Una vida nueva (Libro 4º - Capítulo 02)
==== Una cruel y sádica cacería ==== ******** Miel, comienza el día ante una humillación total, atendiendo a todos, pero sin poder probar un solo alimento........ Después es amenazada con los más terrible sufrimientos, si es capturada....... Miel es dejada en huída, pewro con sus muñecas engarzadas a la parte trasera del collarín. Y así huye de un modo orracional y frenético, de sus perseguidor.......hasta que se encuentra en una doble vía del destino............ ******** ..........Un beso para (Alex y todo su equipo de TR), para Malossi, HombreFX, Reptil69, Gataenpatines, Brug, Irina y Breo y también para Adyfly, teto2000, Moonlight y mis lectores y lectoras............. ........... Sandra Raquel.
Una vida nueva ( Libro 4º - Capítulo 02)
Una cruel y sádica cacería
Miel despertó, al ser tirada al suelo desde el catre, por obra de Andrés, que se rió largamente al ver la cara de estupor de la preciosa zorra que dormitaba pegada a su compañero.
Tonino, seguía durmiendo aunque poco a poco se fué despertando, sobre todo al escuchar las risotadas de Andrés.
En cuánto fue consciente de la situación, se dió cuenta de que la zorra había dormido junto a él y sin embargo no tenía daño alguno. Pensó, que ella a pesar de estar con las pulseras ancladas, podría haberle hecho daño y hasta huir y no lo había hecho. Se levantó de golpe del catre y separó a Andrés, que pisaba el rostro de Miel, sin parar de reírse.
Andrés, se quedó mudo y desconcertado, máxime cuándo observó que Tonino, ayudaba a levantarse a Miel y la liberaba del anclaje en el collar.
Miel, sentía calambres en los brazos y apenas podía moverlos.
Andrés por su parte, quiso atacarla, pero Tonino se lo impidió, arguyendo que debía estar fresca para la cacería. Andrés, no daba crédito a sus sentidos. Tonino la protegía. Era imposible que éso estuviese sucediendo.
Miel, por su parte, también estaba excesivamente desconcertada, al ver cómo se estaban generando las escenas y la situación entre ellos. No podía tomar partido y menos aún dar una opinión. Así qué se mantuvo al margen, agradeciendo mentalmente a Tonino que la protegiese, al menos por el momento.
Tonino, esta mujer te ha sorbido el seso, desde que te embrujó con su sesión de sexo. Hay que reconocer que folla con tal sabiduría e intensidad, que podría lograr lo que se propusiera.
No digas tonterías, Andrés. Es sólo una mujer, aunque magnífica. Eso es innegable. Pero no me ha sorbido nada de nada. Y el estar los dos juntos, fué porque ella me daba el calor qué necesitaba y de rebote yo a ella, pero nada más. Y deja ya de poner esa cara de palurdo, coño.
Las cosas terminaron ahí, pues en esos instantes aparecía el Obispo.
- Observo, que dos fraíles discuten por nuestra prisionera, verdad?. Ya os ha engatusado. Seguro que habréis follado con ella los dos, verdad?. Y seguro, que os ha deshecho del todo, verdad?.
Tonino y Andrés, guardaron silencio, al tiempo que el Obispo se dirigía hasta Miel y tomándola del mentón, elevaba su rostro hacia él, sonriendo malignamente.........
- Preciosa Miel, de seguro que tú tienes la culpa de todo este lío. Estás desatada, has dormido junto a uno de tus verdugos. Podrías haber escapado y no lo has hecho. Por otra parte, te habrás follado a estos dos, que se han quedado tontos, de repente. Sí no fuese, porque estaba previsto y preparado lo de la cacería para hoy, te hubiese torturado personalmente, zorra.
Miel se quedó perpleja al escuchar esas palabras de quién deseaba salvarla. Parecía más bien, que deseara capturarla y someterla a miles de suplicios atroces. Y supo, que yá no podría fiarse de ninguna buena palabra de aquellos tres seres monstruosos.
- Vosotros dos, asearos, que dá pena veros. En cuánto a esta zorra, yo me encargaré de ella. Desayunaremos en la terraza, hace un día maravilloso para una cacería.
El Obispo se acercó más a Miel y la toqueteó descaradamente sus pezones, pellizcándolos sin piedad, ni miramiento alguno, hasta que Miel comenzó a exclamar de dolor.
- Miel eres una zorra de las buenas. Nunca pensé en encontrar una hembra así. Pasar por tus artes es un peligro total. Menos mal que eres de corte sumiso y podemos aprovecharnos de tí, sin miramientos. Sinceramente, me gustaría follarte ahora.....pero creo que lo mejor será esperar a que seas reducida y entregada en la cacería. Ya te anuncio que será cruel y sádica, pero espero que te comportes como una presa difícil de capturar. Ahora, desayunarás junto a nosotros tres y lo harás con toda la calma que seas capaz de reunir.
Miel asintió, completamente deshecha, al darse cuenta que no podría esperar gracia alguna por aquel falso Obispo. Ambos ya conocían que nadie era retenido contra su voluntad, por lo que Miel debería escapar de ellos en cuanto pudiese, sin reflexionar sobre los consejos que le diera el Obispo.
El Obispo, también era consciente de que ella intentaría huir, pues ya conocía el gran secreto, sin embargo le gustaba la aventura y la incertidumbre, por lo qué aquel juego, sería muy satisfactorio para él. Sí ella volvía a él, tendría un gran triunfo en la mano. Sí ella intentaba huir, sería una buena justificación ante sus compañeros de viaje para ir a cazar juntos.
Miel, no era consciente de la ratonera en la que estaba metida, sin embargo sospechaba de aquellos tres seres monstruosos y estaba decidida a escapar a la primera oportunidad que tuviera.
El Obispo, cogió de un brazo a Miel y la hizo subir, hasta el jardín.
Miel, se sintió violentada por la enorme luz, pero se sobrepuso rápidamente y aceptó el asiento que le indicaba el Obispo, aguardando pacientemente a que los falsos fraíles apareciesen, para desayunar.
Miel, te veo demasiado tranquila. No es normal y tramas algo, lo sé.
Padre, para que amargarme más aún. Hoy puede ser mi último día en el mundo de los vivos. Para que estar nerviosa ya?.
Visto así, tienes toda la razón, querida Miel. Esperemos a los hermanos para desayunar pacíficamente.
Los fraíles llegaban en ese mismo instante, alegres y vestidos de cazadores, dispuestos a hacer caer a su presa, que estaba sentada en la mesa, muy marcada y sin apenas fuerzas.
Obispo, la zorra esta vá a desayunar con nosotros?.
Tranquilo, hermano Andrés. Nuestra zorra, será vuestra presa a cazar. No os confiéis, pues es altamente inteligente. Y no, no va a desayunar. La he dejado aquí para que sufra el ayuno, mientras os ve zampar todos los manjares. Es un truco, para reducir sus ganas de vivir y que os sea más fácil cazarla.
Miel miró al Obispo con ojos de enfrentamiento y rebeldía. Le consideraba ya el mayor sádico de los tres. Pero se contuvo y asumió su nuevo calvario.
Obispo, qué premio tendrá quien la cace?.
Ya que me lo preguntas, Andrés, os lo diré a los dos y así Miel sufrirá más aún. Quién la cace gozará de todos los privilegios para decidir que trozos de su cuerpo se comerá. Porque, si Miel es capturada, será sometida a los mayores suplicios, haciéndola aguantar muchas horas viva. Y al final será crucificada con clavos y azotada hasta que muera. A continuación será desclavada y empalada, para así asarla y después degustar sus jugosas carnes. Qué os parece, hermanos?.
Andrés parecía más excitado, pero silenció su palabra. Tonino por su parte se sintió mal, pero también se contuvo.
- Bien, a desayunar entonces. Además nuestra zorra servirá lo que cada uno de nosotros deseemos. Así sufrirá más aún, esta puta.
Miel, se aprestó a servir lo que cada uno pedía. No dejaba de pensar en el falso Obispo y tampoco entendía su crueldad y sadismo. Se sentía nerviosa y muy asustada. Notaba sus piernas en un temblor continuo y sus manos también lo hacían aunque de un modo inferior en apreciación.
Miel notaba excesivamente callados a los dos fraíles, mientras les servía el desayuno. Le extrañaba, que ninguno de los dos le hubiese hurgado el coño, el culo o las tetas. Estaban cómo abstraídos. El Obispo tampoco repuntaba mucho más qué ellos, pero al menos la miraba ininterrumpidamente.
Miel, les vió desayunar en un silencio atroz. Se sentía perdida en aquel mundo y sus pensamientos giraban a la velocidad de la luz dentro de su cabecita.
El Obispo, intentó darla algo de comer, pero Miel lo rechazó de plano. Su cuerpo no admitía alimento alguno, después de lo que había escuchado.
Al terminar el desayuno, el Obispo se levantó y anunció que comenzaba la cacería de Miel, quién se mantuvo sentada, aguardando aconteceres.
- Nuestra querida zorra Miel, será la presa a capturar. Ella, ya sabe lo que la espera aquí, por tanto intentará esquivaros totalmente. Para que sea más sencilla la cacería, la dejaremos libre, pero con las muñecas ancladas en la parte trasera del collarín. También le aplicaremos el bálsamo reducido, con efecto curativo de media hora. Qué indicará el tiempo de curación y el de salida de vosotros dos. Llevaréis dardos narcóticos y urticantes. Y también un par de dardos paralizantes, cada uno. Alguna pregunta?.
Nadie respondió.
- Bien, unidla las pulseras a la parte trasera del collarín. Y después le aplicaremos con la brocha el efecto curativo, que la irá incordiando fuertemente durante media hora. Así no se alejará excesivamente de vosotros dos. Y esta noche, cenaremos dulce carne de miel.
Miel se dejó hacer, aunque con visibles temblores en todo su cuerpo. Andrés, se encargó de atarla las manos detrás de la cabeza, mientras Tonino la aplicaba brochazos por todo su cuerpo.
Miel se sentía extraña y se dió cuenta, que ninguno de ellos la miraba a los ojos. Y tampoco la decían nada de nada. Era todo demasiado extraño. Parecía una especie de sueño desagradable.
En cuánto estuvo preparada, el Obispo se acercó a ella y agarrándola del pelo, la hizo mirar hacia donde debería huir.
Miel, ya comenzaba a sentir los efectos del bálsamo curativo y respiraba entrecortadamente, con ojos turbios y semicerrados, ante las miradas de ellos tres.
En cuánto fueron liberados sus cabellos, corrió entre convulsiones, para alejarse de ellos lo más que pudiesa. Los picores estaban ya en ascenso y sentía una sensación nefasta en todo su cuerpo. Pero siguió corriendo, con pasos indecisos y a veces errantes, hasta que desapareció de la visión de ellos, tras alcanzar el bosque.
Los picores eran tan extremos cómo siempre, pero al no estar atada y tranquila, lo vivía de un modo especialmente espeluznante y atroz.
Ante sí, tenía la densa arboleda y un poco más adelante los incordiosos cardos. A su izquierda los cardos ya se anunciaban, mientras a su derecha tenía guijarros y matas bajas. Miel sabía, porque lo había recorrido el día anterior, que en los cardos se tendría que meter, pues toda aquella parte era una especie de naturaleza afortunada para esas plantas.
Intentó, razonar entre los enormes temblores, que le provocaban las reacciones del bálsamo reparador. Su mente, le traicionaba a sí misma y no la dejaban tomar una decisión limpia y apropiada.
Sí se arriesgaba por la parte de los guijarros, estando con las manos atadas, le podría pasar casi de todo. Intentó razonar entre estertores y temblores, de lo que imaginarían sus perseguidores, sabiendo qué, ella sería incapaz de razonar del todo.
Por tanto, sólo había una sóla solución y qué al tiempo, sería la qué más ventaja pudiera darla. Era avanzar hacia lo obvio, hacia adelante. Miró hacia atrás y vió dos figuras que ya avanzaban hacia ella a poco más de un kilómetro de dónde se encontraba ella.
Miel corrió por entre el bosque, intentando poner distancia entre ella y sus perseguidores y se topó con una llanura de unos 200 metros, llena de enormes y amenazantes cardos de cerca de un metro de altura y tan juntos, qué parecía una barrera natural.
No había escapatoria posible.
Sólo se podría pasar bien protegido y paso a paso, lo que daría a sus perseguidores mucha ventaja. Sólo había un modo de pasarlos y sería arrastrándose por el suelo, debajo de sus ramas criminales. Pero éso dejaría un rastro demasiado aparente.
La otra solución consistía en avanzar hacia uno de los lados, dejándose mortificar por el afilado espino y unos veinte metros después reptar del modo que se pudiera. Eso implicaba un suplicio cruel, sin garantías de nada.
Miel, se decidió por esta última, aún a sabiendas de que sufriría momentos espantosos. Esconderse y volver atrás, implicaba un riesgo aún más nefasto.
Pero Miel, se preguntaba en silencio. A qué venía la cacería, si el falso Obispo, deseaba comérsela?. Más sencillo hubiese sido una sesión de lo más sádica y trágica y haber terminado sus minutos finales, empalada y sobre las brasas.
No le encontraba sentido, salvo que realmente deseara liberarla.
Miel, conteniendo la respiración y una vez ya regenerada su piel........decidió aventurarse entre el espino. Silenció sus primeras sensaciones y avanzó lo más rápido que pudo sin romper las púas de los cardos, para evitar que la pudiesen seguir el rastro.
Su cuerpo desnudo, era testigo de las punzadas, muchas de ellas sangrientas, que su cuerpo asimilaba intentando no dejar la menor huella de su paso, por aquel lugar.
Miel, sabía cómo esquivar la mayor parte de las espinosas plantas, pero muchas de ellas laceraban su piel y la sometían a un tormento cruel, que la hacían recordar momentos de terror ya vividos. Además jugaba con la ventaja de conocer el terreno de días anteriores.
La desventaja estribaba en ir con las manos sujetas a la parte trasera del collarín. Pero Miel, no se amedrentaba por éso, puesto qué era su vida lo que estaba en juego.
Cuándo logró pasar aquella extensión de espinos, se sentó en el suelo, para retomar fuerzas y respirar un poco más sosegadamente, de la alta concentración y excitación que acababa de experimentar.
Miel sabía, que sus cazadores estaban muy cerca, porque a veces oía sus gritos. Seguía pensando en que algo no encajaba con la realidad que le había hecho saber el falso Obispo, salvo que al estar atada de aquel modo y desnuda, fuera un aliciente para divertirse más con ella. Nadie podría nadar en el río, atada de aquel modo......pero Miel sí era capaz de hacerlo, aunque ellos no lo supieran.
En cualquier caso, lo mejor era huir y alejarse lo más posible de aquel lugar maldito por el momento. Seguía pensando dónde estarían sus hermanos fraíles verdaderos.
Miel, se levantó para proseguir el camino, al tiempo que veía a Tonino que se acercaba a menos de 30 metros, corriendo entre los cardos.
Se sintió perdida, ya qué estaba demasiado cerca, cómo para tener opciones de poder escapar en campo abierto. Aún así, salió corriendo, sin pararse a mirar, porque todo la hacía presagiar, que sería el último día de su vida.
Corría cuesta abajo, deslizándose por la agresiva y traidora pendiente, controlando su cuerpo para estabilizarse y no caer, ya qué éso significaría su perdición inmediata.
Acababa de sortear una enorme roca, y resbalaba en parte por la pendiente, cuándo escuchó un ruido largo y varios gritos angustiosos a su espalda.
Cuándo consiguió frenar su descenso, contempló una enorme polvareda detrás de ella. Y al poco, reconoció a Tonino, que seguía cayendo por la cuesta y dando alguna voltereta, hasta detenerse a menos de 15 metros de ella.
Tonino, apenas se movía y Miel pensó en lo peor. Se acercó lentamente y en un instante, le pareció que se movía, quedándose rígida y aterrada. Pero algo en su interior la lanzó al auxilio de otro ser.
Volvió a subir la traicionera cuesta y más con las manos atadas, hasta que logró acercarse hasta dónde yacía Tonino, aparentemente desvanecido.
Miel acercaba su oído al pecho de Tonino, para ver si respiraba. Y sintió un susto mayúsculo, cuándo las manos de él, la atraparon sin que pudiese defenderse.
- Tranquila Miel, voy a desenganchar tus anclajes. Después te dejaré libre y sí lo deseas, me pegas un tiro y acabamos ya.
Miel, se dejó desanclar sus muñecas y se separó de él, aún nerviosa y altamente excitada. Tonino, no hizo amago de implorar o esconderse. Y Miel, fué incapaz de empuñar arma alguna, para liquidar a su pesadilla y enemigo.
Por contra, se acercó hasta Tonino de nuevo y vió cómo él se llevaba las manos al tobillo derecho.
Miel se arrodilló en el suelo y palpó el tobillo de él, sin qué éste hiciese ascos a ella. Lo palpó con suavidad y supo que era sólo un esguince, aunque un poco fuerte.
Al tiempo que Miel, quitaba la bota a Tonino, apareció Andrés, por detrás de ella.
- Estate quieta, zorra o será lo último que hagas.
Miel, se quedó petrificada, al escuchar aquellas palabras de Andrés, quién se acercaba lentamente, dispuesto a descerrajarla un tiro en la espalda al menor movimiento.