Una vida nueva (Libro 3º - Capítulo 12)
==== Miel construye su propio calvario ==== .............Miel es condenada a sufrir de un modo especial esa misma noche, para lo que el falso Obispo idea un sistema de prepararación por la propia víctima. Miel les hará alucinar, con sus conocimientos de la organización, a pesar de que ella misma será la protagonista de tan maléfica actividad........... .............Espero que os agrade, esta lectura..........que da fín al libro 3º y prepara el libro 4º para grandes capítulos................................ ..........Un beso para (Alex) TR, para Malossi, HombreFX, Reptil69, Gataenpatines, Brug, Irina y Breo y también para Adyfly, teto2000, Moonlight y mis lectores y lectoras............. ........... Sandra Raquel.
Una vida nueva ( Libro 3º - Capítulo 12)
Miel construye su propio calvario
Terminé de desayunar, bebiendo zumo natural de naranja, para bajar el pesado desayuno.
- Muy bien, Miel. Te daré unas pistas de donde encontrar cosas. Allí abajo, encontrarás materiales de construcción y maderas. Allí a la derecha, cuerdas de todos los tipos. En el lado opuesto, entre las plantas silvestres, clavos de tamaños variados y martillos, además de otras herramientas. No se te tocará en momento alguno, pero sí serás observada y hablada, quizás hasta humillada con palabras malsonantes, pero nadie te tocará hasta llegada la hora del atardecer. Ahora, ya puedes comenzar. Sí no lo lograras, pensaremos si realmente te crucificamos con clavos, así que tú misma.
Miel, se sentía muy presionada, pero sabía lo que se podría hacer si lo encontraba a tiempo. Y partió, cuesta abajo para ver los materiales de construcción que podrían servir.
El trayecto tenía un gran desnivel y el camino de tierra era polvoriento y seco, sin lugar alguno para guarecerse de los rayos del sol.
Tardó, cerca de 5 minutos en llegar ante un montón de materiales de los más diversos. Vió troncos de árboles, tablones de madera y también cilindros huecos de hormigón. Uno de los cilindros, lo necesitaría, para apuntalar el poste de la cruz, pero pesaba demasiado para llevarlo en los brazos. Y todo era cuesta arriba.
Miel, revisó los tablones. Eran demasiado pesados y además no se acomodarían en el cilindro de hormigón. Vió varios troncos de árboles y supo que esa era la opción.
El sol seguía apretando y ya comenzaba a sudar, pero no se amilanó y siguió comprobando, todo lo que necesitaría. También pensó en el caballete, aunque lo podría simplificar con una T, también en un nuevo cilindro de hormigón. Eso implicaba, un viaje extra más, pero llevar madera en los brazos, podría ser peor aún.
Supo, cómo subir los cilindros, pero necesitaría cuerdas. Y estaban justo al lado contrario, después de más de 1500 metros de ascensión. Sin embargo se fué a por la cuerda.
Se detuvo varias veces, para coger aire y regular su respiración.
Cuándo llegó ante las cuerdas, vió que las había de todos los calibres y texturas. Bajó con 2 rollos de cuerdas y las dejó cerca de donde iría la cruz, para ir a por las herramientas, martillos y clavos.
Se sabía mirada y contemplada, pero ella seguía su esquema y no se dió por aludida, a algunas palabras malsonantes que la lanzaba Tonino.
Llegó hasta la zona de las plantas silvestres, en donde la noche anterior, había recogido cardos, para su cama sádica. Buscar entre aquella maleza pérfida era pincharse constantemente todo el cuerpo.
Descubrió el martillo en el centro de una isla de cardos jóvenes de púas extremadamente largas y agudas. Entrar a por el martillo, implicaba un suplicio atroz y continuado. Salvo que atase todo con cuerdas, necesitaría los clavos y el martillo. Y atar la cruz, podría, pero hacer la T, no podría lograrlo sólo con las cuerdas.
Se decidió a recoger el martillo y se adentró con gran cuidado entre los enormes cardos, que la llegaban hasta la altura de las tetas, algunos ejemplares.
Era imposible, no pincharse. Rugió de dolor y sensaciones, jadeó y hasta soltó algunas lágrimas, mientras las púas se clavaban indolentemente en sus carnes tiernas.
Al final, logró coger el martillo, entre laceraciones diversas del espino. Y vió un clavo un metro más allá. Contuvo la respiración, mientras su carne era lacerada por las púas, hasta que logró sacarlo de su escondite.
Cada clavo, era más difícil de obtener y las sensaciones horribles, acumuladas, lo hacían más penoso y lento aún.
Después de innumerables tormentos, logró capturar un montón de clavos, el martillo y una sierra pequeña que la valdría para las cuerdas y para la madera.
Cuándo salió de aquel infierno, su cuerpo anunciaba los dolores que padecía. Múltiples marcas en su cuerpo, algunas con minúsculos hilillos de sangre. Volvió hacia el campamento base y dejó las herramientas, entre las burlas de Andrés y Tonino. El Obispo, tan sólo, sonreía.
Cortó un cabo de cuerda de unos 4 metros y sin mirarles, se fué con la serreta, hacia los materiales de construcción,
Se sentía medio extenuada y sus pies la dolían de andar descalza por aquel paraje infernal. Sin embargo, logró divisar una pequeña charca y se metió en ella, para refrescarse un poco, mientras la observaban Tonino y Andrés, que se carcajeaban de ella, sin cesar.
Salió de la charca, fresca y con fuerzas renovadas para proseguir.
Cogió la serreta y la cuerda y se acercó, mientras su cuerpo chorreaba agua, hasta la zona de materiales de construcción.
Seleccionó los dos cilindros de hormigón, eran del mismo tamaño, por lo que en los troncos habría que tener en cuenta, los 60 cm que se hundirían en los cilindros.
Divisó varios troncos de madera desechados cómo postes telegráficos o telefónicos. Eran demasiado anchos, para el orificio del cilindro. Miró por los alrededores y se fijó en varias ramas de chopo, que podrían servir. Un poco más allá, unos troncos jóvenes, que daban la talla ideal. Necesitaba el poste de unos 3 metros de largo, el travesaño de unos 2 metros. El posapies, bastaría con 40 cm. Para la T, un tronco de 1.5 metros y otro de 40 cm. Miel, ya sabía cómo subir los cilindros y se puso a serrar los troncos, estimando por exceso un poco todas las medidas.
Miel, sabía que el cilindro para subirlo, solo podría hacerse, arrastrándolo. Pero también podía ir rodando. Así que puso el tronco de 1.5 metros, dentro del cilindro y en los extremos anudó la cuerda de 4 metros que se había bajado.
Se pasó la cuerda por detrás del cuello y por debajo de las axilas y comenzó la ascensión. En los primeros metros, la costó un poco adaptarse al tiro, pero poco a poco, se sintió más precisa, en la forma de arrastrar el cilindro.
Cuándo llegó a la Base, dejó el cilindro y cogiendo el tronco y la cuerda, bajó a por el siguiente. Lo colocó del mismo modo, ya sudorosa totalmente y volvió a ascenderlo, hasta dejarlo en donde debería estar el caballete.
El Obispo, miraba incrédulo, pués no sabía lo que Miel iba a realizar. Miró su reloj y vió que eran las 3 de la tarde.
Querida Miel, son las 3 de la tarde. Dentro de una hora comerás tú, pero ahora lo haremos nosotros. O quizás prefieras hacerlo junto a nosotros tres?. No se te tocará, ni incordiará. La comida es sagrada.
Padre, entonces, preferiría comer ahora y descansar un poco, si puede ser.
Así será. Ve a la charca y báñate. Te dará tiempo. En unos 15 minutos se servirá la comida.
Miel salió trotando, hasta llegar a la charca que alcanzó en menos de tres minutos. Calculó unos 10 minutos de vuelta, andando tranquilamente, para no llegar sofocada, por lo que la quedaban tres minutos de aguas frías y cristalinas, para recuperarse del todo.
Fué todo un placer, flotar en el agua, bracear y mover sus brazos y piernas. Salió sin más dilaciones y ascendió la larga cuesta caminando bajo el fuerte sol, aunque ella no lo sentía ya, debido a su cuerpo y pelo empapado.
Llegó junto a los frailes, un poco antes de que se comenzasen a servir los platos.
- Miel, estás preciosa. Además me tienes intrigado, con lo que vas a montar, pero no te atosigaré. Come, porque te hará falta. Y despreocúpate de nosotros. Nos basta con tenerte desnuda y poderte mirar descaradamente.
Miel, asintió, mirando sólo al Obispo.
La comida fué muy tranquila y Miel, comió sosegadamente, sobre todo verduras y pescado, que eran más digeribles y no estar pesada después. De postre un plátano canario y un par de peras de agua.
Miel se quedó llena, lo suficientemente, cómo para poder soportar una larga ausencia de comida.
Descansó en la sombra, cerca de una hora, sin que nadie la molestase. Cuándo se sintió con fuerzas, se levantó y ascendió de nuevo hasta los cardos, porque le faltaba el pico y la pala. Y era mejor hacerlo ahora, que después más agotada.
De nuevo, tuvo que pasar por el calvario de las púas, pero ya lo hizo con más resolución. Y a pesar de los enormes pinchazos, que la hacían temblar los encontró en la parte más oculta. De paso, cogió una sierra más grande, para cortar madera y bajó de nuevo hasta la Base.
Cuándo dejó las herramientas nuevas, se fué a por los troncos, con la cuerda. Llegó despacio, porque sabía que sus fuerzas eran su mayor recurso. Y para subir los troncos, se le ocurrió subirlos, como si fuesen unas parihuelas, de ese modo, logró subir todo en un sólo viaje.
El Obispo y los fraíles, parpadeaban de ver el ingenio que tenía Miel. Aún, nada estaba montado, pero tenía material de sobra y bien apilado.
Miel, cogió el pico y comenzó a cavar el hoyo para la cruz. Se ayudaba de la pala para ir sacando tierra. Al final logró la altura correspondiente al cilindro, que depositó con cuidado, dejándolo lo más vertical posible. Y a continuación, comenzó a echar a su alrededor toda la tierra que había ido sacando minutos antes.
La pisoteaba bien, para que hiciese cuerpo con el cilindro y no se moviera más tarde.
Poco a poco, logró dejar terminado el lugar donde se enclavaría el tronco de la cruz. La superficie estaba lisa y dura. Se podría andar, con seguridad, sobre la misma. Aún así, Miel colocó una especie de tapón, con un tronco de árbol, para evitar que alguien se accidentara.
Eso al Obispo, le encantó. Pues era un detalle que indicaba perfección.
Miel, hizo un nuevo agujero, en el lugar en donde se suponía que sufriría más. Colocó después el segundo cilindro y lo fué tapando del mismo modo.
La quedaban aún unas dos horas, para que cumpliese el plazo de tiempo. Miel, preparó primero la T, colocando un tronco en el hueco del cilindro y después armada de clavos y martillo, colocar el tronco horizontal, sobre en poste y comenzar a poner clavos, martilleando constantemente, hasta que estuvo perfectamente sujeto. Una vez probado, lo calzó en el cilindro, clavando una cuña y preparó los troncos pequeños, para los amarres de delante, cómo los de detrás. Y 3 cuerdas de 2 metros cada una.
Y a continuación, se dedicó a preparar la cruz. Serró un poco el poste, a la altura que iría el travesaño, dejándolo un poco rebajado, para que se acoplase mejor el travesaño. Después, colocó el mismo y lo ajustó con 5 clavos. Y a continuación, hizo un cruzado con la cuerda, sobre el poste y el travesaño, hasta dejarlo completamente fijo. Sin embargo, midiendo la distancia de sus brazos extendidos, clavó un fuerte clavo inclinado en cada brazo del travesaño, para que la cuerda con la que ataran sus muñecas no se desplazara sobre el mismo.
Para el travesaño de sus pies, se tumbó paralela a la cruz y señaló, donde llegaban sus talones, Y ató el travesaño, a la distancia convenida.
Cuando terminó, aún la quedaba media hora, para lo que se avecinaba y que no sería nada bueno, por lo que salió corriendo para estupefacción de los falsos fraíles y se fué derecha a la charca, en donde entró a saco.
Se relajó después de liberar tensiones de sus músculos y comenzó a sentirse lista para poder afrontar el suplicio que se la venía encima.
Durante 10 minutos estuvo dentro del agua y nadó unas cuantas veces, para relajarse a continuación, disfrutando del frescor.
Y se decidió a subir de nuevo a su lugar y tiempo de tormento.
Al menos, habían cumplido su palabra de no agresión.
Cuando llegó arriba, ya estaba casi completamente seca. El sol que aún no se había puesto calentaba lo suficiente, cómo para secarla en unos pocos minutos.
El Obispo y los frailes, la esperaban, desnudos completamente. Sus pollas tensas, alzadas y dispuestas para entrar en el cuerpo de Miel.
Miel, se acercó a la T, en dónde ya estaban ellos tres. Y extendió sus brazos hacia adelante en señal de que se entregaba voluntariamente a sus verdugos y violadores.
Nuestra pequeña Miel ha sido ingeniosa con los aparatos. Y nos ha construído uno especial, para que podamos follarla a nuestro antojo y después azotarla. La atamos yá?.
Sí, Padre. Coloquémosla sobre la T y atémosla. Me muero de ganas de verla expuesta ante nuestras pollas. Me encantará después azotarla sin piedad.
Y tú, Tonino?.
Padre, mi polla está preparada para todo. Y esta puta, me sigue encantando. La azotaré más fuerte aún que el hermano Andrés, Padre.
Bien, dejemos que nuestra puta, se acople en su aparato y después la recolocaremos y la ataremos. Después a follarla, sin piedad....y por último, azotarla sádicamente. Claro, ella se podría desvanecer, así que dos inyecciones especiales. Resistencia y Sensibilidad. Será un placer verla sufrir durante horas.
Tonino se fué a por los inyectables y Andrés, preparó las tetas de Miel, para que las agujas entrasen sin problemas.
Miel, sufrió los dos pinchazos largos y se preparó para una larga sesión de lujuria y dolor.
En cuánto se percató de que cogían las cuerdas, para atarla, pasó su vientre sobre el travesaño de la T y acomodó su vientre, dejando colgar sus brazos y piernas.
El Obispo, fué el primero en unirla las muñecas con una cuerda y después atarla a la estaca que había clavado Miel, minutos atrás, y muy alejada para darle ese punto de horizontabilidad, qué requeriría su cabeza, para que pudiese ser forzada en la boca.
Andrés se ocupó de una pierna y Tonino de la otra, tensándolas bastante y separándoselas todo lo posible.
Miel, ni siquiera gemía. Estaba preparada para recibir un fuerte tormento de sexo y látigo. Aquella postura, no la incomodaba, ni siquiera ante aquellos sádicos. Debía de estar haciéndola efecto una de las inyecciones, porque se sentía de maravilla.
Una vez atada del todo, los fraíles se separaron, para poder contemplarla mejor. Miel, les excitaba mucho más de lo imaginable. Se armaron de látigos encerados y se colocaron en los lugares correspondientes, para azotarla un poco, antes de follarla en el ano y en la vagina.
Miel, seguía bien. Incluso estaba ansiosa de sentir ya emociones fuertes. Pero se sentía de maravilla en semejante postura. Le gustaría repetirla con Obrien y quizás con quién él la dejase.
Los primeros latigazos, la hicieron estremecer, pero de placer.
Aunque ella, los soportaba cómo si fueran un calvario, por sus expresiones, que sabía les animaría a azotarla más y mejor.
Después de 10 latigazos, Miel jadeaba y resoplaba. Miraba al frente, cómo despreciándoles, pero se sentía en la gloria.
El Obispo, la flageló los costados y las tetas, sin piedad, mientras Miel gritaba de dolor y placer, combinados.
Cesaron los azotes y ya su vagina estaba siendo apuntalada por una polla, que creía era la de Andrés. Dura, fuerte y enorme.
En tres intentos, se coló dentro de ella y comenzó a penetrarla sin piedad, aunque lentamente. Miel sentía como la polla le separaba el cuerpo a su paso. La sentía recorrer su vientre, mientras ella, nada podía hacer para adecuarse a la misma o rechazarla.
El Obispo, cogió la cabeza de Miel y su polla se apuntaló en su boca, para taladrarla sin miramiento alguno. Y mientras sentía la polla de Andrés en su vagina, la que tenía en la boca, le llegaba hasta la garganta, entrando y saliendo como una salvaje.
Sentía las nalgas y testículos del obispo, arrastrarse por sus brazos, al tiempo que la polla entraba en su boca.
Miel, no podía apenas respirar, ni hacer nada con su cuerpo tensado, azotado y ahora violado.
A Miel, le gustaban esas sensaciones, pero sólo de modo testimonial, pués cuándo no podía removerse o incluso respirar, se sentía fatal.
Miel soportaba todo aquello, sabiendo que lo peor aún no había llegado aún y que aquellos frailes eran falsos. A veces, se angustiaba, pensando en qué podría haber sido de los frailes verdaderos.
Sin embargo, sabiendo qué Arturo y María, estaban prisioneros y escarnecidos, por aquella gente, debía intentar seguirles el juego para que sus amores no sufrieran más.
Miel soportaba el tormento, con garra. Se dejaba llevar por los bárbaros modos cómo la trataban. Escupía esperma por su boca, toda la que podía, sin que dejase de ser follada y azotada en momento alguno.
Miel sabía que en breve sería crucificada y que sería el adorno de la cena de los falsos fraíles, pero aún así le seguía costando soportar aquel suplicio despiadado y lleno de sexo brutal.
Cuándo ese momento terminó, supo que se aproximaba algo más cruel y brutal. La cruz le gustaba. Era una de sus más perversas fantasías, pero se sentía muy dolorida y con grandes escozores por los latigazos recibidos.
Fue liberada de sus ataduras y al final, puesta en pie, aunque no estaba muy segura de sus pasos, caminó hacia la cruz que la aguardaba.
En los pocos metros que la separaban, fué violentamente azotada, sin piedad alguna por Andrés y Tonino.
Llegó hasta la cruz sobre el suelo, apenas con fuerzas. Sólo los estimulantes y lacerantes latigazos, hacían de Miel, que siguiera estando consciente.
Miel, lloraba silenciosamente, mientras sentía los estragos mortificantes, en sus carnes, de los latigazos recibidos.
Se dejó tumbar sobre los troncos que ella misma había atado de la cruz. Se sentía débil, sabiendo que aún le faltaba un padecimiento mucho más cruel.