boca guarra, jajajaj…

Yo quería seguir, él me lo impidió, estaba ya tan excitada que parar sin obtener lo que pretendía me dejó con una sensación de vació que me amargaba y quise seguir y él se enfadó

  • Una orden no la repito dos veces, puta de mierda.

Una fuerte nalgada, un ay!!!!!!!!!!

-Acuéstate junto a mí, apóyate sobre mi pecho, antes, quítate las bragas que quiero saber a qué huele el coño de tu hija, que el tuyo ya lo conozco, jajajaj…. y cuéntame algo de lo que hayas hecho hoy.

Llevó el interior de las bragas a su nariz, aspiró fuertemente; a su lengua, lo sorbió con ansiedad como si estuviera chupando un coño.

-Qué quieres que te cuente, los días son parecidos.

  • Nunca, todos son diferentes. ¿Cómo has estado en tu casa?

-Como siempre, en braguitas, con los tacones, en algún momento me pincé los pezones. Hice las cosas de la casa, la comida y ya está.

-Sigue.

-Pues que me vine cuando me fue posible.

-¿Y?

  • No sé, quizá que me encontré con Justo.

-Bien, sigue.

-Como siempre pues que me come con la mirada.

En ese momento posó su mano sobre mi pubis, un dedo juguetón comenzó  a presionar, a entrar, a acariciar.

-Cómo se portó éste.

-Bueno, ya sabes me da mucha vergüenza pues cada vez va ganando confianza, me desnuda, casi me atrevería a decir que me folla con la vista.

-¿Te excitaste?

-Un poco.

-No guapa, no; desde hoy quiero, y si no lo cumples me enteraré, desde hoy quiero que te sientas excitada cuando estés con él, ¿entendido?

En su cara se notaba la excitación del momento, cerraba los ojos para aspirar el aroma de las bragas, su mente iba más lejos, estaba viendo el coño de mi hija, el mío mismo, a Justo mirarme el culo cuando iba yo delante. En un segundo cubrió mi cuerpo con el suyo, en un segundo bombeaba con fuerza, de su boca comenzaron a salir palabras vulgares y duras o no tanto pues a mi me excitaban, finalmente dijo

-Algún día me follaré también a tu hija y tu me la entragarás.

Un chorro enorme inundó mis entrañas.