Una vida, un secreto (1)

Una mujer, doble vida.

Adicta a los relatos eróticos, nunca llegué a imaginar que hoy sería yo la autora de éste .

Sentada en una fría silla de anea, desnuda, la única prenda que cubría mi cuerpo era una collar de perro, un collar que hacía sólo unos minutos llevaba en su cuello un hermoso perro, aún calienta mi cuerpo. Y era en ese momento cuando pasaba por mi mente todo lo que era mi vida, mi dulce y acaramelada vida de casada.

Me llamo Cristina, tengo 44 años, casada, feliz mente casada,  y con un hija de 19 años. Sin problemas económicos, sin problemas afectivos, quizá fuera eso lo más notable, la ausencia de cualquier cosa que alterara mi vida. Y así era, para todo el mundo la esposa ideal, la madre perfecta, pero tras ello se ocultaba una doble vida, tras esa cortina aparecía una loba del deseo, la puta perfecta entregada a su chulo, a su proxeneta, sin pregunta alguna, sin reproche alguno, con entrega total. Así es mi vida, una doble personalidad, una doble vida, la decente y la indecente; el amor y la seguridad del hogar, el sexo envuelto en sumisión-humillación-entrega por placer-dolor placentero-deseo desenfrenado…

Mis pechos ya están caídos por el paso del tiempo y de su propio peso, sin embargo aún los miran con ansia de engullirlos, de amasarlos con las manos rudas de la gente que prefiero. Sí, jejej… no puedo evitarlo, cuanto más vulgar es el hombre, cuanto más descuidado en su vestir y en su higiene más atraída me siento. Mi mundo feliz es el de la imaginación y el de los deseos, soy producto de mi educación, por ello los ojos de los demás han de servir para aprobar los gestos y los hechos. Mi vida está alrededor de una preciosa familia, de un marido que me quiere y de una hija de la que me siento orgullosa; sin embargo, allí donde nadie puede entrar, donde nadie puede dirigir mis pasos, en el mundo de los sueños y de los deseos, yo soy la dueña de mi destino.

Que feliz me siento cuando contemplo mis largas piernas, alguna variz pero con ausencia casi total de grasa que las pudiera afear, las acaricio continuamente y me estremezco cuando enfundadas en sus medias unos dedos que no son los míos las recorren. Un escalofrío envuelve mi cuerpo cuando una mano entra bajo mi falda, separa mis muslos, aprietan con fuerza hasta conseguir un quejido de mi garganta.

Media melena cubre mi cuello, un pelo que comienza a teñirse de blanco pero al que yo consigo dominar con la fuerza de los tintes     que ocultan las canas o la vida, mi pelo sigue firme con su moreno peculiar, mi vida es totalmente distinta bajo el tinte del secreto.

Dos hombres hay en mi vida, mi marido, Juan, que me hace el amor, y mi macho, Luis, que me folla.

Mis pezones se han endurecido por efecto del frío, llevo un rato sentada en esa silla, con el único calor de un collar de perro, en ese momento se acerca, coge mi cara con fuerza, besa mi boca con rudeza, su aliento apesta a vino y cerveza, entra su lengua en la mía, sólo con eso me estremezco:

-Perra no quiero que de tu boca salga ningún quejido, te voy a poner estas pinzas de la ropa en tus pezones y a callar.

No me da tiempo a protestar, de mis ojos salen unas lagrimas por el dolor y por el agradecimiento; mi coño está húmedo, hunde sus dedos, los impregna y los relame como el mejor de los manjares.

Han pasado quince minutos que para mi han sido una eternidad cuando se acerca me coge de la correa y como si fuera un animal me lleva hasta su cama, un viejo camastro sucio por la falta de limpieza. Me empuja, quedo recostada, me quita las pinzas sin previo aviso, de mi garganta surge un relincho de dolor. Veo que viene algo borracho, se desnuda, su polla está ya tiesa, me mira, se echa sobre mí, su boca y con ella su aliento vuelve a inundar la fina aroma de mis deseos.

-Puta, métetela.

La cojo y entra, entra en su casa sin ningún miramiento, con fuerza, con impaciencia; fuertes embestidas, babas que caen sobre mi cara, ojos que parecen salirse de sus cuencas.

Me siento la mujer más feliz del mundo, en este momento todo me sobra, tengo lo que tanto deseo.

-Agggggggggggggggg,………. voy a correrme puta, bésame, bésame.

Y sus dientes muerden mis labios, y sus riñones entran casi en mi cuerpo por la fuerza con la que descarga en mi coño, mis costillas se cierran por el peso de su cuerpo, casi me falta el aliento, el mismo que me sobra cuando estoy en esta casa.

-Ufffffffffffffffffffffffff, venía cargado, eh!!!!!!

Llama a su perro, me quita el collar y se lo pone a él, compartimos algo, algo tenemos en común, el mismo amo.

-Venga perra, vístete, y no se te ocurra lavarte. Cuando llegues a tu casa, quiero que te folles a tu marido, mejor dicho quiero que te folle tu marido, que llene su polla con mi leche, jejejej… Y mañana, a la misma hora aquí que tengo un trabajito para ti.