Una vida nueva (Libro 2º - Capítulo 05)

Conociendo a Mr. Obrien Miel, prueba por primera vez las sensaciones eléctricas de manos de Marthyn, quedándose exhausta y hasta maravillada, del terror que producen esas sensaciones. Miel es conducida hasta quién será su nuevo Amo y Tutor.......Mr. Obrien, quién la sorprenderá totalmente. Espero, confío y deseo que os guste esta continuación. Un beso para (Alex) TR, Hombre FX, Irina, Marthyn y mis lectores y lectoras. Sandra Raquel.

Una vida nueva ( Libro 2º - Capítulo 05)

Conociendo a Mr. Obrien

Sentía el frescor de su saliba en mis pezones y clítoris. Me gustaba la idea de poder vivir esa experiencia.

  • Marthyn, me azotarás también, verdad?.

  • Estás ansiosa por que te azote. Te van a azotar en pocas horas. No puedes esperar?.

  • No, es que me gusta ser azotada por tí. Bueno prueba este invento de la corriente. Jo, estoy excitada y acojonada a la vez. No sé si reir o comenzar a temblar.

  • Jajajajajaja.....Temblarás, reirás y hasta gritarás, pero es seguro que me pedirás más y más.

  • Mira que si se me produce un orgasmo.........jijijijiji.

  • Todo podría ocurrir, con lo excitable que eres, todo es posible. Ahora suelta tu saliva en cada pezón, cuando la misma llegue a uno, activaré el control de esa pinza. Después lo harás con el otro. Y al final, soltarás tu saliva entre tus tetas, hasta que llegue a tu clítoris.

  • Jo, encima ha de poner una, hasta el conductor.

  • Venga, suelta saliva ya o te quedas después sin azotes.

Ante semejante amenaza, solté mis flujos bucales y el primer reguero pasó rozando mi pezón, pero sin llegar a tocarlo. Lo intenté de nuevo y un hilillo fluído se asentó sobre mi pezón pinzado.

Y comencé a sentir una especie de sensación, cómo si fuese un picor lejano. Solté saliva sobre mi otra teta, cuyo hilillo acertó en el pezón, al tiempo que sentía que las cosquillas en mi teta derecha, se multiplicaban, al tiempo que en la izquierda, sentía las primeras sensaciones.

La sensación de picor fue ascendiendo y deseaba a toda costa restregarme el pezón para liberar esas sensaciones, pero al estar atada, sentí una especie de escalofrío, mientras el picor se acentúaba.

Miré a Marthyn a los ojos, que me miraban profusamente, mientras me debatía en esas sensaciones.

Las sensaciones seguían subiendo en intensidad. Y ya sentía el picor en ambos pezones, lo que me obligaba a jadear y removerme un poco, meneando mis tetas. Pero las pinzas estaban bien sujetas y no lograba más que un álgido picor que me irritaba, pero positivamente.

Derramé nueva saliva entre mis tetas y al cabo de unos instantes, llegó hasta la pinza que mordía mi clítoris, ya muy excitado de semejante presión y Marthyn conectó ese circuito, con lo que comencé a vibrar llena de sensaciones desconocidas hasta ese día para mí.

Eran increíbles las sensaciones que producían esas pequeñas corrientes, que se alternaban entre ligeras vibraciones y a veces, algún pinchazo.

Me sentía estremecer de placer al sentirlas combinadas. A veces se paraban unas y seguían las demás.

  • Te colocaré una venda en los ojos, para que sientas todo más desde dentro de tí.

Me puso la venda y en verdad, cambió todo. Ahora sentía todo más vivo y efectivo. Jadeaba y babeaba de placer, cuando sonó el teléfono de Marthyn. Me dió una cachetada en el culo, mientras atendía la llamada y salió de la habitación, mientras yo seguía disfrutando cómo una posesa de aquellas sensaciones.

Escuché la puerta, cuando llegaba a mi 2º orgasmo, sin que pudiese resistirme a intentar un 3º. Sentí los pasos de Marthyn, mientras jadeaba y respiraba entrecortadamente.

  • Amor, líbrame de ésto, que me voy a romper.....aaggg....uffff.

  • Aún puedes con el tercer orgasmo. Estás hecha un desastre, pero sigues preciosa. Tenemos un invitado que te admira desde atrás. Así que compórtate y orgasma para él.

Se me cortó la secuencia, pero dos series de descargas en las tetas, me reactivaron de nuevo. Imaginé que sería Breo y recobré las sensaciones que había abandonado segundos antes.

Cuando orgasmaba de nuevo, entre contorsiones y convulsiones terribles, escuché una voz que nunca había oído antes.

  • Esta chica, merece un premio Marthyn. Es preciosa por detrás y maravillosa por delante. En su conjunto no tiene precio conocido. Me gustará tenerla en mis moldes para siempre. Realmente me impacta su belleza sensual.

Supe, que no era Breo. Sólo podía ser Mr. Obrien, pero no dije nada y terminé de vivir las últimas convulsiones de placer. Qué más me daba que me vieran desnuda, si siempre estaba expuesta ante miradas extrañas.

Cuando me serené, Marthyn me quitó la venda de los ojos y me ví ante el hombre que me iba a inmortalizar. Miré mi cuerpo y me sentí asquerosa.

  • Lo siento Mr. Obrien pero era una sesión íntima y no estoy nada presentable.

  • Estás maravillosamente presentable, querida Miel. Marcada, sudada y corrida. Un encanto, la verdad.

  • Sé que se burla de mí, Señor........lo siento.

  • No me burlo, sólo digo lo que veo. Estás asquerosamente sensual y apetecible.

  • Gracias Señor.

Y me quedé desconcertada, mientras Marthyn me quitaba las pinzas y se apartaban unos metros para hablar de sus cosas.

Me sentía totalmente deshecha. Estaba agotada. Y lo peor había venido aquel señor a molestar mis deseos. Comprendí a Marthyn, ya que el negocio era muy interesante, incluyéndome a mí.

Pero me hubiese gustado agotar mi tiempo con Marthyn, con sus manías y azotes y sobre todo su forma de follarme.

Ahora lo vería todo de otro color. No sería lo mismo. Aunque me parecía un poco cruel su figura, al mismo tiempo me agradaba alguien dominante total. No deseaba ser esclava de nadie, pero no me importaba sentirme así.

Mr. Obrien era altivo y serio. Bien parecido y con aires de autosuficiencia. Y yo, manchada de mis flujos, jadeando como una bestia y marcada por los latigazos, me veía sucia y al mismo tiempo, en mis fantasías más secretas.

Cuando volvieron, me sentía ya mejor, aunque mi respiración era aún entrecortada. Lo que hacía que mis tetas bailasen demasiado a la vista de ellos.

  • Miel, te voy a desatar, Nos iremos a casa de Mr. Obrien ahora mismo. Te admite en este estado deplorable.

  • Señorita Miel, me agrada su presencia tal cual, aunque ya supongo que estaría más presentable, aunque no más hermosa, limpia y vestida. La alejamos de esta casa por problemas surgidos, aunque no cambia nada para ud. Comeremos en mi casa y después cenaremos. Entre medias, ya veré que decido hacer con su cuerpo. Algo que objetar?.

  • Nada, Señor Obrien, nada. Me someto a sus indicaciones, sí es lo mejor para todos.

  • Anímate Miel. Te esperan dos sorpresas especiales.

  • Marthyn, pregúntala si necesita cagar o mear, antes de irnos.

  • Cielo, ya has oído a Mr Obrien. Necesitas mear o cagar, antes de irnos?.

  • Sí, al menos mear. Siento mi vejiga que me va a reventar.

  • Venga, vete a mear pero no cierres la puerta, para que podamos verte.

Me alejé en silencio. Me sentía sucia y asquerosa. Me senté en el inodoro y ante sus miradas, liberé mi vejiga que estaba a tope. El chorro sonaba amplificado, pero oriné hasta las últimas gotas. Me sequé con un papel y de paso retiré algo de mis flujos vaginales, pegados en mis piernas.

Después salí, ruborizada y temblorosa, hasta quedar delante de ellos. Mr. Obrien imponía más de lo que hubiese pensado atada.

Parecía serio y muy riguroso, pero éso no se podía determinar en una sola visita. Me hicieron salir de la mansión hasta el garaje en donde me metieron en los asientos de atrás.

Marthyn y Mr. Obrien, se sentaron frente a mí, para poder apreciar durante el viaje mi desnudez y mis movimientos. Tenían que haberme atado, me hubiese sentido mucho más cómoda.

El viaje duró una hora y llegamos a una finca, aún más enorme que la de Marthyn. Desde la entrada, calculé unos 5 km. hasta la casa, que mas bién parecía un palacio, o un palacete de alto nivel.

Pude ver perros y guardas, cada km. Y la verdad es que la seguridad era total, al menos aparentemente.

Los guardas de la puerta de acceso a la finca se fijaron en mi desnudez y en el desastre de cuerpo que aportaba. Pero sólo fué momentáneamente. Asi tendrían tema de conversación para el resto de su guardia.

Bajé del coche, ayudada por uno de los guardas, que sujetaba un doberman, atado en corto por la correa, que me enseñaba los dientes. Pero sólo duró un instante.

Eran las 12 de la mañana, el mediodía. Al menos, esa hora marcaba el reloj de la torre. El tiempo estaba revuelto y tan pronto hacía sol, cómo se nublaba, pero la temperatura era cálida para mi cuerpo desnudo.

No me sentí demasiado mal, al estar desnuda ante los guardas, que debían estar acostumbrados a ver chicas entrar y salir de aquellos parajes, en un estado similar al mío, o quizás peores.

Pero necesitaba con urgencia, que me atasen las manos. Era mi modo de salvarme de las miradas lascivas de todos ellos.

Mr. Obrien, cómo leyéndome el pensamiento me mostró un collarín, pulseras y tobilleras, que Marthyn se encargó de irme colocando. Me las dejé poner dócilmente y esperaba que me anclaran las pulseras, a la parte trasera del collarín.

Cómo no veía indicios de que lo fueran a hacer, yo subí mis brazos y coloqué mis pulseras detrás de mi cabeza, como si se supusiera, que era lo normal.

Y al final, me las anclaron en la parte trasera del collarín. Respiré aliviada, porque así soportaba todo mejor. Ahora no me molestaba ser contemplada por los guardas y otros sirvientes de la casa de Mr. Obrien.

  • Está guapa así, verdad Marthyn?.

  • Está maravillosamente atractiva. Me dan ganas de azotarla y después follarla a lo bestia.

  • A mí, me dan ganas de lo mismo......jajajajajaja.

La humillación que me producían, a mí me excitaba. Quizás a otras les hubiese amedrentado, pero yo disfrutaba atada, desnuda y humillada. Y sí además tenía ya marcas de latigazos, más aún.

Entramos por fín en la casa. Era enorme, de altos techos. Me sentía cómo una intrusa, pero agradecida de estar allí. Dentro de la casa el ambiente era fresco y se estaba de maravilla, pero a mí me esperaba otro destino distinto. Mucho más cálido y agobiante.

  • Marthyn, colócala la venda y la mordaza. No debe de ver nada, porque ésa es la sorpresa que tenemos preparada para ella.

Marthyn, me colocó primero una mordaza de bola en la boca, atándola a la parte trasera de la cabeza. Y después me colocó una venda negra, con la que dejé de tener constancia del terrirorio que pisaban mis pies desnudos.

  • Ya está, Mr, Obrien. Preparada para la prueba y desde luego muy apetecible.

  • Ciertamente, Marthyn. Es deliciosa esta chica. Me dan ganas de aplazar la sorpresa, para azotarla y después follármela a lo bestia.

Supe, que lo decían por excitarme, porque en otro caso, lo hubiesen hecho literalmente, pero dí muestras de nerviosismo y temblores, porque sabía que aquello les excitaba un poco más.

  • Andando, preciosa Miel. Al final vas a tener tu sorpresa, casi contra nuestra voluntad. Camina despacio. Te indicaremos, cuándo hay escalones. Por cierto, que estás sublime desnuda y atada. Me gusta tu cuerpo. Estoy decidido, te inmortalizaré. Pero ahora, toca sufrir y disfrutar. Por cierto Miel, mientras caminas cegada y con la boca taponada, me dejarías amasarte las tetas y pellizcarte los pezones?. Sí es un sí, asiente con la cabeza, en otro caso, junta tus brazos a tu cabeza.

Asentí, sin saber que me iría a hacer, pero me gustaba que me estrujaran las tetas y también que me retorcieran los pezones, porque éso me excitaba enormemente.

Sentí sus manos, a lo largo del recorrido y cómo masajeaba mis pezones, retorciéndolos de vez en cuando. Me sentía feliz y algunos flujos se me escapaban de mis labios vaginales. Ignoraba sí él los llegaría a ver, pero era más que probable que sí.

Me detuvieron, para anunciarme que había unos escalones ascendentes. Los subí uno a uno sin problemas.

Nada más rebasar el útimo escalón, me quitaron la mordaza. Y acto seguido, la venda de mis ojos.

Lo que mis ojos contemplaban, me hicieron sentir mal y varias lágrimas afloraron en mis ojos. Las sentía correr por mi cuerpo desnudo, sin que supiese que hacer o decir.

Mi idea de la nueva rueda, ya estaba construída, igual que yo la había estado pensando desde hacía días. Ya no podría ganar dinero para Breo y Marthyn.

Me senté sobre el primer escalón que descendía al foso, aún con mis manos atadas a la parte trasera del collarín, llorando silenciosamente.

Alguien me desenganchó las muñequeras del collarín, cuando más arreciaban mis lágrimas.

Al mirar hacia arriba ví la figura de Mr. Obrien, que me alborotó los cabellos, para decirme.....:

  • Miel, supongo que sabrás leer, verdad?.

Asentí, sin saber muy bien a qué se refería,

  • Entonces, quiero que leas este documento, pero de cara a nosotros y en voz alta. Lo podrás hacer?.

Asentí de nuevo y me levanté, tomando el documento encarpetado y leí en voz alta, el proyecto de la nueva rueda, pero cuando ya terminaba apareció mi nombre y quedé muda. Imaginé que mis ojos traicionaban el texto. Miré de nuevo y en efecto, mi nombre figuraba allí. Lo leí en voz alta y leí todos los párrafos siguientes.

  • Qué te parece Miel?.

  • No lo sé, Mr. Obrien. No acabo de entender los últimos párrafos y por más que quiero leer bien, en mi mente se refleja mi nombre.

  • Es que es así, Miel. Es tu documento acreditativo de que eres la inventora de este aparato y yo su diseñador técnico.

  • Mr. Obrien, discúlpeme pero el boceto inicial lo he realizado hoy en casa del Señor Marthyn. No puede ser que yo sea la autora de este aparato.

  • Veo tu confusión, pero recordarás que a un tal Breo, ya le dijiste cosas verdad?.

  • Ah, sí....cuando ví su rueda, le dije como mejorarla, pero no hubo demasiados detalles, sólo una idea.

  • Lo que es el mundo. Llega a mis oídos que una mujer, sensual y maravillosa, acaba de descubrir un nuevo aparato, basándose en los tradicionales. En función de tus ideas elaboro las correcciones y sale ésto, que ves. Tú idea.

  • Gracias Mr. Obrien, pero este documento no es válido, pues yo no lo he registrado.

  • Ya lo creo que lo has registrado y con tu firma y todo. Ya es una patente tuya, Miel. Mira tu firma al final y los sellos fiscales.

Miré aturdida y ví mi firma y los sellos oficiales. No entendía nada. Asentí, pero pálida y nerviosa.

  • Mr. Obrien, sinceramente no recuerdo nada de ésto.

  • No puedes recordarlo, porque nunca lo has vivido. Yo coloqué tu firma y tramité todos los documentos. Ahora eres ya la dueña de la patente de las nuevas ruedas. Aunque una versión 2, en la cual sigues apareciendo, aunque figuro yo, cómo autor de la revisión. Y que se publicará mañana.

Le miré a los ojos. Después miré a Marthyn. Y bajé la mirada para volver a leer de nuevo el documento, de una sola vez.

Aún me sentía nerviosa, pero mis lágrimas habían dejado de aflorar en mis ojos. Leí todo y al final, dije......:

  • Mr. Obrien, es verdad lo que pone este documento?.

  • Es totalmente verídico, aunque tu firma la digitalizamos y la pusimos en el documento. Por cierto, que significan las letras UK, al final de tu firma?.

  • Mi amiga Mirian, me llamaba Mieluca y así comence a firmar.

  • Muy interesante. Has de saber que este documento lo podría haber firmado yo mismo. Pero ví la fuerza de una mujer, no esclava, que le podría dar a cualquier interesado. Y sé que funcionará, pues conozco bien el paño.

  • Muy bien, Mr. Obrien, gracias por su doble sorpresa. Ahora estoy es sus manos, verdad?.

  • Más o menos, sí. Te rebajaré 500.000 euros de tus beneficios, pero ganarás......ganaremos mucho más. Te parece bien?.

  • Sí, Mr. Obrien, me parece muy generoso por su parte.

  • Bien en este caso, creo que soportarías esas cadenillas que tanto te asustan. Mira éstas. Son delicadas y preciosas.

Observé las 2 cadenillas finas. Eran preciosas, pero no estaba dispuesta a dejarme someter a semejantes caprichos.

  • Son preciosas, es verdad Mr. Obrien, pero no cuente con mi cuerpo para probarlas.

  • Vale, al menos querrás probar tu propio diseño, verdad?.

  • Sí, de éso estoy ansiosa por ver como funciona, Señor.

  • Y sí una vez atada, te azotase con las cadenillas, que pensarías de mí?.

  • Mr. Obrien las víctimas no pueden elegir. Iría en su conciencia, Señor.

  • Bueno, ayúdanos a atarte a las cadenas que imaginaste. Creo que te gustará sentír las disntintas torsiones en cada vuelta. Primero una de prueba, parando en cada ángulo, para que sepas vivirlas. Luego otra vuelta seguida, ya con el agua, que espero sea como imaginaste.

Me dejé unir mis muñequeras a las cadenas y comenzó a elevarse, hasta quedar mi cuerpo suspendido y entonces anclaron mis tobilleras y se tensaron todas las cadenas.