Una vida nueva (Libro 3º - Capítulo 06)

==== Una relación de sublimación ==== .......... NOTA ESPECIAL...: Antes de que podáis leer este capítulo y los siguientes, me gustaría decir, que se lean y esperen a ver el porqué de las actuaciones de Miel. No puedo decir nada más, para no desvelar toda la trama. .......... FIN DE NOTA ESPECIAL .................... Miel, hace que el Obispo, cómo tantos otros seres anteriores, sepa que está en manos de una especie de Diosa Maravillosa y que sus alegrías más ansiadas están a punto de cumplirse. ......... Miel logra hacer del Obispo un hombre nuevo, alguien que ya dará su vida por el bien de los demás, aunque sea un pecador total...... ........... Espero que os guste a todos.........porque me siento bien en mi personaje y se lo deseo dedicar a quienes han soñado con lo imposible, muchas veces. .......... Un beso para (Alex) TR, para Malossi, HombreFX, Brug, Irina y Breo y también para Adyfly, teto2000, Moonlight y mis lectores y lectoras............. ........... Sandra Raquel.

Una vida nueva ( Libro 3º - Capítulo 06)

Una relación de sublimación

Llegaron hasta los aposentos del Obispo y Tonino, por medias señas inquirió si había captación de sonido o de imagen. El Obispo, le hizo pasar y trás él, Miel.

Pudieron hablar libres de ojos y orejas indiscretas. Y Miel se sintió de maravilla. Antes de que se fuera Tonino, se acercó hasta él y le besó dulcemente en los labios, por haberse arriesgado a ser descubierto.

Cuando quedaron a solas el Obispo y Miel, se miraron durante unos minutos, para después abrazarse en un beso largo y eterno, mientras las lágrimas de los dos, fluctuaban en sus ojos.

Miel, desvistió al Obispo de su túnica y quedaron los dos desnudos. El Obispo, había recuperado la erección y se sentía fuerte. Miel lo advirtió y redoblando su forma de besar, le llevó hasta la cama.

  • Padre, esta noche lograrás lo que deseabas.

  • Miel, no podré hacerlo. Te desgarraría tu ano.

  • No, Padre. Lo haremos poco a poco. Pero no me iré de aquí sin que sientas lo que deseas sentir desde hace tanto tiempo.

  • Miel, ya he sentido bastante más de lo que logré soñar alguna vez.

  • Padre, esta noche o madrugada, lo lograrás ante mí. Yo lo deseo tanto ya, cómo tú.

  • Va a ser largo, complicado y sobre todo doloroso para tí, Miel.

  • No me importa padecer padre, si logro que alguien a quien adoro y respeto logre su meta.

  • Miel, algún día verás y sentirás tus poderes maravillosos. Quizás ese día el mundo se haga especialmente luninoso, cómo tú. Ya me dirás, cómo empezamos.

  • Muy fácil, Padre. Nos acostaremos juntos, Nos miraremos, nos respiraremos y después nuestro amor hará el resto.

El Obispo, no lo veía nada claro. Pero estando ante Miel, se dejaba llevar como un corderito enamorado. Siempre que la miraba a los ojos, veía a un ser simple y puro, muy luminoso y a quien no se podía decir a nada, que nó.

Miel confundía a todos sus hombres, a los que consideraba amores. Ellos no llegaban a percibir esa dedicación, esa forma de ser, pensar y estar. Miel era demasiado especial para ellos.

Una vez en la cama los dos, se taparon y se miraron enardecidos y se besaron, mientras se acariciaban mutuamente, cómo dos enamorados.

  • Padre, lo vás a lograr esta noche o madrugada, porque me he enamorado de tí.

  • Miel, te enamoras de todo ser que pasa por tu vida. Cómo eres capaz de hacerlo y además que ellos, incluyéndome, sigan amándote?.

  • Es muy sencillo, Padre. Soy así. Mi amor no es único, pero a quién haya amado, nunca tendrá menos amor, que a quién ame en ese instante. Padre, de cuántas horas disponemos?.

  • Pues, si no dormimos, de hasta ocho horas.

  • Entonces tendremos tiempo de hasta dormir, Padre. Te prometo, que antes de cuatro horas estarás dentro de mí.

  • Miel, es tu culo. Yo puedo forzarlo, pero no deseo desgarrarte.

  • Pero habrá métodos para relajarlos, verdad, Padre?.

  • Si, hay pomadas y los azotes ayudan mucho a distender los músculos de esa zona.

  • Pues Padre, azotes estaré encantada y me dejaré poner cualquier pomada que ayude. Tú polla aguantará la espera, Padre?.

  • Aguantará, pequeña Miel.

  • Entonces esta noche seré tuya analmente Padre. Sí los azotes deben ser muy fuertes, no te importe, Padre mío. Deseo recibirte por detrás, así que lo que sea necesario, lo soportaré con orgullo y con amor.

  • Me gustas, dulce Miel. Jamás he estado así con una mujer, aunque lo he imaginado mil millones de veces. Sin embargo, junto a tí me siento de maravilla. Me haces sentir bien. Me haces feliz. Y lo lograremos preciosa Miel. Lo lograremos, porque me he enamorado también de tí, mi dulce amor.

Miel, se abrazó al Obispo, con una alegría desbordada y le besó larga, lenta y sensualmente.

El Obispo, se sentía bien así. No tenía prisa alguna, pués sabía que su amor, le acompañaría en cada momento. Y disfrutó con los besos de Miel y las visiones que el cuerpo de ella, provocaban en la vista.

Sabía que lo lograría. Había sentido miedo de romperla, pero Miel lo deseaba y él conseguiría meterse en su ano y sodomizarla, hasta estallar.

  • Padre, comienza ya. Estoy dispuesta a recibirte las veces que lo desees. Te quiero y deseo sentirte feliz.

  • Miel, antes de que surgiera este conflicto estaba ilusionado. Ahora me siento apasionado y con más ganas aún de lograrlo.

  • Padre, mi boca y mi vagina están dispuestas para cualquier entretenimiento necesario. Mi cuerpo está predispuesto para azotes o corrientes, Padre. Deseo, necesito que mi Padre de amor, entre en mi culo cómo sea.

  • Miel, confiémos en que no sean necesarios los azotes, porque tengo fuerzas y además tu cuerpo me pone más aún.

Miel asintió y le besó en la boca y después mamó su pene un poco para que cogiera más fuerza aún.

El Obispo, la hizo poner a cuatro patas y escupió en su ano, repetidas veces, para lubricarlo y lo intentó una primera vez, pero estaba demasiado seco, así que buscó los flujos salibares de Miel para untárselos en el ano y volverlo a intentar.

Logró penetrar un poco el glande, pero sin lograr entrar del todo.

  • Miel, tengo que azotarte para lograr relajar esa zona.

  • Padre, no tienes porqué darme explicaciones. Soy tuya y deseo que te claves en mi ano. Si me tienes que azotar, admitiré cualquier cosa, Padre mío.

El obispo alucinaba con Miel. Ella se entregaba totalmente a él, sin importarla sus sufrimientos, sus dolores, sólo la consecución de lo que ansiaba su amor.

El Obispo, no la iba a defraudar y ya con más energías y ganas, la untó pomadas y lo intentó de nuevo. Imposible, el culo de Miel estaba muy apretado. Se decidió por azotarla las nalgas con una palmeta de madera.

Miel se aflojó un poco, pero la polla del Obispo no lograba pasar el umbral.

El Obispo, decidió azotarla esta parte, con un látigo de cuero cruzándola las nalgas, repetidas veces, mientras Miel se estremecía y aullaba de dolor.

Lo intentó de nuevo y su polla ya lograba entrar algo, pero al final era rechazada. Se salió de la cama y cogió las cadenillas y azotó con fuerza el ano y vagina de Miel, que gritaba cómo una posesa, ante cada latigazo, mientras sus lágrimas caían sobre la sábana.

El Obispo la asestó más de 10 latigazos seguidos en la misma zona. Y lo intentó de nuevo, apretando con todas sus fuerzas, sin pensar en los gritos de Miel y sus estertores,

Y al final, logró colarse y avanzó por el recto lentamente, dimensionando las caderas de Miel. Y se quedó ahí unos segundos, para después comenzar a correr por dentro de ella.

Miel estaba tan escocida cómo anestesiada por los latigazos, pero sentía la polla del Obispo, dentro de su conducto anal y éso la parecía una maravilla, aunque no sintiese por el memomento, más que dolor.

Cuándo el Obispo se sintió dentro del estrecho conducto, se sintió magnificado e insistió en la penetración.

Miel, lloraba y jadeba sin cesar, cubierta de enormes dolores en esa zona de su cuerpo, pero el Obispo seguía dueño de la plaza y la manoteaba las nalgas, ya muy enrojecidas, mientras seguía en su ir y venir dentro de Miel.

El Obispo sabía, que sí sintiese remordimientos, su polla se contraería y no sería capaz de lograr, algo que Miel había ofrecido con tanta generosidad, así que decidió agredir sus nalgas, sin descanso, para que Miel se sintiera más anestesiada, durante más tiempo.

Miel sentía los manotazos, en su piel hirviente y extremadamente sensibilizada, mientras la polla del Obispo la recorría el recto, sin pararse un sólo instante. Miel sabía, que no debería parar ante nada, para no destruir todo el trabajo que llevaban realizado ya.

El Obispo, al fin sintió que su polla se enervaba y se agarró a los cabellos de Miel, tirando de los mismos con fuerza, para colarse aún más profundamente dentro de su ano y escupir el semen más ansiado de toda su vida.

Miel, soportó cada una de las acciones del Obispo, con solemnidad y sumisión, mientras el Obispo eyaculaba entre grandes gritos de placer, pegándola con sus manos sobre las nalgas e incluso retorciéndola las tetas, mientras se contraía salvajemente.

Cuando terminó de eyacular, Miel sabía que volvería a renacer. Ahora que ya lo había logrado, le podría dar un segundo orgasmo, más placentero aún y se mantuvo apretada contra él, mientras con su mano izquierda acariciaba las manos y las piernas de él.

El Obispo, era consciente de que Miel, le dejaría repetir y no se retiró. Miel era tan sublime, como maravillosa y encantadora.

Miel soportaba aún dolores muy fuertes en esa zona tan delicada, pero no la impidió entregarse de nuevo a las caricias y susurros del Obispo. Miel, soportaba el cuerpo del Obispo en su espalda, mientras le llevaba cada una de sus manos a una de sus tetas, para que no se enfriase.

Pasados unos minutos, que se hicieron larguísimos, Miel sintió que la polla del Obispo, volvía a ponerse en marcha. El Obispo se retiró de la espalda de Miel y comenzó a moverse dentro de su conducto anal.

Miel sabía que ésta vez sería más larga y más placentera para él.

Sabía que él ya no la pegaría más, porque ya estaba bien acoplado y además muy excitado. Pero Miel hubiese soportado cualquier castigo en su cuerpo, con tal de lograr un enorme orgasmo.

El Obispo corría dentro de ella, ya muy lubricada por la anterior corrida y Miel comenzaba a sentir algo de placer, dentro del dolor que la rodeaba y agobiaba desde hacía más de una hora.

Miel se preparó para un largo y total orgasmo del Obispo, porque sintió su polla hincharse y contraerse dentro de su cuerpo, mientras él se quedaba quieto.

La apretó las tetas fuertemente, mientras liberaba una gran cantidad de esperma en una eyaculación larga.

Miel soportó todos los manoseos, apretones y pellizcos, mientras se sentía llena y hasta desbordada de caliente esperma dentro de su cuerpo, que ardía de sensaciones.

El Obispo, gemía, jadeaba y lloraba, para de vez en cuando gritar, trás un nuevo flujo seminal.

Pasados unos minutos, el Obispo volvió a eyacular los últimos restos de su semen dentro de Miel y cayó sobre su espalda, cual si estuviese muerto.

Miel, temblando sin cesar, dejó resbalar sus rodillas y quedó tendida sobre la cama, con el cuerpo del Obispo en su espalda, mientras él jadeaba sin cesar y resoplaba de sensaciones terribles en su polla, aún metida en el ano de Miel.

Poco a poco se fue serenando y comenzó a besar a Miel, también a acariciarla y susurrarla frases preciosas que la hicieron sonreir, pero no se salía de su unión con ella y a Miel le gustaba que se sintiese así de bien.

  • Miel, eres suprema. Alguien inolvidable para quién te haya gozado, para mí siempre serás mi dulce amor, el más perfecto de cuántos existan. Has logrado algo que nunca imaginé, ni en mis más osadas fantasías. Qué me perdone el Cielo, pero sí de algo me vale es que sabré ser mucho mas honesto y noble, de hoy en adelante.

  • Padre. Te estás confesando ante mí, te has dado cuenta?.

  • Claro que me doy cuenta, preciosa Miel. Quién mejor para confesarme qué el ser más sagrado, después de nuestro Señor, en esta casa. Miel, tú eres especialmente especial. Lo has demostrado con los perros, con los hermanos, conmigo, contigo misma. Lo que tú haces, no es lo normal. Tú te entregas sin pedir nada a cambio. Tú haces que la vida sea una maravilla. Tú eres la Miel de la Vida.

  • Padre, creo que estás exagerando un poco todo. Yo simplemente me vuelco en lograr que a quien entrego mi amor y le cedo mi alma, sea capaz de lograr su objetivo más ansiado. Pero no soy todas esas cosas que dices, Padre.

  • Miel, podría sentirme viciado por lo que me has dado, pero nó. Aún dentro de tí me siento cuerdo. Te he azotado y pegado sin cesar y tú has sabido estar en todo momento. Incluso ahora que te estoy medio aplastando, sigues siendo maravillosa y no me haces voltear. Nadie es capaz de dar tanto a cambio de tan poco. Tú sí, mi dulce niña. Tú eres especial. Tú eres mi Diosa del AMOR, con mayúsculas, porque nadie será capaz de hacer lo que haces tú.

  • Padre, me abrumas con tus palabras. Yo no deseo ser una Diosa. Sólo deseo ser yo misma, Padre.

  • Nunca serás una Diosa para tí, éso lo tengo muy claro, pero sí lo serás para mucha gente. Y entre todos ellos, estoy yo. Ahora te voltearé y dormiremos un ratito, para descansar. Pero antes, deseo y necesito ver el rostro de mi Diosa de Amor y besarla y abrazarla, para velar su sueño y su descanso.

El Obispo, se separó, entre un pequeño estertor, del ano de Miel y rodó hacia su derecha, haciendo que Miel, le siguiera en el giro.

Una vez cara a cara, Miel le miró a los ojos, mientras los dedos del Obispo acariciaban el rostro de Miel, secándola las últimas lágrimas derramadas por ella.

Miel le miró con dulzura, la misma que el rostro del Obispo expresaba hacia ella, a la que acurrucaba entre sus brazos y besaba con suavidad desconocidas para ambos.

El Obispo subió la colcha y cubrió el cuerpo de Miel y el suyo.

Miel, sonriendo se quedó dormida plácidamente entre los brazos del Obispo, que no se durmió en todo el rato. Admiraba el rostro de Miel. También su cuerpo pegado al suyo. Sentía su respiración tranquila y pensaba a velocidad de vértigo todo lo que había acontecido en esas horas.

Acariciaba su cara, sus cabellos, sus labios. Se imaginaba estar ya en el Paraíso. Miel era dulce totalmente y él sería ya su sumiso amor, su sumiso guardián, su sumiso seguidor.

Sabía, que cuando despertase, su sonrisa se mostraría ante él y sabía que él lloraría de emoción, cómo lo hacía en estos instantes.

El Obispo se sintió magnificado y con ganas y necesidades urgentes de ser un gran ser. Miel, le había sabido transformar y éso siempre se lo agradecería en secreto a su Diosa de Amor, a la que llamaría ya "La Dama Blanca".

A las pocas horas, Miel habría los ojos. Nada más sentir la presencia del Obispo, terminó de despejarse, mientras una sonrisa suave y tierna la iluminaba ante él.

El Obispo, acercó sus labios a los de Miel, mientras de sus ojos caían lágrimas de amor sobre el rostro de Miel.

  • Padre, estás llorando. Eres alguien muy eterno para mí, Padre. Te deseo lo mejor en esta vida y las maravillas en la siguiente.

  • Miel, sabía lo que sucedería. Gracias por todo cuánto has hecho por mí. Aún quedan unas cuantas horas para llevarte de regreso. Te apetece bañarte junto a mí, en la piscina?. Tengo entendido que eres una excelente nadadora.

  • Me encantaría, la verdad, Padre. Pero antes deseo saber si te has sentido bien conmigo, Padre.

  • Miel, sabía que lograría grandes cosas junto a tí, cuando te ví. Y he logrado lo máximo. Así qué, podríamos resumirlo, en que sí, que has estado pasable......jajajajajaja.

Miel se revolvió y le achuchó en su cara, mientras el Obispo no paraba de reir. Al final Miel, se acercó a los labios del Obispo y le dió un cálido, largo y húmedo beso.

Después de separarse, sonreían los dos mientras sus miradas se transmitían miles de mensajes.

  • Bueno, te atreves a competir con este vejestorio, en la piscina?.

  • Venga, Padre. A ver si soy capaz de ganar a un abuelete.

  • Jajajajaajaja....Tampoco hay que pasarse, Miel......Jajajaja.

Miel rió también y se levantaron los dos juntos, para dirigirse a la piscina interior, que fué iluminada por el Obispo y cuyas aguas estaban templadas.

  • Quizás esté el agua, un poco calentorra para tí. Pero a mis huesos le viene de maravilla.

  • Asumiré su temperatura Padre. Qué apostamos?.

  • Uy, no se me había ocurrido pensar en esa parte. Qué propones tú?.

  • Si pierdo una buena mamada en tu polla y si gano, que tú me acaricies con la lengua, hasta que me corra. Es buena idea?.

  • Es excelente. Cualquiera de las dos, me encantan.

  • Venga, vamos al agua, Padre.

Se zambulleron los dos y nadaron rodeándose, lentamente, mientras se miraban con sonrisas contenidas.

Se acercaron hasta uno de los extremos de la piscina y a una señal comenzaron a nadar. Miel se retrasaba lo justo para que progresara el Obispo y así poder hacerle esa mamada que tanto deseaban los dos.