Una vida nueva (Libro 3º - Capítulo 02)

Miel siempre humana y fiel .......... Miel logra desconcertar al Obispo, quién no sabe donde esconderse de sus sentimientos hacia ella. ......... Miel, logra maravillar al Obispo hasta un extremo más alejado de lo normal y bueno. ......... El amor nace de un modo impredecible siempre, pero en este caso el amor se lo dá Miel al Obispo, llevándole por caminos distintos a los conocidos. .......... Un beso para (Alex) TR, para Malossi, Marcussi, María, Hell, Heaven, HombreFX, Irina y Breo y también para Moonlight y mis lectores y lectoras. Sandra Raquel.

Una vida nueva ( Libro 3º - Capítulo 02)

Miel siempre humana y fiel

Cuándo Miel le miró, comprobó que los ojos del Obispo estaban mirándola anhelantes.

Miel, le sonrió, aún entre pequeños espasmos.

  • Miel, mi pequeña niña, estás mejor?.

  • Sí.......Padre.....mío, ya estoy.....casi bien.

  • Me perdonarás algún día?.

  • No, Padre mío. No necesito perdonar nada. No me siento ofendida ante Ud. Padre.

  • Miel, acabo de azotarte. Te he violado la boca. No te sientes amargada de mi compañía?.

  • Padre mío, me siento feliz de haberle satisfecho hasta este momento. Y espero satisfacerlo mejor aún, Padre.

  • Miel, no sé ni qué decirte. Eres especial, quizás demasiado para mí. Aún así, me permitirás que me acueste junto a tí, con la sola idea de follarte?.

  • Sí, Padre mío. Me agradará que me folléis como mejor deseéis. Siempre seré vuestra hija sumisa, si me perdonáis mis pecados, Padre mío.

El Obispo sabía que ésta Miel, era algo muy especial. Decidió llamar a Obrien para comentarle algunos asuntos.

  • Miel, me disculparás unos minutos, tengo que hacer un par de llamadas. Prefieres que te ate o qué te deje suelta?.

  • Prefiero estar atada, Padre mío. Así mis tentaciones son menores.

El Obispo, la dejó atada de manos y pies, bocabajo sobre el sofá y se alejó para poder hacer las llamadas. Antes de salir por la puerta, se volvíó a mirarla y vió unos enormes ojos húmedos que le miraban.

Su cuerpo estaba completamente marcado, lo cual le provocarían escozores y picores, pero prefirió dejarla así. Al menos no tendría que estar con los brazos en cruz.

Marcó el número secreto y en su monitor, apareció luz verde. La llamada era segura por las dos partes.

  • Al habla X1.

  • Hola, es segura la comunicación, está totalmente filtrada, Obrien.

  • Hola Obispo, que tal ha ido la sesión?.

  • Bastante bien, pero esa chica tiene algo especial. No me odia, no me rehuye, no me repudia y no me perdona, porque dice que nada tiene que perdonarme. No la entiendo. La he hecho trastadas para arrasar a cualquiera. Y sólo veo sus ojos bañados en lágrimas, pero ningún odio en su mirada. Aún tengo que follarla y hacerla padecer mi monstruosidad, pero me temo que al final, me deberé rendir ante lo evidente. Miel es una elegida por alguien superior a nosotros.

  • Obispo, no la digas nada y actúa en doble rasero. Trátala mal y a continuación cariñosamente. Hazlo varias veces, a ver si reacciona y se confunde. Me duele decírtelo, porque estoy enamorado de ella, pero hay que intentar filtrarla completamente.

  • Ya, sabes que yo también comienzo a sentir ese amor hacia ella?. En fin, la haré padecer nuevos tormentos esta noche, además de follarla sin piedad y a horas intempestivas. Y que el cielo me perdone.

  • Procura ser cruel y después humano. Haz que parezca que eres un ser irracional que cambia de estado como el viento.

  • Lo intentaré, pero sí no termina odiándome, no sabré que hacer ya con ella.

  • Obispo, es muy probable que ella ya jamás te repudie, sobre todo si demuestras tu arrepentimiento, después. Incluso, puede que te dé un beso y se abrace a tí sonriendo. No te abrumes y déjate llevar, pero recuerda que yo debo preñarla para nuestra misión. Por el momento está protegida.

Cortaron la comunicación y el Obispo regresó al cuarto en donde había dejado a Miel.

La contempló desnuda y marcada por el látigo. Dormía en esos momentos, atada de pies y manos en la espalda, recostada bocabajo.

Se quedó un largo rato mirándola. Era una preciosidad. Era sublime estar junto a ella. La desató con mucho cuidado, dejando que su cuerpo se relajara en el enorme sofá.

Cómo podría cogerla de los pelos, arrastrarla y azotarla o atormentarla con corrientes?. Era imposible que alguien pudiese hacerlo.

Su rostro estaba sereno, mientras dormitaba bocabajo. No fue capaz de hacer lo que debería haber hecho y la colocó una suave mantita por encima de su cuerpo y se quedó a su lado, para contemplarla.

Miel dormía plácidamente y su respiración era uniforme. El Obispo, supo que ante un ser así no cabía acción alguna en esta vida. Pero se lo comunicaría a Obrien, para que supiese que no había sido capaz de pasar a la fase 2.

Cómo quedaba aún un par de horas para la cena, la cogió en sus fuertes brazos y la llevó a su cama. La dejó bocarriba, mientras Miel jadeaba a veces y decía cosas en sueños. Se acostó junto a ella. Era una dulzura total, tenerla desnuda junto a su cuerpo.

La estuvo contemplando todo el tiempo mientras dormía. La destapó varias veces, para ver sus marcas por todo el cuerpo, pero en una de las veces, ella se giró hacia él y se abrazó, sin despertarse.

El Obispo, se sintió aún mejor de lo que ya estaba. Tenía a su pequeña Miel, abrazada a él.

Cuándo Miel despertó, se vió abrazada y acurrucada contra el cuerpo desnudo del Obispo. Siguió así unos cuantos minutos, hasta cerciorarse de que él estaba despierto.

  • Hola, Padre mío. No sé si es de día o de noche, pero gracias por protegerme, Padre mío.

  • Hija mía, es la hora de comer y estarás hambrienta verdad?.

  • Sí, Padre.

  • Bien, reposa despierta un poco más. Luego iremos directamente al comedor. Te parece bien?.

  • Sí, Padre mío.

Y Miel, se acurrucó un poco más sobre el torso desnudo del Obispo, que se sintió gratificado hasta extremos desconocidos para él.

El Obispo, fué el primero en levantarse y arrastrar de un brazo a Miel, hasta que puso los pies en el suelo. Después se plantó ante ella y la miró, para después besarla suavemente en la boca.

  • Miel, pequeña ninfa mía, necesitas mear o hacer otras necesidades?.

  • No, Padre mío. Por el momento no lo necesito.

  • Estás muy marcada del látigo. No sientes dolor?.

  • Sí, Padre mío. Me escuece y me pica a veces, pero estoy bien.

  • Bien, en ese caso, pasemos al comedor y comamos.

Miel se dejó arropar por el brazo del Obispo, aunque ella inconscientemente pasó su brazo izquierdo por la cintura del Obispo, que notó la erección al instante.

Miel se dió cuenta al mismo tiempo y supo que había que hacer algo de inmediato.

  • Padre mío, su polla se ha enervado por mi caricia le pido disculpas.

  • Sí, pero me ha encantado ese pase de tu mano por mi cintura. A ver si se tranquiliza el inquilino.

Siguieron caminando y llegaron al comedor. Pero la polla del Obispo estaba cada vez más tensa y venosa. Estaba claro que eyacularía en pocos minutos. Y a Miel, se le ocurrió la idea de aliviarlo, para poder comer tranquilos.

  • Padre mío, así no podrá comer bien. Me permitiría ayudarle, Padre?.

  • Me encantaría pequeña Miel, pero ya he abusado demasiado de tí.

  • Padre mío, sujete este plato debajo de mi barbilla y deje que su polla se corra en mi boca. Lo que caiga al plato, me lo comeré después ante Ud, Padre.

El Obispo sintió que su polla estallaría en breves instantes y asintió, cogiendo un plato al tiempo que metía la polla en la boca de Miel.

Miel ya se había habituado a ese tamaño y logro mover su lengua lenta pero eficazmente sobre el glande, hasta que sintió una contracción y un fugaz lanzamiento de esperma, directamente a su garganta.

El Obispo eyaculaba con fuerza y a Miel se le salían ríos de semen por las comisuras de los labios que caían sobre el plato.

La eyaculación fué intensa y en el plato quedó una buena parte de la misma, al tiempo que Miel había logrado tragar bastante cantidad.

El Obispo, se quedó mirando el plato de una sustancia blanquecina, mientras Miel limpiaba su polla de los restos de semen.

Cuándo se retiró de su boca, se sintió de maravilla. Miel miraba el plato medio lleno de esperma y cogió la cuchara y se la ofreció al Obispo para que la diese de comer, lo que le quedaba en el plato.

El Obispo, metió la cuchara y sacó una buena cantidad de grumos, que Miel paladeó y tragó, rechupándose los labios.

Miel siguió comiendo cucharada tras cucharada, hasta que no quedó de donde coger. Y entonces tomó el plato con ambas manos y lo rebañó con la lengua, ante la mirada atónita del Obispo.

La comida llegó a los pocos minutos y el plato fue cambiado. Un buen estofado de rabo de toro, comida predilecta del Obispo.

Miel, sintió el aroma y cogió pan para mojar en la salsa, pero el Obispo se puso a rezar y Miel le imitó, hasta que dió su bendición y comenzó a comer como una posesa.

El Obispo mientras comía, pensaba en la capacidad de Miel, para hacer parecer todo normal. Y pensó en Hell, Breo, Marthyn, Obrien y ahora él mismo. Miel era infinamente superior a lo conocido en una mujer ideal. Sabía estar, sabía ser, sabía amar, sabía reconocer, sabía olvidar y sabía vivir.

Miel se comió todo el plato y mojó grandes cantidades de pan, algo que admiraba al Obispo, después de haberse zampado medio plato de su lechada.

Miel, lograba un entendimiento y su sonrisa sincera y fácil la hacían especial. Hablaba de vez en cuando, con mucho respeto, pero siempre sonreía. Y el Obispo se animó y la dejó de temer. Y surgió una velada más divertida y amena.

  • Miel, me alegra verte reir, aunque he de decirte que cuando lloras por los tormentos, también me encanta verte. Creo, que me volveré loco.

  • No, Padre mío. Sí Ud se siente bien en esas condiciones, su pequeña Miel se sentirá honrada de proporcionarle esos momentos, Padre.

  • No, Miel, no debes sufrir tanto por mí. Soy egoista y miserable, aunque a tí te caiga bien.

  • Padre, me permite un consejo de hija adoptiva?.

  • Claro que sí, adelante hija mía.

  • Padre, ocúpese de comer ahora y diviértase con mi presencia. Prometo dejarle satisfecho con mi compañía y además prometo volver cada vez que me llame, siempre que me lo permitan mis obligaciones, claro.

  • Miel, eres encantadora. Comamos pues. Es un pescado exquisito. Una receta mía. Espero que te guste. Ten cuidado con las espinas. Hay pocas, pero a veces son traicioneras. Y gracias por tus palabras. Y sobre todo por tus promesas.

Era totalmente cierto. El pescado estaba riquísimo y me comí toda la racción y gran parte de la del Obispo, que me iba dando tenedorcitos de blanca y jugosa carne. Al final, terminé sobre los muslos del Obispo, quién seguía dándome de su plato y hasta bebía de su vaso. La verdad es que me encantaba el Obispo. Ya no le tenía miedo y sí un gran afecto.

  • Miel, te parece adecuada esta postura, sentada sobre mis piernas?.

  • Sí, Padre. Siempre que Ud no se sienta ofendido, Padre.

  • Ofendido yo?. Me siento sublimado, Miel. Jamás imaginé algo así y he imaginado muchas cosas, pequeña mía.

  • Entonces es lo correcto, Padre mío. El cielo le recompensa con estas vivencias, Padre.

  • Miel, soy un pecador total. Esto no debería haber sucedido nunca, pero está sucediendo. Nunca seré perdonado, Miel.

  • Sí, Padre mío. Yo le perdono de todas sus obras y desviaciones.

  • Y tú, quién eres para perdonarme de mis actos?.

  • Padre mío, soy Miel. Y le perdono de todas sus obras perversas, porque hay mucha luz blanca dentro de Ud, Padre mío.

  • Hija mía, me haces sentirme mejor a cada minuto que transcurre. Eres una especie de enviada del más arriba para consolar las aflicciones de este cura viejo.

  • Padre, no se atormente tanto. Sí lo que me hace, me lo hace por amor, por fantasía o por necesidad y yo lo acepto, de nada tiene que preocuparse, Padre mío.

  • Miel, si el mundo sólo fuese la mitad de cómo eres tú, realmente este mundo sería el paraíso.

  • Es el paraíso, Padre mío. Salvo que deje de darme de comer, entonces será un infierno.

El Obispo, soltó una gruesa carcajada, al tiempo que apretaba contra su cuerpo desnudo el de Miel, sin poder parar de reir.

Y siguió dándola de comer, con una suavidad y dulzura que él mismo desconocía en sí. Se encontraba ante una princesa celeste. La tenía en carne y hueso y la alimentaba. Nunca hubiese soñado con algo parecido.

Miel, era un encanto en cualquier sentido. Era más dulce que su nombre aún. Era suave, era generosa, era simple, era......total.

Conocía un poco su trayectoria de pocos días y admitió que ella tenía un halo protector y quién cayese en sus inmediaciones se volvería positivo.

Miel, no era egoísta y lo que hacía era para agradar. Obrien, tenía una suerte total al haberla ofrecido su amor. Pensó en el joven Marthyn. Quizás hubiese servido para hacerla más feliz aún, pero Obrien era bueno también y sabría llevarla a buen puerto. O quizás Miel, fuera la barquera de todos.

Contemplar el rostro animado de Miel, era disfrutar por adelantado de las maravillas prometidas en el otro mundo. Su sonrisa fácil y cálida, y su forma de comportarse, la hacían ser la golosina de la imaginación.

Miel, sabía estar sin generar problemas. Sus ojos vivos como el carbón, brillaban cuado estaban humedecidos y sus labios mostraban una sonrisa dulce y a veces un beso cálido por muy fugaz que fuese.

Y allí estaba Miel, marcada por los latigazos de él, sin que se sintiera mal o abatida. Ella se mostraba siempre cómo era. Y era sublime, en todos los sentidos. Cómo pedirla nuevas sesiones?.

No era necesario, pués Miel rápidamente adivinaba cualquier deseo o detalle que por la mente del Obispo cruzasen.

  • Padre, a qué está pensando en dar un paseíto especial?.

  • Hija mía. Ya no hará falta que me confiese. Teniéndote a tí, que sabes todo, que puedo añadir yo?.

Miel, se rió y se abrazó al cuello del Obispo, para después besarle y decirle........:

  • Padre, hace una tarde preciosa, cojamos los macutos y lléveme a su lugar secreto, me dejaré hacer de todo, si Ud lo desea Padre mío.

  • No sé, cómo puedes saber tantas cosas de mi mente y mis deseos, pero estoy ansioso y maravillado. Venga, te dejaré zapatillas y pantalón de deporte. Camiseta no lo sé, pero algo encontraremos que te apañe.

  • Vale, Padre mío. Yo guardaré el látigo y algunas cuerdas. Además guardaré chubasqueros. Y Ud llevará las bebidas. Le parece bien Padre?.

  • Perfecto, venga que estoy ansioso ya y la caminata es larga. Llevaré mi cámara especial, por si podemos hacer fotos bonitas.

Y cada uno se encargó de coger lo que se había propuesto portar.

Al final, Miel en lugar de camiseta, se construyó una especie de top, con un pañuelo grande.

  • Qué tal estoy así, Padre?.

  • Infartante, hija mía, pero qué se le vá a hacer. Ya estoy de vuelta con tu cuerpo. Creo que me gustarías hasta invisible.

  • Jajajajaja, Padre mío. Venga, disfrutemos de esta tarde de sol.

Llevaban caminando unas dos horas, con el sol fuerte de primavera. El Obispo, comenzó a notar los rigores del sol en su cabeza y se dió cuenta de que no había cogido la gorra.

  • Vaya, se me ha olvidado la gorra. Qué rabia.

  • Padre mío, yo le protegeré la cabeza del sol con mi top. No creo que importe que vaya con las tetas descubiertas, verdad?.

  • Hija mía, caminar junto a tí es un placer. Sí además caminas desnuda es ya incomensurable. Pero soportaré el sol, Miel.

  • No, Padre mío. Me gusta Ud por lo bueno que es. Y deseo ofrecerle todo lo mejor que lleve conmigo Padre.

Miel se despojó del pañuelo y de su pantalón, construyendo una gorra para el Obispo, que se lo agradeció, además de sentirse altamente excitado al contemplar desnuda a Miel.

En aquellos parajes, ya no había nadie que pudiese verles. Y el Obispo se sintió de maravilla, al ver caminar desnuda a su pequeña Miel.