Una vida nueva (Libro 3º - Capítulo 03)
==== La medicina de Miel ==== .......... Miel se ajusta a sí misma y logra en el Obispo, algo que ni él mismo es capaz de asumir y creer. ........... Un capítulo para reflexionar, cargado de morbo, amor, fantasía y sadomaso. .......... Un beso para (Alex) TR, para Malossi, Marcussi, María, Marthyn, Hell, Heaven, HombreFX, Irina y Breo y también para Viuda Negra, Adyfly, teto2000, Moonlight y mis lectores y lectoras. Sandra Raquel.
Una vida nueva ( Libro 3º - Capítulo 03)
La medicina de Miel
El sol tostaba las tetas y el vientre de Miel, haciéndola más en línea de color con su nombre.
El Obispo, apenas podía caminar a su paso. Se sentía jadeante y cansado y se acercó a Miel, para cogerse de su mano.
- Padre, creo que lleva demasiado peso. Lo llevaré yo misma, tengo fuerzas Padre.
Y Miel se cargó los dos macutos, mientras el Obispo ya no sabía que excusa poner para su paso cansino. Miel le miró y supo al instante cual era el problema.
- Padre, descansaremos en aquella sombra. Su cosa necesita de primeros auxilios.
El Obispo, no pudo por menos que reirse y contagió a Miel con su risa, suave y sincera.
Rieron hasta llegar a la sombra. Miel dejó los dos macutos y a continuación, bajó el pantalón corto del Obispo, hasta que su polla quedó enfebrecida y palpitante ante los ojos de Miel.
Padre, su polla necesita alivio y además inmediato.
Miel, que alegría tenerte y además que conozcas tanto mis necesidades.
Padre mío, me siento extremadamente feliz junto a Ud. y deseo lo mejor para su cuerpo y mente. Por cierto, Padre, sí lo desea para subirla un poco de tono, me podría dar unos latigazos. Sé que eso la enerva aún más.
Miel, mi pequeña niña. No deseo abusar de tí.
No es abusar, Padre. Sólo es encauzar la justa causa, para el logro inmediato. Azóteme, Padre. Sé que le gusta y su polla se lo agradecerá. Y yo también, Padre mío.
Bien, ponte de rodillas y apoyada en las manos, cual si fueras una perra. Te azotaré unas cuantas veces, pero estate atenta para recibir mis emisiones seminales, vale?.
Estaré atenta, Padre. Disfrute de su pequeña hija, Padre mío.
El Obispo, apenas daba crédito a la facilidad con la que Miel, era capaz de resolver cualquier situación. Pero ésta vez, se iba a emplear a fondo con su cuerpo. La azotaría con fuerza y sadismo, esperando que con éso, no deseara nunca más ser azotada.
Miel, ya colocada cómo una perra, esperaba impaciente los latigazos del Obispo. Qué no se hicieron esperar.
El primer latigazo, más duro que de costumbre, la alcanzó en la cintura, enroscándose sobre su vientre, que la cortó la respiración.
Miel se sentía bien y animada a recibir más azotes y más duros. Todo con el fin de endurecer la polla del Obispo, a quién se entregaba voluntariamente.
Los latigazos la hacían sufrir, llorar y hasta jadear fuertemente.
Estaba a punto de rendirse, después de latigazos muy fuertes, que habían inundado sus tetas, sus nalgas y muslos, cuándo escuchó ladridos muy lejanos. Aguzó el oído, soportando un nuevo latigazo entre sus piernas, que la hizo temblar.
- Padre, guarde el látigo rápidamente, tenemos compañía canina. Y sí son quién creo que son, le devorarían. Hágalo, Padre mío.
El Obispo, guardó los látigos en el macuto, cuando los perros se acercaban ya a menos de 50 metros de ellos dos. Miel reconoció al instante a Diablo. Tron le seguía a menos de 20 metros. Venían raudos y veloces, sorteando cualquier obstáculo.
El Obispo, se quedó sentado al lado de Miel, ligeramente asustado, porque sabía de la fiereza de esos animales.
- Padre, estese a mi lado y no se preocupe de más. Son mis hermanos perros. Nada le sucederá sí me sigue la corriente. Ah, acarícieme suavemente todas las partes de mi cuerpo, mientras yo hablo con ellos. En cuanto me vean, se atendrán a mis órdenes.
El Obispo, quedó transfigurado al escuchar esas palabras de Miel y comenzó a acariciarla suavemente los pezones y también la vagina, algo que animaba a su vez a Miel.
Diablo, fue el primero en llegar y se plantó ante Miel con cara de combate, pero nada más verla, se acercó gimiendo hasta ella, al tiempo que llegaba Tron, que se paró en seco al ver a Diablo semiarrastrarse hacia Miel. Tron, reconoció al Obispo y se acercó a él jadeante de felicidad. El Obispo recordó a un cachorro de Obrien al que cuidó unos días, porque se había herido una pata.
Se llama Tron, Padre mío.
Tron. Ese nombre se lo dí yo a un cachorro, al que cuidé unos días.
Padre, creo que ya tiene un amigo más. Quizás sea el mismo cachorro, aunque ahora es un macho de mucho poder.
Tron, te acuerdas de mí?.
El perro se sintió feliz de encontrarse con su amigo, al que nunca había olvidado desde que era pequeño. Gimió y se tumbó a su lado, mientras el Obispo le acariciaba.
Padre, creo que ya son más hermanos que perros, no le parece?.
Es muy cierto Miel. Nunca había experimentado este tipo de sociedad y hermandad. Tron es genial. Me alegra que esté tan ágil y fuerte.
Sí, Padre mío. Es genial que estos seres sean capaces de compartir nuestro mundo y sobre todo nuestras vivencias.
Una hora más tarde, los cuatro partían juntos hacia la casa, que estaba lejos. Pero Diablo, ya se había encariñado también con las caricias del Obispo.
Regresábamos a casa, pues ya oscurecía y había dejado al Obispo a medias de mi tratamiento. Tron y Diablo, nos siguieron hasta divisar la casa. Me volví y me arrodillé para besar a cada uno en su cara, mientras me dejaba lametear por cada uno de ellos. Les dije que volvieran a casa. Y se fueron correteando, sin dejar de mirar hacia nosotros. Después emprendieron una rápida carrera, hasta que se perdieron el la penumbra del atardecer.
Miel, es maravilloso encontrar a los amigos y hermanos perros. Ya lo hacía hace siglos Francisco de Asís, pero ahora eres tú quien lo logra y me has enseñado a mí a hacerlo de nuevo.
Padre, todo es fácil, si se hace con amor. Al menos es mi filosofía en este mundo y esta vida.
Miel lo que tú haces está fuera de lo normal. Sin embargo me encanta. He perdido muchos años de mi vida buscando cosas intangibles, cuando tenía lo mejor cerca de mí. Y no me refiero a los perros, a los que ya adoro. Sino a las personas, a mis propios hermanos y hermanas. Estás cambiándome, Miel. Y creo que lograré ser mejor a cada día que pase. Levantaré un monumento a la Virgen de la Miel, que será llamada "La Dama Blanca". Tendrá tu cara y tu cuerpo. Sé que debo hacerlo, porque me debo algo a mí mismo y sobre todo a quien me protege y ampara. Y a tí, por tu comportamiento sin tacha.
Padre mío, no se ponga neurótico, que soy solamente una chica más.
Sí, eso es verdad. Eres una más, es cierto. Pero tu dulzura, tu forma de ser, de estar, de vivir, de amar, de comulgar. Es algo que te hace maravillosa y sublime a mis ojos. Y yo deseo preservar ese concepto por siempre.
Gracias Padre mío, pero me hace ruborizar.
Ruborízate sí lo deseas, pero para mí eres así. Nunca en mi vida conocí a alguien cómo tú. Estás apaleada por mí, marcada por mis latigazos, aún así, siempre estás en mi compañía y te adelantas a mis más minúsculos deseos. Qué puedo esperar de milagroso, si tengo la maravilla total ante mí?.
Me quedé abrumada ante semejante declaración.
Habíamos llegado a la casa y yo desnuda, aunque sin darme cuenta, pero entramos sin que nadie, aparentemente, nos viera.
Una vez dentro, me dí cuenta de que la polla del Obispo estaba dura y elevada.
Padre mío, aquí podéis azotarme sin piedad hasta que os sintáis con ganas de descargaros en vuetra pequeña hija.
Miel, ya no necesito azotarte para enervarme. Mi polla, está siempre izada y dura con tu sóla presencia.
Padre, pruebe a follarme. Es muy grande para mí, pero lo soportaré Padre mío.
Te mataré si lo intento.
No Padre mío. Túmbese en la cama. Yo me iré acoplando a su polla. Intente controlarse un poco, Padre mío. Porque no sé lo que voy a tardar, pero le prometo que eyaculará dentro de mí, Padre mío.
El Obispo se tumbó sobre la cama y Miel se puso a horcajadas sobre él.
Padre, no sé si lo lograré, pero intentaré que entre su pene dentro de mi cuerpo.
Miel, sabes que podría penetrarte a lo bruto y entraría, aunque posiblemente te rompiera por dentro. Así que tranquila, si ves que no se clava, lo haremos manualmente.
Entrará, Padre mío.....aunque creo que necesitaré excitación asistida, Padre.
Bueno, yo estaré atento. Además no pensaba dejar tus pezones sin mis caricias. Inténtalo despacio a ver que sucede. Y deja tus tetas de mi cuenta. Ah, coloca tus manos detrás de la cabeza, así te sentirás más expuesta y te excitarás más aún.
Miel, sintió el glande apuntalarse contra su vagina, pero estaba muy reseca y no entraría. Se mojó los dedos con su propia saliva y se lo pasó por entre los labios mayores de su vagina, para lubricarlos.
Lo intentó de nuevo y sintió que el glande se hundía en su interior.
El Obispo se dió cuenta y comenzó a darle bofetadas en las tetas y pellizcos en los pezones, porque sabía que éso inflamaba mucho a Miel.
Miel, jadeaba y seguía dejándose penetrar lentamente por la enorme polla del Obispo. Cuando terminó de entrar, sus primeras lágrimas afloraron en sus ojos.
El Obispo, aprovechó para darle nuevas cachetadas en las tetas y ahora también en la cara, mientras Miel bajaba su cuerpo, con aquel enorme cuerpo metido en su vagina. Aprovechó para atraerla hacia sí, lo que complicaba más aún la penetración, para morderla los pezones, hasta hacerla gritar y exclamar de dolor.
Y al final, la polla terminó acoplándose dentro de ella. Miel intentó subir, pero faltaba lubricación. El Obispo fue consciente, de que necesitaba de trabajos extras y le retorció los pezones, hasta hacerla aullar de dolor, al tiempo que la abofeteaba las tetas y la lanzaba pellizcos crueles en cada parte sensible de su cuerpo.
Finalmente, Miel lubricó su conducto y logró moverse hacia arriba, con tremendos dolores en sus tetas y otras partes de su cuerpo. Pero ya lograba subir, sintiendo el falo enorme dentro de sí.
Sonrió, con lágrimas en los ojos mientras se movía arriba y abajo sobre la polla del Obispo, que jadeaba del primer placer en muchos años.
Miel, se sintió contenta y animada y ya sintiéndose más resbaladiza, comenzó con su danza vaginal. Sabía que podría proporcionarle un placer desconocido hasta entonces por él y se concentró en proporcionárselo sin pensar para nada en su cuerpo.
Sabía cómo hacerlo y al estar ya lubricada, podía lograr que ese mastodonte escupiera dentro de su cuerpo la lechada de la eyaculación.
Miel, al llegar arriba se detuvo y se dejó deslizar lentamente, mientras notaba como una enorme columna horadaba su cavidad vaginal. No lograba llegar hasta el final, pues la polla era enorme.
Pero apreciaba los jadeos delirantes del Obispo. Y supo cómo aumentar sus sensaciones, aunque no sabía si lo lograría.
Primero ascendió y descendió en un palmo de polla, hasta ponerla frenética, mientras el Obispo jadeaba entrecortadamente.
Llegó de nuevo hasta arriba y concentrándose, se dejó caer a plomo sobre la polla. Sintió fuego y dolores enormes, al tiempo que el Obispo gritaba de placer. Volvió a subir lentamente, mientras las lágrimas surcaban sus mejillas y sus tetas.
Y nada más llegar arriba y antes de que el glande se desacoplara, volvió a dejarse caer sobre la polla. Esta vez sintió fuertes pinchazos dentro de su cuerpo, pero el Obispo deliraba de placer.
Miel, lo repitió varias veces, para después seguir con su proceso de corto recorrido arriba y abajo.
Sabía que el Obispo estaba ya a puntito de explotar, pero Miel sabía como provocar placer, sin que eyaculara antes de tiempo y lo logró con el Obispo, que lo tuvo delirando de placer durante diez minutos más, hasta que por fín se dejó caer de nuevo, provocándole un orgasmo brutal y nuevo, que sintió en cada célula de su cuerpo.
El Obispo se agarró a las tetas de Miel, mientras se quedaba rígido y su polla se estremecía, lanzando fuertes flujos de semen, dentro del cuerpo de Miel.
Miel sentía sus tetas retorcidas y amasadas, mientras una lechada frenética, espesa y ardiente la invadía cada contorno de su cavidad.
Pero Miel, no deseaba sólo esa eyaculación. Deseaba renacer la polla dentro de su vagina y volver a hacerle a eyacular.
Miel, bajó sus manos y le restregó sus tetillas. Luego le besó en la boca y compartieron minutos de amor y sensaciones muy diversas.
Miel, ya sentía que la polla del Obispo se recuperaba y comenzó con apretar sus músculos vaginales, para hacer que la polla se motivase por la presión.
El Obispo, no cabía en sí de gozo, aunque aún estaba reponiéndose del orgasmo más bestial que alguna hubiese sentido en su vida, cuando ya comenzaba a sentir sensaciones maravillosas, sin que su polla hubiese salido del cuerpo de Miel.
Miel, sabía cómo trabajar una polla y regenerarla y lo estaba logrando de nuevo con el Obispo, pero ahora Miel estaba muy lubricada y le podría hacer diabluras con su cuerpo,
El Obispo supo que él era el sumiso en esta ocasión, para lograr su extremo placer. Y se dejó hacer por Miel.
Miel ascendía, apretaba sus músculos contra el glande unos segundos y se relajaba y se dejaba caer lentamente, sintiendo cómo la polla crecía dentro de su cuerpo.
En cuánto la sintió dura, ascendió y se dejó caer a plomo, lo que la provocaba un pequeño dolor que debería controlar.
La cara del Obispo era de terror y placer al mismo tiempo. Miel sabía que le haría explotar en un megaorgasmo si lograba ponerla a tope.
Ascendía suave y bajaba fuerte, Otras veces, subía rápida y se dejaba caer lentamente. Y otras, ascendía y descendía rápidamente.
Sintió dentro de su cuerpo, cómo la polla quería explotar de nuevo y la sometió a una sobrecarga de movimientos, que la volvieron loca.
La cara del Obispo era una mueca de sensaciones de placer continuas. Su respiración era agitada y jadeaba fuertemente. Sabía que más no podría aguantar, así que se decidió por hacerle estallar en aquel momento. Ascendió, hasta la altura del glande.
Apretó sus debilitados músculos vaginales y se dejó caer sobre la polla, mientras un agudo y eterno grito salió de los labios del Obispo, mientras su nueva lechada era impulsada hacia el interior de Miel.
Estuvo eyaculando cerca de medio minuto y algunos hilillos de semen resbalaban por los muslos de Miel, que estaba llegando al orgasmo en ese momento y el Obispo al notarlo, la dejó tranquila, mientras se contorsionaba y se debatía en mil estertores y espasmos, hasta que por fín llegó a su fase final y cayó sobre el cuerpo del Obispo, quién la abrazó sin sacar su polla de dentro de ella.
Miel, mi pequeña niña. Gracias por lo que has hecho con este Obispo malvado. Nunca, jamás, olvidaré lo que me has proporcionado hoy. Eres mi ideario, para los días que me resten de vivir. Pero agradecería muchísimo que me visitaras alguna vez más, sin más sexo o azotes. Sólo contemplarte de nuevo, cerca de mí.
Padre mío, me siento feliz de, al fin, haber logrado uno de sus deseos más ansiados. Me encantará volver a visitarle, Padre. Pero deberá convenirlo con mi futuro esposo, Padre.
Miel, mi polla sigue dentro de tí y se está poniendo rebelde de nuevo, me dejarías correrme de nuevo, mi pequeña Miel?.
Claro que sí, Padre mío. Tantas veces como Ud desee.
Jo, no esperaba que fuese capaz de hacerlo más de una vez. Llevo dos y aún siento ganas de la tercera.
Padre. Cuántas veces lo desee, su Miel estará presta para satisfacerle.
Uyyy........ufffff, éste va a ser rápido Miel, siento las vibraciones.
Y se volvió a correr dentro de la vagina de Miel, mientras ella le besaba amorosamente, para socorrerlo en ese nuevo orgasmo que le tenía ya medio agarrotado.
Miel, dime que vendrás de nuevo, por favor.
Volveré, Padre mío y dispuesta a ser suya del modo que Ud desee. Lo juro por mi vida, Padre mío.
Ohh, gracias mi pequeña niña de amor. Me siento especial y maravilloso. Lo que no sé es cómo podré caminar. Me va a doler todo el cuerpo, Miel.
Padre, me acostaré sobre Ud y luego rodaré, para que quede Ud encima de mí, sin que tenga que salirse de dentro de mi cuerpo.
El Obispo, asintió y Miel dobló sus piernas a ambos costados del Obispo y se dejó caer a un lado, con lo que consiguió que él, quedase ahora acostado sobre su cuerpo desnudo, sin que apenas hubiese notado el cambio en su polla dolorida.
- Ufff.....que maravilla esta otra visión, Miel. Me encanta cómo eres. Me gustas totalmente. Qué pena no poder luchar para conquistarte. Me quedaré así un poco más, mientras siento tu cuerpo placentero debajo del mío.
Miel, asintió satisfecha. Y aunque estaba enormemente dolorida, jamás se lo diría. La encantaba ver disfrutar a un hombre de esa corpulencia, cuál sí de un niño pequeño se tratara.
También Miel, pensó que era la primera vez en su vida que proporcionaba 3 orgasmos seguidos a alguien. Pensaba que el Obispo estaría tranquilo por una buena temporada.
Miel, dejó caer la cara del Obispo al lado de la suya y notó cómo se quedaba dormido. Le mantuvo abrazado, hasta que tiró de la colcha sobrante y le cubrió la espalda, mientras le sentía respirar lentamente.
Se sentía bien, cuidando a alguien que la apreciaba y que estaba desasistido desde hacía muchos años. Miel, le acarició todo el cuerpo y le besó repetidas veces, mientras le acunaba sobre su cuerpo.