Una vida de servicio - Orígenes parte 1

Mi primer relato, espero que las críticas no sean muy duras. Es algo corto porque es contextualizando lo que vendrá a continuación. Ambientado en la época antigua y con poco contenido sexual. Poco a poco iré aumentando esto

Este relato es completamente ficticio, con personajes ficticios, pero en escenarios reales y usando algunos nombres de personajes históricos reales, pero que en ningún momento han desarrollado o tomado parte en lo que se va a leer a continuación.

Este primer relato apenas tiene contenido sexual.

ORÍGENES

GRECIA

-          Constantine, ven a ayudarme- gritó madre desde la orilla. – Necesito que tires también de la red para sacar la pesca -

Ese era mi nombre, Constantine. Según mi madre en honor por mi padre, un hombre fuerte que había sido luchador. Nunca mejor dicho ya que había sido el líder de una rebelión contra la invasión romana en tierra griega, con la desgracia de caer en una escaramuza a nuestro asentamiento ya hacía varios años y por lo que constantemente debíamos movernos. Roma no nos perdonaría nunca. Tan solo quería ver a todos los integrantes de las rebeliones sometidos y esclavizados.

La vida en constante movimiento era dura. Nunca podíamos pasar demasiado tiempo en un lugar y siempre con la sensación de peligro. En esos momentos nos encontrábamos en un lugar costero del Mar Egeo. Un lugar donde no había nada salvo bosques, ríos y los suficientes recursos, dedicándos a la pesca y la caza. Yo alcanzaba la edad de doce años, y ya eran diez los que llevábamos huyendo.

Mi madre era un mujer fuerte y bella. No le faltaban pretendientes al faltar su marido, en su mayoría hombres que había tomado el mando del pequeño grupo que quedaba tras el aplastamiento de la rebelión; sin embargo, ella había tomado la decisión de dedicarse a su familia. Cierto es que en ocasiones escuchaba como se acostaba con otros hombres, imagino que fruto de algo puramente instintivo y para saciar la necesidad de sexo. Cuando eso sucedía solía escaparme de la tienda donde vivíamos y aprovechaba para atender mis propias necesidades.

Recientemente había descubierto mi propia sexualidad. No podía evitar erecciones cuando veía bañarse a las mujeres más jóvenes del grupo.

-          Abuelo, debo contarte algo- Le dije al padre de mi madre, con quien vivíamos. – Verás recientemente me está pasando algo y no lo entiendo -. Le expliqué la situación y mi abuelo entre carcajadas – Niño, no te preocupes, eso es algo normal y verás que más temprano que tarde alguna muchacha querrá saber que escondes ahí abajo – dijo señalando a mi entrepierna.

Efectivamente, eso no tardó en suceder. Había pasado de ser un niño a un joven adolescente que gracias al trabajo y una buena alimentación había desarrollado una cierta musculatura. Las chicas más jóvenes del grupo se hablaban y cuchicheaban cuando pasaba cerca y yo no podía evitar sonrojarme en esas situaciones.

Un día estaba en el río cercano al asentamiento, que tenía desembocadura al mar y estaba lavándome cuando apareció Ademia, la hija de uno de los hombres fuertes del grupo y se sentó a observarme. Ella era algo mayor que yo, debía rondar los dieciocho.

-          Hola Constantine, ¿Qué haces? – preguntó al acercarme a secarme.

-          Pues acabo de terminar de lavarme. – Respondí de forma algo seca

-          No te importa que te acompañe, ¿verdad? – Preguntó sin realmente importarle mi respuesta, pues acto seguido se quitó el vestido y quedó completamente desnuda.

Se metió en el agua y comenzó también a lavarse. La estuve observando fijamente, sin poder obviar que ya se había desarrollado como una mujer con la cual cualquiera hombre querría tener su oportunidad. Grandes pechos con turgentes pezones y una mata de pelo rodeando su sexo. Esta visión no pudo si no provocarme, como era habitual una erección.

-          - Veo que no ha pasado desapercibida mi desnudez – dijo Ademia, mientras salía del agua y se acercaba a mí.

Se agachó delante mía ya totalmente erecto y lo observó. Claramente estaba jugando conmigo.

-          Bueno, pero mira Constantine… - y acto seguido se metió mi pene en la boca y empezó a chuparlo.

Yo no daba crédito a lo que estaba sucediendo, era mi primer contacto sexual con una mujer. Tenía mis ojos cerrados por el placer que estaba sintiendo, pero entre ocasionales vistazos podía observar cómo repasaba el falo con su legua y también como con sus labios rodeaba el glande y jugaba con su lengua. Una de sus manos jugaba con mis testículos, masajeándolos con energía mientras que con la otra agarraba el pene subiéndolo y bajándolo, tal y como él había hecho en numerosas ocasiones. Como era de esperar no pude evitar descargar enseguida, y todo fue a parar sobre el cuerpo de Ademia, no pude apenas controlarlo, saliendo disparado en distintas direcciones. Cuando terminé ella volvió al agua para limpiarse todo el semen que había sido derramado. Desde el agua me miraba sonriente.

-          ¿Te ha gustado? – Preguntó.

-          Mucho… - Respondí de forma intermitente. – Aunque ni siquiera se lo que ha sido eso, nunca lo había visto.

-          Eso se llama felación, algo que les gusta mucho hacer a las romanas a sus esclavos más dotados, según me ha dicho Celandia. – Celandia era una mujer también griega que había huido de la esclavitud en Occilis y de vez en cuando contaba anécdotas de su pasado. –

Una vez terminó de limpiarse nos vestimos y ambos regresamos al asentamiento, cada uno por su lado, ya que lo que había sucedido debía quedar entre nosotros y no queríamos levantar sospechas.

Durante el siguiente año pude disfrutar de numerosos encuentros con Ademia en los cuales disfrutábamos de nuestros cuerpos. Ella era conocedora de numerosas técnicas para el placer y yo buen alumno. Tuve la oportunidad de aprender técnicas que las mejores meretrices de Roma seguramente llevaban a cabo con los acaudalados senadores y hombres de alta cuna.

En ese momento lo desconocía, pero esos encuentros y aprendizaje me valdrían en el futuro, un futuro incierto dada la situación actual y con pocas perspectivas de mejorar. Era por eso que había una frase que todos nos repetíamos constantemente, que era vivir cada experiencia con todo nuestro corazón, pues podía ser la última vez que la realizásemos.

Es por eso que cada vez que tenía un encuentro sexual con Ademia lo disfrutaba al máximo y aumentando mis conocimientos lograba que ella disfrutase más, llevándola al orgasmo, haciendo que gritase de placer.

Pero como siempre, todo debe llegar a su fin, en ocasiones, de la peor de las maneras…