Una venta provechosa (y bien sudada)

Una mujer obligada a sudar una venta muy provechosa.

VENTA PROVECHOSA

Vestida con unos pantalones cortos tipo ciclista y una camiseta de tirantes me dirijo a la sala de máquinas del gimnasio.

Como la mujer obediente que soy, sigo las indicaciones de los numerosos carteles que instan a beber agua antes, durante y después de realizar cualquier esfuerzo.

En una de las numerosas esquinas de la sala encuentro una fuente de esas metálicas que sacan agua apretando un pedal con el pie.

El pie hace fuerza y un chorrito de agua clara sale disparado con la fuerza medida para que caiga directamente en el agujero del otro lado.

Me recojo con una mano la coleta a un lado al tiempo que me acerco al chorrito.

Dejo que el agua fluya entre mis labios y vuelva a caer.

Abro la boca, giro la cabeza un poco y dejo entrar el chorrillo hasta el fondo.

Saciada la sed, me incorporo dándome la vuelta. Fijados en mi marcado culo, dos ojos marrones enmarcados en una familiar cara masculina.

Al pasar de mi culo a mi cara, los ojos denotan una expresión de marcada sorpresa.

-"Hola Tania"

-"Hola Toni"

-"¿Qué haces aquí?"

-"Ejercicio. ¿Y tú?".

-"lo mismo".

-"Sí, a parte de mirarme el culo y las tetas" pienso para mis adentros.

Toni. Qué cabronazo... Hace una hora discutíamos a grito pelado en una sala de reuniones. Yo vendía y él compraba. Las negociaciones empezaron hace un mes y estaban siendo exageradamente duras, desagradables por la actitud de este puto Toni: todo eran problemas, desconfianzas y zancadillas. Hasta cierto punto era normal en un contrato de semejante montante económico pero había momentos en que la cosa pasaba de castaño oscuro con comentarios machistas hacia mi persona que no venían al caso. En definitiva, se notaba que, entre nosotros, no había feeling, más bien todo lo contrario.

Y ahora nos encontramos en el gimnasio después de tirarnos la caballería por encima hace escasos minutos. Y el muy cerdo no hace otra cosa que mirarme las tetas...

-"Bueno me voy a correr un rato"- le digo dándole la espalda.

-"¿Puedo ayudarte?"- me pregunta con un tono jocoso que tardo en captar. Me giro y me voy sin contestarle. Me subo a la cinta y la enciendo.

Empiezo caminando para calentar y, sin haber recorrido más de 200mts. aparece el imbécil en la cinta de al lado.

-"Yo pensaba hacer lo mismo... Espero que no te importe".

-"No, hombre, para nada"- le miento mientras aumento la velocidad y empiezo a ir al trote.

Con el sudor cayendo ya por mi frente y 1km en mis piernas le miro fugazmente... Y le pillo con sus ojos clavados en mis tetas, subiendo y bajando con ellas.

Le sonrío fríamente y vuelvo a concentrarme en los numeritos de la pantalla.

Al llegar a los 3kms. Todo mi cuerpo chorrea sudor y paro la cinta y, sin mirarle, me despido.

Me dirijo a la zona de abdominales sin girarme. No necesito hacerlo para saber donde se dirige su mirada. Sabedora de eso, me paro a apretar los cordones de mis zapatillas. Y lo hago sin doblar las rodillas. No hace falta mirarme para saber lo que ofrece la postura: son unos pantalones tipo "culotte" de color granate. El sudor queda bien marcado en todos ellos excepto en la zona donde hay ropa interior, así que el tanga es tan visible como un tatuaje. Esa cinta clara me rodea la cintura y baja el culo hasta una mancha oscura con forma de rombo en pleno sexo...

Aún no he acabado con el primer cordón cuando, desde mi espalda, me llega un ruido de traspiés, maldiciones y algo golpeando el suelo.

Sin girarme prosigo con mi caminar con una sonrisa de oreja a oreja. Es lo que tienen estas máquinas, a la que te despistas: PLAMMM. Hostia que te crió.

Prosigo con mi caminar ajena al bullicio de exclamaciones que llegan desde la cinta de Toni. Sólo espero que no se haya hecho daño... Y si se lo ha hecho... Que sea poquito.

A la décima abdominal ya me lo vuelvo a encontrar delante. Mirando atentamente mis evoluciones.

-"Así sólo conseguirás joderte la espalda".

Paro en seco. "Pero este tío, ¿ha de saber y opinar de todo?".

-"¿Y como se supone que debo hacerlas?."

-"Hazme caso, soy fisioterapeuta"

-"¿Sí?. Ahora me explico porqué tocas tan bien los cojones."- le contesto con toda mi mala uva.

-"no es lo único que sé tocar bien..."

Este es el tipo de comentarios que me sacan de quicio. Sobretodo si estamos enmedio de una negociación con millones de euros en juego.

Me dispongo a levantarme.

-"Vamos Tania, que ahora no estamos en el curro. Relájate un poco. Deja que te ayude".

Su voz suena conciliadora. Le miro a los ojos y me vuelvo a estirar.

-"Primero estira las piernas".

Lo hago y él me agarra de los tobillos.

-"Prueba ahora".

Yo obedezco.

-"Separa tus codos. Bien abiertos".

A la sexta abdominal ya no puedo más. Él, en cambio, parece disfrutar, sobretodo con el espectáculo de mis tetas totalmente expuestas.

-"Esto cuesta mucho. No puedo más".- le digo jadeante.

-"todo lo que duele comporta placer y beneficio más tarde".

-"Sí, una hostia bien dada en tu cara me daría placer a mí" pienso mientras intento la décima subida.

-"Hazlas más cortas. No subas tanto". Me dice mientras sus manos sí suben hasta mis gemelos.

-"No puedo más" y me dejo caer rendida. Mi pecho bombea a mil por hora y siento el pulso acelerado.

-"Venga un último esfuerzo" y se sienta por encima de mis tobillos y me sostiene las rodillas. -"Ahora sin doblarlas.

En esa postura y sintiendo sus huevos sobre mis tibias recuerdo las clases de don Javier: un veterano y genial profesor de la facultad.

-"Lo importante es llegar. El camino no importa."- nos decía mientras fumaba un cigarrillo tras otro.-"En toda negociación, una de las partes tiene una posición de fuerza y la otra ha de buscarse la manera para doblegar esa fuerza." y paseando su mirada por toda la concurrencia añadía: -"siempre hay un depredador y una presa... En el caso que seamos la presa, si el otro es un león nosotros seremos la gacela más apetecible la, aparentemente, más débil del grupo para que se avalance sobre nosotros y, entonces, nos convertiremos en un despiadado cazador. Si es un tiburón, seremos la más apetecible foca, si es un perro el hueso más delicioso... Y no será suficiente con parecerlo. Deberemos SERLO"-

Y yo sé lo que tengo que ser. Y la comisión que está en juego bien lo vale.

A la quinta abdominal empiezo a emitir un leve gritito cada vez que subo. A la décima es un rítmico jadeo que sólo oímos mi machista entrenador y yo. Cada vez que subo elevo un poco mis rodillas para rozar su entrepierna. Es algo sutil pero que seguro él nota a la perfección.

-"Muy bien, muy bien. Así, así. Sigue".

-"No puedo máaaas!!! Duele!!!" y me dejo caer exhausta, respirando hondo.

-"Venga, probemos otra cosa"- y dicho esto, me palmea el costado de un muslo. -"Uuuy, creo que has de ejercitar esas piernas".

-"Qué les pasa a mis piernas?"le pregunto de nuevo mosqueada.

-"Nada, nada. Por fuera son preciosas, pero te iría bien trabajarlas un poco más". Todo sea por la comisión...

-"Empecemos por este." Al ver el aparato he de contener una pícara sonrisa. Es el aparato que has de abrir las piernas para elevar las pesas... Ese en el que acabas el completamente espatarrada...

Paso por detrás de su espalda dispuesta a trabajar duro. Aprovechando que no me ve, me paso fugazmente uno de los dedos por mi raja. El dedo va de abajo a arriba resiguiendo mi herida vertical. La acción dura menos de un segundo pero lo suficiente para notar el tanga y los pantalones meterse entre mis labios verticales y dejar marcadas mis intenciones entre mis piernas. Una intención vertical, húmeda y sudada.

Él se sienta en el aparato de enfrente.

Empiezo a subir las pesas. Mis piernas casi forman un ángulo de 180º.

Sólo necesito hacerlo una vez para que sus ojos caigan de inmediato en mi hucha. De nuevo ve el triángulo claro marcado en el centro de los pantalones sudados pero ahora con toda mi sonrisa vertical grabada en ellos.

-"Muy bien"- me dice cruzando las piernas.

Llego a la décima espatarrada sonriendo ámpliamente.

Aprovecho un leve despiste suyo para volver a pasar un dedo sobre mi coño. El ejercicio ya había difuminado mi marca. Cuando vuelve a mirarme, de nuevo mi herida femenina se dibuja en el centro pero, ahora, con una leve mancha en el centro. Quizás me he pasado un poco... Sólo quizás.

Al acabar la serie que me ha marcado le pregunto por el siguiente ejercicio. Él me señala el aparato de al lado pero no se levanta. No puede.

El siguiente es para ejercitar la parte posterior de los muslos. Yo debo estirarme boca abajo y flexionar mis rodillas hasta que los pies me toquen el culo.

Empiezo y Toni no se acerca hasta un buen rato después, ya más "tranquilo".

-"Así cuesta muchoooo" le suplico. Él, tan atento y gentil como siempre, s

e sitúa entre mis piernas ayudándome a levantar las pesas.

Vuelvo a gemir con cada esfuerzo.

-"Así, así Tania".

Paro de repente y me salgo del aparato. Demasiado rápida o él demasiado lento. Mi culo impacta con su entrepierna mientras me levanto. Ya no está tan tranquilo. Me mantengo un rato así con su pecho contra mi espalda y su sexo entre mis glúteos.

-"Perdona, pero siento un dolor aquí..."- le digo tocándome la ingle derecha.

-"¿Has calentado?".

-"No" le contesto sin dejar de frotarme.

-"Ven. Estírate".

Obedezco.

-"Es importantísimo calentar antes y hacer estiramientos después". Entonces me agarra los pies, me junta las plantas y empuja de ellas hacia mí, obligándome a separar las rodillas.

Entonces me las sujeta y las empuja hacia el suelo.

Sus manos empujan con fuerza. Mi entrepierna vuelve a ser expuesta.

Vuelvo a jadear suavemente.

Cada vez que empuja, subo el volumen.

Sus manos bajan un poco por mis muslos hasta tocar los pantalones.

-"Uuummm". Murmuro. -"Sí, mejor, mejor".

Sus dedos bajan un poco más hasta llegar a tocar los pantalones con la particularidad que los izquierdos lo hacen por encima pero los avispados derechos se cuelan bajo la pernera del pantalón... Y no se paran ahí.

Yo ladeo mi cara y cierro los ojos... Me muerdo la articulación del dedo mientras la mano sigue avanzando.

Yo mantengo mis rodillas cerca del suelo.

Él me mira expectante esperando mi reacción.

-"Sí,sí... Estoy mejor pero aún duele"

-"¿Aquí?"- me pregunta apretando cerca de la ingle que me tocaba yo antes...

-"No, un poco más adentro"

-"¿Aquí?"- prosigue hasta las ingles en cuestión con sus dos pulgares extendidos y presionando de abajo a arriba. Las yemas detectan la ropa interior y la resiguen.

-"No exactamente." y con una mano me rozo uno de mis pechos.

-"¿Más adentro?"- me pregunta esperando una respuesta que le aclare el camino hacia el triunfo.

-"Sí. Más adentro".

Los dedos se cuelan ya bajo el tanga y juegan con los pelitos de la zona.

No sé si él lo mete o yo me lo trago, pero el hecho es que el dedo ha caído en mi cueva en un descenso rápido.

Él me mira. Yo sigo con los ojos cerrados y la cara ladeada.

Él levanta la mirada oteando el horizonte en busca de posibles interrupciones.

La cosa debe estar despejada porque el dedo empieza a entrar y salir a buen ritmo perfectamente lubricado de jugos y sudor. Su mirada demuestra una mezcla de satisfacción y incredulidad.

Gimoteo y me froto un pecho sin ningún tipo de rubor. Luego el otro y me pellizco un pezón.

-"¿Mejor?"- me pregunta

-"Sí"- consigo decir a duras penas mientras cierro un poco las piernas y atrapo el dedo en mi interior. -"pero ahora me duele un poco más arriba."

Él obedece. La punta de su dedo circula por el clítoris con lentas circunferencias y, luego, vuelve a introducirse. Ambos oímos el ruido que generan: es como una orgía de caracoles, viscosos y resbaladizos.

Girando su mano consigue frotarme el botoncito con el pulgar mientras me folla con otro dedo completamente extendido.

-"Aaaahh... Síiiiii... Mucho meeejoor!"- le digo como puedo. Estoy empezando a disfrutar de cada uno de sus roces. Otro de sus dedos se extiende buscando más abajo hasta encontrar mi otra morada, ésta mucho más áspera y seca.

Entonces abro mis ojos un poco sorprendida.

Él me sonríe y continúa forzando.

-"Y tú, ¿has calentado?"- le pregunto mirando el escurridizo bulto que su mano forma en mis pantalones.

-"De sobras muñeca"- me contesta justo en el instante que consigue meterme la punta del dedo en el culo. Así llegamos al momento en que yo digo lo que él quiere oir y él escucha lo que yo necesito decir: -"Aaaah, síiiii, más, más...". Las palabras me salen solas de la garganta, sin tener que fingir... Si sigue así perderé el control!!!

Yo agarro su mano y la saco de mis pantalones. Rápidamente me la meto en la boca y, saboreando mis bajos le consigo decir: -"ahora te toca estirar a ti".

Dicho y hecho. Intercambiamos posiciones y sigo su mismo método de masaje: mano izquierda en su muslo izquierdo y mano derecha dentro de sus pantalones. El alargado bulto los deforma casi hasta la goma de la cintura... Esto promete.

Recupero el ritmo normal de mi respiración y le pregunto: -"y a ti, ¿donde te duele?".

-"Tan adentro como a ti" me responde con una retadora mirada.

-"Este no sabe de lo que soy capaz" pienso mientras miro al personal del gimnasio: dos mujeres maduras leen atentamente unas revistas mientras pedalean, un par de "cachitas" se ayudan con las pesas y un sinfín de jovencit@s corren sin moverse del sitio. Sin moros en la costa meto mi mano por debajo de sus calzoncillos y se la agarro.

-"Menudo hinchazón... Esto no puede ser bueno"- le digo mordiendo mi labio superior. -"Yo no soy fisioterapeuta, pero sé perfectamente tratar este tipo de lesiones".

-"Toda tuya, muñeca"- palabras que enfatiza con un leve movimiento de cadera cosa que provoca que la piel recorra la palma de mi mano mostrándome su principal poderío: un diámetro inabarcable por mi deditos. Ahora falta comprobar la longitud. No es tan increible como el ancho pero es suficiente.

Aprieto con fuerza al tiempo que subo y bajo. El trayecto entero dura una eternidad porque lo hago muuuy len-ta-meeen-te, disfrutando de cada centímetro, de cada granito, de cada vena... Y de la cara de satisfacción del matao ese... -"Si supieras lo cara que te va a salir esta paja..."- pienso.

Mi mano llega a la cabeza y la piel se acumula entre mis dedos. Juego con el pellejito y meto un dedo dentro. La suave cabeza escupe líquido preseminal que muere en mi pulgar.

Tiro hacia arriba hasta sacar la punta por encima de la goma del pantalón. Entonces retiro la mano y observo al monstruito sacando la cabeza.

Miro a los lados.

Me agacho.

Mis labios a unos escasos diez centímetros de su vientre.

Capto el olor que desprende el capullo: cierto aroma a requesón encerrado.

Soplo.

La polla tiembla un poco pero es incapaz de doblegar la fuerza de la goma. Pese a eso, consigue sacar algún centímetro más al exterior.

Yo me retiro un poco y vuelvo a atacar más doblada, más cerca de él. Mi boca le toca a la altura de los huevos y va subiendo siguiendo el camino de carne esculpido sobre los pantalones. Cuando mi lengua llega a la goma, me paro en seco.

Le miro a los ojos y le sonrío.

Si mi lengua se desplaza tres milímetros más tocará carne viva.

Mis ojos captan movimiento demasiado cerca. Un chaval se ha sentado cerca nuestro dispuesto a levantar kilos y kilos de pesas.

Salto como si tuviera un resorte en el culo. Nos miramos con cara de disgusto y él encoje sus piernas intentando disimular su hinchazón.

Un rastro vertical de saliva es la única prueba de mis acciones.

-"Ayúdame a estirar" me dice -"apóyate en mis pies".

Yo me dejo caer sobre él. Me aguanta con las plantas de sus zapatillas en mi bajo estómago. Entonces empieza a flexionar y empujar con sus piernas alzándome a peso muerto.

Al flexionarlas del todo mis tetas quedan a escasos centímetros de su cara y nuestras ingles a distancia cero. Yo me acerco hasta notar su duricia contra mi pubis.

En una de las bajadas, me doblo un poco hasta poner una de mis tetas en su cara.

Él no desaprovecha la ocasión, atrapando un pezón entre sus labios.

Antes de que pueda disfrutarlo vuelve a empujarme con sus piernas.

Y vuelta a bajar. Ahora le brindo la otra teta. De nuevo juguetea con el pezón y yo restriego mi entrepierna con la suya. Todo es muy disimulado, muy leve, hasta que, de nuevo, nos quedamos solos.

Entonces sí que aprieto con fuerza mi coño contra su polla.

-"Creo que las posiciones no son las adecuadas"- me dice.

Dicho y hecho. Ahora soy yo la que pugna por aguantar su peso con mis piernas... Y la que nota su sexo contra el mío cuando las flexiono por completo. Al contactar, él friega de derecha a izquierda intentando separar mis labios, como si su polla fuera un bebé que busca cobijo entre los pechos de su madre.

Cada vez que me la clava se la noto perfectamente, sólo echo de menos el roce directo, el calor de la carne en contacto. Él sonríe y yo me siento satisfecha de provocar semejante erección y de acercarme, con cada flexión de rodillas, al fin de las negociaciones.

Uno de mis pies se escapa y él cae sobre mí. Él intenta parar la caída con tan "mala suerte" que una de sus manos cae en mi teta izquierda. Su verga se me clava como nunca. En vez de levantarse aprovecha para mover sus caderas en círculos.

Su cara queda a escasos centímetros de la mía. Durante unos instantes creo que va a besarme. Yo ladeo mi cara y vuelvo a gemir y sacudir mis caderas.

Él vuelve a forzar mis ingles. Si sigue así me la va a conseguir meter con pantalones y todo.

-"Para, para, que nos van a echar"- le digo quitándomelo de encima.

-"¿Cómo quieres que pare ahora?" me contesta bufando por la nariz como un toro.

-"Si paras te regalaré algo"

-"¿Ah sí?". Por lo menos he conseguido que deje de apretarme con su verga tan incisivamente. -"¿El qué?".

Sin hablar y con un simple gesto le contesto de la forma más clara posible.

Al verme el tanga se separa de mi al instante. -"pero las quiero ahora mismo".

-"Vale. Déjame ir a los vestuarios".

-"No. Aquí y ahora".

Si quiero atajar esto y que todo lo que he hecho sirve de algo, debo transigir. Estoy entre la espada y la pared...

-"Vale -le contesto- pero tú tápame un poco y vigila que no venga nadie".

-"Estate tranquila".

Me siento en una de las máquinas lo más alejada que puedo y de espaldas al resto de la sala. Mirando nerviosamente a todas partes me bajo los pantalones hasta las rodillas.

El cuero del asiento se pega a la piel de mi trasero. Toni se apoya en la máquina, justo a mi izquierda vigilando con un ojo mientras , con el otro, observa mis evoluciones.

Ahora le toca el turno al tanga. Alzo el culo y deslizo mi ropa interior piernas abajo. Ahora son los dos ojos los que se fijan en mí.

Al llegar a la altura de las rodillas me topo con el freno de los pantalones. Estirando por debajo, deformo el tanga hasta acercarlo al pie izquierdo.

Encojo esa pierna hasta que el tanga pasa por debajo.

Toni sólo tiene ojos para mi rizado felpudo. Creo que babea dentro de esa sonrisa.

Es entonces, cuando consigo sacar el tanga de una pierna, que veo otros ojos fijos en mí.

Un poco más allá está el jovencito de antes, estirado en el suelo con una completa y perfecta visión de mi coño abierto asomando por el borde del asiento. Mis dos labios hinchados y brillantes sin ningún pelo y la rosa hendidura que los separa.

Un río de lava ardiente me recorre de pies a cabeza. Sentirme espiada en semejante situación me hace hervir la sangre. Seguro que el jovencito ha visto mi almeja aplaudiendo sin parar.

No puedo evitar pasarme un dedo por ella.

Sus ojos siguen el movimiento del dedo hasta que desaparece en mis entrañas.

-"¿Estás loca o qué?- me dice un Toni ajeno a nuestro nuevo acompañante.

Con la otra mano me abro el coño hasta convertirlo todo en un rosáceo edén.

-"Para, para que acabamos en la cárcel"

Muy a mi pesar acabo de sacar el tanga por la otra pierna y me subo los pantalones.

Ya de pie me acerco a Toni y me pego a él. Asomando por encima de su hombro miro fijamente al anonadado jovencito y le muestro mi tanga colgando de uno de los dedos.

Acto seguido se las meto en los pantalones justo entre sus nalgas y le susurro: -"quiero que seas muy malo con ellas."

Y me separo sin dejar de mirar al espía.

Me encanta comprobar como, al irnos Toni y yo, el chaval se queda boca abajo y rojo como un tomate.

Toni recoge mi regalo y lo guarda en uno de sus puños.

Llegamos a los vestuarios, donde se separan nuestros caminos. Yo me meto con un simple adiós como despedida.

Él se mantiene quieto esperando algo más efusivo. Que espere...

En la ducha me enjabono mucho, especialmente mi entrepierna. Las bajas mamparas dejan poca intimidad así que me tengo que esperar a llegar a casa para aplacar todas mis inquietudes uterinas con la tranquilidad necesaria.

No hace falta que os diga que en la siguiente reunión cerramos el trato a la primera. Toni no dejaba de meter su mano en uno de los bolsillos mientras me sonreía lascivamente. Hasta hubo un momento en que se giró y se sacó lo que llevaba en el bolsillo y se tapó la cara simulando un estornudo... Yo sonreí disimuladamente mientras iba añadiendo ceros a mi cuenta corriente.